Cambiando de Comandantes en Jefes
Mientras el
bando realista reordenaba sus fuerzas y Gainza aceptaba como vitales para las
acciones a realizar a las tropas existentes y distribuía las diferentes
partidas por la región existente desde la confluencia de los ríos Itata y el
Ñuble, hasta la costa y desde allí hacia Quinchamalí, Quirihue, Concepción,
Arauco, Los Ángeles y Cauquenes, evitando de esta forma las comunicaciones
entre las divisiones patriotas existentes en los sectores de Cauquenes, El
Membrillar, Concepción y también con Santiago. El ahora Brigadier Bernardo
O´Higgins, como nuevo General de los Ejércitos del Sur o Patriotas, se
encontraba en una situación bastante compleja.
Los realistas se
habían hecho plenos dominadores del territorio en el Sur del país, convertían
los caminos exigían a los patriotas tomar todas las precauciones pertinentes
que evitasen ser sorprendidos por alguna partida de las guerrillas del Rey, las
cuales obtenían información entregada por el campesinado de la región
acerca de todos los movimientos que
hacían los hombres de la Patria. Un ejemplo de ello sucedió a mediados de
diciembre del año 1813, a cuatro meses que el General en Jefe de los Ejércitos
del Sur, determinara levantar el Sitio de Chillan, “la guerrilla del Teniente don
Juan Estaban Manzano, que regresaba del Maule después de haber acompañado a
O´Higgins en su viaje a Talca, fue atacada por los realistas en el paso del
Itata. Manzano herido en una pierna, cayó prisionero, y fue conducido a
Chillán; pero obtuvo su libertad en virtud del canje efectuado al mes siguiente.” (Colección de Historiadores y Documentos
Relativos a la Historia de Chile. Revista de la Guerra de la Independencia de
Chile. José Rodríguez Ballesteros. Tomo VI. Capitulo III. Año de 1814. Página
308. Imprenta Cervantes. Bandera 50. Stgo. Chile.1900).
Sánchez había
logrado fortalecer sus fuerzas y hacerlas dominadoras de toda la región después
de haber vivido un periodo de zozobra y desmoralización. Su trabajo de hormiga
y de lograr que sus hombres no decayeran y se repusieran de sus frustraciones,
lograba volver a establecer de manera fluida una comunicación con Chiloé y
Perú, vía Golfo de Arauco; si bien durante toda la campaña de 1813 no se había
perdido, se vio en un momento perdida, pero fue rápidamente recuperada gracias
al tesón de los habitantes de la zona y el gran apoyo de los huilliches. El
Coronel Sánchez solicitaba a Chiloé y el Perú refuerzos para poder iniciar la
recuperación total del país. Nunca imaginaria que junto al arribo de ellas
venía el Brigadier Gabino Gainza a reemplazarlo del mando de todos los
Ejércitos de Rey en Chile.
Mientras se
preparaba el viaje de Gainza para la Capitanía General de Chile, la junta
gubernativa de los independentistas se había trasladado a Talca y desde allí se
informaba de la posible llegada de nuevos refuerzos realistas y de un nuevo
comandante en jefe de las fuerzas colonialistas, generándole gran inquietud. A
ello se sumaba el descubrimiento de una conspiración realista en Concepción, el
descontento existente entre el vecindario de la ciudad y los hombres del
ejército patriota, el tiempo que demoraba José Miguel Carrera para entregar el
mando de la fuerza solicitada por esta Junta.
La
Conspiración realista descubierta en Concepción fue conocida por la Junta de
Gobierno independentista el día 25 de diciembre de 1813. En un principio daba
todo el crédito a lo que informaba José Miguel Carrera, a quien desearon darle
la autoridad a este para que usara el mayor rigor contra quienes se
consideraran participe de la conjuración. Escribía la Junta gubernativa a José
Miguel Carrera: “El gobierno espera firmemente que V.S., con la energía que siempre lo
ha distinguido, tome las providencias convenientes para el pronto y
ejemplarísimo castigo de los malvados. Que espíen sus crímenes, y que de ningún
modo tengan esperanza de indulgencia. Nos será muy desagradable saber que ha
salvado la vida alguno de los que pretendieron quitarla a la Patria”. (Historia
General de Chile. Tomo IX. Diego Barros Arana. Capítulo 19. Página. Editorial Universitaria.
Segunda Edición. Santiago de Chile. Julio de 2002).
Pero, la Junta
Gubernativa comenzó a dudar de lo informado por José Miguel Carrera,
llevándolos a creer que el General en Jefe exageraba en sus misivas sobre la
conspiración realista en la ciudad de Concepción. La Junta de Gobierno empezó a
recelar de la autorización entregada a José Miguel Carrera, como también, el de
haberle permitido cometer excesos y abusos horrendos, por ello revocaban el
envío de esta carta y redactaban otra de características más moderadas. El aun
General en Jefe, había iniciado una investigación y cuyos progresos eran
notificados a la junta patriota. Sus notas vagas y generales de los cargos
adjudicados a los probables conspiradores, sin haber enviado copia alguna de las
declaraciones de los inculpados, confesiones y otros documentos que mostraran
la culpa de los imputados de los hechos que se les acusaba. La extraña actitud
de la Junta Gubernativa, que por un lado estimulaba y mostraba estar de acuerdo
con las acciones tomadas por Carrera, enviaban a José Ignacio Cienfuegos, vocal
de ella, con la misión de impedir los castigos establecidos por el aun general
en jefe y evitar que prosiguiese con las persecuciones y castigos aplicados con
clara característica de ser un ensañamiento contra la población partidaria del
rey y con la autoridad de liberar a todos los prisioneros que fueron detenidos
simplemente por sospecha.
Fue el día 14
de enero que José Miguel Carrera dictaba la sentencia de los principales
acusados de efectuar la conspiración. El principal inculpado de traición era el
ex Capitán del Regimiento Dragones de La Frontera, Santiago Tirapegui, quien a
sus cuarenta años de edad, tenía veinticuatro de ellos en su hoja de
servicio. Este oficial partidario del
Rey, quedo confinado a su hogar cuando los patriotas ocuparon Concepción y
Talcahuano, producto de encontrarse enfermo, lograba evitar ser confinado a Florida.
Pero su suerte se acabaría al ser denunciado de tener comunicación con los
oficiales realistas establecidos en Chillan, producto de comentarios vertidos
sobre los abusos que cometían los soldados de la Patria y las detenciones injustificadas
de hombres y mujeres, quienes eran enviadas a prisión, desprestigiando a la
revolución independentista, exponiendo la posibilidad de restablecer el antiguo régimen colonial
mediante una acción intrépida, fue suficiente para condenarlo a ser ahorcado.
Junto a él, también padecieron el mismo destino, don José María Reyes, Mateo
Carrillo, Antonio Lobato e Hilarión Villegas. Además, era condenado a
expatriación perpetua a don Juan Alvarado, la misma pena sufrió la señora
Dolores San Martin, esposa de Francisco Fajardo; lo mismo fue para N. Melo y
doña Catalina Sepúlveda, Doña Aurelia San Martin fue confinada por dos años a la
Isla Quiriquina.
Desde los
primeros meses de campaña, José Miguel Carrera había aplicado castigos tan
rigurosos, como eran la de dar azotes a quienes eran acusados de ser agentes o
espías realistas o de todo aquella
persona que fuese sorprendido llevando mensajes al bando realista; siendo
frecuente que estos escarmientos fueran acompañados de burlas y execraciones. A
tanto llegaron las actividades de José Miguel Carrera en Concepción que llegó a
escribir como fue el proceso llevado a cabo donde los mencionados en el párrafo
anterior, como Tirapegui, Reyes, Carrillo, Lobato y Villegas perdieron la vida.
La ejecución fue realizada en la plaza mayor de la ciudad de Concepción,
presentando formación las tropas provenientes de Chepe, siendo animadas la muchedumbre
por música patriótica y con sermones religiosos muy enérgicos predicados por el
Capellán Meneses.
“Los
enemigos del sistema, que no perdonaban ocasión para perjudicarlo o destruirlo,
creyeron que la persecución del Gobierno les daba campo para cometer crímenes
sin temor del castigo. Don Santiago Tirapegui, Capitán retirado de Dragones de
la Frontera, aunque fue conducido a Talcahuano y puesto a bordo de un buque por
sospechoso, a instancias de su familia obtuvo la gracia de seguir arrestado en
su casa, para curarse de una enfermedad de consideración. Este obstinado
sarraceno fraguaba una horrorosa conspiración, para sorprender mi persona, al
Gobierno de Concepción, Cabildo, jefes militares y a otros patriotas, para
asegurar las divisiones y entregarlo todo al ejército enemigo. Contaba para
esto con las fuerzas de San Pedro y con una división que debía mandar [Juan
Francisco] Sánchez, de [desde] Chillán. Parte de la milicia de infantería
estaba corrompida, y la guardia de aquel cuartel debía servir para la
ejecución. Don Javier Solar, Teniente Coronel de milicias de caballería, a
quien hasta entonces reputábamos [por] sarraceno, habiéndose encontrado en una
ocurrencia el 21 de diciembre, me citó por recado, que allí mismo dio a don
Manuel Novoa, para que nos viésemos, tarde de la noche, detrás de la iglesia de
San Agustín. Lo verifiqué a las dos de la mañana del 22, y me descubrió que
había sido convidado por su bodegonero, para la conspiración, nombrándome todas
las personas con que decía contaba. A las once de la mañana y, a un mismo
tiempo, fueron todos apresados y se dio principio a la causa. Nombré para
seguirla tres asesores, a don Manuel Novoa, don Juan Esteban Manzano y don José
Vicente Aguirre. Nuevas delaciones de un miliciano llamado Narciso Sigarra,
confirmaron la revolución, y cómo fue agente de ella Juan Alvarado, se le
ofreció no quitarle la vida si decía con verdad cuanto supiese. Quiso
conservarse y explicó por menor todo el plan. Concluida la causa resultó que
fueron pasados por las armas don Santiago Tirapegui, don José María Reyes, don
Tadeo Rebolledo, Mateo Carrillo, Antonio Lobato, Hilario Vallejos, y se
escaparon de igual suerte José María Carreño y otro más, por haberse fugado de
la prisión Juan Alvarado que fue condenado a expatriación perpetua. La misma
pena salió para doña Dolores San Martín, mujer de don Francisco Fajardo; para
doña Catalina Sepúlveda y un señor Melo; doña Aurelia San Martín, por 2 años a
la [isla] Quiriquina. Los expatriados fueron remitidos a Valparaíso a disposición
del Gobierno, quien muy luego les dio completa libertad. [A] Don José Zapatero
y don Manuel Zañartu, iniciados en la causa, aunque en la sentencia se les
declaró inocentes, por las vehementes sospechas que resultaron contra ambos, se
les destinó a bordo de un buque. Todo fue aprobado por S.E. El General enemigo
don Francisco Sánchez, luego que supo que se ejecutaba la sentencia, pasó
oficio al Gobierno, diciendo que si se verificaba, usaría de represalias en la
familia de O’Higgins, Alcázar y cuantos patriotas tenía en su poder. El
Gobierno le contestó enérgicamente que estaba cierto que el General Carrera obraría
con arreglo a las leyes”. (Diario Militar de José Miguel Carrera,
Capítulo VI. 10 de agosto de 1813 a 27 de noviembre de 1813. Fuentes Documentales
y Bibliográficas para el estudio de la Historia de Chile. Colecciones
Documentales en texto Completo. Diarios, Memorias y relatos Testimoniales. http://www.historia.uchile.cl/CDA/fh_article/0,1389,SCID%253D7443%2526ISID%253D405%2526PRT%253D7184%2526JNID%253D12,00.html)
José Miguel
Carrera y sus hermanos José Luis y Juan José, demostraron, al parecer, siempre
tener la costumbre de actuar de manera severa contra todo sujeto que
considerara enemigo de la Patria, aplicando penas capitales, las que se transformarían
en un acto habitual de su severidad. Ya en plena batalla de San Carlos los
soldados del Rey que perdidos vagaban por el campo que caían en manos de estos
hermanos, inmediatamente eran mandados a degollar. Posterior al Sitio de
Chillan, el General Carrera había desplegado un rigor que alarmaría a la Junta
de Gobierno, por el temor a las represalias que podían tomar los partidarios
del Rey, ante las depravaciones que estaban cometiendo las tropas patriotas bajo
el mando de José Miguel Carrera.
“Seguía
la escasez de víveres y dinero para socorrer [a] las tropas; O’Higgins no
aparecía, y la división de Talca no avanzaba; y algunos oficiales, seducidos
por los facciosos, seguían el ejemplo de [Juan] Mackenna. Me vi precisado a
hacer una Junta de varias de las principales personas de aquella ciudad para
pedirles que me auxiliasen con dinero y víveres, o que tuviesen entendido que
de no hacerlo, formaría mi columna y marcharía con ella a Talca, abandonando
la provincia antes que pereciese el ejército. Para que discurriesen libremente
los arbitrios de que podían valerse, me retiré, dejando la Junta para que
procediese. Al poco tiempo me llamaron, diciéndome que el pueblo quería
representar. Luego que tomé mi asiento, se me presentó don Miguel Zañartu como
su representante. El soberano pueblo, que llamaban ellos, se componía de doce
individuos de los que concurrieron por mi llamado. Tomó, pues, la palabra el
señor representante, y me dijo: “Es voluntad del pueblo soberano que US.
deponga el mando en manos de la Junta de esta provincia, y para alejar los
recelos que tiene el Supremo Gobierno de que US. no le entregará el mando al
nuevo general nombrado, por cuya razón no recibe los auxilios de que
carecemos”. No bien había dicho estas palabras, se adelantan una porción de
concurrentes que le dicen, que no había tal, que aquélla era una suposición, y
que tal lo probarían examinando la voluntad de los concurrentes. En verdad era
así, y a esto se agregaba que, el supuesto representante, era hermano de don
Manuel Zañartu, condenado sarraceno, hijo y sobrino de las señoras Santa María
[22] , preso en Yumbel, por la misma razón que don Manuel a bordo. Contesté a
don Miguel en estos términos: “Mi empleo y autoridad, como jefe que soy de un
ejército reconquistador de esta provincia, no puede someterse sino al Gobierno
superior del Estado. La Junta de esta provincia y los pueblos, han de
sujetarse a mis órdenes en la parte que corresponde. Yo sólo soy responsable
del ejército y sería criminal si, por debilidad, accediese a tan locas
pretensiones. Si mando aún el [al] ejército, es a solicitud del nuevo general y
con la voluntad del Supremo Gobierno. Si es usted, señor don Miguel, tan celoso
del bien de su patria, vaya usted a emplear el tiempo en persuadir a su
numerosa familia a que deje de ser enemiga de la santa causa que defendemos,
para que, siendo menos los enemigos, podamos concluir más pronto nuestra
empresa”. Se retiró Zañartu muy avergonzado y uno de sus representados, don
Fernando Urízar, trató de introducir desorden y se expresaba con insolencia.
Impuse silencio, diciéndoles que las bayonetas contendrían a los díscolos.
Llamados todos a juicio, acordaron darme algún dinero, mientras que un vocal de
la Junta pasaba a Talca a representar al Gobierno el estado de escasez a que se
veía reducido el ejército. Al día siguiente volvió Urízar a verme sólo para
decirme que la noche antes no se había contenido por mi amenaza, que la reunión
que había hecho era de facciosos, y no tengo presente qué otras insolencias. En
el instante llamé [a] un Ayudante, le hice poner preso y lo remití al castillo
de Penco, en el que estuvo un mes.” (Diario Militar de José Miguel
Carrera, Capítulo VI. 10 de agosto de 1813 a 27 de noviembre de 1813. Fuentes
Documentales y Bibliográficas para el estudio de la Historia de Chile.
Colecciones Documentales en texto Completo. Diarios, Memorias y relatos
Testimoniales. http://www.historia.uchile.cl/CDA/fh_article/0,1389,SCID%253D7443%2526ISID%253D405%2526PRT%253D7184%2526JNID%253D12,00.html)
Como expone el
oficial realista José Rodríguez Ballesteros en sus escritos, los chilenos no
lograrían alcanzar un sistema gubernativo sólido que les permitiera erigirse
como Nación hasta bien entrada la República y poder evitar las sucesivas
invasiones de expediciones que el Ejército Real realizó en el país entre los
años 1813 a 1818, incluso en 1876 el hijo del Almirante Pareja intentó
recuperar los territorios del Perú y de Chile para España. La finalidad de
estas expediciones militares era traer a la Capitanía General de Chile, nuevamente al orden y administración establecida
por la autoridad soberana del Rey de España. Los movimientos turbulentos
existentes entre quienes deseaban la independencia del país, desde el inicio
del proceso independentista hasta muchos
años después, producto de los golpes de Estado generados entre ellos y los
constantes cambios de dirigencia en el poder gubernamental patriota, organizado
por la rivalidad de las familias más conspicuas de Santiago, producto de la
ambición de hacerse del mando del país y la aspiración de colocar a sus
familiares y amigos en los empleos que se abrían mientras avanzaba el proceso
emancipador, no permitieron consolidar la independencia del país por los mismos
chilenos, generando todo lo contrario y llevando a los habitantes de este
territorio a su ruina y la destrucción del mismo proceso nacido un día 18 de
septiembre de 1810. (Colección de Historiadores y Documentos Relativos a la
Historia de Chile. Revista de la Guerra de la Independencia de Chile. José
Rodríguez Ballesteros. Tomo VI. Capitulo III. Año de 1814. Página 144. Imprenta
Cervantes. Bandera 50. Stgo. Chile.1900).
Las personas
que se encontraban en el Gobierno, una vez que José Miguel Carrera asume el
mando de comandante en jefe de los Ejércitos del Sur, renunciando al cargo de
Presidente de la Junta Gubernativa, al igual que los pertenecientes al Senado
que Carrera había sacado del ejercicio de las funciones políticas al clausurar
el Congreso habían creado una profunda animadversión hacia la familia de los
Carrera. Ahora la mayoría de ellos veían como perniciosa la continuación de
José Miguel al mando del Ejército y un peligro para todos que continuasen dirigiendo
a la fuerza militar existente en el país. Aparentemente justifican su más
profundo encono hacia este caudillo, expresando acerca de la permanencia de
José Miguel Carrera, ser nocivas para el afianzamiento de la nueva
institucionalidad, para la seriedad y el prestigio del nuevo gobierno y de
quienes eran sus autoridades públicas; pero el temor a quien aún era
considerado el militar experimentado, llevaban a los más enconados adversarios
a proceder con cautela en una aparente conducta deferente y conciliadora.
El principal
cuidado que tenían los hombres y
familias contrarias a los Carrera, era el dominio que habían establecido
dentro de los Ejércitos del Sur. José Miguel Carrera era el Comandante en Jefe,
sus hermanos José Luis y Juan José habían sido nombrados por el primero como
comandantes de las dos divisiones que conformaban aquella fuerza. Temían que
los Carrera no aceptarán acatar las órdenes que
estableciera la Junta Gubernativa, actuando con el carácter impetuoso y
violento que demostraban estos hermanos. Consideraban los dirigentes del
Gobierno independentista conformado por la Junta Gubernativa, el Senado, y el
disuelto Congreso, como también, quienes estaban a cargo de suministrar de
hombres y armas a las fuerzas de la Patria, que llegaría el momento que los
Carrera actuarían en clara desobediencia de lo requerido por la dirigencia del
país. Después del fracaso del Sitio de Chillan y de las noticias que llegaban
de Concepción, en cuanto a la conducta de las tropas bajo el mando de Carrera,
la desorganización de estas y los abusos en que iban incurriendo, junto a la
dureza establecida por el comandante en Jefe contra todo sujeto que era acusado
de ser partidario realista o que estuviese en contacto con los hombres del rey
ubicados en Chillan, o supiesen de las correrías de las guerrillas enemigas por
la región. El Gobierno chileno establecido en Santiago, así como también el
comandante Vial ubicado en Talca, carecían de toda iniciativa para tomar la
dirección de la guerra y el ejercer una hegemonía por sobre el poder que
demostraban tener los hermanos Carrera, cuta terca voluntad y actividad
política era humillante para sus contrincantes, deshonrándolos y
desprestigiando sus reputaciones. Un mal que aún se ve en ciertas actitudes de
políticos contra quienes son opositores a su ideología o cosmovisión o interés
socio-político.
La conducta de
los hermanos Carrera, como de la situación política de Chile y sus actores era
enviada a Las Provincias Unidas del Rio de la Plata por Bernardo Romualdo de
Vera-Mujica y López Pintado, quien había sido nombrado representante
diplomático en Chile. Bernardo de Vera y Pintado colaboró en la redacción del
periódico “La aurora de Chile, y ejerció en el país, los cargos de secretario
del gobierno en Hacienda (julio de 1814), y de Guerra (septiembre de 1814). Este
agente del gobierno rio platense, escribía a Buenos Aires en un oficio de
carácter reservado: “El aspecto favorable de la guerra de Chile, de que V.E. se da por
instruido por mi comunicación del 2 de julio, ha variado de un modo sensible.
El ejército restaurador padeció mucho en los últimos movimientos del enemigo.
Perdió los mejores oficiales de artillería: se incendió todo el repuesto de
pólvora; y se vio al fin precisado a levantar el Sitio de Chillán y a retirarse
hacia el Sur, quedando interceptada nuestra comunicación por las partidas de
chilotes que cruzan entre el Ñuble y el Maule. Sin embargo, como el espíritu de
nuestros generales ha sido siempre entretener al gobierno con valentías
pueriles, se nos anuncia en la presente primavera quedara aniquilado el
indecente resto que se asila en Chillan. Lo cierto es que cada día aparecen
aquí como de paseo nuevos oficiales que ni aun traen pasaportes y se acreditan de licenciados bajo su
palabra. El gobierno es un feudatario de la prepotencia militar, y nada se
atreve por sí mismo.” (Historia General de Chile. Tomo IX. Diego Barros
Arana. Capítulo 18. Página 179. Editorial Universitaria. Segunda Edición.
Santiago de Chile. Julio de 2002).
El día 13 de
septiembre de 1813, el doctor Bernardo Vera y Pintado, enviaba otro oficio de
carácter reservado, acerca de los Hermanos Carrera en unos términos más duros,
dejando ver el desarrollo de un descontento público hacia estos hermanos…”levantado
el Sitio de Chillan por la falta de Caballería, robada por los mismos oficiales
del ejército restaurador, y escasos de municiones con el incendio de la pólvora
que ocasionó la impericia y descuido de los generales, el general en jefe (don
José Miguel Carrera), se retiró a Concepción, el del centro (don Juan José
Carrera), al Itata, y el de la vanguardia (don Luis Carrera), a esta capital
con un crecido número de oficiales y sin soldados , porque perecieron todos los
de artillería en las acciones de 3 y 5 de agosto, este desastroso aspecto ha
envalentonado a los enemigos de nuestra santa causa, en tanto que los bravos
pueblos de Arauco, Tucapel y Yumbel unidos con la numerosa indiada, se han
sublevado contra el asesinato y latrocinio de las tropas chilenas, cuyos
generales…(parecen estimular restos vicios). Los tres hermanos: cada cual se
sostiene en independencia: su único objeto es el pillaje con que han asolado la
provincia de Concepción; y el gobierno, a quien en nada obedecen, se ve en el
conflicto de no saber si sea preferible la destrucción de la tiranía interior a
la libertad de los enemigos de afuera, al paso que carece de fuerza para
cualquiera de ambas empresas”. (Historia
General de Chile. Tomo IX. Diego Barros Arana. Capítulo 18. Página 179.
Editorial Universitaria. Segunda Edición. Santiago de Chile. Julio de 2002).
El actuar de
una fuerza que desde su conformación demostraba aquella tendencia a la
desorganización y a la no obediencia, salvo para aquellas acciones de saqueo y
hurto que les permitían hacerse de todo lo que ellos consideraban útil y
riqueza dentro de campos, haciendas y poblados. El sitio de Chillan les entrego
la virtud de saber comportarse en guerra, pero la situación de los patriotas
los llevaron a desertar, para retornar a sus casas, al abrigo de un techo y la
sequedad de los pisos protegidos contra las inclemencias del clima o
simplemente ser sorprendidos en su huida por partidas de guerrilleros
realistas que los obligaban a “pasarse”,
al bando del Rey. La derrota sufrida por Carrera durante el cerco a Chillan,
pues no se puede interpretar de otro modo a pesar de haber retrocedido hasta la
confluencia del Itata con el Ñuble y ubicarse en el cerro Coyanco con parte de
su fuerza, mientras enviaba a la división de Juan José al sector existente entre
Quirihue y la zona de El Membrillar, para proteger las vías de comunicación
costera hacia Concepción y poder reforzar a Luis Carrera en caso de verse
amagado por las tropas del rey existentes en Chillan; en tanto José Miguel
Carrera determinaba marchar hacia Concepción con el resto de la división
restante.
La suerte de
los hermanos Carrera cambiaba de giro y los vientos de su suerte alteraban
hacia otros sitios. La imagen del más activo y político de ellos-José Miguel
Carrera-, se había ido opacando mientras más tiempo transcurría de un
conflicto, en el cual mostraba no estar a la altura de dirigir una fuerza combativa. Carrera estaba dotado
para organizar, entrenar y establecer una cadena de suministros de un ejército,
dotes que había obtenido junto a su grado de Sargento Mayor de los Húsares de
Galicia, durante las guerras de España contra el invasor francés.
Las noticias
provenientes del Sur, que no eran las enviadas por el Comandante en Jefe y de
otros oficiales que sentían gran aprecio hacia José Miguel Carrera, eran cada
vez más alarmantes, generando en la población ante cada información entregada a
ellos una gran animadversión contra los hermanos Carrera. Se iban reuniendo una
serie de acusaciones de todo tipo, haciéndolos en primer lugar responsables del
fracaso de la Campaña, de lo cual y como se ha expresado en párrafos
anteriores, no era de todo falso, aunque de las desgracias que amenazaban al
país, eran tan responsables como quienes ostentaban alguna cuota de poder
dentro del gobierno emancipador chileno. La percepción dentro de la ciudadanía
de Santiago era que José Miguel Carrera tuvo una desacertada dirección del
conflicto desde el momento que marchó hacia el Sur; miraban que el
reclutamiento y reunión en Talca de la fuerza patriota que participaría en las
acciones contra la expedición Realista del Brigadier y Almirante español
Antonio José Pareja y Serrano de León. Siendo lo más nocivo para su reputación
la retirada del Sitio de Chillan, permitiendo a los realista bajo el mando de
Juan Antonio Sánchez hacerse fuertes y tomado confianza en lograr derrotar a
las fuerzas patriotas. Desde finales de septiembre de 1813 , se le empezó a
reprochar a José Miguel Carrera el haber entregado el mando de las dos
divisiones del ejército del Sur a sus hermanos – José Luis y Juan José--, en
vez de habérseles dado a oficiales más competentes y con alguna experiencia o
conocimiento sobre la conducción de hombres en una guerra. Esto último como se
expuso anteriormente fue un gran error de José Miguel Carrera, cuya prioridad
de mantener unido a su familia en la causa lo llevó a dejarles el mando de las
divisiones que participarían en la campaña que se abría a comienzos de 1813,
cuando aún no había un ejército patriota claramente establecido.
José Miguel
Carrera en su ceguera por mantener unido a la familia, obviaba las aptitudes de
otros oficiales leales a la Patria, que podrían haber llevado a mayores logros
a las tropas creadas en la ciudad de Talca; sería el Nepotismo el que llevó a
entregarle el cargo de las fuerzas patriotas a sus propios hermanos, por sobre
los méritos de las personas y por ello la tendencia a equivocarse y caer en
procedimientos de sedición, abuso de poder y castigo contra todo sujeto que se
mostrara contrario a su actuar y al de
la Patria, el cual José Miguel los
convertía en uno solo. Los conflictos en la interna de la familia, entre Juan
José, el mayor de los tres hermanos varones de la familia Carrera, contra José
Miguel, producto de los triunfos de éste último fueron llevados a la desobediencia
e independencia en obrar que tuvo Juan José durante toda la campaña ocurrida
durante la Patria Vieja, y en contra de su hermano, mostrando que la anarquía,
el desorden y un accionar deplorable, al realizar lo que se le antojaba sin
acatar plan y ningún tipo de combinación que emanase como orden desde la misma
comandancia en Jefe. El Coronel Juan José Carrera tenía como segundo en el
mando al Coronel de origen irlandés, Juan Mackenna O’Reilly, a quien se le inculparía de la actitud tomada
por Juan José, después que se cansara de ver las actitudes de los tres hermanos
y denunciarlas a quien ostentaba en ese tiempo (1813-1814), el cargo de
Director de la Junta Gubernativa, don José Miguel Infante.
Posterior al
Sitio de Chillán la desorganización del
ejército se vio incrementada a niveles inauditos, es decir, que no se podían
tolerarse y menos admitirse, debiendo tomarse medidas urgentes, como era
solicitar la renuncia del mando de la Comandancia en jefe al Brigadier José
Miguel Carrera. El caos y el desorden de
los hombres del ejército patriota habían alcanzado proporciones muy alarmantes,
donde muchos de los oficiales que se consideraban ser favoritos de José Miguel Carrera,
comenzaron a realizar todo tipo de excesos, lo cual, despertó en la población
de Concepción y de todo el territorio ocupado por los hombres de la Patria, su
favor a la causa del Rey. Los habitantes de la región comenzaron a mostrar
aquel espíritu de resistencia, lo cual quedaba demostrado con la
contrarrevolución surgida en Arauco y pueblos fronterizos y el aislamiento que
tenían los patriotas dentro de la ciudad de Concepción y el puerto de
Talcahuano.
Las partidas
realistas entre los últimos meses de 1814 y el otoño de 1813, recorrían la región existente entre el Ñuble y el
Biobío, ya no en pequeñas partidas, sus destacamentos habían aumentado de
tamaño permitiéndoles cortar las comunicaciones entre Concepción y el Norte del
país (Talca y Santiago), haciendo que estas con el avanzar del tiempo fueran
más difíciles. En esta compleja situación quedaba el Coronel Bernardo O´Higgins
con un puñado de hombres de milicias luchaba, disputándole el terreno que
ocupaba palmo a palmo y que deseaban
ocupar. En tanto, el gobierno central, establecido en Santiago y que había
marchado a Talca, en su retorno a la primera, determinaba organizar una fuerza de
mil hombres que debía marchar de manera prioritaria hacia el Sur con el fin de
dar un gran impulso a las operaciones de la guerra. La organización de esta
división presentó una serie de inconvenientes para su conformación, muchos de
ellos muy difíciles de subsanar. Las noticias que llegaban del Sur sobre los
padecimientos que sufrían los soldados de la Patria y los procedimientos de
enrolamiento anterior, divulgado entre todas las clases sociales de ese tiempo,
generaron un pavor por ir a combatir. Los hombres del bajo pueblo en edad de
portar un fusil, procedió a esconderse para no ser reclutado y al ser detenidos
y confinados a cuarteles militares, el
primer intento era fugarse, lo cual replicaban durante la marcha hacia el Sur y
ante los primeros enfrentamientos que tenían. Aunque la escasez de recursos era
el principal problema, las arcas del erario nacional se encontraban exiguas
ante el costo del conflicto y de mantener una fuerza combativa en el Sur del
país.
La Junta
Gubernativa emulaba en su proceder a lo realizado por José Miguel Carrera, recurría a medidas extremas ante la situación que vivía la Patria,
organizaba a costa de un impuesto que
costeara la división a las familias más pudientes , lo cual quedaba establecido
por Acta dictada el 8 de septiembre de 1813, para que el Cabildo en un periodo
de tres meses lograra reunir los recursos que permitirían conformar una fuerza
de mil hombres en armas con sus pertrechos y vestuario respectivo, además del
costo de estas tropas en campaña. Lo más grave fue la resistencia que el Senado
había generado para al parecer evitar la conformación de esta fuerza militar. El
temor principal era entregarle más hombres a un ejército formidable ante los
ojos del país, que podría fácilmente destruir a la expedición de Pareja al
doblegar a esta en el número de hombres. En Talca lograban reunir unas siete
mil almas dispuestas a combatir por la causa emancipadora, aunque sus conductas
se desdecían con la exigida para un combatiente, esperaron a la expedición
realista comandada por el Almirante Pareja en las riberas del rio Maule, donde
aprovecharon este escollo natural para frenar y poder acabar con las tropas del
Rey si intentaran cruzar el afluente. La sorpresa en Yerbas Buenas y la
posterior marcha hacia los contrafuertes cordilleranos en busca de hallar un
vado sin la protección de los soldados de la patria fueron un fracaso que llevo
a los soldados del rey a retroceder hacia el Sur, esperanzados en llegar al
lugar elegido como cuartel de invierno: El poblado de Chillan.
En vista de la
derrota realista sufrida en Yerbas Buenas, gracias a una acción casual de una
pequeña partida de hombres de la patria, que salían en persecución de una
guerrilla del rey que había osado adentrarse en el caudal del Maule con las
intenciones, al parecer, de encontrar un vado que permitiese a toda la fuerza
expedicionaria cruzar a las ribera Norte de este rio y enfrentar en singular
combate a las tropas patriotas establecidas en sus orillas. La persecución,
como se ha relatado en páginas anteriores, llevó a la partida patriota a caer
sobre toda la división expedicionaria española y provocado en estos un desbande
y temor, que perduro durante todo el tiempo que se mantuvieron en la región. Producto
de esto, los realistas huyeron en dirección a Chillan; en tanto, los hombres de la Patria liderados por su
General, Don José Miguel Carrera y los hermanos de este, quienes comandaban las
otras dos divisiones que conformaban la fuerza de los Ejércitos del Sur, cuya
misión era "devolver a los sarracenos al mar”, se lanzaban en su
persecución. Una serie de entreveros, como el de Bulí en las cercanías de San
Carlos, iban demostrando la desmoralización de las tropas del Rey. Esto último
generaba confianza en los hombres de la patria, los envalentonaba y los llevaba
a creer que pronto acabarían con toda la
expedición del Brigadier Pareja enviada por el mismísimo Virrey del Perú,
Fernando de Abascal, “para calmar las
pasiones y devolver a la Capitanía General de Chile al orden colonial
establecido”.
El General
patriota, José Miguel Carrera en los primeros meses de 1813, había dejado el
mando del gobierno para aventurarse en tomar el mando de las tropas que enfrentarían
al invasor realista. Dejaba tras de sí, y dentro del gobierno a muchos de sus
más acérrimos opositores, lo cual traería una serie de acciones que acabarían
con su reputación, su prestigio y el de su familia. Las decisiones establecidas
por José Miguel Carrera, hasta el momento mostraban ser las más acertadas,
hacían creer a los partidarios de la Patria que el conflicto entre las fuerzas
expedicionarias y las tropas enviadas bajo su mando hacia el sur culminarían
prontamente y con victoria para la causa independentista. El error estratégico
de sitiar Chillan y su posterior levantamiento demostraban el fracaso de todo
lo realizado, llevándolo a separar sus fuerzas, enviando a una de las
divisiones al sector de Quirihue bajo la dirección de su hermano Juan José
Carrera y como segundo al mando , al Coronel Juan Mackenna, en tanto José
Miguel Carrera marchaba en dirección a Concepción con la división a su mando y
la de su hermano José Luis; mientras este último junto al agregado diplomático
estadounidense, Joel Poinsett, marchaban hacia Santiago a solicitar más hombres
y suministros para las tropas en operaciones. A pesar que la Junta Gubernativa
había recurrido a procederes que emulaban a los aplicados por Carrera en
Concepción, para conformar una nueva fuerza de soldados de la patria, estos no
eran organizados para enviárselos, sino, para movilizarlos hasta la zona de
Talca donde debían resguardar aquella zona ante una derrota de los ejércitos
del Sur dirigidos por Carrera. En Talca quedaban bajo las dictámenes de Juan de
Dios Vial, con las órdenes precisas de no traspasar con ellas hacia las riberas
al Sur del Maule.
En tanto el
Coronel Bernardo O´Higgins y su fuerza operaba en la zona de Chillan hacia Los
Ángeles y de allí hasta Concepción, de la misma forma que lo hacían las
partidas realistas que recorrían los territorios de la región. Era en sí una
mezcla de guerrilleros, milicianos y tropas montadas y de línea del ejército
conformado en las cercanías de Talca, a los cuales se les sumaban miembros de
los batallones “de Concepción” y “Dragones de La Frontera”
La serie de
determinaciones realizada por José Miguel Carrera posterior al Sitio de
Chillan, fue a la vista de la historia, una serie de errores tácticos y
estratégicos que motivaban a los hombres bajo su mando a volver a las conductas
previas a las experiencias en combate sufridas, vinculadas al desgano,
desobediencia e incurrir en acciones que beneficiaban sólo a los grupos que
salían a buscar suministros para las fuerzas cercadas en Concepción y Quirihue.
La población de Santiago y los partidarios de la independencia veían con horror
como las hombres del Rey se hacían
dueños de la región y sometían a las divisiones de la Patria a lo mismo que
habían sufrido en el sitio de Chillan, incluso con la osadía de pelear cada palmo de tierra donde sus
caballos y pies alcanzaban y que anteriormente habían caminado los hombres de
la patria. Mientras el descredito a José Miguel Carrera aumentaba con el
transcurso del tiempo, en el bando realista, Juan Francisco Sánchez, el
verdadero héroe del Sitio de Chillan, y quien había dado nuevos bríos a las
fuerzas del Rey en Chile, sufría las intrigas desarrolladas a su espalda y que
llegaron a los oídos del Virrey, gracias a los oficiales y agentes asesores que
envió hacia el Virreinato para conseguir más suministros y nuevas fuerzas, para
lograr llegar a Santiago y acabar con la insurrección del país.
La diferencia
entre la actitud de los soldados del Rey y los patriotas, queda ilustrada en el
respaldo de los pobladores de la región hacia los primeros, gracias a la
campaña propagandística desarrollada por los sacerdotes, frailes misioneros; como
también, por los hacendados de la zona que optaron por luchar por el bando del
rey, con la exclusión de Bernardo O´Higgins. En tanto, los patriotas, carentes
de suministros, enviados de forma esporádica por los dirigentes de Santiago a
las tropas en combate, llevaron a los soldados de la Patria a cometer una serie
de actos violentos y depredaciones en campos y villas, no importando su rango,
porque oficiales y hombres de tropa, justificándose en la persecución de
“sarracenos” (como los llamaba José Miguel Carrera y sus partidarios a los
hombres del Rey), y la necesidad de hacerse de caballos y alimentos, recorrían
haciendas y poblados saqueando, destruyendo, robando y todo acto depredatorios
de violencia extrema. Aunque con el
transcurrir de los hechos, las partidas realistas irían adoptando los mismos
modos de operar que los militares de la Patria, llegando a convertirse al final
del proceso independentista y cuando ya se iniciaban los primeros pasos como
país independiente, en verdaderas gavillas de montoneros dedicados al saqueo y
asalto de pueblos y campos.
El Gobierno patriota establecido en
Santiago, al saber de los acontecimientos que llevaban a cabo las tropas
independentistas en la región del Sur, intentaron evitar que prosiguieran estos
excesos, viendo que el mismo General en Jefe de la fuerzas de la Patria no
hacia el más mínimo esfuerzo por terminar con esto. La Junta de Gobierno y el
Senado de Chile emitían una serie de notas y escritos indicando la forma de
proceder o conducta que debían tener los hombres y oficiales del “Ejército del
Sur”, pero por el simple dictado de normas y directrices no lograron alterar la
conducta ya establecida entre oficiales y soldados de la Patria. Los habitantes
de la región ubicada entre los ríos Ñuble y Biobío, fueron los más afectados,
ante la inusitada violencia y latrocinio que perpetraban los soldados de la
Patria en sus campos, casas y poblados. Acciones que aumentaban el desorden ya
existente por la guerra que se realizaba en
estas provincias, que no perdonaba la vida de mujeres y niños, a quienes
hacían padecer de hambre y obligados a deambular por la comarca en búsqueda de
alimentos y abrigo.
El
día 8 de agosto de 1813, en momento que aún
se establecía el sitio de Chillan, la Junta de Gobierno establecida en Santiago
emitía un decreto, el cual fue publicado en el periódico “El Monitor Araucano”,
haciendo referencia sobre la situación que se estaba cometiendo contra la
población civil de la provincia: “Penetrado
el gobierno del más íntimo y paternal dolor, que han sufrido algunas
beneméritas provincias de la Intendencia de Concepción y de Talca, parte por
los males inherentes a la guerra y gran parte de ellos por la iniquidad y
criminales excesos de algunos subalternos, oficiales, que han abusado en nombre
de sus generales y de las verdaderas necesidades del ejército para su fortuna,
con la ruina de los miserables, tomo la resolución, a pesar de lo exiguo del
erario nacional, enviar 10.000 pesos para compensar los daños”.
El
decreto emitido el 8 de agosto por la Junta gubernativa, disponía también, la
forma como se debía repartir el dinero, en cada distrito, para lo cual
conformaron comisiones compuestas por el mismo General en jefe en Campaña y 5
oficiales de la más probada integridad, para que en el tiempo de ocho días, se
juzgara a los hombres del ejército, ya sea por oficio o por acusación a todos
los nominados como culpables de los excesos mencionados, debiendo proceder a
confiscar los bienes que tuviesen para devolvérselos a los afectados por estas
acciones, si se encontrasen y si no, a la gente que vive en los sitios de los
actos violentos y depredatorios cometidos. Junto a esto, se exigía el castigo
“más severo”, con una celeridad que dejara precedente en la tropa y oficialidad
de seguir practicando estos actos deleznables y de barbarie contra la población
civil de la región.
El
dinero enviado por la Junta de Gobierno era un monto muy bajo para paliar las
secuelas dejadas por las fechorías cometidas por los hombres de la Patria.
Aunque las medidas para castigar a quienes habían cometido estas acciones,
jamás fueron aplicadas, quedando impune los oficiales y soldados que
participaron en los hechos denunciados y expuestos. Esto sólo demostraba que el
problema iba mucho más allá, pues muchos de aquellos oficiales de la Patria
tenían la confianza y aprecio del
mismísimo General en Jefe, José Miguel Carrera.
Algunos de estos oficiales implicados en los sucesos de violencia contra
los habitantes de la región eran parientes de él o poseían un vínculo de
amistad. Esto hizo que muchos de estos jóvenes
cuyas actitudes turbulentas y escandalosas, sólo demostraban que tenían
el hábito de actuar de forma disipada y de actos transgresores a las normas y
reglamentos, como los existentes en un Ejército regular. Tal vez por ello muchos relatos históricos
muestran a José Miguel Carrera, como un sujeto acostumbrado a la vida fácil y
eventos que dañaban a la población civil.
Poco
a poco el gobierno independentista fue convenciéndose que la causa principal de
la reacción negativa por parte de la población del Sur del país con el proceso
independentista, era la presencia de estos sujetos acostumbrados a la vida
licenciosa, disipada, acostumbrados a transgredir las normas y regulaciones que
permitían un proceso favorable para la acción emancipadora del país. Junto a
ello, permitió que los habitantes de aquellas provincias al Sur del Maule
fuesen acérrimos opositores al movimiento independentista. La percepción de los
habitantes de estas regiones, en referencia a quienes habían usurpado el poder
colonial en el país y se erigían como los máximos representantes de un gobierno
que intentaba lograr emanciparse y dar sus primeros pasos como Estado
independiente, era simplemente de “miserables
revoltosos, a quienes la ambición y el deseo desmedido generaron las acciones
criminales que la desobediencia y el alzamiento insurrecto contra los legítimos
representantes del Rey en la Capitanía General de Chile”. Apreciación
que era fomentada y promovida de manera persuasiva entre los habitantes más
cercanos a los ríos Ñuble y Biobío, donde la fracasada expedición de Pareja,
cuyo mando asumía Juan Francisco Sánchez, producto del deceso del primero por
una enfermedad pulmonar, fue defendida por los sacerdotes y frailes existentes
en los pueblos y villas donde destacan los Frailes Franciscanos del Colegio de
Misioneros FIDE de Chillan y la mayoría de las familias más pudientes de la
comarca, donde los hombres no titubearon en prestar servicio por la causa del
Rey, con la excepción, -al parecer-, de
don Bernardo O´Higgins Riquelme.
Al
establecerse la Junta de Gobierno, cuyos miembros más radicales eran
conscientes del papel negativo que estaban jugando los misioneros sureños,
respecto de sus planes, las agresiones
fueron en aumento. Cuando se desencadenó la guerra y la opción política de los
misioneros se mostraba evidentemente a favor del Rey, fueron considerados por
los partidarios de la independencia como parte del bando realista, siendo
tratados como tales y sufriendo "[...] el deshonor de verse presos por
los insurgentes y tratados como reos de Estado; faltándoles en sus tratamientos
a la inmunidad que las leyes eclesiásticas conceden a personas de este
carácter, llegando su insolente atrevimiento a tratarlos de palabra con las
expresiones más insultantes e indecorosas; y de obra hasta el extremo de
abocarles al pecho una pistola y amenazarlos con la muerte si no gritaban:
muera el rey y viva la patria. El haber sido todos sin excepción amenazados de
ser pasados a cuchillo, sin otro delito que favorecer y proteger a cara
descubierta las sagradas causas de la religión católica apostólica romana y la
del rey nuestro señor y declamar altamente contra su execrable sistema” (Carta
del guardián del Colegio al general Sánchez, 8 de noviembre de 1813). La
rebelión contra el Rey, fue vista como una guerra contra Dios.
Los
partidarios del Rey en la Capitanía General de Chile y los españoles arraigados
en el país, apreciaban como sus
rogativas fueron escuchadas y a principios de 1813, desembarcaba en la zona de
San Vicente, cerca de Concepción la Expedición que comandaba el Almirante
Pareja. Su marcha en dirección al Norte, a Santiago en un principio mostraba
toda la forma de ser un desfile de ciudad por ciudad, al ver cómo la gente
salía a recibirlos con alegría y las tropas de las plazas se adherían a la
causa del Rey, Tanto Pareja, sus oficiales y la tropa sacada de Chiloé,
Valdivia y de la mismísima provincia de Concepción, apreciaban que pronto el
país volvería a ser parte de la causa imperial española.
El
deseo de retornar de los partidarios del antiguo sistema colonial español en
Chile, al igual que en otras regiones de la América Hispana, tendrían que vivir
una serie de alternancias en sus sentimientos producto de las variaciones del
conflicto independentista. Así en el mismo año de 1813, se alegraban con la
llegada de la Expedición de Pareja y su “paseo” hacia el Norte, cuya faceta más
amigable era la recepción que iban teniendo de pueblo en pueblo, olvidando su
jefe y oficialidad que durante el desembarco en San Vicente tuvieron una fuerza
que les puso oposición y que a la llegada a Concepción muchos oficiales y
hombres de tropa habían huido hacia Santiago, con la esperanza de unirse a una
fuerza patriota que se opusiera al invasor realista. Mientras los partidarios
patriotas lograban aplacar sus rencillas internas y se unían para conformar una
fuerza que se opusiese a la realista, entregando el mando hasta quien en ese
momento dirigía y administraba el país: el Sargento Mayor de Húsares, José
Miguel Carrera, a quien se le ascendía al grado de Brigadier. La capacidad de
organización y de obtener los recursos necesarios para emprender una campaña y
su accionar por incentivar la recluta, fueron notables, pero nunca tuvo la
capacidad y la destreza estratégica y táctica para aprovechar el terreno que lo
rodeaba, tanto para combatir, como para acampar. En eso tenía el mismo error
que sufría Bernardo O´Higgins, la diferencia estaba que uno fue un militar de
carrera y el otro se había dedicado a explotar la hacienda heredada de su
padre, antes de optar por luchar por la emancipación de Chile.
Con
el transcurrir del tiempo se puede ir apreciando, con la distancia del tiempo y
por medio del legado escrito que dejaron sus actores en memorias, cartas,
ordenanzas y proclamas, la incapacidad del Virreinato del Perú, por lograr
someter a los revolucionarios independentistas de la Capitanía General. Abascal
debía saber distribuir sus tropas entre el conflicto por el Alto Perú, donde las
fuerzas de las provincias del Rio de la Plata, combatían; junto a esta
situación debía hacer frente a las partidas patriotas que avanzaban del Norte
dirigidas por Simón Bolívar. Y en el mismo Perú, ante el surgimiento de hombres
armados que luchaban por la emancipación de España. El surgimiento de ideas
libertarias heredadas de la misma Revolución francesa y al liberalismo, que
buscaba el progreso material de los pueblos surgía junto a la Revolución
Industrial, principalmente en Inglaterra y Alemania, basándose en la idea, que
el individuo puede y tiene las facultades de poder desarrollarse y crecer
económicamente por medio de su esfuerzo y constancia en un ambiente de
libertad, fraternidad e igualdad. No se debe olvidar, el conflicto existente en
la Metrópoli colonial (España), contra las fuerzas invasoras de Napoleón y sus partidarios, para
devolver a la corona al heredero legítimo, Fernando VII, y sacar al usurpador y
hermano de Napoleón, “el Rey de las Españas y de las Indias, por la
gracia de Dios y por la Constitución del Estado”, José Bonaparte. Esto
último, imposibilitaban a España de poder enviar una adecuada fuerza que
apaciguara a sus colonias en América. Cada Virreinato, Capitanía y/o
región dentro de América se veían
obligadas a saber defenderse de esto, con los hombres partidarios del Rey que
estaban dispuesto a combatir por él en contra de los revolucionarios
independentistas.
En
Chile el grueso de las tropas reclutadas, provenían de Chiloé y de Valdivia,
zonas que estaban en esos tiempos, bajo la regencia del Virreinato del Perú y
no de la Capitanía General de Chile. La Expedición de Pareja y su reclutamiento
abría una constante obligación para los chilotes, por prestar servicio en la
fuerza militar realista que debía invadir Chile o reforzar estas en el
continente. Las marchas por el país en dirección a Santiago y la forma que fueron
recibidos en cada pueblo, villa o ciudad donde llegaban, los hacían ver que
esto no sería más que un desfile apaciguador de una efervescencia emancipadora
de un pequeño grupo arraigado en la capital de Chile. Confiados que nada
importunaría el buen descanso de cada jornada de marcha, llevó
a la oficialidad y tropa a no tomar las precauciones de una fuerza en
campaña, más cuando se acercaban a las riberas del rio Maule y a la ciudad
de Talca donde se encontraba el grueso de las tropas patriotas
entrenándose para enfrentarlas. La sorpresa de Yerbas Buenas, se puede
considerar, fue un error por el exceso de confianza producto de las conductas
vistas entre los habitantes del país y de las guarniciones establecidas en cada
pueblo que pasaban.
Los
patriotas explotaron bien en un comienzo la Sorpresa de Yerbas Buenas, al
iniciar una persecución de la expedición realista que se batía en retirada,
carente de una fuerza de Caballería que los protegiera, al huir en masa todas
las Milicias que aportaban el grueso de esta especialidad militar. Sólo unas
pocas tropas de caballería y el grueso conformado por Infantería y artillería
transformaban la marcha en un verdadero tormento, las lluvias y el mal tiempo
comenzaron hacerse presentes, complicando aún más el retroceso establecido en
dirección a Chillan, a ello se le sumaba las avanzadas patriotas que no dejaban
de hostigar la retaguardia y dando cuenta con todo sujeto realista que se
quedaba rezagado. Estos últimos tenían la suerte al ser apresados, sometidos a
interrogatorios y obligados a elegir entre servir en las fuerzas de la patria o
quedar como prisioneros de guerra. La serie de combates o entreveros existentes
entre realistas y patriotas, demostraban la desmoralización de los primeros y
el entusiasmo de los últimos por lograr prontamente una victoria total contra
la fuerza expedicionaria al mando del Almirante Pareja. Será hasta el pueblo de
San Carlos al cual abandonarían con una celeridad inaudita, la demostración del
pavor realista de caer y ser sorprendidos por hombres de la patria. Ordenados
en tres columnas, los realistas salían de San Carlos en dirección al balseadero
existente en el Rio Ñuble, para lograr arribar a lo que estaba estipulado fuera
su Cuartel de Invierno: la ciudad de Chillan. Fue a mediados de mayo de 1813
(15-05-1813), donde las última columna realista en marcha hacia la zona del
balseadero, se vio obligada a enfrentar a las divisiones patriotas comandadas
por los hermanos Juan José y José Luis Carrera,
(La zona de San Miguel de Ablemo, avanzando por la ruta 5 en dirección
al Sur de San Carlos, sería el sector donde ocurrió esta batalla).
Fue
la tercera y última columna de tropas realistas
en abandonar el pueblo de San Carlos de Itihue, al mando del Almirante
Antonio Pareja, aquejado de una enfermedad respiratoria, producto de la
estación lluviosa existente en el país. Esta pequeña fuerza se vio en la
necesidad de hacer frente a las embestidas de las divisiones patriotas, que los
seguían casi pisándoles los talones, y por circunstancias de la vida parte de
sus trenes de artillería quedaron atascados en el barro y al intentar sacarlos,
tuvieron que establecer una zona que les permitiese oponerse a las divisiones
comandadas por Juan José y José Luis Carrera. La férrea defensa establecida en
un monte que se encuentra en un costado del camino real que llevaba a Chillan.
Producto de la fiebre y su situación de salud tan delicada, entregaba el mando
al Coronel Juan Francisco Sánchez, quien con el respaldo del oficial del mismo
grado y comandante del batallón Valdivia, Don Lucas Molina, organizaban las
defensas colocando en cada esquina del cuadro los cañones y utilizando las
carretas como parapetos. Es así que durante lo que restaba de día se
sostuvieron ante los embates desordenados de las fuerzas patriotas, donde los
oficiales de la patria dejaban sola a la tropa dirigirse contra las bien
protegidas compañías realistas, quienes les recibían con un intenso fuego de
todas sus armas. La mortandad de hombres de la patria queda olvidada por los
relatos históricos sobre el hecho.
Ambas
fuerzas mostraban en sus tropas una indisciplina a las ordenanzas y su
constante insubordinación; el peonaje tenía por costumbre no obedecer a las
órdenes de los patrones, el hábito de no arraigarse en una sola región y su necesidad de desplazarse de un lugar a
otro, junto a una notable rebeldía a la autoridad y dirección patronal. Todo esto heredaban ambos ejércitos, aunque
hay que destacar que la sorpresa de Yerbas Buenas y la asidua persecución
sufrida por los realistas, los llevaron a sus hombres provenientes de Chiloé,
Valdivia y sujetos de la región de Concepción, entender que la disciplina y
obediencia a sus superiores les permitiría salir con vida ante cualquier
entrevero contra las fuerzas patriotas, cuyo claro ejemplo quedo en evidencia
al enfrentar las divisiones de la Patria que osaron atacarlas en la conocida
batalla de San Carlos. En esta refriega los patriotas tenían la oportunidad por
derrotar a la expedición realista y afianzar el proceso emancipador de Chile.
Fue
la primera vez que las divisiones de la Patria al mando de José Miguel Carrera,
y de sus hermanos Juan José y José Luis sufrirían la férrea defensa de las
tropas realistas dirigidas por Juan Francisco Sánchez. Incluso los Infantes de
la Patria y las partidas de Milicias de O´Higgins, bajo el mando del Coronel
Juan Mackenna, no fueron capaces de acabar, optando sólo a cortarles las posibilidades de huida que tenían, pero la
tozudez “del bruto, rudo e ignorante”,
Coronel Juan Francisco Sánchez,
permitieron a sus hombres evadir el cerco, al amparo de la oscuridad,
logrando llegar con su columna intacta a Chillan. En aquel lugar establecería
una férrea defensa y aplicaría un ingenio que les permitía a las huestes del
Rey poder entrar y salir del pueblo, logrando perpetrar correrías a puntos bien
alejados del pueblo, con el fin de atacar los convoyes patriotas o asaltar las
guarniciones establecidas en cada pueblo de la provincia, o hacerse de ganado y
suministros en los campos y haciendas existentes. El tiempo que vivieron
cercados en Chillan, los hombres del Rey recobraron sus confianzas y
motivaciones, gracias a la gestión del Coronel español y sus oficiales, quienes
eran respaldados por los religiosos del pueblo y sus habitantes.
El
Coronel Sánchez reorganizó las fuerzas realistas, como se ha mencionado varias
veces en capítulos anteriores, de tal manera que cada hombre estuviera
capacitado para combatir a pie o a caballo, como asimismo, a utilizar la
artillería establecida en puntos estratégicos de la ciudad y que habían llevado
a pasear hasta los contrafuertes cordilleranos en la región del rio Maule y su
retroceso en dirección a la ciudad. A los hombres del Rey les acomodaba la
nueva forma de combatir, donde se conformaban en partidas para operar por la
comarca y en la defensa de la ciudad. En tanto, el sitio de Chillan fue un tormento para las
divisiones de la Patria, los hombres fuera de sufrir las inclemencias del
tiempo, se vieron en la necesidad de suministrarse de alimentos y ropa que los
protegiese del invierno, proteger sus municiones de la humedad y también,
combatir. Estos padecimientos permitieron a los hombres reclutados, comenzar a
entender las órdenes y normas castrenses y a obedecer a sus superiores. Pero,
aun no llegaban al óptimo estado de una fuerza militar que se juzgue eficiente.
La
situación de los hombres de tropa no cambiaría mucho durante los años que duró
la guerra independentista, si bien la conformación del Ejército Libertador en
Mendoza, transformaba la fuerza militar patriota en cuadros más instruidos y
ordenados, con una clara dirección de mando. Estas tropas no fueron
constituidas por soldados provenientes de la Capitanía General de Chile y la
oficialidad chilena seleccionada para participar en la expedición no superaba las
veinte de personas donde destacaba Bernardo O´Higgins, Ramón Freire, Francisco
Formas, Ramón Picarte y Juan de Dios Rivera, quienes estarían al mando de
tropas según su rango militar. Los demás hombres de tropa junto a las familias
que emigraron del país, se había esparcido en dirección a Cuyo, Entrerrios,
Santa Fe, San Luis o directo a Buenos Aires, donde los chilenos expatriados
prestarían servicios en los ejércitos de esas provincias. En tanto en el bando
realista, el cambio de generales en Jefes que reemplazarían al Coronel Juan
Francisco Sánchez, comenzaba con el arribo del Brigadier Gabino Gainza, quien
al llegar a Chillan se sorprendía del estado en el cual se encontraban los
hombres de tropa del Ejército Nacional o Realista. Gainza comprendía que
aquella fuerza diestra en las distintas disciplinas o armas, le daba una
superioridad en relación a las patriotas, permitiéndole dar golpes o ataques a
determinados puntos, incluso distantes de donde se encontraba el grueso de la
fuerza realista. Aunque irritaba a los oficiales provenientes de Europa o del
mismo Perú, la presencia de estos soldados mal vestidos, visualizado por los primeros
como un acto de indisciplina y una clara muestra de desorganización y falta de
dirección, se les olvidaba el tiempo de aislamiento, de asedio y combate sin
tener los suministros adecuados para proseguir combatiendo como lo hicieron. se apreciaba que “la de caballería constaba solo
de soldados de infantería montados, armados con sus fusiles de los diferentes
cuerpos, que formaron las partidas al mando de Elorreaga y otros que se
nombraban en el acto de hacer alguna salida.” (Apuntes. Sobre la Guerra
de Chile por el Brigadier don Antonio Quintanilla. Página 220. Colección de
Historiadores y Documentos relativos a la Independencia de Chile. Tomo IV.
Imprenta Cervantes. Santiago-Chile. 1900. Colección Memoria Chilena de
biblioteca Nacional MC 0033270).
Lo
ocurrido entre los meses de julio y agosto de 1813, en Chillan, serian el
comienzo del fin de las aparentes buenas relaciones entre la Junta de Gobierno
y el General en Jefe patriota, José Miguel Carrera. Las buenas intenciones
entre los bandos que conformaban el bando patriota durarían sólo hasta que los
éxitos de la fuerza enviada bajo el mando de este último acabaran y el sitio de
Chillan, establecido en pleno invierno iba directamente al fracaso; por lo cual,
cuando levantó el General José Miguel Carrera
el Sitio, casi a finales de agosto, no sólo era tomado como derrota por los
hombres de tropa, sino que en Santiago fue apreciado de la misma manera. Las
complicadas relaciones entre ambos bandos (partidarios de Carrera y contrarios
a este), se dejaban expuestas, al sacarse los antifaces de “los buenos vínculos, amistad y aprecio”; una conducta
diplomáticamente correcta, se desvanecía con cada paso que daban las dos divisiones patriotas en dirección a
Quirihue y la otra a Concepción.
Esto
sucedía cuando el cariz de la guerra había despertado los más bajos instintos
del humano: el saqueo, los robos, las
violaciones, la venganza, la retaliaciones, el rapto de niños y mujeres, la
destrucción de campos y haciendas, de villas y aldeas, demostraban el poco
aprecio a la existencia de las personas que habitaban la región. Esto iría en
aumento con el transcurrir del tiempo y la serie de acciones cometidas por uno
y otro bando, quedarían en el inconsciente colectivo del chileno,
asignándoseles este proceder sólo a los hombres del batallón de Talaveras, destacando
en estas conductas oprobiosas a sus oficiales Rafael Maroto y Vicente San
Bruno, quienes hasta hoy son ejemplos de la perfidia y sadismo contra quien se
considerase opuesto a las ideas de la patria o del Rey. La conducta
indisciplinada de los hombres de tropa hallaba ahora su camino en la crueldad y
el sufrimiento del enemigo, aspecto que no pudieron apaciguar los comandantes y
oficiales de los bandos en litigio.
Los
hombres que llevaron el mando de las fuerzas contendientes durante el año de
1813, comenzarían a sufrir las intrigas de oficiales y partidarios de bandos
contrarios al suyo o que simplemente por la intolerancia a quienes tenían la
jefatura de las tropas. Así el Coronel Juan Francisco Sánchez, era reemplazado
por el Brigadier Gabino Gainza proveniente del Perú y nombrado para sucederle por el mismo Virrey Abascal
producto de las intrigas hechas por el Mayor Justis y el Mayor General Julián
Pinuer a los cuales se les unirían religiosos enviados para solicitar
suministros y las intrigas del Padre Almirall, asesor y hombre de confianza de
Sánchez, quien junto a otros sacerdotes y jefes del partido realista provocaron
que el Virrey le quitara el mando de los Ejércitos del Rey en Chile . En tanto,
el brigadier José Miguel Carrera, producto de la odiosidad sembrada durante su
gobierno, había creado una serie de personajes que obrarían en su contra y
estarían atentos a cualquier tropiezo de él. El levantar el Sitio a Chillan y
de irse a proteger detrás de los muros de la ciudad de Concepción, fue el
corolario de una serie de desastres y acusaciones, de mantener una vida
licenciosa en plena campaña, permitiendo que sus oficiales y tropa actuara de
igual manera, incurriendo en saqueos, robos, violaciones y quema de campos y
haciendas. Al final José Miguel Carrera depondría su actitud terca, entregándole
el mando al nombrado por la Junta de Gobierno como su sucesor, el ahora
brigadier Bernardo O´Higgins.
La
campaña del sur, que se había iniciado en 1813, con la finalidad de acabar con
la amenaza “sarracena” (realista), en las provincias existentes más al Sur del
rio Maule; con el transcurrir del tiempo y después del desastre de Yerbas
Buenas, los bandos en litigio comenzaron
a detener y enviar a las personas apresadas a zonas “más seguras”, donde
cumplirían su castigo de confinamiento. Ya no eran solamente quienes eran
sorprendidos desertando para unirse al bando enemigo o a los hombres que eran
pillados vistiendo el uniforme contrario, sino también, a los denunciados de
simpatizar con las ideas contrarias a las fuerzas que ocupaban la zona en un
momento determinado o que eran expuestos como sujetos que no concordaban con el
ideario de los jefes y generales patriotas o realistas que irrumpían en los
pueblos y zonas territoriales existentes entre los ríos Ñuble y Biobío.
Posterior al Sitio de Chillan, bastaba con despertar la desconfianza o la
denuncia secreta que ocultaba el rencor de quien la hacía en contra del imputado,
producto de la indiferencia a los actos
y acciones realizadas por el bando que ocupaba el poblado en un momento
determinado, para caer en desgracia y ser confinado a lugares tan alejados como
Talca, Valparaíso o el mismo Santiago, en el bando dela Patria, en tanto, los
realistas los embarcaban en las bodegas de los buques apostados en Talcahuano,
para ser remitidos a Chiloé, Valdivia o a las mismas mazmorras de los Castillos
de El Callao, los más afortunados apresados por los realistas verían prisión en
Chillán o en Concepción o en Arauco. Una nota al margen es la existencia desde
la colonia de un sitio penal establecido en el archipiélago de Juan Fernández,
que pasaría de ser un centro penitenciario para delincuentes comunes a uno
político, donde eran enviados quienes eran culpados de hacer proselitismo revolucionario
o de apostasía realista. Los patriotas
padecerían esto durante el proceso conocido como “Reconquista”, en tanto los
realistas lo sufrieron cuando José Miguel Carrera estuvo al mando del Ejército
en campaña y cuando asume nuevamente el poder antes del desastre de
Rancagua.
Aquellas
acciones de los jefes de ambos bandos contra toda persona que se mostrara
opuesta a los idearios que ellos defendían, eran motivadas con el deseo de
acabar con los espías y agentes del bando contrario que informaban de todo lo
que ocurría en el interior de los pueblos y guarniciones dentro del territorio
en litigio. Los agentes realistas y espías se transformaron en el dolor de
cabeza de los hombres de la patria, tal vez por la efectividad de sus acciones
y la capacidad de informar de manera casi inmediata de los hechos o planes que
se fraguaban en el bando patriota a los militares del Rey, incluso hicieron temer que estos
llegaran a planear acciones que atentaran contra la vida del mismo General en
Jefe y de sus hermanos. La capacidad de informar y capturar datos que
beneficiaban a los realistas o los prevenían de algún acción o desplazamiento
patriota, hacían de la red de espionaje y la existencia de agentes, donde
mujeres, hombres, ancianos y todo quien podía entregar datos sobre los
desplazamientos, comandantes a cargo, número de hombres de las guarniciones,
cantidad de tropas montadas, de infantería, milicias, llegada de convoyes o salidas de transportes con cartas y
oficios, patrullajes a realizar y caminos que tomarían, armamento existente entre
las tropas patriotas, etcétera, etc. Eran parte de la información que llegaba a
oídas del Comandante Sánchez y sus oficiales, de los cuales también se
beneficiaría su sucesor, el Brigadier Gabino Gainza. En el bando patriota
producto de la discordia existente entre la Junta de Gobierno y el General en
Jefe, Brigadier José Miguel Carrera, las labores de espionaje quedaron
relegadas a un segundo plano producto de lo expuesto, y la poca capacidad de
informar de lo mismo a los miembros partidarios de la Junta de Gobierno o de la familia Carrera. Será la
acción de las guerrillas y sujetos que cruzaban Los Andes , para alterar y tener
en constante tensión a las tropas del Rey, durante la Reconquista, y quienes
sólo se debían al Gobernador de Mendoza, General José de San Martin, quien
organizaba la fuerza conocida como Ejercito de Los Andes, donde resalta la
figura de Manuel Rodríguez Erdoíza.
Mientras
Carrera se refugiaba en Concepción, veía como los habitantes de la urbe se
mostraban, en su mayoría, contrarios al movimiento independentista, observando
en cada persona un probable espía o agente realista. De esto no se salvaban ni
las mujeres ni los jóvenes; haciendo que los apresamientos y formas de
confinamiento fueran similares entre hombres y mujeres, no importando
procedencia de las familias de estos. Es
así que la esposa e hija de Juan Francisco Sánchez se verían privada de
libertad, en tanto, las partidas de guerrilleros realistas operando entre Los Ángeles y Tomé, sorprendían a la madre y
hermana del hasta entonces Coronel Bernardo O´Higgins, dirigiéndose hacia
Concepción; atrapadas por la fuerza
realista debieron cambiar su camino en dirección a Chillan, donde Sánchez las
recibió cortésmente y entrego la casa que era de ellas en la ciudad. En tanto, en
Concepción José Miguel Carrera, enviaba a las bodegas de los barcos que estaban
listos para zarpar hacia Valparaíso, a los prisioneros acusados de ser
realistas. El trato dado a las familiares de Sánchez, al parecer no fue
indecoroso y cubierto de las normas sociales que permitían el buen vivir de
ellas dentro de la urbe.
El
aprecio que hasta ese momento profesaba José Miguel Carrera al Coronel Bernardo
O’Higgins, producto de lo impetuoso, arriesgado y con aquella capacidad de
liderazgo que hacía que cada hombre lo escuchara y siguiera, digno de un jefe a
quien el aprecio de sus subalterno lo enaltecía ante los ojos no sólo de su
comandante en jefe, sino también, de los oficiales del mismo rango y de mayor
graduación, como asimismo en el mismo gobierno emancipador y dentro de las
fuerzas realistas. Por ello, mismo el
aun General en Jefe de los ejércitos de la Patria estacionado en Concepción, se
vio en la obligación moral de contactar al Jefe de las fuerzas realistas, el
Coronel Juan Francisco Sánchez, al saber que la madre y hermana del Coronel
O´Higgins habían sido tomadas prisioneras y llevadas a la ciudad de Chillan. No
hubo dificultad en la negociación y ambos jefes aceptaron hacer el intercambio
de prisioneros, donde Sánchez lograba volver a reunirse con su esposa e hija y
O’Higgins con su madre y hermana, además de liberarse una cantidad apreciable
de oficiales, agentes, familiares de jefes de ambos ejércitos y hombres de
tropa. Esta actitud distaba de lo que iba sucediendo mientras avanzaba en el tiempo
el conflicto emancipador de Chile, donde los actos de sadismo, crueldad y
violencia iban en incremento, no sólo contra los enemigos de armas, sino
además, contra la población civil, hasta un punto donde no se respetaba ni los
bienes de los que eran partidarios del mismo bando. Ya no sólo era el saqueo de
las haciendas y casas de los declarados adeptos a la posición realista o de la
Patria. Las partidas, en especial, las patriotas se hacían del ganado de los
campos, saqueando las haciendas y casas existentes en estas, quemando estas y
todas las sementeras de diferentes productos (terrenos cultivados) que allí se
podían encontrar. Ya no eran sólo los víveres que se podían hallar en los
campos, era también, la codicia personal de cada hombre por hacerse de todo lo
que juzgaban riquezas y beneficio personal.
Las
tropas del Rey desde el tiempo del cerco en Chillan fueron actuando a medida
que transcurría el tiempo de la misma forma que los soldados de la Patria. Si
bien, al parecer, en cada requisa que hacían de ganado y víveres de los campos
hacían entrega de un vale con el valor de ello, a los dueños o las personas que
en ese momento lo habitaban. Este proceder se iría extinguiendo, para después
actuar de igual modo que las fuerzas patriotas.
La experiencia de este actuar por parte del bando realista y en especial
en las partidas que comandaban jefes como Barañao, Elorreaga, Lantaño,
Urrejola, quedaron patentes en la experiencia sufrida por Bernardo O´Higgins en
su hacienda de Las Canteras ubicada cerca de Los Ángeles, cuya casa y campos
sufrieron el saqueo, violencia y quema de ellos, como castigo por haberse unido al bando de
“los insurgentes”. Producto de lo anterior, Bernardo O´Higgins se dignó a
informar al general Carrera de lo
ocurrido con su Hacienda de Las Canteras, arrasada por una guerrilla realista
que operaba en la zona establecida entre Los Ángeles, Yumbel y las riberas del
rio Itata. Estos hábitos perduraron durante toda la contienda por los hombres
de ambos bandos. Así igualmente, el Coronel Sánchez remitía una misiva a la
Junta de Gobierno de Chile, expresándoles:
“Basto
la rendición de la ciudad de Concepción al General Pareja, para que las tropas
de la provincia de Santiago cometieran las más inauditas tiranías en la
frontera de esta (Concepción), hostilizando, robando las haciendas, saqueando
casas, llevándose presos a los sujetos más distinguidos y aun a los curas y
otros ungidos del Señor, crueldades quer alarmaron a los habitantes de
Concepción y obligaron al señor Pareja a poner en marcha sus divisiones” (Oficio
fechado el 27 de octubre de 1813 y firmado por todos los oficiales del ejército
del Rey).
El
conflicto fue mostrando con el correr de él, la forma de una revolución cruel donde los
hombres nacidos en esta tierra no se perdonarían nada, y la del talión, tan
bien expuesta en la Biblia, en Éxodo 21:24. “…Si hubiera algún
otro daño, entonces pondrás como castigo, vida por vida, ojo por ojo, diente
por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura
por quemadura, herida por herida, golpe por golpe…”. Se fue impregnando no sólo en las emociones de cada sujeto,
sino en el ADN de su propia existencia, como parte necesaria para preservar su vida y de sus
cercanos. Una herencia que nos llevaría a sufrir una serie de revoluciones en
los primeros años de nuestra existencia en pleno siglo XIX y que surgiría de
tiempo en nuestro andar republicano y liberal.
La Guerra por la independencia, considerando las cuatro etapas que se ha
dividido, para entender la historia (Patria Vieja, Reconquista, Patria Nueva e
independencia y Guerra a Muerte), duraría entre 16 y 19 años, finalizando con
la derrota en territorio de Neuquén de las montoneras comandadas por Antonio
Pincheira, en 1829.
Fue un conflicto que se dio a
diferentes niveles y no dejo ausente de ello a sus generales en jefe, quienes
sufrieron las intrigas de civiles, religiosos y subalternos de sus ejércitos, quienes
o no los querían en los cargos, ni toleraban
o no aceptaban que personajes de las características de quien heredaba el
mando, estuvieran dándoles órdenes (
Esto último le sucedía al Coronel realista, Juan Francisco Sánchez. No bastaba
con adjudicarles incapacidades, tosquedad y brutalidad, falto determinación y
de capacidades de dirección; mientras que el jefe patriota, producto de sus
acciones contra muchos miembros de la junta gubernativa, sus golpes de Estado y
su irrefrenable deseo de liderar todo lo que necesitaba el país para lograr la
independencia, los llevó a ganarse el odio de muchas personas, incluso dentro
de la oficialidad patriota y de quienes sufrieron el oprobio y abuso de los
hermanos Carrera. Ambos por diferentes circunstancias vivieron el mundo de la intriga y difamación
política, de quienes eran sus grandes detractores, donde se incluían personas
que operaban directamente con ellos como asesores o cuartel maestre de las
fuerzas en campaña.
A pesar de lo anterior las
fuerzas realistas mostraban más cohesión por parte de los oficiales que
levantaron las banderas del Rey, cuando todo se daba perdido y vieron el
notable impulso que el Coronel Sánchez le dio a sus fuerzas en esos momentos,
logrando elevar la moral y permitiendo recuperar el territorio existente entre
el rio Ñuble y el Biobío, en un par de meses en el mismo año de 1813. En tanto
el infortunio de levantar el sitio de Chillan por parte de José Miguel Carrera,
producto de la situación en la cual se hallaban, carentes de todo y sin recibir
los suministros solicitados desde Santiago, los llevó a ubicarse en Concepción
y la zona de Quirihue, con el fin de no perder las provincias “liberadas”, para
la cauda independentista. El juego de intrigas y acciones políticas desde el
mismo gobierno de Chile, exigieron a este prócer la renuncia del mando de las
fuerzas de la Patria en campaña, lo cual haría después de transcurrir unos
meses, mientras ideaba una forma de mantenerse con el poder de estas y evitar
quedar sin ninguna injerencia política en el devenir del país. Así el nuevo
General en Jefe, Brigadier Bernardo O´Higgins, recibía una tropa establecida en
Concepción totalmente desmoralizada, anárquica y dispuesta a la sedición y a
desertar en cualquier momento. Junto a ello la población de la urbe y de toda la región entre Chillan y
Concepción, un encono contra todo hombre
que tuviera en sus vestimentas los colores de la Patria, en especial hacia los
soldados y oficiales de las divisiones patriotas establecidas allí.
José Miguel Carrera, antes de
entregar el mando había descubierto un complot
realista al interior de la ciudad que ponía en peligro la vida de él,
aplacándolo, -como era su costumbre-, con todo el rigor de la fuerza que las armas le permitían. Si bien el
Gobierno patriota vio como adecuadas las acciones tomadas por este General,
pronto se alarmó, al saber los excesos cometidos contra toda persona acusado de
ser partidario del Rey; aquellos hombres de la patria que tenían una cuota de
poder e injerencia en las acciones que se hacían a nombre del Gobierno de
Chile, se preocuparon por la
responsabilidad que ellos tenían ante estos actos deleznables de abuso y
crueldad contra los habitantes de Concepción. Además les preocupaba las represalias que harían los realistas
contra todo sujeto que fuera partidario de la Patria. Ya en la primera etapa de
la campaña, el General Carrera, había demostrado su feroz conducta, contra
quienes eran acusados de ser agentes realistas y también a los sorprendidos con
cartas y oficios para los oficiales del Rey. No sólo era la aplicación del
castigo físico, sino que además, siempre estaba acompañado de burlas y sarcasmo
contra el torturado, por quienes observaban esto; esto las hacía más crueles y
sádicas en su contexto. Ya en la batalla de San Carlos los hermanos Carrera,
Juan José y José Luis, mostraron una faceta de no contemplación contra ningún
“sarracenos”, ordenando matar a todos los prisioneros que se presentaron en la
choza donde ellos se encontraban, durante el combate. Esta costumbre de los
tres hermanos, como se ha relatado, no dejo de aplicarse durante toda su
campaña y en Concepción, el castigo sería igual para hombres y para mujeres. En
un tiempo donde las diferencias de género eran muy marcadas, el castigo
aplicado a una persona del sexo débil, eran contraproducentes y equivalían de
igual forma a un acto de violación.
Las ejecuciones realizadas en
Concepción, por José Miguel Carrera, a
comienzos de enero de 1814, sembrarían el deseo de la represalia y retaliación
dentro de los oficiales y soldados del Rey. El conflicto por la independencia
de Chila, iba adquiriendo aquella ferocidad
donde no se daría cuartel y el respeto de la vida del enemigo perdía
valor. “Un insurgente bueno, sería uno que estuviera muerto”, lo mismo ocurría
con los realistas en el bando patriota. Los hechos ocurridos en Concepción,
ordenados por José Miguel Carrera generaron un gran terror en la población de
toda la región, donde los abusos realizados por los soldados patriotas de
saqueo, robo y todo tipo de violencia quedaban minimizados y daban luz verde a
que siguieran haciéndose, en especial, contra quienes eran juzgados de ser
partidarios de la causa del Rey. Es de suponer que con las sentencias
ejecutadas, Carrera buscaba generar el
miedo en los habitantes y con ello volver a robustecer su poder dentro del
ejército y reconocimiento por parte de la Junta de Gobierno de Chile. Juzgaba
así, José Miguel, que él volvía a tener
una posición ventajosa, lográndose afirmarse en la comandancia en jefe del
ejército patriota en campaña. Para Carrera ya no era el enemigo realista el que
se tenía que derrotar, existía un
interno que se había establecido dentro del Gobierno de Chile, en su Junta de
Gobierno, en el Senado y comenzaba hacerlo en el Ejército establecido en Talca.
Aunque nunca logró percibir José Miguel Carrera, que al dejar operar de manera
más o menos libre a los hombres de su división, con el fin de obtener los
suministros o víveres que desde Santiago y Talca no les enviaban, los había
llevado por un camino de subversión y desobediencia, que iría generando una indisciplina
a los mandos, tanto por parte de oficiales y hombres de tropa, quienes optaban
por desertar para seguir obrando libremente y otros con el deseo de volver a
una fuerza donde el orden y la obediencia fueran parte del mundo militar. El
Prestigio logrado por José Miguel Carrera durante la campaña llevada a cabo se veía mermado y su autoridad
decayendo de una manera en la cual era culpado de los actos delictuales en los
cuales habían caído los hombres de la división a su mando.
José
Miguel Carrera con el transcurrir del tiempo su desprestigio y con él su
autoridad, habían aumentado, haciendo más difícil hallar dentro del gobierno y
de las fuerzas militares, hombres que respaldaran su deseo de sostenerse en el
mando y de esta forma lograr permanecer en el mando del ejército en campaña y
ejercer el poder de esta fuerza para presionar al gobierno establecido en
Santiago. Este conflicto entre Carrera con la Junta Gubernativa fue un
conflicto latente que más temprano que tarde llevaría a una confrontación entre
partidarios de la Patria. Esto sucedería entre quienes habían sido personas que
se tuvieron gran estima, hasta que O´Higgins asumía la comandancia en jefe,
cargo que entregaba Carrera con un alto grado de disconformismo y/o disensión,
lo cual lo llevaría a retornar a Santiago, después de su liberación por los
Realistas producto del tratado de Lircay dando un Golpe de Estado y haciéndose
de la primera magistratura del gobierno independentista, lo cual haría, que el
Brigadier O´Higgins abandonara la defensa del rio Maule, confiando en el pacto
firmado con Gabino Gainza, el cual juzgaba se respetaría, para poder dirigirse
con sus fuerzas en dirección a Santiago y obligar a los hermanos Carrera a
devolver el mando a Francisco De La Lastra, enfrentándose ambas fuerzas
patriotas en la zona próxima al rio Maipo, denominada Tres Acequias.
La
anomia general de los hombres del ejercito patriota en Concepción y en toda la
región, eran el legado a las decisiones y acciones que José Miguel Carrera
había tomado, como era el levantar el sitio de Chillan, cuando el tiempo
empezaba a mejorar, junto a otras determinaciones y el corolario de todo, su
huida en el combate de El Roble, abandonando a sus soldados. Todo lo expuesto
llevo a la Junta de Gubernativa a buscar la forma de sacar del mando a Carrera,
quien juzgaba que estas pretensiones por parte de los miembros del Gobierno eran
del mismo tipo de actos criminales, a la deserción de los soldados, el robo, la
violación de personas y propiedades. La forma de pensar de José Miguel Carrera
para estas fechas de 1814, sólo demostraban lo contrariado que estaba, producto de las malas
determinaciones que él mismo realizó. En este complejo estado psicológico, el
General Carrera se motivaba a escribirle a la junta de Gobierno, sobre la
situación existente en Concepción y en especial dentro del ejército que el
comandaba, transparentando las actitudes de los hombres a su mando, donde no
era solamente el saqueo, el hurto o la deserción, sino actos más violentos y
contra las personas donde el matar y el
violar a todo habitante de la región de
Concepción, que tuviera el error de encontrarse frente a frente con una de
estas partidas de soldadesca patriota sedienta de calmar las pulsiones humanas
más bajas. Estos eventos llevaron a
muchos partidarios de la patria a repensar su
respaldo y en apoyar fervorosamente a la causa realista.
El
General Carrera escribió, así un oficio el día 6 de enero de 1814 a la Junta de
Gobierno, escribiendo: “Al ejemplar del criminoso de Mackenna y de
García (que se marcharon a Talca),- decía el mismo Carrera-, siguió la lancha
cañonera que fugó con toda su tripulación y parte de la otra. Fue apresada pero
escaparon con dirección a Chillan los reos. El Capitán de Granaderos, don Juan
Miguel Cevallos desertó con casi toda la compañía y sembró en el batallón.
Tales máximas y noticias funestas que no haber aplicado pronto y eficaces
remedios hoy serían la provincia y el
ejército victimas de su iniquidad. El
subinspector de Infantes de la Patria, a pesar de tener mi pasaporte para que
pasase a Talca, luego que hiciese entrega del batallón y de alguna otra cosa
del que ha sido encargado, sembrando peores noticias que Cevallos, tentó
llevarme la guarnición de Penco y todos los soldados montados que hubiese
podido persuadir. La trascendencia de estos hechos indignos en hombres de
honor, no puede ocultarse a la penetración de V.E. Se descubrió la horrorosa conspiración, se
aseguraron los cómplices; y cuando creí que me ayudarían a cortar un mal tan
grave, recibí el mayor desengaño. El uno decía que no era cierto este atentado:
el otro que estábamos perdidos: otros ocultaban los caudales y alhajas: otros
pedían licencia para irse a Talca: otros se reunían en lugares muy públicos a
lamentar la total ruina del ejército y de la provincia: otros decían que yo era
sospechoso; en fin, cada uno hablaba lo que quería y todos nos llevaban al
precipicio a pasos muy largos” (Historia General de Chile. Tomo IX.
Diego Barros Arana. Capítulo XIX. Páginas 224-225. Editorial Universitaria. 2°
Edición. Julio de 2002. Santiago de Chile)
José
Miguel Carrera empezaba a creer que la falta de suministros y de pago a la
tropa y oficialidad era la causa de este actuar en su ejército, demostraba la
ignorancia de conocer el sufrimiento vivido por sus enemigos al mando del
Coronel Juan Francisco Sánchez. Desconocía que los hombres pueden resistir una
serie de situaciones, siempre y cuando que quien los dirija tenga claridad en
los objetivos a cumplir y la capacidad de presentarles las dificultades que se padecerán
y el fin último a perseguir a los hombres a su cargo. El coronel realista que
asumía el mando de las tropas reales en Chile después de la muerte del
Brigadier Antonio Pareja, demostró tener aquella capacidad y liderazgo, a pesar
de su tosquedad y rudimentario actuar. No sólo supo motivar e impregnar de su
ímpetu a sus hombres, sino, también, de rodearse de asesores cuyas habilidades
en ciertos juegos políticos, económicos
y de administración de recursos,
él se sentía estar negado. En tanto, en el bando patriota, el Brigadier José
Miguel Carrera, demostraba una ceguera, donde no reconocía que las decisiones
tomadas no fueron las más acertadas y produjeron un derroche económico, en
suministros, armas y hombres bastante onerosos, convirtiéndose en una sangría
del pequeño o escaso erario nacional. A pesar de ello, Carrera en Concepción se
había procurado mantener medianamente armada y nutrida de suministros a las
tropas que él deseaba mantener leales. Por ello las defensas de las casas y
protecciones de ventanas eran arrancadas y transformadas en lanzas, todo el
plomo que se encontraba se transformaba en perdigones o balas de fusil y se
retiraban de los campos cercanos todo producto alimenticio que permitiera
sostener a las tropas establecidas en la ciudad a la orilla Norte del Rio
Biobío.
El
ocaso de uno y otro general de las fuerzas en conflicto, fueron totalmente
diferentes, mientras Juan Francisco
Sánchez lograba el reconocimiento de los oficiales y jefes de sus tropas y de
los líderes políticos existentes en el país, a pesar de la intriga hecha por
sus dos asesores, algunos religiosos y oficiales del Ejército del Rey; en
tanto, José Miguel Carrera, caía en la desgracia más tremenda que puede vivir
un líder, que es tener una desprestigio y pérdida de autoridad estando aun al
mando de las tropas, cuya desorganización estructural de su ejército eran
consecuencia de la falta o la incongruencia de las normas mínimas de obediencia
requeridas para una fuerza militar que se juzgue efectiva y operativa. A esto
hay que agregarle el ambiente de desconfianza
y de recelos existentes, entre los habitantes de la región de
Concepción, contra la fuerza de la Patria y su General en jefe. Llegaba a
establecer una especie de Cabildo Abierto para solicitar a los residentes de
Concepción que hicieran el esfuerzo de nutrir a los hombres que vestían el
uniforme de la patria de suministros para su existencia. Situación que en ese
momento era ya impensado que un poblador de la ciudad se esforzara por darle a
la soldadesca patriota la alimentación diaria que necesitaban, producto del
actuar de estos contra ellos.
Mientras las
fuerzas del rey recobraban sus energías y ganas de luchar, las fuerzas de la
patria iban en retroceso. Tsun Tzu en su libro el arte de la guerra expresa
que: “Una
vez comenzada la batalla, aunque estés ganando, de continuar por mucho tiempo,
desanimará a tus tropas y embotará tu espada. Si estás sitiando una ciudad,
agotarás tus fuerzas. Si mantienes a tu ejército durante mucho tiempo en
campaña, tus suministros se agotarán.” Y Carrera no sólo se dedicó a
desgastar a sus fuerzas en un cerco en pleno invierno, donde el viento y la
lluvia hizo estragos en sus hombres, en tanto los realistas protegidos en
casas, alimentados y manteniendo no sólo su ropa seca, sino también sus
municiones, se convirtieron en un verdadero dilema y desafío imposible de
solucionar para el general patriota y sus jefes, aún más, el tormento de las
partidas del rey que recorrían los territorios existentes entre el rio Ñuble y
el Biobío, incluso más allá de aquella zona, con el fin de interceptar los
convoyes de suministros patriotas, capturar ganado y cosechas de los campos
existentes en la comarca, como asimismo, la recluta de hombres para nutrir a
las fuerzas realistas de nuevos combatientes. Este último aspecto, con el
transcurrir del tiempo se fue transformando de una acción forzada a una
aparentemente voluntaria, pues la forma de combatir dentro de las tropas
realistas, había tomado las características de guerrillas, donde las destrezas
de saber montar a caballo, la utilización del laso, la lanza y el cuchillo
primaban por sobre el saber disparar un arma de fuego, lo cual aprendían con la
instrucción que recibían dentro del Cuartel General establecido en Chillan.
La
situación para las fuerzas de la patria bajo el mando de José Miguel Carrera no
era muy auspiciosa, al estar totalmente dependiente de las decisiones
personalistas del General en Jefe y sus hermanos, quienes lo hacían velando por
mantener una hegemonía sobre el poder civil existente en Santiago. El avance
victorioso y rápido en plena estaciones de verano y otoño del año 1813,
sometiendo a todo el territorio continental que se conocía por ese entonces de
la Capitanía General de Chile, habían elevado la imagen de José Miguel Carrera,
casi como un gran estadista y eminencia militar, pero el fracaso del Sitio de Chillan,
al enfrentar las inclemencias de la naturaleza en plena estación invernal, la
falta de suministros, de los cuales los pocos y escasos que se lograban reunir
en Santiago, eran retenidos en Talca para las fuerzas que estaban recibiendo
instrucción y las pocas que lograban llegar a la región en convoyes, sólo las
que podían esquivar a las partidas realistas que asolaban la zona, cubrían en
una ínfima proporción las necesidades y demandas de los hombres que combatían
por la patria. Todo esto obligo a que levantase el Sitio, lo cual, para
muchos fue la gran derrota sufrida por
el bando patriota.
“En
situaciones de defensa, acalláis las voces y borráis las huellas, escondidos
como fantasmas y espíritus bajo tierra, invisibles para todo el mundo.”°
Así Sánchez en Chillan, en las fosas y trincheras creadas, mantenía a sus
hombres tranquilos y en una impaciente calma ante cualquier movimiento
proveniente desde las parapetos patriotas que rodeaban el pueblo; sólo el
intercambio de fuego entre los cañones de ambos contendientes rompía el
silencio de la paciente espera realista. Pero, a las tropas reales montadas que
salían como partidas dirigidas por un oficial o jefe, Sánchez les imponía que: “En
situaciones de ataque, vuestro movimiento debe ser rápido y vuestro grito
fulgurante, veloz como el trueno y el relámpago, para los que no se puede uno
preparar, aunque vengan del cielo.” °°. (°,°°.
El Arte de la Guerra de Tsun Tzu. Capitulo IV Sobre la medida en la disposición
de los medios)
“Cuando
tus tropas están desanimadas, tu espada embotada, agotadas tus fuerzas y tus
suministros son escasos, hasta los tuyos se aprovecharán de tu debilidad para
sublevarse. Entonces, aunque tengas consejeros sabios, al final no podrás hacer
que las cosas salgan bien” (El Arte de la Guerra de Tsun Tzu. Capitulo
IV Sobre la medida en la disposición de los medios). La situación de Carrera no
difería en ninguna palabra a lo expresado por Tsun Tzu. La retirada hacia el
cerro Coyanco, cercano a la confluencia de los ríos Ñuble e Itata, donde se
encontraba el cuartel general de las fuerzas de la patria, desalentaba a las
tropas que habían enfrentado con estoicismo las inclemencias naturales y
combatido a las fuerzas realistas que habían osado aventurarse hacia las
trincheras donde ellos estaban. Aquellas tropas lograron experimentar un cambio
positivo, transformándose en hombres curtidos en batalla y que habían
comprendido el porqué de las instrucciones y normas castrenses. Con el correr
del tiempo y ver que la oficialidad procedía de manera indecorosa contra los
habitantes de la región, llevó a muchos de estos a copiar tales acciones, a desertar y convertirse en
verdaderos delincuentes armados que se dedicaron a saquear y robar a los campos, aldeas y haciendas que
encontraban indefensas.
El prestigio
de José Miguel Carrera caía en un desprestigio de tal nivel, que el temor que
había engendrado en la población de la región, no evitó que el doctor Miguel
Zañartu, tomando la representación de cada habitante del territorio de
Concepción y del sentir de estos, lo acusara de ser el causante de toda la
miseria que se estaba sufriendo en la comarca y en las fuerzas que el primero dirigía.
El mismo General José Miguel Carrera exponía a la Junta de Gobierno, la
situación vivida en el Cabildo solicitado por él: “habló diciéndome ,-agrega el
mismo Carrera-, que respecto a los auxilios de V.E. Tardaban, porque yo no entregaba el mando, era preciso y conforme
a la voluntad del pueblo, que hiciese reconocer al nuevo general, depositando
desde luego el mando en otro oficial. A esto respondí que se equivocaban y que
debían persuadirlos de lo contrario los oficios de V.E. Lo mandase, hacia la
entrega hasta en manos de un cabo de
escuadra; y que cargando sobre mí la responsabilidad y que accediese a su demanda.
Entonces les hice entender que no había autoridad igual ni superior a la mía, y
que no quería condescender con locuras, con perjuicio del Estado y de mi honor,
que pensasen en socorrer el ejército; que aquel no era pueblo ni había sido
llamado para semejante cuestión, que el pueblo de Concepción ni ningún otro
podía mandar en el ejército del Estado, porque así llegarían sus facultades o
las del gobierno que lo representa y que es el único a quien obedecía; que
pensasen en auxiliarme y no hablasen más en materias sin fundamentos. Observé
gran altanería en dos o tres de los concurrentes, al mismo tiempo que otros
declararon por la suposición de Zañartu en figurarse representante de la
concurrencia y hube de contenerlos ofreciéndoles las bayonetas si no bastaban
mis justas reflexiones. Entonces siguió el orden, y acordaron escribir a
V.E. Los oficios que ya había recibido,
y el juntar el caudal suficiente para entretener a la tropa por veinte días, lo
que van verificando a costa de muchas reconvenciones y disgustos”. (Oficio
citado de Carrera a la Junta Gubernativa. Historia General de Chile. Tomo IX.
Diego Barros Arana. Capitulo XIX. Página 225. Editorial Universitaria. 2°
edición. Santiago de Chile. Julio de 2002)
En vez de
calmarse los ánimos en Concepción después del Cabildo que enfrentó a Carrera
con los habitantes de la urbe, estos comenzaron a mostrar la tensión y
desavenencia contra las huestes patriotas y su general, mimetizada en una
aparente tranquilidad, que ocultaba la posibilidad de que explotase una
sublevación de los habitantes contra Carrera y sus hombres. Aparentemente José
Miguel Carrera había logrado aquietar el ímpetu de los ciudadanos de Concepción
y Talcahuano, por medio de la represión y el castigo a todo a quien era
apuntado como un exaltado contrario a él y a la Patria. El ejército a pesar de
tener dentro de él a fuertes detractores al General Carrera, este se mantuvo
subordinado a él, gracias al desplazamiento de todos los oficiales que no
toleraban las conductas y procedimiento de este, en referencia a la población y
a la permisividad hacia el proceder de sus hombres. El aparente apaciguamiento
de ánimos, eran simplemente una situación que de uno u otro modo debía
explotar, llevando a suponer que pronto surgirían movimientos contrarrevolucionarios,
como los vivido por Carrera en diciembre de 1813. La rigurosidad aplicada por Carrera para
aplacar esta y dar a su vez un ejemplo de cómo se procedería ante nuevas
acciones de insurrección con las personas que las intentaran realizar, no fue
capaz de frenar la sublevación, y sólo aumento el malestar de la población
civil en contra del movimiento emancipador, incluso de personas que eran
partidarias de este. Lo único que le quedaba por hacer a José Miguel Carrera
era entregar el mando a quien fuera nominado por la junta de gobierno para
dirigir a las fuerzas de la Patria.
La Junta de
Gobierno se había desplazado hacia Talca, con el aparente deseo de ver la evolución en los reclutas que allí se instruían para formar nuevas
levas de soldados; aunque también para demostrar la preocupación existente en
el gobierno por la situación que aquejaba a la región al Sur del rio Maule, en especial
a la ciudad de Concepción y sus habitantes, donde se había establecido el
General Carrera con una de las divisiones patriotas en campaña. Los miembros de
la Junta independentista estaban al tanto de lo que estaba ocurriendo en la
zona existente entre el rio Ñuble hasta las riberas del Biobío:
·
El ejército realista comenzaba a operar
libremente por la zona y había recuperado la mayoría de los territorios
existentes, aislando a los patriotas en Concepción, como asimismo evitando que
la división establecida en Quirihue traspasara el rio Itata. Evitando de esta
forma que ambas divisiones patriotas se reunieran y actuaran en concordancia
contra Chillan.
·
Los soldados de la patria estaban cometiendo
todo tipo de exceso contra los habitantes de la comarca, donde todo tipo de
violencia estaba justificada por los oficiales con el simple hecho de acusar a
los habitantes del campo o aldea violentada como partidarios del rey
·
La escasez de víveres que sufrían las tropas
patriotas aisladas en Concepción.
·
El descubrimiento de una conspiración,
supuestamente realista contra el general en Jefe, José Miguel Carrera, quien
actuó duramente reprimiendo a sus participantes. El cual fue en un principio,
aplaudido por la misma Junta de Gobierno.
·
El aumento de muestras de descontento contra las fuerzas patriotas, por parte de
los habitantes de la región
·
El descontento de una parte de los oficiales del
ejército independentista contra su General y el proceder de éste y sus
hermanos.
·
Y…la demora que el General Carrera establecía
para entregar el mando y reconocer de forma pública al sucesor que había
elegido la mismísima Junta gubernativa.
La Junta de
Gobierno al estar en conocimiento de la situación que estaba viviendo la
principal ciudad del Sur del país, no
sólo se desplazó hacia la ciudad de Talca, sino también, tomaban la decisión de
enviar a uno de ellos para Concepción y de paso por Quirihue, con la finalidad
de apaciguar los ánimos y demostrar que el Gobierno Central de Chile estaba
preocupado por la condiciones existentes en la región existente entre el rio
Maule y el Biobío, como asimismo, expresar a los habitantes de Concepción y sus
alrededores que no estaban abandonados ni tampoco aislados, Aquella tarea
recayó en el vocal José Ignacio
Cienfuegos, a quien, además, se le entregaron
un pequeño caudal de monedas que iban como remesas para el pago de los
sueldos de los soldados y oficiales del ejército patriota y amortizar de esta
forma lo que se les seguía adeudando. Cienfuegos marchaba hacia la ciudad de la
ribera Norte del Biobío, con la misión de normalizar el entorno político y
social existente en esta urbe, siendo su fin último hacer desaparecer cualquier
complicación al cumplimiento establecido por la Junta de Gobierno, en relación
al cambio de Comandante en Jefe de las fuerzas en campaña.
Junto
a lo anterior, el vocal José Ignacio Cienfuegos, debía tomar conocimiento sobre
los procesos seguidos en la causa de conspiración en contra del General en Jefe
José Miguel Carrera, por un grupo de personas de la ciudad y estudiar cada uno
de los procesos y condenas establecidas a los ciudadanos acusados de participar
en el complot, teniendo la autoridad plena del poder gubernamental de los
independentistas, para modificar las penas que juzgase ser excesivas y
restituir la libertad a quienes fueron detenidos por simple sospecha. No sólo
esto realizaría, sino que determinaba poner a la venta la carga que se
encontraba en las bodegas de la fragata española, “Las Dos Hermanas”, apresada
en Talcahuano.
Con
estos cometidos expuestos en los párrafos anteriores, el vocal José Ignacio
Cienfuegos, arribaba a la ciudad de Concepción
el día 26 de enero de 1814, donde al parecer, el General Carrera, esa
misma jornada quiso demostrar su autoridad por sobre Cienfuegos, al solicitar a
este último que depositara el dinero que transportaba (unos $ 30.000.-), en la
tesorería de la ciudad. Cienfuegos ante esta demanda del aún Comandante en jefe
patriota, se negó rotundamente, expresándole que era de su responsabilidad el
pago a los hombres de la fuerza patriota de la división existente en aquella
urbe. Agregaba, Cienfuegos, “que esto lo haría desde la casa donde se
alojaba”. El encono que surgía entre ambos, seria heredado a la misma
Junta de Gobierno y José Miguel Carrera empezaría a ver a todo a quien
expresara alguna desavenencia a sus ideas, como un potencial enemigo para la
él, su familia y la causa independentista. El General Carrera irritado con la
conducta de Cienfuegos, y para demostrar que aún mantenía la autoridad,
solicitaba al vocal de la Junta de Gobierno los credenciales de su comisión.
Este conflicto que el primer día demostraba la rivalidad entre ambos personajes
de nuestra historia, no sólo expresaba la desavenencia entre la Junta de
Gobierno y José Miguel Carrera, sino
también, daba a luz la división existente en el ejército patriota en campaña,
donde existían detractores y partidarios de José Miguel Carrera. La
semilla de un encuentro por las armas entre ambos bandos patriotas estaba
cimentada, sólo bastaría un pequeño chispazo para que esto sucediera.
Orgulloso
José Miguel Carrera, tomaba unos días en tomar la decisión de reconocer a quien
asumiría el mando de los ejércitos patriotas en campaña y para demostrar que no
era él quien generaba el conflicto al interior de movimiento emancipador y su
novel organización político-administrativa. Es así , que seis días después de
la llegada de José Ignacio Cienfuegos a Concepción, es decir, el 1 de febrero
de 1814, extendía como orden del día, la copia de lo escrito el día 27 de enero
al ahora Brigadier Bernardo O´Higgins: “Concepción 1 de febrero de 1814. El
Gobierno Supremo del Estado ha dispuesto se reconozca por General en jefe del
Ejército Restaurador al Coronel, don Bernardo O´Higgins. A las divisiones de
Concepción. ¡Defensores de la libertad, restauradores de Chile, soldados
constantes y dignos de una memoria eterna! Al retirarme de vuestro lado y al
dejar el mando en manos del virtuoso y
valeroso O´Higgins, os pido que
concluyáis la obra con el mismo
entusiasmo que habéis manifestado y acreditado hasta hoy; que alejéis de entre
vosotros las facciones, la insubordinación, la pereza y todas las faltas
impropias de un verdadero militar, que sigáis ciegamente cuanto os mando
vuestro jefe, para tener el consuelo de oír muy breve resonar en el globo
entero las glorias americanas, a que es consiguiente la felicidad del Estado,
único objeto de los desvelos de quien fue vuestro General Carrera”.
Bernardo
O’Higgins recibía el mando del mismo general José Miguel Carrera, después de un
maratónico viaje a caballo hacia Concepción. Marchaba desde Talca hasta
Quirihue y de este pueblo a Concepción, con el fin de asumir de manera
inmediata el mando de las tropas por parte
de Carrera, quien lo hacía con el afecto y estima que aun en ese tiempo
se tenían. En tanto, José Ignacio Cienfuegos asumía la dirección política-
administrativa de la ciudad. José Miguel Carrera cedía ante la presión vivida, al ver que
mientras más tiempo trataba de sostenerse en el poder de la fuerza militar en
campaña, su imagen, la de su familia, era cada vez más denostada. Sus constantes
desvelos y quebraderos de cabeza por buscar una forma de salir de aquella
hostigosa coacción y el ver que no pudo derrotar a quien consideraba el más
detestable y enconado enemigo, el Coronel realista Juan Francisco Sánchez, a
quien el general patriota José Miguel Carrera en su obcecada culpaba de todos los males que le habían
ocurrido,
O´Higgins
caía en el mismo error que José Miguel Carrera de imaginar que el cerco de
Chillan, aislando a la fuerzas realistas en el país en aquel poblado y
bloqueadas sus vías de comunicación con el exterior, generaron en estas una
terrible desazón y padecimientos y ahora que debían extenderse por defender
todo el territorio existente entre el rio Ñuble, cruzando las riberas del
Biobío hasta llegar al Golfo de Arauco, serian fáciles de aniquilar. Desconocían
así, toda la información recibida sobre las comodidades logradas en Chillan, el
suministro de alimentos, vestuario y
techo, que incondicionalmente sus pobladores les dieron, producto de la
fervorosa actividad propagandística realizada por los monjes y religiosos
establecidos en la urbe. Ahora se les agregaba la llegada de un refuerzo en
hombres y suministros desembarcados en Arauco y que marchaban hacia el Norte en
dirección a la ciudad que operaba como Cuartel General de las fuerzas del Rey
en el territorio chileno. A finales de 1813, en las estaciones más estivales de
ese año, las fuerzas realistas cuya virtud era la rapidez de sus
desplazamientos al estar todos sus hombres montados, recorrían todo el
territorio, logrando una fluida comunicación con el exterior y los puntos de
salida de ella, como era el Golfo de Arauco. Este último fuertemente protegido
por los lonkos Mapuches aliados al Rey.
El
ejército realista vivía los instantes de libertad y que obligaban a Sánchez a
establecer una reorganización de sus fuerzas si quería proseguir cumpliendo con
la misión que le entregaba Pareja, en relación a llegar a Santiago y someter a
los díscolos insurrectos que se arrogaban el poder de administrar el territorio
y las personas de los que era la
Capitanía General de Chile. Desde
Chillan, convertida ahora, en el Cuartel general de las fuerzas del rey en el
país, el coronel Juan Francisco Sánchez ordenaba instruir a los hombres en las
tres armas que operaban (artillería, Infantería y caballería). La virtud de
estos era que todos eran montados, decisión que había tomado en los primeros
días de haber llegado a Chillan en el año de 1813. Esta nueva instrucción
permitía a sus fuerzas alcanzar un mejor nivel combativo y los nuevos reclutas
homologarse en disciplina y habilidades a los más veteranos. A pesar de la
confianza de Sánchez del apoyo del Virrey y de la isla de Chiloé, con nuevos
refuerzos y suministros, que le enviaría, se olvidaba de las intrigas que se
habían sembrado desde que fue nombrado el sucesor de Pareja en el mando de las
fuerzas reales, por este mismo oficial antes de su muerte.
Mientras
el General Carrera había cimentado el mismo su
derrocamiento al mando del ejército patriota, en el bando realista las
intrigas fueron tan perversas en contra de Sánchez, que al final el Virrey
optaba por sacarlo de la comandancia de las tropas realistas en Chile,
olvidando todos los logros establecidos por esta fuerza bajo su mando. Así y lo
más perniciosos fue la planeada por sus dos asesores, el Secretario e Intendente provisional del Ejército, Matías
de La Fuente y Fray José Almirall, junto a otros más siniestros personajes ,
con la finalidad de sacarlo del mando y conformar una junta que dirigiera al
ejército. Esta idea no fue tolerada por los oficiales del Rey en su mayoría, y mucho menos por
quienes habían llevado el esfuerzo de dirigir a los hombres en acciones, como
Ildefonso Elorreaga o Luis Urrejola, entre otros, incluso el mismo Quintanilla,
tan detractor de Sánchez, se oponía a estas acciones encubiertas y a la espalda
del que era su comandante en jefe. La actitud de los jefes civiles era
apreciado por las jefaturas militares desde el nivel de pelotón hasta los más
altos cargos, como un acto deleznable y pésimo para los partidarios del Rey; en
especial, dada la situación que se había padecido y que recién se comenzaba a
superar, rechazándola con la misma entereza con la cual enfrentaron al enemigo
patriota en el campo; pero, la semilla de la intriga ya había sido sembrada
mucho antes con la llegada a mediados de 1813 del Mayor Justis, el Sargento
mayor Navia y el cuartel Maestre Tejeiro, todos quienes habían solicitado
retirarse de Chillan en dirección a Talcahuano para no estar al mando del
Coronel Juan Francisco Sánchez. Estos sujetos
con sus rumores propagados en
todas direcciones en el Perú, acerca de lo carente de virtudes que tenía el
comandante en jefe realista en Chile, que llegaron a los oídos del Virrey
Abascal y a las cuales se sumaron el de las intrigas realizadas en Chillan por
los mismos asesores del general en jefe realista. El golpe de gracia a
Sánchez seria dado por el mismo emisario
enviado al Virreinato para solicitar nuevos suministros y refuerzos; este
hombre era el antiguo cura del puerto de Talcahuano, Juan de Dios Bulnes, quien
arribaría un día 3 de diciembre de 1813 al Callao, dirigiéndose de inmediato a
Lima para informar al Virrey José Fernando de Abascal y Souza de todo lo
acontecido en la Capitanía General de Chile, en especial de los logros
obtenidos y del buen pie de los hombres tropa, a pesar de los padecimientos
vividos y desgracias sufridas. Ahora no
sólo solicitaba lo expuesto por Sánchez, sino también, exponía las escasas
virtudes que tenía éste para dirigir al ejército realista en Chile.
El
religioso Juan de Dios Bulnes informaba al Marqués de la Concordia, titulo con
el cual se conocía a Fernando de Abascal, que el Coronel Juan Francisco Sánchez
y Seixas, a pesar de ser un fiel y leal a la causa del Rey de forma
incontrastable, de tener un alma de gran entereza, carecía de las capacidades
de dirigir operaciones más complicadas que sólo oponer una tenaz resistencia
dentro del pueblo de Chillan y había logrado tener la animadversión de toda la
oficialidad del ejército. Con esta presentación y sumado todo lo anterior el
Virrey Abascal resolvía buscar un oficial de su confianza a quien entregar el
mando de la fuerza existente en Chile, como asimismo, hacerle entrega de los
recursos disponibles para abrir una nueva campaña en contra de los insurrectos
de la Capitanía General, teniendo el claro objetivo de acabar de una vez por
todas con los revolucionarios o patriotas. El elegido era el Brigadier Gabino
Gainza y Fernández de Medrano, quien
demostraba carecer de un carácter firme como el de Sánchez, lo cual lo llevaba
actuar con gran prudencia y de forma más honorable, aspectos que llevaron al
Virrey Abascal a creer que el Brigadier realista tenía todas las
cualidades para dirigir a los oficiales curtidos en aquellas formas de combatir
en Chile. Aunque lo que más motivaba el nombramiento de Gainza al Virrey del
Perú, era que el Brigadier Gabino Gainza acabaría con las intrigas de jefes
civiles y oficiales partidarios del Rey, al tener sobre ellos un oficial de
línea y de alcurnia, además seria respetado por los patriotas en caso de
establecer alguna negociación. Sánchez recibía de esta forma, lo que hoy
conocemos como “el pago de Chile”.
“El
Coronel Sánchez estaba esperando con la mejor ansiedad los auxilios que había
pedido a Lima, lisonjeándose dar con ellos un impulso rápido a la guerra de
Chile, pero estaba bien lejos de creer que con ellos le fuera enviado un jefe
extraño a rebajar el mérito de sus hazañas y a disputarle el honor de sus
triunfos sucesivos. Si aquel benemérito oficial tuvo el consuelo de saber que
había arribado a las costas de Arauco un bergantín bien provisto de armas y
municiones, vestuarios y dinero, tuvo al mismo tiempo el dolor de saber que don
Gabino Gainza venía a encargarse del mando de aquellas tropas que él había
creado y que tantas veces había conducido a la victoria” (Colección de
Historiadores y Documentos relativos a la Historia de Chile. Revista de la
Guerra de la Independencia. Tomo XVI. José Rodríguez Ballesteros. Página 147.
Imprenta Cervantes. Santiago, Chile.1901).
El
tomar conocimiento de la llegada del Brigadier Gabino Gainza, para asumir el
mando que el difunto Almirante Pareja le había entregado a él, en los momentos
de su agonía, Eran para Sánchez la peor de las afrentas que había sufrido y
jamás esperado que lo hiciese el mismo Virrey Abascal. Su desazón era mayor al
ver que los suministros solicitados por
él a Abascal eran remitidos junto al nuevo Comandante en Jefe del Ejército
Real, que venía a reemplazarlo producto de las intrigas surgidas a sus
espaldas, incluso de sus mismos asesores y personas de confianza. Los víveres
que se le informaban habían sido desembarcados eran ínfimos para la campaña que
Sánchez había planeado. Las tropas solicitadas por este último oficial realista
a Chiloé habían desembarcado dos días antes de la anunciada llegada de Gainza y
los suministros procedentes del Perú. Con el nuevo General en Jefe, arribaban
un destacamento de doscientos soldados del Regimiento de Infantería del “Real
de Lima”, junto a estos descendían a
tierra cuatro piezas de artillería, las cuales se ubicaron en la plaza de
Arauco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario