Nuevos
Generales, situaciones similares.
Una vez interiorizado de todos los pormenores, Gabino Gainza pensó en aislar a la división que ahora se encontraba a las órdenes del Coronel Patriota de origen irlandés, Juan Mackenna O´Reilly, la cual acampaba en la ribera Norte de la Confluencia de los ríos Ñuble e Itata, en un lugar llamado “El Membrillar”. Gainza creía que al ver la fuerza realista existente en la ribera opuesta, el oficial patriota se encontraría en la obligación de rendirse. A pesar de lo que pensaba, Gainza no dejo de dirigir a sus hombres, encargándole a Ildefonso Elorreaga, que se fuese a ubicar al Norte del Rio Ñuble, con la finalidad de cortar la comunicación de Mackenna con la ciudad de Santiago y como se ha expresado en los párrafos anteriores se había encomendado a Clemente Lantaño para que vigilara los sectores aledaños de la ribera Sur del Itata, con la finalidad de apresar a todo destacamento o partida de soldados patriotas que se dirigieran a Concepción, debiendo operar de acuerdo a otro oficial de fama, como fue el Coronel Manuel Barañao. Con esto, Gabino Gainza, imaginaba que la división al mando de Juan Mackenna quedaba totalmente cercada. El nuevo General realista, demostraba, así el desconocimiento de la geografía, del territorio y de sus habitantes. El Coronel Mackenna mantendría las vías de comunicación con Talca y Santiago, expeditas, por la zona de Quirihue y el trayecto hacia el Norte por la zona costera hasta Cauquenes.
El General
realista que sucedía en el mando al Coronel Juan Francisco Sánchez, desde su
partida de Arauco hacia Chillan se venía informando de la situación de las
tropas patriotas, que ahora al mando del Brigadier Bernardo O´Higgins, las
cuales se encontraban en un pésimo estado, heredado de las conductas y
procederes de los oficiales y jefes
dirigidos por el ex comandante del Ejército chileno, Brigadier José Miguel
Carrera. Así el consejero de Gabino Gainza, quien venía en la expedición que
zarpó de El Callao, señor José Antonio Rodríguez Aldea en su declaración
durante el proceso al primero (General Gainza), declaraba: “…Supo entonces, dice una
relación autorizada, el débil estado del enemigo. Sus pocas fuerzas en El
Membrillar (con Mackenna), y en Concepción (con O´Higgins), la facilidad de
destruirlo a poca costa, la discordia en que se hallaba de resultas de haberse quitado el mando a Los
Carrera y el buen estado de nuestro ejército”. Aquel conocimiento de
las fuerzas patriotas, llevaba a este oficial y sus jefes de estado Mayor y sus
asesores a idear un plan que condujera a recuperar las ciudades de Concepción Y
Talcahuano. Incluso el antiguo asesor del Coronel Sánchez y uno de los que
traicionó las confianzas de este último, al comunicar y confirmar como
legitimas las intrigas que dañaron la
reputación de este terco y leal oficial del Rey. Ahora el padre Almirall, escribía
un carta el 20 de febrero de 1814, al
entonces Gobernador de Chiloé, Ignacio Justis , donde deja ver que las ideas de
atacar la ciudad de Concepción fueron en parte ideadas por él. Un fenómeno que
demuestra como la pugna por lograr un reconocimiento y cuota de poder dentro
del entramado organizacional de las fuerzas realista y también de la
administración político-administrativa del gobierno existente en el Virreinato
del Perú y en la Capitanía General de Chile.
“Señor
Don Ignacio Justis- Chillán, febrero 20 de 1814- Habiendo llegado a Arauco el
batallón auxiliar de esa provincia, tuve que transferirme en diligencia de
aquel punto a causa de haber equivocado el plan de señales; apenas estuve de
vuelta me fue preciso volver a montar a caballo para el mismo destino, llamado
por el nuevo General don Gabino Gainza, que con el refuerzo que condujo de Lima
llegó felizmente a Arauco; y como no tenía conocimiento del país, quiso
consultar conmigo sobre las operaciones que convendrían con respecto al estado
de la provincia. De estas resultas se convino en venir a esta plaza en donde
era consecuente se diera a reconocer. En efecto, el 14 de éste salimos él y yo
de Rere, y habiendo conferenciado aquí del plan, quedó determinado empezar la
campaña por atacar a Mackenna, que con 600 hombres fusileros existe
atrincherado en el Membrillar, y con una gruesa artillería. Este sitio es el
mejor que podía haber elegido el enemigo para entorpecernos, pues estando
inmediato a Chillan, podría atacar esta plaza, y no era regular dejar a la
espalda a un enemigo de fuerza considerable. Estas razones obligaron al señor
Gainza a determinarse sobre Mackenna y al efecto salió el 19 por la noche con
el fin de reunir la tropa siguiente:
100
fusileros montados, que están a la inmediación del enemigo al mando de don Juan
Antonio Olate;
374
que tiene también montados Urrejola;
100
del mando de Asenjo;
150
que quedan a Elorriaga, después de asegurar el paso con una división respetable
en Quilacoya, a orillas del rio, que debe obrar combinada y de acuerdo con Quintanilla, que está en San
Pedro con 170 fusileros, y algunas partidas pequeñas que se hallan a
inmediaciones de dicho rio Biobío;
200
bayonetas de la división auxiliar de Chiloé;
120
del Real de Lima; y
100
que llevó el señor Gainza para su custodia.
Según
esta cuenta, destinada a atacar a
Mackenna son 1.244, por no incluirse los 170 de Quintanilla, con más 600
milicianos de espada y lanza y 12 cañones de campaña. Y según me escribe con fecha de hoy, el golpe se dará mañana- Es
de V., Etc.- (firmado)-JOSÉ ALMIRALL- (Gaceta de Lima, Núm.33, de Abril 20 de
1814.-Nota:- Los demás acápites no son del caso.” (Colección de
Historiadores y de Documentos Relativos a la Independencia de Chile. Tomo VI,
Revista de la Guerra de la Independencia de Chile. José Rodríguez Ballesteros.
Páginas 155 y 156. Imprenta Cervantes.
Bandera 50 de Santiago de Chile. 1901.)
Será en el mes
de febrero donde se vivirán los primeros enfrentamientos de la nueva campaña
que se generaba con el cambio de los comandantes en jefe de ambos bandos. Aparentemente la situación de
las tropas realistas era mejor que la patriota, pues la situación que
enfrentaba Bernardo O´Higgins, no era de optimismo y de tener una tropa bien dispuesta.
A los conflictos y rebeliones generadas por la rivalidad y discordia entre la
tropa y oficiales que simpatizaban con Carrera y otros que eran leales al
Gobierno constituido por la Junta establecida en Santiago, se le agregaban,
ahora, las generadas por el bloqueo del puerto de Talcahuano, que dejaba a la
división establecida en Concepción y Talcahuano, sin poder recibir suministros
por vía marítima, dejándoles totalmente sitiados. Y las comunicaciones por
tierra se encontraban, también bajo el dominio realistas, cuyas partidas
rondaban el territorio con el claro objetivo de sorprender y acabar con las
tropas que aventuraban por transitar por la provincia o hacerse de los
pertrechos que los convoyes que marchaban hacia Concepción. Incluso los comerciantes de ganado, y otros
productos agrícolas que se acercaban a esta ciudad para comerciar, ahora
evitaban dirigirse a ella. Ahora las tropas patriotas sufrían lo mismo que
habían padecido los realistas durante el Sitio de Chillán.
El cerco
establecido por las fuerzas realistas,
en especial las llevadas a cabo por los navíos españoles “Sebastiana” y “Potrillo”
en el puerto de Talcahuano, llevó a los oficiales de estos buques no sólo a
mandar a sus tripulaciones a desembarcar en búsqueda de agua y provisiones
frescas, cosa que encontraron en la Isla Quiriquina, pero además habían ideado
realizarlos en los lugares despoblados de la región. Es así como fue
sorprendido el marinero Vidal por miembros de la escolta de Carrera, logrando
escapar en un momento de descuido para encontrarse en su huida con la partida
de Clemente Lantaño. Producto de la actividad de las partidas montadas
realistas en tierra, el General O´Higgins temió que la marinería realista
comenzara bajar a tierra no sólo a obtener suministros, sino también para
realizar acciones de guerra y tomar prisioneros, con el fin de obtener mayor
información sobre la disposición de las fuerzas patriotas, numero de estos y
armamento existente, entre otros datos. Así, Bernardo O´Higgins ordenaba
colocar destacamentos en posición de emboscadas a las orillas del mar próximas
a Concepción, Penco Y Talcahuano. El nuevo comandante en jefe patriota
ordenaba al Capitán Juan Calderón asumir
al mando de cien fusileros, se ubicara
en posición de emboscada en la zona de Túmbez, en aquellas playas se hacía dueño
de algunas embarcaciones menores para cumplir con la misión de sobrepasar el
canal y caer de forma repentina contra
todo bote realista que llegase a la isla para recopilar agua y alimentos
frescos. Aquella sorpresa ocurrida el 11 de febrero de 1814, sin mucha
precaución, lograba poner en fuga a una partida de marineros realistas que
había bajado a tierra y le producían dos bajas serias. Enviaba O´Higgins a
otros grupos de soldados patriotas a recorrer las riberas existentes hacia Tomé. Los marineros realistas que
desembarcaron en Coliumo debieron enfrentar a la fuerza que comandaba el
entonces capitán, Ramón Freire, viéndose en la necesidad devolverse a los botes
con el fin de salvar sus vidas, abandonando todos los vivires recopilados.
La actividad
patriota en este cerco a Concepción y Talcahuano, era similar a la realizada
por los realistas durante el Sitio de Chillan, mantenían una acción constante
para contener los nuevos desembarcos de la marinería realista. Estos
acontecimientos sólo servían para conocer que las tropas patriotas estaban activas y dispuestas a combatir, Del
mismo modo que las escaramuzas que se sucedían contra las partidas realistas
que osaban aproximarse a las villas y pueblos en poder de los hombres
partidarios de la Patria, pero no cambiarían en nada la situación de la guerra.
Del mismo modo la ilusión de poder reiniciar una nueva campaña victoriosa con
la llegada de los refuerzos solicitados, fue igual para el Coronel Juan
Francisco Sánchez y el recién nombrado comandante de las fuerzas patriotas,
Brigadier Bernardo O’Higgins. Si bien, el primero sufría la denostación
publica, el segundo tenía el reconocimiento de todos los jefes y responsables
de la administración del nuevo gobierno emancipador y liberal de Chile.
El Brigadier
Bernardo O´Higgins, de la misma forma que lo había expuesto el Coronel Sánchez
a sus oficiales, que abriría una campaña en dirección al Norte con la llegada
de los refuerzos solicitados a Chiloé y al Virreinato de Lima, que los llevaría
finalmente a ocupar Santiago y derrocar a la Junta de Gobierno. O´Higgins
ilusionaba con el desarrollar un
plan que permitiera dar término a la
guerra desencadenada con el desembarco en el Puerto de San Vicente, de la
expedición dirigida por el Brigadier Antonio José Pareja y Serrano de León, (ocurrido a finales del mes de febrero del año
1813). Esta idea se deja ver en el oficio escrito en Concepción, el día 11 de
febrero de 1814, por el General O´Higgins a la Junta Gubernativa, en la cual
expone lo siguiente: “En el momento
que lleguen los auxilios pedidos, decía a la Junta Gubernativa, pasará una
respetable división a obrar contra la frontera, esto es a tomar la plaza de Los
Ángeles y de Nacimiento, pues la expedición de Arauco, ínter dura bloqueado el
puerto (Talcahuano), es impracticable. Los caminos de tierra son de cordillera
y desfiladeros por donde no puede conducirse artillería; y apostado en ciertos
puntos un pequeño número de enemigos, resistirá y destrozará cualquiera fuerza
que se le oponga. Pero, tomadas aquellas plazas (Los Ángeles y Nacimiento), se
les corta la comunicación con Valdivia y aún con el mismo Chillán, situando una
división en Rere, por cuyo, efecto, y con el objeto de que mande nuestra
división, espero de un día a otro al Coronel, don Andrés del Alcázar. Este oficial, además de las apreciables
cualidades que le adornan, tiene pleno conocimiento de la frontera y un gran
ascendiente sobre sus habitantes, cuyas circunstancias facilitarán a menos
costa la toma de dichas plazas, y quedará el enemigo aislado en Arauco.
Allanado este paso, y dejando una buena guarnición en las plazas que ocupemos,
y otra de quinientos hombres en esta ciudad (Concepción), pasaré personalmente
con el resto del ejército sobre Chillán. Allí se ocupará toda la artillería contra
sus fuertes y edificios. Se bombardeará, quemará y arruinará y se harán cuantas
hostilidades están a nuestros alcances hasta estrecharlo al recinto de la
plaza, donde por necesidad, según conceptúo, tendrá que rendirse o capitular” (Historia
General de Chile. Tomo IX. Diego Barros Arana, Página 243, Capitulo XIX.
Editorial Universitaria. Segunda Edición, Editorial Salesiana. Santiago de
Chile. Julio 2002).
En aquel momento de profunda crisis económica
y militar en el país, cualquier idea que se mostrará posible de realizar era
vista con buenos ojos por los partidarios de la Patria, pero la situación en la
cual se encontraban las fuerzas patriotas en campaña, hacían imposible
cualquier acción de mayor envergadura a las realizadas hasta el momento, que si
bien habían logrado poner en fuga a los marineros realistas que desembarcaban
para obtener agua fresca y víveres, fueron incapaces de vitar el apresamiento
de su ex General en Jefe en pleno pueblo de Penco Viejo, cercano a Concepción y
su guarnición establecida en el fuerte, incapaz de ahuyentar a la partida de
hombres del Rey que se tomaron literalmente, todo el pueblo. La realidad del
ejército patriota distaba mucho del que sostuvo el sitio de Chillán, ahora se
mostraban más dispuestos a la insurrección, a la deserción y a actos de saqueo
y violencia contra los habitantes de pueblos y campos. Todo esto llevaba a la
necesidad de reconcentrar a las fuerzas de la Patria, dotarlos de una
oficialidad y jefatura que por liderazgo lograra hacer respetar la autoridad y
las normas castrenses de tropas en plena campaña. Ahora, veía la necesidad de terminar a la
brevedad con las correrías guerrilleras de los realistas que abundaban en toda
la provincia y que lograban tener a los patriotas en deplorables condiciones. Aunque las vías de comunicación por tierra
fueron totalmente ocupadas por las partidas realistas que rondaban en los
caminos y sendas de toda la región existente entre el Biobío y el Itata (Ñuble), con el claro objetivo de sorprender
a incautos pelotones patriotas que osaban dirigirse al Norte del país o eran
parte de los refuerzos que debían llegar
al Sur, a Concepción; como asimismo, los diferentes convoyes, protegidos
por columnas montadas de soldados de la patria que en su grupa conducían,
también a hombres de infantería. Desde que Carrera había determinado dividir a
las fuerzas de la patria, yéndose él y una de las divisiones patriotas a
encerrarse a Concepción y ubicar a la otra, al mando de su hermano Juan José,
en el sector de Quirihue, para evitar que las vías o rutas de comunicación no
fueran cortadas y quedarse en los pueblos cercanos al Biobío, totalmente
cercado.
Ahora que O´Higgins asumía el mando de las
fuerzas patriotas, el temor que surgía en la alta esfera política y militar
independentista era, que las tropas realistas se reconcentraran para atacar
Concepción. Esta aprensión se demostraba
en el oficio que el General O´Higgins daba al Coronel Juan Mackenna, quien
asumía el mando de la segunda división establecida en Quirihue: “las tropas enemigas se aproximan y reúnen
en Hualqui, escribía a Mackenna con fecha 7 de febrero. Los partes y avisos de
espías, todo concuerda en que piensan atacarnos. Así deberá V.S. mover la
división de su mando sobre el Membrillar y sucesivamente aproximarla para ésta,
procurando traer cuantos víveres le sea posible acopiar, pues aquí no los hay
de ninguna clase más que para dos días y sin este auxilio perece el ejército”.
(Historia General de Chile. Tomo IX. Diego Barros Arana, Página 244. Capitulo
XIX. Editorial Universitaria. Segunda Edición, Editorial Salesiana. Santiago de
Chile. Julio 2002).
El constante proceso de comunicación entre
las dos divisiones patriotas se iba haciendo cada vez más difícil, dada la
actividad de las fuerzas realistas, cuyas partidas se habían diseminado como si
se hubiera sacudido un avispero. En esas circunstancias lo solicitado por
O´Higgins a Mackenna parecía ser lo más acertado, más cuando los pocos recursos que lograban evadir el
férreo cerco realista no alcanzaban para
mejorar la situación militar patriota en Concepción, además el pavor que se
había desarrollado ante un inminente ataque realista a la ciudad había pasado,
por lo cual, la segunda división patriota se había movilizado desde Quirihue a
El Membrillar, saliendo del primer pueblo el día 9 de febrero de 1814. En las
palabras de un oficial patriota se expresa la movilización de la fuerza de la
Patria en dirección a El Membrillar, donde el pésimo estado de las carretas los
llevó a realizar una marcha de cinco días, donde en los últimos se hizo
presente una guerrilla realista,
dirigida por el famoso guerrillero José
María Zapata, el mismo que dirigió a las montoneras del Rey en plena
Guerra a Muerte. Aquella tropa de la Patria que marchaba en dirección Este no
alcanzaba a tener los mil quinientos hombres, pero que servían para mantener
distantes a la guerrilla de Zapata.
“Verificamos nuestra marcha con toda la
brevedad posible, dice uno de los oficiales, pero el mal estado de los carros
nos hizo tardar cinco días en el camino. Al llegar a nuestro destino, se nos
presentó una guerrilla sobre los altos de Cucha-cucha. Acampamos en El
Membrillar, ocupando la fortificación en
que estuvo la segunda división de
nuestro ejército en octubre del año anterior. No ocurrió novedad en los
primeros días. Un guerrillero llamado Zapata, que poco antes había fugado de
Concepción, pasándose al enemigo, nos incomodaba en las noches, poniendo fuego
a los campos. Las guerrillas de Cucha-cucha, nos observaba continuamente” ((Historia General de Chile. Tomo IX. Diego
Barros Arana, Página 244. Capitulo XIX. Editorial Universitaria. Segunda
Edición, Editorial Salesiana. Santiago de Chile. Julio 2002).
El Coronel Juan Mackenna obedeciendo las
órdenes dictaminadas por O´Higgins desde Concepción, se puso a la defensiva en
el sector de El Membrillar; pero al tener conocimiento que las guerrillas se
estaban reuniendo en la hacienda de Luis Urrejola, lo cual había sido
demostrado por la osadía de Zapata de mantenerse observando a las columnas
patriotas en su marcha hacia la villa de El Membrillar, decidió marchar en
contra de ellas con una columna de 300
fusileros, 40 dragones y dos piezas de artillería, saliendo de esta aldea en la
noche del 22 de febrero, cayendo al amanecer del día 23 en la hacienda de Luis
Urrejola, sin lograr sorprenderlos, producto que las tropas realistas habían
levantado campamento un tiempo antes.
Visto esto, el coronel Mackenna ordenaba
al comandante, Santiago Bueras que
tomara dos columnas de las tropas auxiliares argentinas y recogiera el ganado
que se hallaba en el campo cercana a la
casa de la hacienda. Mientras los soldados de la compañía de auxiliares de
Buenos Aires se dedicaban a reunir el ganado para llevárselo, apareció una
partida realista que al sentir los primeros disparos realizados por los hombres
de Santiago Bueras, se retiraron sin ser perseguidas por las tropas de la
Patria. A pesar de ver el Coronel Mackenna que las guerrillas realistas no se
atrevían a atacarlo y tener una carencia de tropas montadas que permitieran
realizar la persecución de estos hombres del Rey, juzgó que lo más sensato era
volver a las defensas existentes en El Membrillar, donde las armas de fuego
mantendrían distantes a las columnas del Rey que intentasen atacarlos. Fue en
aquellos momentos de colocarse en marcha de retirada, cuando los realistas
aparecieron con más soldados de caballería, dirigiéndose a cortar a la avanzada
que estaba al mando del Coronel Santiago Bueras y sus columnas de auxiliares de
Buenos Aires, quienes al ver venírseles encima a todo galope a las compañías
montadas realistas, lograron formarse para realizar una serie de andanadas con
sus fusiles, dándole tiempo a Mackenna con los soldados que avanzaban detrás de
poder abrirse en abanico y caer a
bayoneta calada sobre los flancos enemigos, logrando colocarlos en fuga y
dejándoles en el campo de la lid a
varios hombres tendidos en la tierra. La acción realizada por Juan Gregorio Las
Heras y los demás hombres de la Patria, apoyados por los disparos de cañón que
realizó el Capitán Nicolás García, bastaron para despejar el camino y evitar
que las fuerzas realistas intentasen alguna otra maniobra contra ellos.
Esta escaramuza, que por necesidad se
transformaba en una batalla importante para las armas de la patria,
estableciéndose un parche para todos los soldados que participaron en aquel
combate, dejaba demostraba a los hombres del partido independentista y a
quienes habían decidido pertenecer al ejército, que tropas bien entrenadas,
comandadas por oficiales conocedores de
sus deberes, eran difícil de batir. Bernardo O´Higgins escribía a Mackenna,
desde Concepción el día 1 de marzo de 1814, en referencia al combate de
Cucha-cucha: “¡Qué día de gloria fue
para mí y para todo este pueblo, luego que recibí el oficio de V.S. de 24 de
febrero! En el detalla V.S. el pormenor de la memorable acción de Cucha-cucha y
del esforzado valor con que en ella se distinguieron el Coronel Alcázar,
Sargento Mayor Juan Gregorio de Las Heras, Teniente Coronel Santiago Bueras,
capitanes García y Vargas, Alférez Allende y demás oficialidad y tropa. A todos
a cada uno de por sí separadamente, les dará V.S. las gracias a nombre de la Patria, previniéndoles que con
esta fecha recomiendo su distinguido mérito al excelentísimo supremo gobierno”
((Historia General de Chile. Tomo IX. Diego Barros Arana, Página 245. Capitulo
XIX. Editorial Universitaria. Segunda Edición, Editorial Salesiana. Santiago de
Chile. Julio 2002).
El oficio escrito por el coronel Juan
Mackenna donde relata el hecho, salió publicado en el periódico que venía a
cubrir el legado dejado por “La Aurora
de Chile”, con el nombre de “El
Monitor Araucano”. En aquel impreso, con carácter de extraordinario,
publicado el día 5 de marzo de 1814, permitió y aún permite saber de los
acontecimientos por uno de los actores de ella.
Juan Mackenna escribía lo siguiente en el oficio publicado por este
informativo: Excelentísimo Señor: “-
Con esta fecha, digo al señor General en Jefe lo que copio: Teniendo distintos
avisos que el enemigo estaba reuniendo sus fuerzas para rodear y atacar esta
división, determiné batirle en detalle, o parte de sus fuerzas, así para
impedir la indicada reunión, como para llamar la atención del enemigo y
favorecer las operaciones de V.S. contra la frontera conforme me lo tiene
prevenido.
En Caimaco, al otro lado de [río] Itata, y a
la distancia de tres leguas de este campamento, se halla situada la división de
Urrejola, cuya verdadera fuerza no he podido averiguar, así por la variedad de
las partes, como por la ignorancia de los espías. En Cucha-cucha, hacienda del
citado Urrejola, distante tres leguas de este punto y cerca del río Ñuble, tuve
aviso fidedigno de estarse reuniendo fuerzas considerables al enemigo.
Determiné atacar este punto con preferencia al de Caimaco, no sólo por no haber
río que atravesar, sino porque lo escabroso del terreno era más a propósito
para las maniobras de infantería, que se puede decir es la única fuerza de esta
división por la falta de caballos, al paso que los enemigos tienen muchos y en
el mejor estado.
A las doce de la noche de ayer 22, dejando
al mando del campamento al Coronel y jefe del Estado Mayor don Marcos Balcarce,
y llevando por segundo al de igual clase don Andrés de Alcázar, me puse en
marcha con la división de ataque compuesta de 300 fusileros, 40 dragones, 2
piezas de artillería y varios oficiales de milicias. Poco después de amanecer
llegó la división a Cucha-cucha, cuyas casas halló desiertas y que el enemigo
había repasado el [río] Ñuble, ínterin descansaba y tomaba algún refresco la
tropa se dispuso que dos piquetes saliesen a recorrer el campo y recoger el
ganado perteneciente a Urrejola. Este movimiento siendo observado por el
enemigo desde la orilla opuesta del Ñuble, repasó este río en mínimo de 150
hombres aproximadamente; pero atacada por la guerrilla del Teniente Coronel
Bueras, se retiró a las alturas inmediatas desde donde destacaba pequeñas
partidas a tirotear, las que fueron perseguidas por dicha guerrilla, y un
piquete de voluntarios al mando del Alférez Allende (quien fue contuso) cuya
intrepidez y ardor de su tropa les hizo avanzar tanto que costó repetidas
órdenes y la pérdida de mucho tiempo en hacerlas reunirse a la división.
Viendo, a las diez del día, que el enemigo
ni atacaba, ni se le podía alcanzar por la bondad de sus caballos, la división
se puso en retirada para restituirse al campo, lo que hizo sin novedad hasta
la mitad del camino cuando el enemigo habiendo recibido fuerzas considerables
de la división de Urrejola (y creo también de Chillán, que sólo dista de cuatro
a cinco leguas de Cucha-cucha) intentó cortar la guerrilla del Teniente
Coronel Bueras; pero éste, con su acostumbrada intrepidez, hizo frente por
todas partes hasta que fue auxiliado por las demás tropas, en particular por el
valeroso Sargento Mayor de Auxiliadores de Buenos Aires don Juan Gregorio de
las Heras, quien con 100 hombres de su cuerpo, y bien sostenido por el Capitán
Vargas del mismo, avanzó en el mayor orden sobre el enemigo y le obligó con
pérdidas considerables a replegarse a una altura inmediata, que dominaba la
posición que ocupaba nuestra tropa, por cuyo motivo y por haberse inutilizado
las dos piezas de artillería, habiéndose roto el eje de la cureña de una y quedado
atascada la lanada en el ánima cónica de la otra, determiné variar de posición
y tomar una altura que franqueaba la del enemigo. La maniobra se hizo en el
mayor orden, y desde el nuevo punto se desafiaba al enemigo que sin embargo de
tener 500 a 600 hombres, sólo trató de recoger sus muertos y heridos y
retirarse; lo que verificó en orden, no siéndonos a nosotros posible atacarlos
por la falta de caballería.
Después de haber acomodado en parihuelas los
dos únicos heridos que no se hallaban en estado de retirarse por sí, se puso en
marcha la división para el campamento, donde entró a las cinco de la tarde en
medio de las aclamaciones de sus compañeros y llevando adelante el ganado
referido, algunos caballos ensillados y fusiles (cuyo número aún se ignora)
quitado a los enemigos.
Nuestra
pérdida de sólo tres muertos, ningún prisionero, y ocho heridos, los más
levemente, parecerá increíble a cualquiera que hubiera presenciado la viveza
del fuego, que fue por algún tiempo a tiro de pistola. Como los enemigos
estaban formados en pelotón, casi no se perdía tiro y se veían claramente caer
a muchos, en particular en tres balas de cañón que sólo alcanzó a tirar el
Capitán García. El siguiente rasgo de valor personal no debe sepultarse en
olvido. Un cabo del Cuerpo de Auxiliadores de Buenos Aires, Manuel Araya,
viendo a un oficial enemigo que con suma intrepidez animaba sus tropas, marchó
sobre él, mátalo y vuelve montado en su caballo a su formación. Otro oficial
fue muerto por la partida de Granaderos mandada por el Capitán graduado don
Bernardo Cáceres.
Como el enemigo tiene la invariable
costumbre de retirar sus muertos y heridos en el momento que caen, no es
posible decir con certeza su perdida, pero sí aseguro que ha sido muy
considerable.
Los jefes de los cuerpos, oficialidad y
tropa se portaron con la mayor intrepidez, y mi segundo el Coronel Alcázar,
me auxilió infinito, particularmente durante la decidida maniobra de mudar de
posición bajo el fuego del enemigo.
La transcribo a V.E. para su satisfacción y
para evitar la demora que su comunicación había de resultar viniendo por el
conducto del señor General en Jefe.
Dios guarde a V.E. muchos años. —
Membrillar, 23 de febrero de 1814. — Excelentísimo Señor Juan Mackenna. — Excelentísimo
Supremo Gobierno del Estado Chileno.” (Noticias del Ejercito del Sud. Parte de Juan Mackenna sobre el combate
de Membrillar. Sábado 5 de Marzo de 1814. Tomo II. Extraordinario. El Monitor Araucano. Periódico en texto
completo. http://www.historia.uchile.cl/CDA/fh_article/0,1389,SCID%253D6447%2526ISID%253D320%2526JNID%253D9,00.html)
Como
Mackenna expresa, al día siguiente de la escaramuza de Cucha-cucha, en la noche
del 24 de febrero de 1814, una partida realista había sorprendido a un
convoy de suministros que se le había enviado a El Membrillar desde
Santiago por la Junta de Gobierno, y al tener conocimiento de ello, enviaba al
Coronel Andrés Alcázar en persecución de
la guerrilla del Rey, a quienes sorprendieron recuperando los víveres y
cobrándole la vida a varios soldados realistas y tomando a doce de ellos
prisioneros. Estos eventos daban a la fuerzas de la Patria un aliciente de ser
capaces de enfrentar y vencer a las partidas montadas que los realistas tenían
recorriendo el territorio, las cuales, como se ha escrito, fueron creadas por
Sánchez con todos los hombres de las diferentes ramas del ejército realista
sitiado en Chillan. Una forma de luchar que difería del enfrentamiento directo
y que tantos beneficios les permitieron. La guerrilla montada, con la velocidad
de los caballos, les permitía realizar una serie de tareas que afectaban
grandemente a las guarniciones patriotas y
los soldados distraídos de la patria que aventuraban a caminar en
dirección al Norte o hacia Concepción, o
custodiando convoyes con suministros, convirtiéndolos en fáciles presas
de estas agrupaciones de hombres partidarios del Rey.
En el tiempo
que era capturado el General José Miguel Carrera por una partida realista
comandada por el Coronel Clemente Lantaño en el pueblo de Penco Viejo, ocurría
otro hecho de armas. El General Gainza en su marcha hacia Chillan en el mes de
febrero dejaba en Rere un destacamento de soldados bisoños bajo el mando del
Capitán Leandro Castilla, debiendo cumplir el objetivo de hostilizar a las
fuerzas patriotas y mantener expeditas las vías de comunicación entre el ´puerto
de Arauco y el Cuartel General de Chillán. El logro obtenido en la escaramuza
de Cucha-cucha, habían dejado la idea en la jefatura política y en la
oficialidad patriota la necesidad de volver a dar un golpe a los realistas, que
les permitiera levantar el espíritu abatido y desmoralizado de los soldados de
la Patria establecidos en Concepción y sus pueblos aledaños. El General
Bernardo O´Higgins, decidió organizar una columna de trescientos hombres,
sacados de la guarnición de Concepción, dotándola a esta partida de dos
pequeños cañones, bajo el mando del Coronel de Milicias Fernando de Urízar. La
compañía de soldados de la Patria al mando de este oficial salía un día 3 de
marzo de 1814, con el claro objetivo de caer por sorpresa sobre las fuerzas realistas existentes en
aquella villa. Al caer la noche, la misma que se cernía en la zona de Penco
Viejo y amparaba el avance de los hermanos Carrera desde este último pueblo en
dirección a Concepción, para reunirse en una celebración que duro hasta bien
entrada la madrugada, en ese mismo momento a kilómetros de distancia , pero
dentro del radio que podían proteger las fuerzas de la Patria, se ejecutaba un
plan para acabar con una guarnición realista, ubicada a una leguas al poniente
del pueblito de Rere, a las orillas del estero de Gomero.
La marcha en dirección a Rere era
completamente tranquila y sin ningún imprevisto, permitiéndoles llegar tan
cerca del campamento realista, que a eso de la diez de la noche veían los fuegos recién encendiéndose de
este, demostrándoles lo descuidado y confiados que se encontraban los hombres
del Rey. El comandante Urízar confiado que al sentir el redoble de tambores,
los novatos soldados del Rey, se pondrían en fuga, aquella idea sería el error
más grande del ataque que debía ser con todas las leyes de la sorpresa, donde
el silencio y el arma blanca eran las reinas en esta clase de acometida. Esto
llevó a la sorpresa que los jóvenes soldados realistas se pudieron a la
defensiva generando un confuso combate cuerpo a cuerpo, donde el desorden no
llevaba a discriminar entre enemigo y amigo, llevando a los soldados patriotas,
ignorantes del terreno donde combatían a perder el rumbo y sin saber dónde
estaban sus jefes, dispersándose y desorganizándose, movidos por el deseo de
salvar sus vidas. En aquel combate, los patriotas dejaban abandonadas las dos
piezas de artillería, algunas armas de fuego y blancas, sufriendo además la
perdida de alrededor de 40 hombres entre muertos, heridos y capturados por los
hombres del Rey. Entre ellos se encuentra el Capitán Juan Esteban Reyes, quien
dio su vida por lograr lo establecido por el General O´Higgins en Concepción.
Mientras el héroe de esta acción victoriosa
del ejército realista era el Capitán Leandro Castilla, quien había logrado
preparar a sus hombres de una forma que en un breve tiempo los transformó en
una fuerza combativa respetable, lo cual quedaba demostrado en la respuesta
ante la actitud patriota de confianza y desdén por los hombres realistas que
guarnecían el sector de Rere. El combate
de Gomero, se unía a las desgracias ocurridas al ejército patriota, a quien le
habían capturado a su ex general en la noche que iba entre el 3 de marzo y la
madrugada del 4 del mismo mes del año 1814. La llegada del Coronel Fernando de
Urízar con una pequeña parte de la fuerza que había salido, en un estado
deplorable, en momentos que eran informados los jefes del ejército y
autoridades patriotas en Concepción, de lo ocurrido en Penco Viejo, con la
comitiva del General José Miguel Carrera, generaban un desaliento mayor en la
población y hombres de armas, que veían en todo esto la inevitable ruina de la
emancipación de Chile del yugo español.
La situación de los soldados de la patria no
era muy auspiciosa y las operaciones militares dentro de la región iban
adquiriendo características más alarmantes cuanto más avanzaba el tiempo. El
cambio de General en jefe en el bando realista no afecto en demasía la serie de
acciones que se venían desarrollando, aunque se vieron incrementadas, producto
que la llegada de los refuerzos desembarcados junto a Gainza, los cuales permitieron
extender el campo de operaciones. Las partidas del Rey, operaban no sólo en el
territorio delimitado por los ríos Biobío y Ñuble, sino, que ahora los campos
existentes al Norte de este último caudal hasta llegar al Maule, se habían sumado
a las actividades de las fuerzas guerrilleras realistas. Ya en febrero, al
principio de este mes (11-02-1814), una guerrilla patriota bajo el mando del entonces
Teniente, Isaac Thompson, se vieron en la necesidad de retirarse ante la
aparición, en Linares de una partida realista de cuatrocientos hombres bien
montados, dispuestos a embestirlos. Y diez días después, en Longaví, era
destruida la columna patriota del teniente Diego Guzmán. Estos ataques se
sumaban a varios más, que tal vez la historia no ha rescatado como se debiera y
que ojalá se recuperarán, dejaron establecida la superioridad de los realistas
en este territorio, percibiéndose varias avanzadas hasta las orillas del rio
Maule.
Las fuerzas del Rey habían logrado recuperar
el territorio existente entre el rio Biobío y el Ñuble, y ahora se encargaban
de avanzar hasta el rio Maule, donde comenzaban a realizar las mismas acciones
que los patriotas en la región al Sur del rio Ñuble. La Junta gubernativa de
Chile, se mostraba preocupada al ver que las fuerza realistas recorrían el territorio existente al Sur del
Maule, sin encontrar alguna fuerza digna de oponérseles, logrando ocupar
pueblos y villas, imponiendo contribuciones de víveres y forraje, además de
tomar prisioneros a todo aquel que era denunciado como partidario de la Patria.
Estas acciones junto a otros vinculadas al saqueo y violencia contra la
población se vivirían años más tarde con Vicente Benavides, Juan Manuel Picó,
el cura Ferrebú, y otros , como lo fueron Los Hermanos Pincheira, donde el
último de ellos, Antonio, se rendiría a las fuerzas chilenas que habían cruzado
la frontera con Argentina.
La Junta de Gobierno de Chile, en un par de
ocasiones reprendió al Coronel Mackenna, quien aislado en el sector de El
Membrillar poco podía hacer, pero el reproche fue dado al ver que las fuerzas
del Rey recorrían ahora sin encontrar
oposición alguna en la región Sur de las riberas del rio Maule. Así, el 23 de
febrero, estando aún la Junta de Gobierno en la ciudad de Talca, escribían un
oficio al Coronel Juan Mackenna, donde le exponían: “Admira, le decían, ver como el enemigo avanza desde Chillán hasta los
últimos puntos de nuestros distritos, roba, saquea, entra en las poblaciones
llevándose los sujetos más visibles de ellas y, finalmente, destrozando
nuestras guerrillas como lo han hecho hoy día de la fecha en Longaví, sin que
una división compuesta de 1.500 a 2.000
hombres, situada a nueve leguas [44 kilómetros] de su cantón (Chillán), sea
capaz de impedirle la retirada ni
observar siquiera su salida…Será V.S. responsable a cualquier caso que por
falta de precaución, sobreviniere, pues no sólo es el destino de esas tropas aquel
punto que ocupan sino también proteger a todos los lugares que se miran ultra
Maule, defender a sus habitantes y libertarlos de las extorsiones que a cada instante los amenazan; y
estando solamente un corto trecho en distancia de Chillán, le sería muy fácil
distribuir a sus contornos espías que supiesen el más oculto viviente que salía
, para impedir.” ((Historia General de Chile. Tomo IX. Diego Barros
Arana, Página 258. Capitulo XX. Editorial Universitaria. Segunda Edición,
Editorial Salesiana. Santiago de Chile. Julio 2002).
La actividad que Sánchez había desplegado en
todo el año de 1813, comenzaba a dar sus éxitos a las tropas realistas, aunque
este último oficial se retiraba producto de acciones en contra de él, por parte
de una oficialidad pretenciosa y deseosa de obtener laureles quienes unidos a los asesores de este oficial
realista, llevaron a que el Virrey Abascal, determinara reemplazarlo por el
Brigadier Gabino Gainza. Este oficial, producto de lo solicitado por Abascal,
de buscar la forma de acabar con las fuerzas insurgentes, seguiría los pasos
establecidos por su antecesor, hasta el momento de negociar el tratado de
Lircay, al cual fue llevado por el mismísimo Virrey y su representante para
negociar, el Comodoro inglés Santiago Hylliar.
Como se ha visto la situación del ejército
patriota no era de lo más auspicioso, la situación motivacional de los
patriotas después de haber levantado el Sitio de Chillán, había decaído
sustancialmente, junto a ello, las provisiones disminuyeron de manera
ostensible, producto que desde Santiago, se habían reducido el envió de
suministros y los pocos que llegaban eran capturados por las guerrillas
realistas que rondaban el territorio. La pugna entre la junta gubernativa y
José Miguel Carrera, habían provocado la escasez de víveres y municiones, como
también, frustración en los hombres que lo conformaban. Al asumir el mando
Bernardo O´Higgins en Concepción, también lo realizaba el Coronel Juan Mackenna
en la Segunda División, reemplazando al Coronel Juan José Carrera. El único de
los hermanos Carrera que no sería capturado por los realistas.
Al parecer la Junta Gubernativa seguía con la
misma política aplicada al ejército patriota en campaña, más conocido en ese
tiempo como “Ejército del Sur”, ignorando la verdadera situación de las fuerzas
patriotas, ejemplificado tres párrafos
anteriores, donde la Junta gubernativa, establecida en Talca, le escribía
al Coronel Juan Mackenna, demostrando un total desconocimiento sobre la
situación de las tropas patriotas aisladas, tanto en Concepción como en el
sector de El Membrillar. En este último lugar se hallaba el Coronel Juan
Mackenna, sin poder realizar ninguna maniobra más que defensivas, al estar
rodeado de guerrillas realistas y visualizando al campamento general de las
fuerzas del Rey en Quinchamalí, Allí estaba todo el ejército que comandaba
Gainza, esperando caer de manera abrupta contra las tropas patriotas guarecidas
en El Membrillar.
Esta percepción de la Junta de Gobierno tan
diferente a la realidad que estaban viviendo los soldados de la Patria en el
Sur de Chile y sintiendo que no tenían nada más que hacer en la ciudad de
Talca, aunque se percibe que debe haber sido el temor de ser capturados por
alguna partida realista si retrasaban más su retorno a la ciudad de Santiago,
optaban por regresar el 1 de marzo de 1814, a la capital. Partían con una
escolta de 40 granaderos, deteniéndose an cada poblado para persuadir a sus
habitantes que apoyasen con sus esfuerzos, recursos y persona a la causa de la
Patria. En San Fernando, la Junta de Gobierno (Miembros; Francisco Antonio
Pérez, José Miguel Infante, Agustín de Eyzaguirre, Juan Egaña, José Ignacio Cienfuegos
y los Secretarios: del Interior Mariano Egaña;
Relaciones Exteriores, Jaime de Zudáñez; Guerra, Agustín de Vial Santelices; Relaciones
Exteriores en reemplazo de Jaime de Zudáñez, José Tadeo Mancheño Laso), a su llegada a San Fernando, que las autoridades
locales, habían detenido a todos los desertores del Ejército del Sur que se
habían aproximado al pueblo, dentro de los cuales se encontraba el Coronel Juan
José Carrera. Este oficial en su viaje a Santiago se había detenido por unos
días en Talca, para después proseguir su marcha en dirección a la capital. El
problema que generaba Juan José Carrera era
lo que iba anunciando, exponiendo la serie de desastres que afrontaba el
Ejército de Chile en el Sur, exponía la incompetencia de los nuevos generales
de las fuerzas de la Patria y las acciones
llenas de torpeza y falsedades que expresaban los miembros del Gobierno
de Chile, “quienes por satisfacer sus
ruines deseos de venganza, olvidaban los verdaderos intereses de la Patria”.
(Frase asignada a las expresiones que dijo el Coronel Juan José Carrera). A
pesar de todo ello, fue dejado en libertad por los miembros de la Junta y se le
permitía marchar sin ningún problema hacia Santiago.
El juego político de quienes luchaban por
conformar un Estado nuevo emancipado de España, se encontraba en una pugna que
el conflicto emancipador no era suficiente para frenar y unirlos en una sola
causa, El juego de intereses y ansias de dirigir el camino para la
independencia del país, había llevado a una situación donde todos los esfuerzos
se mostraban inútiles. En ese momento el Tratado de Lircay venia como una pausa
que permitía a los contrincantes de la guerra recuperar las fuerzas, ordenarse
y lograr reunificar a los partidarios de uno u otro bando (patriotas y realistas),
hacia un objetivo determinado; situación que en un aparente beneficio para los
hombres de la Patria, permitía a los soldados del Rey planificar las próximas
acciones a desarrollar y esperar que el conflicto interno de los patriotas,
generara una oportunidad beneficiosa para lograr derrotarlos y ocupar la ciudad
de Santiago. Es así que la Junta Gubernativa de Chile, se encontraba en una
situación compleja y abrumada por situaciones graves que para ellos parecían
difíciles de superar. Como eran recuperar las arcas del erario nacional,
mantener la producción de productos agrícolas y el comercio existentes, como
asimismo lograr obtener los recursos necesarios para el reclutamiento de nuevas
levas de hombres y el suministros de vestuario, monturas, armas y municiones.
Ahora la situación del ejercito patriota distaba mucho de lo ocurrido en la
primera campaña que llevó a sitiar Chilla, ocupar Concepción y Talcahuano y
llegar a establecer una guarnición en Arauco, donde las poblaciones eran
adeptas al Rey, producto de las alianzas y parlamentos establecidos con los
realistas.
La Junta Gubernativa con la decisión de
marchar de retorno a la seguridad de la capital, dejaba aún más desamparadas a
las fuerzas patriotas establecidas en las riberas del rio Ñuble y las
existentes en los alrededores de Concepción. Aún más dejaban en Talca una
pequeña guarnición de trescientos reclutas al mando del Coronel de origen
español, Carlos Spano (Málaga, España;
1773-Talca, Chile; 4 de marzo de 1814). Aquel oficial, cuya alma y corazón
estaba con el movimiento emancipador, se encontraba en una situación igual o
peor a la que sufría Juan Mackenna en El Membrillar. Escaso de recursos, debía
establecer una fuerza que pudiera defender la ciudad y cumplir con la
obligación enmendada por la Junta Gubernativa de enviar hombres y suministros
hacia el Sur, los que podía reunir debían ir fuertemente escoltado, lo que
producía una disminución de hombres con los cuales podía contar ante un ataque
imprevisto de las guerrillas realistas, que en ese tiempo osaban realizar sus
andanzas en la región del Maule.
El mismo día de la captura de José Miguel
Carrera por parte de la guerrilla de Clemente Lantaño en Penco Viejo, ocurría
un hecho en la ciudad de Talca que demostraba la capacidad que habían logrado
adquirir en tenacidad, osadía y estructura orgánica las diferentes partidas
guerrilleras realistas, que a pesar de estar conformados por soldados de línea,
milicias y hombres que deseaban luchar en el bando del Rey, todos estaban bajo
un mismo objetivo y consideraban a
quienes impartían las ordenes como sus líderes naturales, a quienes podían
seguir y confiar sus vidas. Eran en sí las guerrillas realistas unas
agrupaciones que podían ser consideradas desde sus comienzos, durante el Sitio
de Chillán, como verdaderas Montoneras, donde la confianza era el factor
determinante para obtener logros y éxitos en las acciones en las cuales
participaban. Es así, como el Coronel de la Patria, Carlos Spano, a las
veinticuatro horas de haber asumido el mando de la plaza de la ciudad de Talca,
recibía información de los soldados que llegaban del Sur como emisarios o
desertores, que generaban alarma e inquietud en quienes las escuchaban.
En oficio del 2 de marzo de 1814, el Coronel
Spano escribía a la Junta de Gobierno: “He
visto toda la correspondencia de oficio que viene del ejército, escribía ese
mismo día. El auxilio en dinero que ejecutivamente pide el general en jefe, no está a mis
alcances el remitirlo, pues que aquí sólo hay en la actualidad treinta y cuatro
mil pesos. La pólvora y balas de fusil que pide, marcharían luego; pero, la
situación del enemigo y su fuerza en Cauquenes y puntos de tránsito, según me
informa el propio que ha traído esa correspondencia, me tienen en la mayor
perplejidad por resolverme. Sin embargo,
considerando por el oficio del jefe de la división auxiliar (Mackenna),
su situación y apuros, es preciso a todo riesgo socorrerlo con caballos y algún
dinero. Voy a ejecutarlo con toda brevedad…El paso me parece peligroso, pero yo
juzgo que es imposible dejar de darlo…llegó esta tarde de Linares un mozo, y
dice que el enemigo tomó posesión de aquella villa y que sus habitantes y
milicias se les unieron solemnemente. Yo voy a quedar aquí sin fuerza alguna,
pues con los reclutas no debo contar por ahora, ni puedo distribuirles pistolas
ni sables, porque no saben hacer uso de estas armas, y me expongo a que
deserten con ellas. Todo los que vienen del otro lado del Maule, aseguran que
el enemigo trata de atacar a Talca; y en esta inteligencia es preciso que en la
capital y todo el reino se haga un esfuerzo extraordinario para salvarlo y no
dejar perecer nuestro ejército por falta de medios para auxiliarlo con la
oportunidad que exigen sus grandes apuros”. (Historia General de Chile.
Tomo IX. Diego Barros Arana, Página 260. Capitulo XX. Editorial Universitaria.
Segunda Edición, Editorial Salesiana. Santiago de Chile. Julio 2002).
A medida que el tiempo avanzaba la situación
de Talca y su comandante, el Coronel Spano era más difícil. Spano el día 3 de
marzo volvía a escribir a la Junta de Gobierno, una vez que había cumplido con
todo lo prometido que iba a realizar, expuesto en el oficio anterior del día 2
de marzo. Con esta nueva nota, Spano demostraba lo preocupante que era la
situación en la región, y solicitaba que el gobierno demostrara su capacidad de
orden y mando enviándoles de inmediato las Milicias existentes en San Fernando
y Curicó. El Coronel al mando de la plaza de Talca estaba completamente
convencido que pronto se vería atacado por las fuerzas del Rey que operaban ya
en la zona, e incluso tomaba la determinación que los arrieros que
transportaban unos doscientos fusiles descompuestos enviados por el General
O´Higgins desde Concepción, prosiguieran su camino hacia Santiago donde serían
reparados, evitando de esta forma la
posibilidad que cayeran en poder de los hombres del Rey, en caso de atacar al
poblado de Talca.
Spano escribía en este nuevo documento: “Consecuente a lo que expuse a V.E. en mi
oficio de anoche, relativos a las graves urgencias del ejército, y mi
resolución de auxiliarlo a todo trance, he dispuesto una escolta de ciento
cincuenta fusileros, veinte granaderos armados de sables y sesenta milicianos
lanceros al mando del comandante de granaderos, don Juan Rafael Bascuñán, para
proteger el convoy de treinta y cuatro mil pesos, cuatro cargas de pólvora,
cuatro de balas de fusil, una con la mayor parte de las medicinas que ha pedido
el cirujano Delgado y trescientos caballos sueltos. Todo ha salido a las siete
de la tarde de hoy con destino a la división auxiliar. La tropa va bien montada
y municionada, y lleva de repuesto dos cargas de cartuchos de fusil. El riesgo
que va a correr esta expedición, es evidente; pero, es infinitamente mayor en el que se halla el ejército si no se le
auxilia con oportunidad; y para verificarlo,
no he podido hacer más esfuerzo que el de quedar sin tener con qué
defender este punto (Talca) y los muchos y accesibles pasos del Maule.
Repetidos avisos de hoy me confirman que el enemigo se reúne en bastante número
en Linares, y ya se han dejado ver algunas partidas cortas en la ribera opuesta
del río, por lo cual he nombrado por comandante de aquella línea al Teniente
Coronel, don Manuel Serrano, a cuyas órdenes iré remitiendo los cortísimos
restos de tropa que me quedan, manteniéndome
en continua vigilancia para ocurrir donde convenga. Sírvase V.E. meditar
mi situación sobre cuando llevó expuesto, y dictar las providencias que el caso
exige” (Historia General de
Chile. Tomo IX. Diego Barros Arana, Página 260. Capitulo XX. Editorial
Universitaria. Segunda Edición, Editorial Salesiana. Santiago de Chile. Julio
2002).
El Coronel Carlos Spano se encontraba en una
situación igual de compleja que Juan Mackenna en El Membrillar, la diferencia
era que el primero sólo quedaba con tropas bisoñas (novatas), y muy pocas
experimentadas en batalla. Además, como él mismo expresó en su última carta
expuesta, quedaba sin una capacidad real de defensa y con una fuerza muy corta
en número. Además suponía que los partidarios del Rey que vivían en la ciudad
de Talca ya habían logrado establecer una red de comunicación con las avanzadas
enemigas, dándoles información sobre la situación real de las tropas patriotas
que guarnecían el poblado. Así Ildefonso Elorreaga, establecido en Linares, se
había informado del estado de desamparo en el cual había quedado Talca, y
aunque las órdenes dadas por Gainza no lo autorizaban a pasar a la ribera Norte
del Maule, no titubeo en dar la orden de atacarla y de esta forma acabar con el
centro de recursos que desde que se abrió la campaña en 1813, fue base para las
operaciones patriotas en el Sur, y punto central de las comunicaciones
existentes entre la regiones de Concepción y Santiago.
El día 3 de marzo de 1814, fue una jornada
funesta para las armas patriotas, en Gomero habían sido derrotadas por una
partida realista que se defendió del
ataque que el coronel patriota Fernando Urízar había planeado. Según José
Miguel Carrera en su diario Militar: “El
resultado de tan valiente y bien dirigida sorpresa fue la muerte del jefe de la
retaguardia, 40 hombres muertos y prisioneros, 80 fusiles perdidos, las dos
piezas de artillería, 22.000 cartuchos de fusil, 40 tiendas de campaña, 25
cargas de víveres y 17 heridos.” Fue también, en aquel mismo anochecer,
con diferencia de horas, y distante de Rere,
donde también fueron sorprendidos el ex general del ejército patriota,
Brigadier José Miguel Carrera y su comitiva, después de haber pasado una
placida reunión de noche en Concepción y a las pocas horas de haber llegado de
madrugada a Penco Viejo, fueron sorprendidos por una guerrilla realista. Es en
ese mismo período, que el Coronel realista Ildefonso Elorreaga, cruzaba por el
paso de Duao, el rio Maule, de manera cautelosa con trescientos hombres,
hallando dormidos a los patriotas destacados para vigilar los cruces e informar
de cualquier movimiento de alguna partida enemiga.
El Coronel Spano ignorante de lo ocurrido y
la poca capacidad de los oficiales patriotas de ir a informar lo ocurrido,
producto de la vergüenza y miedo al castigo, que tuvieron Francisco Gaona y
Ramón Matalinares optaron por dirigirse a Santiago, dejando sin saber a sus
compañeros lo acaecido en las riberas del Maule. Sería la presencia de un
oficial realista, que a las siete de la mañana del día 4 de marzo se presentaba
en la plaza de Talca con un oficio que generó el mayor espanto en la población
y hombres de tropa existentes en la ciudad, quien con esta acción hacia saber
al Coronel Carlos Spano la presencia realista en las proximidades a la urbe. La
exposición leída por el oficial realista a Spano, los jefes civiles y oficiales
patriotas, expresaba lo siguiente: “La
división volante del ejército nacional [realista], fuerte de más de mil
hombres, pide a V.S.S., que en el momento de recibir éste le entregue esa plaza
con todos los útiles de guerra, boca y numerario pertenecientes el ejército
enemigo (es decir, en el estado en que se halla), a cuyo nombre mandan V.S.S.
en ella. Sólo la humanidad me dicta esta atención, pues según la ley de guerra
no debo intimar a un pueblo abierto, indefenso y con una guarnición que no
puede aún cubrir los puestos ordinarios
de la plaza por su cortedad. Tengo el detalle de la pequeña fuerza que la
custodia, y la orden de mi General es que si me da lugar el disparo de un
fusilazo, pase la guarnición a cuchillo. Sentiré mucho hallarme en el caso de
cumplir la orden, pero soy soldado y obedezco las que me comunican. En lo
demás, el pueblo, la seguridad individual y propiedades serán respetados
conforme a la práctica de las naciones cultas. Un cuarto de hora tiene V.S.S. Para resolverse. Dios guarde a V.S.S. muchos
años. A media legua de Talca y marzo 4 de 1814. Ildefonso Elorreaga. S.S.
gobernador y cabildo de la ciudad de San Agustín de Talca”. (Historia
General de Chile. Tomo IX. Diego Barros Arana, Página 261. Capitulo XX.
Editorial Universitaria. Segunda Edición, Editorial Salesiana. Santiago de
Chile. Julio 2002).
La idea de pasar a cuchillo a la guarnición
enemiga sería una cosa habitual en este conflicto e incluso aumentaría en lo
que Benjamín Vicuña Mackenna denominó “La Guerra a Muerte”. Aquella guerra
surgida con el desembarco de la
expedición realista al mando del Almirante Pareja, con el claro objetivo de
volver al país al camino establecido como colonia española, no fue una donde
las armas de fuego marcaron la acción; salvo el cañón, el cual mantenía alejado
a los merodeadores y a todo aquel que deseara acabar con las tropas que esta
arma protegía. El uso de armas de fuego no era lo más habitual y los combates
generalmente se sucedían al entrar la noche, donde la cercanía con el enemigo,
llevaba al uso del arma blanca, generando en los hombres que las utilizaban,
una extraña sensación donde las emociones de ver extinguir la existencia de un
prójimo, por la propia mano les hacía sentir emociones encontradas, donde las
creencias en lo predicado por sus oficiales y jefes, los llevaba a proseguir
luchando con la clara finalidad última de seguir manteniéndose en vida. Serán
las lanzas y los cuchillos, por sobre el sable y la espada e incluso del fusil, la carabina y la
pistolas, las reinas en las batallas y escaramuzas que se vivieron en Chile.
El sitio de Chillán y la forma que habían
establecido los realistas de combatir, que distaba bastante a lo que imaginaba
José Miguel Carrera, podía ser la guerra, llevó
a que las armas blancas como la lanza y el cuchillo fueran las reinas de
las batallas. En tanto los fusiles y la mayoría de las armas de fuego requerían
una rigurosa instrucción que permitiera a los hombres disparar de manera
efectiva y recargándolas en un breve tiempo, que evitara al enemigo acercarse
hasta acortar la distancia a metros y centímetros. Además que la mayoría de las
tropas estaban armadas con lanzas, en especial las de caballería, quienes
confiaban en la velocidad de sus corceles para embestir al contrincante. Como
se ha ido mostrando y se seguirá realizando serán los enfrentamientos cuerpo a
cuerpo los que más se vivirán, y las batallas se resolverían para uno u otro
bando, dependiendo del adecuado uso de las armas de fuego o la velocidad e
intrepidez de quien atacaba. Por todo esto, la declaración del oficial realista
que había expuesto en la mañana del 4 de marzo en la plaza de Talca y
presentado el oficio al comandante patriota, Carlos Spano, generaba en los
soldados de la Patria y también en la población civil de la ciudad un terror
difícil de describir, más cuando Spano pensaba en hacer una defensa contra las
fuerzas del Rey que amenazaban con atacarla.
El Coronel Carlos Spano había concebido la
idea de ganar tiempo negociando con los
realistas, mientras lograba reunir alguna fuerzas que le permitieran hacer una
defensa, ante lo cual escribía al Coronel realista Ildefonso Elorreaga, lo
siguiente: “Enterados del oficio de
V.S. fecha de hoy, que acabamos de recibir, contestamos que animados de los
mismos sentimientos de humanidad que V.S. está inspirado, se le permitirá tomar
posesión de esta ciudad, precediendo para ello una capitulación honrosa, sin
embargo de que nos hallamos con fuerzas bastantes para hacer una vigorosa
defensa. Sírvase V.S. contestarnos sin pasar adelante para evitar toda
desgracia y el desorden consiguiente que causaría en el vecindario todo
movimiento repentino, a cuyo fin es el portador de ésta don Juan Lois, alcalde
de este ayuntamiento”. (Historia
General de Chile. Tomo IX. Diego Barros Arana, Página 261. Capitulo XX.
Editorial Universitaria. Segunda Edición, Editorial Salesiana. Santiago de
Chile. Julio 2002).
Mientras enviaba a Don Juan Lois como
emisario a donde se encontraba Ildefonso Elorreaga, hacia salir al comandante
de milicias Feliciano Letelier, en búsqueda de la fuerza que en la mañana había
enviado para resguardar los suministros y dinero que había enviado a las
fuerzas patriotas aisladas en Quirihue y en Concepción. Junto a esto enviaba a
un joven correo hacia el Norte, con la finalidad de alcanzar a la Junta
Gubernativa y solicitarle un pronto envío de refuerzos. Por ultimo Spano
exponía en oficio a los miembros del Gobierno patriota que marchaban en
dirección a Santiago, que podría retirarse con lo que pudiera rescatar antes
que las fuerzas realistas atacaran Talca. Todo esto se vino abajo, ante la
impetuosidad del Coronel realista Ildefonso Elorreaga.
Fue a las nueve de la mañana, es decir dos
horas después que había enviado al emisario de las fuerzas del Rey a intimar
rendición al Coronel Spano y sus tropas, cuando decidió cargar de manera
resuelta contra Talca. Confiado Elorreaga que no se le opondría ninguna defensa
muy férrea, determinaba hacerlo a pleno día. Sus hombres eran conducidos por
agentes y partidarios del Rey que conocían toda la topografía de la ciudad,
logrando entrar por diversas calles y sin encontrar ninguna oposición. El
Coronel Spano al ver que era tacado de manera resuelta, determinaba efectuar
una defensa en plena plaza mayor, con los setenta artilleros con tres cañones,
veinte fusileros y treinta milicianos de lanza. El comandante patriota colocaba
los cañones en tres esquinas de la plaza apuntando de esta forma a seis de las
bocacalles, que llegaban a la plaza, construyendo en la esquina que había
quedado sin artillería un parapeto que sería sostenido por parte de sus
fusileros y ordenó a todos los hombres que abrieran fuego cuando aparecieran
las partidas realistas. Spano confiaba que llegaría los auxilios requeridos
mientras el pudiese sostenerse en combate, en especial al destacamento que
había enviado al Sur.
Podría haberse sostenido el Coronel Carlos
Spano con su pequeña fuerza un tiempo más hasta la aproximación del
destacamento que comandaba el Coronel de Granaderos Juan Rafael Bascuñán,
quienes se devolvían rápidamente en dirección a la ciudad atacada; pero, la
desgracia hacia su presencia junto a la perfidia de algunos habitantes de
Talca, quienes se unían a las partidas realistas que entraban a la ciudad y
atacaban a la pequeña fuerza patriota que hacía de la plaza mayor su zona de
defensa. Así don Vicente de la Cruz y Burgos, guiaba una partida ubicándola en
la casa de su familia, desde donde comenzaron a disparar hacia donde se
defendían los hombres de la Patria, logrando matar al teniente Marcos Gamero. Los soldados del
Rey, avanzaban de manera incontenible por las calles de la ciudad, penetrando
en la plaza por diferentes lados, logrando llegar al mástil al centro de la
plaza donde estaba enarbolada la bandera chilena, lugar donde se hallaba el
Coronel Spano, quien se encontraba al pie donde se hallaba esta, siendo
acribillado a lanzazos.
“La ciudad de Talca fue atacada
principalmente por la más oriental de las dos calles que parten de la plaza hacia el sur. El
teniente Gamero se había colocado con un cañón en la esquina sureste de la plaza. En la primera cuadra de
la calle que sale de allí hacia el sur, estaba situada la casa de Vicente de la
Cruz y Polloni, antiguo subdelegado de Talca y realista decidido a quien
Carrera había impuesto el año anterior
una contribución de 12.000 pesos para
sufragar los gastos de la guerra. Un hijo de este, llamado Vicente de la Cruz y
Burgos, fue el que sirvió de guía a la
partida realista que ocupo la casa de su familia. Esa casa no tenía propiamente
altos, pero los soldados de Elorreaga, que Cruz había introducido por las
calles atravesadas, ocuparon los techos y desde allí rompieron los fuegos
contra la batería patriota y dieron muerte a Gamero. Entonces se contó que los deudos de Cruz y
otros vecinos de Talca tuvieron en la toma de la ciudad más parte que los mismos
soldados de Elorreaga. Este último penetró en la ciudad por la calle que corre
de oriente a poniente, para desembocar al norte de la plaza y llegó hasta
ésta por el interior de una casa que
formaba la esquina norte de su costado oriental. La toma de Talca, que como se
ve, fue una operación muy sencilla, no se conoce, sin embargo, más que en sus
rasgos generales”. (Historia
General de Chile. Tomo IX. Diego Barros Arana, Página 262. Capitulo XX.
Editorial Universitaria. Segunda Edición, Editorial Salesiana. Santiago de
Chile. Julio 2002).
El Coronel realista Ildefonso Elorreaga
lograba hacerse dueño de la ciudad de
Talca antes del mediodía, logrando de esta forma evitar el saqueo que parte de
sus hombres habían comenzado a realizar y normalizando la vida en la urbe. En
esta acción tomó como prisioneros a doscientos hombres dentro de los cuales
existían una gran proporción de reclutas que nunca habían utilizado arma
alguna, haciéndose, además, de una
acopiado suministro de municiones y
víveres que los patriotas habían comenzado a reunir para las fuerzas de la
Patria existentes en el Sur de lo que era la Capitanía General de Chile.
Mientras esto ocurría en la ciudad de Talca,
el comandante Bascuñán lograba cruzar el Maule junto a todo su destacamento,
donde fue avisado que la ciudad estaba siendo atacada por los realistas y que
tenían toda la ciudad tomada, quedando solo la plaza en manos patriotas, lo que
lo llevó a determinar retroceder con la
fuerza a su mando y dejando al alférez Ribera que se dirigiese a Curicó,
mientras él se devolvía a Talca para ver
si podía salvarla del ataque y rescatar a sus compañeros de armas. Allí era
notificado que unas horas antes de su llegada la ciudad había sido tomada por
completo y la bandera de la patria arriada y destruida, frente al cuerpo
exánime de su comandante, Coronel Carlos Spano. Producto de ello el comandante
Bascuñán decidía establecerse en unas colinas ubicadas al Norte del rio Lircay,
con la finalidad de impedirle seguir avanzando y demostrar que estaban llegando
más tropas de la Patria a las cercanías de la ciudad. En ese lugar al atardecer
del día 4 de marzo lograba poner en fuga a una partida realista que intentó
atacarlos, pero esto convenció al comandante patriota que no tenía suficientes
hombres para oponérseles a todas las fuerzas del Rey que se hallaban en Talca,
debiendo marchar hacia el Norte,
logrando llegar el día 5 de marzo a Curicó, donde se le reunieron, al
parecer, las milicias de la ciudad y las existentes en San Fernando. Bascuñán, ese mismo día ordenaba al comandante
Feliciano Letelier marchar en dirección a Santiago para informar la pérdida de Talca, la muerte del Coronel
Carlos Spano y la captura de los reclutas que la Patria estaba adiestrando en
aquella ciudad.
La adversidad entre miembros de la
emancipación se hacía patente incluso en poner en duda la heroica acción del
Coronel Carlos Spano, quien dio su vida defendiendo la bandera independentista
del territorio que lo acogió. Muchos adversarios de O´Higgins echaron a correr
rumores, tan similares a lo que hoy se denominan “Fake news”, en contra del fallecido Coronel patriota, Carlos
Spano, llegando a decir que había
convenido de forma secreta con los realistas para entregar Talca, y que había
muerto por equivocación en el momento mismo que iba a bajar la bandera que se
enarboló al medio de la plaza. Serán aquellas noticias falsas y rumores sin
fundamentos que repetidos infinidad de veces se transforman en verdad, dañando
a personas y tergiversando los hechos y las motivaciones que llevaron a ciertos
personajes a actuar de una determinada forma.
En Santiago, a pesar de las informaciones que
llegaban, muchos patriotas participaban en reuniones y juntas, tratando de ver
la forma que podían motivar a la población
y así reunir los recursos necesarios para salvar a la Patria del peligro que los amenazaba, creyendo que
la situación no era tan alarmante como la expresada. En los alrededores de
Santiago, como asimismo de Valparaíso y San Antonio, había pequeños acopios de
armas y destacamentos de tropas y cuerpo de milicias que podían ser nutridas
con el armamento existente. Así resolvieron que el Cabildo al día siguiente se
reuniera en la sala de acuerdos, mientras en la plaza de armas de Santiago se
invitaba a la población de la capital a congregarse, para con su adhesión
apoyaran las determinaciones que se establecían en la asamblea.
En aquella junta el regidor Antonio José de
Irisarri, en su discurso expresaba la situación existente para las armas
patriotas, proponiendo una solución al terrible trance existente. Según lo
relatado, la ciudad de Santiago estaba abierta para que fuese ocupada por las
tropas realistas en cualquier instante, careciendo la capital de una fuerza
organizada que se opusiera, aseverando que las divisiones del Ejército del Sur
al mando del ahora Brigadier Bernardo O´Higgins y del Coronel Juan Mackenna, no
se podían movilizar hacia el Norte dado las tropas realistas que se encontraban
rodeándolas, tanto en Concepción como en El Membrillar, aldea que se encontraba
próxima a la ciudad de Chillan, ciudad que operaba como el Cuartel General de
las fuerzas del Rey en Chile. Ahora la idea que presentaba como solución era
más política que realmente la requerida para salvar a las fuerzas patriotas que
sobrevivían a duras penas en las zonas antes mencionadas.
Aquel cabildo dejaba traslucir el pensamiento
existente en el movimiento patriota, más cercano a la idea de conformar un
régimen dictatorial, más que uno democrático producto de las vivencias que se
estaban presentando. Irisarri exponía que el gobierno debía residir en una sola
persona, pues al existir una junta gubernativa y un senado, se perdía tiempo en
las deliberaciones de dos o más personas que debían tomar una resolución.
Tiempo que aprovecharía el enemigo para marchar hacia la capital. El Regidor
Irisarri expresaba que la persona que asumiera el mando del gobierno
emancipador, debería ser un individuo que pudiera crear un gobierno fuerte,
vigoroso, enérgico y provisto de facultades absolutas, debiendo poseer la
virtud de congregar a todas las personas bajo un objetivo en común, como era en
ese entonces reunir de forma inmediata todos los elementos para presentar una
férrea defensa, asumiendo una actitud resuelta y franca contra todo sujeto que
se supusiera ser un enemigo interno o partidario del Rey, al poder ser agente o
espía, como también consejeros de los jefes realistas. A quien juzgaban los
miembros del Cabildo como el personaje que reunía todas esas virtudes, sabiendo
alejado José Miguel Carrera y sus hermanos de todo actuar político al estar
prisionero de los hombres del Rey en Chillán, era al Coronel y ferviente
patriota, Francisco De La Lastra de la Sotta, quien en esos momentos se
encontraba ejerciendo el cargo de gobernador de Valparaíso. Ejercería la
función de la primera magistratura en el
gobierno patriota con el cargo de Director Supremo del Estado.
“El soberano pueblo, dice el acta de aquella
asamblea, manifestó que su voluntad universal era concentrar el poder ejecutivo
en la persona del señor coronel Lastra, e ínterin llega, en don Antonio de
Irisarri, quien en el momento hará un expreso a aquél, para que en el preciso
término de cuarenta y ocho horas venga a posesionarse del mando, dejando el de Valparaíso
a quien sea de su satisfacción. Es asimismo, la voluntad del pueblo que el
comando de las armas de esta capital se deposite en el señor coronel don Santiago Carrera ínterin llega el
caballero Lastra. Por último, quiere el pueblo que sin perder instante se reciba del gobierno el caballero
Irisarri, a quien los actuales gobernantes noticiarán puntualmente de todas las
medidas que hayan tomado y órdenes impartidas al ejército”. (Historia General de Chile. Tomo IX. Diego
Barros Arana, Página 265. Capitulo XX. Editorial Universitaria. Segunda
Edición, Editorial Salesiana. Santiago de Chile. Julio 2002).
Una vez que finalizo este pequeño Golpe de
Estado de guante blanco, los dirigentes del gobierno patriota, donde destaca
Antonio José de Irisarri, quien como se ha visto desde el primer momento
demostró una entereza y energía que lo llevaba a mantener una actividad
acelerada con el objeto que la gente no se sintiera abatida y se dedicara a
realizar la serie de tareas que permitiera levantar los ánimos y una nueva
fuerza que pudiera hacerle frente a las fuerzas del Rey, que ya operaban en la
región del Maule. El 7 de marzo de 1814,
despacha para el Sur un correo extraordinario que contenía una serie de órdenes
imperiosas que permitieran concentrar
las tropas del Ejército del Sur. Producto de lo ocurrido en Talca con la
guarnición existente allí y que la ciudad se encontraba en manos de las fuerzas
realistas, llevaron al Teniente Coronel Fernando Márquez de la Plata a quedarse
en Rancagua con su columna de cien hombres, pero las ordenes que ahora le
llegaban eran de dirigirse al Sur hasta San Fernando, lugar donde se
concentrarían las fuerzas de la Patria con el claro fin de organizar una nueva
división; así también, el gobernador de Curicó, y comandante de Milicias,
Coronel José Antonio Mardones, recibía el dictamen del gobierno patriota de
replegarse hacia San Fernando con los caudales del Estado, con la gente que
pudiera serle útil al enemigo y todo el ganado existente que pudieran acarrear.
Mientras el Coronel Antonio Mardones cumplía lo mandado, la población de aquel
pueblo (Curicó), decidía quedarse y defender lo que era suyo con el respaldo de
las milicias que existían en la región, solicitándole a su vez al gobierno los
auxilios pertinentes para la defensa de la ciudad.
El nuevo gobierno patriota, comenzaba a
realizar las acciones que los anteriores hombres responsables de la dirección
del país que se había abanderado con la idea de emancipación no habían
realizado; ahora se estaban impartiendo órdenes y dándole una organización a
las fuerzas patriotas que iban
conformándose ante la solicitud perentoria de Irisarri de reunir y armar
a las milicias de los sectores cercanos a la capital, como eran Aconcagua y
Colchagua, cuyos milicianos no sólo
hacían presencia sino también aportaron ganado caballar de estas provincias
para el ejército. Se lograba poner en movimiento todos los medios y recursos con que se podían
contar para la defensa del país.
Una de las problemáticas que se presentaba en
esos momentos era la elección de un jefe que pudiera comandar estas fuerzas, en
un momento se juzgaban debían ser diferentes al de comandante en jefe de las
divisiones que componían “Los ejércitos del Sur”, cuyos hombres habían llevado el esfuerzo de
la guerra y sufriendo el desamparo en el cual los había dejado la capital. Las
nuevas levas de las fuerzas patriotas necesitaban a alguien que fuera autoridad
y lograra el respeto de todos los hombres de tropa y de la oficialidad misma.
En un momento se pensó en el Coronel
argentino, Santiago Carrera, quien había llegado a Chile conduciendo a los
batallones de “Auxiliares de Chile” (batallones de auxiliares argentinos, que
constaban de unos 300 hombres en su totalidad), debiendo entregar el mando de
estas a otro connotado oficialidad argentino, Marcos González Balcarce y como
segundo quedaba el Sargento Mayor, Juan Gregorio Las Heras, Manteniendo en el
mando en sus respectivos cargos los capitanes José Antonio Álvarez Condarco y
José Argüello, teniente Román Dehesa, subtenientes José M. Enríquez Peña y
Ramón Aldoy, capellán Ildefonso Marín, cirujano Antonio Martel y los que se
habían incorporado en Mendoza con sus tropas, el Coronel Cruz, el capitán José
Vargas y el alférez José Aldao. Esto último se debía al alcance de apellido con
el de los Hermanos Carrera, por lo cual, seria producto, de malas
interpretaciones, en un partido como el emancipador, que en su interior
mostraba la fractura de dos bandos irreconciliables.
Santiago Carrera debía cruzar los Andes antes
que los pasos se cerraran, por lo cual desechó el ofrecimiento a pesar de ser
el oficial más experimentado que existía en Santiago en ese entonces, debiendo
Irisarri confiar para la dirección de las fuerzas que se estaban constituyendo,
en don Manuel Blanco Encalada (B. Aires 21.04.1790 - Stgo. 05.09.1876), quien
en esa época tenía 24 años de edad.
Irisarri, quien era el artífice de la
reorganización administrativa del nuevo gobierno, lograba en cuatro días
después de haber dado el “Golpe de Estado con guante blanco”, como Director
interino, en reemplazo de Francisco de la Lastra, emitía un anuncio de carácter
oficial que expresaba: “Está ya en
movimiento el cuerpo de reserva que debe
obrar sobre Talca al mando del Teniente Coronel de artillería y comandante de esta brigada don Manuel Blanco
Encalada. Dicho cuerpo se compone de 600 infantes, 70 artilleros, cuatro piezas
de artillería con la dotación de 400 tiros cada una, y un cuerpo escogido de
caballería (700 milicianos), al mando del coronel don José Antonio Mardones. La infantería va al
mando del teniente coronel graduado don Fernando Márquez de la Plata”.
(Monitor Araucano. Tomo II, número 26, de 11 de marzo de 1814. Página 114. https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-search.php?keywords=monitor%20araucano&mS=0&mR=9&cS=0&cR=9&oS=0&oR=8&nS=0&nR=6&tS=0&tR=10#tab_objetos)
Santiago y sus alrededores habían logrado
cumplir con lo solicitado por la nueva dirigencia del gobierno emancipador.
Conformaron en cuatro días una división de más de mil hombres
regularmente equipados y armados. Las paradojas de la mala administración
pasada que había dejado carente de
caballos a las divisiones del Sur, la actual permitía contar con abundancia de
monturas a las que se estaba formando en San Fernando, e incluso sobraban para
montar a todas los hombres de infantería. Todo se había hecho en base a
donativos y la confianza de la gente de poder acabar con las amenazas de
ocupación realista en la región. El gran defecto de esta fuerza era su
inexperiencia en combate; escasos de disciplina e instrucción militar, a
quienes se les unían desertores de los ejércitos del Sur, tenían el mismo
defecto que las fuerzas que Carrera en 1813 estaba constituyendo en Talca para
la campaña del Sur, donde la oficialidad y jefatura se estaba integrando con personas
jóvenes entusiastas y totalmente
desprovistas de toda experiencia castrense.
Los hombres reunidos en San Fernando eran carentes de todo valor militar y la
impulsividad de sus oficiales y jefes no soportarían la embestida de una fuerza
curtida en combate. Estos hombres de la patria no deberían haber salido tan
rápido a campaña y producto de la premura que se estaba viviendo, se
establecían como tropas operativas, con el objetivo de recuperar la ciudad de
Talca. Una vez más la improvisación hacia su gala en el proceso
independentista.
Producto de la información que llegaba a
Santiago desde el Sur, informando sobre la toma de Talca por manos de los
hombres del Rey, llevaron a la población a creer que pronto se verían invadidos
por estos, iniciando un desbande que pronto el gobierno imperante tomo las
determinaciones más rigurosas, para evitar la huida de quienes querían salir de
la capital, con el fin de evitar la saña implacable de los hombres del Rey. A
pesar que el Director Interino y los demás miembros del nuevo gobierno
independentista chileno, habían realizado prodigios para excitar el
patriotismo, el cual agotaba y abatía las esperanzas de los habitantes del país ante tanto desengaño
y sacrificio; sin embargo, lograron en cuatro días conformar una división de
más de mil hombres armados y equipados en su totalidad, que distaba de todos
los requerimientos anteriores para las divisiones del Ejército del Sur. Los
habitantes de Santiago se apresuraban por salir de la ciudad, desde las
familias más conspicuas y partidarias de la emancipación hasta las personas que
moraban en la chimba. Todos deseaban evitar la saña implacable con la que
suponían llegarían las fuerzas del Rey. Irisarri debía tomar una determinación
que evitara estas acciones, tomando medidas coercitivas, estableciendo un bando
publicado el 8 de marzo, donde ordenaba que ninguna persona de cualquier clase saliese de la urbe, ni siquiera con destino a
sus campos o haciendas, sino ha sido expedido carta emitida por el Director
Interino, bajo pena pecuniaria o de algunos meses de prisión.
Ahora la culpabilidad de las desgracias de
las fuerzas patriotas era atribuida por Irisarri a los españoles avecindados en
el país, -en especial a los residentes en Santiago-, que podían hacer sus vidas
gracias al amparo de las autoridades chilenas, motivo por el cual dictaría las
medidas más enérgicas, separando de los diferentes cargos públicos y escribiendo
un decreto el mismo día 8 de marzo de 1814, que obligaba a los españoles
residentes bajo pena de extrañamiento y de la confiscación de sus bienes si no
entregaban en el plazo de una hora todos los caballos y armas que tuviesen, sin
importar el valor y calidad de ellos. Además establecía una orden de toque de
queda para todos aquellos “europeos”, que sin carta de ciudadanía, donde no
podían salir de sus residencias a partir de las nueve de la noche y se les
prohibía reunirse más de tres, tanto en lugares privados como públicos. Toda
infracción a estas normativas seria penado para lo primera, si fuese la única
vez que sucedía en cincuenta pesos, si era sorprendido aumentaba a cien pesos y
un mes de cárcel; en tanto para la segunda, comenzaba en cien pesos y un mes de
prisión y para los reincidentes, la pena de extrañamiento y la requisición de
todos sus bienes. Lo mismo era aplicado para los chilenos y a los sujetos de
otras regiones de nuestra América que eran juzgados como enemigos de la causa
nacional.
Mientras Antonio José de Irisarri, como
Director Supremo Interino, se abocaba a organizar todo, logrando conformar una
división de mil hombres establecidos en San Fernando, el Coronel Francisco de
la Lastra, seguía dirigiendo la administración del Puerto de Valparaíso,
haciéndole difícil tomar la dirección del gobierno emancipador del país. En ese
tiempo que va desde el 7 de marzo hasta el 14 de marzo del año de 1814, Francisco
de la Lastra, realizaba diferentes tareas con el fin de procurarse de una
fuerza militar de unos 300 hombres de infantería y lograr contar con catorce
piezas de artillería con sus respectivos equipos, con los cuales marchaba hacia
Santiago el día 11 de marzo, dejando que esta fuerza fuera destinado a la
organización de un cuerpo de reserva. Así el 14 de marzo, a las diez de la
mañana, asistía a la sala de gobierno de las corporaciones del Estado y
prestaba juramento para desempeñar de forma leal y honrada el alto cargo que se le había confiado. De la
Lastra dejaba a cargo de la Dirección de Valparaíso al Capitán de artillería Francisco Formas.
Las acciones que había desarrollado Irisarri,
le entregaban ahora poderes ilimitados que Francisco de la Lastra al ser
elegido como Director Supremo por quienes llevaron a cabo el Golpe de Estado,
el día 7 de marzo, le producían temor, al tener sobre sus hombros la inmensa
responsabilidad que era el gobernar el país en la compleja situación que
existía. De la Lastra operaba con el
cuidadoso recelo de vivir un escenario bastante dificultoso, determinaba por
solicitar a la asamblea de las corporaciones, que debían organizarse tres
secretarias con hombres de confianza, como fueron los elegidos José María Villarreal,
para Gobierno; el Sargento Mayor Andrés
Nicolás Orjera para Guerra y Juan José Echeverría para Hacienda. Junto a ello,
demostraba la necesidad de nombrar un Gobernador-Intendente de Santiago,
declarando que la persona más apta para administrar la provincia era don
Antonio José Irisarri, lo cual fue aprobado por los miembros de la asamblea de
las corporaciones.
Esta asamblea resolvió en ese tiempo
establecer nuevas reglas para el
ejercicio del régimen que habían instaurado, las cuales fueron redactadas el 17
de marzo de 1814, como artículos en el reglamento provisional de gobierno, una
especie de constitución o carta magna del Estado independentista chileno, que
se mantendría vigente mientras durase el
régimen de excepción que la guerra había creado. En este Reglamento de catorce
artículos, quedaba expresado que el Poder Ejecutivo seria desempeñado por un
solo ciudadano, con el nombre de Director Supremo, quien mantendría las mismas
responsabilidades que hasta hace poco mantenía la Junta de Gobierno instalada
el 18 de septiembre de 1810. Las facultades que se le entregaban a Francisco de
la Lastra eran muy amplias y tenían un
carácter de ilimitadas, con la excepción de tener la autoridad de celebrar
tratados de paz, declaraciones de guerra, nuevos establecimientos de comercio e
imponer contribuciones públicas generales, debiendo necesariamente consultar al
senado y llegar a un acuerdo. El Director Supremo en ejercicio duraría un
tiempo de 18 meses, siendo sujeto a juicio de residencia, donde se veían sus
actuaciones, escuchándose las cargos en su contra, junto a ello, el ex
mandatario no podía ejercer otro cargo ni cambiar de residencia mientras estaba
en proceso. Quien debía ejercer la función de juez de justicia era nombrado por
el Congreso. Como todo, en la letra se presentaba muy justo, pero en el
ejercicio y el juego político demostrarían que algunas de ellas caían en
procedimientos donde se negociaba todo…
El Gobierno independentista necesitaba
obtener armas, hombres y pertrechos de guerra, dada la situación alarmante que
vivían los patriotas en el Sur del país. El avance de las tropas realista hacia
la provincia del Maule, habían generado la pérdida de varios villorrios como lo
era Parral, pero lo más terrible fue la toma de Talca, permitiendo ver que la
situación de las dos divisiones de la patria que conformaban ahora el Ejército
del Sur era muy complicada. Los requerimientos de las fuerzas patriotas se
convertían en el interés principal del Director Supremo Francisco de la Lastra.
Se veía ahora en el mando del gobierno con la necesidad de recuperar la moral
de la población y de los hombres que vestían el uniforme patrio; para ello,
ascendía a los oficiales de milicias y
se esperanzaba a que los jóvenes acudieran a engrosar las reservas del
ejército; junto a esto, de la Lastra,
exigía a los europeos, en especial a los de origen español a entregar donativos
que tenían el carácter de ser forzosos, los cuales se habían establecido
durante el interinato de Irisarri en la dirección del Gobierno.
Una situación que ha pasado olvidada para las
personas que hoy habitan Chile, es la actividad realizada por la fragata
mercante “Minerva”, en el archipiélago de Juan Fernández. El Director Supremo Francisco de la Lastra,
con el afán de economizar gastos en los servicios existentes que no eran de
carácter urgente y poder engrosar el número disponible de soldados y de armas en el territorio continental de
Chile y con el claro deseo de utilizar a los hombres de la guarnición, las
armas y las municiones existentes en la isla de Robinson Crusoe; esta servía en
esa época, como presidio de criminales y las tropas que los custodiaban, eran
requeridos para completar las fuerzas patriotas que combatían a los hombres del
Rey. Así el día 16 de marzo de 1814 firmaba el decreto que despoblaba los
islotes del archipiélago de Juan Fernández,
zarpando de Valparaíso el navío “Minerva”, logrando embarcar a 2 oficiales, 94 soldados, 62 presidiarios,
100 fusiles con sus respectivas fornituras, 24 cañones de diferente calibre, 3
“pedreros” (El pedrero era un pequeño cañón de pie y medio de longitud, es
decir de 75 cm. sobre pulgada y media de boca, unos 3,7 cm.), 3297 balas de cañón, 12 cajones de balas de
fusil, 96 palenques, 120 granadas, 85 quintales de pólvora, y una cantidad
considerable de hierro, plomo, de herramientas y de materiales de montaje. No
quedaba en las islas más que tres presidiarios que se fugaron al bosque, porque
preferían quedarse a vivir allí, antes
de sufrir el encarcelamiento en Santiago.
En tanto, el General Bernardo O´Higgins permanecía en Concepción al mando de poco más
de dos mil soldados de la patria, pero se encontraba escaso de los recursos más
indispensables y totalmente exiguos de caballos. Los hombres de tropas
demostraban la desmoralización al sentir que los habían dejado abandonados, con
escasez de víveres y pertrechos de guerra, a lo cual se sumaba las discordias
que se habían originado bajo el mando de José Miguel Carrera y la continua
competencia entre los oficiales que habían tomado un partido a favor del ex
comandante José Miguel Carrera o por la Junta Gubernativa. Los contrastes
sufridos por algunos destacamentos y convoyes en la zona contemplada entre el
rio Itata y la ciudad de Concepción, aumentaron aún más aquel abatimiento, peor
fue al conocerse la pérdida de Talca y la captura de su guarnición en su
totalidad junto a la muerte del Coronel de origen español, Carlos Spano. El
General O´Higgins sabía que las tropas no eran más dueñas que el terreno que
pisaban, es decir de la ciudad de Concepción, del puerto de Talcahuano y su
vecino, el de San Vicente y uno que otro distrito cercano a estas urbes. Además
cada día aumentaban los informes acerca de las acciones que cometían las
avanzadas guerrilleras realistas: interceptaban las comunicaciones, inquietaban
a las guarniciones que operaban como avanzadas, dejando ver el aumento de poder
gracias a los refuerzos arribados con Gainza.
La misma situación existente en Concepción
por la división al mando del ahora Brigadier Bernardo O´Higgins, vivía el
Coronel Juan Mackenna en el sector de El Membrillar, a una distancia de 75
kilómetros al norte de la urbe cuyas riberas eran regada por el rio Biobío, donde
las partidas realistas estaban actuando de tal manera que hacían sentir a este último
oficial patriota totalmente cercado, pues las comunicaciones con la ciudad
antes mencionada y las vías que conducían al Norte, con Santiago, cada día
eran más complicadas mantener abierta.
Su división de cerca de mil quinientos hombres, los cuales estaban compuestos
con una extraña mezcla de soldados experimentados con levas de soldados que
recién habían salido a campaña; pero, todos con alguna instrucción militar. Mackenna
sabía que estaba amenazado por el cuerpo principal del Ejército Nacional o
realista, el cual se encontraba en su totalidad acampadas en el sector de
Quinchamalí, ubicado en la ribera Sur del sector de la confluencia de los ríos
Ñuble con el Itata., aunque desconocía que Gainza había distribuido su fuerza
desplazando desde el campamento general de Quinchamalí a quinientos hombres
para Chillan al mando del comandante de artillería José Berganza, despachando a
su vez a los campos vecinos del rio Maule
a la división de Elorreaga, la cual tuvo la osadía de tomar Talca y
mantenía a varias guerrillas operando en la zona costera que conducía a
Concepción y al Golfo de Arauco, estos últimos distribuían pequeñas partidas
que tenían la misión de capturar convoyes , pequeños destacamentos patriotas
que salían de Concepción en misión de patrulla o llevando cartas hacia el
Norte. Quedaban en el sector de Quinchamalí, mil seiscientos cincuenta hombres
de tropa, que eran considerados por él como las mejores de todas sus fuerzas.
Desde este campamento Gainza pensaba que podía evitar que se unieran las
divisiones de Carrera con las existentes en Concepción bajo la dirección del
comandante en jefe de todas las divisiones patriotas que componían el Ejército
del Sur, Brigadier Bernardo O´Higgins.
Gainza pensaba que podía acabar con cada
división patriota por separado antes que estas se lograsen reunir, acelerando
el término del conflicto revolucionario. Algunos jefes realistas como Luis
Urrejola, que servían bajo sus órdenes y los consejeros, como el padre
Almirall, no dejaban de proponerle que emprendiera con prontitud un ataque
resuelto y rápido que le daría un triunfo inapelable. Incluso el asesor Juan Antonio Rodríguez
Aldea, durante el proceso que se le llevó a Gabino Gainza en Valparaíso, decía:
“Declaro ante Dios y los hombres, que
el señor brigadier Gainza pudo haber concluido la guerra en dos meses si
hubiese atacado a O´Higgins o a Mackenna antes que aquel se acercase.” Mientras los oficiales realistas como Elorreaga,
Urrejola, Lantaño, Asenjo, Olate, Ballesteros, entre tantos otros, se mostraban
muy activos, el General en Jefe realista, Gabino Gainza, se mantuvo por el
lapso de un mes completamente inactivo.
Las motivaciones que tenía caen en el mundo de la especulación, aunque
demuestran a Gainza como un oficial carente
de talento militar que requerían las operaciones que el ejército real
llevaba a cabo. Podría haber sido el temor a comprometes el éxito de la campaña
llevada a cabo por sus oficiales, al realizar un ataque que podría haber sido
desastroso para las armas del Rey, como expresó en su confesión en el juicio
llevado a cabo contra él por haber firmado el tratado de Lircay, o tal vez
estaba esperanzado que los jefes
patriotas, viendo todos los peligros que se les presentaban producto de la
situación difícil generada por la actividad de las guerrillas realistas, los
llevarían a establecer una suerte de proposiciones para la paz, por ello,
Gainza dejó que el tiempo transcurriera con la expectativa que los ejércitos de
la Patria capitularán, quedando así los
caminos abiertos para ocupar Santiago.
Gainza se había
tomado su tiempo observando a los patriotas establecidos en el sector de El
Membrillar. En su observación se dedicaba, al parecer, a responderse las preguntas: ¿Qué disposiciones tomaron
los patriotas? ¿Cuándo podría atacar? ¿Oficio o no al General de los
patriotas?¿Le hablo en persona en un armisticio o intento comunicarme por otros
medios con él? Preguntas que también le hicieron durante el segundo o tercer
día de su proceso judicial. Según Gainza
“ocupo
tres días en conocer la posición del enemigo, habiendo pasado para ello,
acompañado de una escolta de a caballo y varios prácticos para situarse en una
loma alta y dominante, la más próxima que pudo ser al campo enemigo, así como
también lo hizo desde las alturas del coreal (sic), pasando el rio Itata fuera
de tiro de cañón; siendo el resultado haber advertido que el enemigo ocupaba un
lugar, o situación ventajosa por naturaleza, por su dominación al parecer a
todo cuanto alcanzaba el tiro de cañón; atrincherados sus campos con ramazón y
alguna tierra levantada del pozo, o dígase mejor de zanjas que la circundaban;
y distribuidas sus seis piezas (entre ellas dos de a ocho), de artillería, y un
mortero, por lo que muchos, desde que puso pies en el reino, les hablaban
todos, sin excepción, del desorden y al sólo arbitrio suyo e independencia por
resistir todo lo que fuese unión y contacto en formación con los compañeros a
que estaba acostumbrada la tropa del reino, cuyo mando acababa de tomar, y lo
que en abandono de esa opinaron y expusieron algunos jefes del primer concepto,
llegando uno de ellos hasta escribírselo, como por consejo, aun tratando
materias muy distintas”. (Colección
de Historiadores y de Documentos relativos a la Independencia de Chile. Tomo
XV. Páginas 190-191. “Juicio de Gabino Gainza”. Imprenta Cervantes. 43
volúmenes. Santiago de Chile.
1900-1966).
El
conocimiento principal de los acontecimientos ocurridos durante ese tiempo que
va de enero de 1814 hasta antes de la batalla de Rancagua ocurrida el 1 y 2 de
octubre de ese mismo año, se deben en gran parte a las declaraciones que hizo
el Brigadier español Gabino Gainza en el juicio que se le abrió, culpando de
excederse en las atribuciones que se le habían otorgado. Aunque otros
personajes también expusieron sobre estos acontecimientos, tales como el Capitán patriota de Nicolás García,
el comandante realista José Rodríguez Ballesteros, entre otros que pueden ser
leídos en las entrevistas hechas por Claudio Gay.
Los ejércitos en conflicto mostraban problemas
logísticos de similares realidades al encontrarse bastante alejados de la zona
donde almacenaban los suministros. Los realistas lo almacenaban en Arauco y de
ahí eran transportados al cuartel general establecido en Chillan; en tanto, los
patriotas habían perdido la ciudad de Talca como centro de bodegaje de
pertrechos de guerra, quedándoles sólo Santiago para obtenerlos, aunque como se
vio en los párrafos anteriores, desde la ciudad capital se había organizado y
desplegado una nueva fuerza que se establecía en San Fernando, con suministro
que satisfacían todos sus requerimientos. Ahora quedaban aisladas las
divisiones que conformaban el Ejército del Sur, quienes habían llevado el
esfuerzo de guerra durante todo el año de 1813 y proseguían haciéndolo a pesar
de la serie de situaciones que sufrían y los conflictos internos de carácter
político que junto a las deserciones y
las acciones de saqueo y violencia realizados por algunos de sus miembros
contra la población civil de la región existente entre los ríos Ñuble, Itata y
Biobío, demostraban el caos interno de ellas. Los hombres de la patria se
encontraban divididos en partidarios del gobierno central independentista y los
adeptos al Brigadier José Miguel Carrera. La situación compleja de las tropas,
al parecer no era tan grave en el bando realista, acostumbrados a superar las
desgracias e infortunios, producto de haberlas padecidos desde su avance como
fuerza expedicionaria al mando del Brigadier Antonio Pareja hasta las riberas
del rio Maule y su marcha de regreso a Chillan, donde llegaban desmoralizadas,
y producto de ello, el Coronel Sánchez las reorganizó como tropas montadas,
dándoles nuevos bríos a sus hombres, más cuando los oficiales y jefes que las
dirigían se adaptaban de buena manera a la forma de hacer la guerra establecida
en la época de mediados de 1813; esto lleva a apreciar la capacidad de
adaptación que los realistas tuvieron durante todo el proceso independentista
de Chile, cuyas tropas en su mayoría estaban conformadas con hombres nacidos en
el país.
Las fuerzas
existentes en el sector de la confluencia de los ríos Itata y Ñuble eran más o
menos similares. El Coronel Juan Mackenna se encontraba dirigiendo a unas mil
quinientas almas, establecidas en una defensa de parapetos y de algunas piezas
de artillería que les permitiría dar una férrea defensa ante un ataque de una
fuerza que los doblegara en hombres. En tanto, en la ribera sur de la unión de
las aguas de ambos ríos, el General Gabino Gainza mantuvo a mil seiscientos
soldados de tropa en el campamento de Quinchamalí, ubicado a unos quince
kilómetros de donde Mackenna se había establecido. Desde aquella villa, Gainza
pensaba estar situado de manera estratégica que podía impedir la unión de las
divisiones de O´Higgins, provenientes de Concepción y las que se encontraban a
la defensiva en el sector de El Membrillar, posterior a la escaramuza vivida en
Cucha-cucha. Los más deseosos de realizar un ataque audaz y resuelto, a la hora
que el sol se entraba en el mar eran los jefes, consejeros y oficiales que
venían combatiendo en la región desde antes del Sitio de Chillán y ahora se
mostraban seguros de obtener un triunfo irrevocable, producto que las fuerzas
realistas existentes en el país estaban acostumbrados a desarrollar sus ataques
en horas que las primeras estrellas iluminaban el firmamento.
Aunque Gainza
había arribado con la percepción que los hombres reclutados en el país para conformar
los ejércitos del Rey, carecían de las habilidades y destrezas militares
adecuadas, esto lo creía confirmado,
cuando vio lo mal vestidos que andaban y la forma que hacían la guerra,
tan disímil a lo que él conceptuaba para las tropas del Ejército Nacional o
Real y por ello, tal vez, “resolvió no atacar por entonces al
Membrillar, así por lo expresado, como por las malas consecuencias que preveía si
su primer empeño y con lo mejor que tenía el ejército salía desgraciado; y
adoptó el medio de hostilizarlo, cuando fuese dable, persiguiendo a los
insurgentes al mismo tiempo en otros puntos, como empezó a verificarlo
inmediatamente: que por consiguiente no ofició al general enemigo, ni menos le
habló; bien entendido que jamás pensó en verificar contra Mackenna un ataque,
sin intimarle antes y tratar de reducirle a lo justo por convencimiento
especialmente de sus quiméricos, vanos pensamientos y la cuenta que podía
traerle al abandonarlos; pudiendo añadir que esta resolución y modo de pensar,
es notorio a los oficiales y jefes que
le han comunicado de cerca, pues se lo oyeron muchas veces antes del ataque
extemporáneo, imprevisto y no mandado de la tarde y parte de la noche del día
veinte de marzo y aun después.” (Colección
de Historiadores y de Documentos relativos a la Independencia de Chile. Tomo
XV. Páginas 190-191. “Juicio de Gabino Gainza”. Imprenta Cervantes. 43
volúmenes. Santiago de Chile.
1900-1966)
El General
realista dejaba pasar un tiempo precioso, tomando una actitud expectante, como
si los hombres de la Patria al ver que sus fuerzas se iban engrosando,
obligarían a Mackenna a establecer propuestas de paz. El Coronel Juan Mackenna
temía que con el avanzar de los días las divisiones realistas se verían
aumentadas en tropas y suministros y producto de esto se decidieran atacarlos,
si bien los días 22 y 23 de febrero de 1814 había evitado sufrir una derrota y
logrado desbaratar un ataque realista, que a pesar de haber sido desordenado,
podría haber destruido a sus divisiones, logrando que las partidas realistas
evitaran acercarse al sector del Membrillar donde Mackenna levanto sus
defensas. Las avanzadas patriotas que se aventuraban a llegar por la ribera
Norte al sector de Confluencia, informaban a Mackenna de una gran concentración
de tropas realistas en Quinchamalí, llevaban a despertar mayores temores en el
Coronel Mackenna y sus oficiales.
El 5 de marzo del año de 1814, Mackenna se
encontraba preocupado por la situación en la cual estaba su división,
prácticamente cercado y aparentemente sin ninguna forma de comunicarse con el
Norte o con el General Bernardo O´Higgins, en Concepción. Producto de ello
ignoraba por este tiempo lo que ocurrió en Talca y la guarnición que comandaba
el Coronel Spano, incluso Mackenna creía que esta ciudad podía defenderse
contra cualquier ataque de las fuerzas realistas. Lo único que desvelaba al
Coronel Juan Mackenna en esos momentos,
lo cual se lo refería en oficios y escritos para Bernardo O´Higgins era
la libertad con la que recorrían las partidas realistas los campos de la región,
incluso ahora llegaban hasta las orillas del rio Maule, casi a 270 kilómetros
de distancia de El Membrillar. Esto, aún hoy, llevan a imaginar que la cantidad
de guerrilleros realistas que proliferaban al Sur de Talca, se había ido incrementando
enormemente. Ahora, cualquier hombre bien montado, con arma, sea una lanza de
coligue hasta una escopeta, podía ser visto como miembro de alguna partida
realista.
La situación en
la cual se hallaba Mackenna y sus hombres, llevaron a solicitar al General Bernardo O´Higgins que acudiese con todas sus
fuerzas a socorrerlos, pues era la única fuerza que podía auxiliarlo en la
compleja circunstancia que vivía, producto del aumento de tropas realistas a su
alrededor y su constante recorrer la campiña en las proximidades donde la
división a su mando se había establecido para defenderse. Solicitaba a
O´Higgins que viniera en su ayuda con la
división existente en Concepción, para que obrando ambas en conjunto enfrentar
al Ejército Real que comandaba Gabino Gainza. Así, los oficiales patriotas de
la división acorralada en El Membrillar, sentían el cerco establecido por los
realistas, escribiendo uno de ellos: “Nuestra comunicación con Concepción era
dificultosa. Los vivanderos se minoraron, y los pocos que se presentaban eran
según comprendo espías del enemigo. Continuamente habían escaramuzas de poca
importancia”.
En ese
ambiente de constante preocupación de verse atacados por toda la fuerza
realista existente, llegaba la información hasta el sector del Membrillar, tal
vez, como estrategia realista que hacía
a estos últimos, suponer que informados los hombres independentistas de
la caída de Talca, preferirían una rendición “honorable”, a sucumbir producto
de un arma blanca, como ocurrió con la pequeña guarnición que opuso resistencia
en la mencionada ciudad. A este suceso sumaban, también, la derrota en Rere, el
apresamiento del ex general del Ejército del Sur o patriota, Brigadier José
Miguel Carrera en Penco Viejo; como asimismo, el rumor que las tropas de la
patria existentes en Concepción, habían perdido la mayor parte de sus caballos,
lo cual hacía suponer que los soldados de O´Higgins se encontraban
imposibilitados de marchar en su ayuda. A pesar de todas estas desgracias, Juan
Mackenna se mantuvo con la entereza que se le conocía, tomando medidas como
aumentar las defensas y fortificaciones
del campamento, con el objeto que permitieran rechazar cualquier ataque
enemigo. Muchos oficiales de la patria consideraban que era imposible
mantenerse en esas posiciones, solicitándole la convocatoria de una junta de
guerra que llevara a determinar el curso
de acción a realizar. El 7 de marzo de 1814 se realizó aquella reunión de los
oficiales patriotas en El Membrillar.
En esta
reunión de oficiales patriotas en El Membrillar, el coronel de origen
argentino, Marcos González Balcarce, que llego al mando del batallón de
Auxiliares Argentinos y producto de su grado y antigüedad quedaba como segundo
al mando de la división patriota acantonada en este sector, exponía la
necesidad de abandonar estas posiciones estratégicas, dado que no existían vías
de comunicación con Concepción y menos ahora con Santiago. Se encontraban
aislados de todos y en espera que los realistas se decidieran a atacarlos.
Explicaba la actividad de retroceso que se debía hacer, debiendo abandonar lo que
no se podía llevar, desplazándose en plena noche a sus antiguas posiciones en
Quirihue, para después siguiendo las serranías costeras dirigirse al Maule para
así lograr acercarse a Santiago. Balcarce se olvidaba que por todo el
territorio hasta este último rio (Maule), las partidas realistas las recorrían
libre y confiadamente, sin encontrar ninguna oposición. Sería el Capitán de
artillería Nicolás García quien se opuso a esta idea, como el mismo deja
escrito en su diario inédito de las operaciones de la división auxiliar, el
cual comenzó a escribir desde su salida de Talca en diciembre de 1813 hasta el
mes mayo de 1814. En ella deja expuesto que la idea expuesta por Balcarce fue
debatida fervorosamente por él, demostrando los peligros existentes al realizar
una retirada de forma apresurada y de noche, en un vasto terreno lleno de
partidas realistas, siendo lo único factible para evitar una desgracia en la
división, era que la fuerza acantonada en Concepción y alrededores marchara en
dirección a donde ellos estaban y una vez reunidos realizar acciones en contra
de las tropas reales ubicadas en el sector de Quinchamalí. Solicitaba de modo imperioso,
dada la premura existente en los hombres aislados en El Membrillar, el insistir
enviando mensajes al comandante en jefe de las fuerzas patriotas en el Sur del
país, Brigadier Bernardo O´Higgins, para que se pusiera en marcha desde
Concepción en dirección al lugar donde ellos se encontraban.
Quien acabo
con la discusión y estableció no moverse del Membrillar, por lo menos por unos
ocho días más, fue el mismo Coronel Juan Mackenna, tiempo que pensaba podría
lograr tener información de la aproximación de la división que estaba en
Concepción y lo que se demoraría O´Higgins en marchar hasta allí, dada la
escasez de caballos que Mackenna suponía sufría la división establecida en
Concepción. El comandante de la división en el Membrillar, Coronel Juan Mackenna,
como se hizo mención en un párrafo anterior, prosiguió levantando los medios de defensa en el
campamento patriota y a pesar que las partidas guerrilleras realistas le habían
arrebatados gran parte de su ganado caballar, siguió empecinado organizando las
construcciones donde apostaría a sus hombres para enfrentar a las fuerzas del
Rey que intentasen atacarlo. Hábilmente y tomando la idea del Capitán García,
se dedicó a remitir mensajes redactados en inglés en dirección a Concepción
para el General O´Higgins, las cuales en caso de ser interceptadas por el
enemigo, les fuera difícil leerlos. En
una de las últimas cartas, escrita el 12 de marzo, Juan Mackenna expresaba acerca de los peligros que amenazaban la
revolución al perder Talca e instaba a O´Higgins a realizar la conjunción de
sus fuerzas lo más rápido posible.
Aquel día 12
de marzo exponía: “La capital, señor General, le decía, llama toda nuestra atención; y de
su suerte pende la del Estado…”. Además de la situación complicada por
el aislamiento que habían logrado establecer las fuerzas realistas sin
necesidad de levantar un sitio, como el sufrido por estas últimas en Chillan
en julio y agosto de 1813, expresaba la
cercanía del invierno y sus inclementes cambios en el tiempo y clima. Confiaba
que O´Higgins recibiera sus mensajes y que pronto obtendría alguna noticia,
pero lo días transcurrían sin recibir ningún oficio y misivas provenientes de
Concepción, lo que lo llevó el día 14 de marzo a volver a escribir, dejando
entrever el estado ansioso que estaba teniendo, su compostura se iba perdiendo
afectado por las emociones que entraban a jugar en su mente y su confianza;
ahora su redacción adquiría un tono más alarmante y atemorizado: “Tiene
V. en Concepción, le decía, la principal fuerza del ejército, mientras que la
capital está en peligro y Talca se halla ocupada por el enemigo. La división
que V. manda nada tiene que temer a las fuerzas de Gainza y de Lantaño, que de
ningún modo son respetables a su patria por su presente inacción y por no marchar
con esa división. Si ella viene, todo ´podrá mejorarse; pero si no, temo que
todo sea perdido. A lo mejor, deme V. un aviso para que yo pueda conocer los
resultados, y V. sólo sea responsable a la patria. Venga V. por Dios y todas
las cosas irán bien”. (“You have in Concepción, I told you, the main force
of the army, while the capital is in danger and Talca is occupied by the enemy.
The division that you command has nothing to fear from the forces of Gainza and
Lantaño, who are in no way respectable to their country due to their present
inaction and for not marching with that division. If she comes, everything can
be improved; but if not, I fear all is lost. Perhaps, V. give me a notice so
that I can know the results, and V. is only responsible to the country. Come V.
by God and all things will go well”.)
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