El tratado de Lircay
Una Estratagema para Ganar Tiempo
El tratado
sería un ardid para hacer caer al General realista Gabino Gainza, quien caía
sorprendentemente en las redes del juego político, que habían planeado en Lima
el Comodoro inglés, james Hylliar y el Virrey del Perú, Fernando de Abascal. El
Virrey del Perú jugó con el
tratado con el claro fin de ganar tiempo y poder obtener refuerzos y más
suministros provenientes de la misma España, con la intención de poder dar un
golpe de mano contra los independentistas que no les permitiera volver a desear
el hacer un movimiento emancipador. Para ese efecto la aparición del Comodoro
James Hylliar para “negociar”, un advenimiento con los rebeldes, era la pieza
del entramado que le faltaba, con la determinada finalidad fin de poder distraer
a los patriotas sobre lo que se estaba preparando, mediante un ofrecimiento del
pacto de paz y retorno al alero del mundo imperial hispánico. Tratado que
mostraba un advenimiento favorable para los independentista y que por medio de
su artículo tercero, se liberaban todos los prisioneros incluidos los hermanos
Carrera apresados en Chillan. Esto último traería trágicas consecuencias al
proceso emancipador y los “avances”, que se habían logrado, ceñidos también, al
tratado firmado a principios de mayo de 1814. Era en sí, uno y el mayor
ejemplo, de lo que son las negociaciones políticas.
Si Gainza se hubiese dedicado a
derrotar a las fuerzas patriotas,- como se lo había solicitado en Lima el
mismísimo Virrey, antes de su embarque con dirección a Chile-; el tratado de
Lircay no se hubiera firmado y el Gobierno de Chile, tendría que haber suscrito
un protocolo de paz en la misma ciudad de Santiago. Si bien, las tropas
realistas que existían en el país y había recibido el Brigadier español de
parte del Coronel Juan Francisco Sánchez, tenían la apariencia de ser gente de
campo dispuesta a combatir, es decir, de milicias o guerrillas, cuyo valor
militar era apreciado por hombres arribados de España y del Virreinato, como de
segunda línea, producto del vestuario que lucían, pero en cada encuentro o refriega, demostraban su
real valía y su alta moral combativa; legado que había realizado con gran
trabajo el Coronel Sánchez, durante el tiempo que estuvo a la fuerza del rey
bajo su mando. Sánchez tuvo la virtud de
saber motivar a los hombres que vivieron su gestión como General en Jefe de los
ejércitos del Rey en Chile. Gabino
Gainza en el breve tiempo que tenia de asumido el mando, respeto las promociones hechas por Sánchez y
confió en el desarrollo de las acciones que se produjeron en los mismos
oficiales que respaldaron ciegamente al Coronel Sánchez.
Los hombres de tropa y oficiales al mando de
compañías y pelotones, recobraron sus ánimos y motivaciones bajo el mando del Coronel
Juan Francisco Sánchez, llegando a tener una osadía digna de los grandes
combatientes de la historia, dentro de los cuales no cabe duda en colocar al
oficial patriota, Bernardo O´Higgins. La
experiencia de Juan Francisco Sánchez al mando de los reales ejércitos en
Chile, tiene mucho de lo llamado “el pago de Chile”, donde a pesar de los
logros obtenidos, sufriría el escarnio, además de ser denostado y olvidado. El
Coronel Juan Francisco Sánchez y Seixas, humillado por la determinación del
Virrey Fernando de Abascal de quitarle el mando de las fuerzas realistas en
Chile, en los momentos precisos donde los hombres a su mando estaban llenándose
de gloria en cada encuentro con las tropas patriotas, en vez de haber recibido
el ascenso a Brigadier y la confirmación en el mando de las huestes reales que
operaban en el Chile continental. Todo
lo experimentado por Sánchez era debido a las difamaciones que hicieron
maliciosamente sus compañeros de armas que no quisieron quedarse bajo su mando
durante el Sitio de Chillan, los asesores que tuvo y las personas en las cuales
confió. Todos estos confabularon acusándolo de haber abusado de su mando,
destacando en ello los diversos ascensos y gracias otorgadas a oficiales y
hombres de tropa. Junto a ello, dieron a entender al Virrey que Juan Francisco
Sánchez carecía de experiencia en el
mando de tropas mayores a una compañía, destacaban su falta de talento, torpeza
y mala dirección, argumentando lo tosco y enemigo de reunirse con los oficiales
que no fueran las requeridas por la guerra.
Quienes complotaron contra el Coronel
Sánchez, ya sea porque juzgaban que no era a él a quien correspondía el haber
deber de tener el mando de todo el Ejército realista en Chile o porque en su
bruta y silencioso comportamiento, lo hacían ver como un sujeto falto de buenas
costumbres, poco dado a socializar con sus congéneres, llevándolo a ser juzgado
como un hombre carente de toda virtud para liderar una fuerza de hombres. Su
costumbre de estar más aislado de toda la oficialidad, no fueron impedimento
para lograr desde su arribo a Chillan de organizar las defensas y estimular la
construcción de parapetos y trincheras, junto a ello lograba que los religiosos
contribuyeran con su propaganda en las misas y letanías que realizaban y por
intermedio de estas hicieran que la población respaldara incondicionalmente a
los soldados del rey. Las tropas bajo su mando, que sufrieron la larga marcha
en retroceso desde las riberas del rio Maule hasta la ciudad elegida como
Cuartel de invierno, -como lo fue Chillan-, lograron recuperar sus capacidades
combativas, convirtiéndose en agrupaciones de jinetes que podían enfrentar a
las tropas de soldados de la Patria, sorprender convoyes y guarniciones de
estos últimos, interrumpir sus redes de comunicación existentes entre
Concepción y las ciudades de Talca y Santiago, conduciendo a que José Miguel
Carrera se aislara en Concepción, dejándoles todo el territorio existente entre
el rio Ñuble y el Biobío, nuevamente en poder de los realistas. El Brigadier
Gabino Gainza se encontraba con una tropa, donde cada hombre se encontraba
dispuesto a combatir y con el deseo de derrotas a los “insurgentes”
(patriotas). Aquella motivación que
traspasaría más allá de la derrota sufrida en los campos de Maipú el 5 de abril
de 1818 y que llevó a el último de Los Pincheira a proseguir la lucha hasta 1829, cuando ya
todo estaba perdido y la Republica de Chile avanzaba a pasos agigantados
consolidándose como Estado independiente.
Los ascensos que dio el Coronel Juan
Francisco Sánchez y que el Brigadier Gabino Gainza debía poner en
investigación, habían sido otorgados a oficiales y hombres de tropa cuyas
características los hacían dignos de
otorgarles un rango mayor al que tenían. La osadía y el valor que mostraban en
cada empresa encomendada los hacia dignos
de ser imitados por sus hombres, demostrando una capacidad de liderazgo
difícil de obtener en otros hombres; las
subidas de rango, fueron otorgados a personajes como Ildefonso Elorreaga, Ángel
Calvo, Antonio Quintanilla, Luis Urrejola, Pedro Asenjo, Clemente Lantaño, José
Manuel Barañao, Juan Antonio Olate, Mariano Cañizares y Leandro Castilla, entre
otros. Personas cuyo mérito y valentía durante esta guerra independentista en
Chile fue sobresaliente.
Juan Francisco Sánchez se formaba una
impresión del nuevo General en Jefe de los ejércitos nacionales (como eran
denominados en ese tiempo los ejércitos del Rey en Chile). Juzgaba que el
brigadier Gabino Gainza no poseía ningún conocimiento sobre Chile y menos de la
región donde se desarrollaban los combates (los territorios que se encuentran
entre el rio Ñuble y el Biobío), como también de los hombres que lo habitan,
sus costumbres entre tantos otros elementos que el Coronel Sánchez veía claves
para dirigir y motivar a luchar por la causa del Rey. Producto de lo expuesto,
consideraba Sánchez, que el Brigadier Gabino Gainza incurriría en varios
errores que generarían situaciones con graves consecuencias para las fuerzas
combativas del Rey existentes, pero la vida castrense que había llevado, lo
obligaban a obedecer las órdenes y cumplir con las labores que el nuevo
comandante le entregara.
La llegada de Gabino Gainza a Chillan,
no tuvo ningún inconveniente y Sánchez en vez de mostrar una oposición a lo
establecido por el Virrey, se puso de inmediato bajo las órdenes del primero,
lo cual fue imitado por los demás oficiales y hombres de tropa. Juan Rodríguez
Ballesteros, hace una exposición sobre
cómo era Juan Francisco Sánchez: “La naturaleza le había prodigado a manos
llenas de valor, entereza y lealtad, pero parece que no fue tan generosa en la
distribución de los dotes de ingenio. He
aquí la verdadera causa de no haber sido consultado en la parte directiva de la
guerra y ese fue el origen del resentimiento contra su sucesor, de quien no
quiso admitir el mando de la plaza de Chillan, que le había conferido; sin
embargo, de estas disgustosas contiendas, y en medio del pesar que dislaceraba
el corazón de Sánchez, no se enfriaron de modo alguno sus nobles sentimientos
de amor y fidelidad al monarca español y de ciega obediencia a la ordenanza
militar.” (Colección de
Historiadores y Documentos relativos a la Historia de Chile. Revista de la
guerra de la independencia de Chile. José Rodríguez Ballesteros. Página 149.
Tomo XVI. Imprenta Cervantes. Santiago-Chile.1901).
Mientras ocurría en Chillan el cambio
de mando, asumiendo el Brigadier Gabino Gainza. En el bando patriota, el
General José Miguel Carrera era relevado del mando, sucediéndolo el Coronel
Bernardo O´Higgins, a quien la Junta lo ascendía al rango de Brigadier. La
situación de las tropas de la Patria había empeorado a niveles que ahora los
realistas con su pobreza se mostraban mucho mejor dispuestas que la de los
soldados independentistas. Muchos de los oficiales de las fuerzas
expedicionarias emancipadoras (patriotas), que poseían grandes méritos optaron
por abandonar Concepción y por ende al ejército en campaña, dirigiéndose hacia
el Norte a donde se preparaban nuevas fuerza patriotas: la ciudad de Talca. Los
sentimientos de amor y fidelidad a los procesos logrados para la independencia
de Chile se habían enfriado en ellos, producto de las conductas que
permisivamente dejo realizar José Miguel Carrera a algunos de los oficiales y
hombres de tropa, cuyo abusos contra la
población civil no tuvieron límites. Muchos de los oficiales, con graduación y
dotes de liderazgo, que huían en dirección a la ciudad existente en la ribera
Norte del Maule, lo hacían por
resentimiento contra los hermanos Carrera, quienes los trataban con descrédito,
donde el deshonor y la afrenta eran frecuentes.
Todo obraba en favor del General
realista, Brigadier Gabino Gainza; y los oficiales veteranos en la campaña
intuían que podían acabar con las ultimas fuerzas independentistas y además reunir a los pueblos mapuches aliados,
quienes estaban dispuestos a luchar contra los soldados de la patria, sólo
faltaba la determinación del nuevo general para realizar un levantamiento total
de aliados y tropas del rey, para que obraran en conjunto en diferentes
direcciones donde se encontraban guarniciones de la Patria.
Producto de la discrepancia entre
Gainza y Sánchez, el primero no lograba conocer las reales dimensiones de la
fuerza realista existente en la región, con las cuales poder emprender
acciones. La pésima impresión que le dieron los seiscientos hombres, que el
Coronel Sánchez había enviado al mando de Ildefonso Elorreaga; motivado como
estaba por el arribo de los suministros y refuerzos que había solicitado al
gobierno de Chiloé , por medio de su emisario, el Capitán de Voluntarios de Castro, Filiberto Díaz.
Unos días antes de la llegada de Gabino Gainza y el batallón del Regimiento
Real de Lima, desembarcaron proveniente directamente de la Isla, el batallón de
Auxiliares de Chiloé, bajo las órdenes del Coronel Manuel Montoya y como segundo, el Sargento Mayor, Ramón
Jiménez Navia.
El mismo día que los navíos españoles “Sebastiana”
y “El
Potrillo”, zarpaban en dirección
al Puerto de Talcahuano, para cortar las comunicaciones patriotas por vía marítima, entre este
fondeadero y Valparaíso, el General Gabino Gainza cruzaba el rio Biobío, por el
sector de Santa Juana, cuya vanguardia estaba conformada por la fuerza que
Elorreaga había llevado hasta Arauco, siguiéndolos muy de cerca los batallones
de infantería “Auxiliares de Chiloé” y
del “Real de Lima”. Una vez que se establecían en Rere, se les unía
más tropas montadas que se les unían a las de Ildefonso Elorreaga. A esta
última, Gainza le daba la orden de dirigirse a la zona de El Membrillar,
ubicado en la Confluencia de los ríos
Ñuble e Itata, prosiguiendo él y la fuerza de
infantería que había desembarcado como refuerzo hacia Chillan, donde
debía recibir el mando del Ejército Real del mismo comandante en jefe, Coronel
Juan Francisco Sánchez. Una vez que asumió el mando, se colocaba en marcha hacia la zona de
Quinchamalí, donde se suponía estaba el grueso de la fuerza realista acampando.
Mientras esto ocurría en el bando
realista, en el partido de la Patria, la situación se mostraba diferente, junto
a la escasez de suministros y la conducta de la tropa y oficialidad contra la
población civil de la región, donde la permisividad en sus acciones de saqueo y
verdadero bandolerismo, se mostraban impunes, pero eran sancionados con el
rigor de las leyes que aplicaba el mismo General en jefe, a todo rumor o
intención de sublevación de los civiles en contra de los hombres de la Patria. Esto,
que llegó a los oídos de la Junta de Gobierno sumado al fracaso del Sitio de
Chillan y a la vida licenciosa que parece haber tomado José Miguel Carrera y su
hermano José Luis, junto a algunos oficiales
partidarios del primero, hizo que la institución de Gobierno patriota
determinara que el Brigadier José Miguel
entregara el mando del ejército en operaciones. Esta compleja situación provoco
que José Miguel Carrera estuviera varios días sin entregar el mando, tal vez,
para presionar al gobierno de la Patria y obligarlo a ceder a sus designios;
finalmente, precedió la cordura de los riesgos de generar un conflicto al
interior de los partidarios de la emancipación, uno que ya superaba la
discordia política y que llevaría este mismo año de 1814 a un enfrentamiento
armado en las cercanías de Santiago, en una zona próxima al rio Maipo conocido
como Tres Acequias. El General Carrera entregaba el mando a Bernardo O´Higgins,
recién ascendido a Brigadier, en la misma ciudad de Concepción, pero esto no
dejo que la actitud de los hermanos Carrera, en especial las acciones llevadas
a cabo por el Coronel José Luis, que siguió intrigando y José Miguel no paro de
dar órdenes, como si estuviera aun dirigiendo al ejército patriota en campaña.
Los hermanos Carrera en Concepción, una vez
que José Miguel Carrera entregó el mando, poco o nada tenían que hacer, salvo
José Luis que aún mantenía el mando de la división que en tiempos de su hermano
como General en Jefe, le había asignado. El haber perdido el mando de las
fuerzas patriotas, no hizo desmedro en sus conductas, que no permitían al nuevo
Comandante en Jefe para ordenar y ver los requerimientos que necesitaban loa
hombres a su mando; sólo incrementaron más el desorden que ya tenían las
divisiones de la patria establecidas en Concepción y alrededores, como asimismo
las ubicadas en la zona de Quirihue, que se encontraban bajo la dirección de
los coroneles Juan José Carrera y Juan Mackenna. Al parecer los deseos de los
hermanos Carrera era generar un movimiento por parte de los hombres que
conformaban el Ejército del Sur, como era conocido las fuerzas patriotas en
campaña, permitiéndoles tener una fuerza que ejerciera una gran oposición a la
Junta de Gobierno, convirtiéndolos en personajes que conspiraban contra la
independencia del país.
La idea de conspiración que intentaban
realizar los hermanos Carrera en la misma Concepción en contra de la Junta de
Gobierno, fue expuesta por varios
oficiales patriotas, es así que “un oficial muy apreciado por su honradez y
valentía, el Capitán Agustín López escribía a O´Higgins desde el troncón
(inmediaciones de Concepción), una carta con fecha 31 de diciembre de 1813, en
donde la da cuenta de los planes que en esta ciudad y en el ejército se
atribuían a Carrera: Acabo de saber-decía-, que los Carrera quieren hacer de
estas divisiones a Santiago,
desembarcándose en San Antonio; que con este objeto están tomando algunas
alhajas de las iglesias para sellar dinero. Esto me parece rebeldía y poca
política de los hombres que quieren por fuerza
sacrificar nuestras vidas”
(Historia General de Chile. Diego Barros Arana. Tomo IX, Capitulo XIX,
página 224, Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile. Julio
de 2002).
El nuevo comandante en jefe patriota,
y nuevo Brigadier, Bernardo O’Higgins, escribió un oficio la junta gubernativa con fecha 10 de febrero
de 1814, donde exponía lo siguiente: “Después
de dar cuenta de la deserción de los cien granaderos que habían seguido a don
Juan José Carrera, dice O´Higgins que el número de soldados desertores del
ejército que en pequeñas partidas se habían fugado poco antes para Santiago,
pasaba de 400, y pedía que se tomasen
medidas para reprimirlos y para impedir los desórdenes que podían cometer.
Hablando allí mismo de la lastimosa
situación en que se hallaba el ejército…Ya llegamos al último extremo, rodeados de enemigos, sin víveres, sin dinero, sin caballos y sin
vestuarios. Todo falta y nada llega. Así no hay sino hacer los últimos esfuerzos antes de que perezcamos
miserablemente” ((Historia General de Chile. Diego Barros Arana. Tomo
IX, Capitulo XIX, página 235, Editorial Universitaria. Segunda Edición.
Santiago de Chile. Julio de 2002).
Bernardo O´Higgins veía
menoscabada su autoridad e iba en franca
disminución el liderazgo logrado en los hombres del ejército de la Patria,
producto de las intrigas y perfidias que
desarrollaban los hermanos Carrera, con la clara intención para que José Miguel
Carrera recuperara el mando de la fuerza militar en campaña. Único poder que
tenía al decidir dejar el mando del gobierno por querer llenarse de laureles al
convertirse en el comandante en jefe de las fuerzas que enfrentarían y
derrotarían a los hombres del Rey, al conocer la invasión realista bajo el
mando del Brigadier Antonio Pareja. Ahora
los hermanos buscaban la forma de lograr hacerse nuevamente del mando de las
tropas, con actitudes que hacían ver al nuevo General en Jefe, como un sujeto
carente de dotes de dirección y liderar fuerza armadas en campaña. Ante todo
esto, Bernardo O´Higgins se vio en la
imperiosa necesidad de pedirles a los Carrera (José Miguel y el Coronel José
Luis), que en términos de tres horas saliesen
de Concepción a cualquier lugar
inmediato, pero fuera de la ciudad. Obedecieron los hermanos Carrera, pero
despertarían la animadversión de ellos hacia O´Higgins. Aquella marcha fuera de
Concepción, como si hubieran sido exiliados de allí y su orgullo herido, los
llevaría a ser tomados de sorpresa en su derrotero hacia el Norte, en las inmediaciones
de Penco por un partida de guerrilleros realistas que comandaba el coronel
Clemente Lantaño.
Con el Coronel Juan Francisco Sánchez,
las fuerzas realistas habían comenzado a recorrer el territorio desde el mismo
tiempo que Carrera había levantado el Sitio de Chillan, y habían logrado acabar
el esfuerzo patriota por terminar con las tropas del Rey en el país, ahora con
Gabino Gainza proseguían con la actividad establecida por el anterior
comandante realista, con el claro objetivo de cortar desde las riberas
existentes en los ríos Itata y Ñuble toda comunicación que existiese entre
Santiago, Talca y Quirihue con Concepción. La actividad planeada por Gainza era
aislar Concepción y obligar por la falta de suministros la rendición de la
guarnición establecida en la ciudad ribereña del Biobío y el puerto vecino
(Talcahuano). Estas órdenes en el bando realista llevaron a Clemente Lantaño a
vigilar el estuario del Itata hasta su
desembocadura en el Mar con la intención de sorprender convoyes en dirección a
Concepción y mensajeros que traían cartas y oficios desde aquella ciudad, como
asimismo transportes hacia el campamento
donde se ubicaba el Coronel Juan Mackenna con la segunda división patriota; además debía atacar a las partidas patriotas
que se aventuraban a recorrer los territorios donde debía Lantaño patrullar,
haciendo de cada encuentro la aprehensión de la mayor cantidad de hombres de la
patria para remitirlos hacia Chillan. Bajo este procedimiento Lantaño y sus
guerrillas lograban hacerse de varios suministros, incluso ubicando bodegas y
casas donde se almacenaban varios de estos para las fuerzas de la Patria.
Producto de esto, Lantaño creyó que podían existir otros lugares y campos donde
se hallasen más provisiones, lo que lo llevó a determinar marchar con parte de
sus hombres más al Sur del estuario del Itata, en su avance raudo, debió dar
descanso a las monturas y sus hombres en las cercanías del estero San Rafael,
sacándoles las monturas a los caballos e iniciaron sus hombres, las
oraciones para un adecuado descanso. Fue
en esos instantes de recogimiento espiritual que fueron sorprendidos por la
aparición de un hombre herido en las barbas originado por el golpe dado con la
boca de un fusil de uno de los soldados de la escolta del General patriota José
Miguel Carrera.
El personaje que había interrumpido
las oraciones de la guerrillera realista, era un tripulante de la fragata Tomás,
apellidado Vidal, que había bajado a tierra, siendo sorprendido por los hombres
que custodiaban a José Miguel Carrera cuando intentaba regresar a la
embarcación. Después de haber sufrido una golpiza, donde resaltaba la herida e
inflamación producida por el golpe del acero del cañón del arma en plena boca,
había logrado escapar ante el descuido de la tropa patriota. Ahora apresado por
los hombres de Lantaño, recibía un mejor trato y producto de la información que
les entregaba, lo incluyeron dentro de la partida que marcharía en la búsqueda
de la columna donde venía José Miguel Carrera, el Coronel José Luis Carrera, don
Estanislao Portales, don Diego José Benavente, don Juan Morla, don Vicente
Garretón, don Toribio Rivera, don Rafael Freire, don Servando Jordán, don
Manuel Jordán, don Manuel Lastra, don Bernardino Pradel, don Bonifacio
Victoriano, don Mariano Benavente, don Cirilo Cárdenas, don Bartolo Araos, don
Juan José Fontecilla; los capellanes: fray Juan Pablo Michilot, fray Francisco
Solano García, además de don Vicente Aguirre, don Hipólito Toro, don José
Hurtado, don José Gaete y su hijo, don Calisto Gaete, don Marcos Trigueros, y
los ordenanzas: José Conde, José Antonio Uribe, Jerónimo Peredo, Pedro Valencia,
José Miguel Cornejo, Juan Antonio Araya, Nicolás Santana, Benito Vial y José
Luis…La comitiva en personas que lo siguieron desde Concepción no bajaba de 100
hombres entre criados, asistentes, oficiales y arrieros, Pernoctaron en casa de
un señor apellidado Nogueira, quedando la carga y equipajes resguardados en la
capilla del pueblo Penco Viejo frente a la fortaleza que comandaba el “andaluz
José Ramón Torres”. Los hermanos Carrera no quisieron descansar en la
fortaleza, producto que estaba bajo el mando de este oficial de origen andaluz
a quien ellos habían quitado toda capacidad de mando dentro del ejército
patriota y que había sido restituido en su cargo por el actual General en jefe,
Bernardo O’Higgins.
El oficial
realista José Rodríguez Ballesteros en las primeras hojas de sus memorias, deja
expresado ciertas acepciones que demuestran los fallos que se produjeron en el
proceder de los actores de nuestra independencia y que al parecer, los
historiadores han olvidado. Así José Ballestero expone: “La prudencia, política y saber
mediar los casos según la circunstancias, han dado más conquistas que la
pólvora y la bala. El conocimiento del país que se pisa y del carácter de los
habitantes, es de necesidad para dirigir operaciones con el más seguro acierto.
Nada acredita más esta verdad que las empresas de los jefes subalternos en 1813
y el mando del general interino, don Juan Francisco Sánchez; debido a estos
conocimientos fue que alcanzaron los comandantes guerrilleros en la provincia
de Concepción tantas ventajas y resultados favorables, siendo entonces los dos
ejércitos compuestos de chilenos realistas y chilenos patriotas, según se
denominaban, teniendo el ejército patrio más españoles que europeos a su servicio que los que tenía
el ejército real.”// “La fogosidad militar, es a veces la destrucción total, y
no siempre puede obrarse con el rigor de la ordenanza, pues hay casos que
exigen tino, pulso y sagacidad, evitando la fuerza del rigorismo y
atropellamiento que origina tan graves consecuencias.” (Colección de
Historiadores y de Documentos Relativos a la Independencia de Chile. Tomo VI,
Revista de la Guerra de la Independencia de Chile. José Rodríguez Ballesteros.
Páginas 3 y 4. Imprenta Cervantes.
Bandera 50 de Santiago de Chile. 1901.)
Con la exposición
anterior se puede apreciar que muchas de las conductas de los hermanos Carrera,
en especial de José Miguel, no fueron las más apropiadas para liderar a una
fuerza de combate, pues en muchas circunstancias se excedió en sus órdenes y
procedimientos, de la misma manera que los posteriores generales del ejército
realista incurrirían. El juego del poder dentro de cada fuerza, sólo generó aún
más, el imperio de la desorganización y falta de planificación de las acciones.
Salvo en el tiempo que Sánchez estuvo al mando de las fuerzas del Rey, estas
lograron obtener en cada acción una ventaja que al final los llevaría a
recuperar todo el territorio existente entre el rio Ñuble y las riberas del
Biobío. Lograban además, colocar en una situación apremiante a las tropas
patriotas al dejar aisladas a una de las
divisiones de la Patria en Concepción y la otra sobreviviendo en la zona de
Quirihue. El problema interno dentro de las fuerzas realistas comenzó a verse
desde el mismo día que el Almirante Pareja dejaba como su sucesor en el mando
de todas las fuerzas reales en Chile al Coronel Juan Francisco Sánchez. Un
mundo de juegos de intrigas y complots que no permitieron que este oficial del
Rey, tan leal y osado, no fuera reconocido nunca en sus reales méritos.
La llegada del
Brigadier Gabino Gainza, generó una serie de incertidumbres en la oficialidad
realista cuyos ascensos sentían que estaban en una situación de no ser
reconocidos por el Virrey y que el nuevo comandante venía a poner en orden.
Hábilmente el Brigadier español Gabino Gainza, dejando de lado las
instrucciones establecidas por el Virrey Abascal antes de su embarque con
dirección a estas regiones de Chile, optaba por interiorizarse bien de la
situación y las causas que justificaron que Sánchez ascendiera de rango a esos
hombres. El General optaba por respetar los ascensos y proseguía con las
acciones y forma de operar que el
antiguo general interino del ejército realista había llevado y establecido
desde el sitio de Chillan. Aunque apreciaba que la tropa estaba falta de
preparación producto de la escasa vestimenta militar con la cual se cubrían,
siendo la mayor parte una mezcla de ropas civiles con vestuario mapuche, como
eran los ponchos que utilizaban para abrigarse.
Aquella mixtura de equipo mostraba a los diferentes cuerpos del ejercito
realista como si estuvieran en una completa desorganización y falta de normas,
cosa que era equivocada dado que los hombres seguían a los líderes naturales
que los comandaban, como lo eran Luis Urrejola, José Ballesteros, Mariano
Cañizares, Ildefonso Elorreaga, Leandro Castilla, Juan Antonio Olate, Ángel
Calvo o Pedro Asenjo, entre otros. Las partidas que salían a realizar las
operaciones establecidas por el general , iban dispuestas a todo y con el deseo
de enfrentar y obtener los laureles que se le habían privado durante largo
tiempo. Gainza como General en Jefe, lograba dar un ordenamiento operativo a
las acciones de estas partidas lideradas por oficiales enérgicos y hábiles,
donde los hombres a sus órdenes, no eran menos que ellos.
Mientras
Ildefonso Elorreaga con sus partidas cubría la zona del rio Ñuble hasta Los
Ángeles, con sus partidas, los demás jefes de las fuerzas realistas se
dedicaban a vigilar el estuario del Itata desde el campamento militar establecido
en las cercanías de Quinchamalí y cercano a Confluencia del rio Itata con el
Ñuble. En esta distribución, como se ha expuesto en párrafos anteriores el
comandante Clemente Lantaño debía recorrer con una de sus guerrillas las
riberas del Itata hasta su desembocadura al mar. Producto de ello y mientras
descansaban en las proximidades al estero Rafael y se preparaban a descansar de
la jornada del día, sus hombres encargados de la primera guardia apresaron a un
marinero español de apellido Vidal, quien mostraba los indicios de un fuerte
maltrato, informándoles que en las afueras de Penco Viejo se encontraba el
General patriota José Miguel Carrera con una comitiva, y que los soldados de la
escolta patriota, lo habían detenido y golpeado para obtener información. Así
los hombres de la partida de Clemente Lantaño, levantaron campamento y
estuvieron a marchar en la oscuridad de la noche en dirección a donde los
guiaba el marinero Vidal. Llegaban en la madrugada del día 3 de marzo de 1814, justo cuando los primeros
rayos se dejaban caer también, en el poblado de Penco Viejo.
La guerrilla
realista al entrar a los suburbios del pueblo, sin hacer ningún ademán que
invitara a la rendición de quienes aún se encontraban en los brazos de Morfeo,
abrieron fuego en una primera andanada hacia la casa, donde según Vidal estaba
pernoctando José Miguel Carrera y su hermano José Luis, ubicado frente a la
fortaleza establecida por los patriotas en la urbe penquista. Con estos
disparos al unísono los hombres del Rey lograban colocar en fuga a las tropas
patriotas establecidas en el fuerte, alcanzando en los nuevos fuegos realizados
la muerte de seis soldados de la Patria. La partida al mando del Coronel de
milicias Clemente Lantaño, tomaba como prisioneros al General José Miguel Carrera,
a su hermano, el Coronel José Luis Carrera y al Capitán de Artillería, Servando
Jordán.
A pesar que
José Miguel Carrera tomaba las providencias para no ser sorprendidos, no dejaba
de tener una vida llena de reuniones y amenizadas noches de tertulias, tal como
él deja expresado en su diario: “Marzo 3 de 1814.-Tuvimos noticia que el
enemigo, sabedor de nuestra marcha para Santiago, había cubierto la ribera sud
del Itata, para hacernos prisioneros. Los avisos de los juramentados por
Cienfuegos eran mui exactos, y los que firmaron la representación del día 1° se
interesaban en nuestra ruina; el que la escribió no permitía que las Reyes
ignorasen cosa alguna; y ellas, con gusto participaban a su padre, a su hermano
y a su sobrino, destinados o empleados en el ejército realista, para que
tomasen sus providencias.
Mandé
nuevos espías al Itata, y en la noche varios de la comitiva, fuimos a
divertirnos a Concepción. Luis visitó a O’Higgins y le dijo que al siguiente
día pensábamos volvernos a la chacra de don Pedro José Benavente, porque
estábamos expuestos en Penco. Accedió y dijo que si queríamos podíamos
volvernos a la ciudad. No dejamos de admirarnos de esta franqueza, después de
sus cartas y oficios del 1° ¿Quién podría augurar que estaba inocente de lo que
nos sucedió a las pocas horas? Pasamos en tertulia en casa de unos amigos, y a
las tres de la mañana volvimos a Penco, para después de dormir un poco, mudar
nuestro alojamiento. Cerca del amanecer llegamos a casa de los Nogueira; muy
inmediato a ella encontré un roto a pié que se dirigía a la fortaleza;
creyéndolo espía lo hice detener, y como no le descubriese cosa alguna, a pesar
de amenazas, lo dejé libre.
“Marzo
4 de 1814.-AI romper el alba, y cuando empezábamos a tomar el sueño, fuimos
sorprendidos por el enemigo. Las descargas de fusiles y los gritos de ¡¡viva el
Rey!! Nos despertaron; pero no era posible huir, porque el pequeño cuarto donde
dormíamos estaba rodeado de tropas, y por la parte donde había un tabique de
tablas, nos hacían un fuego vivísimo. No teníamos armas, ni los ordenanzas
pudieron hacer uso de las suyas, porque antes de moverse de sus camas, fueron
muertos o prisioneros. En el momento fuimos nosotros, y aunque algunos
intentaron matarnos, lo impidió un voluntario.... y el cabo chilote de apellido
Marzan, cuyo empeño por defendernos llegó al extremo de ponerse delante de Luis,
cuando un hijo de Dámaso Fontalva quiso darle un tiro, creyendo era él quien
había firmado la sentencia de muerte contra su padre. Luego, después se
presentó don Clemente Lantaño y el hermano de las Reyes que, con Pasquel,
mandaba la fuerza realista que nos sorprendió. Pusieron orden en la tropa, y
nos dejaron vestir para que marchásemos. Nos hicieron montar en unos malos
caballos; al salir tuve que volver la cara para no ver una porción de cadáveres
de mis compañeros [Murieron en la sorpresa, Juan Antonio Araya, José Antonio
Uribe, José Luis.., el correo Román. Hubo 7 heridos. El alférez don José
Ignacio Manzano murió en Concepción]. A poco andar vi al alférez don José
Ignacio Manzano, herido y como agonizante; me despedí de aquel buen joven con
un sentimiento imponderable, y seguimos el camino por los altos de Penco hasta
llegar a Rafael. Allí llegó el coronel
Portales, el secretario don Vicente Aguirre, Marcos Trigueros, mi asistente
José Conde, el sargento Yacotar, José Miguel Cornejo, un negro cocinero y dos
más. El teniente don Servando Jordán había ido con nosotros. Nunca olvidaré los
extremos con que se significó Portales por mi situación. El castillo de Penco
hizo un fuego muy mal dirigido, pero bastante para contener al enemigo que
estaba muy aterrado, que, a no haber dejado Manzano su guerrilla a alguna
distancia, por aprovechar pasto para los caballos, habría sido rechazado.
Cuarenta o cincuenta Infantes de la Patria, se habían desertado el día anterior
de Concepción, con el fin de unirse a mí al pasar el Itata, y les escribí
diciéndoles que serían víctimas del enemigo sino se volvían, debiendo estar
seguros que no se les seguiría perjuicio ninguno. Se volvían ya, cuando
encontraron la misma división que nos acababa de sorprender, y en el momento trabaron
una acción vivísima que, según sus resultados, es de creer habría sido
favorable para los nuestros, sino se le hubiesen acabado las municiones que en
poca cantidad pudieron llevar en sus cartucheras al tiempo de desertarse; al
verse sin recursos para su defensa, se retiraron por la montaña, dejando
burlado a un enemigo tan superior en número... Pasamos la noche en Rafael y
nuestro sentimiento se aumentaba con la incertidumbre de la suerte de mis
compañeros. Don Tomás Plac mandaba en aquel puesto; recibimos de él un regular
trato, aunque anduvo un poco ridículo en negarnos sacásemos de nuestros
baúles un poco de ropa, viendo que nos habían dejado desnudos.” (Colección de Historiadores y Documentos
relativos a la Independencia de Chile. Tomo I. Diario Militar del General José
Miguel Carrera. Páginas 269 a 272. Imprenta Cervantes. Santiago de Chile. 1900)
Los hermanos
Carrera no eran personas cuya probidad fuera intachable, eran de naturaleza
política y acostumbrada a jugar en lides sociales donde las destrezas y
habilidades por dominar situaciones complicadas eran costumbre, con el discurso
y un adecuado uso del lenguaje se lograba superar el impasse de alguna chanza o
escenario difícil. Sabían cuando demostrar mal humor, enojo, alegría,
pesadumbre, junto a la innegable capacidad de saber caer bien en todo lugar
y con diferentes personas, que tenía
José Miguel Carrera y su hermana Javiera. La edad de la juventud pesaba en
ellos de sobremanera y no podían negarse a asistir a tertulias y reuniones
donde el sexo débil era también participe.
Así se puede ver en el mismo diario de José Miguel, donde cuenta que el
día uno de marzo de 1814, encontrándose en tertulia en casa de María Luisa
Benavente con todos sus amigos y oficialidad adepta a ellos, tuvieron la
desagradable presencia de 30 fusileros al mando del Capitán José Manuel
Astorga, con el objeto de aprehender a Juan de Dios Martínez, a quien llevaron
como detenido al cuartel de los artilleros. Los Carrera cuyo gran pecado fue el
de la edad y las pulsiones de una juventud prolongada hasta los veinticinco
años, las mismos que llevaron a José Miguel a viajar al Perú y posteriormente a
España donde presto servicios en el ejército español que luchaba en contra de
Napoleón.
En tiempos de
su partida hacia Santiago desde Concepción, José Miguel Carrera estaba en conocimiento sobre la gran actividad que venían
desarrollando las tropas realistas en la región y el alto grado de osadía en
cada incursión que realizaban. Las fuerzas patriotas desde el sitio mismo de
Chillan, habían sacudido el avispero y ahora que levantaban el cerco, permitían
que salieran con toda la pasión y
anhelos contenidos de poder hacerse del territorio y acabar con las tropas
patriotas en cada encuentro que tuvieran. La serie de acciones que
desarrollaron las fuerzas del Rey, les permitió llegar a operar tan cerca de
Concepción y lograban ejercer dominio en las zonas costeras y ribereñas, como
eran las villas de Coelemu, Tomé y Lirquén.
Esto último exigía a cada partida patriota que deseaba marchar hacia el
Norte, tener que enviar agentes que fueran informando si el camino estaba
despejado y libre de guerrillas enemigas. Carrera había aplicado este sistema
obteniendo una información bastante alarmante, lo cual motivo a que redactara
un oficio para el General del Ejército patriota, Brigadier Bernardo O´Higgins. “Excelentísimo
Señor: Desde anoche sabía que el correo Elgueta había vuelto a Concepción,
porque el enemigo a cubierto con bastante fuerza las riberas del Itata hasta su
desembocadura. Mandé un espía que llegó hasta Rafael y confirma esta noticia,
añadiendo que no ignora mi marcha un solo individuo de la campaña. Andrade
asegura todo lo expuesto y que el enemigo tiene emboscada una fuerza con el
objeto de sorprenderme. He mandado otro espía sobre Coelemu y boca del Itata
que debe estar devuelto al amanecer de mañana. La guerrilla del alférez José
Ignacio Manzano, apenas cuenta veintitrés hombres mal montados y municionados.
Somos muchos los ciudadanos que marchamos expuestos a ser víctimas, por los
avisos que dan los muchos traidores que se pasean en Concepción y no debemos continuar la
marcha hasta que sea de un modo que nos asegure no caer en manos de nuestros
opresores. Dios guarde a V.E. muchos años. Penco 3 de marzo de 1814. José Miguel
Carrera” (Historia General de Chile. Tomo IX. Diego Barros Arana,
Página 251, Capitulo XIX. Editorial Universitaria. Segunda Edición, Editorial
Salesiana. Santiago de Chile. Julio 2002).
José Miguel
Carrera al igual que sus hermanos tenía las virtudes y comportamientos de un
joven de la aristocracia chilena, irreverentes, pedantes y con una seguridad en
su actuar que producía envidia en otros. Agradables dentro de la vida social y
las reuniones; irónicos y abusivos con quienes juzgaban opuestos a sus ambiciones,
siempre exigiendo el respeto que ellos no daban a las personas que percibían,
podrían generarles problemas a las pretensiones que tenían. Crueles y de una
moralidad tan variable que los llevaba a realizar actos tan perversos como los
ocurridos en la batalla de San Carlos, con las ordenes de José Luis y Juan José
con quienes se rendían a los soldados de la Patria. Aquellos hermanos operaban
con las precauciones de no caer en manos de sus enemigos y el conflicto con los
miembros de la Junta de Gobierno establecida en
Santiago y del Senado, se les sumaba a hora uno dentro del ejército por
sus conductas a las cuales estaban acostumbrados y que a pesar de la guerra y
la carencia en la cual estaban sumidas sus tropas, no fueron impedimentos para
que siguieran con su modo de existencia en tiempos de paz, a pesar de tener
ahora mayores temores y cuidados de salvar sus vidas, pues enemigos comenzaban
a ver en todas partes.
Carrera sabia
de los peligros que se avecinaban con su partida de Concepción, y en el oficio
escrito al comandante en jefe patriota, dejaba entrever ese temor. Su
alejamiento de la división estacionada en Concepción, fue producto de su
conducta de seguir dando órdenes a los hombres, cuando ya había entregado el
mando al Brigadier O´Higgins, no dejando que este último pudiera reorganizar a
las fuerzas patriotas que se encontraban en un completo caos y habituados a
saquear a los habitantes de la región. A pesar de ello siguieron asistiendo a
tertulias hasta bien entrada la noche en Concepción, haciendo el viaje ida y
regreso desde esta ciudad hasta Penco Viejo. Fue a su regreso, bien entrada la
noche cuando arribaron a la casa de los Nogueira, fueron sorprendidos en la
misma madrugada del día 4 de marzo, por los hombres de Clemente Lantaño. Este oficial realista al llegar a las
inmediaciones del pueblo, después de haber marchado durante toda la noche,
dividió a su fuerza en dos columnas, una bajo su mando se dirigiría hacia la fortaleza,
simulando un ataque sobre ella, con el objeto de impedir que saliera en defensa
de los hermanos Carrera y su comitiva. La segunda columna guiada por el
marinero de apellido Vidal, y comandada por el Teniente Lorenzo Plaza de Los
Reyes, hermano de uno de las personas
que José Miguel Carrera había hecho ahorcar en la plaza de Concepción, atacaban
la casa donde se encontraba hospedado este oficial patriota, su hermano y gran
parte de la comitiva. Producto de la larga noche festiva vivida en Concepción y
su retorno a Penco Viejo, los hermanos Carrera y demás miembros del séquito que
los acompañaba en su marcha hacia Santiago, no fueron capaces de oponer una
férrea defensa, ni los hombres de su escolta, ni las guerrillas encargadas de
cuidar las monturas, fueron capaces de hacer frente a la rápida e imprevista
embestida realista, Los Infantes de la Patria que intentaron ejercer una
oposición más férrea, se vieron sobrepasados al carecer de municiones con el
cual sostener un fuego más vivo y pronto optaron por salvar sus vidas.
José Rodríguez
Ballesteros relata en sus memorias, que al entrar el Coronel Clemente Lantaño y
el oficial Lorenzo Reyes en la habitación de Los Carrera, estos estaban con el
rostro cubierto para no ser reconocidos, debiendo descubrirse para mostrar
cuales eran sus equipajes a sus aprehensores. Esto llevó a que las guerrillas
realistas tomaran estos como un rico y cuantioso botín de guerra.
Mientras esto sucedía, la fortaleza de Penco Viejo abría sus fuegos en
contra de las partidas realistas que
asolaban el pueblo, las cuales decidieron en un momento dado dirigirse hacia el
castillo, cuyos disparos de forma desordenada permitieron la retirada de estas con sus prisioneros y el
botín obtenido, recibiendo apoyo de la fragata “Sebastiana” y del
bergantín “Potrillo”, que desde el mar disparaban sus cañones en
dirección a donde estaba la fortaleza de Penco Viejo.
La fuerza que
comandaba Clemente Lantaño y su subalterno en su marcha en dirección a Chillan,
se detenían en el sector que anteriormente les había servido de lugar para
pernoctar y donde encontraron al marinero Vidal y su información acerca de
donde estaban los hermanos Carrera. Ahora con ellos conducidos como
prisioneros, hacían un alto cerca del estero Rafael. Alojaron a los hermanos
Carrera en un toldo abierto. Justo en los momentos que eran llevados hacia sus
aposentos, hicieron presencia otras partidas que eran dirigidas por los
oficiales de partidas, Manuel Barañao y Rafael Calvo, quienes serían los que
desde ese lugar acarrearían a los prisioneros hasta el sector de Quinchamalí,
lugar que servía de Campamento de todas las fuerzas del rey en campaña y donde,
además, se encontraba el nuevo general en jefe de estas fuerzas, el Brigadier
Gabino Gainza.
José Miguel
Carrera escribía en su diario, transcurrido sólo un día de haber caído prisionero:
“Marzo
5 de 1814.-Al amanecer se puso la división sobre las armas, y al marchar para
su cuartel general, nos entregó Plac a un oficial limeño, don N. Estrella, para
que con una escolta, cuidase de nuestra seguridad; apenas se lo dijo, echó pié
a tierra y mandó que se nos amarrase en los caballos. Díjele a Plac que más
valía morir que sufrir aquellos insultos. Plac nos entregó a otro que, aunque
español europeo, fue más humano y más generoso. Estando ya cerca del Itata,
llegó del cuartel general una división de 200 hombres, a las órdenes del
teniente coronel Asenjo y de un hijo de Pinuel, para llevarnos a la presencia
de Gainza, que estaba en Quinchamalí. Todas las fuerzas enemigas que estaban al
sur del Itata, formaron una línea, como en disposición de impedir que fuésemos
libertados por la división auxiliadora situada en el Membrillar. Estaba muy
lejos de pensar en tal desatino. De noche, y a muy poca distancia del
campamento chileno, nos pasaron los enemigos, burlándose de la división. Todas
las tropas enemigas hacían descargas desordenadas, y atronaban con los gritos
de ¡¡¡viva el Rey!!! y ¡¡¡mueran los Carreras!!! Luego que pasamos el rio,
salieron a recibirnos muchos oficiales, vecinos y frailes de Chillan. Al entrar
en el campamento, pusieron las tropas sobre las armas y repitieron las mismas
demostraciones de alegría. Se nos hizo desmontar y se nos presentó a Gainza;
nos recibió este pillo, sentado y con un sombrero de paja muy grande calado
hasta los ojos; delante de él estaba una pequeña mesita y la vela puesta en una
cáscara de sandía! Tomamos de su orden, asiento sobre unas petacas y apuntó
nuestros nombres. Al preguntar él por los prisioneros, le contesté que nosotros
éramos unos pasajeros que nos dirigíamos a Santiago; y que sus tropas no habían
hecho más que asesinar en sus camas una porción de nuestros Compañeros.
Contestó con mucha gravedad: “ellos son reatos de aquellos delitos”, repúsele:
“jamás he sido delincuente”, y él, como enfadado, continuó diciendo: ¡¡ya es
tiempo de conocerlo!! Mandó que con una
escolta de infantería, se nos condujese, a los oficiales, a la prevención del
regimiento de Luna, y a los soldados a la de los chilotes. Con nosotros fue un
ayudante de Gainza, hermano del traidor Santiago Tirapegui, ahorcado de mi
orden, en Concepción, y nos entregó al comandante de la guardia que era un N.
Cueto, alférez a los 50 años de edad. Nos colocó en una carpa que había abierto
por mitad, quitándole todas las estacas del frente y recogiéndola a los lados.
La noche era de luna y serena; puso cuatro centinelas que rodeaban la tienda y
uno más al frente. Pidió don Estanislao Portales permiso para salir, y Cueto
contestó que amarrado solamente: ¿Qué
podía temer de un viejo achacoso y en noche tan clara como el día? {Estanislao Portales] No salió por no
experimentar tal bochorno. Antes de media hora se gritó, a las armas, y Cueto
su guardia formando un semicírculo sobre nuestra tienda, y con él frente a
ella. Se acercó a nosotros, y, preguntándole yo, si éramos nosotros el enemigo
que pensaba batir, respondió que tenía órdenes de pasarnos por las armas si los
de El Membrillar intentaban pasar el rio, y que, como había aviso que lo
querían verificar, estaba dispuesto para cumplirla. Díjele que me parecía orden
muy bien dada, y no deje de comprender que querían divertirse, y confirmé esta
sospecha cuando vi a Gainza que, disfrazado con sus ayudantes, se acercaba a
participar de la chanza. Uno de sus ayudantes fue a preguntarme, a nombre de
Tirapegui, por su hermano, y le dije que estaba ahorcado en Concepción. Se
descubrió Gainza; llamó a Luis, que estaba de pie en la puerta de la tienda; le
dio un cigarro, y le estuvo mostrando su línea como para imponernos. A mi quiso
mostrármela Cueto y no quise verla, diciéndole sabía que alcanzaría a tener 400
hombres. Tuve algunas contestaciones pesadas con el tal Cueto que era italiano
y ascendió de la clase de sargento. (Colección de Historiadores y
Documentos relativos a la Independencia de Chile. Tomo I. Diario Militar del
General José Miguel Carrera. Páginas 274-275. Imprenta Cervantes. Santiago de Chile. 1900)
Carrera en sus
escritos permite apreciar su orgullo y rápido sentido de comprensión sobre lo
que estaba ocurriendo a su alrededor, como asimismo el evitar demostrar temor
ante un adversario que al parecer por sus notas se jactaba de sus logros. El General patriota hace una breve opinión
acerca de Gainza y deja que el relato de las acciones del comandante realista,
permitan hacerse una impresión sobre él, del mismo modo que se utilizan en esta
historia lo redactado por José Miguel Carrera, que sirven como primera fuente,
de la misma manera que lo expresado en sus memorias el oficial realista José
Rodríguez Ballesteros, Diego José Benavente, Jorge Beauchef, Federico Brandsen,
Antonio de Quintanilla, entre otros actores de los tiempos y hechos narrados en
este libro; e incluso la serie de conversaciones con personajes que
participaron en estos acontecimientos, cuyas entrevistas hizo el naturista
francés Claudio Gay y que fueron reunidas en uno de sus libros sobre la
Historia Física y Política de Chile.
Como había
expuesto José Miguel Carrera en su diario con fecha 4 de marzo de 1814, en
referencia a estar casi desnudos (él expone “desnudos”), y solicitar su
equipaje para obtener una muda decente de vestuario, lo cual fue denegado por
el oficial realista Tomás Plac, producto del saqueo ocurrido a este y repartido
sus ropajes dentro de la soldadesca realista que lo había apresado. Este
proceder de Clemente Lantaño, que dio tanto para hablar dentro de las mismas fuerzas
del Rey, con las cuales manchaba su reputación y fama, que hacían olvidar todas
las acciones heroicas y de valor en las cuales él y sus hombres habían
realizado, sólo quedaba como estigma de su conducta aquel proceder escandaloso e irregular de haberse
apropiado del vestuario de un prisionero, como lo eran en esos momentos José
Miguel Carrera y su hermano José Luis. Este comportamiento de Lantaño y los
hombres bajo su mando, no impidió que las cartas y oficios escritos por Carrera
y las misivas recibidas por este,
llegaran a manos del comandante en jefe realista. Pronto las comodidades
y atenciones que le habían otorgado en el campamento realista cambiarían; Los
Carrera no dejaron en idear formas para lograr escapar de su prisión y evadir a
los centinelas que los vigilaban día y noche. Es así que el día 7 de marzo de
1814 el general realista Gabino Gainza delegaba la tarea de llevar a los
prisioneros a Chillan al oficial Antonio Bulnes, quien con cuatro fusileros y
una partida de lanceros se ponía en marcha. José Luis y José Miguel Carrera no
dejaban de idear la forma de lograr liberarse, y la oportunidad de dirigirse a
caballo en dirección a Chillan les daba la oportunidad de realizarlo…pero, a la
llegada al rio que da nombre al pueblo se encontraban con una compañía de
soldados del rey enfermos, pero bien pertrechados que estaba al mando de un joven oficial. Así, pasado el mediodía,
hacían su entrada la columna a la ciudad, donde fueron recibidos en los suburbios
por todos quienes tenían caballos, quienes los observaban de manera curiosa, a
quien hasta hace un tiempo atrás había sometido a un sitio y provocado daños en
algunas partes del pueblo, con las acciones de los hombres de la patria por
hacerse dueños de Chillan y así lograr la rendición de los que ahora los
llevaban detenidos.
Mientras
marchábamos en dirección a la plaza mayor, el Coronel Sánchez, junto a su
señora, detuvo la marcha de la comitiva, expresándole que ahí estaba quien le
había enfrentado en varias batallas. José Miguel Carrera dice en su diario lo
siguiente: “El ex-general Sánchez, con su mujer, detuvieron nuestra marcha; aquel
bruto gallego poniéndoseme delante, y con un tono chocantísimo me dijo: ¡¡Aquí
tiene Ud. aquel hombre que tantas veces se le presentó a Usted en el campo de
batalla!! Le respondí que jamás lo había visto, y como continuase con expresiones
groseras, lo traté agriamente y seguimos el camino.” (Colección de
Historiadores y Documentos relativos a la Independencia de Chile. Tomo I.
Diario Militar del General José Miguel Carrera. Página 280. Imprenta Cervantes.
Santiago de Chile. 1900).
El
apresamiento de los dos hermanos Carrera y demás miembros de su comitiva fue un
golpe de mano realista, que dejo inquietos a los jefes patriotas, quienes por
temor a ser apresados evitaban dirigirse a Concepción o retirarse de esta
ciudad, sin tener los recaudos en
fuerza, que les permitieran hacer frente a las partidas de guerrilleros
realistas que rondaban el territorio de la provincia de Concepción hasta las
riberas de los ríos Itata y Ñuble. Las tropas reales, en especial las que
dirigía Lantaño alcanzaban un reconocimiento de efectividad y osadía que era
opacada por el saqueo que hicieron a los equipajes de las personas que viajaban
como compañía de los hermanos Carrera en dirección a Santiago. Ahora sufrían en
las calles de Chillan, las miradas de mujeres y jóvenes, que en un momento
comenzaron a lanzarles trozos de lo que encontraban y piedras, junto a una
serie de garabatos y epítetos de grueso calibre, como no se distinguían de
quienes los escoltaban, producto que todos vestían iguales, con trajes de
huasos. Sufrían por igual los detenidos como quienes los vigilaban, las ofensas
y piedras que la gente ubicada en las calles y los techos de las casas
colindantes a la vía por donde hacían su entrada a la ciudad expedían en su
contra.
“Los
muchachos, soldados y mujeres, nos rodeaban y formaban un numeroso
acompañamiento; las piedras y terrones eran tantos como los insultos; las
calles y los tejados estaban llenos de gente; pero no podían distinguirnos
entre la escolta de huasos, porque los trajes eran iguales. Al pasar un puente
levadizo, cerca de la plaza, nos recibió una escolta de infantería y nos
presentó (en casa del Intendente Lafuente) al comandante general don José
Berganza; este señor se expresó con mucha política, prometiéndonos le era muy
sensible conocernos en tales circunstancias. Correspondí sus expresiones, y le
pedí que me dejasen con Luis en una misma prisión; me ofreció que así seria,
después que prestásemos algunas declaraciones que encargaba Gainza. Se acercó a
mí el traidor Antonio Salcedo, con insignias de coronel, y me insultó con
ridículas expresiones que desprecié. El coronel Pinuel, puesto de gala, y con
espada en mano, a la cabeza de una partida de infantería, nos llevó a los
calabozos destinados para los dos Carreras. Un estrecho abrazo y un adiós, el
más tierno precedió a la separación; los calabozos estaban separados por una
pared no muy doble; eran cuadrados, como de cinco varas por costado, oscuros,
húmedos y fétidos; media puerta estaba clavada de firme, y la otra se cerraba
con llave y candado. No pasó media hora cuando se presentó don Domingo Luco,
hermano del comandante de Voluntarios de Santiago, con un verdugo y una barra
de grillos, para que se me pusiese. Lleno de cólera le pregunté si así se
trataban los prisioneros, y respondió aquel traidor, ¡¡estos causan la locura
de usted!! Nos hizo poner grillos a los dos, y nos dieron unas camas de
hospital bastante incómodas. La mujer del Intendente nos mandó almohadas y
cena.” (Colección de Historiadores y Documentos relativos a la
Independencia de Chile. Tomo I. Diario Militar del General José Miguel Carrera.
Páginas 280- 281. Imprenta Cervantes. Santiago
de Chile. 1900).
La captura de los hermanos Carrera era
el corolario de la serie de acciones que habían desarrollado las tropas
realistas desde la batalla de San Carlos y las penurias vividas en el Sitio de
Chillan, en especial para la población civil de aquel pueblo. Aparentemente las
operaciones que se venían haciendo no se vieron alteradas con la llegada del nuevo comandante en jefe.
El General Gainza en sus primeros días
al mando, no encontró ninguna dificultad, al contrario, se encontró con una
fuerza dispuesta a la acción y sus oficiales y jefes preparados para salir a
realizar las operaciones que Gainza les diese. La estadía del Coronel Juan
Francisco Sánchez tampoco, fue un entorpecimiento para la gestión que realizaba
Gainza al mando del ejército realista en Chile. Al contrario, Gainza le ofreció
un puesto militar, lo cual no fue aceptado por el ex comandante de las fuerzas realistas, como
asimismo, le otorgaba el gobierno civil de la ciudad que tanto defendió;
Chillan; lo que también, rechazó. Herido en su orgullo, producto de sentirse
denigrado por quienes habían sido de su
confianza o de oficiales que se negaron a estar bajo sus órdenes, como los
coroneles Justis y Tejeiro. Sin olvidar la idea de Sánchez, de no tener las
simpatías de los oficiales y jefes que habían servido bajo sus órdenes. Todo
esto llevó a no aceptar ningún cargo o mando, emitiendo como única respuesta
que llevaba a interpretar que era de soberbia lastimada y de un despecho hacia
todo, que: “el mejor premio que podía recibir era su propia satisfacción de haber merecido la confianza del general
Pareja y de haber correspondido a ella conservando la honra de su bandera y
obteniendo señaladas ventajas sobre un enemigo que en aquella época se hallaba
tan prepotente.” (Historia General de Chile. Tomo IX. Diego Barros Arana,
Página 243, Capitulo XIX. Editorial Universitaria. Segunda Edición, Editorial
Salesiana. Santiago de Chile. Julio 2002). Una de las alegrías que pudo haber
tenido este oficial del Rey, es haber visto la entrada de su enemigo
aprehendido por las tropas que él, el coronel Sánchez, había reorganizado desde su llegada a Chillan y con las cuales
logró evadir el cerco establecido por el General patriota José Miguel Carrera,
él mismo que marchaba detenido en dirección a la plaza mayor de esta ciudad,
protegido por una escolta de “huasos realistas”.
“Los milicianos del tiempo del Rey
eran todos de Caballería, no tenían más que lanzas y nunca fusiles, ni
carabinas, ni sables. Sólo los jefes tenían sables. Su uniforme consistía en
una especia de camisa de cuero de vaca sin mangas, que llamaban coleto, la
lanza la penetraba rara vez, su casco era formado de una especie de morrión
redondo de cuero con una parte delante y otra posterior. Lo amarraban algunas veces bajo la barba con
un cordón.”
(Historia Física y Política de Chile. Documento III. Claudio Gay. Capítulo VI
“Conversaciones con el Teniente Coronel Manuel Riquelme”. Página 35. Biblioteca
Fundamentos de la Construcción de Chile. Cámara Chilena de la Construcción
Pontificia Universidad Católica de Chile Biblioteca Nacional. Producción
editorial a cargo del Centro de Investigaciones Diego Barros Arana de la
Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos. Producciones Gráficas Ltda.
Santiago de Chile. Diciembre de 2009)
“Los oficiales tenían capas con
sombreros. Todos los años en el mes de octubre o noviembre, se reúnen ocho a
diez un días los oficiales veteranos con
los soldados para enseñarles los ejercicios. El morrión era de cuero y redondo,
con un reborde angosto y un penacho un poco levantado en el medio, de manera
que lo dividía en dos. Este penacho era también de cuero, pero a menudo le
ponían metal y aun plata. Algunas veces, adornaban también el casco; al lado y
en la parte media delantera, le ponían una pluma roja bastante larga. Los
pantalones no eran uniformes pero muy frecuentemente eran azules, no llegaban
más que a la rodilla y de ahí colgaban flecos de plata o de colores, o bien
diferentes adornos, unos llevaban medias y zapatos, con piernas y pies
desnudos.” (Historia
Física y Política de Chile. Documento III. Claudio Gay. Capítulo VI
“Conversaciones con el Teniente Coronel Manuel Riquelme”. Página 35. Biblioteca
Fundamentos de la Construcción de Chile. Cámara Chilena de la Construcción
Pontificia Universidad Católica de Chile Biblioteca Nacional. Producción
editorial a cargo del Centro de Investigaciones Diego Barros Arana de la
Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos. Producciones Gráficas Ltda.
Santiago de Chile. Diciembre de 2009)
Las exigencias
militares en referencia al uso de uniforme, en Chile y en especial en la
frontera Sur, no eran respetadas dado el aislamiento que habían sufrido las
tropas del Rey y el reclutamiento dentro de la región de los hombres que
estaban en edad de luchar. El vestuario de las tropas realistas entre los años 1813
a 1814, difería sustancialmente de lo imaginado en el Perú por el Virrey, los
oficiales y jefes que se encontraban alrededor de Abascal. Gainza llegaba con
la idea de encontrar una fuerza uniformada según las ordenanzas y por ello, en
un principio, los juzgaba de mala manera dada la ropa que vestían. Esto también
debe haber sido la causa del porqué Clemente Lantaño se hizo del equipaje de
los hermanos Carrera y de sus acompañantes; causa que permite justificar la
actitud de los hombres de la partida que comandaba el Coronel Lantaño. Esta
situación es bastante compleja, pues el General Gainza, el día 8 de marzo puso
en remate las ropas que tenían en sus equipajes los hermanos Carrera y los
hombres de su comitiva aprehendidos en Penco. José Miguel Carrera expone: “Marzo 8 de 1814.-Gainza mandó poner en
remate nuestros equipajes, y dejó para cada uno de nosotros, cinco camisas, un
levita y un pantalón.” (Colección
de Historiadores y Documentos relativos a la Independencia de Chile. Tomo I.
Diario Militar del General José Miguel Carrera. Páginas 283. Imprenta
Cervantes. Santiago de Chile. 1900).
Quienes habían
sostenido la campaña a cargo de los ejércitos del Rey y del patriota, caían en
desgracia y eran apartados de la dirección de estas. Así, el General patriota, Brigadier
José Miguel Carrera, era destituido del mando de las fuerzas de la patria,
producto de la aparente inoperancia de sus planes y el fracaso ocurrido en el
Sitio de Chillan, a lo cual se sumaba la incapacidad de mantener en su poder
los territorios existentes entre el Ñuble y el Biobío, además de la
desorganización en la cual se encontraban los hombres del ejército y la forma
con la cual actuaba aplicando justicia en contra de todo a quien juzgaba
enemigo de la Patria y de él; el comandante en jefe interino de las fuerzas
realistas, Coronel Juan Francisco Sánchez, quien se imaginaba que el Virrey lo
ratificaría en el mando y lo ascendería a Brigadier, entregándole los refuerzos
que él había solicitado, vio sus sueños truncados ante la intriga y perfidia de
sus asesores y gente de confianza, quienes se sumaban a los Tenientes Coroneles
despechados por no haber sido nombrados por el Almirante Pareja, como sus
sucesores para dirigir a las tropas reales en Chile, sintieron que ellos tenían
más mérito que un advenedizo oficial recién ascendido que sólo había hecho su
carrera en el país estando solamente en las guarniciones fronterizas. Esto
último permitió a Sánchez conocer las conductas y formas de pensar de la gente
que habitaba este territorio del Sur de Chile. Mientras Carrera era una persona
de gran experiencia de relaciones sociales, Sánchez se había dedicado desde su
infancia a vivir en un mundo de combates y luchas, que lo llevaron a subir de
rango, hasta lograr las jinetas de Capitán con las cuales llegó a Chile, siendo
relegado a las frontera por no mostrar adhesión al movimiento independentista
que recién venia surgiendo en el Chile de 1810 dentro de las fuerzas armadas
existentes en el país. Ahora se
encontraban ambos en la misma ciudad, uno con la libertad de caminar por el
pueblo o salir de él y el otro apresado y denostado, con grillos en piernas y
brazos, y encarcelado en una prisión que sólo permitía el catre de campaña y un
velador, cercana a la plaza de armas de la ciudad de Chillan (hoy Chillan
Viejo).
Gabino Gainza
recibía una fuerza completamente organizada y preparada para combatir, bien
apertrechada a pesar de utilizar ropajes que no eran las establecidas para las
tropas regulares del Ejército Nacional (como se denominaba a las tropas
realistas en ese tiempo). La mayor parte de las tropas se encontraban acampadas
en el sector de Quinchamalí, a las orillas del rio Itata, a unos pasos de la
confluencia de este caudal con el del Ñuble. Este nuevo comandante realista,
que pronto caería en un juego político de intrigas y lograr ganar tiempo, como
fue el Tratado de Lircay, se presentaba a sus hombres el día 19 de febrero de
1814, momentos que no pensaban en haber apresado a Carrera, lo cual sucedió en
el mes de marzo de ese mismo año. En el campamento donde se encontraban la
mayoría de las tropas del Rey, el general de los realistas era recibido con
toda la fanfarria que le correspondía a un Comandante en Jefe. En Quinchamalí
se interiorizo de todos los pormenores de la guerra que se llevaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario