miércoles, 10 de agosto de 2016

RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA: EL BAJO PUEBLO CHILENO EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA, 1810-1814

Leonardo León

HISTORIA Nº35, Santiago 2002, 251-297

ABSTRACT

This article presents a detailed account of the conflictive relationship that evolved between the chilean lower classes and the elite during the first phase of the war of Independence (1810-1814). Based upon a wide range of documents, the author demonstrates that the deep schims which divided the social body during the nineteenth century had its roots in tho se early days of the Republic. It focuses its atention on the military aspects, examining both the forced recruitmen of peasants and inquilinos from thehaciendas and its subsequent dessertion from the warring armies. Neither patriots nor monarchists, the lower classes showed their determination to remain outside the civil war. Thus, they became an imp ortant third party in the eonflict, under the guise of montoneros and bandits, that continued fighting against the national authorities well after the Independence wars had ended.
Keywords: .
 
Reclutas forzados y desertores de la patria:
el bajo pueblo chileno en la Guerra
de la Independencia, 1810-1814[1 Este trabajo fue realizado gracias al financiamiento otorgado por el Proyecto "Espacios de sociabilidad y tipos humanos en la frontera mapuche de Argentina y Chile, 1800-1900", Fondecyt 1000121.]


“¡Viva la Patria y estamos en cueros y sin camisa!
Viva la Patria y sitiados por todas partes!”
Canto de los milicianos patriotas durante el sitio de Gabino
Gaínza a Concepción, diciembre de 1813.
Durante los inciertos días de la Patria Vieja, cuando patriotas y realistas se disputaron el poder en el país, el bajo pueblo chileno inició su propio levantamiento contra la elite tomando el camino de la deserción y la fuga. Al abrazar esa opción, los plebeyos del campo y la ciudad transformaron su tradicional resistencia social en activa oposición militar. Efectivamente, la crónica indisciplina laboral, su repugnancia a vivir en poblados y la reconocida fama de insubordinados que se atribuía a los peones hicieron crisis cuando los dos bandos combatientes aumentaron sus exigencias sobre ese vasto sector, demandándole más productividad en las haciendas y obrajes, mayor estabilidad en sus formas de vida y una activa y entusiasta colaboración en el plano militar. Si hasta allí, y por más de un siglo, la gente pobre había cultivado su existencia de afuerinos, se había automarginado del Estado y había insistido en vagabundear por la tierra, ¿por qué habría de cambiar su conducta ancestral ante una repentina demanda de la elite? 1.
Para los representantes del monarca, la guerra englobaba principios, intereses y expectativas que no estaban dispuestos a ceder con facilidad, especialmente cuando las reformas tributarias, comerciales y administrativas de los borbones comenzaban a dar sus primeros frutos. Para los patricios del reino la guerra también era crucial, pues con la derrota arriesgaban la pérdida total del poder, de sus riquezas e, incluso, de sus vidas. “La ambición del mando”, escribió un fraile realista en 1815, refiriéndose a los líderes de la elite, “como fiebre voraz les abrazaba el corazón…” 2 Pero debemos preguntarnos, ¿era igualmente crucial la revolución para la plebe? En realidad, frente a los acontecimientos que se desataron con tanta fuerza y violencia a partir de 1810, los sectores populares permanecieron indiferentes. En Concepción, a fines de 1813, al momento de ser ejecutado un grupo de cinco peones, una de las víctimas confesó “que no solo no sabía la causa de su muerte, pero ni tampoco si había o no guerra, ni por qué razón…” 3 Esta indiferencia del bajo pueblo y el creciente abismo que surgió entre este y el liderazgo patriota fueron acaso los factores más importantes en la derrota de los insurgentes, que culminó en Rancagua a principios de octubre de 1814; también sirvieron como importantes ingredientes en el posterior proceso de restauración monarquista. En efecto, la persistencia en la memoria colectiva del descalabro económico, social y moral que vivió el país desde el inicio de la revolución en septiembre de 1810 llevó al general realista Mariano Osorio a escribir al momento de asumir el mando en Santiago: “Cuatro años, diecisiete días ha llorado Chile una revolución, que principió con injusticias, continuó con tiranías y terminó con crueldad” 4.
En las próximas páginas intentaremos reconstruir el proceso de quiebres y rupturas registrado entre la elite y la plebe durante el significativo lapso de 1810-1814, época en que el discurso del patriciado pasó de un tímido llamado a la autonomía política a una convocatoria a la secesión total. Centraremos la atención en la resistencia demostrada por el bajo pueblo a participar voluntariamente en la guerra, analizando las principales medidas administrativas que se tomaron para forzar su intervención. “El más furioso ardor revolucionario”, escribió el historiador hispanista Mariano Torrente, “hacían un curioso contraste con la gran masa general de la población, que estaba muy distante de agitarse y de ponerse en aquel activo movimiento que deseaban los agentes de la rebelión”5. Desde el primer momento, cuando se reunieron los vecinos nobles de la capital para formar la Junta de Gobierno, la revolución aristocrática no contempló involucrar al populacho en la nueva escena política, ni tampoco la plebe mostró mayor entusiasmo por verse arrastrada a un enfrentamiento que no sentía como algo propio: quizá presentía que su intervención en la guerra secesionista estaba condenada a ser bajo la forma tradicional de la carne de cañón, conformando los contingentes que alimentarían la nutrida cifra de muertos, inválidos y desarraigados. Los más connotados ideólogos patriotas no ignoraron la apatía que cundía en el bajo pueblo. “Como los trastornos y conmociones del orden político no influyen en su suerte”, escribió José Antonio Irisarri en su Semanario Republicano, “manifiesta una indiferencia estúpida en medio de los acontecimientos de mayor importancia”6.
En fin, en este trabajo sobre la conflictiva relación entre la elite y el bajo pueblo durante la Patria Vieja, argumentaremos que las levas peonales fueron de naturaleza forzada, transformando el servicio militar en un nuevo sistema de disciplinamiento que aceleró la alienación de las clases populares, estimuló su deserción y provocó su migración hacia las tierras libres del Norte Chico, la Araucanía o las Pampas transandinas. Planteamos que, más que resolver un problema, la revolución iniciada en 1810 hizo público un proceso histórico que hasta allí había permanecido más o menos oculto -la cruda oposición de intereses de la elite y de los plebeyos- exacerbando una crisis social de enormes proporciones. Más grave aún, la deserción dejó de ser un acto individual para transformarse en una respuesta colectiva del mundo popular a las presiones del patriciado, lo que tuvo profundas implicancias en la posterior construcción del Estado republicano7. Los desertores de la patria, estigmatizados por las autoridades y siempre dispuestos a explotar las debilidades del sistema estatal se transformaron, a partir de esos años, en los progenitores históricos del bandido, del gaucho, del huaso maulino y del roto chileno. En otras palabras, los hombres más activos y rebeldes del bajo pueblo, aquellos que desde 1810 rehusaron someterse y desertaron de los ejércitos combatientes, pasaron a ser los principales actores de una insospechada tragedia que llegó a ser la contrapartida de la historia patria.
1. INDEPENDENCIA Y BAJO PUEBLO
El quiebre del orden constitucional que se produjo a partir de 1810 no motivó a las grandes mayorías nacionales a sumarse a la gesta emancipadora, simplemente porque el reemplazo de las viejas normativas no transformó en nada la actitud antipopular de la elite. Por el contrario, cada paso que dieron los patricios de la época fue dirigido a resguardarse de un inesperado ataque popular. Así, al fundamentar los motivos que tuvieron para derrocar al gobierno de Antonio García Carrasco, los concejales del Cabildo santiaguino se refirieron a las acciones de “un vil mulato [que] salió proponiendo libertad a los esclavos, como sostuviesen al presidente…” 8En el mismo Acuerdo, los ediles daban cuenta de los temores que les mantenían en vilo: “ya que se armaba la plebe para que saquease la capital; ya que aparecían escuadrones de gentes de las campañas”. ¿De dónde provenía este nefasto concepto de la gente pobre? Sin duda que la respuesta a esta pregunta escapa de los marcos de este trabajo, pero no se puede ignorar que el trasfondo del proceso histórico que tuvo lugar durante ese período fue teñido por el terror que inspiraban a los patricios la inmensa masa de hombres y mujeres de piel cobriza que desde el anonimato hacían sentir su presencia en la escena nacional. Por su parte, los plebeyos siguieron las banderas que levantaron las autoridades, sin importarles demasiado si eran republicanas o monarquistas, porque para ellos era muchos más efectiva la fuerza del fusil, la atracción de la aventura o el afán por obtener un botín. Militarmente, sin embargo, su participación en uno u otro ejército, fue decisiva. Juan Mackenna, el prestigiado militar irlandés que prestó servicios en el ejército patriota durante esta época, escribió con crudeza cuando se refirió al exitoso avance de los españoles comandados por Gaínza en 1813: “Verificose la invasión, y se vió con asombro e indignación un puñado de chilotes y valdivianos apoderarse, sin cuasi tirar un tiro, de todo el reino hasta la orilla del Maule”. Desde el sur, el bajo pueblo fronterizo marchó bajo los estandartes monarquista, a diferencia de los peones de Chile central que fueron reclutados forzadamente. En lo que sí coincidían los comandantes de ambos bandos fue en considerar el enrolamiento del peonaje como un asunto natural, sin apreciar la naturaleza de los hombres que se encargaron de llevar a los campos de Marte. “Estos cuerpos”, observó el comandante realista Antonio de Quintanilla al describir los contingentes de milicianos que se sumaron a las tropas de Pareja cuando se dirigía hacia Santiago, “sin disciplina, instrucción y sin más armas que unas lanzas de coligües, aunque con buenos caballos, más servían de confusión y desorden que de utilidad”[10.' Antonio de Quintanilla, "Apuntes sobre la Guerra de Chile (1815)", en C. H. D. I. Ch. Vol. IV (Santiago, 1900), 212.].
El inesperado giro que asumió la guerra una vez que los realistas decidieron reconquistar sus perdidas posesiones, enajenó aún más la participación de las clases populares, especialmente cuando los peones se vieron forzados a disparar sus armas contra sus propios hermanos. La virtual guerra civil producía espanto, divisiones y anarquía. A ello se sumó el creciente caos político que provocó la ruptura entre diferentes fracciones de la elite y su innata tendencia a debatir los más afiebrados proyectos políticos, proyectando una imagen de desconcierto y falta de autoridad. “Todos se creían gobernantes”, escribió con amargura Manuel José Gandarillas algunos años más tarde, “y ninguno quería ser gobernado”9. No sin razón, un testigo realista de la época describió a los líderes de la insurrección patriota como “mandones e ilusos”10. De igual forma, el virrey Abascal denunció en abril de 1813 a los jefes patriotas como un grupo reducido de “egoistas que abrigando ambiciosos planes de mando, encendían en su patria las rivalidades y partidos, llevándola a la ruina y desolación…” 11. Al capturar la ciudad de Santiago, el 5 de octubre de 1814, las autoridades monarquistas continuaron desprestigiando a los líderes de la emancipación, a quienes describieron con los epítetos de “almas inquietas, ambiciosas o alucinadas… quiméricos… monstruos de iniquidad… ambiciosos y tumultuarios”12.
El creciente desprestigio del liderazgo patriota y el colapso de las antiguos mecanismos de control social, proporcionaron al peonaje la oportunidad para desplegar su crónica insubordinación, su espíritu pícaro y su crónica falta de respeto. “A más de la escasez de bagajes”, escribió en su Diario de campaña el mayor general Francisco Calderón al describir el desplazamiento del ejército de OHiggins hacia Concepción a mediados de marzo de 1814, “uno de los arrieros se llevó en la noche 15 mulas”13. Que la víctima principal de este atentado haya sido una de las máximas autoridades del gobierno nacional demuestra la descarada conducta que asumió el populacho frente a quienes, en su opinión, no dejaban de ser meros caudillos. “Estos milicianos del campo”, escribió el letrado cronista José Rodríguez Ballesteros, “son propios para las armas, y por naturaleza buenos soldados para campaña, pues su clase conserva la sangre araucana…” 14.
¿Por qué el bajo pueblo chileno decidió marginarse del enfrentamiento que dividía a la aristocracia? Diversos autores coinciden en describir la ausencia de reformas sociales, políticas o económicas que modificaran las condiciones de vida del bajo pueblo durante la administración borbona. Por el contrario, como han demostrado investigaciones recientes, la modalidad del trabajo forzado a ración y sin sueldo fue mucho más que un símbolo de los nuevos aires autoritarios que soplaban en los pasillos del gobierno imperial: en medio de un riguroso proceso de persecución, vigilancia y castigo, los pobres de la ciudad y la campaña conocieron, a partir de 1750, el celo persecutorio de los jueces de campos y de los Alcaldes de Barrio15. “La estructura social”, escribió John Lynch, “estaba construida en torno a la tierra, poseída por una minoría afortunada y trabajada por una masa de miserables”16. La revolución de 1810 tampoco representó ningún gran cambio. La abolición de la esclavitud, la eliminación del sistema de castas y la instauración de un régimen formal de igualdad ante la Ley, no significaron mucho para la gran mayoría de los chilenos, porque no extinguieron los mecanismos estructurales que habían gestado la miseria y que obligaba a la mayor parte de la población a vivir como gañanes, afuerinos y temporeros17 Arnoldo Pacheco, “La economía de una sociedad tradicional: propiedad rural en Concepción, siglo XVIII”, en J. G. Muñoz, editor, El Agro Colonial, Serie Quinto Centenario, Universidad de Santiago, 1992.]. Para el bajo pueblo, la ruptura iniciada por la elite solamente significó un cambio en la administración del país y una consolidación de los mecanismos de exclusión que se habían perfeccionado en las pasadas décadas. A nivel local, en el microscópico mundo de estancias y villas, los terratenientes continuaron ejerciendo ferréamente la autoridad, sin permitir que la revolución política transformara de manera alguna el antiguo modelo señorial. Tampoco permitieron que prosperara un espíritu de reforma social, si bien se alzaron voces tímidas que denunciaron las lacras de la dominación colonial demandando más justicia y equidad en el trato que se daba a los grupos populares. “La pobreza extrema, la despoblación asombrosa, los vicios, la prostitución, la ignorancia y todos los males que son efecto necesario del abandono de tres siglos”, afirmó Manuel de Salas en su conocido Oficio de la Diputación del Hospicio, “hacen a este fértil y dilatado país la lúgubre habitación de cuatrocientas mil personas, de las que dos tercios carecen de hogar, doctrina y ocupación…” 18   Arruinados, sudando sangre, extenuados, miserables y desarraigados, los labradores, artesanos, mineros y jornaleros se enfrascaban en los vicios más infames para soportar una “existencia insufrible”. “Levantad el grito para que sepan que estáis vivos”, argumentaba por su parte el fraile Antonio Orihuela en 1811, en una confusa proclama dirigida a los penquistas, “y que tenéis un alma racional que os distingue de los brutos, con quienes os igualan…” 19
El bando monarquista tampoco ofreció grandes cambios. “Estos valerosos y sufridos soldados”, apuntó a modo de epílogo de la Patria Vieja el coronel realista Antonio Rodríguez Ballesteros, al referirse a los contingentes que engrosaron los ejércitos de Antonio Pareja, Gabino Gaínza y Mariano Osorio, “que abandonaron sus hogares y sus familias y derramaron su sangre en el servicio del Rey, siempre desnudos y llenos de miseria, unos sin brazos, otros sin piernas y todos llenos de contusiones, impedidos totalmente para trabajar en lo sucesivo y para mantener sus mujeres y un crecido número de hijos, fueron inhumanamente despedidos del servicio…”20 Sin embargo, antes de morir o de verse obligados a sobrevivir como pordioseros, siempre quedaba para el peonaje la posibilidad de fugarse o desertar, dejando en los comandantes el amargo sabor que causa la traición en el campo de batalla. No sin razón, una de las frases más utilizadas por los comandantes de la época fue señalar que “la mayor parte de las milicias se habían desertado…” 21 
El beneficio que la revolución independentista reportó al bajo pueblo fue prácticamente nulo; peor aún, la liberación del tutelaje madrileño permitió que la aristocracia chilena comenzara a ejercer su poder sobre los plebeyos sin las salvaguardias jurídicas que les había brindado el antiguo sistema monárquico. Así, confrontados con la opción de sumarse a los bandos en pugna, irrumpió el bajo pueblo desempeñando su nuevo rol de desertor o bandolero. Empero, a diferencia de sus ancestros -los vagos, ociosos y malentretenidos que asolaron el campo chileno desde mediados del siglo XVII-, los nuevos tránsfugas portaban armas de fuego, se movían en gavillas o bandas y habían recibido entrenamiento bélico22. Muchos eran experimentados arrieros, cuatreros o salteadores, y no pocos habían participado en los feroces malones araucanos que asolaron el mundo trasandino. En común, todos tenían un buen conocimiento del terreno y poseían la habilidad guerrillera para conformar las primeras montoneras populares. Su afán no era solamente sobrevivir en un medio abiertamente hostil, sino desafiar el poder de la elite. Por supuesto, durante la Patria Vieja, este fenómeno se manifestó solamente en su estado embrionario. Alternativamente, y esa fue la posición que asumió la mayor parte del populacho, muchos hombres de la plebe prefirieron permanecer como pasivos testigos de las encarnizadas luchas que protagonizaba la elite. “Grupos de curiosos, compuestos principalmente de hombres del pueblo y de vendedores del mercado público”, escribió Barros Arana al describir el enfrentamiento que se produjo en la Plaza de Armas de Santiago entre patriotas y monarquista durante el motín de Figueroa, “parecían esperar llenos de inquietud el desenlace de aquel inusitado aparato militar”23.
Sin embargo, sería un error afirmar que todos los chilenos dieron vueltas sus espaldas a la nueva patria. En ese sentido se puede citar el decreto emitido por José Miguel Carrera, a fines de noviembre de 1812, para poner coto al entusiasmo que mostraban por la causa nacional “varios jóvenes de inmoderado patriotismo”24. Incluso, de tierras lejanas, decenas de hombres acudieron en esos años a luchar por la causa patriota. Describiendo el exitoso asalto cometido en Yerbas Buenas, el mismo Carrera manifestaba que las fuerzas nacionales habían sido lideradas por Santiago Bueras, Manuel Rencoret y el americano Enrique Eyros, “que sirve de aventurero del ejército”25. Gregorio Las Heras y Ramón Balcarce, oriundos de la Argentina, comandaron por su parte heroicos batallones de bonaerenses y cuyanos que acudieron en solidaridad con los revolucionarios chilenos. No obstante estos esfuerzos, y sin desconocer el celo y entusiasmo de miles de soldados, se puede afirmar que desde un primer momento el país nació dividido entre aquellos que miraban indiferentes estos acontecimientos y los que atascaron las secretarías solicitando incorporarse al ejército cuando se anunció la formación del primer cuerpo de veteranos nacionales. Como señala el relato que se da en autoría a OHiggins, “el deseo de charreteras y los sueldos, y el darle destino a algunos ineptos y ociosos, era todo el fin que se proponían los aspirantes y los que por ellos se empeñaban”26. Refiriéndose en particular al caso de Juan José Carrera, uno de los oficiales más controvertidos de la época, el autor que vamos citando señaló que era “un jóven vago, inepto y acostumbrado a la vida licenciosa y holgazana…” Y luego agregaba: “Se entabló la recluta de soldados recogiendo los criminales de las cárceles, y vaciando los presidios, sin consideración a que en estos primeros hombres, se iba a depositar la confianza pública, y el sosten del órden…” En el caso del sargento mayor del regimiento de Granaderos Enrique Campino, el comandante en jefe OHiggins escribió en abril de 1814: “es vano, orgulloso, ignorante, revolucionario ambicioso tiene toda la calidad mala para el empleo que obtiene, es demasiado de vicios indecibles…” 27
Para los miembros de la elite, que comandaba gran parte de la economía, del comercio y de la propiedad territorial, era un hecho casi natural que sus hijos ejercieran el mando durante el período de convulsiones que siguió a 1810. Del mismo modo, y por las mismas razones, los nuevos jefes no se vieron obligados a distinguir entre los antiguos peones e inquilinos y el nuevo pueblo uniformado: para ellos, los pobres debían seguir sus órdenes y perder sus vidas, si era necesario, en los campos de batalla. Por eso mismo, la tarea de engrosar las filas de los regimientos era para el peonaje no más que eso: una tarea, nunca la defensa de un principio ni de una concepción doctrinaria. Reaparecía en el ejército la vieja relación de patrones y dependientes bajo la nueva nomenclatura de oficiales y soldados. Todo esto porque el principal objetivo de la elite revolucionaria no consistía en modificar las condiciones de vida de los de abajo, sino triunfar sobre sus enemigos monarquistas, extirpar sus instituciones y perseguir con brutal encono a todos los que disintieran de la nueva política oficial. ¿Cómo evaluó estos cambios el resto de la comunidad? ¿Hasta qué punto la arrogancia del patriciado alienó a la sociedad civil, haciendo imposible la victoria revolucionaria? Es díficil contestar estas preguntas sin relevar miles de documentos que han sido hasta aquí ignorados -entre otros, las causas judiciales, los informes de doctrineros, además de cartas privadas y testimonios orales que han perdurado en el tiempo-, pero lo que no está en duda es el hábil manejo que hicieron los realistas de esta suma de errores que cometió la elite chilena. En su proclama a los habitantes de Santiago de abril de 1813, el virrey Abascal ironizaba sobre el destino final que habían tenido en dos años “la independencia y libertad a que aspirabais a la discreción y capricho de dos jóvenes, cuya arbitrariedad y licencia abominaba mucho tiempo antes vuestra religiosidad y pundonor”. Carrera y OHiggins, supuestamente aludidos por el virrey en su comunicación, no eran ajenos a este concepto tan peculiar de la autoridad y el poder que detentaron en esos días: “En manos de Ud. y mías”, escribió Carrera cuando las dos facciones del ejército patriota se enfrentaban al sur de Santiago mientras Osorio avanzaba para conquistar la capital, “está la salvación y destrucción de un millón de habitantes…” Tampoco desconocían los patriotas la completa enajenación que se había creado con el resto del pueblo. José Antonio Irisarri, uno de los más destacados miembros del liderazgo revolucionario, escribió sin tapujos en 1813: “Lo que no os podré menos de decir es que la voz del pueblo no es la voz de cuatro tertulianos que proyectan divertir sus pasiones con una escena de revolución” 28    
2. RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES
DURANTE LA PATRIA VIEJA, 1810-1814
La ambigua situación que se creó con la instalación de la Primera Junta Nacional de Gobierno en septiembre de 1810 comenzó a definirse a medida que los miembros más radicales de la elite plantearon la independencia del país. El motín de Figueroa (abril de 1811) y el movimiento del 4 de septiembre del mismo año trazaron con mayor claridad la vía autonomista, al mismo tiempo que reforzaron la necesidad de contar con un ejército propio que respondiera a la voluntad de las autoridades revolucionarias. En ese contexto, el gobierno patricio se impuso la tarea de formar una fuerza armada, redistribuyendo los antiguos regimientos en tres batallones de reciente formación y sumando a ello el disciplinamiento de los regimientos de milicianos de Santiago. A fines de octubre de 1811, se publicó un bando llamando a todos los “hombres libres” a presentarse a los nuevos cuerpos, amenazando que quienes se negaran “lo reconocerán como enemigo de la sociedad que lo abriga”. A fines de aquel año, y en los momentos en que Carrera se disponía a imponer su gobierno dictatorial sobre los distritos del sur, el jefe de Estado reconoció la lentitud con que se llenaban las plazas de los regimientos recién creados. Explicando esta morosidad, Carrera señalaba: “Quizá proceda de que los comisionados hacen violencia para alistar, o que la gente campestre, engañada o tímida antes de resolverse, presume que viene a ser mortificada”29.
La temprana resistencia demostrada por el bajo pueblo a participar en la nueva institucionalidad obligó al reclutamiento forzado de labriegos, peones y jornaleros a las filas del ejército. En mayo de 1813, cuando el general realista Antonio Pareja ya había tomado posesión de las provincias del sur, el gobierno patriota dispuso una orden de “alistamiento militar” de todos los chilenos adultos “en estado de que sus valientes brazos y ardientes deseos de salvar al Estado no queden inútiles por falta de armas y disciplina…” 30 Como medida complementaria, se ordenó imprimir papeletas de reclutamiento que se repartirían a oficiales y soldados “a fin de que las personas que se encontrasen sin ellas, sean castigadas conforme a la criminalidad, que es el que un habitante de Chile manifiesta indiferencia en los apuros de la patria”. El empadronamiento de la población flotante apuntaba no tan solo al aspecto bélico, sino también a controlar los movimientos de la amplia masa peonal. Con el propósito de facilitar el disciplinamiento militar de las tropas, se ordenó el cierre de las tiendas porque, según argumentó la autoridad, “no sería justo que cuando la mayor parte de los comerciantes cierren sus tiendas por asistir a dichos ejercicios y servir a la Patria, otros permaneciesen en ella perjudicando a los buenos ciudadanos”. De esa manera, pulperías y chinganas, los típicos centros de la sociabilidad popular, quedaron sometidos a la ley marcial, como una nueva forma de coartar los espacios que usaba la plebe para rehuir de la acción estatal. Aún más significativo, el artículo tercero ordenaba la recolección de armas, especialmente “las que retengan los ciudadanos particulares”, si bien la medida se extendía también a soldados y oficiales. Esta orden reafirmaba la voluntad del nuevo Estado de ser el único detentador legítimo del poder armado, excluyendo de su posesión al resto de la sociedad”31.
Durante aquellos años, ser soldado de la Patria significaba para los peones dejar atrás el anonimato que les caracterizó durante más de dos siglos. Por ese mismo motivo, y como un medio de incentivar un sentimiento de apego a las nuevas instituciones, una de las primeras medidas adoptadas por el gobierno independiente consistió en introducir banderas, uniformes y emblemas que generaran un lazo de identidad entre los reclutas y sus respectivos regimientos. Sin embargo, la falta de recursos redundó en un continuo incumplimiento de estas reglamentaciones. “No es ya tolerable el abuso que se ha hecho hasta hoy del reglamento de uniformes y divisas”, puntualizó Carrera en un decreto de septiembre de 1814, notando que “la falta a su cumplimiento ocasiona una confusión y desarreglo perjudicial a todas sus clases…” 32 uniformes y divisas, Santiago 8 de Septiembre de 1814″, en B. L. D. G., Vol. I, 367.] De allí en adelante, los sargentos y cabos que no cumplieran con la obligación de vestir sus atavíos serían rebajados al grado de soldado raso y estos, de ser sorprendidos sin sus respectivos trajes, serían expulsados del ejército. No obstante, la realidad era bastante distinta, pues a la cabeza de los bandos combatientes surgían ejércitos improvisados, sin oficiales preparados ni con la suficiente disciplina que permitiera mantener cohesionadas sus fuerzas. La anarquía institucional, de otra parte, mermaba la capacidad logística y el poder militar de los patriotas. “El ejército desnudo, las armas en muy mal estado, sin plata, víveres, ni auxilios”, escribió un oficial de las fuerzas comandadas por OHiggins en los críticos meses de marzo y abril de 1814, “escasos del todo y la tierra que pisábamos enemiga, porque la poseía el godo. Así fue que nos habilitamos con las bayonetas, marchábamos con cuanto pillábamos y se amansaban yeguas, potros y hasta burros para montar la tropa”33.
La escasez de pertrechos, la miseria de los recintos y el desarrollo de un ambiente de corrupción habían sido un mal crónico en el ejército colonial apostado en la frontera del río Biobío durante casi tres siglos, pero a partir de 1810 estos problemas se agravaron. “Los problemas del Ejército de Chile”, escribió Valdés Urrutia en un artículo reciente sobre el tema de la deserción, “consistieron en bajos sueldos, pago irregular y condiciones de operación -sobre todo en el sur- de díficil superación”34. Al respecto, a fines de la Patria Vieja, cuando el desbande de las fuerzas patriotas era casi un hecho consumado, el propio OHiggins escribió al gobierno de Santiago: “Todos los soldados están descalzos… tampoco hay tabaco ni donde comprarlo… la desnudez en el ejército es grande; hay cantidad de reclutas fogueados que nunca han tomado vestuario, y no tienen otro que un cotón, calzoncillos de bayeta, y muchos hechos pedazos, muchos de los artilleros andan con una jerga amarrada a la cintura”35. Los soldados del rey, de otra parte, no se encontraban en mejor pie. “Comenzó la tropa a padecer muchas escaseces por la estación del tiempo”, escribió el fraile Juan Ramón al describir el estado del ejército realista después del tratado de Lircay, “corta ración que se daba a los soldados, y por el corto sueldo de dos pesos mensuales, que no les alcanzaba para lo necesario a su subsistencia. Esto los incomodaba tanto que muchos no cesaban de suspirar por la libertad…” 36 Cuando el brigadier Gabino Gaínza fue enviado desde el Perú para que reorganizara las fuerzas leales al rey y diera el golpe final contra los desfallecientes destacamentos patriotas, entre las instrucciones que le dio el virrey Abascal figuraba de modo prominente la necesidad de que las raciones se distribuyeran “con equidad y prudente abundancia…” para evitar el desorden y la indisciplina de la tropa. Similares instrucciones se entregaron al coronel Mariano Osorio quien, en caso de una rendición de las fuerzas nacionales, debía entrar a Santiago “para restablecer en ella el buen orden”37. En otras palabras, en ambos bandos se registraba una falta de recursos y pertrechos, lo que obligaba a los comandantes de las partidas de avanzada a obtener por la fuerza lo que rehusaban dispensar voluntariamente los habitantes rurales. Enfrentados a este problema, los reclutas provenientes del bajo pueblo eran doblemente perjudicados, pues no solo debían asumir la penosa tarea que significaba luchar sin el equipamiento adecuado, sino que también debían exponer sus vidas realizando operativos de saqueo. Peor aún, el no pago de sueldos y la inexistencia de pensiones para los lisiados e inválidos, trasladaba el costo de la guerra al centro de las empobrecidas economías familiares del populacho, allanando el camino para el resentimiento, la insubordinación y la fuga. ¿Cómo compensaban las autoridades estas falencias? Aumentando el rigor en la instrucción y la severidad en los castigos, vale decir, multiplicando los factores estructurales que subyacían al descontento popular.
En 1814, las autoridades se vieron enfrentadas a la seria amenaza que representaba la persistencia de la rebeldía en las filas de los cuerpos armados. “De la falta de organización, disciplina y arreglo en los cuerpos de milicias”, escribió en marzo de 1814 el Director Supremo, “resulta necesariamente el desorden de su servicio…” 38Desarreglo en las guardias, insubordinación, motines y, por sobre todo, la deserción, asumían los rasgos de un calamidad al interior del ejército y la Guardia Nacional creada en 1811. En Curicó, cuando las fuerzas patriotas se aprestaban a tomar la villa, la tropa desertó en masa para refugiarse en el pueblo. Solamente una vez realizada la operación, los oficiales procedieron a “reunir la tropa que se había embriagado y estaba en desorden”39. La suma y proliferación de hechos similares obligaron a las autoridades a introducir medidas cada vez más rígidas para conseguir que los regimientos no desaparecieran por falta de hombres, fenómeno que ya se había iniciado en 1813. “Se comunicará la orden de reclutamiento a todos los comandantes”, rezaba un decreto de José Miguel Carrera en marzo de 1813, “quienes instruirán al Gobierno de el que se niegue a pretexto de excusas, para ejecutarle con el desagrado que se hará acreedor…” 40  La misma rigurosidad se observaría contra los peones movilizados. “Si hubiese algunos que olvidados de su deber no obedezcan ciegamente lo que Us. Mande”, escribió Carrera al comandante de milicias de Concepción Antonio Mendiburu un mes más tarde, “me los remitirá Us. Escoltados y con una barra de grillos…” 41 Así como se reunían mulas, caballos y vacas para el transporte, montura y sustento de las tropas, se iban también recogiendo los peones rurales que en grandes números eran desplazados hacia las villas o ciudades. En Talca, en menos de un mes, los comandantes guerrilleros de Carrera remitieron casi cuatro mil hombres desde los campos vecinos que, si bien carecían de instrucción o disciplina militar, abultaban sus escuálidas filas. Por su parte, el ejército realista creció del núcleo original de 50 oficiales remitidos desde Lima a más de cuatro mil hombres durante el mismo período.
Únicamente razones de índole económica, provocadas por el bloqueo del comercio con el Perú y la desarticulación de gran parte de la economía agroganadera de Chile central, impidieron una leva más intensa de la población rural. “Los solteros y los viudos sin hijos deben componer la principal y primera fuerza”, señalaba Carrera en abril de 1814 al comandante de caballería de San Fernando, “pues sería un absurdo arrancar los brazos necesarios de la agricultura y de la industria…” 42 En otra comunicación, remitida al oficial a cargo del regimiento de Rancagua, el Director Supremo manifestaba que la recluta de infantes debía realizarce teniendo en consideración “la que sea capaz su vecindario e inmediaciones…” 43 Sobre este punto, el comandante de la guarnición de Rancagua escribió en 1813 que la tropa principal del regimiento Infante don Carlos, estaba compuesta por “inquilinos de las mismas haciendas del distrito, unos son labradores y otros arrieros”44. Indudablemente, nadie desconocía que el servicio militar distraía a la fuerza laboral de sus tareas habituales, justo en los momentos en que se requería aumentar la producción de granos y animales para sostener a los combatientes. En ese sentido, uno de los sectores más perjudicados por la violencia eran los inquilinos, que debían pagar sus deudas a los hacendados para mantenerse vinculados a la tierra. Al tanto de esta situación, y procurando proteger los derechos de estos “guerreros ausentes”, las autoridades nacionales dispusieron que “ningún propietario moleste a sus inquilinos, que han salido a la guerra, por la pensión o arriendo de todo el presente año…” 45 Incluso en los peores momentos de la guerra, las autoridades patricias tendieron a relevar a los labradores y jornaleros, procurando reclutar a la amplia masa de ociosos, vagos y malentretenidos que pululaban por los valles septentrionales. “Que sean jóvenes, solteros, de buena configuración, sin achaques, y, sobre todo, que no tengan una industria o agricultura conocida”, rezaba un decreto de recluta aplicado a Choapa en 1814.
El dilema que enfrentaban las autoridades era ya centenario en un país marcado por la guerra: dedicar a los peones a las faenas agrícolas o transformarlos en soldados. De nada ayudaba la intensa ruralización de la población, el bajo número de hombres jóvenes disponibles para las armas y la creciente complicidad entre peones y estancieros para que los primeros evadieran el servicio a la patria. Poco se avanzaba, con la mera recluta peonal. Describiendo el ejército de ocho mil soldados encabezado por Carrera cuando en abril de 1813 entró a Talca, un autor señalaba que la fuerza patriota estaba compuesta “por hombres montados a caballo, sin disciplina, ni táctica en ninguna arma”46. El espectáculo que ofrecían estas partidas era pintoresco pues en medio de los chivateos, el ruido de los cascos, carruajes y cureñas, se agitaban los ponchos y chupallas de improvisados regimientos de huasos que desplegaban su pobreza centenaria de inquilinos. Entonando los sones de las nuevas canciones guerreras y avivando su entusiasmo con roncos vivas y hurras, el peonaje marchaba bajo la mirada vigilante de sus oficiales que, de acuerdo al mismo testigo, eran habitualmente los hacendados, “que por sí y sus dependientes entraron a hacer la guerra más activa”47. Los patrones que se sumaban a la causa revolucionaria no dudaban en enrolar a sus jornaleros en la nueva empresa. José Santo Fernández, vecino del asiento de minas de Yaquil, escribió en su Diario el general Carrera, se presentó como voluntario de la columna patriota con doce de sus “sirvientes”48. En una comunicación enviada a su amigo Juan Mackenna a principios de enero de 1811, OHiggins señalaba que el Regimiento No 2 de La Laja, que ayudó a organizar, estaba compuesto por sus “propios inquilinos y de los vecinos inmediatos”49. Por esta razón, argumentaba, había sentido su estatus vulnerado al no ser nombrado Coronel del regimiento, considerando que “sería mirado en menos por mis propios inquilinos…” Diego Barros Arana, en su Historia Jeneral escrita sesenta años más tarde, observaba: “se daba el mando de los nuevos cuerpos a los propietarios más prestigiosos o acaudalados de cada localidad, sin tomar en cuenta sus inclinaciones y sus aptitudes”50.
Después de las batallas de Yerbas Buenas y San Carlos, cuando la guerra entró en una fase decisiva, la lucha adquirió un nuevo nivel de violencia. De acuerdo al hispanista Mariano Torrente, desde mediados de 1813 se inició una era “en que sufrieron mayores desastres aquellos pueblos desgraciados. Ambos ejércitos los recorrían en requisición de dineros, víveres, gentes y caballos; ocurrió más de una vez que en el mismo día fuese un pueblo apremiado por las tropas de ambos partidos”. Sin embargo, las tropelías y abusos que cometían ambos bandos contra la población civil eran anteriores y de más larga data. Describiendo las acciones realizadas por Carrera para contener en 1811 la formación del gobierno autónomo de Concepción encabezado por Rozas y OHiggins, un testigo manifestaba que “los excesos que estas tropas cometieron en los pueblos del tránsito, jamás se olvidarán de la memoria de sus habitantes… baste solo saberse que al soldado se le daba por órden que podía llevar a su campamento y rancho la concubina que gustase…” 51 Más adelante, al relatar el paso de más de 1.200 granaderos hacia el sur, el mismo testigo describía “los perjuicios graves que recibieron los pueblos de ambas provincias y los hombres agricultores, con la erogación de auxilios injentes sin arreglo alguno, y la cesación del trabajo de los campos por el acuartelamiento de los milicianos…” Bajo el dominio de los hermanos Carrera, señalaba el mismo autor, la villa de Talca se transformó en “un laberinto inentendible de desórdenes y vicios…” 52 En Concepción, se acusó a las fuerzas capitalinas de saquear la ciudad y entregarse a toda suerte de “brutalidad, haciendo víctimas de sus deseos a las infelices mujeres que, incautas, confiaron en la lenidad y promesas amistosas del ejército”. El fraile Melchor Martínez, en su encendido texto contra la causa revolucionaria, relató con pormenores el cuadro de “crueldades, saqueos y ruinas de todos los lugares de la provincia de Concepción que caían en poder del ejército insurjente, cuyas tumultuarias tropas, su mayor parte [integrada] de los facinerosos que residían en las cárceles…” 53 Advertido de los negativos efectos que tendrían estas acciones sobre el resto de la población, los asesores del general Carrera le aconsejaron que cambiara el saqueo por el pago de un sueldo extraordinario a las tropas pues, “atemorizados los hombres [de Concepción] con estos sucesos estraordinarios, detestarían el sistema, se separarían de auxiliar a su ejército, le aumentarían los recursos al enemigo…” Poco tiempo después, cuando Carrera fue destituido del mando, el mismo autor manifestó que los pueblos de la frontera estaban “exasperados, y reducida Concepción a una Babilonia…” El brigadier Juan Mackenna, de reconocida antipatía hacia los hermanos Carrera, observó que hasta el nombre del gobierno patriota llegó a ser odioso entre los habitantes del país durante esos días, “aún entre los inocentes habitantes de la campaña, por el robo que se hizo de sus caballos, verificado por saqueadores sacados para el intento de la cárcel”54. Según Mackenna, al entorno de Carrera se unió un salteador de conocida fama, llamado por sobrenombre El Maulino, “sacado para el efecto de la cárcel, entraba en las haciendas, potreros, casas de ricos y pobres, sacando los caballos que quería… estos bribones [hicieron por sus extorsiones el sistema tan odioso, que esos vecinos solo esperaban la ocasión de unirse al enemigo..." 55
La áspera denuncia de los excesos cometidos por los carreristas en Concepción fue corroborada, en 1815, por el fraile Juan Ramón quien se refirió extensamente a la "irreligión, impiedad, fiereza, hipocresía y otros vicios" que desplegaban los patriotas en sus acciones, persiguiendo a sus opositores, enajenando sus propiedades, saqueando casas y robando haciendas. "Las personas de probidad jemían en las cárceles y sufrían muchos ultrajes. Las señoras virtuosas y delicadas, siempre respetables, eran arrancadas del seno de sus familias..." 56 El virrey Abascal, con acertada intuición política, se refirió en repetidas ocasiones a "la opresión y yugo de fierro" en que mantenían al país las fuerzas nacionales, y llamaba a los patriotas a capitular teniendo presente "la anarquía en que se halla el reino..." 57 El comandante realista Antonio de Quintanilla, quien procuró mantenerse objetivo en su relato, afirmaba que durante los días que siguieron al fracasado sitio de Chillán, Carrera y sus hombres no se dedicaban al negocio de la guerra, sino al "de bailes y desórdenes..." Lejos estaba esta situación de lo que en Santiago esperaban las autoridades. "Váis a decidir si el pueblo ha de ser libre o ha de ser esclavo", declamaron en un encendido bando de despedida los miembros de la Junta Gubernativa en abril de 1813, "y vuestra conducta debe ser digna de la fuerza armada de un pueblo cristiano, humano y justo. Haced amable a las provincias la santa causa que sosteneis"58.  Por el tenor de los testimonios revisados, poco caso hicieron los soldados patriotas de las recomendaciones con que sus superiores les enviaron a los campos de Marte. "El desarreglo e insubordinación de estas tropas", apuntó Rodríguez Ballesteros para explicar la derrota patriota, "las vejaciones, latrocinios, violencias y muertes que ejecutaban en los campos tanto los soldados como los comisionados, aún en los más decididos por la causa de la libertad, fue otra mayor guerra y estrago en toda la provincia de Concepción, así es que muchos patriotas se transformaron en realistas"59.
La guerra desatada en 1813 fatigaba al país y agotaba sus recursos, obligando a los comandantes de ambos bandos a requisar los bienes y propiedades de un campesinado empobrecido que contemplaba impotente el paso por sus tierras de las diversas partidas guerrilleras. "La salida a campaña de bandas indisciplinadas de soldados que no reconocían subordinación", escribió Barros Arana, "producían el terror en los campos. Esas bandas de soldados, que más parecían mangas de langostas... se apoderaban de los caballos que encontraban a su paso, se adueñaban de las provisiones y cometían excesos peores todavía"60. Más adelante, refiriéndose a la soldadesca de Carrera instalada en la ribera norte del río Maule y conformada por no más de 1.500 hombres, el connotado historiador manifestaba que esta carecía de liderazgo competente, disciplina e instrucción militar, y estaban desgastados por "la licencia y la indisciplina en que se les dejaba, todo lo cual daba origen a la deserción de piquetes enteros".
Pero si en 1812 fueron las tropas de Carrera las que sembraron el desorden, en 1814 fueron las columnas comandadas por OHiggins las que desataron una nueva ola de caos en la campaña. "Nosotros íbamos tomando lo que se nos presentaba", escribió el mayor general Francisco Calderón, "porque no había más víveres ni más recursos que los que tomábamos por la fuerza... íbamos por un país declaradamente enemigo"61. Otros testigos que observaron el desplazamiento del ejército guerrillero de OHiggins escribieron: "Eran imponderables los excesos que cometía nuestro ejército sobre los habitantes del tránsito. Nuestro General parecía insensible a estos males. No se tomó una sola medida para evitarlos"62. Manuel José Gandarillas cita en su texto antiohigginista a un oficial del entorno del general que habría escrito: "Por ese tiempo se hacían ya intolerables las estorsiones de nuestra tropa"63. El propio Demonio se habría aprovechado del estado de desorden que implantaron los patriotas, aseveró el fraile Juan Ramón al dar cuenta de estos acontecimientos, "porque coligado en ella con unos hombres desmoralizados, sin ley y sin religión, hallaba los instrumentos más proporcionados para la ejecución de sus horrorosas ideas"64. Una metáfora similar utilizó el fraile Melchor Martínez cuando, al evaluar los abusos que cometían los patriotas, manifestó que el gobierno revolucionario había ido convirtiendo a "Chile en una verdadera semejanza del Infierno, en donde reina una perfecta anarquía". A comienzos de abril de 1814, el distrito de Concepción, que se transformó por la fuerza de las circunstancias en centro de las operaciones militares, después de dos años de enfrentamientos, yacía casi totalmente en ruinas. "A pesar de sus feraces terrenos", escribió Rodríguez Ballesteros al hacer un balance de la situación en que se encontraba el país en esos días, "estaba exhausta de recursos y casi en esqueleto, pues ambos ejércitos desde el principio de la guerra habían sido sostenidos en ella... a más faltaron los brazos auxiliares a la agricultura, faltaron los frutos, y todo había decaído hasta el último estado de necesidad y miseria"65.
Pero la crisis social no afectaba tan solo a los frentes militares. En Santiago, los motines y revueltas se sucedían unos a otros, conformando un escenario de intrigas que las propias autoridades se encargaron de recriminar. De modo paradójico, el mismo Carrera, acusado de los peores excesos en la frontera sur, denunciaba en marzo de 1813 "la corrupción de las pasiones exaltadas, el vergonzoso egoismo, que infecta con hipocresía el lenguaje de la verdadera virtud sin distinguir clases, edad ni dignidades; el imprudente exceso con que se atropellan los deberes respectivos a Dios, a la Justicia, a la Patria y al hombre mismo constituido en sociedad, la sed insaciable del mando..." 66  Y luego agregaba: "Reiteradas veces se ha visto este noble vecindario y el reino entero apoyar el pié de sus confianzas en el borde del precipicio y cuasi tocando con sus propias manos la espantosa tierra del desorden, el terco y sombrío aspecto de la anarquía, y la cueva sepulcral de su total desolación y exterminio"67.  Esta dificultad que demostró Carrera de establecer una conexión entre sus acciones refleja la miopía con que los máximos líderes de la Patria emprendieron su gesta en ese período, responsabilizando a otros de sus propios errores. Carrera asumía un lenguaje casi demagógico que no lograba opacar las deficiencias del nuevo sistema político construido por la elite. Sin duda que esos años fueron de aprendizaje, pero el costo humano no puede ser negado: su resultado más inmediato fue la alienación del populacho. El virrey Abascal, siempre preparado para explotar las debilidades del liderazgo patriota, denunció en agosto de 1812 lo que él veía como "pérdida [de] la armonía social, y paz interior, deshecha la unidad, y delacerado el Reino…” [70 "Oficio del virrey de Lima a la Suprema Junta de Santiago de Chile, Lima, 12 de octubre de 1812", en C. H. D. I. Ch. Vol. 23, 92.] Esta situación descrita por Abascal desde la perspectiva del poder seguramente tomaba tan solo en cuenta la peligrosa escisión que afectaba a la elite; sin embargo, era mucho más importante el cisma que emergía desde abajo, descontrolado e implacable, y que como un río subterráneo, amenazaba destruir al reino con su turbulenta carga de resentimiento popular.
A medida que se acercaba la hora definitiva que zanjaría la confrontación, se hacía imprescindible someter a la plebe alzada, motivo por el cual los castigos que se contemplaban para los sujetos que evitaran las levas eran cada vez más enérgicos. “Por cuanto las críticas circunstancias del Estado exigen una pronta reunión de tropa para resistir al enemigo”, puntualizaba un Bando emitido el 8 de marzo de 1814, “y viendo este Directorio con grave sentimiento la escandalosa dispersión, que se nota en el día. Por tanto, y a fin de evitar los funestos resultados que amenaza la tolerancia de estos crímenes, ordena: que todo soldado que por extravío o formal deserción se haya separado de su respectivo cuerpo, será enteramente perdonado siempre que hallándose á las inmediaciones de esta Capital, se presente a su respectivo jefe dentro de ocho días después de publicado este Bando, y dentro de quince a los subalternos de las villas cabeceras”68. En contraste, los desertores que rechazaran los beneficios del indulto y que rehusaran presentarse a los cuarteles, “serán irremisiblemente pasados por las armas …y la misma pena sufrirá todo individuo del Ejército que en cualquier punto cometiese de hoy en adelante el delito de deserción, aunque sea la primera vez que en él incurre”. Ese mismo mes, al disponer una campaña de reclutamiento de peones en el partido de Melipilla, se manifestaba que los hombres “que se oculten, fuguen o excusen sin legítima causa, sean estos tratados como traidores, y sus haciendas entregadas a la Patria y sus posesiones quemadas, y aquellos remitidos a la Capital para ser juzgados…”69 Rehusar servir a la patria, para las autoridades, era sinónimo de traición; en su visión, los chilenos tenían frente a sí una dolorosa opción: “En nosotros no hay más alternativa”, señaló un Bando de la Junta Gubernativa de septiembre de 1813, “que defender nuestra libertad o pasar a morir en las tropas del tirano”70.
La deserción y el rechazo que provocaban en las masas populares los bandos de reclutamiento ponían en peligro las expectativas de los insurgentes de establecer su poder a nivel nacional. Por ese motivo, una vez instalado en Concepción, el general Carrera levantó sus temidas horcas en medio de la plaza, las que fueron usadas para “inmolar… infelices labradores, que tomaban los oficiales de partida, en los campos, sin más motivo que por suponerlos ser adictos a los enemigos…” 71Su hermano, el general Juan José Carrera, en su proclama a los soldados que salieron rumbo a Concepción, había anunciado a principios de abril de 1813 el método riguroso que se usaría con aquellos que traicionaran la causa nacional: “Muera el perjuro que deserte de las banderas de la Patria, muera el pérfido que intente restablecer la tiranía, muera el cobarde que vuelva al enemigo las espaldas”72. A principios de abril de 1814, el gobierno hizo pública la preocupación que le causaba la fuga de los soldados pero asumió una actitud más indulgente frente a la deserción, otorgando nuevos plazos para la reincorporación de los contingentes fugados. En un decreto publicado en El Monitor Araucano se proclamaba: “Habiendo averiguado hasta la evidencia esta Suprema Dirección que los mayores e incalculables males que ha sufrido y sufre el Estado, proceden en la mayor parte del desorden de nuestras tropas, que dispersándose á su antojo dejan á su voluntad los primeros puntos á que debieron reunirse, y dificultan así, e imposibilitan su reorganización: Para evitar tanto mal, ordeno y mando, que todo oficial, o soldado, indistintamente de cualquier graduación o clase, que en caso de derrota, retirada, ú otro accidente militar, haya sido obligado á desamparar el puesto, ó campo de batalla, debe precisamente buscar ó hacer su retirada al punto, ó lugar que al efecto hayan acordado y designado el General del Exercito ó Gefes Particulares de Divisiones”73. No obstante, teniendo aún presente el desastre experimentado por la división de Blanco Encalada en Cancha Rayada debido a la insubordinación y desobediencia de la tropa, el castigo contra los fugitivos pertinaces seguía siendo drástico. “Los que quebrantasen este orden á causa ó pretexto que no sea legítimo, acreditado y bastamente justificado, en el acto se deciden traidores a la patria, y serán castigados como tales”.
De modo simultáneo, las autoridades comenzaron a instalar un sistema de vigilancia de la población que restringía sus desplazamientos, al mismo tiempo que reforzaba los mecanismos de control del vagabundaje. Si bien su intención estaba dirigida a impedir los movimientos de los potenciales enemigos de la Patria que podían surgir entre los hacendados, sus efectos prácticos incidían directamente en las modalidades de vida transhumantes de la plebe. “Por cuanto me hallo informado, que algunas personas de esta capital se preparan para salir fuera, inspirando terrores al pueblo, en circunstancias que nunca mejor que el presente debemos mirar asegurada la salvación de la Patria. Por tanto ordeno y mando, que ninguna persona de cualquier clase que fuese que salga de esta ciudad, ni aun con destino a sus chácaras, o haciendas inmediatas, sin espresa licencia mía por escrito, bajo la pena de 500 pesos, que sé impondrán al contraventor, y en defecto de bienes con que cubrir la multa, tres meses de prisión”74.
La guerra contra los españoles, de otra parte, justificaba medidas dictatoriales que se hacían extensivas al resto de la población, toda vez que sus acciones cayeran en el ámbito conceptuado como traición a la Patria”. Así ocurrió con las estrictas regulaciones introducidas por Carrera para controlar los movimientos de los españoles disidentes. De acuerdo al bando publicado a comienzos de marzo de 1814, los españoles que carecieran de carta de ciudadanía debían entregar sus armas de fuego y cuchillos, caballos y bastones de estoques. Además, debían someterse a un estricto toque de queda y no reunirse con más de tres miembros de su comunidad. Las penas contra las transgresiones eran variables, pero oscilaban entre cárcel, el secuestro de bienes y el extrañamiento del país. Para hacer aún más efectiva esta vigilancia, las autoridades no dudaron en transformar a sirvientes y esclavos en espías domésticos de sus amos. “Al esclavo que denunciare a su amo [por] ocultación de armas y caballos, se le concederá la libertad, y al criado libre, se le pagarán 200 pesos en el momento de probarse la ocultación”75. Sin embargo, el elemento más peligroso del Bando fue incorporado en su última capitulación. “El Gobierno pone toda su vigilancia en los enemigos del sistema, y se extenderán a los americanos, y cualesquiera otros contrarios á la causa del Pais, cuantas providencias se dictaren en adelante contra los Europeos, que la hostilizan”. En otras palabras, en aras de la defensa del gobierno constituido, las autoridades aplicaron a los chilenos las severas medidas que se introducían para castigar a sus enemigos.
Estas determinaciones, coronaban un proceso de continuo asedio a los monarquistas, a cuyos sirvientes se les otorgó, desde 1812, el derecho a denunciar a sus patrones: “Todo individuo”, se decretó aquel año, “podrá quejarse o delatar y se le hará justicia y guardará secreto”. También se procedió a modificar el reglamento del Consejo de Guerra con el propósito de otorgar más poder a los tribunales que se constituían a nivel local para combatir la deserción. Principalmente, se ordenó la formación de un Consejo de Guerra permanente, de jurisdicción nacional. Su intención consistía en reforzar la autoridad de los comandantes regionales, quienes de modo sumario y ejecutivo, podían procesar a los soldados que cometieran desacatos o desertaran. “Siendo propio y peculiar de los Cuerpos Militares la substanciación y juzgamiento de los crímenes, que cometan sus individuos; lo es también el que a su vista sufran la pena a que se hayan hecho acreedores en justo escarmiento de los delincuentes, y para ejemplo de las demás clases…” 76 Mayor eficacia judicial y celeridad en las causas eran los beneficios más directos de la reforma, pero por sobre estos cambios se llevaba a cabo una acción mucho más trascendente: se radicaba todo el poder y la autoridad en los jefes militares, en absoluto desmedro de la sociedad civil y de los tribunales ordinarios. Así, al tiempo que se registraba una creciente militarización de la vida cotidiana, la elite preparaba el camino hacia el caudillaje, demoliendo el imperio de la Ley y poniendo en su lugar la voluntad arbitraria de los comandantes. Se desmantelaba una estructura jurídica que por más de dos centurias había limitado eficientemente el poder militar y cautelado los intereses de los diversos grupos sociales que componían la compleja sociedad colonial. Lo mismo ya había ocurrido en el terreno de la libertad de información, un bien muy preciado y aclamado por la intelectualidad patriota, pero restringido solamente a sus partidarios. “La libertad de opinar y de discurrir no debe extenderse hasta ser nociva a la sociedad”, escribieron los patricios chilenos en noviembre de 1812, para luego agregar con tono autoritario: “los que discorden del resto del cuerpo acerca del sistema de Gobierno establecido para la seguridad de la patria, se deben abstener de impugnarlo y sembrar noticias que lo combatan”77. Las penas que se imponían a los infractores iban desde la amonestación, la expulsión de la capital y, a los reincidentes por tercera vez, el destierro del país.
Mientras el aparato jurídico e institucional se iba lentamente ajustando a su nuevo marco, la deserción del peonaje con pertrechos, uniformes y entrenamiento, iba gestando un pueblo armado que ponía en jaque la estrategia de poder elitista. Al fin de cuentas, todos sabían que el usufructo del poder pasaba en gran medida por el monopolio exclusivo de las armas, premisa continuamente vulnerada por la fuga de cientos de soldados y milicianos que escapaban con los equipos que les proporcionaba el Estado. En noviembre de 1812, Carrera hizo publicar un bando en que se requería a la población que hicieran entrega del armamento que se encontraba en su posesión. “Estando cierto el Gobierno de que se encuentran en poder de particulares fusiles, pistolas, espadas y otras armas o prendas pertenecientes al Ejército, y siendo necesario recuperarlas”, puntualizó el decreto, “ordeno que todos los que los tengan las restituyan en el término de un mes en la capital al comandante de Artillería… que les gratificará según la importancia de la entrega, ya sea de armas completas de algunas parte de ellas… a la misma recompensa será acreedor el que avise el lugar donde se oculten; personas que los retengan o rehusen entregarlas”. Para los sujetos que no acataran la disposición, se introducían multas y severas sanciones “dignas de su inobediencia…” 78 Casi un año más tarde, la “Junta Gubernativa de Chile” compuesta por Infante, Eyzaguirre y Cienfuegos, y a nombre de la “Soberanía Nacional”, mandó publicar un decreto en el cual se establecía una recompensa para todos aquellos que restituyeran los armamentos a las autoridades. “Por quanto se han notado los graves perjuicios que se han originado al estado de que los desertores soldados fugitivos, y muchos de los que han muerto en el campo de honor, hayan dejado, botado, y perdido sus armas, desvigorizando nuestra fuerza…” 79 
En la medida que el enfrentamiento entre la elite patriota y el bajo pueblo se hizo más evidente, las autoridades nacionales introdujeron normativas aún más duras. De acuerdo a Torrente, cuando Carrera en su condición de jefe de Estado debió marchar hacia el sur para contener las tropas del brigadier realista Antonio Pareja, “levantó cuatro cadalsos en los cuatro ángulos de la Plaza [de Santiago]… conociendo que el terror era el único medio de hacerse respetar por los vacilantes chilenos…” 80 Su salida desde la capital en compañía de 900 combatientes dispuestos a rendir la vida demostró, en cierta medida, lo eficiente de la medida; sin embargo, apenas unas semanas más tarde, cuando los reclutas forzados debieron enfrentar a las fuerzas realistas en San Carlos, fue ampliamente reconocido que en la noche previa al trágico combate se le había “desertado mucha gente…” Más tarde, durante el infructuoso sitio de Chillán, quedó al descubierto “la horrorosa deserción que se había introducido en su campo…” 81 En esa ocasión, la fuerza patriota estuvo principalmente conformada por soldados de línea que sumaban casi 2.500 hombres, y apenas un contingente de 500 a 1.000 milicianos. Debido a esa desastrosa campaña, las enfermedades y la deserción, observó Melchor Martínez, Carrera quedó con la sexta parte de su ejército original. La conducta del campesinado desalentaba a los generales quienes, en más de una oportunidad y sin más fundamento que su mero entusiasmo, imaginaron que la situación sería muy distinta. Juan José Carrera, comandante del regimiento de granaderos, manifestó con solemnidad a sus hombres al momento de salir a campaña: “Váis a triunfar, váis a vencer. Ese pequeño grupo de bandidos y los traidores que los auxilian huirán al solo divisar vuestras banderas”82.
La desesperada situación en que se encontraron las huestes patriotas a causa de las disensiones que surgieron entre sus jefes, el desbande de sus regimientos y el avance sistemático de los realistas les obligaron a morigerar los castigos que se habían introducido en los meses previos para contrarrestar la deserción. En un decreto publicado justo antes de que Carrera iniciara su expedición para defender el bastión penquista, las autoridades dispusieron un indulto generalizado de los fugitivos, si bien continuaron amenazando con un castigo ejemplar a los desertores, “por cuanto la deserción es crimen contra la fe del pacto más sagrado, que destruye nuestra defensa, empobrece el erario, y causa otros horribles efectos al estado, castigándole la ordenanza con la pena ordinaria de muerte”83. La amnistía contaba solamente para los fugitivos que se presentaran dispuestos a continuar enrolados en las filas del ejército. Para los que rechazaran esta oferta, el castigo que se prometía era implacable. “Pero si pasare el tiempo establecido, y a virtud de las vivas providencias que se acuerden se tomase a esta clase de delincuentes, se les aplicará irrefragablemente [sic], y sin la menor conmiseración, la pena que designe la ordenanza, gratificando al que denunciare a un desertor con ocho pesos fuertes”. Paralelo a estos procedimientos, las autoridades iniciaron nuevas campañas de reclutamiento, apelando al fervor patriótico de los habitantes de Santiago. “Por cuanto está cerciorado el Directorio del celo y patriotismo de los buenos ciudadanos”, se lee en un Bando de reclutamiento para las Guardias Cívicas emitido el 11 de marzo de 1814, “que arrostrando por todos riesgos desean sacrificar su quietud y sosiego por la defensa del Estado, sabiendo que la obra principiada ha de ayudarse a sostener con la fidelidad de sus brazos, ordena, que todo ciudadano, y todo individuo americano que compone la preciosa porción, y la distinguida parte patriótica, que no se haya alistado en los cuerpos fijos, y de milicias desde la edad de 16 años hasta la de 50, se presenten a las cuatro de la tarde de este día en el patio del Tribunal de Justicia para la reunión de la Guardia Cívica…” 84 El tono del bando, no obstante su rigurosidad, contrastaba notoriamente con el duro discurso público utilizado apenas cuatro meses antes por Carrera al instaurar el sistema de servicio militar obligatorio. Ese decreto, emitido en Talca, redundaba en amenazas abiertas y veladas que comprometían la vida misma de los chilenos. En su artículo primero, el decreto establecía: “Todo habitante de Santiago es un militar. En cada uno de los ocho cuarteles en que se divide, se formará un rejimiento o batallón de infantería, compuesto de los individuos que en ellos recidan”85 se hace obligatorio el servicio militar, Talca, 14 de enero de 1814″, en B. L. D. G., Vol. I, 302.]. La edad de los reclutas debía oscilar entre 14 y 50 años, con excepción de los funcionarios, jueces, maestros de escuela, alumnos de institutos y de todos los europeos que no tuviesen carta de ciudadanía. También se hizo excepción de “un mozo de cada casa”, para asegurar el servicio doméstico de la elite. Para justificar un llamado tan universal, las autoridades directoriales argumentaron que la primera obligacion de todo habitante de un país libre consistía en “prepararse con los conocimientos e instrucción militar necesario para defender a su patria, sobre todo en circunstancias que la tiranía hace los últimos esfuerzos por destruirla…”
La guerra que libraban los patriotas se llevaba a cabo, de modo creciente, contra dos enemigos: los realistas atrincherados en el sur y el bajo pueblo de Chile central que rehusaba enrolarse en sus regimientos. Asumiendo sus propias deficiencias y la falta de tino con que se había procedido hacia las clases populares, no faltaron durante esos años las lisonjas con que las autoridades pretendieron movilizar a peones y labradores en apoyo de una causa que no lograba transformarse en proyecto nacional. Así, desde un punto de vista jurídico, las nuevas autoridades procuraron introducir cierto orden que permitiera salvaguardar los intereses de la plebe. Al respecto, en marzo de 1813, se publicó en La Aurora de Chile un decreto que reglamentaba el derecho a visitas a las cárceles e introducía la práctica de publicar, en la puerta del presidio, el nombre de los reos, el juzgado de su pleito y, más significativamente, la extensión de la sentencia. De ese modo, se pretendía evitar “que algunos desvalidos existan encerrados, cuando ó no debieron haberlo estado o pudieran ya haber salido, si la noticia de su detención hubiese excitado a favorecerlos”86. Asimismo, a fines de abril, el gobierno de Santiago ordenó que el Batallón de Pardos y Mulatos fuese en adelante llamado Batallón de Infantes de la Patria, argumentando “que la patria no debía permitir que los ciudadanos que acudían a su defensa se distinguiesen con título alguno que suponga diferencia entre ellos y los demás cuerpos del estado”87. Una disposición que casi rayaba en lo patético fue introducida a fines de agosto de 1814, oportunidad en que se decretó la integración forzada de los esclavos al ejército patriota a cambio de su manumisión. Los beneficios que ofrecía la medida eran evidentes, pero los esclavos pensaron distinto. “Los esclavos que prefieran la ocultación cobarde”, rezaba el decreto, después de amenazar con gruesas multas a los dueños que escondieran sus esclavos, “o huyeren de sus casas antes que alistarse en las lejiones de la Patria y obtener el don inapreciable que ésta les franquea, serán castigados con cien azotes, tres años de presidio y perpetua esclavitud al arbitrio del gobierno”88. A pesar de estas medidas, que en algo morigeraban las duras condiciones de vida que enfrentaban los plebeyos, la elite patriota introdujo otras normativas que reflejaban su centenario temor y que mermaban los espacios propios del bajo pueblo. Así ocurrió con los juegos de azar y embite, conceptuados por las autoridades como crímenes detestables que “desmoralizan, prostituyen y arruinan los miembros del Estado con las peores trascendencias a sus inocentes familias…” 89 En consecuencia, tanto jugadores, habilitadores y espectadores quedaban sometidos a las penas más graves, dejando a los alcaldes la responsabilidad de procesar y castigar a los transgresores. En una inflexión que reflejaba el puritanismo de la elite, los autores del decreto achacaban a los juegos de azar el olvido de “los deberes sociales y de los intereses mismos de la sangre…”
La incapacidad de patriotas y realistas para definir con claridad quién ostentaba el poder en el país creó vacíos institucionales y problemas de gobernabilidad que abrieron el camino para que el saqueo, el robo a mano armada, el incendio de propiedades y el rapto de mujeres se convirtieran en los signos más visibles de una profunda crisis social. El arcaico sistema de malocas y gavillas, que por tantos años sembró el terror entre los habitantes de Chile central, renació ataviado con las banderas del rey o de la Patria y comandado por los más ilustres hijos de la aristocracia. “Dejando que los sitiadores se diseminaran por las calles y casas con el afán de saqueo”, apuntó Torrente al describir la estrategia adoptada por el coronel realista Tiburcio Sánchez durante el sitio de Chillán en 1813, “cuando los vió desunidos y cebados en el botín, destacó partidas a cortarles la retirada por las bocacalles de los arrabales… el pueblo quedó sembrado de cadáveres…” 90 Pero lo que se registró en Chillán fue tan solo el auge de una situación social que se deterioraba cada vez más. Ese mismo año, las autoridades se quejaban de “la extraordinaria frecuencia con que en esta ciudad y sus campos se cometen salteos, robos, asesinatos y otros excesos, que atacan inmediatamente la seguridad individual, y perturban la quietud…” Manifestando su temor de que la anarquía y la criminalidad, “como enseña la triste experiencia de otros pueblos, puede llegar a un extremo, que lo haga insuperable, ó á lo menos, solo corregible á costa de exfuerzos que distraigan de objetos importantes”, las autoridades abogaron por la creación de un funcionario especialmente encargado de “la prosecución y condena de los delincuentes..” 91 Un mes más tarde, el gobierno nacional dispuso que los jueces territoriales y diputados de campo, “ronden diariamente, persigan, aprehendan y castiguen sobre la marcha a los ladrones y malhechores de sus jurisdicciones respectivas…” 92       De modo especial, se instruyó a los comisionados que protegieran las mujeres e hijos “de los guerreros ausentes”, expuestos a la violencia de los bandidos que pululaban por la campaña de Chile central.
Sorpresivamente, la indisciplina popular se apoderaba del escenario compitiendo en importancia con las dificultades logísticas y políticas que enfrentaban los patriotas en el sur. “Esta época no presta muchos materiales a la historia”, escribió Melchor Martínez, “en la que solo se ocupaba nuestro gobierno en providencias económicas relativa a la reforma de abusos y persecución de malhechores que infestaban los caminos y las campañas, cometiendo insultos de toda clase, robos, violencias y asesinatos en tanto estremo, que daban temor a los mismos pueblos por la multitud de partidos armados que por todas partes se desparramaban, desertando de sus cuerpos militares…” 93El virrey Abascal, al tanto de la situación de anarquía que prevalecía en gran parte del territorio, fundamentó el llamado que hizo a los santiaguinos para que se levantaran contra el gobierno nacional invocando las arbitrariedades, destierros, abusos y corrupciones cometidos por los patriotas, lo que en su opinión llevaba al aniquilamiento del “orden público” y al fin del “reposo interior”. En agosto de 1814, cuando la anarquía institucional llegó a su clímax con los realista en control de Concepción, OHiggins insubordinado en Talca, y Carrera intentando restablecer su dictadura en Santiago, la desobediencia popular también alcanzó su apogeo: “Los crímenes se multiplican a proporción de la impunidad de los delincuentes”, rezaba un decreto de la Junta Gubernativa de Santiago, “una piedad mal entendida eriza al país de robos y asesinatos”94. El corolario de esta situación se registró después del combate de Rancagua, momento en que las tropas del rey se entregaron a toda forma de excesos. “Destrozaban las puertas y se entregaban a un escandaloso saqueo, estropeaban o mataban a los heridos que habían quedado en las trincheras patriotas, violaban a las mujeres, golpeaban por diversión a los ancianos y a los niños…” 95
Para los peones y gañanes la permanencia en el ejército había sido un doble castigo: de una parte se les obligó a abandonar sus tierras y familias, y de otra se impuso sobre ellos un severo sistema disciplinario. En esas circunstancias, una vez que habían sido capturados y enrolados por los temidos e implacables comandantes de levas, la única alternativa que les quedaba era el motín o la fuga. Refiriéndose a uno de estos movimientos, protagonizado en marzo de 1814 por los soldados de los regimientos Don Carlos y Maipú, Carrera puntualizaba que “semejantes delitos deben ser juzgados en el momento con la vida para escarmiento de la tropa…” 96 Las dificultades que presentaba la recluta del bajo pueblo, se agravaban cuando los inquilinos, huasos, arrieros y labradores desertaban. “No puedo atinar en qué consiste la deserción tan frecuente que ejecutan los cuerpos de milicias”, escribió con consternación Carrera veinte días más tarde de este incidente, para luego agregar con tono drástico: “es preciso atajarla con el más riguroso castigo; tengo prevenido al señor Coronel del cuerpo, que todos los que sean aprehendidos sufran de pronto, cien azotes, y después el trabajo con una cadena…”97 Luego de haberse enterado de nuevas deserciones en los regimientos de la ciudad, el Director Supremo escribió al coronel Larraín instruyéndole que reuniera las debilitadas fuerzas, “siéndome muy sensible que este último se haya dispersado en tanto grado que me aseguran no ha quedado un solo individuo”98. En otra comunicación, enviada a fines del mismo mes, señalaba con desaliento: “ha sido tan escandalosa la deserción de la tropa de la División de Maipú, que de los doscientos hombres que Ud. acuarteló, solo permanecen en el Ejército setenta”99. Delitos de esta naturaleza, continuaba, “no pueden quedar impunes…” El problema era por cierto grave, toda vez que el ejército patriota dependía de la fuerza miliciana para sostenerse; en el combate de Cancha Rayada, del 9 de mayo de 1813, la proporción entre fuerzas regulares y milicianos osciló entre 1.250 y 2.800100.  Durante la batalla de San Carlos, que tuvo lugar el 15 de abril de 1813, las fuerzas comandadas por Carrera ascendían a 1.500 hombres de infantería y “10.000 de caballería miliciana”101. ¿Cómo se explica la pérdida, en menos de veinte días, de tantos milicianos?
El lento paso de los días ahondaba la fisura en el bando patriota, que se manifestaba no solo en las disputas que sostenían carreristas y ohigginistas sino también en la continua fuga de los peones enrolados. En los primeros días de marzo de 1814, el comandante patriota Ramón Balcarce firmaba una orden del día afirmando: “Sin novedad y la deserción pica…” 102     Quizás el único consuelo que quedaba para los desesperados jefes nacionales era que el bando realista no experimentaba mejor suerte en su relación con el populacho. Después de la sorpresa patriota de Yerbas Buenas, y en momentos en que el general Pareja decidió cruzar el río Maule, se produjo el inesperado levantamiento de chilotes y valdivianos que rehusaron prestar servicios al norte de la jurisdicción penquista. “A la falsa voz de venir sobre el campo todo el grueso del ejército independiente, desampararon las filas, fugándose los cuerpos enteros con jefes y oficiales, en disposición que, de 6.000 hombres que de esta clase acompañaban a los realistas, se diseminaron de tal suerte que no quedó uno para memoria”103. Alejados de sus centros naturales de reclutamiento y conscripción, los oficiales realistas enfrentaban un serio problema cada vez que uno de sus milicianos se fugaba, pues sus desertores no tenían fácil reemplazo. “Esta separación de las milicias del campo no es extraña”, escribió Rodríguez Ballesteros, “si se atiende que en Chile son estos cuerpos formados sin planas mayores veteranas, de la jente rústica de las haciendas, sin instrucción ni mayor subordinación ni inteligencia en ninguna arma, solo con la ventaja de ser muy jinetes a daballos desde su tierna edad”104. La peonada seguía al ejército del rey cuando la victoria parecía estar asegurada; sin embargo, cuando la suerte fallaba, los milicianos abandonaban sus banderas. A comienzos de mayo de 1813, el ejército monarquista cayó abruptamente a menos de 1.500 hombres. “La deserción del ejército enemigo”, escribió Carrera desde los arrabales de Chillán en agosto de 1813, “se aumenta con el escarmiento… su desesperación les dá valor y atacan con entusiasmo, y mejor cuando traen en su cuerpo vino con pólvora”105. Tras la muerte de Pareja y con la caída de Talcahuano y Concepción, el ejército realista experimentó un verdadero desplome: “fue escandalosa la deserción, principalmente de las tropas penquistas…”106Ocho meses más tarde, después del combate de El Membrillar, el ejército realista enfrentaba nuevamente la deserción masiva de sus milicianos, especialmente los provenientes de Rere y La Laja, que huían con sus armamentos. Según informó un testigo, cuando Gaínza se refugió en Talca en abril de 1814, sus hombres le abandonaron incluidos 60 fusileros107. Rodríguez Ballesteros, en su citada obra, manifiesta que en esos días Gaínza experimentó una “espantosa deserción de las tropas y reclutas del país, principalmente de los penquistos…” El propio Gaínza, en un mensaje confidencial enviado a OHiggins pocos días después de la firma del Tratado de Lircay, escribió: “Tropas y troperos se me han ido, también bueyes y todos los bueyerinos…”108 
Los mismos jefes patriotas que se quejaban de la falta de lealtad del peonaje, estimulaban la deserción de los soldados del bando opuesto, ofreciendo veinte pesos a los soldados de caballería que huyesen con su armamento, y diez pesos a infantes y artilleros109. En otras oportunidades, en medio de las escaramuzas, se procedía a llamar a viva voz a los combatientes que se suponían dispuestos a pasarse a las tropas nacionales, como ocurrió durante la batalla de San Carlos del 15 de mayo de 1813, en que el clérigo Pedro José Eleicegui se puso a “llamar por su nombre a muchos soldados penquistas y valdivianos…” 110 En el parte militar que escribió sobre la toma de Concepción, el general Carrera señaló: “los soldados abandonan al enemigo y vienen apresuradamente a alistarse bajo las banderas de la patria”111. En Chillán, señaló Melchor Martínez, los soldados del rey eran repetidamente llamados a desertar por los jefes revolucionarios, “con infinidad de promesas y premios”. Los avatares de la guerra fueron generando un mercado de la deserción, en el que el precio de los renegados subía constantemente. En un Bando publicado en septiembre de 1814, cuando las tropas realistas marchaban hacia Santiago, las autoridades patriotas llegaron a ofrecer doce mil pesos a quien se presentara con la cabeza de Mariano Osorio, seis mil por los oficiales subalternos, cincuenta para los soldados que escaparan con fusil y 25 para los desertores que se presentaran sin armas112.
Las recompensas y beneficios que ambos bandos otorgaban a los desertores evidencian la facilidad con que el peonaje miliciano abandonaba las filas para sumarse a las partidas enemigas. De lo que ya no cabía duda a los oficiales era que si se dejaba elegir a la plebe, las fuerzas populares optarían por marginarse completamente del conflicto. Como escribiera el general OHiggins en los últimos días de la Patria Vieja, no era recomendable que las fuerzas patriotas se enfrentaran con el ejército de Mariano Osorio en los llanos de Maipú, “porque las nuestras se corromperán en Santiago y se desertarán a sus casas”113. Razón tenía el general patriota para temer el desbande de los milicianos. Justamente cuando asumió la comisión de suprema autoridad del ejército, en enero de 1814, por lo menos 400 soldados desertaron su fuerza en Concepción para buscar refugio en Santiago114. Las proclamas patriotas, señaló en su Revista de la Guerra de la Independencia el realista Rodríguez Ballesteros, “habrían alcanzado los más ventajosos efectos si las tropas milicianas no hubiesen visto después con más adhesión sus hogares que la defensa a que se les obligaba…” 115
Desde un punto de vista militar, los perjuicios que generaban la deserción y la fuga podían ser superados aumentando el reclutamiento de los forzados, pero lo que no era tan fácil de solucionar fue el efecto político negativo que tenían estas operaciones. En realidad, lo más pernicioso fue que durante estos años se engendró la fatal división entre el bajo pueblo y la elite que enfrentaría al país por más de dos siglos. A medida que los plebeyos desertaban del ejército, los jefes del gobierno patriota visualizaron al populacho como el principal sostén de las prácticas anómalas e ilegales que conformaban la deserción miliciana. En ese sentido, las expresiones de Carrera fueron emblemáticas. Refiriéndose a los problemas que causaba la deserción de regimientos completos, el Director Supremo ordenó en abril de 1814 que se apersonara en la ciudad de Rancagua el coronel Juan Larraín, para que “jamás deje de existir allí una fuerza capaz de sostener al pueblo, cuando menos de las irrupciones de los malvados, que se valen de las inquietudes populares para los saqueos y piraterías…” 116 
Enfrentados al grave deterioro que experimentaba el orden público por el desbande de una soldadesca que no ponía límites a su desenfreno, las autoridades patriotas comenzaron a velar para que los jueces y comisionados pudieran realizar sus tareas sin obstáculos, pues se comprendió que de ello dependía el mantenimiento de la paz social. “Los jueces son respetables en los pueblos, y como representantes de ellos no deben ser ultrajados”, escribió con firmeza Carrera, en 1814117. No obstante, las propias autoridades contribuían en gran parte al desorden y anarquía, al llevar a cabo el enganche de facinerosos y delincuentes en las filas del ejército. Refiriéndose a una partida que llegó a Talca proveniente de Cauquenes en abril de 1813, Carrera manifestaba con la destemplanza que le caracterizó: “eran los 200 hombres tan ladrones como su jefe…” 118 El mismo general señaló que las pérdidas sufridas por el ejército patriota durante la batalla de Yerbas Buenas fueron considerables “por el saqueo a que se entregó la tropa escandalosamente…” En otra comunicación, Carrera manifestaba que los soldados que participaron del saqueo habían obtenido, además de cientos de armas de fuego, “onzas de oro, relojes, sables, y vestuarios completos…” 119  Apenas un mes más tarde, en medio del acoso que sufrían sus hombres a causa de los incesantes ataques de las guerrillas enemigas, el atribulado general manifestaba que “era menos terrible Pareja que el desorden de la tropa, que no podía contener por falta de auxiliares”. Carrera también relató que en los días previos a su captura por las fuerzas realistas en Concepción, la soldadesca patriota flaqueaba mientras el enemigo acometía cada vez con mayor osadía. Para quebrar la inacción, dispuso que una partida guerrillera se dirigiera a la campaña para recuperar monturas, pertrechos y recursos: “Tomé el partido de comisionar algunos individuos para que los sacasen a la fuerza. Como los tuvieran escondidos por las cordilleras y montañas, mandé hombres inteligentes y quizás ladrones de profesión, para que no se escapasen. Era consiguiente algún desorden por la clase de comisionados, pero este desorden no pasaba de 4 a 6 caballos que robaban para su uso, y de algunos insultos de palabra, por el sentimiento que les causaba ver que los despojaban de lo que más defienden y quieren nuestros huasos ¿No habrá alguno que conozca el carácter de aquella gente? ¿Y quién dicta un arbitrio para evitar estos males?” 120.
En el ejército realista, los generales monarquistas experimentaban similares problemas. De una fuerza calculada en casi tres mil hombres, escribió el virrey a mediados de 1814, una cifra importante de ellos eran “milicianos armados de lanza, que nada sirven por su indisciplina y [su] afición al robo…” 121La improvisación de las huestes se dejó ver en las desordenadas escaramuzas que iban uniendo una guerra que cambiaba rápidamente de frentes, desplazándose por Chile central a lomo de caballos que dejaban ver un gran entusiasmo pero escasa estrategia. “Las tropas del ejército real, así como las del patriota”, escribió el comandante español Antonio de Quintanilla, “en ninguna de estas acciones se batieron en formación… cuando se rompía el fuego, se desbandaban en tropel…” 122 En septiembre de 1814, cuando se acercaba la batalla decisiva, el ejército de la patria sufría el drenaje de la deserción y de la indisciplina. “Los mismos cuerpos militares”, señalaba con marcado desaliento un testigo anónimo, “sirven de sagrado a los delincuentes…” 123Probablemente, a consecuencia de la continua deserción del populacho, se entiende que de las fuerzas patriotas que enfrentaron a Mariano Osorio a fines de aquel mes, compuestas por 6.000 hombres, solamente 2.564 eran milicianos, en una completa reversión de lo que había sido la tradicional proporción entre soldados de línea y huasos enganchados124. De esos hombres, por lo menos 1.600 abandonaron el sitio sin entrar en combate. Una semana más tarde, el entonces prófugo general Carrera describió con desaliento el completo desbande del ejército patriota: “se han tomado todas las medidas para que los oficiales y soldados no deserten sus banderas; pero faltándoles honor a los primeros es inevitable la fuga de los segundos…” 125Sin duda ambos ejércitos enfrentaron durante la guerra obstáculos formidables: los realistas, comandados por oficiales extranjeros, operaban sobre un país cuya geografía no conocían bien. Los patriotas, por su parte, sin muchos oficiales ni veteranos, debían confiar en la ventaja que les ofrecía un abultado ejército de improvisados soldados que huían cada vez que reventaba la metralla. “Por desgracia”, escribió acertadamente Barros Arana, “la disciplina y la moralidad de esa tropa neutralizaban las ventajas del número”126.
Cuando el país era disputado palmo a palmo, los mestizos fronterizos se convirtieron en un elemento crucial de las campañas militares, toda vez que su conocimiento acabado de la geografía local, usos y costumbres, sumado a su experiencia de maloqueros y comerciantes informales, abrían las rutas cordilleranas y del territorio tribal. Sin embargo, su participación en la guerra fue más bien reacia, si bien grandes contingentes se sumaron al bando realista cuando Osorio levantó el estandarte real. “Entonces fueron llamados para servir en el ejército insurgente”, escribió el fraile Juan Ramón, “pero los más fugaron a los montes y quebradas, eligiendo vivir en las selvas antes que ir contra su Rey y Señor”127. En vista de la resistencia que mostraban los mestizos para integrarse a las milicias, las autoridades patriotas procedieron a quemar ranchos en La Laja y Santa Juana, “levantando también en Rere una horca para obligarlos a presentarse, pena de la vida”128. A los peones reclutados en el ejército realista tampoco les iba mejor. Durante el desastroso combate de San Carlos, cuando un grupo de chilotes buscó refugio en un bosque cercano al campo de los enfrentamientos, “algunos de los cuales se habían subido a los árboles para ocultarse, fueron casi todos inhumanamente fusilados”129.
La guerra, de otra parte, se encargó de esparcir a los mestizos fronterizos por el resto del territorio, extendiendo sus prácticas insubordinadas y pícaras hacia las provincias del norte. “Nadie se comprometió descaradamente”, observó Carrera al referirse a los soldados que siguieron el motín de Tomás de Figueroa en Santiago en 1811, “a excepción de un Molina, natural de la frontera, soldado de aquellos dragones; era este el segundo caudillo…”130Teniendo presente el ascendiente de estos hombres sobre la plebe, las autoridades condenaron a los amotinados a ser pasados por las armas “dentro de la misma prisión… por evitar alguna conmoción popular…”131En el sur, mientras tanto, surgían las primeras guerrillas realistas compuestas por peones que, fugados de las estancias hacia los montes y “sin otras armas que tres malos fusiles, algunas pocas lanzas, garrotes y un cañón que figuraron con un tronco sobre unas ruedas de carretas”, asolaron las posiciones patriotas132. A principios de 1814, advirtiendo el peligroso cariz que asumía el conflicto, el general OHiggins se vio obligado a señalar respecto de gran parte de sus tropas: “estos hombres no respetan gobierno ni autoridades; es necesario contenerlos o vamos a ser envueltos en una anarquía que conduzca al Estado a su ruina…” 133En Cancha Rayada, a fines de marzo del mismo año, el ejército revolucionario presenció la deserción de compañías completas de milicianos y el colapso casi completo de una división compuesta originalmente por 1.400 hombres al mando del bisoño comandante Manuel Blanco Encalada. La ausencia de una estrategia unificada, señaló Gandarillas, se sumaron a la “indisciplina y de la licencia incorrejible que se había apoderado de nuestros militares…” 134Desde esos días, la deserción se transformó en un auténtico desastre. “Han llegado a tanto extremo los robos, saqueos y salteos del Partido”, escribió con un tono desesperado el gobernador intendente de Quirihue a fines de septiembre de 1814, “que sus vecinos ya desesperados han tomado la providencia de contribuir mensualmente unos de a ocho reales y otros de a cuatro, para que con su producto se organice en esta Villa cabecera una fuerza de doce fusileros voluntarios, sin más ocupación que, cuando llegue el caso, perseguir facinerosos…” 135, Quirihue, 25 de septiembre de 1814″, en Archivo Nacional, Fondo Capitanía General, Vol. 336, f. 39.]El presbítero Pedro José Eleiseguí, acusado por los realistas de comandar una guerrilla patriota en las inmediaciones de esta localidad, explicaba su posesión de una carabina, “por recelo de los huasos salteadores o soldados desertores de que se han inundado las campañas…” 136
El abismo que surgía entre la elite y el peonaje fue agravado por el incremento de las bandas que, procurando su sobrevivencia, asolaban las villas y pagos rurales. Explayándose sobre la necedidad de formar un cuerpo montado que protegiera la villa de Quirihue, el gobernador intendente ya citado argumentaba que su objetivo sería “reprimir el orgullo y furor de tanto bandido…” Sujetas las villas y pagos a las autoridad de los improvisados comandantes militares, la justicia implantada por la elite era expedita e inclemente. Tampoco se establecía ya una diferencia entre los disidentes y los renegados, arrastrando al cadalso con la misma violencia a los hacendados realistas y a los plebeyos fugitivos. Durante el sitio de Chillán, escribió el fraile Juan Ramón, “la lealtad más inocente era castigada en medio de la plaza con el tormento de los azotes, y muchas veces se daba en espectáculo al pueblo, pendiente del lazo en un cadalso, con festivos toques de caja, y muchos vivas a la Patria”137. En septiembre de 1813, Carrera ordenó la ejecución de por lo menos 17 hombres provenientes de Talca y Concepción, de los cuales varios fueron acusados de salteadores y gavilleros: “Manuel Castillo…[por] haber hecho tres o cuatro muertes en la carrera de salteador de camino que había abrazado desde su tierna edad… José Antonio Donoso…[por] toda clase de robos y tropelías… N. Espinoza, Rafael Breñares… ahorcados porque corrían los campos con guerrillas que titulaban del ejército real, para robar, asesinar y cometer toda clase de excesos en la provincia… no tengo presente el nombre de 3 individuos más que fueron ahorcados por espías y por ladrones”138.
Indudablemente, el quiebre institucional y la proliferación de la insubordinación popular crearon las condiciones más propicias para el desarrollo del bandidaje. Las gavillas de desertores y renegados, que hasta allí enseñoreaban las campañas, comenzaron a hacer sentir su presencia en las ciudades, poniendo en jaque a las autoridades. Por ese motivo se procedió a la creación de un cuerpo de policía, que persiguiera a los escurridizos fugitivos. Esa fue la intención del Reglamento de Policía que introdujo Carrera en abril de 1813 y que llevó a la creación del “Juez mayor de Alta Policía y Seguridad Pública” bajo cuya jurisdicción quedaron sometidos todos los “funcionarios y subalternos de Policía” del país139. Entre las funciones y atribuciones del nuevo magistrado figuraban los tradicionales de orden, aseo y mantención de la paz en la ciudad, a las que se agregaban el “cuidado de la seguridad y tranquilidad civil, doméstica y personal y de examinar y precaver todos los crímenes que se cometan o intenten contra el Gobierno reconocido, o que se dirijan a innovarlo, perturbarlo, desacreditarlo y de cuanto pueda inducir alteracion en el orden público, asegurando las personas de los delincuentes o gravemente sospechosos”140. Respecto de la jurisdiccíon del Juez Mayor de la República, el reglamento estableció que debía extenderse “a toda la Capital y suburbios; y la de vigilancia y seguridad por todo el Reino, en los casos de delitos contra la patria…” Para hacer aún más eficaz su gestión se reorganizaron los espacios santiaguinos en cuatro cuarteles, los que fueron a su vez subdivididos en ocho barrios a cargo de los antiguos alcaldes. “Estos alcaldes tienen una especie de jurisdicción doméstica y familiar de los pequeños negocios de su barrio, cuidan inmediatamente de su conducta, costumbres, policía, seguridad y tranquilidad. Cada barrio forma una familia social, donde los vecinos observan mutuos deberes de beneficencia, cordialidad, etc., cuidando sus alcaldes de separar todas las personas viciosas, vagas o sin destino”. Como complemento de esta misión de vigilancia, y con el propósito de controlar los movimientos de la población, el reglamento concluía tendiendo una mirada inquisidora que irrumpía con fuerza en el dominio privado de la vida en la urbe.
En el proceso de construcción del espacio público y fortalecimiento de la autoridad del Estado, tareas que complementaban la acción militar de la elite, desaparecía el privilegio de la vida íntima y se transformaba a los vecinos en espías de sus amigos. “Todo vecino dará noticia al alcalde de cualquier huésped que nuevamente llegue a su casa y deba mantenerse allí más de un día… el que admite en su casa a un sirviente sin papel, en que el anterior amo y, en defecto de este, el alcalde de aquel barrio, expongan su conducta, es responsable a las deudas que haya contraído dicho sirviente con el amo anterior”141. Refiriéndose al efecto perturbador que tenían las acciones de los tránsfugas, en abril de 1813 la junta de Gobierno prohibió los viajes y comunicaciones con Perú y Concepción. “Todo el que inspire desconfianza o temor en los pueblos, o esparza noticias falsas contrarias, con el designio de desalentar el entusiasmo y patriotismo de los ciudadanos, sea inmediatamente pasado por las armas…” 142 Martín Calvo Encalada, designado para asumir la ingrata tarea de reprimir a todos los que atentaran contra “la tranquilidad pública, la seguridad de los ciudadanos y vigilar sobre los perturbadores del orden y paz del Estado”, debía comandar las patrullas de jueces, prefectos e inspectores que rondarían de allí en adelante la ciudad143.
Al hacer un balance de los trágicos acontecimientos que sacudieron a Chile entre 1811 y 1814, se puede afirmar que botín y saqueo, incendios y muertes, violaciones y acuchillamientos, salteos y expropiaciones fueron el reverso obscuro de las gloriosas campañas de patriotas y realistas durante la primera Patria. Los habitantes de Chile central vivieron en ese período la peor pesadilla bélica desde los antiguos días de la “guerra araucana”. Hostigados por innumerables contingentes, que marchaban briosos hacia los frentes militares o que huían desbandados después de una amarga derrota, la única defensa que tenían los peones era sumarse a las filas de los invasores o fugarse hacia las montañas. El tronar de los cañones y las fusiladas, que en más de una ocasión rompieron el silencio de la noche, tendrían un trágico eco, poco tiempo más tarde, en los gritos desesperados de los paisanos y sus familias que pagaban el tributo a los vencedores o que rendían sus vidas ante los derrotados. El ansia por sobrevivir era solamente equiparado por la avidez de botín o la angustia que producía el afán de destruirlo todo antes de que cayera en manos del enemigo; Chile central fue cubierto en esos días por el funesto temor que sobrecogió a los habitantes de la campiña de ver a sus mujeres e hijas morir violadas por anónimos soldados. La guerra, que cambiaba continuamente de frente entre Santiago y Concepción, se desplazaba con una horrenda carga de calamidades, sorprendiendo por igual a los incautos estancieros, labradores e inquilinos que empeñaban su tiempo en recuperarse de los daños pasados.
La soldadesca no se imponía límites cuando se trataba de reponer sus pérdidas, de vengar sus agravios o de apoderarse de los bienes que siglos de dependencia y sometimiento le habían negado. En ese momento, cuando llegaba la orden de arrasar, quemar o asesinar, los miserables obedecían disciplinadamente a sus generales. “Para no dejarle al enemigo algunas cosas que pudieran aumentar su erario”, escribió Carrera cuando comandó el saqueo de la ciudad de Santiago en octubre de 1814, “dispuse y por mi mismo hice saquear a los pobres la Administración de Tabacos, que encerraría el valor de 200.000 pesos. En número de dos horas estaba la casa tan limpia que no dejaron ni las puertas de la calle”144. El mismo general, hasta allí Director Supremo de la nación y comandante en jefe de sus fuerzas militares, escribía en su Diario con una mezcla extraña de orgullo y pesadumbre la trágica escena que desató en la capital la derrota de Rancagua: “Desde las dos de la tarde hasta que anocheció, me mantuve en Santiago tomando por mí estas providencias, que eran tomadas a mi vista; contenía los desórdenes de la plebe y hacía que los mismos vecinos armados patrullasen para mantener la tranquilidad”. La descripción de esta dramática escena fue corroborada por otros testigos. “Multiplícase el saqueo; arde la fábrica de pólvora; la Casa de Moneda queda sin los útiles de labranza”, escribió en 1815 el autor anónimo de El Pensador Peruano, “expídense repetidas órdenes para que se incendie Valparaíso…” Por su parte,El Chileno Instruido señalaba: “El tesoro público y la Casa de Moneda fueron saqueados y hechos pedazos sus muebles, ventanas y máquinas; los cuarteles destrozados; muchas casas, almacenes y tiendas enteramente robadas; las madres, llorosas y seguidas de sus hijas, andaban desmelenadas por las calles…” 145 Al tanto de los avatares de una guerra que no les pertenecía, las masas populares esperaron el desenlace funesto de los acontecimientos para lanzar sus saqueos contra el último bastión patriota, aprovechando los escasos momentos que mediaban entre la retirada de un ejército derrotado y el arribo de los contingentes victoriosos. Acaso de esa manera resarcían en una orgía de violencia y terror los daños, pérdidas y muertes que les reportó la guerra revolucionaria desatada por la elite contra la monarquía.
En medio de los estertores de una patria que moría mientras en el horizonte se dibujaba la silueta obscura de los ejércitos restauradores, el peonaje gavillero se convirtió en el verdadero amo de la campaña. “Los que caían en manos de los huasos eran degollados…”, escribió Carrera al describir la precipitada retirada de sus tropas desde el sitio de Chillán en 1813146. En los distritos del sur, donde la autoridad de los jefes militares no admitía complacencia ni suavidad en las penas, la insubordinación popular era aún más grave pues allí se jugaba la suerte de los ejércitos combatientes. Por ese motivo, la vigilancia sobre el peonaje era más rigurosa, a cargo de las múltiples partidas guerrilleras que recorrían las campañas en busca de todos los hombres que no justificaran domicilio ni trabajo conocido. Sin embargo, el desenfreno del peonaje sobrepasaba los instrumentos de control y echaba por tierra la autoridad de los comandantes. El general Luis Carrera, en una proclama que lanzó a los pueblos del sur, se refirió a los excesos cometidos por las columnas patriotas comandadas por su hermano, culpando de estos a “algunos comisionados para la custodia de los caballos y bagajes, y también por otros agregados, que fue imposible reducir a la disciplina del soldado”147. En otra proclama, publicada por la Junta de Gobierno a fines de 1813, las máximas autoridades del país culparon de estas acciones a “algunos subalternos, que, abusando de la confianza de los superiores, tratan de satisfacer su codicia y demás pasiones criminales”148.
Infaliblemente, el vacío de poder que generó la guerra, tanto a nivel nacional como regional, obligó a gruesos contingentes de pobres y desarraigados a recorrer el país buscando asilo contra la violencia. Sin embargo, a pesar de las necesidades que enfrentaban como refugiados, no siempre fueron bien recibidos. “Los vagos y ladrones se han venido a refugiar”, denunció el Síndico Procurador de la colonia de Osorno en 1811, “sus robos y correrías son tan continuos y frecuentes, tanto en las haciendas, como en las casas y con tanto descaro que no han perdonado ni los Reales almacenes que se hallan dentro del fuerte”149. El éxodo del pueblo adquirió el semblante de una catástrofe social de magnitud. Mientras, la ruta de los ejércitos iba quedando regada de ruina y sangre, los comandantes debían preocuparse tanto de la cuestión militar como de la paz social, además del orden y de la disciplina de las amplias masas peonales. Dando cuenta del ajusticiamiento de forajidos durante su estadía en el sur, donde Carrera fue acusado de haber permitido que sus hombres cometieran las peores tropelías, el general observaba que la “prisión de don Raimundo Prado y Manuel Castillo, ahorcado en Talca, y José Antonio Donoso con Rafael Bañares en Concepción, José María Bravo y José Fuentes, azotados en Huillipatagua y remitidos a Talca con grillos. Díganlo los calabozos de Concepción y el Auditor de Guerra, don Manuel Novoa, que un día me vió firmar las sentencias contra 30 delincuentes de esta clase; y ultimamente que diga alguno que se haya quejado de haber sido robado, sin ver castigado o perseguido al que le robó…” 150 No obstante, ninguno de los incidentes de indisciplina social e insubordinación popular que se manifestaron en esos años, pueden compararse con la tragedia que se desencadenó después de la derrota patriota en Rancagua. “En medio de este desorden”, escribió con poca disimulada emoción Barros Arana, “el populacho, en la ciudad y en los campos se entregaba a perpetrar robos y violencias de todo órden, confiado en la impunidad consiguiente a aquel estado de insubordinación”151. Y más adelante agregaba: “Desde días atrás se había hecho sentir una recrudecencia de crímenes, de asesinatos, de robos, de salteos a mano armada, que las autoridades no podían impedir”. Citando un Informe del Oidor Concha que no hemos podido consultar directamente, el prestigioso historiador señala: “Sería nunca acabar referir por una las estorsiones, robos y saqueos de casas y haciendas que se han hecho en la ciudad y en los campos por el desenfreno de los ladrones…” Posteriormente, una vez consumada la fuga de Carrera y OHiggins desde Santiago, el historiador describió la salida de una partida de vecinos en busca de las partidas de avanzadas del ejército realista para darles cuenta de la situación que se vivía en la capital desguarnecida frente a “los desórdenes de la plebe cada vez más amenazadores…” Reflejando la magnitud que adquirió esta manifestación espontánea de criminalidad popular, el nuevo gobernador de la capital emitió un Bando el 8 de octubre que en su artículo octavo establecía: “Que siendo ya sumamente escandalosos y gravisimamente perjudiciales los repetidos robos, así en esta capital como en el campo y caminos, se previene que todo aquel que se cojiere con el robo en la mano, se le aprehenderá y castigará con la pena de la vida, dándole solo veinticuatro horas horas de término. La sentencia se ejecutará sin otra formalidad de proceso que la dicha”152.
¿Y que ocurría con los cientos de hombres que cada día se fugaban del ejército para convertirse en desertores de la patria? Muchos buscaban el camino de retorno a sus tierras, caminando de noche y refugiándose en quebradas y montes, siempre alertas al sonido de los cascos de las patrullas que buscaban sus huellas. Otros, sin destino ni hogar al cual volver, se instalaban en las montañas y vivían de la rapiña y el salteo. Convertidos en el azote de los caminos, estos bandidos improvisados fueron el primer anuncio de lo que más tarde serían las montoneras: grupos de hombres desesperados que, buscando de qué vivir, se convirtieron en renegados. En esos años, el bandidaje no tenía nada de social ni épico. Los bandidos eran hombres curtidos, experimentados y duros, que huían hacia un mejor destino recurriendo al robo como el único instrumento capaz de mátenerlos vivos.
3. LOS DESERTORES DE LA PATRIA
Hasta aquí se han revisado los testimonios provenientes del mundo oficial. Sin embargo, corresponde preguntarse, ¿quiénes y cómo eran los desertores? La ausencia de datos nos impide hacer una historia más cabal de esos sujetos durante este período, pero el análisis de algunos casos -conservados en los archivos judiciales y ministeriales- permiten realizar un bosquejo del perfil social de estos hombres que optaron por dar su espalda al naciente Estado nacional. El primer caso dice relación con el teniente de asamblea Diego Guzmán, acusado de insubordinación en 1813. El incidente por el cual Guzmán fue encarcelado en la prisión de Talca, fue la amonestación que hizo en público a los generales José Miguel Carrera y Camilo Vial por los desórdenes y robos que se registraban en el ejército y de lo cual, según Guzmán, ambas autoridades eran responsables. “Pero la arbitrariedad del primero [Vial], acaso conociendo adonde me dirigía, me impuso el precepto de callar”, declaró el reo, “contéstele entonces, que lo mismo tenía resuelto decir en todas partes y hacer presente a Vuestra Excelencia, más este señor, para ostentar su soberbia, autorizado unicamente de la fuerza, me ofreció remancharme una barra de grillos con esta misma expresión. Sin responder yo a esto más que lo haría con injusticia. A consecuencia me mandó que fuese a mi cuartel arrestado…” 153   El destacado capitán de caballerías Francisco Vergara corroboró las declaraciones de Guzmán, afirmando “que habiéndole ordenado el Gobernador de esta plaza [Vial] que se contuviese en hablar de ese modo de los generales, porque de lo contrario lo haría poner arrestado, respondió [Guzmán] que un ciudadano libre como el podía hablar francamente. Y que inmediatamente el Gobernador le mandó se presentase arrestado…” 154Hasta ese momento, la única causa para la deserción de Guzmán habría sido la prepotencia con que el general Vial acalló su protesta. Sin embargo, el propio desertor aclaró que el motivo principal de su fuga fue la orden que se le dio de dirigirse, sin escolta, hasta la prisión de la villa, “sin considerar que el camino estaba poblado de guerrillas enemigas y que me exponía a ser víctima de ellas…” En otras palabras, el afán de sobrevivir en un medio hostil, disparó en el oficial patriota la crucial decisión de abandonar las filas y unirse al mundo de los renegados. No está de más señalar que, de acuerdo a otros testigos, en los días posteriores al combate de El Roble, las tropas “se desertaban con escándalo, viéndose, en aquella tristísima época, que compañías enteras con sus oficiales se separaban de los campamentos y se dirigían para la ciudad de Talca…” 155
Desertores y pícaros los hubo antes de la crisis de 1810 y después también. Lo interesante, en estos casos, es que los malhechores eran considerados como criminales y fueron castigados tanto por los patriotas como por los realistas. Entre estos se puede citar el caso de Mariano Warnes, acusado de deserción y estafa en abril de 1810. Oriundo de Chiloé, casado y soldado del Batallón fijo de la plaza de Valdivia, Warnes reconoció ante las autoridades que había mandado guardar a un pulpero veintecinco pesos, “los que adquirió de unas botijas de chicha que vendió en su casa y unas botellas de aguardiente”156. Interesadas las autoridades en averiguar si el dinero había sido robado, el juez procedió a interrogar al cabo Ignacio Jaramillo, quien estuvo presente en la juerga en que Warnes alegó haber obtenido su dinero. “Preguntado si aquella noche Mariano Warnes disipó algún dinero con franqueza en gasto de chicha u otro licor y que si tiene presente a cuanto ascenderá el gasto, dijo: que al contrario, en vez de gastar algún medio, el que declara le franqueó a Warnes y a su mujer una botella de vino y cuanta chicha gustase… porque se guardaba el dinero que sacaba…” 157 Sin poder comprobar los cargos levantados en su contra, Warnes fue liberado por las autoridades monárquicas a fines de mayo. Sin embargo, el 20 de septiembre de 1810 fue nuevamente capturado, esta vez bajo la acusación de deserción. Al ser interrogado, Warnes reconoció su delito, pero señaló que lo había cometido sin llevarse nada “perteneciente al Rey”158. El 15 de febrero de 1811, Warnes fue condenado a servir por dos años en el ejército, luego de terminar su enganchamiento, que originalmente era de ocho años.
Mucho más dramática y simbólica fue la deserción y captura de Atanasio Muñoz a mediados de septiembre de 1814. De acuerdo al auto cabeza de proceso iniciado en su contra por el subdelegado de la intendencia y Justicia Mayor de la provincia de Itata, las razones de su captura fueron las noticias que se tenían de los “saqueos robos y salteos ejecutados por Atanasio Muñoz, quien con el mayor escándalo y desprecio a la justicia, se ha ejercitado en estos hechos en compañía de una gavilla de bandidos, y este facineroso de capitán…” 158  En su documento, el juez comisionado de Quirihue acusó a Muñoz de haber cometido diferentes muertes, tanto dentro como fuera del partido de Itata, y de haberse fugado de la Cárcel de Chillán, “que por estos hechos y otros semejantes tuvo que sufrirla considerable tiempo y desertor del ejército nacional”160. La doble deserción de Muñoz no era un hecho raro durante esos días. Cuando Gaínza y OHiggins capitularon la paz en 1814, el segundo reforzó su ejército “con los infinitos prisioneros que le entregaron [los españoles] y con los desertores del enemigo, que eran muchos”161. Juan Mackenna, al describir las escaramuzas que tenían lugar con los realistas por el control de Chillán, manifestó que la mayor parte de los prisioneros capturados “fueron desertores, los más del Batallón de Concepción”162. Sin embargo, a diferencia de esos hombres, que eran reenganchados en las filas de sus regimientos, el destino de Atanasio Muñoz quedó rápidamente sellado en el juicio, debido a las acusaciones de sus víctimas. Juan Pablo de Meza, hacendado de la Villa del Dulce Nombre de Jesús de Quirihue, dio el siguiente testimonio que deja en claro las intenciones de Muñoz y sus secuaces y el monto usual de sus robos. “Que es cierto y se ratifica que el Viernes dos del corriente en la noche, estando en su casa con su familia, horas del primer sueño, llegó un tropel de gente a caballo tocando la puerta, haciendo que se levantase el que declara; efectivamente lo verificó abriendo su puerta, y mientras los de afuera dentraron en amarrarlo cruelmente de pies y manos y vendarle los ojos, que fue instantes, contó nueve o diez individuos, entre ellos Antanasio Muñoz, que andaba con fusil y un viejo alto. Y habiendo estos tomado la providencia de amarrarlo y vendarle los ojos, dentraron a saquearlo del que le llevaron: Una espada con puño de plata, Un avío de montar de suela, nuevo, con cincha y sudaderos, La plata, Un avío aforrado, Tres pares de espuelas, una de plata y dos de metal, Cuatro pares de zapatos, cuatro pares de medias de lana, Una camisa de gasa labrada, Tres sombreros negros y dos ponchos, Cinco camisas de tocuyo de mujer, Un par de calzoncillos de tocuyo, Una camisa de tocuyo con mangas de lienzo, Un cordovan de capado, Unos manteles de tocuyo nuevos de dos varas, Una fresa aderezada, Unos reales de plata sellada, ignora el número, Un atapellón, Un pañuelo de gasa, Dos candados, Dos pares de tijeras, Dos varas, una de guimon y otra de cinta de nácar, Cuatro onzas de masano, Tres onzas de añil, Un corte blanco de seda y dos más de sol, Una manta, Y un caballo, Una chaqueta y bolante de sanalí nácar, Un queso grande y una tortilla de lata, Dos cuchillos, Cuya declaración en presencia de los reos dijeron ser todo cierto…” 163
Como se desprende de esta lista, todos los objetos robados por Atanasio Muñoz eran vendibles, con excepción del queso y la tortilla. Así, cuando el país se preparaba para una batalla decisiva, Muñoz y sus secuaces realizaban su propia guerra con su tradicional incentivo: el botín que más tarde se transformaría en vino, aguardiente, tabaco y buen pasar. Con sus acciones, los gavilleros demostraban que la guerra de patriotas y realistas, en la cual participaron tantas veces como reclutas forzados, vistiendo diversos uniformes y obedeciendo órdenes tan distintas, les era ajena. Ciertamente, su camino de renegados lo habían trazado al abrigo de la violencia, con sus propios cuchillos, sin importarles las leyes ni los reglamentos que las autoridades procuraban implantar en la campiña, arriesgando su existencia en el duro devenir de los perseguidos. De lo que no quedaba duda era de la decisión con que estos hombres emprendían sus acciones, dispuestos a matar o morir, sin dar tregua ni cuartel.
El robo y la depredación eran parte de los delitos que se achacaron a los milicianos comandados por Atanasio Muñoz. Mucho más graves fueron las acusaciones de insubordinación que se levantaron en su contra basadas en las declaraciones de sus propios secuaces. Su sobrino, Mariano Muñoz, quien le acompañó en sus andanzas por el partido de Quirihue, declaró: “Es cierto que en compañía de Antanasio Muñoz, su tío, Mauricio Mora, Bernardo Agurto, Dámaso Corral y Domingo Araya, que el Domingo último salieron de Cucha-Cucha formados en un cuerpo y de capitán Atanasio Muñoz… se vinieron robando caballos y yeguas mansas por el camino, no las puntualiza con todas sus circunstancias por ignorar a quien pertenecían y no conoce las estancia. Que sabe y le consta que Atanasio Muñoz, tío del que declara, era militar en el Ejército Nacional, de donde desertó, ganándose al insurgente, después de haber sufrido declarada prisión en Chillán, de donde se profugó. Que oyó decir que el motivo de esta prisión en Chillán fue por haber violado a unas niñas vivientes de esta parte del Itata, que ignora como se llaman y a qué lugar pertenecen…” 164
El largo expediente de delitos conformaba el perfil de un nuevo sujeto histórico que, acunado en el fragor de una guerra extraña, comenzó a desplegar sus habilidades guerrilleras sin las limitaciones que imponían la sujeción a un orden jerárquico. Sin tener a nadie a quien responder más que a su propia conciencia, Muñoz asumió totalmente su identidad más vernácula. Esteban Fonseca, regidor de Chillán, declaró contra el jefe de la incipiente montonera fronteriza: “Que conoce de vista a Atanasio Muñoz, como de año y medio a esta fecha, que ha oido decir que es hombre de muy mala conducta, que cuando le han confiado algunas diligencias siempre ha hecho picardías y que es tenido en el común de las gentes y reputado por ladrón consuetudinario y salteador…” 165 Del mismo tenor fue la declaración de Francisco Urrejola, coronel graduado del ejército del Rey, quien manifestó “que conoce a Atanasio Muñoz por un hombre ladrón consuetudinario, incorregible, y de muy mala conducta…” [169 Idem.] Casi un año más tarde, el comandante realista Juan Francisco Sánchez, con fecha de 23 de junio de 1815, escribió una carta al Presidente Mariano Osorio en la cual ratificó el perfil de rebelde que trazaron previos testigos. “Muy Ilustre Señor Presidente.
Este hombre feroz y aún traidor, por haberse pasado a los enemigos más de una vez, según me informaron en Chillán, y me acuerdo dio lugar por sus robos, insultos contra comandantes de guerrillas, borracheras, etc., abusando de las armas reales que manejaba, a que cautelosamente le mandase a arrestar, como lo verificó un oficial de Dragones, nombrado también Muñoz, que me persuado hallarse de guarnición en Concepción.
De cuya resulta, y de no haber escarmentado de otras prisiones anteriores, y hallándose bien asegurado en la Cárcel, había mandado que se le siguiera causa, esperando que algunas personas de la campaña compareciesen para recibirles declaración, pero en ese mismo tiempo logró hacer fuga, y se pasó al ejército enemigo a Talca, cuyo descuido o malicia pagó el comandante y algunos de la Guardia.
Por un parlamentario del gobierno insurgente dirigido al Real ejército de mi mando entonces, supe que el mismo Antanasio Muñoz estaba en Talca, y aún me acuerdo que me dijo que preso por malvado.
No sé como apareció después en el ejército de El Membrillar, cuando ya lo estaba mandando el señor Brigadier don Gabino Gainza, y conociendo yo que podría ser perjudicial al Real Ejército tal hombre, le dirigí un oficio insinuándole [a Gaínza] sus propiedades notorias y muy divulgadas en dicho Ejército. Pero no supe el resultado hasta que hallándome de comandante Militar en Chillán, supe que había sido conducido reo y causado a Concepción desde Quirihue, y supongo que por sus crímenes confinado a Juan Fernández…” 166
Apenas un par de días previos a esta tajante acusación, Bernardo Martínez puntualizó respecto de la biografía delictual de Atanasio Muñoz: “Un reo delincuentissimo nombrado Atanasio Muñoz, verificando su entrega así de él como de cuatro más desertores del Cuerpo de Concepción emigrados en Valparaíso… Después de haber sido un empleado en nuestro Ejército, bognificado [sic] por el excelentisimo General don Antonio Pareja con el grado de Sargento, se desertó al ejército enemigo, siendo desde entonces un rival de nuestro ejército, habiendo merecido escaparse ileso de la acción de Rancagua, de cuyas resultas arribó al valle llamado Quirihue. Allí de nuevo se aprisionó, custodiando su persona hasta la Concepción, en donde fue presentado al señor Intendente don José Bergunta, cuyo señor enterado de su criminalidad le remitió a la Isla de Juan Fernández. Establecido en aquel lugar (suplicio de su delito) no solo profugó sino que hizo un robo, elaborando con esto más su delito, de cuyas resultas fue sorprendido el 29 de mayo próximo pasado en el Partido de Colchagua, y por último declarado reo en esta Real Cárcel”167.
En agosto de ese mismo año, el gobernador intendente de Quirihue Joseph Vergara agregaba más antecedentes al prontuario de Muñoz: “Resulta que de Maule desertó a los insurgentes. Que posteriormente pasó a Chillán con el perverso objeto de espiar al ejército real. Que el desempeño de los caballeros Urrejolas lo destinaron a ejecutar lo mismo en El Membrillar a los insurgentes, y que lejos de ser benéfico, les robó a los mismos Urrejolas una petaca de plata labrada, y juntó gente para invadir a las guerrillas. El referido oficial don Nicolás Muñoz, el que de orden del mismo don Juan Francisco Sanchez, lo condujo preso a Chillán, en donde permaneció tres meses y fue puesto en libertad por intercesión de los mismos Urrejolas”168.
La nota final en el proceso contra Muñoz la puso el Fiscal de la Real Audiencia quien señaló: “Que de este Sumario resulta que Atanasio Muñoz, que fue del batallón de Concepción, desertor de reincidencia, ladrón, salteador, y algún tiempo espía en ambos ejércitos fue conducido a la Isla de Juan Fernández en la CorbetaSebastiana, cuando de orden y disposición de Us. se volvió a poblar. El destino de Muñoz no pudo ser ni más piadoso ni más justo. Debe continuar allí por diez años, sin vestuario de regimiento, a ración y sin sueldo…” 168
Cuatrero, ladrón, violador, traidor y espía, además de gavillero, desertor y prófugo de la justicia: he ahí una síntesis del perfil social que trazaron las autoridades cuando Atanasio Muñoz entró en contacto con el Estado. En el transcurso de sus andanzas no importaba el campo en que militaba ni la bandera que le protegía, pues sus acciones le situaban más allá del ámbito y de la jurisdicción de ambas patrias. Tampoco importó si fueron patriotas los que le apresaron y realistas los que les enviaron al presidio. Tránsfuga, vagante y buscavidas eran los sinónimos de su vida de marginal. De todo eso, ¿cuánto era real?. Lamentablemente, la declaración jurada de este pintoresco aventurero, verdadero símbolo de los avatares experimentados por los hombres del bajo pueblo que, al igual que él, se encontraron definidos como enemigos por patriotas y realistas, no fue incorporada en el expediente original. Como muchos otros protagonistas silenciosos, su vida de renegado se fundió con una historia subterránea que fue paulatinamente desapareciendo de la memoria.
4. UNA TAREA INCONCLUSA
El legado de la Patria Vieja fue magro. Los monarquistas quedaron con el país nuevamente en sus manos, pero el nuevo Chile en nada se parecía al antiguo: sus instituciones yacían en ruinas, los gobernantes habían perdido la confianza del pueblo y se había quebrado el consenso mínimo que hizo posible la gobernabilidad en las décadas previas. Para los patriotas el saldo era mucho peor, pues habían sido derrotados en su propia tierra por su propio pueblo. “Los trabajos que sufrió [Carrera y su ejército] en la referida campaña”, escribió Torrente refiriéndose al sitio de Chillán en 1814, “aunque solo fue de quince días, son superiores a toda descripción: un campamento inhabitable, una estación la más rigurosa, lluvias continuadas, los caminos convertidos en verdaderos atascaderos, cuyo barro llegaba a la rodilla, caballos muertos a centenares, insepultos los cadáveres de infinitos guerreros, ataques no interrumpidos a la Plaza, perpetuo estado de alarma, un formidable enemigo a su frente disfrutando de las necesarias comodidades, y abundando en toda clase de provisiones de guerra y boca”170. El ejército de Carrera, escribió por su parte el comandante realista Antonio de Quintanilla, “se destruyó por las enfermedades consiguientes a estar sobre un terreno lleno de lodo…” 171El día del primer ataque patriota contra Chillán, escribió el fraile realista Juan Ramón, parecía estar determinado para la “ruina y exterminio” de la villa. “A las doce del día, se dio principio a la escena más horrorosa, bárbara y cruel que se ha visto en el reino de Chile. Iba adelante una bandera negra, precursora de la muerte, le seguía un tambor que, tocando a degüello, anunciaba su proximidad, seguía a ese una turba de incendiarios, que con fuegos artificiales hacían arder los ranchos y casas que se presentaban al paso,… por último seguíase las tropas insurgentes…”172Y luego agregaba: “Yo solo diré que el entusiasmo de los vecinos incomparables de Chillán en defenderse, y ofender al enemigo, fue muy extraño, y con obra de omnipotente; porque todos sin excepción, grandes y pequeños, mozos y ancianos, hombres y mujeres, a porfía, con lazos, cuchillos, machetes, azadores, hachas, palas y lanzas, todos hicieron su deber en herir, matar, degollar y fugar al enemigo insurgente”173. La participación del populacho en la defensa de la villa también fue relatada por Melchor Martínez, quien hizo participar en la batalla a mujeres y niños, el “paisanaje y vecindario”, los que con tesón y bravura rechazaron el ataque patriota.
Por cierto, que durante esos años los jefes de la naciente república debían hacer frente a diferentes problemas: falta de recursos, ausencia de infraestructura, ignorancia generalizada y las dificultades que presenta un medio natural escasamente domesticado. Agréguese a ello la arrogante actitud que asumieron toda vez que ejercieron el poder, alejando la posibilidad de un pacto entre el liderazgo cupular y la gente común y corriente. Describiendo las acciones del general Carrera durante las campañas de 1813, un autor patriota observó: “caminaba sin consejo ni prudencia y los que se le oponían eran vejados y desairados…” Esta falta de prudencia provocó, en su opinión, el “destrozo completo del ejército, pérdida de vestuarios, aniquilación de caballos, mortandad de ganados, deserción de tropa…” 174 Los soldados, escribió Gandarillas, estaban “desprovistos hasta de víveres y atormentados con lo riguroso de la estación…” 175La imagen del frustrado asalto contra Chillán es solamente comparable al cuadro de desolación que dejó en el espíritu patriota la dolorosa derrota de Rancagua. “De día alarmas incesantes y en la noche solo pisaban barro y sangre para descanso de las fatigas de la guerra”, observó Rodríguez Ballesteros al describir los pesares del ejército patriota, “en varias ocasiones se hallaron los centinelas muertos con el arma sobre su cuerpo”176. También fueron trágicas, para el ideario de la elite, las celebraciones con que el país recibió al general Mariano Osorio después de su rotunda victoria. “El día 5 de noviembre del año pasado de 1814″, escribió el fraile Juan Ramón en su relación, “se dio principio a la fiesta con repiques de campanas, fuegos artificiales y estruendo de la artillería de la plaza, y por la noche hubo iluminación, fuegos, repiques y toques de cajas militares”177. El espectáculo ofrecido por los santiaguinos, que no sufrieron los embates de la guerra más que a través de las exacciones pecuniarias y las reclutas que organizó desde 1810 el gobierno patriota, fue mucho más ominosa. “Cada división que entraba a Santiago”, escribió Rodríguez Ballesteros, “era recibida en medio del regocijo público del pueblo alto y llano de la capital; la gente salía a recibir a los realistas con banderas españolas muy engalanadas y desparramaban desde los balcones y ventanas grandes azafates de flores y algún dinero, que las tropas no pudieron aprovechar por no poderlo tomar en la marcha”178. ¿Podría sugerirse un contraste más notable entre estas escenas de regocijo popular, y la pesadumbre que se apoderó de los bravos soldados patriotas cuando debieron emprender la humillante fuga hacia Argentina? Y téngase presente que estas escenas no evidencian una ambigüedad congénita al pueblo chileno, como se ha pretendido afirmar, sino que fue el fiel y justo reflejo del abismo que surgió entre la elite revolucionaria y la plebe desde aquellos días.
En 1810, la elite chilena imaginó que dio comienzo a una nueva era. Con el Cabildo, principal organismo de representación de los vecinos terratenientes de la ciudad transformado en depositario de la soberanía nacional, los insurgentes iniciaron el desmantelamiento de las instituciones monárquicas poniendo fin a más de 270 años de tradición imperial. Se decretó la libertad de comercio, se autorizó la importación de libros e imprentas y se mantuvo un pacto de apoyo recíproco con los revolucionarios del estuario rioplatense; de modo irrefutable, los gobiernos revolucionarios otorgaron una nueva faz al reino. En sus ojos, Chile emergía como una nación libre y soberana. No obstante, en un doloroso parto que se extendió por más de cuatro años, la tradicional calma fue desplazada por tumultos, motines, crisis políticas y la abierta competencia por adquirir el poder que protagonizaron diversas camarillas santiaguinas y regionales. Desenfadadamente, el gobierno cambiaba de mano entre los diferentes segmentos de la elite desatando un escándalo público que no tenía parangón. Lo que no aflojó nunca, sin embargo, fue el férreo control que una y otra vez imponían sobre el bajo pueblo, a pesar de las movilizaciones del pueblocon que se solía encubrir las diversas asonadas.
Durante ese período -que la historiografía tradicional denominó Patria Vieja, quizás para facilitar su olvido-, la acefalía gubernamental, el caudillismo y las intrigas se multiplicaron con inusitada energía. En menos de cuatro años, el gobierno cambió de manos más de cinco veces, mientras fracasaban reiteradamente las posibilidades de convocar a un Congreso Constituyente. De modo torpe, se pretendía encubrir la anarquía con proyectos fundacionales o reformistas engendrados en debates domésticos de sujetos que pensaron al país como una mera extensión de sus haciendas, pero lo único que prevalecía con nitidez era la ambición de cada grupo por detentar el poder total, excluyendo, persiguiendo, desterrando o asesinando a sus rivales. Carrera, argumentó John Lynch, “fue respaldado por una poderosa familia de terratenientes y militares que consideraron a Chile casi como una propiedad privada…” Esta controvertida afirmación del historiador inglés, por fuerte que suene hoy, fue compartida por los testigos de la época. “Todos sabían, veían y esperimentaban”, escribió el realista Melchor Martínez, “que no existía en Chile autoridad ni poder alguno más que el despótico antojo de D. José Miguel Carrera…” 179Al momento de justificar el alejamiento forzado de Carrera del mando supremo del ejército, los representantes de la Junta de Corporaciones de la capital se referían a “la servidumbre a que nos había reducido el despotismo de una familia…” 180  Similarmente, una improvisada delegación de soldados y vecinos de Concepción, al momento de exigir la salida de los hermanos Carrera de la ciudad, se referían a la “dominación de la casa destructora de nuestros sagrados derechos…” 181En esos mismos días, el Director Supremo Francisco de la Lastra, en una críptica carta que envió a OHiggins en la cual virtualmente le instruía matarlos, se refería al entorno carrerino como la “familia devoradora…” 182  Juan Mackenna, de destacada participación en las campañas de la Patria Vieja, describía en una carta el retorno de los Carrera a su hacienda en la localidad de El Monte, a escasos kilometros de la capital, manifestando que “andan como salteadores…”183 En medio de traiciones, chismes palaciegos, corrupción y negligencia, manaron las ambiciones y los rasgos más obscuros del carácter de unos hombres que jamás habían ejercido el poder político. Probablemente, fue esta inexperiencia la que les llevó a actuar como meros caudillos de una soldadesca siempre dispuesta a desertar.
Al tanto de la profunda brecha que existía entre el liderazgo patriota y el resto de la sociedad, el astuto virrey Abascal sacó partido de la ceguera histórica y social de la elite llamando a los chilenos a unirse a las fuerzas del rey para formar “una casa, una familia, una nación”. La suma del proyecto político de los usurpadores, escribió el virrey, consistía en mantener el poder “a expensas de una guerra civil; rasgando el seno de su patria, armando el reino contra el reino, manchando la tierra con la sangre de sus conciudadanos y aniquilando el orden público…” 184Y luego agregaba en su encendida proclama: “Hacedles ver que la felicidad de los pueblos no está vinculada en la persona de uno o dos, sino en la armonía social y paz interior…” Los triunfos realistas en el campo de batalla y la leal y espontánea adhesión de la población al oficialado monarquista demostraban el mayor fracaso de las fuerzas encabezadas por Carrera y OHiggins: no haber conseguido que el partido secesionista se transformara en una causa nacional, perdiendo así la impronta de legitimidad que demandaban los demás sectores sociales. Posteriormente, una vez concluidas las campañas militares en el sur y capturada la capital, fue mucho más fácil para el bando leal al rey justificar la restauración del Ancien Régime, pues el mejor símbolo de la derrota patriota fue la desolación y miseria en que quedó el país. Describiendo el creciente número de chilenos que se sumaban a las fuerzas monarquistas que avanzaban hacia la capital, el virrey se refirió al “estado miserable a que quedan reducidas sus haciendas, sus casas y todo género de propiedades, sus templos saquriligamente [sic] saqueados, atropellados los ministros del altar y vulneradas su respetable autoridad y facultades. Tal es el fruto de una insurrección y lo que debeis a sus detestables autores”185. A los propios jefes patriotas, el virrey les había enrostrado ya en 1812, su ineptitud e incompetencia, elementos claves para entender por qué naufragaban el orden y la disciplina, en tanto que el derecho público estaba regido por una “ley que dicta el capricho y la arbitrariedad…” [190 "Oficio del virrey de Lima a la Suprema Junta de Santiago de Chile, Lima, 12 de octubre de 1812", en C. H. D. I. Ch. Vol. 23, 99.]
Los mejores momentos de los líderes patriotas fueron las múltiples batallas y combates que protagonizaron entre San Fernando y el río Biobío, en los que mostraron su valor, audacia y patriotismo, su inquebrantable afán autonomista y su voluntad de ejercer el poder. Los hermanos Carrera, OHiggins, Rozas, Freire, Mackenna, Prieto, Vial y De la Cruz, entre tantos otros que ganaron sus merecidos laureles en esos días, demostraron ser excelente caudillos y hábiles comandantes guerrilleros, pero también dejaron ver su incapacidad de asumir el gobierno con un visión unitaria y nacional, que incorporara a las masas populares. Situados en medio de la testarudez, la prepotencia y el desmesurado afán por ejercer monopólicamente el poder político, ¿qué más le quedaba al bajo pueblo, sino desertar y fugarse? Barros Arana planteó que uno de los principales errores de Carrera fue distanciar a los cuerpos armados veteranos, haber alentado revueltas y motines y haber sido protagonista -por no decir responsable- de los principales quiebres que debilitaron el poderío revolucionario. Sin duda tiene razón, pero esa es solo parte de la historia. El elemento central que dejó fuera de su relato fue la enajenación que produjo el régimen patriota en las filas del populacho que, como siempre, constituía la gran mayoría del país.
Pero si el proyecto de la elite apuntaba durante esos años a detentar el poder total, ¿hacia dónde apuntaban las expectativas del bajo pueblo? La ausencia de fuentes directas impiden, como siempre, hacer una historia sistemática de la plebe durante aquellos azarosos días. Por esa misma razón, aún sabemos muy poco de su ideario, de sus sueños, temores y esperanzas. No obstante, lo que ya no se puede negar es que los desheredados fueron activos sujetos históricos en los eventos que configuraron la guerra por la independencia nacional. Que no escuchemos sus voces no significa que no hayan gritado. Por el momento, para avanzar en la dirección que nos interesa, hemos realizado un registro de las fuentes judiciales y de los documentos oficiales analizando acciones y conductas que dejan en evidencia un modo de ser insubordinado, aventurero y temerario. “Los desertores, cuando no fueron atrapados, fusilados o indultados”, escribió Valdés Urrutia, “normalmente nutrieron el bandidaje -principalmente rural- que caracterizó al campo chileno durante el siglo XIX; otros simplemente intentaron regresar a sus lugares de origen, o bien algunos se internaron en la espesura y el rico paisaje humano y físico de la Araucanía”186. Concluiremos con dos afirmaciones: que la insubordinación de la plebe fue apenas un preámbulo de la profunda crisis social que se desató en 1817. En segundo lugar, planteamos que los chilenos que desertaron al ejército desertaron también a la idea de Patria, fuese esta monarquista o republicana. Por ese motivo, patriotas y realistas los consideraron su enemigo, los persiguieron tenazmente y los fusilaron cada vez que se presentó la ocasión. Pero todo no fue en vano, pues quedó anunciado que, de allí en adelante, los bandos en pugna tendrían que lidiar con las fuerzas del bajo pueblo que, aprovechando el vacío de poder, levantaron los estandartes de la montonera. Su primera operación militar de envergadura tuvo lugar en Arauco, a principios de septiembre de 1813. “Los oficiales que allí se habían sublevado proclamando el restablecimiento de la autoridad real”, escribió Barros Arana, “eran milicianos chilenos que se decían vejados por las violencias y atropellos de los jefes del ejército, o de los ajentes que estos empleaban para procurarse recursos. Estos oficiales habían llamado en su auxilio a los indios araucanos, y fiados en el apoyo de éstos, desplegaban una grande arrogancia e iniciaban una guerra de asaltos y de devastación que había de perpetuarse largos años en aquellas provincias causándoles males horribles”187. Era el comienzo de la Guerra a Muerte y del bandidaje popular que asolaría al país hasta bien entrado el siglo XIX.
Notas

  1. Leonardo León, “Mestizos e insubordinación social en la frontera mapuche de Chile, 1700-1726″,Estudios Coloniales 2 (Santiago, 2001); Que la dicha herida se la dio de buena, sin que interviniese traición alguna…: el ordenamiento del espacio fronterizo mapuche, 1726-1760″, Revista de Historia Social y de Mentalidades 5 (Santiago, 2001), 129-165;Reglamentando la vida cotidiana en Chile colonial: Santiago, 1750-1770″, Revista Valles 4, 1998, 47-75; Elite y Bajo Pueblo en Chile colonial: la creación del Cuerpo de Dragones, 1758-1760″, Estudios Coloniales I Santiago, 2000, 183-194; La guerra contra las pulperas en Santiago de Chile, 1767″, Jornada de Historia de las Mentalidades. Homenaje a George Duby (Univ. de Chile, 1999), 93-114. “Bajo Pueblo y Cabildo en Santiago de Chile Colonial, 1758-1768″, Revista Contribuciones Científicas (Universidad de Santiago, 2001). 
  2. Juan Ramón, “Relación de la conducta observada por los padres misioneros del Colegio de Propaganda Fide de la ciudad de Chillán, desde el año 1808 hasta fines del pasado de 1814″, enColección de Historiadores y de Documentos relativos a la Independencia de Chile (C. H. D. I. Ch), Vol. 4, 16. 
  3. Anónimo, “Memoria sobre los principales sucesos de la revolución de Chile desde 1810 hasta 1814″ en C H. D. I. Ch., Vol. 2, 105. 
  4. “Conducta militar y política del general en jefe del ejército del Rey, en oposición con las de los caudillos que tiranizaban al reino de Chile, 12 de octubre de 1814″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 4, 175. 
  5. Mariano Torrente, “Historia de la revolución de Chile, 1810-1828″, en C H. D. I. Ch., Vol. 3, 31. 
  6. El Semanario Republicano, 10 de noviembre de 1813. 
  7. Ana María Stuven, “Una aproximación a la cultura política de la elite chilena: concepto y valoración del orden social, 1830-1860″, Revista de Estudios Públicos, 66, Santiago, 1997. 
  8. “Acuerdo del Ayuntamiento de Santiago, 7 de agosto de 1810″, en Fray Melchor Martínez, Memoria histórica sobre la revolución de Chile, desde el cautiverio de Fernando VII, hasta 1814, escrita de órden del Rey (1815) Santiago, 1848, 220. 
  9. Manuel J. Gandarillas, “Don Bernardo OHiggins. Apuntes históricos sobre la revolución en Chile”, en C. H. D. I. Ch., Vol. 14, 20. 
  10. Anónimo, “El Pensador del Perú” (1815), en C. H. D. I. Ch. Vol. 4, 108. 
  11. “Proclama del virrey del Perú a los habitantes de la Provincia de la Concepción de Chile, Lima, 22 de abril de 1813″, en C. H. D. I. Ch., Vol. IV, 125. Véase también “El virrey del Perú a los habitantes de Chile, con motivo del suspirado regreso de nuestro Soberano a su trono, Lima, 8 de agosto de 1814″, en C. H. D. I. Ch. Vol. IV (Santiago, 1900), 134. 
  12. “El virrey del Perú a los habitantes del reino de Chile, Santiago, 5 de octubre de 1814″, en C. H. D. I. Ch, Vol. 4, 168. 
  13. Francisco Calderón, “Diario de las ocurrencias del Ejército de la Patria y dá principio el día 14 de marzo de 1814″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 1, 312. 
  14. José Rodríguez B., “Revista de la Guerra de la Independencia de Chile”, …Ob. it., 82 
  15. Pedro Burgos, Violencia en el norte chico: los delitos de homicidio y lesiones en la Villa de San Felipe el Real y en el asiento de minas de Petorca 1750-1800 Tesis para optar al grado de Licenciado en Humanidades con mención en Historia, Universidad de Chile, 1995; María Paz Arrigorriaga, El bandolerismo en Colchagua durante el siglo XVIII. Tesis para optar al grado de Licenciado en Antropología, Universidad de Chile, 1986. 
  16. John Lynch, The Spanish American revolutions, 1808-1826 London, 1973; Sergio Grez T., De la regeneración del bajo pueblo a la Huelga General, 1810-1880 Santiago, 1999; Arnold Bauer, “Sociedad y política rural chilenas en un enfoque comparativo”, Proposiciones 19, 1990;  José Bengoa, El poder y la subordinación. Acerca del origen rural del poder y la subordinación en Chile2 Vols., Santiago, 1988. 
  17. Marcelo Carmagnani, Les mecanismes de la vie economique dans une societe coloniale: Le Chile, 1680-1830 Paris, 1973; Gabriel Salazar, Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena Santiago, 1985; Rolando Mellafe, “Latifundio y poder rural en Chile de los siglos XVII y XVIII”, Cuadernos de Historia No 1, Santiago, 1982, 87-108; 
  18. Manuel de Salas, “Oficio de la Diputación del Hospicio al Excelentísimo señor don Luis Muñoz de Guzmán, gobernador y capitán general del reyno, en que se proponen medidas para arbitrar recursos con que sostener el establecimiento (¿1804?)”, en Sergio Grez, La cuestión social en Chile. Ideas y debates precursores, 1804-1902 Santiago, 1995, 45. 
  19. Antonio Orihuela, “Proclama revolucionaria”, en Grez, La cuestión social…Ob. Cit., 54. 
  20. José Rodríguez B., “Revista de la Guerra de la Independencia de Chile”, en C. H. D. I. Ch. Vol. 6, 215. 
  21. Juan Mackenna, “Informe sobre la conducta militar de los Carreras dado en virtud de órden espedida al efecto por el Supremo Director don Francisco de La Lastra, Santiago, 20 de julio de 1814″, en C. H. D. I. Ch, Vol. 1, 250. 
  22. Mario Góngora, “Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile (Siglos XVI a XIX)”, en Estudios de Historia de las Ideas y de Historia Social. Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1980, 341-390;  Araya, Ociosos, vagabundos y malentretenidos en Chile colonial Dibam, Santiago, 1999. 
  23. Barros Arana, Historia Jeneral..Ob. Cit., Vol. VIII, 309. 
  24. “Bando estableciendo Medidas de Seguridad, Santiago, noviembre 24 de 1812″, en Boletín de Leyes y Decretos del Gobierno 1810-1818 (B. L. D. G), Volumen I, 187. 
  25. “Carrera al Superior Gobierno, Talca, 29 de abril de 1813″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 23, 149.  
  26. Id., 35. 
  27. “OHiggins al Director Supremo del Estado, Quechereguas, 14 de abril de 1814″, en C. H. D. I. Ch. Vol. 23, 352. 
  28. José Antonio Irisarri, El Semanario Republicano, 19 de febrero de 1813. 
  29. “Circular de Carrera a los comandantes de milicias, Santiago, 23 de diciembre de 1811″, en Barros Arana, Historia Jeneral…, Vol. VIII, 510. 
  30. “Orden de Alistamiento, Mayo de 1813″, en B. L. D. G, Vol. I, 219. 
  31. Esta fue una reiteración del primer Bando emitido por el gobierno patriota. Véase “Bando de la Junta Gubernativa del Reino sobre el resguardo del orden público, Santiago, 24 de septiembre de 1810″, en Archivo Nacional, Ministerio del Interior (A. N. M. I.), Vol. 15, fojas 47. 
  32. “Decreto [sobre 
  33. Calderón, “Diario…”, Ob. Cit., 335. 
  34. Mario Valdés, “La deserción en el ejército patriota durante la Guerra de la Independencia en Chile: 1813-1818″, Revista Chilena de Historia y Geografía 164, Santiago, 1998, 108. 
  35. “OHiggins al gobierno, Maipú, 16 de septiembre de 1814″, en Archivo OHiggins, Vol. 2, 372. 
  36. Juan Ramón, “Relación…”, Ob. Cit., 63. 
  37. “Instrucciones que deberá observar el coronel don Mariano Osorio en el mando del ejército Real de Concepción de Chile, a que va destinado, Lima, 1ro. de julio de 1814″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 4, 152.
  38. “El Director Supremo al comandante del regimiento de Milicias Disciplinadas de Caballería de El Príncipe, Santiago, 18 de marzo de 1814″, en Archivo Nacional, Ministerio de Guerra (A. N. M. G), Vol. 1, s. f. 
  39. “Diario de las operaciones de la División que a las órdenes del Teniente Coronel don Manuel Blanco Cicerón, salió de la capital de Chile para recuperar a la ciudad de Talca en marzo de 1814″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 1, 357. 
  40. “Carrera al comandante del regimiento La Princesa, Santiago, 24 de marzo de 1813″, en A. N. M. G., Vol. 1., s. f 
  41. “Carrera a Antonio Mendiburu, Curicó, 4 de abril de 1813″, en Barros Arana, Historia Jeneral, Vol. IX, 46. 
  42. “Carrera al coronel del regimiento de milicias de San Fernando, Santiago, 8 de abril de 1814″, en A. N. M. G., Vol. 1., s.f. 
  43. “Carrera al sargento mayor interino Félix Antonio Viel, Santiago, 30 de junio de 1814″, en A. N. M. G., Vol. 1, s.f. 
  44. “Razón que yo, el coronel de expresado regimiento, doy a la Inspección del reyno, en que se manifiesta el pié, fuerza, situación y demás circunstancias que son necesarias, 1813″, en A. N. M. G, Vol. 1, s. f. 
  45. El Monitor Araucano, 10 de abril de 1813. 
  46. Anónimo, “Memoria…”, Ob. Cit., 83. 
  47. Id., 126 
  48. “J. M. Carrera a la Junta Gubernativa, Talca, 11 de mayo de 1812″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 23, 39. 
  49. “OHiggins a Juan Mackenna, Las Canteras, 5 de enero de 1811″, en Epistolario de don Bernardo OHiggins, 1798-1823 E.O., Santiago, 1916, 32. 
  50. Barros Arana, Historia Jeneral…, Vol. VIII, 257. 
  51. Anónimo, “Memoria…”, Ob. Cit., 70. 
  52. Id., 73. 
  53. Melchor Martínez, Memoria histórica…, 177. 
  54. Mackenna, “Informe sobre la conducta militar…”, Ob. Cit., 222. 
  55. Id., 257. 
  56. Juan Ramón, “Relación…”, Ob. Cit., 39. 
  57. “Instrucción que deberá observar el señor brigadier don Gabino Gaínza,…”, Ob. Cit., 119. 
  58. “El gobierno a la división que parte de la Capital, Santiago, 6 de abril de 1813″, en C. H. D. I. Ch. Vol. XXIV, 283. 
  59. Rodríguez B., “Revista de la Guerra de la Independencia de Chile”…, Ob. Cit., 119. 
  60. Barros Arana, Historia Jeneral…, Vol. VIII, 514. 
  61. Calderón, “Diario…”, Ob. Cit., 319. 
  62. “Extracto de los diarios de dos oficiales del Ejército restaurador durante el mando de OHiggins, 14 de marzo-9 de abril de 1814″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 1, 341. 
  63. Gandarillas, “Don Bernardo OHiggins…”, Ob. Cit., 59. 
  64. Juan Ramón, “Relación…”, Ob. Cit., 14. 
  65. Rodríguez B., “Revista de la Guerra de la Independencia de Chile”, …, Ob. Cit., 174. 
  66. La Aurora de Chile, 25 de marzo de 1813. 
  67. Id. 
  68. El Monitor Araucano Extraordinario, 10 de marzo de 1814. 
  69. “Carrera al comandante del regimiento de milicias de Melipilla, Santiago, 3 de marzo, 1814″, en A. N. M. G., Vol. 1, s. f. 
  70. “Proclama del Gobierno a las provincias, Santiago, 10 de septiembre de 1813″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 24, 357. 
  71. Anónimo, “Memoria…”, Ob. Cit., 105. 
  72. “Proclama del menor soldado de la Patria, Santiago, 6 de abril de 1813″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 24, 280. 
  73. El Monitor Araucano, 8 de abril de 1814. Véase también “Acuerdo del Cabildo de Santiago, 3 de abril de 1814″, en Melchor Martínez, Memoria histórica, 440. 
  74. “Bando sobre la prohibición de salir de la capital, Santiago, 8 de Marzo de 1814″, en B. L. D. G, Vol. I, Pag 311. Véase también “Decreto sobre Pasaportes, Santiago, 3 de diciembre de 1812″, en B. L. D. G., Vol. I, 189. 
  75. “Bando Medidas de Seguridad Nacional, Santiago, 8 de Marzo de 1814″, en B. L. D. G., Vol. I, 313. 
  76. “Funciones del Consejo de Guerra, Santiago, 26 de Septiembre de 1814″, en B. L. D. G., Vol. I, 370.
  77. “Bando sobre la libertad de opinar, Santiago, 24 de noviembre de 1812″, en B. L. D. G., Vol. I, 187. 
  78. “Bando de entrega de armamento, Santiago, 25 de noviembre de 1812″, en B. L. D. G., Vol. I, 188. 
  79. El Monitor Araucano, 30 de noviembre de 1813. 
  80. Torrente, Ob. Cit., 42. 
  81. Id., 62. 
  82. “Proclama del menor soldado de la Patria…”, 282. 
  83. “Penas a desertores, Diciembre, 1813″, en B. L. D. G., Vol. I, 298. 
  84. “Bando de Guardia Cívica, Santiago, 11 de Marzo de 1814″, en B. L. D. G., Vol. I, 319. 
  85. “Decreto [ en que 
  86. La Aurora de Chile, 11 de marzo de 1813. 
  87. El Monitor Araucano, 29 de mayo de 1813. 
  88. “Decreto del 29 de agosto de 1814″, citado por Barros Arana, Vol. IX, 548. 
  89. “Bando prohibiendo los juegos de azar y embite, Santiago, 22 de abril de 1812″, en B. L. D. G., Vol. I 165. 
  90. Torrente, Ob. Cit., 63. 
  91. La Aurora de Chile, 11 de marzo de 1813. 
  92. El Monitor Araucano, 10 de abril de 1813. 
  93. Melchor Martínez, Memoria histórica …, 158. 
  94. El Monitor Araucano, 19 de agosto de 1814. 
  95. Barros Arana, Historia Jeneral, Vol. IX, 576. 
  96. “Carrera a Juan Francisco Larraín, Santiago, 31 de marzo, 1814″, en A. N. M. G. Vol. 1, s.f.  
  97. “Carrera a Fermín Honorato del regimiento Andes de Rancagua, Santiago, 19 de abril de 1814″, en A. N. M. G., Vol. 1, s.f 
  98. “Carrera a Juan Francisco Larraín, Santiago, 4 de abril, 1814″, en A. N. M. G., Vol. 1, s.f. 
  99. “Carrera a Juan Francisco Larraín, Santiago, 27 de abril, 1814″, en A. N. M. G., Vol. 1, s.f. 
  100. “Estado de las fuerzas del Ejército Restaurador, 9 de mayo de 1813″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 23, 155. 
  101. Rodríguez B., “Revista de la Guerra de la Independencia de Chile”, …Ob. Cit., 89. 
  102. Nicolás García, “Diario de las operaciones militares de la División Auxiliar mandadas por el coronel Juan Mackenna. Comprende desde su salida de Talca, 19 de diciembre de 1813 -l3 de mayo de 1814″, en C. H. D. I. Ch, Vol. 1, 293. 
  103. Rodríguez B., “Revista de la Guerra de la Independencia de Chile”, …, Ob. Cit., 84. 
  104. Id., 85. 
  105. “Carrera al Superior Gobierno, Chillán, 6 de agosto de 1813″, en C. H. D. I. Ch. Vol. 23, 176. 
  106. Rodríguez B., “Revista de la Guerra de la Independencia de Chile”, …, Ob. Cit., 98. 
  107. Calderón, “Diario…”, Ob. Cit. 332. 
  108. “Gabino Gaínza a OHiggins, Talca, 9 de mayo de 1814″, en C. H. D. I. Ch. Vol. 23, 370. 
  109. Anónimo, “Memoria…”, Ob. Cit., 119. 
  110. “Informe de don Julián Pimuer, Chillán, 12 de marzo de 1814″, en C. H. D. I. Ch. Vol. 10, 321. 
  111. “José M. Carrera a la Junta Gubernativa, Concepción, 25 de mayo de 1813″, en Gandarillas, Ob. Cit., 42. 
  112. “Bando de la Junta de Gobierno, Santiago, 15 de septiembre de 1814″, en C. H. D. I. Ch, Vol. 4, 168.
  113. “OHiggins a Carrera, Maipú, 14 de septiembre de 1814″, en E.O., 56. 
  114. “OHiggins a la Junta Gubernativa, Concepción, 10 de enero de 1814″, citado por Barros Arana,Historia, Vol. IX, 316. 
  115. Rodríguez B., “Revista de la Guerra de la Independencia de Chile”, …Ob. Cit., 81. 
  116. “Carrera a Juan Francisco Larraín, Santiago, 31 de marzo, 1814″, en A. N. M. G., Vol. 1, s.f. 
  117. “Carrera a José Ignacio Valdés, Santiago, 23 de abril, 1814″, en A. N. M. G., Vol. 1, s.f. 
  118. José Miguel Carrera, “Diario”, en C. H. D. I. Ch., Vol., 1, 91. 
  119. Carrera al Superior Gobierno, Talca, 29 de abril de 1823″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 23, 147. 
  120. Carrera, “Diario…”, Ob. Cit., 234. 
  121. “Instrucciones que deberá observar el coronel don Mariano Osorio…”, Ob. Cit., 154. 
  122. Antonio de Quintanilla, “Apuntes…”, Ob. Cit., 224. 
  123. “Informe sobr el estado del Ejército Libertador, 12 de septiembre de 1814″, en C. H. D. I. Ch. Vol. 23, 425. 
  124. “Informe general de las divisiones que formaron el ejército en Rancagua, y de las distribuidas en los diferentes puntos de defensa”, en C. H. D. I. Ch. Vol. 23, 460. 
  125. “Carrera a Bernardo de Vera, Santa Rosa de los Andes, 9 de octubre de 1814″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 23, 487. 
  126. Barros Arana, Historia Jeneral, Vol. IX, 383. 
  127. Juan Ramón, “Relación..”, Ob. Cit., 28. 
  128. Id. 
  129. Barros Arana, Historia Jeneral, Vol. IX, 102. 
  130. Carrera, “Diario…”, Ob. Cit.., 161 
  131. “Sentencia contra Tomás Figueroa, Santiago, 1ro. de abril de 1811″, en Melchor Martínez, Memoria histórica, 325. 
  132. Juan Ramón, “Relación…”, Ob. Cit., 28. 
  133. “OHiggins al Supremo Director del Estado, Quechereguas, 14 de abril de 1814″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 23, 352 
  134. Gandarillas, “Don Bernardo OHiggins…”, Ob. Cit., 62. 
  135. “Manuel González al gobernador intendente Bergara [sic 
  136. “Confesión de Pedro José Eleiceguí, Chillán, 14 de marzo de 1814″, en C. H. D. I. Ch., Vol. x, 341. 
  137. Juan Ramón, “Relación…”, Ob. Cit., 39. 
  138. José M. Carrera, “Lista de los ahorcados en Talca y Concepción, sin fecha (1813)”, en C. H. D. I. Ch. Vol. 23, 197. 
  139. “Reglamento de Policía, Santiago, 24 de Abril de 1813″, en B. L. D. G., Vol. I, 210. 
  140. Id., Artículo tercero. 
  141. Id., Artículo decimotercero. 
  142. El Monitor Araucano, 13 de abril de 1813. 
  143. Idem, 1 de mayo de 1813. 
  144. Carrera, “Diario…”, ob. cit.., 404. 
  145. Citado por Rodríguez B., “Revista de la Guerra de la Independencia de Chile”,… Ob. Cit., 210. 
  146. Carrera, “Diario…”, Ob. Cit., 161. 
  147. “Manifiesto que hace a los pueblos el comandante general de artillería Luis de Carrera, octubre de 1813″, en C. H. D. I. Ch. Vol. 24, 367. 
  148. “Proclama a los habitantes de Concepción, Talca, 8 de noviembre de 1813″, en C. H. D. I. Ch. Vol. 24, 370. 
  149. “El procurador de la Colonia de Osorno al Director Supremo, Osorno, 15 de agosto de 1811″, en A. N. M. G., Vol. 5, s. f. 
  150. Carrera, “Diario…”, Ob. Cit., 232. 
  151. Barros Arana, Historia Jeneral, Vol. IX, 592. 
  152. Id., “Bando del gobernador Jerónimo Pizana, Santiago, 8 de octubre de 1814″, 602. 
  153. Declaración del teniente Diego Guzmán en “Sumario instruido en su contra por falta de insubordinación, Talca, 13 de Octubre de 1813″, en A. N. M. G., Vol. 6, f. 3. 
  154. Declaración del capitán de caballería de Talca Francisco Vergara, Talca, 14 de octubre de 1813, en “Sumario…”, Ob. Cit. 
  155. Anónimo, “Memoria…”, Ob. Cit. 148. 
  156. Confesión de Mariano Warnes, Valdivia, 12 de abril de 1810, en “Sumario contra Mariano Warnes, por deserción y estafa, Valdivia, 1810″. 
  157. Declaración de Ignacio Jaramillo, 19 de mayo de 1810, en “Sumario contra Mariano Warnes…”, Ob. Cit., f. 115. 
  158. “Causa criminal contra Antanasio Muñoz, desertor, Quirihue, 14 de septiembre de 1814″, en A.N.F.C.G., Vol. 336, f. 35. 
  159. “Causa criminal contra Antanasio Muñoz, desertor, Quirihue, 14 de septiembre de 1814″, en A.N.F.C.G., Vol. 336, f. 35. 
  160. Id., Auto cabeza de proceso, f. 35. 
  161. Anónimo, “Memoria…”, Ob. Cit., 174. 
  162. Mackenna, “Informe…”, Ob. Cit., 248. 
  163. Declaración de Juan de Meza, Quirihue, 14 de septiembre de 1814, en “Causa Judicial contra Antanasio Muñoz,…”, f. 35. 
  164. Id., Declaración de Mariano Muñoz, Villa del dulce Nombre de Jesús de Quirihue, 26 de septiembre de 1814, f. 46. 
  165. Id., Declaración de Esteban Fonseca, Chillán, 24 de septiembre de 1814, f. 54. 
  166. Id., Juan Francisco Sánchez a Mariano Osorio, Santiago, 23 de junio de 1815, f. 35. 
  167. Id., Declaración del gobernador intendente Joseph Vergara, Concepción, 23 de agosto de 1815, f. 37.
  168. Id., Informe del Fiscal José Rodríguez, Santiago, 26 de octubre de 1815, f. 54. 
  169. Id., Informe del Fiscal José Rodríguez, Santiago, 26 de octubre de 1815, f. 54. 
  170. Torrente, Ob. Cit., 67. 
  171. Antonio de Quintanilla, “Apuntes…”, Ob. Cit. 222. 
  172. Juan Ramón, “Relación…”, Ob. Cit., 48. 
  173. Id., 49. 
  174. Anónimo, “Memoria…”, Ob. Cit., 110. 
  175. Gandarillas, “Don Bernardo OHiggins…”, Ob. Cit., 35. 
  176. Rodríguez B., “Revista de la Guerra de la Independencia de Chile…”, 116. 
  177. Juan Ramón, “Relación…”, Ob. Cit., 71. 
  178. Rodríguez B., “Revista de la Guerra de la Independencia de Chile”, …, Ob. Cit., 209 
  179. Melchor Martínez, Memoria histórica sobre la revolución de Chile…., 156. 
  180. “Pedro Nolasco Valdés al Supremo Gobierno, Santiago, 7 de diciembre de 1813″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 23, 236. 
  181. “José Domingo Valdés y otros a OHiggins, Concepción, 1ro. de marzo de 1814″, en C. H. D. I. Ch. Vol. 23, 274. Ya en 1811, de acuerdo a Barros Arana, los penquistas habían manifestado su desprecio a “las ridículas tendencias aristocráticas con que ciertas familias pretendían tener derecho al mando”, refiriéndose, por cierto, a Carrera y su entorno; Barros Arana, Historia Jeneral, Vol. VIII, 505. 
  182. “Francisco de la Lastra a OHiggins, Santiago, 9 de mayo de 1814″, en C. H. D. I. Ch. Vol. 23, 372. 
  183. “Juan Mackenna a OHiggins, Santiago, 14 de junio de 1814″, en C. H. D. I. Ch., Vol. 23, 385 
  184. “Proclama del virrey del Perú a los habitantes de la Provincia de la Concepción de Chile…”, Ob. Cit., 126. 
  185. “El virrey del Perú a los habitantes del reyno de Chile…”, Ob. Cit., 170. 
  186. Valdés Urrutia, “La deserción…”, Ob. Cit. 119. 
  187. Barros Arana, Historia Jeneral…, Vol. IX, 169. 


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Fiestas y celebraciones tipicas de Chile

Fiestas y Celebraciones
de la Republica de Chile

Fiestas Patrias:

Se celebran durante todo el mes de septiembre, pero especialmente los días 18 y 19, con ramadas, juegos populares y desfiles; entre éstos el más importante es la Parada Militar que se realiza en Santiago, en la elipse del Parque O’Higgins el día 19 de septiembre, Día del Ejército.
En algunas localidades se celebra el llamado “18 chico” el fin de semana siguiente a las Fiestas Patrias; en estas fechas es también tradicional la fiesta de la Pampilla en Coquimbo.

Fiesta de la Vendimia:

Al final de la temporada de cosecha de uvas se reúnen hombres y mujeres vendimiadores en una gran fiesta. En ella se mencionan España y Francia, tanto en los brindis como en las canciones que los acompañan; ello se entiende al relacionarlo con la llegada de las primeras cepas de origen español y los primeros técnicos franceses.

Putre:

Carnaval de Putre: Esta celebración se realiza en los últimos días de febrero, antes de cuaresma. Acuden a ella habitantes aimaras de los poblados altiplánicos. Además de música y comida, hay bailes, máscaras y disfraces que representan la cosmovisión andina.

Codpa:

Fiesta de la vendimia de Codpa: Entre marzo y abril se realiza, en la localidad de Codpa, la fiesta de la vendimia de las uvas con las cuales se elabora el vino pintatani, grueso y frutoso.

Caspana:

Enfloramiento del ganado: Entre enero y marzo, se realiza en todos los corrales familiares del poblado andino de Caspana una particular ceremonia que incluye bailes, cantos y rogativas, en la cual se coloca lana a los animales.

Chiu Chiu:

Via crucis en Chiu Chiu: Entre marzo y abril, para Viernes Santo, se realiza en el pueblo altiplánico de Chiu Chiu un tradicional via crucis español que incorpora elementos criollos haciendo de la celebración un interesante espectáculo.

La Tirana:

Fiesta de la Tirana: Esta fiesta religiosa se lleva a cabo cada 16 de julio en la localidad nortina de La Tirana. La celebración se realiza en honor a la Virgen del Carmen y es una de las más importantes y conocidas del país. Destaca por los bailes, los cantos, la gran cantidad de fieles venidos de todo el país y en especial por las máscaras y disfraces de múltiples colores.

Pica:

Fiesta de Reyes: Se realiza en la localidad de Pica, a 117 km. al sureste de Iquique a 1.300 m. sobre el nivel del mar. Su celebración se extiende a grandes ciudades como Arica e Iquique, en las cuales los adornos navideños de casas y locales comerciales se mantienen hasta dicha fecha.

Aiquina:

Virgen de Guadalupe de Aiquina, 8 de septiembre. Se celebra en el poblado de Aiquina, ubicado a 75 km. al noreste de Calama y a 2.980 m. de altura. La fiesta tiene una duración de cinco días y se inicia tres días antes de la fecha indicada.

San Pedro de Atacama:

Carnaval atacameño: Durante la segunda semana de febrero, tanto en San Pedro de Atacama, como en Chiu Chiu, Caspana y los demás pueblos atacameños de la zona, se celebra un carnaval con disfraces, bailes típicos y degustación de gastronomía y bebidas típicas de la región.

Vallenar:

Fiesta del Roto Chileno: El fin de semana más cercano al 20 de enero se celebra en la quebrada de Pinte, hacia el interior de Vallenar, un festival costumbrista organizado por la junta de vecinos en el que se realizan competencias típicas chilenas.

El Tránsito:

Fiesta huasa de El Tránsito: Durante la segunda semana de febrero el club de huasos de la localidad de El Tránsito realiza una fiesta que consiste en competencias campesinas y espectáculos folclóricos.

San Félix:

Fiesta de la vendimia de San Félix: Durante todo febrero en el pueblo de San Félix, a doscientos kilómetros de Copiapó, en el valle del río El Carmen, se realiza la principal fiesta de la zona, que es organizada por la junta de vecinos. A los bailes en la plaza los fines de semana acuden habitantes de todo el valle y culmina con un festival gastronómico y un concurso de artesanías locales.

San Fernando/Copiapó:

La Candelaria, primer domingo de febrero. Su celebración se efectúa en la localidad de San Fernando, a 4 km. al este de Copiapó. También es venerada en otros puntos del país. La Virgen de la Candelaria se representa con una vela en las manos como símbolo de la purificación de la mujer. Es una de las fiestas más antiguas del norte y reúne a fieles de todo el país y de naciones limítrofes.

Tierra Amarilla:

Fiesta del Toro Pullay: En la localidad de Tierra Amarilla se celebra, a finales de febrero, esta antigua fiesta costumbrista con comparsas por las calles que acompañan a personajes disfrazados que representan el bien y el mal.

Los Choros:

San José Obrero: El santo carpintero es celebrado el 19 de marzo en Los Choros con una fiesta religiosa que cuenta con bailes chinos de la zona y de otras localidades y regiones.

La Serena:

Virgen del Rosario: Con cantos antiguos y tradicionales se manifiesta el 8 de enero en la localidad de Diaguitas, en La Serena, la devoción a la Virgen del Rosario. Una fiesta y una procesión cierran esta celebración.

Salamanca:

Señor de la Tierra: El segundo domingo del mes de enero se celebra en la localidad precordillerana de Cunlagua, cercana a Salamanca, la Fiesta del Señor de la Tierra, la más importante de la comuna y en la cual se pueden apreciar las faenas agrícolas y ganaderas.

Monte Patria:

Festival de Tulahuén: A 45 minutos hacia la cordillera desde Monte Patria se realiza, durante la segunda semana de febrero, una exposición de vinos, quesos y tejidos.

Vicuña:

Fiesta de la vendimia en el Valle del Elqui: Durante todo febrero en Vicuña se celebra la vendimia con bailes, música y actividades campestres. En Paihuano se realizan fiestas típicas, como la pampilla de verano, la noche de estrellas y el Festival de la Voz de la Uva.

Sotaquí:

Fiesta del Niño Dios, 6 de enero. Se celebra en el pueblo de Sotaquí, ubicado a 8 km. de Ovalle. En ella toman parte creyentes chilenos y argentinos. Destacan las hermandades de danzantes ataviados con vistosos trajes de vivos colores y muy adornados.

Combarbalá:

Encuentro artístico de Combarbalá: Durante semana santa en la localidad de Combarbalá, pueblo dedicado a la explotación de la piedra combarbalita, en la Región de Coquimbo, se realiza un encuentro de pintores y escultores nacionales y regionales.

La Ligua:

Tejidos de La Ligua: Cada mes de enero, durante una semana se realiza una feria de los tradicionales tejidos de La Ligua, organizada por la Municipalidad en la Plaza de Armas.

Calle Larga:

Fiesta en Calle Larga: En el mes de enero, en la localidad de Calle Larga se realiza una fiesta en torno a la cosecha del trigo. La actividad se inicia acumulando las gavillas y seleccionando las yeguas. Durante la trilla hay bailes campesinos, competencias, actuación de conjuntos folclóricos y gastronomía típica.

Olmué:

Festival del Huaso de Olmué: A fines de enero se realiza en Olmué este tradicional festival de la canción folclórica, uno de los más importantes del país, organizado por la Municipalidad.

San Bernardo:

Festival de San Bernardo: La última semana de enero tiene lugar el Festival Nacional de Folclor de San Bernardo, la competencia musical más importante en este género. Durante cinco días se presentan grupos nacionales y extranjeros en el anfiteatro de San Bernardo.

Culiprán:

Festival del choclo cabello rubio: Esta festividad que se realiza durante febrero en la localidad de Culiprán, famosa por su producción de choclos, reúne a las familias de los campesinos para la compra de productos agrícolas. Este es uno de los eventos más importantes de la zona para los agricultores de la comuna de Melipilla.

Los Andes:

Fiesta huasa y trilla a yeguas: En la primera semana de febrero, en San Esteban, Los Andes, se realiza un festival folclórico que se festeja con trilla de yeguas, carreras a la chilena y otras competencias campesinas, además de comidas típicas. Gran cantidad de público se reune en el Parque Municipal La Hermita.

Limache:

Virgen de las Cuarenta Horas: En el último domingo de febrero, gran cantidad de fieles se dirige a la parroquia Santa Cruz de Limache, donde, durante cuarenta horas, se celebra esta fiesta religiosa en honor a la virgen.

Casablanca:

Encuentro Nacional de Payadores: A mediados de marzo, durante dos días, se celebra en Casablanca, un encuentro nacional de payadores, al cual acuden cultores y estudiosos de esta expresión folclórica de todo el país.

Virgen de Lo Vásquez:

Virgen de Lo Vásquez, 8 de diciembre. Esta festividad se realiza en el Santuario de Lo Vásquez, a 32 km. de Valparaíso. Es la más significativa de las fiestas de V Región. Gran cantidad de peregrinos llegan a ella a pagar sus mandas.

San Felipe:

Fiesta de la vendimia en San Felipe: Con motivo de la vendimia, durante marzo se desarrolla en San Felipe una fiesta tradicional con actividades culturales y folclore, en la que participa un numeroso público.

Zona Central:

Fiesta de Cuasimodo: La fiesta de Cuasimodo, que se celebra entre marzo y abril, adquiere gran colorido y masividad en las localidades de Lo Abarca, Cuncumén, Lo Barnechea, Llay Llay, Casablanca, Maipú, Talagante, Conchalí e Isla de Maipo. En esta celebración religiosa callejera, que se realiza el domingo siguiente a la Pascua de Resurrección, el sacerdote lleva la comunión a los enfermos, acompañado por huasos en carros, caballos y bicicletas, adornados con flores, papeles, banderas chilenas y otras estampas.

San Clemente:

Encuentro chileno-argentino: Durante la primera quincena de enero se realiza el Encuentro chileno-argentino en el límite fronterizo Paso Pehuenche, en San Clemente. Se trata de un evento organizado por las municipalidades de ambos lados de la cordillera (San Clemente en Chile y Malargue en Argentina). Incluye música folclórica, bailes y competencias deportivas.

Cauquenes:

Fiesta de San Sebastián: Entre el 15 y el 21 de enero se celebra en Colbún la Fiesta de San Sebastián, en la que fieles y devotos peregrinan durante una semana para pagar favores y mandas al santo en la localidad de Panimávida. El 20 de enero se celebra al mismo santo en una peregrinación hasta Pelluhue, en Cauquenes.

Cachivo:

San Sebastián de Cachivo: El 20 de enero y el 20 de marzo, en Cachivo, camino a Las Lomas, se celebra a San Sebastián con una fiesta de gran colorido en la que intervienen gran cantidad de tradiciones locales. Miles de personas llegan a pagar sus mandas hasta el santuario, ya sea caminando, en carretelas o a caballo.

Pelluhue:

Festival de la Trilla: La última semana de enero, en el gimnasio municipal de Pelluhue, se celebra un festival de la canción con la participación de destacados folcloristas nacionales. Se trata de un certamen competitivo de gran nivel y trayectoria.

Quiñipeumo:

Festival de la Sandía: La última semana de enero se realiza en el pueblo de Quiñipeumo, Maule, este festival que reúne a agricultores y campesinos en torno al folclor. Juegos criollos, competencias deportivas y musicales, además de la elección de reina, forman parte de la celebración.

Pelluhue:

Trillas a yegua suelta en Pelluhue: A fines de enero y principios de febrero en la localidad de Pelluhue se realiza la trilla a yegua suelta con encuentros campesinos costumbristas, amenizados por grupos folclóricos y cantores populares. El dueño de casa, con apoyo de la municipalidad, ofrece comida y tragos típicos.

Amerillo:

Carnaval del agua: A fines de enero e inicios de febrero, en la localidad de Amerillo, por la ruta internacional El Pehuenche, se realiza una fiesta tradicional que incluye elección de reina, juegos criollos y un espectáculo artístico bailable.

Licantén:

Rodeo oficial de Licantén: El rodeo de Licantén, que se celebra la primera semana de febrero es el más importante del sector. De él salen representantes para la competencia nacional y regional. Hay demostraciones de riendas y amansaduras.

Linares:

Feria internacional de artesanía de Linares: Durante la segunda quincena de febrero se realiza en Linares una feria de artesanía que reúne exponentes seleccionados de la artesanía tradicional de diferentes países.

Coihueco:

Coihueco y sus raíces criollas: Durante la primera quincena de enero se realiza en Coihueco, Chillán, una fiesta de tres días para mostrar la música, el baile, la gastronomía y las actividades campesinas tradicionales de la zona. El evento se realiza en un escenario flotante en el embalse de Coihueco.

Yumbel:

San Sebastián de Yumbel: El 20 de enero y el 20 de marzo se celebra a San Sebastián en Yumbel. Miles de peregrinos, que recorren largas distancias caminando, e incluso de rodillas, llegan de todo el país a rezar y a pagar sus mandas a la iglesia parroquial, donde se encuentra la imagen del santo, en una muestra impresionante de devoción religiosa popular.

Santa Cruz:

Fiesta de la vendimia en Santa Cruz: Con motivo de la vendimia, durante marzo se desarrolla en Santa Cruz una fiesta tradicional con actividades culturales y folclore, en la que participa un numeroso público.

San Ignacio:

Rodeo oficial de San Ignacio: El primer fin de semana de febrero, en la medialuna de San Ignacio, se realiza un rodeo de alto nivel, que cuenta con la participación de destacadas colleras a nivel regional y nacional. Es organizado por el Club de Huasos Rodeo Chileno.

Yungay:

Fiesta de la Candelaria en Yungay: En la capilla de Yungay, a 69 kilómetros de Chillán, se celebra el 2 de febrero una misa en honor a la Virgen de la Candelaria, en la que se bendice la imagen de la divinidad. En la cercana localidad de Pangal del Bajo se realiza una fiesta criolla con ramadas, vinos y comidas típicas.

Tirúa:

Feria costumbrista de Tirúa: En la comuna de Tirúa se realiza, durante la primera quincena de febrero, una feria costumbrista con actividades culturales, muestra de artesanías, productos agrícolas y degustación de comidas típicas.

Puerto Saavedra:

Fiesta de San Sebastián en Puerto Saavedra: El 20 de enero se celebra en la localidad de Puerto Saavedra una fiesta religiosa en honor a San Sebastián con abundante comercio.

Carahue:

Semana de Trovolhue: La cuarta semana de enero se celebra la semana de Trovolhue, en la localidad cercana a Carahue. La celebración incluye gastronomía, folclor y recreación.

Villarrica:

Muestra mapuche de Villarrica: Durante el verano se realiza una exposición en la feria mapuche de Villarrica. Allí se pueden encontrar trabajos de importantes artesanos, además de la reproducción a escala real de una ruca construida en totora y junquillo.

Futrono:

Nguillatún en Futrono: En la localidad de Futrono, a orillas del Lago Ranco, en la Región de los Lagos, desde el 12 hasta el 14 de febrero se realiza un nguillatún mapuche. Se trata de un ritual colectivo de acción de gracias y petición por las cosechas y el bienestar de la comunidad.

Niebla:

Encuentro costumbrista de la Costa: A 20 minutos de Valdivia, en Niebla, se realiza durante la segunda y la tercera semana de febrero un encuentro cultural, costumbrista y gastronómico en el cual se venden comidas típicas y artesanía.

Frutillar:

Exposición de artesanía local de Frutillar: Entre el 15 de enero y el 15 de febrero se realiza en el Colegio Bernardo Phillippi de Frutillar una muestra de artesanía local organizada por la Municipalidad.

Frutillar:

Fiesta criolla de los colonos en Frutillar: El primer domingo de febrero tiene lugar en la Colonia La Radio, en Frutillar, una festividad que incluye carreras a la chilena, juegos criollos, cabalgatas, paseos en carretón y espectáculos folclóricos. Hay un gran despliegue de comidas típicas: asados al palo de cerdo, de cordero y de vacuno, anticuchos, cazuelas, curanto, empanadas, sopaipillas, pastel de choclo, tortillas, kuchen, tortas, mote con huesillos, entre otras cosas.

Carelmapu:

Fiesta de la Candelaria en Carelmapu: El 2 de febrero se realiza, en honor a la Virgen de la Candelaria, una peregrinación de feligreses en la localidad de Carelmapu. Llegan allí gran cantidad de embarcaciones engalanadas, provenientes de la Isla de Chiloé. La celebración dura un día entero.

Caulín:

Festival santuario de las aves Caulín: Durante todos los fines de semana del verano, en la localidad de Caulín, a 9 kilómetros del Canal de Chacao, se lleva a cabo una fiesta costumbrista incorporada dentro de las actividades turísticas de Ancud que incluye artesanía, folclor y gastronomía.

Castro:

Fiesta tradicional de Nercón: Gastronomía, folclor y faenas tradicionales forman parte de la fiesta campesina que el 5 de febrero tiene lugar en Nercón, a pocos minutos de Castro. Al otro dia la celebración se repite en La Estancia, a 5 kilómetros de Castro.

Llau Llau:

Maja chilota: El 13 de febrero en la localidad chilota de Llau Llau, se realizan faenas tradicionales y una fiesta campesina para la elaboración y degustación de la chicha de manzana.

Quemchi:

Festivales costumbristas chilotes: A mediados de febrero, durante el fin de semana, en la localidad de Quemchi, a 60 kilómetros de Ancud, se organiza un festival musical que incluye gastronomía y artesania. En tanto, el tercer fin de semana del mes se realiza en el Parque Municipal de Castro el Festival Costumbrista Chilote, que incluye muestra cultural, folclor, faenas típicas, artesanía, gastronomía, y exposición de las distintas variedades de papas nativas. En Puerto Natales todos los años, en febrero, el Centro Hijos de Chiloé, que agrupa a inmigrantes de la isla, organiza un encuentro musical que busca preservar las costumbres chilotas.

Punta Arenas:

Ganado de Punta Arenas: La primera semana de febrero, durante tres días se realiza la Feria Ganadera Expogama en Punta Arenas, organizada por la Asociación de Ganaderos de Magallanes. Incluye exposición de ganado y gastronomía local.

banderas y escudos de Chile

banderas y escudos de Chile

cuatro siglos de uniformes en chile

Batallas y combates en la Historia de Chile

1485:
Batalla del río Maule: Los mapuches detienen el avance de los incas que lleguen en su dominación hasta las márgenes del río Maule. Tal acción hace que los habitantes del sur del Maule sean conocidos por los incas como "poromaucas, palabra que se españolizó como promaucaes. Existe una duda razonable sobre la fecha, que bien podría ser hacia 1520.

Septiembre 1536:

Batalla de Reinohuelén: Combate librado en 1536 entre conquistadores españoles al mando de Gómez de Alvarado y guerreros mapuches, en la confluencia de los ríos Ñuble e Itata, en Chile.
Enero 1541:
Combate del Mapocho: Don Pedro de Valdivia se puso en contacto con el cacique Vitacura, principal representante de los incas en estas tierras, manifestándole la intención de levantar una ciudad en la isla del cerro Huelen. El consentimiento de Vitacura provocó la indignación del cacique Michimalonco.

Enero 1541:

Escaramuzas en Aconcagua: Diversos enfrentamientos contra las fuerzas de Michimalonco, quien tendió variadas emboscadas a los expedicionarios y lo mismo hicieron Catiputo, Tanjalongo y otros caciques subalternos.
Mayo 1541:
Conquista de la fortaleza de Paidahuén: Pedro de Valdivia se dirige contra Michimalonco, Como rescate para recuperar la libertad, este ofrece los lavaderos de oro de Marga-Marga.
Agosto 1541:
Desastre de Con Con: Los caciques Trangolonco y Chigalmanga, queman un bergantín en construcción en la desembocadura del Estero Marga-Marga, matan a los españoles, negros e indios peruanos, escapando sólo Gonzalo de los Ríos con un esclavo negro.. Se desata un levantamiento general que comprende los valles de Aconcagua y Cachapoal.

11 de Septiembre 1541:

Destrucción de Santiago: Michimalonco, como caudillo (toqui) general de los indios de la comarca, encabezó contra la recién fundada ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, un asalto el 11 de septiembre de 1541 que terminó en fracaso, merced a la sostenida resistencia de los españoles que guarnecían la plaza. En la defensa de la ciudad, se señaló particularmente doña Inés de Suárez que no dudó en dar muerte a Quilicanta y a siete caciques picunches entre los que se contaba el Cacique Apoquindo, prisioneros de los españoles que el ejército indígena pugnaba por libertar. De lo desigual del combate da fe la desproporción en el número de los combatientes, que fue de unos 10.000, por parte de los picunches, y de 55 soldados, más 5.000 yanaconas auxiliares, por los españoles.
Febrero 1544:
Combates en el Cachapoal y en el Maipo: Hasta esta fecha, Valdivia no había podido reconocer su gobernación más allá del Cachapoal, y su dominio efectivo sólo abarcaba los alrededores de Santiago, y con menor seguridad, el valle de Quillota. Con los refuerzos que le trajo Monroy, resolvió extenderlo hasta el sur sin trazarse límites y hacia el norte, hasta La Serena.

Agosto 1544:

Combate en el Limari: Pero Gómez se había encaminado al valle de Aconcagua con el propósito de someter a los indios radicados en él. Michimalongo lo obligó a retroceder hasta Santiago y el gobernador tuvo que dirigirse personalmente contra el célebre cacique.

20 de Febrero 1546:

Combate de Quilacura: Fue una batalla en la guerra de Arauco, combate nocturno, a cuatro leguas del Río Biobío, entre la expedición española de Pedro de Valdivia y una fuerza de guerreros mapuches, liderada por el toqui Malloquete. En este enfrentamiento fue capturado un mozalbete llamado Lautaro.

11 de Enero 1549:

Destrucción de La Serena: Cuando recién comenzaba a cimentar su historia, una sublevación de los indígenas provoca la muerte a casi todos los españoles (escapando, al parecer sólo un sobreviviente llamado Juan Cisternas), destruyendo e incendiando el poblado como represalia del mal trato recibido por los diaguitas de parte de los conquistadores españoles.

24 de Enero 1550:

Expedición a Arauco: Iba a empezar la guerra de Arauco. Cuarenta mil guerreros mapuches van a luchar durante tres siglos por el predominio y la supervivencia contra el invasor español y sus descendientes y contra los antiguos señores del suelo los representantes del pueblo chincha-chileno ahora aliado del nuevo invasor.

22 de Febrero 1550:

Combate de Andalién: Pedro de Valdivia, en su avance al sur, desea fundar una ciudad en la zona de Penco. En su intento es detenido por los mapuches y después de duro combate, los derrota. El ataque ocurrió en la noche y sólo se alcanzó la victoria una vez dejar los caballos y pelear aquí en lucha cuerpo a cuerpo.
12 de Marzo 1550:
Batalla de Penco: Fue una batalla entre 60.000 Mapuches bajo comando de su toqui Ainavillo con sus aliados de Arauco y de Tucapel y contra 200 españoles de Pedro de Valdivia con una gran cantidad de Yanaconas incluyendo 300 auxiliares de Mapochoes bsjo ordenes de su líder Michimalonco que defendía la fortaleza recosntruida en Penco.

14 Diciembre 1553:

Combate de Purén: Los indios se dieron cuenta del debilitamiento de los españoles y que, a pesar de su disimulo, no sabían ocultar su contento ante la proximidad de la venganza. La forma como se desarrolló la rebelión, manifiesta que venía preparándose desde hacía tiempo, pero los detalles nos son desconocidos.

25 de Diciembre 1553:

Batalla de Tucapel: Pedro de Valdivia muere a los 51 años, el conquistador español y sus soldados son derrotados y todos muertos por las huestes araucanas de Lautaro.
26 de Diciembre 1553:.
Los 14 de la Fama: Se conoce con este nombre al grupo de trece soldados españoles más su capitán, Juan Gómez de Almagro, que sostuvieron una dura resistencia en la cordillera de Nahuelbuta al ataque del fuerte San Diego de Tucapel en Cañete, provincia de Arauco por el toqui Lautaro y sus huestes.

26 de Febrero 1554:

Batalla de Marihueñu: Victoria mapuche bajo el mando de Lautaro. El sur de Chile queda en manos de los mapuches. Los españoles abandonan la ciudad de Concepción.
27 de Febrero 1554:
Destrucción de Concepción: Luego de la derrota de Marihueno, el espanto y la desazón se apoderaron de los habitantes de Concepción que sólo atinaron a huir. Los caminos que conducían a Santiago, comenzaron a llenarse de la gente que escapaba en medio de una confusión indescriptible.
02 de Noviembre 1555:
Expedición de Villagra y Defensa de La Imperial: Pedro de Villagra, que había quedado en La Imperial con 150 hombres empezó por fortificar y pertrechar la ciudad. La rodeó de fosos y de parapetos, y distribuyó la, gente en cuadrillas, cada una Con su caudillo y con la orden precisa de lo que debía hacer en caso de asalto. Pero los indios, distraídos con el triunfo de Marigüeñu o no sintiéndose capaces de atacar a los españoles dentro de la ciudad, no la asaltaron ni establecieron un sitio en regla.
12 de Diciembre 1555:
Segundo ataque a Concepción: A pesar de la mortandad, Lautaro pudo reunir un ejército que, po¬siblemente, fluctuaba alrededor de unos 4.000 mapuches, y atacó a Los Confines (Angol). Los españoles huyeron a La Imperial sin intentar si¬quiera la resistencia. Inmediatamente, el generalísimo mapuche dirigió su ejército sobre Concepción.
14 de Noviembre 1556:
Acción de Mataquito: Lautaro, habiendo cruzado el Maule, acampa en Mataquito. Diego Cano, enviado por el cabildo de Santiago sostiene contra él y es derrotado.

01 de Abril 1557:

Muere el cacique Lautaro en el combate de Peteroa. El y sus hombres fueron atacados por sorpresa en el pucará de Petorca.
09 de Agosto 1557:
Ataque al Fuerte San Luis: Tras la victoria de Peteroa, los españoles procedieron a levantar un fuerte que llamaron San Luis el que estuvo mandado por don Garcia Hurtado de Mendoza en las cercanías de la destruida Concepción, es decir donde hoy se levanta el puerto de Talcahuano. Ahí fueron atacados por tres escuadrones araucanos que estaban al mando de los toqui Grecolano, Petegolen y Tucapel.

08 de Noviembre 1557:

Batalla de Lagunillas: Fue la primera batalla en que las tropas del virrey Andrés Hurtado de Mendoza libraron contra los araucanos del cacique Caupolicán..En este enfrentamiento fue tomado prisionero el caudillo Galvarino, que, como castigo, sufrió la amputación de ambas manos.

30 de Noviembre 1557:

Batalla de Millarapue. El caudillo mapuche Caupolicán es derrotado por los españoles. Galvarino cae nuevamente prisionero y es ahorcado. Las fuerzas realistas acamparon en Millarapue, al interior de la Araucanía el 29 de noviembre. Los mapuches al mando de Caupolicán intentaron un ataque en la alborada del 30 de noviembre, por sorpresa al campamento enemigo. El número de atacantes era de 3.000 a 10.000 al frente de ellos venía Galvarino, que se mostraba con sus dos brazos cortados azuzando las pasiones de sus camaradas.
20 de Enero 1558:
Batalla de Cayucupil: Aquella mañana del 20 de enero lentamente ingresaban al desfiladero de Cayucupil o Quebrada de Puren llevando grandes cantidades de pertrechos. Cuando se hallaban a mitad de la Quebrada de Puren fueron atacados por cientos de mapuches que desde una altura superior arrojaban descumunales piedras y cuanto objeto ofensivo encontraban, causando numerosas bajas.

05 de Febrero 1558:

Sitio y Batalla del Fuerte de Cañete: Cañete fue rodeado y sitiado por más de 15.000 mapuches que establecieron un sitio al fuerte. La idea de Caupolicán era dejar morir de hambre a los sitiados. Andresillo abrió las puertas del fuerte y se introdujó una masa de mapuches en forma silenciosa, cuando ya casi estaban todos al interior del fuerte fueron recibidos por descargas de fusilería en forma alternada que dejaron una gran mortandad entre los atacantes que fugaron en desbandada.

13 de Diciembre 1558:

Batalla de Quiapo: Unos mil quinientos mapuches al mando del cacique Petegolen se dieron a la tarea de levantar un fuerte en los llanos de Quiapo ubicado en las cercanías de la Ensenada del Carnero, al norte de Lebu y muy próximo de donde los españoles tenían levantado un formidable recinto militar desde el cual como punta de lanza clavado en el pecho de los mapuche apoyaban las incursiones que en forma continua realizaban a las tribus para desalentarlos.

30 de Diciembre 1558:

Batalla del Fuerte de Arauco: La brillante victoria conseguida en Lincoya gracias a las especiales condiciones de estratega que tenía el toqui Petegolen, digno émulo de Lautaro, lo entusiasmaron para seguir en la lucha levantando un fuerte frente al de los españoles. Mas estos con la trágica experiencia de Lincoya, no hicieron movimiento bélico alguno y aceptaron con resignación la provocación de los indios. Hasta que un dia cansados de ser insultados desafiaron a los aborígenes a una batalla de caballería a muerte. En una planicie situada entre ambas fuerzas se libraría la primera batalla de caballería entre peninsulares y araucanos.

16 de Enero 1563:

Batalla Del Fuerte Lincoya: Un grupo de batidores exploró el terreno y comprobó que la fortificación mapuche adolecía de un grave defecto que facilitaba un ataque de caballería. Además que al ser de madera sería fácil incendiarla. Participó la artillería que con su cañoneo causo un incendio y bajas entre los indios. Tras el ablandamiento que fue brutal entró en acción la caballería al mando de don Pedro de Villagra.

Enero 1563:

Derrota de Catiray o Mareguano: Don Pedro de Villagra al llegar a Catiray fueron interceptados por una numerosa guerrilla araucana, trabándose en un sangrienta lucha donde los españoles perdieron 42 hombres debiendo emprender la retirada en franca derrota hacia el fuerte de Arauco llevando varios heridos.
24 de Enero 1563:
Asalto de Angol: Ese día llegó la primera a la vista de Angol. Avendaño, que mandaba en la Ciudad, dejó en ella a los soldados más heridos para que la defendieran de la más pequeña de las dos columnas que la amagaban.
03 de Febrero 1563:
Asalto a la Plaza de Arauco: Los mapuches se presentaron frente a Arauco. Pedro de Villagrá intentó repetir la defensa de La Imperial en 1554, dando golpes contundentes a los asaltantes. El y sus capitanes los derrotaron repetidas veces, pero al día siguiente amanecían más cerca de las murallas y más numerosos.
15 de Abril 1563:
Segundo Sitio de Arauco: Terminada la recolección de las cosechas, los mapuches se presentaron delante de Arauco en abril de 1563. Esta vez venían preparados para poner en la plaza un sitio en regla.

22 de Enero 1564:

Combate del pucará de Lebotacal: Los mapuches construyeron un pucará en Lebotacala a algunos kilómetros de Concepción. Luego de un breve combate logró desbaratarlo, pero fue informado de una concentración de 3.000 indios comarcanos al mando de un cacique de nombre Loble que estaba casi a las puertas de Concepción.

24 de Enero 1564:

Combate de Angol: Los mapuches, entusiasmados con la alianza de los indios de la zona comprendida entre Itata y el Maule, resolvieron destruir a Angol antes de iniciar el sitio de Concepción.
Febrero 1564:
Cerco de Concepción: Los caciques Millalelmu y Loble establecieron el cerco al fuerte de Concepción, encerrando a Villagra y toda la población en las empalizadas. El sitio duró alrededor de dos meses de continuas escaramuzas.
17 de Febrero 1565:
Segunda Combate de Reinohuelen: En el mismo lugar donde 29 años antes las fuerzas promaucaes (indios que Vivian al norte del Biobio) pero igualmente buenos guerreros que rechazaron la avanzada enviada por don Diego de Almagro al mando de Gómez de Alvarado en 1536 impidiéndole seguir al sur. Tres décadas después a mediados de febrero de 1565 una columna compuesta por 152 hombres de caballería y 700 indios amigos al mando de don Pedro de Villagra y de don Pedro Fernández de Córdova atacaron un fuerte que tenían los indios promaucaes.
19 de Febrero 1565:
Combate de Tolmillan: Dos días después de la batalla de Reinohuelen llegaba a marcha forzada el cacique Loble que venía a socorrer a sus compañeros que combatían en Reinohuelen, ignorando que estos habían sido derrotados y que los españoles le tenían tendida una emboscada en las cercanías del actual pueblo de Tormillan.
Marzo 1567:
Ataque al pucara de Cañete: Los indios habían construido un pucará en los cerros vecinos a Cañete, y el general comprendía que una rebelión se aproximaba. Sin consultar a la Audiencia, resolvió destruirlo antes que la concentración de los indígenas hiciera el asalto más difícil.
07 de Enero 1569:
2da Batalla de Catiray o Mareguano: En esta segunda contienda librada en este punto de la cordillera oriental de Nahuelbuta entre 220 soldados españoles y 600 yanaconas al mando del gobernador Melchor Bravo de Saravia, contra dos mil indios al mando de los caciques Lonconaval y Millalemo que unieron sus fuerzas para enfrentar al invasor.
Septiembre 1570:
Derrota de Purén: A toda prisa se dirigian 200 soldados españoles al mando de don Miguel Avendaño de Velasco a socorrer a los castellanos amenazados por los mapuches de ser arrollados en cualquier momento en Angol. No se habían alejado mucho del río Puren cuando fueron atacados por un batallón al mando del cacique Pailacar, que entró violentamente en batalla, poniendo en serios aprietos a los conquistadores.
08 de Marzo 1577:
Primera Campaña de Quiroga: El plan de pacificación que se iba a poner en práctica era obra del virrey del Perú, y Quiroga lo había aceptado con entusiasmo. Consistía en una enérgica campaña a través de Arauco, llevando el ejército concentrado. Se tomaría prisioneros a los indios más belicosos; se ejecutaría a uno que otro cabecilla, y los demás serían "trasladados a la provincia de Coquimbo, desgobernándolos.
27 de Noviembre 1578:
Segunda Campaña de Quiroga: A pesar de la extraordinaria crudeza del invierno de 1578, las hostilidades de los indígenas no cesaron. Amagaban el campamento en canoas y caían sobre los caballos durante el pastoreo y sobre los grupos que iban al campo a recoger comida.
20 de Diciembre 1584:
Campaña de Sotomayor: Estas fuerzas hicieron algunas campeadas sin importancia, que ni siquiera merecerían mencionarse, a no mediar la trampa en que estuvo a punto de perecer Bernal de! Mercado.
10 de Enero 1597:
Campaña de Oñez de Loyola: El nuevo mandatario se encontró imposibilitado para reabrir la campaña de Arauco. Logró, sin embargo, enviar al sur unos doscientos arcabuceros, al mando de su hermano Luis y dé Lorenzo Bernal del Mercado.

23 de Diciembre 1598:

Batalla de Curalaba: Esta batalla se convirtió en el inicio efectivo de la Rebelión Mapuche de 1598 que terminó finalmente con todas las ciudades al sur del río Biobío, excepto Concepción.
22 de Enero 1599:
Rebelión General del pueblo Mapuche: La sublevación se propagó con la rapidez del fuego que ha hecho por largo tiempo su camino subterráneo. El espíritu de rebeldía asomó casi instantáneamente desde el Maule hasta Osorno. Los españoles se encontraron pronto encerrados en las ciudades y fuertes, sin poder auxiliarse unos a otros.
06 de Abril 1599:
Batalla de Quilacoya: En Quilacoya junto al río Biobio pelentaro fue interceptado por las fuerzas españolas del recién designado gobernador don Pedro de Vizcarra, quien cayó por sorpresa sobre los mapuches, propinándole una contundente derrota.
09 de Octubre 1599:
Ataque a Chillán: Chillán fue atacada resultando muertos 4 españoles y llevándose los indios 30 mujeres y niños. La cifra total de muertos ascendía ya a 200 españoles, siete ciudades arrasadas, sitiadas o despobladas.
26 de Noviembre 1599:
Asalto de Valdivia: La derrota sufrida en Quilacoya no amilanó al cacique Pelantaro y decidió rehabilitarse y vengarse de esa derrota. Para ello cambio su estrategia en noventa grados, decidiendo no atacar Concepción y dirigir su accionar hacia Valdivia que por mucho tiempo vivía en paz. Pelantaro planificó el ataque a esta última ciudad con toda calma, sin dejar pasar un solo detalle, al igual como lo hubiera hecho el mas sagaz estratega moderno.
Noviembre 1601:
Muerte del coronel Francisco del Campo: El coronel resolvió trasladarse a Castro con todos los pobladores. Se dirigió personalmente con 60 soldados a la isla, a disponer los auxilios y las comidas "para llevar tantas mujeres, niños y trastes de casas y haciendas como tenían, y llegando a la primera bahía se alojó y repartió la gente a buscar algunas piraguas en que pasar aquel brazo de mar", quedando él con muy pocos soldados.
07 de Febrero 1602:
Destrucción de la ciudad de Villarrica: Los defensores de Villarrica al mando del capitán Rodrigo de Bastidas decidieron vender cara su existencia, cuando supieron que los indios lanzarían el ataque final antes que llegaran los refuerzos españoles. Los heroicos defensores resistieron los primeros ataques indígenas y lo harían hasta la muerte.
Enero 1603:
Campaña de 1603: En la campaña del verano de 1602: se construyó diversos fuertes en las márgenes del Biobío, en lugares bien escogidos y dispuestos en forma de poderlos socorrer. En la misma temporada procuró afianzar el dominio español, al norte de ese río, con numerosas expediciones; de suerte que al llegar el gobernador a Santiago, en junio de 1602, ya se consideraba definitivamente salvada esta parte del territorio.
Febrero 1603:
Asalto del Fuerte Santa Fe: Cuando llegó el momento de destruir el odiado fuerte de Santa Fe una noche silenciosamente lo indios se aproximaron al fuerte, pero fueron descubierto por un centinela que dio la alarma. Desde ese instante la batalla fue general, los mapuches fueron rechazados, pero volvieron con mas furia emprendiendo un sangriento asalto que resultó estéril. Mas toda la noche pujaron por ingresar y fueron rechazados. Comprendieron entonces que había que someter al fuerte a un durísimo sitio. Así se hizo y una hambruna que tuvo a muy mal traer a los sitiados.
Diciembre 1603:
Batalla Ciénagas De Lumaco: Después de sembrar el terror en las tribus retornó Alonso de Ribera al norte, siendo interceptado en un lugar cenagoso en Lumaco, donde los indios le presentaron un plan estratégico enseñado por Lautaro con excelentes resultados. Este consistía en internarse en el pantano donde la caballería no podía llegar porque se hundía en el barro. Pero olvidaron que el Gobernador Ribera era experto en el arte de la guerra, ordenando entonces que los yanaconas cubrieran con totora el camino y mandó la infantería, que con sus arcabuces dejó la mortandad.

Enero 1604:

Campaña de 1604 y 1605: En su penúltima campaña, la de la primavera de 1603 y verano de 1604, Ribera fundó un nuevo fuerte en el vado de Chepe, a la desembocadura del Biobío, que bautizó con el nombre de San Pedro de la Paz; y el 24 de diciembre fundó otro que denominó Nacimiento.
Diciembre 1605:
Campaña de 1606: García Ramón abrió su primera campaña en la primavera de 1605. Habla partido de Santiago el 6 de diciembre al frente de mil doscientos hombres, enterados con el contingente de España y los militares de los términos de la capital. En el sur le aguardaba otro ejército vecino a mil hombres, distribuidos en los fuertes. En Concepción recibió el socorro remitido por el virrey del Perú, con el cual pagó sus cuentas y atendió a los primeros gastos de la campaña.
Marzo 1606:
Desastre de Angol: Núñez de Pineda tenía orden de sacar de los fuertes hasta trescientos soldados, si los refuerzos de México no llegaban; pero temió debilitar mucho las guarniciones y se limitó a retirar ciento cuarenta y tres, para enterar doscientos.
Septiembre 1606:
Batalla de Boroa o de Palo Seco: La batalla se produjo cuando una guarnición española al mando del capitán Juan Rodulfo Lísperguer fue emboscada al salir del fuerte por entre 3.000 a 6.000 guerreros mapuches ocultos en los bosques ceranos muriendo todos los hispanos.
Febrero 1608:
Campaña de 1608: En las correrías del verano de 1608, García Ramón había contado con el recurso de unas mil lanzas amigas y había devastado los campos de los enemigos hasta reducirlos por la miseria a venir de paz y a establecerse en las inmediaciones de los fuertes, sin traspasar el radio de acción de estos establecimientos.
Diciembre 1610:
La Guerra defensiva de Luis de Valdivia: El padre Valdivia llegó al Callao a mediados de 1611, trayendo los despachos del gobernador para Alonso de Ribera y la real cédula de 8 de diciembre de 1610, que dejaba al criterio del virrey del Perú ensayar por tres a cuatro años la guerra defenslva.
1621:
Campaña Militar de Osores de Ulloa: Osores de Ulloa empezó por restablecer la disciplina en el ejército condenando a muerte a los desertores que logró capturar, y expurgando la oficialidad. Cuando creyó estar preparado, pasando por sobre las órdenes del rey dispuso una expedición, cuyo mando confió al maestre de campo Núñez de Pineda, a las ciénagas de Purén.
24 de Enero 1626:
Cesación de la guerra defensiva: En efecto, el 24 de enero de 1626, recibía Fernández de Córdoba una real cédula expedida en Madrid el 13 de abril de 1625, por la cual Felipe IV ordenaba reanudar la guerra con los mapuches y someter a esclavitud a los prisioneros.
1627:
Contraofensiva mapuche dirigida por Lientur: Como era de esperarlo, la contraofensiva araucana no tardó en de­sencadenarse. La dirigió un indio llamado Lientur, que hasta ese momento habla peleado como amigo en el campo español.
15 de Mayo 1629:
Desastre de Las Cangrejeras: Lientur jefe militar mapuche que luchó en la Guerra de Arauco. Su mayor victoria fue la Batalla de las Cangrejeras. Su actividad bélica concluyó cuando llevó a que los españoles firmaran paces temporales con la nación mapuche en el Parlamento de Quillín.
14 de Mayo 1630:
Sorpresa de Los Robles: Lazo de la Vega logró reclutar unos 150 españoles voluntarios en Santiago que pensaba sumarlos a los ya 1.600 soldados acantonados en el sur. Su idea era internarse en el mismo corazón de Arauco y dar una batalla armagedónica a los mapuches para terminar de una vez por todas con la guerra. El pánico general cundió cuando la población supo de las osadas intenciones del gobernador y el Cabildo le rogó que desisitiese de hacer ese tipo de guerra, pero fue inútil, Lazo de la Vega quería esa batalla decisiva.
13 de Enero 1631:
Batalla de La Albarrada: Lazo de la Vega salió del fuerte y eligiendo cuidadosamente el terreno fue a tender su línea de batalla en Petaco. La acción se inició con una carga de un escuadrón de indígenas que fueron contenidos con fusileros alternados protegidos por lanceros. Una vigorosa carga de caballería fue contenida por los escuadrones mapuches y el combate por unos instantes se tornó indeciso.
1632:
Campañas militares de 1631-1632-1633-1634: A la salida del invierno de 1631 las armas españolas habían tenido algunos éxitos locales de cierta importancia. Los indios auxiliares dieron muerte en el valle de Elicura a Quempuante.
06 de Enero 1641:
Parlamento de Quillin: El gobernador de Chile, Francisco López de Zúñiga, se reúnen en el llano de Quilín con los mapuches para firmar los acuerdos que reconocían la independencia de los indios, la devolución de cautivos españoles, el permiso para evangelizar el territorio indígena y sellar una alianza contra los enemigos del exterior. En favor de los mapuches se pactan la despoblación de Angol y la vuelta de la frontera a la línea del Biobío.
Enero 1651:
Las paces de Boroa: Acuña Y Cabrera, como la mayoría de sus predecesores, no tenia siquiera idea de los problemas que le aguardaban en su gobierno, y, a diferencia de ellos, tampoco era capaz de formársela.
14 de Febrero 1654:
Batalla de Río Bueno: Casi medio siglo de relativa calma vivieron los conquistadores, cuando en 1654 el ambicioso gobernador Antonio de Acuña y Cabrera envió a su cuñado, el maestre de campo don Juan Salazar con una fuerza de 900 españoles y 3.000 yanaconas atacaron al sur del río Bueno donde fueron rechazados por los huilliches, que los obligaron a repasar el citado río donde hicieron un puente de balsas para cruzarlo hacia el norte.
14 de Enero 1656:
Campaña mapuche del mestizo Alejo: Un soldado mestizo, que servía en el ejército español, generalmente conocido con el nombre de "el mestizo Alejo", había manifestado mucha viveza intelectual, valor, iniciativa y deseos de surgir. Solicitó que se le ascendiera a oficial, y como se le contestara con una repulsa, abandonó las filas y se pasó a los indios.
20 de Enero 1656:
Victoria de Conuco: Al sur del Biobío resistían las guarniciones de Valdivia y de Boroa. Los defensores de Valdivia recibieron provisiones por mar, y no sólo lograron rechazar los ataques de los roncos, sino que pudieron alejarlos de los alrededores de la ciudad.
Abril 1664:
Campaña militar de 1664: Tomás Calderón, que sucedió a Carrera como cuartel maestre, hizo una correría por Ilicura y Cayucupil, al llegar la primavera, y regresó con 300 cautivos, que se vendieron como esclavos, sin haber librado verdadero combate.
13 de Diciembre 1680:
Bartolomé Sharp incendia La Serena: En la mañana Sharp desembarcaba con 35 hombres en el puerto de Coquimbo para hacer agua y leña. Hecha la provisión, se encaminó a La Serena al frente de su pelotón.
1692:
Rebelión de Millapán: González de Poveda tenía prohibición real de hacer la guerra militar contra los mapuches a causa de la influencia de los mismos jesuitas ante la corte. Sin embargo, se alzó un cacique de la región de Maquegua, llamado Millapán quien realizó varios asesinatos a españoles. Poveda viendo que la insurrección iba creciendo se dio cuenta que si no actuaba pronto, la situación se desbordaría, así que después de negociar con autoridades eclesiásticas y con el apoyo de la población, sacó hacia el sur, una fuerza expedicionaria de 1.600 hombres, más 2.000 auxiliares. Viendo la determinación española, y la fuerza que se sustentaba, los indios corrieron a dar la paz en el Parlamento de Choque-Choque.
09 de Marzo 1723:
Abandono de los Fuertes al sur del río Bio-Bio: La rebelión se inició el 9 de marzo de 1723 con el asesinato del capitán de amigos Pascual Delgado en Quechereguas. Delgado era considerado uno de los máximos exponentes del sistema monopólico, odiado por su soberbia y los castigos "crueles y arbitrarios" que aplicaba.
Tras este suceso se generalizó el alzamiento, multiplicándose por toda la frontera del Biobío las incursiones de saqueo, el abijeato y el incendio de haciendas. Los fuertes españoles se hallaron de pronto incomunicados unos con otros. La rebelión terminó con el Parlamento de Negrete de 1726, en el que ambas partes firmaron la paces y establecieron un sistema de ferias regladas.
1766:
Levantamiento mapuche de 1766: Se produce una gran rebelión de los mapuche por oposición a la idea de reducirlos como pueblos.
1769:
Batalla de Laja:
1770:
Batalla de Negrete:
Marzo 1793:
Parlamento de Negrete, entre el Gobernador Ambrosio O´Higgins y 161 Toquis Araucanos.
01 de Abril 1811:
Motín de Figueroa: Ese día, las tropas del cuartel de San Pablo se insubordinaron y desconocieron el mando de Juan de Dios Vial y Juan Miguel Benavente. A los gritos de ¡Viva el Rey!, ¡Muera la Junta!, los soldados declararon que solamente obedecerían las órdenes de Figueroa.
01 de Abril 1813:
Toma de Concepción: A las 9 de la mañana del 2 de abril, supo en el camino que Antonio Pareja había desembarcado, y se había apoderado de Concepción. Carrera continuó su marcha. Por donde quiera que pasaba, organizaba tropas, buscaba pertrechos y víveres; y por medio de confinaciones, limpiaba la tierra de sarracenos, como entonces se denominaba a los partidarios de España. A las 8 de la noche del 5, estaba en Talca, y establecía allí su cuartel general.
24 de Abril 1813:
Combate de Linares: Las fuerzas de Pareja son rechazadas por las de Carrera. Elorreaga, cuya inteligente iniciativa se exteriorizó desde sus primeros actos en el servicio, intentó un reconocimiento, trabándose en un combate a distancia con las avanzadas patriotas, a las cuales hizo dos bajas. Atacado por fuerzas muy superiores, se retiró al sur.
26 de Abril 1813:
Batalla o Desastre de Yerbas Buenas: También se le denomina Sorpresa de Yerbas Buenas. En la batalla se enfrentaron las fuerzas chilenas al mando del coronel Juan de Dios Puga y las fuerzas españolas al mando del brigadier Antonio Pareja.
15 de Mayo 1813:
Combate de San Carlos: Tuvo como lugar San Carlos, en las cercanías de Chillán. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de José Miguel Carrera contra las realistas al mando de Juan Francisco Sánchez. La batalla finalizo con la victoria realista.
28 de Mayo 1813:
Combate de Talcahuano: José Miguel Carrera, general del ejercito patriota, derrota a los realistas.
08 de Junio 1813:
Captura de la fragata española "Thomas": Poco más tarde, el 7 de junio, apareció en la bahía la fragata "Thomas", que venía del Callao, conduciendo algunos jefes y oficiales, pertrechos y dinero para Pareja. Ignorando la caída de la plaza en poder de los patriotas, fondeó en el puerto de Tomé. Al amanecer del día 8, los oficiales Nicolás García y Ramón Freire, con dos lanchas cañoneras y algunos botes, se apoderaron de ella, sin que opusieran la menor resistencia.
Julio - Agosto 1813:
Sitio de Chillán: Los patriotas chilenos iniciaron el sitio de Chillán procurando expulsar a los realistas. No lo consiguieron.
Agosto 1813:
Combate de Huilquilemu: El comandante Elorreaga, al frente de 350 fusileros montados, se apoderó de Los Angeles, de Nacimiento y de toda la Isla del Laja, y desbarató a O'Higgins, quien le salió al encuentro con unos 300 hombres, cerca de Huilquilemu. El propio O'Higgins fue derribado del caballo con su mon­tura. El capitán Agustín López Alcázar, más tarde comandante del batallón número 3 en Maipo, logró rescatarlo, y, montando el caballo que le cedió el soldado Gabino Guardia, prosiguió la fuga.
Agosto 1813:
Combate de Quilacoya: Días más tarde O'Higgins, convenientemente reforzado, derrotó en Quilacoya a las mismas fuerzas de Elorreaga y Quintanilla. Tuvo que replegarse otra vez a Concepción, pero en octubre, el frente de más de 500 hombres, obligó a Elorreaga a evacuar las fronteras y volverse a Chillán.
17 de Agosto 1813:
Combate de Quirihue: Tuvo lugar la villa de Villa de Quirihue, actual Región del Biobío. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de José Joaquín Prieto contra las realistas al mando de Juan Antonio Olate. El combate finalizo con la victoria patriota.
23 de Agosto 1813:
Combate de Cauquenes: Fue un enfrentamiento llevado a cabo entre las fuerzas realistas del chileno Juan Antonio Olate y las fuerzas patriotas chilenas al mando del coronel Juan de Dios Vial. El combate finalizo con la victoria patriota.
24 de Agosto 1813:
Sublevación de Arauco: Los habitantes de Arauco estaban desesperados con las prorratas y exacciones. Sánchez, desde Chillán, y el franciscano fray Juan Ramón, misionero de la plaza, explotaron el descontento.
17 de Octubre 1813:
Batalla de El Roble. Luego del sitio de Chillán, las tropas patriotas al mando del General en Jefe, José Miguel Carrera y del, por entonces, Coronel Bernardo O'Higgins, se guarecieron en el paso de El Roble, en el río Itata en la tarde del 17 de octubre. En total, eran 800 soldados de las tres armas. Pasaron al reposo en la ribera sur, con la intención de cruzar el obstáculo en la mañana del día siguiente y se extremaron las medidas de seguridad contra una posible sorpresa de los guerrilleros realistas.
29 de Octubre 1813:
Combate de Santa Rosa de Trancoyan: Un pequeño desastre, ocurrido días más tarde, acabó con las ilusiones de los pocos entusiasmados con la victoria del Roble.
23 de Febrero 1814:
Resistencia en Cucha Cucha: El oficial chileno Santiago Bueras, contiene al enemigo con si intrepidez y coraje, hasta que unos 100 efectivos del cuerpo auxiliar de Buenos Aires, al mando de Juan Gregorio Las Heras, cargaron en un ejemplar orden y empuje que despertaron la emulación de las tropas chilenas.
Marzo 1814:
Desastre de Urizar: En un intento por sorprender a un destacamento realista, en un ataque nocturno sorpresa, el coronel Fernando Urizar tuvo una derrota inesperada perdiendo tropa y 2 cañones.
03 de Marzo 1814:
Derrota del Gomero: Fue efectuada por las tropas realistas de Gabino Gaínza al mando de Ildefonso Elorreaga, en contra de los patriotas que sólo en número de 300 deberían defender la ciudad al mando de Carlos Spano.
04 de Marzo 1814:
Toma de Talca: El comandante realista Ildefonso Elorregada se apodera de Talca, la cual estaba bajo el mando del español pasado a las tropas patriotas, Carlos Spano, quien murió en el centro de la plaza abrazado a la bandera chilena diciendo: "Muero por la patria, por la patria que me adoptó entre sus hijos".
19 de Marzo 1814:
Combate de El Quilo: Tuvo como lugar Ránquil, Región del Biobío, cerca de Ñipas, en la ribera sur del río Itata. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Bernardo O’Higgins contra las realistas al mando de Manuel Barañao. La batalla finalizo con la victoria patriota.
20 de Marzo 1814:
Combate de Membrillar. Fue librado en la ribera norte del río Itata. En ella se enfrentaron la división del ejército patriota chileno comandada por el coronel de ingenieros jefe de Estado Mayor, Juan Mackenna, y el ejército realista al mando de Gabino Gaínza.
29 de Marzo 1814:
Los realistas triunfan en Cancha Rayada. Durante la guerras de la independencia, Talca fue tres veces ocupada por los ejércitos enfrentados y en sus inmediaciones se libraron importantes batallas. Un destacamento patriota comando por Manuel Blanco Encalada atacó por error al grueso del ejército realista en Yerbas Buenas, arrastrando, en su huida a la capital, al resto de las fuerzas chilenas. Ello fuerza la firma de una tregua en Lircay y permite la retirada de los realistas a Concepción, donde podrán recuperar su poderío.
03 de Abril 1814:
Bernardo O'Higgins efectúa frente a las fuerzas patriotas el llamado "Paso del Maule". y Combate de Tres Montes del 7 de Abril, pequeña victoria patriota dirigida por Enrique Campino.
08 de Abril 1814:
Toma de Quechereguas: Tuvo como lugar el fundo Quechereguas. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Bernardo O’Higgins contra las tropas realistas de Gabino Gaínza. La batalla finalizo con la victoria patriota.
26 de Agosto 1814:
Combate de las Tres Acequias. Se enfrentaron los ejércitos de Bernardo O'Higgins Riquelme con los de José Miguel Carrera Verdugo, obteniendo este último el triunfo. O'Higgins derrotado se retiró a buscar más soldados, pero al saber de la llegada el país del realista Mariano Osorio, reconoció a Carrera como general en jefe del ejército.
1 y 2 de Octubre de 1814:
Batalla de Rancagua. Enfrentó a las fuerzas independentistas chilenas, al mando del general Bernardo O`Higgins, y a las tropas realistas españolas, a cargo de Mariano Osorio, a la cabeza de 5 mil soldados, se dirigía a Santiago. Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera lograron reunir más de tres mil hombres, pero no soldados. Con la mitad de ellos O'Higgins se encerró en la plaza de Rancagua.
10 de Octubre de 1814:
Combate de Los Papeles: Enfrentó la retaguardia patriota, que resguardaba en esos momentos a los últimos grupos de civiles que emprendieron el cruce de la cordillera con destino a Mendoza, de la persecución y seguro apresamiento por parte de la caballería realista enviada en su persecución.
Enero 1817:
Manuel Rodríguez sorprende a los españoles que resguardan Melipilla y se apodera de la ciudad, confiscando para la causa patriota, los fondos acumulados por los recaudadores de Marcó del Pont y llevándose las armas de la guarnición.
12 de Enero 1817:
Salas y Silva se apoderan de San Fernando: ciento cincuenta de sus hombres al mando de Francisco Salas asaltan de noche a San Fernando. La guarnición realista resiste el ataque; entonces Inmediatamente los montoneros pusieron en movimiento unas rastras de cueros con piedras que producían un ruido idéntico al rodado de cañones. Los realistas, creyéndose atacados por una gran fuerza militar, huyeron. Así, Salas se apoderó de San Fernando.

22 de Enero 1817:

Primer enfrentamiento de una avanzada patriota con un destacamento de los Talaveras.

25 de Enero 1817:

Un destacamento de Las Heras, se enfrenta a una unidad realista.
04 de Febrero 1817:
Combate de Achupallas: El mayor Arcos, desprendiéndose de la división de So­ler, al frente de otros 200 hombres, dispersaba a la guarnición de Las Achupallas y le hacía 3 prisioneros.
04 de Febrero 1817:
Combate de Guardia Vieja: Al ponerse el sol, el mayor Enrique Martínez atacó el puesto español de Guardia Vieja con 150 fusileros y 30 jinetes. El combate duró una hora y media a sable y bayoneta, los españoles en número de 94, tuvieron 25 muertos y 43 prisioneros.

04 de Febrero 1817:

Combate de Cumpeo: Freire ataca a un destacamento realista de 100 soldados, dirigidos por el coronel Morgado, causándole la baja de 18 hombres y la captura de otros 20.
07 de Febrero 1817:
Combate de Las Coimas: Enfrentamiento entre el realista Atero y un destacamento de Necochea.
12 de Febrero 1817:
Batalla de Chacabuco: Se llevo a cabo en la hacienda Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, donde combatieron el Ejército de los Andes y el Ejército Realista. Finalizo con la victoria patriota y que trajo como consecuencia la recuperación de Chile a manos patriotas, de ese modo finalizo la reconquista y comenzó la Patria Nueva. El capitán San Bruno, odiado jefe de los talaveras, es capturado y fusilado menos de 24 horas después.
12 de Febrero 1817:
Liberación del Norte: Las tropas del comandante Juan Manuel Cabot, toman Copiapo, La Serena y Coquimbo.
26 de Febrero 1817:
Captura del bergantín español "Aguila": Primer barco de nuestra Escuadra. Los patriotas apresaron en Valparaíso al bergantín de comercio español "Aguila", mediante el ardid de mantener izada la bandera española en tierra; fue armado y puesto al mando del oficial irlandés de Artillería, don Raimundo Morris.
04 de Abril 1817:
Combate de Curapalihue: En este combate se enfrentaron las tropas de Juan Gregorio Las Heras por el lado de los patriotas y las tropas de Juan José Campillo por lado de los realistas. El combate finalizo con la victoria patriota.
11 de Mayo 1817:
Asalto y Toma de Nacimiento: Mientras se practicaban los reconocimientos de las fortificaciones de Talcahuano y se acumulaban los elementos para el asalto, O'Higgins dispuso la ocupación del territorio español que quedaba al sur del Biobío y de la plaza de Arauco, a fin de privar de recursos a Ordóñez. El capitán José Cienfuegos, partiendo de la villa de Los Angeles, se dirigió a la plaza de Nacimiento, que era la fortaleza más inexpugnable. El asalto empezó el 12 de mayo, y la plaza tuvo 20 bajas entre muertos y heridos. La guarnición de Nacimiento se retiró a Arauco. San Pedro se rindió sin disparar un tiro.
27 de Mayo 1817:
Toma de la plaza fortificada de Arauco: Los patriotas comandados por Ramón Freire se toman la plaza fortificada de Arauco, en Talcahuano, la cual era el centro de abastecimiento de los realistas ubicados en la zona.
01 de Junio 1817:
Combate del Cerro Gavilán: Se desarrollo en las cercanías de concepción. Por lado de los patriotas liberaban los generales Bernardo O’Higgins y Juan Gregorio Las Heras y por lado de los realistas el comandante José Ordóñez. La batalla finalizo con la victoria patriota.
23 de Julio 1817:
Asalto a Talcahuano: El coronel José M. Ordoñez rechaza el intento del general Juan Gregorio Las Heras.
10 de Septiembre 1817:
Combate de Cerro Manzano: En el cerro Manzano (al Sudeste de Talcahuano), en dos acciones sorpresivas el cuarto escuadrón de granaderos a caballo, aniquiló a una fracción enemiga de 30 hombres, de los cuales se salvó sólo uno, y a otra de 25 hombres le causó 4 muertos y le tomó 3 prisioneros.
06 de Diciembre 1817:
Sitio y Asalto de Talcahuano: Tuvo como lugar Talcahuano. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Bernardo O’Higgins contra las realistas alo mando de José Ordóñez. La batalla finalizo con la victoria realista.
15 de Marzo 1818:
Combate de Quechereguas: Tuvo como lugar Quechereguas, cerca de Molina. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Ramón Freire contra las realistas al mando de Joaquín Primo de Rivera. El combate termino con la victoria Realista.
19 de Marzo 1818:
Sorpresa de Cancha Rayada: Batalla que pone en peligro la Independencia de Chile. La fuerzas patriotas acampaban en el llano de Cancha Rayada, al norte de Talca, cuando en la noche cayeron sobre ellas los realistas y derrotaron a las fuerzas del general San Martín.
05 de Abril 1818:
Batalla de Maipú. Diecisiete días después de Cancha Rayada, en los llanos del río Maipo, el ejército dirigido por San Martín venció completamente a los realistas. Desde ese momento, la Independencia de Chile quedó definitivamente consolidada. O’Higgins había salido de la capital esa misma mañana y se dirigía hacia Maipú con unos mil milicianos alcanzando a participar en el desenlace final de la batalla. Al llegar al campo de batalla O'Higgins se abraza con San Martín dialogando lo siguiente. "O'Higgins: ¡Gloria al salvador de Chile! - San Martín: General, Chile no olvidará jamás al ilustre inválido que se presenta herido al campo de batalla".
27 de Abril 1818:
Combate Naval de Valparaíso: Entre la fragata chilena "Lautaro" y la fragata española "Esmeralda". En esta acción, por una desinteligencia, muere el comandante contratado por el gobierno de Chile, Jorge O'Brien.
28 de Octubre 1818:
Captura de la fragata "María Isabel": En este combate se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Manuel Blanco Encalada contra las realistas, en Talcahuano. La batalla finalizo con la victoria patriota.
14 de Noviembre 1818:
Captura de cinco transportes: El comandante Blanco Encalada captura cinco transportes españoles en Talcahuano.
21 de Febrero 1819:
Inicio de la Guerra a Muerte, Combate de Santa Juana: El montonero realista Vicente Benavides derrota al teniente José A. Rivero. Se inicia la "Guerra a Muerte".
28 de Febrero 1819:
La fragata O´Higgins ataca El Callao: La escuadra chilena al mando de Cochrane, ataca el puerto de El Callao, en Perú.
01 de Marzo 1819:
Asalto de Los Angeles: Intentado por las fuerzas realistas quienes tenían una fuerza auxiliar de 3.000 indios que tomaron parte en este sitio. En la ciudad sólo había el batallón patriota "Coquimbo" sin armamentos suficientes para su defensa. Los sitiadores habían tomado el fuerte, si no hubiese sido por la oportuna intervención del mariscal Andrés Alcázar y Zapata, quien llegó con su caballería. Entró en Los Angeles el 10 de marzo, después de batir a los sitiadores, salvando la situación que ya era desesperada.
11 de Abril 1819:
Sublevación de los Prieto: Entre las turbulencias que logró provocar la propaganda carrerina, la más importante es, sin disputa, la de los hermanos Prieto, en las cordilleras de Talca.
01 de Mayo 1819:
Combate de Curalí: Fue una batalla ocurrida en el marco de la llamada Guerra a Muerte, entre tropas realistas españolas dirigidas por Vicente Benavides y patriotas del gobierno provisorio chileno liderados por el coronel Ramón Freire, desarrollado en los campos de Curalí, cerca de la ribera norte del río Biobío. Fue una sorpresa y derrota total de Benavides, quien terminó escapando hacia La Araucanía.
Marzo a Septiembre 1819:
Diversas acciones de la Guerra a Muerte: Armadas todas aquellas partidas, que rara vez pasaban de un centenar de hombres por cada parte, comenzaron a salir las urnas contra las otras y con tal brío y rapidez que durante los seis primeros meses de la guerra (de marzo a septiembre de 1819) todo el sur de Chile no parecía sino un vasto palenque de matanzas.
19 de Septiembre 1819:
Combate de Quilmo: Al saber Victoriano en Tucapel la inesperada pérdida de Chillan, sin vacilar un instante, corrió al encuentro del enemigo, no tomando acuerdo de su número y seguido del puñado de hombres que tenía a sus órdenes.
01 de Noviembre 1819:
Combate de Tritalco: Irritado Benavides por el descalabro de Quilmo, inexplicable después de las ventajas conseguidas, y por el número de muertos de los suyos, resolvió vengar la derrota de Elizondo enviando a Bocardo con sus indios para atacar a Victoriano en Chillan y quitarle de nuevo a que el pueblo y su comarca.
20 de Noviembre 1819:
Combate de Hualqui: Tuvo como lugar Hualqui, cerca de Concepción. Por lado de los patriotas estaban las tropas de José Tomás Huerta y por lado de los realistas Vicente Benavides. La batalla finalizo con la victoria patriota.
06 de Diciembre 1819:
Combate de Pileo: Fue una batalla ocurrida en el marco de la llamada Guerra a Muerte, entre realistas españoles y patriotas chilenos desarrollado en la subdelegación de Pileo.
09 de Diciembre 1819:
Asalto de Yumbel: Realizado contra la ciudad de Yumbel al atacar las tropas realistas la plaza defendida por los patriotas al mando de Quintana, quién disponía de 100 hombres y los realistas de 658. Hay noticias de que en realidad las fuerzas realistas eran de 300 fusileros y 700 indios. El ataque duró 5 horas y terminó al aparecer una partida de 200 hombres en el cerro de la Parra. En este encuentro estaba Manuel Bulnes, de 19 años de edad, que entonces tenía el grado de subteniente de Cazadores.
10 de Diciembre 1819:
Combate de El Avellano: Fue una batalla ocurrida en el marco de la llamada Guerra a Muerte, entre montoneras realistas españolas y patriotas chilenos comandadas por Pedro Andrés Alcázar en las cercanías de Los Ángeles.
29 de Diciembre 1819:
Combate de San Pedro: Tuvo como lugar el fuerte de San Pedro en las cercanías de Concepción. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Pedro Agustín Elizondo contra las realistas al mando de Vicente Benavides. La batalla finalizo con la victoria patriota.
05 de Enero 1820:
Ataque a San Carlos: Los Pincheira ignorantes de que hubiesen llegado tropas de Santiago, descendieron en la noche del 4 enero de su malal del Roble huacho, y atacaron de sorpresa la indefensa villa de San Carlos.
30 de Enero 1820:
Acciones de Palpal y Coihueco: La matanza de Monte Blanco no escarmentó a los salteadores de la montaña. Era preciso que el infatigable Victoriano, seguido como siempre de la muerte, penetrase de nuevo en sus guaridas y les persiguiese hasta en sus últimos asilos.
02 de Febrero 1820:
Toma de los fuertes de la Aguada, San Carlos y el Castillo: Lord Cochrane aparece en Corral con tres buques y se toma los fuertes de la Aguada, San Carlos y el Castillo y, después, toma a Valdivia.
03 de Febrero 1820:
Asalto y Toma de Valdivia: En este combate se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Thomas Cochrane contra las realistas al mando de Manuelo Montoya. La batalla finalizo con la victoria patriota lo que conllevo a la recuperación de Valdivia.
18 de Febrero 1820:
Combate de Agüi: El combate de Agüi fue un enfrentamiento bélico, el cual se desarrollo entre fuerzas realistas y patriotas en la isla de Chiloé. En el los patriotas dispusieron sus fuerzas para derrotar a los Españoles que dominaban la isla de Chiloé, ya que su permanencia en la isla fue considerada por los patriotas una amenaza para la independencia de Chile.
06 de Marzo 1820:
Combate de El Toro: Tuvo como lugar la hacienda El Toro, en el se enfrentaron las tropas patriotas contra las tropas realistas al mando de Gaspar Fernández de Bobadilla. La batalla finalizo con la victoria patriota.
22 de Junio 1820:
2do Combate de Quilmo: El 22 junio se presentó en la colina de Quilmo, en el mismo sitio en que Victoriano había escarmentado a Elizondo un año atrás, el jefe de partidas Gervasio Alarcón.
20 de Agosto 1820:
Expedición Libertadora del Perú. Zarpa de Valparaíso la escuadra con 17 transportes, 9 buques de guerra y 11 lanchas cañoneras, comandados por el vicealmirante británico Lord Thomas Cochrane. Una salva de 21 cañonazos anunció la partida de la Escuadra y el director supremo Bernardo O’Higgins Riquelme, la despidió con estas palabras: “De estas cuatro tablas dependen los destinos de América”.
23 de Septiembre 1820:
Combate de El Pangal: Desarrollado en el lugar llamado Pangal, en la rivera norte del Laja, los contendientes eran las tropas de Benavides comandadas por su lugarteniente Juan Manuel Picó con un total aproximado de 1.700 hombres, y las fuerzas patriotas en número de 500 soldados al mando de Benjamín Viel Gomets y Carlos María O´Carroll.
25 de Septiembre 1820:
Combate de Tarpellanca: Tuvo lugar en Tarpellanca, en el río Laja. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Pedro Andrés Alcánzar contra las tropas realistas al mando de Vicente Benavides. La batalla finalizo con la victoria realista.
05 de Noviembre 1820:
Captura de la corbeta española "Esmeralda": Recién pasada la medianoche, Lord Cochrane se apoderó de la corbeta española "Esmeralda", en la rada de El Callao. El buque tenía 44 cañones y su conquista fue una hazaña de valor y astucia.
25 de Noviembre 1820:
Combate de Las Vegas de Talcahuano: Tuvo como lugar en las cercanías de Talcahuano. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Ramón Freire contra las tropas realistas al mando de Vicente Benavides. Finalizo con la victoria patriota.
27 de Noviembre 1820:
Combate de la Alameda de Concepción: El combate de la Alameda de Concepción fue una batalla entre patriotas y realistas. Ramón Freire se dirigió a la ciudad de concepción donde Benavides presentó batalla en el lugar. La batalla finalizo con la victoria Patriota.
27 de Noviembre 1820:
Combate de Cocharcas: La vanguardia de la Segunda División derrota a las fuerzas del guerrillero José María Zapata.
12 de Enero 1821:
Combate de Lumaco: Los indios de Venancio Coihuepán y las tropas del capitán Salazar derrotan a las montoneras realistas de Carrero y Catrileo.
10 de Octubre 1821:
Combate Vegas de Saldías: Las fuerzas revolucionarias del realista Vicente Benavides Llanos, se enfrentaron al Ejército de Chile al mando de José Joaquín Prieto Vial y comandado por Manuel Bulnes Prieto en la Batalla de Vegas de Saldías en el contexto de la Guerra a Muerte, batalla que finalizó al día siguiente con el triunfo patriota. Sin embargo, esta guerra continuó por dos años más, dirigida por Juan Manuel Picó.

15 de Noviembre 1821:

Motín de Osorno: Unos cuantos sargentos las sublevaron. El mayor Letelíer. los capitanes Baldovinos y Cartes y los tenientes Anguita. Vial, Cavallo y Alfonso que intentaron sofocar el motin, fueron muertos por los soldados.

26 de Noviembre 1821:

Combate de Hualehuaico: Las tropas de Manuel Bulnes vencen a un cuerpo realista apoyado por indigenas.

27 de Noviembre 1821:

Combate de Niblinto: Las tropas de Manuel Bulnes vencen a montoneras realistas apoyadas por indigenas.
12 de Diciembre 1821:
José Joaquín Prieto recupera Chillan: Con la formación de un nuevo regimiento y la dirección de Prieto se logra controlar el sur de Chile.
26 de Diciembre 1821:
Combate de La Imperial: No han quedado demasiados detalles de aquel terrible hecho de armas, lo que demuestra con evidencias que fue un desastre para los patriotas, dirigidos por el capitán Bulnes.
Diciembre 1821:

Nueva fisonomía de la lucha en Arauco: Campañas de Prieto, de Ruines y de Lantaño

09 de Abril 1822:
Combate de Pile: Las tropas de Clemente Lantaño y de Manuel Bulnes vencen a grupos indigenas.
Mayo 1822:

La expedición de Beauchef a Boroa: La guerra del sur hacia 1822 y 1823.

08 de Octubre 1822:
Asedio de Arauco: A las cuatro de la tarde del 8 octubre el recinto de Arauco estaba completamente rodeado por tres divisiones de indios que mandaba Ferrebú en persona.
23 de Octubre 1822:
Acción de Pitrufquén: El teniente coronel Beauchef derrota al guerrillero Palacios.
14 de Diciembre 1822:
Acción de Río Diguillín: El teniente coronel Torres derrota a las montoneras de Bocardo y Zapata.
26 de Marzo 1823:
Acción de Linares: Los Pincheira dan muerte al gobernador Sotomayor en dicha población.
21 de Febrero 1824:
Acción de Tucapel: Las bandas del cacique Venancio Coihuipán dispersan a las fuerzas que en los campos de Tucapel había reunido el cura Ferrebú.
24 de Marzo 1824:
Fracaso del canal de Chacao: La expedición del General Ramón Freire Serrano entra al canal de Chacao en su intento para la liberación de Chiloé. La expedición fracasa.
10 de Abril 1824:
Batalla de Mocopulli: En esta batalla se enfrentaron las tropas patriotas al mando del comandante Jorge Beauchef contra las tropas realistas al mando de José Rodríguez Ballesteros. La batalla finalizo con la victoria realista.
11 de Abril 1824:
Combate de Albarrada: El sargento mayor Gaspar derrota al cura Ferrebú.
20 de Abril 1824:
Acción de Colcura: Una partida proveniente del fuerte de Colcura cae sobre el campamento de una columna realista enviada por el cura Ferrebú y la dispersa.
30 de Agosto 1824:
Acción de Laraquete: Una partida proveniente del fuerte de Colcura, mandada por el comandante Gaspar, cae sobre el rancho donde dormía el cura Ferrebú y lo captura.
28 de Octubre 1824:
Acción de Coronado: Una columna patriota mandada por Lorenzo Coronado y Angel Salazar, cae sobre el rancho donde dormía el comandante Pico.
02 de Septiembre 1824:
Fusilamiento de Ferrebú y muerte de Pico: En la guerra de la frontera del Maule.
30 de Septiembre 1825:
Acción en el río Bureo: Un destacamento enviado desde Yumbel por el coronel Barnechea ataca a la montonera del comandante Senosiaín, causandole numerosas bajas.
27 de Noviembre 1825:
Sorpresa de Parral: Los Pincheira y Senosiaín caen con su montonera unida sobre el pueblo de Parral, donde había un destacamento de soldados bajo el mando del capitán Agustín Casanueva. Dicho destacamento pudo rechazar ese ataque.
27 de Noviembre 1825:
Acción de Longaví: Un destacamento patriota de dragonesal mando del comandante Manuel Jordán, trata de cerrar el paso a la montonera realista que se retiraba de Parral; perecieron el comandante jordano y 51 de sus hombres.
11 de Enero 1826:
Manuel Blanco Encalada en Ancud: Durante la Expedición de Liberación de Chiloé, aún en posesión de la corona española, el Vicealmirante Manuel Blanco Encalada entra al puerto de San Carlos de Ancud, bajo los fuegos de las baterías del Coronel español Antonio de Quintanilla.
13 de Enero 1826:
Batalla de Pudeto: Tuvo logar en Chiloé. En el se enfrentaron las tropas patriotas contra las realistas. El fin de este combate era la expulsión de los Españoles de Chiloé. La batalla finalizo con la victoria patriota.
14 de Enero 1826:
Combate de Poquillihue: Las fuerzas chilenas de Freire obligan a las realistas de Quintanilla a abandonar el fuerte de Poquillihue.
14 de Enero 1826:
Batalla de Bellavista: El Combate tuvo como lugar Chiloé. Se llevo a cabo entre el general Ramón Freire y los españoles. Su propósito fue el de incorporar la provincia de Chiloé al territorio Chileno. La batalla finalizo con la victoria patriota.
19 de Enero 1826:
Liberación de Chiloé: Con el propósito de incorporar la provincia de Chiloé al territorio de la República de Chile. Triunfan los chilenos sobre los españoles, logrando además, abrir el paso para la toma de la ciudad de San Carlos de Ancud. Las tropas chilenas encuentran dura oposición de los lugareños que son, en su mayoría absoluta, partidarios de la monarquía.
25 de Febrero 1826:
Acción de Neuqén: un destacamento mandado por el coronel Barnecheacae sobre el campamento de montoneros e indígenas de Senosiaín y de uno de los hermanos Pincheira, dispersando los y rescatando a numerosas mujeres cautivas.
31 de Agosto 1826:
Acción de Antuco: una montonera realista caer sobre el villorrio de Antuco y ejecuta al oficial Herquíñigo y a su guarnición de siete hombres.
Enero 1827:
Operaciones militares contra los Pincheira y las bandas de Senosiaín.
25 de Enero 1827:
Levantamiento de Enrique Campino: El coronel Enrique Campino ingresó a caballo al Congreso Nacional con intenciones de dar un Golpe Militar.
21 de Julio 1827:
Motín de Talca: Un escuadrón de Cazadores se sublevo, comandado por algunos cabos y sargentos.
31 de Diciembre 1827:
Acciones en San Fernando: El gobernador Silva apresó a algunos individuos afectos a la asamblea. El comandante Francisco Porras se colocó al frente de los partidarios del bando vejado, organizó algunas compañías de milicianos y aventureros y se dirigió a San Fernando.
Enero 1828:
Campaña contra Los Pincheira de 1828: El ministro de la Guerra repitió en el verano de 1828 la expedición que había realizado el año anterior contra los Pincheira, con menos fuerzas. Las pequeñas columnas comandadas por Viel y Bulnes no lograron dar alcance a los bandidos.
18 de Julio 1828:
Sublevación de Colchagua: Revolución federalista-o'higginista de Urriola. Los estanqueros y los pelucones salvan el gobierno.
25 de Agosto 1828:
Motín del Maule: Manuel Bulnes al frente de la guarnición de Parral, somete a los insurgentes al mando de Gregorio Murillo.
06 de Junio 1829:
Motín Militar: Un estrafalario motín, que debe considerarse más como incidente del proceso electoral que como pronunciamiento militar, acabó de exacerbar las pasiones, ya muy enconadas.
06 de Diciembre 1829:
Toma de Valparaíso: Portales y Rodríguez Aldea descubrieron e! plan de Novoa, y a fin de desbaratarlo, resolvieron impedir la salida de! "Aquiles", apoderándose de Valparaíso.
14 de Diciembre 1829:
Batalla de Ochagavía. La Acción de Ochagavía fue el primer choque armado producido entre tropas gubernamentales del bando pipiolo o liberal, y las del bando pelucón o conservador, acaecida durante la Guerra Civil de 1829-1830.
15 de Diciembre 1829:
La Revolución de Coquimbo: Pedro Uriarte y algunos hacendados se alzan contra el gobierno.
03 de Enero 1830:
Contrarrevolución de Sur: El coronel Cruz recupera Concepción.
02 de Marzo 1830:
Toma de Concepción: Viel se apodera de Concepción y pone sitio a Chillan y exige la rendición de Cruz.
17 de Abril 1830:
Batalla de Lircay. Este combate tuvo lugar a orillas del río Lircay, en el marco de la Guerra Civil chilena comenzada un año antes con la denominada revolución de 1829. Dicha revolución corresponde al enfrentamiento definitivo entre los estanqueros, o’higginistas y pelucones ("fuerzas conservadoras"), contra los pipiolos (liberales). Esta etapa, y con ello la denominada "anarquía chilena" (1823-1830), finalizó con la batalla de Lircay.
14 de Enero 1832:
Combate de Coyahuelo-Lagunas de Pulán: Las tropas de Manuel Bulnes caen sobre la montonera de los hermanos Pincheira, derrotando las completamente.
21 de Agosto 1836:
Captura de Buques de la Confederación: El ministro Portales envía a Victorino Garrido a tomar por asalto durante la noche el puerto de el Callao, logrando capturar tres de los seis barcos peruanos. Los botes del bergatín "Aquiles" capturaron la barca "Santa Cruz", el bergatín "Arequipeño" y la goleta "Peruviana" en el puerto peruano de El Callao, movimientos previos a la guerra contra la Confederación peruanaboliviana..Garrido se entrevista con Santa Cruz, acordando la devolución de las naves peruanas después de firmado un tratado de paz.
29 de Agosto 1836:
Sublevación de Freire: Las fuerzas chilenas lograron controlar a las sublevadas en el sur del territorio nacional, comandadas por el general Ramón Freire Serrano, quien tenía intenciones de derrocar el gobierno del presidente José Joaquín Prieto Vial y reconstruir el virreinato del Perú.
03 de Junio 1837:
Motín de Quillota: Es apresado por el Regimiento Maipo, el ministro Diego Portales, mientras pasaba revista a las tropas acantonadas en Quillota. Este hecho es conocido por la historia como el "Motín de Quillota".
06 de Junio 1837:
Combate de Cerro Barón y asesinato del Ministro Diego Portales: El Ministro se dirigió a Quillota, para revistar un cuerpo de ejército acantonado allí. De un instante a otro la oficialidad lo apresó y se amotinó contra el estadista. El coronel José Antonio Vidaurre dirigió el movimiento. Los amotinados se trasladaron a Valparaíso y se llevaron a Portales en un pequeño carruaje. En la madrugada del 6 de junio tras un combate en el cerro Barón, se escucharon los primeros disparos. El oficial Santiago Florín, que custodiaba al Ministro, le ordenó a un subordinado: ¡Baje el Ministro!. Este se arrodilló y de inmediato disparó sobre él.

11 de Septiembre 1837:

Inicio de la primera expedición; Durante la guerra contra la Confederación peruana-boliviana, zarpó la Escuadra Nacional comandada por el almirante Manuel Blanco Encalada.

29 de Septiembre 1837:

Desembarco en Quilca: Se inicia la marcha hacia Arequipa.
07 de Agosto 1838:
Segunda expedición chilena: Al mando del general Manuel Bulnes Prieto, las fuerzas chilenas se apoderaron del puerto de El Callao, durante la guerra contra la Confederación peruana - boliviana. Bulnes impuso a Perú una indemnización de 20 millones de pesos de la época, pero como los peruanos no accedieron a la petición, el general se apoderó de Lima, luego de una sangrienta batalla.
17 de Agosto 1838:
Captura de la corbeta "Socabaya": En el puerto peruano de El Callao, por las naves de la escuadra del capitán de navío Carlos García del Postigo Bulnes, durante la guerra contra la Confederación peruanaboliviana.
21 de Agosto 1838:
Combate de Portada de Guías. Luego de desembarcar la escuadra chilena, a cargo del Almirante Simpson, se llevó a cabo el combate de Portadas de Guía, adueñándose el ejército chileno de la ciudad de Lima el 21 de agosto de 1838. El General Bulnes cita un cabildo abierto, el que proclama un gobierno provisional en Perú a cargo de Agustín de Gamarra.
18 de Septiembre 1838:
Combate de Matucana. Las tropas chilenas avanzan hacia el interior del Perú, enfrentando y venciendo a las tropas de Santa Cruz.
17 de Diciembre 1838:
Combate del puente de Llac Lla: El ejercito confederado ocupó el pueblo de Recuay y a la vez el “chilenoperuano” estaba en Huaraz de donde salió mas al interior llevando centenares de enfermos, en busca de climas benignos. Al llegar al puente LlacLla fueron alcanzados por las tropas Confederadas y mientras Torraco apresuraba el paso de los enfermos, el soldado Lorenzo Colipí con 10 compañeros del batallón Carampangue, lucharon sin descanso permitiendo la evacuación desde Chiquian.
06 de Enero 1839:
Combate de Buin: En la Guerra entre la Confederación Perú-Boliviana y el Ejército Restaurador Chile-Perú. Hacia el norte de la ciudad de Lima, las tropas de la confederación se baten en un combate con el ejército chileno, desarrollándose la batalla de Huaras.
12 de Enero 1839:
Combate Naval de Casma: Ambas armadas se enfrentaron en el Combate Naval de Casma, convirtiéndose en el último con buques a velas. El triunfo chileno nos permitió el dominio del mar.
20 de Enero 1839:
Batalla de Yungay. A orillas del río Santa ocurre la decisiva en la Guerra contra la Guerra entre la Confederación Perú-Boliviana y el Ejército Restaurador Chile-Perú. El presidente Santa Cruz había fortificado el fuerte de Yungay y el cerro Pan de Azúcar, el cual fue asaltado por la infantería chilena, desatándose la Batalla de Yungay. Este día, el 20 de enero de 1839, las tropas chilenas vencen a las de la Confederación, declarándose disuelta. Las tropas del General Bulnes llegaron el 18 de febrero a Lima, dando fin a la guerra.
20 de Abril 1851:
Motín de Urriola: Un motín cívico militar estalla en las calles de Santiago de Chile, por oposición al gobierno de Bulnes y a la candidatura presidencial de Manuel Montt. Urriola y cinco mil revolucionarios se tomaron las principales calles de Santiago, mientras que el gobierno preparó una contraofensiva desde la Alameda y el Cerro Santa Lucía. El combate duró cerca de 5 horas, tras las cuales fue abatido Urriola y hubo más de 200 muertos.
25 de Septiembre 1851:
Operaciones sobre Huasco, Vallenar e Illapel: Con erogaciones forzosas de los vecinos y prorratas de caballos y elementos de transporte, logró Vicuña Mackenna reunir una partida o montonera, que llegó a contar con 150 fusileros y 172 jinetes, que, en su inconsciencia militar, creía capaces de arrollar las fuerzas que el gobierno le opusiera.
28 de Septiembre 1851:
Revolución de La Serena y Captura del "Fire Flay": La necesidad de procurarse armas y municiones, para organizar un ejército eficiente de unas dos mil plazas, se imponía al más elemental sentido común. Carrera concibió el proyecto, de dudoso éxito inmediato, de adquirirlas en Lima. Con este objeto, se apoderó a viva fuerza del pequeño vapor "Fire Flay", de propiedad de Carlos Lambert, que navegaba con bandera inglesa, sin prever las complicaciones que el acto iba a ocasionar.
14 de Octubre 1851:
Batalla de Petorca: Mientras el ejército de Vicuña Mackenna operaba en Illapel. Carrera y Arteaga, informados de que Santiago estaba desguarnecido, después del envío de las tropas al sur, resolvieron operar sobre Aconcagua, reforzarse con los cívicos de San Felipe y proseguir a la capital.
14 de Octubre 1851:
Combate de Peñuelas: En el norte, la revolución seguía prendida. No obstante, la derrota de los liberales en Petorca los hace mantenerse en la provincia de Coquimbo, al tiempo que algunos empresarios mineros proclives al gobierno deciden crear un ejército contrarrevolucionario al mando de Ignacio José Prieto, quien logra derrotarlos en Peñuelas el 14 de octubre.
28 de Octubre 1851:
Sublevaciones de Aconcagua y Valparaíso: Los caudillos de La Serena exigían a los revolucionarios de Aconcagua, Santiago y Valparaiso, que aliviaran la presión de las fuerzas que los amagaban, intentando sublevaciones en el centro mismo de los recursos del gobierno.
07 de Noviembre 1851:
Sitio de La Serena: En el momento de iniciarse el sitio, La Serena contaba con unos 600 soldados: 300 cívicos, 200 mineros, que se organizaron-en un batallón intitulado "Defensores de La Serena", y una brigada de artillería.
19 de Noviembre 1851:
Combate de Monte de Urra: El 13 de septiembre, cinco días antes de la asunción de Montt, se declaró una asonada al mando del ex candidato Cruz, quien no aceptando la derrota electoral, y temiendo que las familias conservadoras de Concepción perdieran protagonismo en la dirección del país, consiguió armar un grupo de cinco mil hombres, entre partidarios y mapuches del cacique Colipí.
24 de Noviembre 1851:
Motín de Cambiaso: Durante la noche estalló en la ciudad de Punta Arenas, XII Región, el "Motín de Cambiaso", como consecuencia de la Guerra Civil de ese año. Luego de una gran masacre, su líder el teniente Miguel José Cambiaso Tapia, organizó su huida, pero fue detenido, condenado a muerte y ajusticiado el 4 de abril de 1852.
08 de Diciembre 1851:
Sublevación de Copiapó: La provincia de Atacama había sido objeto de un largo y activo trabajo de zapa contra el orden y las autoridades, realizado por una verdadera legión de agentes enviados desde el vigoroso foco pipiolo de La Serena.
08 de Diciembre 1851:
Batalla de Loncomilla: La batalla se desarrolló en el llano cercano al río del mismo nombre, cerca de donde después se fundaría San Javier, en la provincia de Linares. El bando leal al gobierno fue dirigido por Manuel Bulnes, mientras que el bando opositor estuvo a cargo de José María de la Cruz.
08 de Enero 1852:
Acción de Linderos de Ramadilla: El teniente coronel Victorino Garrido derrota a los revolucionarios mandados por Bernardo Barahona y ocupa Copiapó el 9 de enero, poniendo fin a las acciones armadas de la revolución.
06 de Enero 1859:
Toma de Copiapó: El militar retirado Pedro Pablo Zapata se presentó, seguido de 20 hombres, a las puertas del cuartel de policía. Urrutia, quien estaba a cargo de él, lo entregó, después de un simulacro de defensa.
19 de Enero 1859:
Toma de Talca: A las doce del día, el teniente retirado Samuel Vargas y el ex sargento Valenzuela, encargados de capturar al comandante de cívicos, sargento mayor José Antonio Bustamante, se acercaron a él, en los momentos en que se dirigía al cuartel.
02 de Febrero 1859:
Asonada de Concepción: El teniente coronel Basilio Urrutia derrota a los montoneros al mando de don Juan José Alemparte.
28 de Febrero 1859:
Sitio y Toma de San Felipe: Las tropas gobiernistas, al mando del teniente coronel Tristán Valdés asaltan y derrotan a los revolucionarios que mantenían en su poder la ciudad de este el 12 de febrero.
28 de Febrero 1859:
Asonada de Valparaíso: El general Juan Vidaurre-Leal somete a los insurrectos que intentaron asaltar la intendencia y los almacenes de la aduana.
14 de Marzo 1859:
Batalla de Los Loros: En el contexto de la Guerra Civil del '59. En este episodio, las fuerzas revolucionarias de Pedro León Gallo vencen a las del gobierno.
12 de Abril 1859:
Combate de Maipón: Nicolás Tirapegui logró sublevar la guarnición de la plaza de Arauco; y con las armas que se procuró en ella, organizo una nueva montonera de 400 hombres, y se reunió con Videla en Santa Juana.
20 de Abril 1859:
Combate de Pichidegua: Las montoneras de Colchagua, Talca y Maule cesaron de constituir un peligro para las ciudades bien guarnecidas, desde que el ministro Rafael Sotomayor organizó fuertes divisiones de milicias cívicas
29 de Abril 1859:
Batalla de Cerro Grande: A 5 Kilómetros al sur de la Serena, entre las fuerzas del Gobierno y las revolucionarías de Gallo, siendo éstas derrotadas.
12 de Mayo 1859:
Recuperación de Copiapó: el teniente coronel José Antonio Villagrán derrota en las últimas fuerzas revolucionarias que mantenían la ciudad en su poder desde el 4 de enero.
04 de Enero 1862:
Captura del "Rey de la Araucanía": El Comandante Cornelio Saavedra capturó a Antoine de Tounens, el "Rey de la Araucanía". A fines de 1861, Orelie Antoine de Tounens, de nacionalidad francesa, se asentó en la Araucanía y se autoproclamó rey de la zona y de la Patagonia. Aprovechando la escasa presencia de chilenos en la zona, que abarcaba entre los ríos Biobío y Toltén, el aventurero logró convencer a algunos caciques que aún resistían la autoridad chilena, y organizó una especie de reino en la zona.

26 de Noviembre 1865:

Combate Naval de Papudo. Durante este episodio de la "guerra con España", el almirante Juan Williams Rebolledo, al mando de la Esmeralda, se apodera de la corbeta española Covadonga, frente a la rada de Valparaíso. Juan Williams Rebolledo, logró capturar a la goleta española Covadonga. Ante esta derrota, el almirante español José Manuel Pareja, líder de las fuerzas hispanas, se suicidó. Fue reemplazado por Casto Méndez Núñez.

07 de Febrero 1866:

Combate Naval de Abtao. Sostenido entre la Escuadra aliada chileno-peruana y la Escuadra Española en el canal de Chayahué, provincia de Chiloé.
02 de Marzo 1866:
Combate Naval de Huito: Los jefes peruanos temían que las fragatas lograran forzar la boca de la ensenada de Huito, y en este evento bastaban los cañones de la "Numancia" para destruir impunemente toda la escuadra aliada.

31 de Marzo 1866:

Bombardeo a Valparaíso. Fue un episodio de la Guerra Hispano-Sudamericana, durante el cual el puerto de Valparaiso fue bombardeado y parcialmente destruido por ordenes del almirante español Casto Méndez Núñez.

11 de Noviembre 1877:

Motín y Destrucción de Punta Arenas: Se ha atribuido a esta rivalidad influencia casi decisiva en el motín de los artilleros. Dublé Almeida murió en el convencimiento de que el padre Matulski fue su principal o uno de sus principales instigadores. Los cronistas, por su lado, dando de mano a esta imputación desmentida por el desarrollo y las finalidades del motín, creen que el fanatismo antirreligioso envolvió al gobernador "en vahos de infierno y olores a Lucifer".

14 de Febrero 1879:

Se inició la Guerra del Pacífico con la toma de Antofagasta -que en ese tiempo era una ciudad boliviana-, por el ejército chileno, se inició la Guerra del Pacífico (1879-1883). Este conflicto bélico, que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia, se debió a problemas territoriales y al interés por controlar la producción del salitre -nitrato usado como fertilizante y para la fabricación de pólvora-, que era u muy buen negocio en esa época. Como Bolivia procurara apropiarse de las salitreras de Antofagasta, el Gobierno chileno ordena ocupar esa plaza. Las tropas chilenas ocupan Antofagasta: Desembarcan dos Compañías, 1 de Artillería y 1 de Artillería de marina (198 hombres) las que bajo el mando del Coronel Emilio Sotomayor y ocupan la ciudad. A partir de ese momento Antofagasta queda en poder de Chile.
16 de Febrero 1879:
La Corbeta O'Higgins ocupa Mejillones: Los buques Blanco Encalada y O'Higgins marcharon el primero a Tocopilla y Cobija en protección de los chilenos, y el segundo a Mejillones.
16 de Febrero 1879:
Ocupación de Caracoles. Un destacamento de 70 hombres de la Artillería de Marina, al mando del Capitán Francisco Carvallo, ocupa Caracoles.

20 de Marzo 1879:

Ocupación de Cobija: Las tropas chilenas toman Cobija, al mando de William Rebolledo. Los buques Blanco Encalada y O'Higgins marcharon el primero a Tocopilla y Cobija en protección de los chilenos.

21 de Marzo 1879:

Ocupación de Tocopilla: Las tropas chilenas toman control de Tocopilla. Ese día desembarca en Tocopilla la tripulación del Cochrane al mando de Enrique Simpson.

23 de Marzo 1879:

Combate de Calama Fue el primer hecho de armas de la Guerra del Pacífico. Tropas chilenas al mando del Comandante Eleuterio Ramírez se enfrentaron contra las fuerzas bolivianas comandadas por el Coronel Ladislao Cabrera, obteniendo el triunfo el Ejército chileno...Por lo anterior, se fijó este día como: "El Día de Calama". Las tropas chilenas sufren 12 bajas, 7 muertos y 5 heridos, los Bolivianos 52, 20 muertos y 32 prisioneros (entre estos últimos se encuentra un ciudadano chileno de apellido Alfaro).
25 de Marzo 1879:
Un destacamento chileno llega a Chiu Chiu.
05 de Abril 1879:
Bloqueo de Iquique: El Bloqueo al Puerto de Iquique marca la primera acción ofensiva de Chile sobre territorio peruano.

12 de Abril 1879:

Combate Naval de Chipana: Fue el primer enfrentamiento naval, entre la cañonera chilena "Magallanes" y la corbeta peruana "Unión" y la cañonera "Pilcomayo". Las naves peruanas a raíz del bloqueo y por presión popular, Prado les ordena salir como estén a practicar operaciones "inteligentes y de consecuencia" entre Antofagasta e Iquique.
18 de Abril 1879:
Bombardeo de Pisagua: Este acto más que servir para un objetivo táctico o importante, fue más que nada en represalia por el ataque a sus embarcaciones menores.
01 de Mayo 1879:
Combate de Mejillones: El Cochrane y la O’Higgins combaten con los defensores de tierra, 10 hombres bajo el mando del Teniente Coronel Graduado Luis Reina dos marinos chilenos resultan heridos por un accidente.

21 de Mayo 1879:

Combate Naval en la rada de Iquique. Mueren heroicamente el comandante de la Esmeralda, Arturo Prat, y gran parte de la tripulación. Luego de un épico combate el Huáscar hunde a la Esmeralda, mueren 146 marinos chilenos y otros 57 caen prisioneros, por el lado peruano muere un oficial y salen heridos 7 tripulantes.

21 de Mayo 1879:

Combate Naval de Punta Gruesa. En Punta Gruesa en tanto la habilidad del Comandante Condell y una buena cuota de suerte terminan con la Independencia encallada y perdida totalmente, mueren 3 chilenos y resultan heridos 6, por el lado peruano, mueren 5 y salen heridos 23 tripulantes.
26 de Mayo 1879:
Combate Naval de Antofagasta: Fue el primer bombardeo naval nocturno de la guerra. Este combate se dio durante la primera correría del blindado peruano Huáscar.
28 de Mayo 1879:
El Huáscar recaptura a la goleta "Coqueta": La nave había sido recientemente capturada por los chilenos, la embarcación marchaba rumbo a Antofagasta, son capturados tres marinos chilenos, la goleta es enviada a Arica, con tripulación de presa.
06 de Julio 1879:
La Unión en Tocopilla hunde a la barca "Matilde": Después es perseguida por el Blanco Encalada.
09 de Julio 1879:
Segundo Combate Naval frente a Iquique: No pudiendo encontrar al Abtao (que ya había solucionado sus problemas de maquinaria y cambiado su fondeadero por seguridad) intenta hundir al Matías Cousiño, pero los disparos dirigidos contra este transporte atrajeron a la cañonera "Magallanes", la que se midió valientemente contra el Huáscar a pesar de su inferioridad, la llegada del Blanco determinó que Grau emprendiera la huida. Resultan heridos 3 marinos chilenos.
18 de Julio 1879:
Incursiones del Huáscar: El Huáscar inicia una serie de incursiones contra puertos y caletas chilenos del norte (Chañaral, Carrizal, Pan de Azúcar y Huasco).
23 de Julio 1879:
El Huáscar y la Unión capturan al transporte Rimac: En el buque estaba el Regimiento Carabineros de Yungay que estaba embarcado en la nave chilena, constaba de 250 jinetes, armados y municionados; todos ellos pertenecientes a las mejores familias de Santiago.
28 de Agosto 1879:
Segundo Combate de Antofagasta: El Huáscar se acerco al puerto de Antofagasta con la intención de cortar el cable submarino para evitar la comunicación del centro de operaciones enemigas con el resto de Chile sin darse cuenta que el Abtao se encontraba entre los buques neutrales.
10 de Septiembre 1879:
Combate de Río Grande: Un destacamento del Regimiento de Caballería Chilenos "Cazadores" destroza una montonera boliviana en las cercanías de San Pedro de Atacama, muere una docena de bolivianos, y salen heridos 5 chilenos.

08 de Octubre 1879:

Combate Naval de Punta Angamos. Se enfrentaron el blindado chileno "Almirante Cochrane" al mando de Juan José Latorre Benavente, y el monitor peruano "Huáscar", comandado por el contraalmirante Miguel Grau Serrano. Fue capturado el "Huáscar", la embarcación enemiga más poderosa. Sin embargo, falleció Grau, llamado el "caballero de los mares". Perú sufre 33 muertos y 26 heridos en un épico combate.
10 de Octubre 1879:
Combate de Quillagua.
02 de Noviembre 1879:
Tropas chilenas asaltaron y se apoderaron de Pisagua. Nuestros soldados se dividieron en dos grupos, uno por la playa y otro por los cerros, así tomaron entre dos fuegos a las tropas peruanas y bolivianas. Luego de un sangriento combate, los chilenos se apoderaron de la ciudad. El Estado Mayor evalúa en un centenar los muertos aliados y 56 prisioneros.
06 de Noviembre 1879:
Combate de Agua Santa o Pampa Germanía. Después de un corto tiroteo los chilenos quedaron dueños del campo y de la línea del ferrocarril de Pisagua a Agua Santa. Los "Cazadores" despedazan el destacamento de retaguardia aliado en Pampa Germanía, los aliados pierden unos 60 hombres muertos, entre ellos el Teniente Coronel Sepúlveda, los chilenos 3 muertos y 6 heridos.
18 de Noviembre 1879:
El "Blanco Encalada" captura al barco peruano "Pilcomayo"
19 de Noviembre 1879:
Batalla de Dolores o San Francisco. Luego de diversos vaivenes el Coronel Emilio Sotomayor concentra y atrinchera sus 6.500 soldados en el Cerro San Francisco, donde es atacado por Buendia con 11 mil peruanos, venciendo los chilenos en la Batalla de Dolores o San Francisco, las tropas peruanas se retiran hacía Tarapacá.
22 de Noviembre 1879:
Las tropas chilenas ocuparon Iquique, mientras que las autoridades peruanas abandonaban la plaza, sin quemar ningún cartucho.
27 de Noviembre 1879:
Batalla de Tarapacá. La Campaña de Tarapacá, fue una de las fases de la Guerra del Pacífico, finalizó con la Batalla de Tarapacá, la que se desarrolló en la quebrada del mismo nombre. Esta campaña tenía como objetivo la posesión de la Provincia de Tarapacá. La hazaña de los soldados chilenos, permitió una victoria impensada. Chile se adueñó de la región, y la gesta tuvo un hondo efecto en la población. La valentía demostrada por Eleuterio Ramírez en el combate, lo llevó a ser elevado a héroe nacional. En el centro de San Lorenzo de Tarapacá, un monumento conmemora la contienda del 27 de noviembre de 1879; en una cripta están enterrados los soldados chilenos y un busto recuerda a Eleuterio Ramírez.
06 de Diciembre 1879:
Combate de Tambillo (San Pedro de Atacama): Un destacamento de 25 Granaderos es atacado, mueren 8 y otros 11 son tomados prisioneros, los bolivianos del "Francotiradores" sufren 2 muertos y 1 herido.
01 de Enero 1880:
Combate de Camarones: Muere un granadero y es capturado otro.
27 de Febrero 1880:
Combate Naval de Arica: Lo cierto es que más que un combate, se trata de tres acciones que ocurrieron el mismo día. En el muere el comandante del Huáscar Manuel Thompson.
09 de Marzo 1880:
El Blanco Encalada y el Loa en las islas Lobos: Hunden seis lanchas y capturan 29 animales, llevándose además prisioneros al Capitán de Corbeta Rosas y al Coronel Alaiza.
14 de Marzo 1880:
Fuerte escaramuza entre Chilenos y Peruanos en el frente de Moquegua, resultan heridos 2 soldados del regimiento "Buin" 1º de Línea y muerto 1 Gendarme de Moquegua.
21 de Marzo 1880:
Durante la noche un destacamento de 20 soldados de la Compañía de Cazadores del batallón peruano Grau incursiona sobre el campamento del regimiento de caballería chileno "Cazadores" dando muerte a 3 soldados, mientras tanto las tropas chilenas ya se han puesto en marcha para asaltar la excelente posición peruana.
22 de Marzo 1880:
Batalla de Los Angeles: Las tropas chilenas atacan y se apoderan del cerro de Los Angeles, considerado como inexpugnable. Las fuerzas peruanas estaban bajo las órdenes de Coronel Agustín Gamarra. Antes del medio día, gracias especialmente a una espectacular ascensión por senderos inaccesibles del batallón "Atacama" Nº1 las tropas chilenas derrotan completamente a las peruanas, las que sufren no menos de 28 muertos y 64 prisioneros.
01 de Abril 1880:
Ocupación de Locumba: La Patrulla de Duble Almeida ocupa el pueblo de Locumba, donde son atacados por las tropas del Coronel Albarracin, quienes matan a 3 chilenos y capturan 10, a cambio muere 1 soldado peruano y otro resulta herido.
18 de Abril 1880:
Combate de Buena Vista: Un fuerte destacamento de Caballería Chileno, bajo el mando de José Francisco Vergara destruye un grupo de milicianos peruanos y obliga al Coronel Albarracín a retirarse con los restos de su Escuadrón "Gendarmes de Tacna".
23 de Abril 1880:
Combate Naval de Torpederas en el Callao: Resulta herido el Teniente Manuel Señoret.
10 de Mayo 1880:
Segundo bombardeo del Callao: Los buques chilenos intentan sin éxito un segundo bombardeo del Callao, el monitor Huáscar resulta averiado, en tierra mueren 2 cantineras y 1 soldado, a la vez que salen heridos 24 personas. durante la Guerra del Pacífico.
25 de Mayo 1880:
Combate de torpederas en el puerto de El Callao: Hundimiento de la torpedera peruana "Independencia" y de la chilena "Janequeo", además mueren 2 marinos chilenos y 3 peruanos, salen heridos dos marinos chilenos y son capturados 7 marineros peruanos.
26 de Mayo 1880:
Batalla de Tacna o del Alto de la Alianza: El 1º Ejército del Sur Peruano y el ejército Boliviano (unos 10.000 hombres agrupados en 9 divisiones) son derrotados por el ejército chileno (14.147 hombres agrupados en 4 divisiones) los bolivianos no volverán a participar en una gran batalla contra Chile, mueren más de 500 chilenos y entre 1.000 y 1.200 aliados.
06 de Junio 1880:
Bombardeo de Arica: Se inicia el bombardeo chileno desde las baterías de tierra así como por el mar por los buques Loa, Covadonga, Magallanes y Cochrane. Las defensas peruanas utilizan la Batería Norte, Batería del Morro, Batería del Este y los cañones del monitor BAP Manco Cápac. El Cochrane recibió un impacto de un cañón Voruz de las baterías del morro, que lo hizo explotar provoncado 27 heridos, de los cuales murieron 7 después.
07 de Junio 1880:
Asalto y Toma del Morro de Arica: Las tropas chilenas toman por asalto el Morro de Arica. Ultimo reducto de los peruanos, desde entonces esta ciudad pertenece al territorio nacional. Luego de un cruento combate de alrededor de una hora y media, las tropas chilenas derrotan a la guarnición de esta plaza fuerte, mueren más del 30% de los defensores de la plaza, cumpliendo lo señalado por el Coronel Bolognesi de "luchar hasta quemar el último cartucho"
16 de Julio 1880:
Combate de Palca: Después de la Batalla de Arica, las fuerzas chilenas organizan expediciones a la sierra de Tacna, en donde se encuentra organizada las guerrillas de Pacheco Céspedes, Leoncio Prado y Gregorio Albarracin. Así se realiza el combate entre la guerrilla de Pacheco Céspedes contra el Regimiento Lautaro.
19 de Julio 1880:
Expedición de Salvo a Moquegua: Baquedano despachó contra ellos una expedición a Tarata, al mando de Barbosa, y otra a Moquegua, a las órdenes del sargento mayor Wenceslao Bulnes.
22 de Julio 1880:
Combate de Tarata: Las tropas chilenas del Coronel Barboza despedazan a los guerrilleros peruanos del Coronel Leoncio Prado, quienes sufren 26 muertos, 3 heridos y 21 Prisioneros, los chilenos por su parte sufren 1 muerto.
04 de Septiembre 1880:
La expedición Lynch: Lynch debía desembarcar en los puertos peruanos, empezando en el norte por Paita, para terminar en Quilca; internarse en los valles feraces; imponer contribuciones en dinero o en especies a la propiedad particular; inutilizar los ferrocarriles, y destruir las propiedades, cuyos dueños rehusaran pagar los cupos, teniendo cuidado de no perjudicar a los neutrales.
13 de Septiembre 1880:
Hundimiento de la "Covadonga": Alrededor de las 15:15 estalló el artefacto explosivo, que un marinero sobreviviente comparaba al estallido de cuarenta cañonazos a un tiempo, hundiéndose la Covadonga en dos minutos.
16 de Septiembre 1880:
Nuevo combate de Torpederas en el Callao: Resulta 1 herido en la chilena "Guacolda" y 1 muerto en la peruana "Urcos".
22 de Septiembre 1880:
El Cochrane bombardea Chorrillos: Buques de la escuadra chilena bombardearon los puertos peruanos de Ancón y Chancay, en represalia de la celada que hizo volar la "Covadonga", en el contexto de la Guerra del Pacífico.
23 de Septiembre 1880:
El Blanco Encalada bombardea Ancón.
23 de Septiembre 1880:
La Pilcomayo bombardea Chancay.
05 de Diciembre 1880:
Combate de lanchas en El Callao: Donde murió el aspirante a marina Juan Antonio Morel Zegers.
11 de Diciembre 1880:
Bombardeo del puerto de El Callao: Por el transporte "Angamos". Falleció el teniente Tomás Pérez al explotar un cañón.
24 de Diciembre 1880:
Combate de Pachacamac: A las 2 de la mañana un destacamento compuesto por dos compañías del “Buin”, 2 del “Esmeralda” y 200 “Cazadores” salen hacía Machay a marchas forzadas, a las 4 de la mañana llegan a Pachacamac, poco después sostienen un intenso combate con tropas peruanas emboscadas, sufriendo un muerto, un herido y con el Sargento Mayor Silva Contuso la tropa se repliega llevándose 3 soldados peruanos prisioneros.
27 de Diciembre 1880:
Combate de El Manzano o Pueblo Viejo: Entre tropas chilenas y peruanas, donde murieron los comandantes de ambos ejércitos, en el contexto de la Guerra del Pacífico. El Regimiento Curicó sorprende y prácticamente destruye a la I Brigada de Caballería “Rimac”, en el Manzano por la parte chilena muere el 2º Comandante del Curicó Teniente Coronel José Olano y son heridos 4 soldados, por la parte peruana mueren 16 soldados y son capturados 112 soldados peruanos, entre ellos el Comandante de la Brigada, Coronel Sevilla. Para celebrar el acontecimiento, por orden del día se ordena que todas las bandas de las unidades chilenas toquen el Himno Nacional inmediatamente frente a sus campamentos.
02 de Enero 1881:
Combate de Humay: Las Tropas del Comandante Echevarria atacan y causan serios daños a una montonera peruana en Humay, los chilenos pierden 5 hombres, 2 muertos y 3 heridos, entre los primeros 1 capitán.
09 de Enero 1881:
Combate de Ate: Un destacamento chileno de la II/2ª División bajo el mando del Coronel Barboza, asalta el sector escasamente defendido por los peruanos, luego de un corto combate desalojan a los defensores y quedan dueños del campo, los chilenos se retiran poco después, han sufrido 1 muerto y unos 20 heridos.
13 de Enero 1881:
Batalla de Chorrillos: Las tropas chilenas asaltan las posiciones peruanas, tras un sangriento encuentro capturan una tras otra las posiciones de Villa Santa Teresa, San Juan, Chorrillos y el Morro Solar, mueren más de 2000 hombres por bando en tal ves la batalla más grande de la historia de Latinoamérica.
15 de Enero 1881:
Batalla de Miraflores: Transcurre esta batalla en las proximidades de Lima, donde las tropas chilenas, al mando del general Baquedano, vencen a las peruanas consiguiendo de esta forma el triunfo de la guerra que se iniciara en 1879.
16 de Enero 1881:
Combate de Lurín: Una partida de caballería peruana ataca en las cercanías de Lurín a un destacamento de “Cazadores”, pero estos últimos les vencen, causandoles varias bajas.
07 de Abril 1881:
Combate de San Jeronimo: Lagos envía al Comandante José Miguel Alcérreca, al mando de una fuerza compuesta por tropas del Carabineros de Yungay y del Buin al interior. Ese mes en San Jerónimo, cerca a Santa Eulalia, se inicia la campaña de la Breña con las fuerzas organizadas por el coronel José Agustín Bedoya que se enfrentan a las fuerzas de Alcérreca, las cuales luego de un tiroteo dispersan a los hombres de Bedoya, para luego incendiar el lugar y retornar a Lima.
27 de Junio 1881:
Combate de Sangra: En la sierra peruana, las fuerzas chilenas comandadas por el capitán José Luis Araneda Carrasco, se enfrentaron al enemigo y luego de 13 horas de lucha, se retiró el ejército peruano. De los 36 "buines" que iniciaron el desigual combate, sólo 10 quedaron con vida, a los que la historia reconoce como: "Los diez de Araneda", "Los diez de Sangra".
08 de Agosto 1881:
Combate del puente Verrugas: Las guerrillas de sargento mayor José Osambela obtienen otra victoria en el puente Verrugas.
15 de Agosto 1881:
Combate del puente Purguay: Se libra el combate del puente Purhuay, saliendo de Chosica donde el nuevo batallón Zepita comandado por el teniente coronel Villegas y las guerrillas del coronel Manuel Tafur triunfan sobre las fuerzas chilenas.
02 de Septiembre 1881:
Combate de Calientes: Se produce en la región de Tacna.
03 de Septiembre 1881:
Combate de Pachía: En la región de Tacna se produce el combate, en donde las tropas chilenas derrotan a las guerrillas peruanas, dominando la región.
10 de Octubre 1881:
Combate de Motupe.
21 de Octubre 1881:
Combate de Cienaguilla.
26 de Octubre 1881:
Combate de Guadalupe.
05 de Febrero 1882:
Primer Combate de Pucará: Cáceres pasa por Tarma y Jauja y ocurre el combate con las fuerzas chilenas al mando de Del Canto. Cáceres continúa su marcha ocupando Izcuchaca, Acostambo, Huancavelica, Acobamba.
22 de Febrero 1882:
Combate de Acuchimay: Cáceres vence a las fuerzas rebeldes del coronel Arnaldo Panizo que contaba con 1.500 hombres, tomando sus tropas. Luego de este suceso Cáceres ingresa a Ayacucho.
06 de Marzo 1882:
Combate de Comas.
29 de Marzo 1882:
Combate de Pazos.
31 de Marzo 1882:
Segundo Combate de Pazos.
Marzo a Mayo 1882:
Suceden diversos enfrentamientos como los combates de: Sierralumi, Huaripampa, Huancaní, Llocllapampa, Sicaya, Chupaca, Pazos, Acostambo, Ñahuimpuquio. Las fuerzas chilenas estaban diezmadas por el tifus y la viruela, así Lynch autoriza a Del Canto a volver a Lima con el 2º de Línea trayendo a los heridos y a los enfermos. Los batallones "Pisagua" 3º de Línea y "Santiago" 5º de Línea son enviados como refuerzos.
03 de Junio 1882:
Combate de Marcavalle: Se enfrentan guerrillas peruanas con el batallón chileno Santiago destacado en Marcavalle.
28 de Junio 1882:
Nuevamente se enfrentan guerrillas peruanas con el batallón chileno Santiago destacado en Marcavalle.
09 de Julio 1882:
Segundo Combate de Pucará: Después de que los chilenos se retiran de Marcavalle, fueron perseguidos por dos compañías del Tarapacá, “Fueron empujadas sobre pucará, donde reforzados (los chilenos) por las restantes compañías de su batallón opusieron nueva resistencia.
09 y 10 de Julio 1882:
Combate de la Concepción. A las dos y media de la tarde de este día comienza el combate, considerado por el pueblo chileno, uno de los hechos más dramáticos de la Guerra del Pacífico. Se desarrolló los días 9 y 10 de julio de 1882 en el pueblo peruano de La Concepción. La guarnición completa del regimiento Chacabuco, compuesta por 77 jóvenes entre 16 y 18 años, resistió durante dos días el ataque de dos mil soldados peruanos, que tuvo como resultado la muerte de todo el contingente chileno. La valentía demostrada por los jóvenes, que mantuvo heroicamente alzada nuestra bandera, hizo que el 9 de julio fuera establecido como el día oficial de nuestro emblema patrio.
10 de Julio 1882:
Segundo Combate de La Oroya. Se enfrentan las fuerzas peruanas de Máximo Tafur y las chilenas del 3º de Línea, al mando del Teniente Francisco Meyer en el puente de La Oroya. La guarnición chilena mantiene el control del lugar.
15 de Julio 1882:
Combate de Tarmatambo. La compañía del batallón Lautaro se enfrenta en el caserío de Tarmatambo a las fuerzas dirigidas por el Coronel Juan Gastó y Máximo Tafur en el Combate de Tarmatambo.
16 de Julio 1882:
Combate de San Juan Cruz: Las fuerzas de Cáceres se enfrentan con una compañía del batallón 2° de Línea. Cáceres decide no atacar el pueblo, sino apostar la segunda división y los guerrilleros de San Jerónimo en las alturas cercanas a Tarma.
Febrero 1883:
Combate de Ungatá: Una compañía del Lautaro se enfrenta en Ungará al sur de Lima a guerrilleros locales, los chilenos son apoyados por un escuadrón de Granaderos y mantienen su posición.
14 de Marzo 1883:
Combate de Puruguay.
03 de Abril 1883:
Cáceres llega a la costa de Chancay, para luego atacar a la guarnición del Aconcagua. El coronel Urriola se retira de Chancay y se embarca en la Corbeta Chacabuco recibiendo luego refuerzos desde Lima del 3º de Línea y del Coquimbo por lo cual Cáceres se retira hacia Canta.
20 de Abril 1883:
Segundo Combate de Purhuay. Antes de ordenar una nueva ofensiva contra el ejército de Cáceres, Lynch ordenó la reparación del puente de Purhuay y la línea telegráfica que los montoneros de Chosica habían destruido lo que impedía el transito de las tropas chilenas hacia las zonas ocupadas por la resistencia peruana. Con tal misión partió de Lima el mayor Julio Quintavalla quien arribó a Chosica el 14 de abril, en los días siguientes la fuerza chilena fue constantemente hostilizada por las montoneras peruanas formadas por el batallón Guerrilleros del Rimac al mando del mayor Wenceslao Inchaústegui. El 20 de abril tuvo lugar el combate de Purhuay, a dos millas y media del puente del mismo nombre, tras el cual Quintavalla tuvo que retirarse sin haber logrado cumplir su misión y habiendo tenido 29 bajas entre muertos y heridos y 17 dispersos.
10 de Julio 1883:
Batalla de Huamachuco: Le correspondió ser el último hecho de armas que puso fin a la Guerra del Pacífico. Al ver a las fuerzas de Cáceres en el cerro Cuyulga, Gorostiaga deja el poblado de Huamachuco y se posiciona en el cerro Sazón al norte del pueblo. Se enfrentan ambos ejércitos, Gorostiaga vence a las tropas de Cáceres, quien pierde la mitad de sus hombres. Cáceres retorna a Ayacucho con el fin de organizar un nuevo ejército.
01 de Agosto 1883:
Combate de Coari: Enfrentamiento en el sur del Perú.
02 de Agosto 1883:
Combate de Mirave: Pacheco Céspedes se enfrenta al destacamento chileno al mando del Mayor Duberli de Oyarzun.
20 de Octubre 1883:
Tratado de Ancón: Tratado que pone fin a la guerra del Pacífico, de Chile contra Perú y Bolivia. Perú cede a Chile las provincias de Tacna, Arica y Tarapacá y Bolivia pierde la provincia de Antofagasta.
06 de Enero 1891:
Sublevación de la Escuadra: La Escuadra se levanta contra el Presidente José Manuel Balmaceda.
08 de Enero 1891:
Operaciones de la Escuadra en el sur: Para reunir contingentes y armas para los batallones, se emprendieron diversas expediciones. La "Esmeralda" ancló en Talcahuano e! día 8 de enero y tomó los elementos que había en el buque•escuela N° 2.
12 de Enero 1891:
Acciones en Coquimbo y La Serena: Primeras acciones de la Armada durante la Guerra Civil de 1891.
19 de Enero 1891:
Acciones en Pisagua, Zapiga, Alto Hospicio y Taltal: Primeras acciones de la Armada en el norte, durante la Guerra Civil de 1891.Conocido como el "Combate de los Abrazos", por la confusión que tuvieron los contrincantes en uno de los primeros enfrentamientos de esa guerra.
06 de Febrero 1891:
Captura de Pisagua. Los congresistas tenían su Cuartel General en la zona norte del país, tratando de avanzar hacia el centro del país. Los balmacedista intentaron frenar en esta zona a los congresistas, razón por la cual desarrollaron una serie de combates y batallas en esta región.
15 de Febrero 1891:
Batalla del Cerro Dolores o San Francisco: Las fuerzas gobiernistas afines al Presidente José Manuel Balmaceda fueron derrotadas por los congresistas, en el Cerro Dolores o San Francisco, cerca de Pisagua, provincia de Tarapacá.
17 de Febrero 1891:
Combate de Huara: Entre las tropas gobiernistas contra las congresistas en la estación de ferrocarril de Huara, que unía Iquique con Pisagua, en la I Región.
19 de Febrero 1891:
Combate de la Aduana de Iquique. Desde Iquique fueron enviadas fuerzas balmacedistas hacia el interior, por lo que esta ciudad quedó desprotegida. Aprovechando esta situación, las naves congresistas avanzaron hacia el puerto, llegando alrededor de las 05:00 hr.. A seis kilómetros de Iquique, se pudo divisar a cuatro embarcaciones congresistas alumbrando con sus proyectores los cerros para disparar sobre la tropa balmacedista que intentara descender al puerto.
07 de Marzo 1891:
Batalla de Pozo Almonte: Los balmacedistas habían perdido la mayoría de sus hombres y municiones, lo que sumado a la alta deserción de sus partidarios, generó el envío de 1.000 hombres desde Santiago.
19 de Marzo 1891:
Ocupación de Antofagasta Tacna y Arica: Apenas la provincia de Tarapacá estuvo libre de fuerzas enemigas, se planteó a los congresistas la necesidad de adueñarse inmediatamente de las provincias de Tacna y Arica, Antofagasta y Atacama.
23 de Abril 1891:
Hundimiento en Caldera del "Blanco Encalada": Los balmacedistas hunden en la rada de Caldera el barco "Blanco Encalada".
07 de Julio 1891:
Combate de Vallenar: El coronel Orrego, jefe de la división de Coquimbo, ignorando que venían en camino tropas constitucionales de infantería, dio orden al teniente coronel Almarza que atacara por sorpresa.
18 de Agosto 1891:
Desembarco en Quintero: Las fuerzas congresistas desembarcan en Quintero. 300 soldados del Pisagua N° 3, conducidos por botes que se desprendieron del "Biobio", se posesionaban sin oposición del pueblecito de Quintero.
21 de Agosto 1891:
Batalla de Concón: Fue la penúltima acción de la Guerra Civil de ese año y el primer enfrentamiento de las fuerzas revolucionarias o congresistas, comandadas por el coronel Estanislao del Canto Arteaga. Las fuerzas congresistas se concentraron en la bahía de Quintero y estaban al mando del General Estanislao del Canto.
28 de Agosto 1891:
Batalla de Placilla. La Guerra Civil de 1891 finalizó el 28 de agosto de 1891 en la Batalla de Placilla, pequeño pueblo situado a la bajada del Alto del Puerto, en el camino de Casablanca, lugar donde se enfrentaron las fuerzas que apoyaban al gobierno del presidente José Manuel Balmaceda Fernández, con las fuerzas de los congresistas o revolucionarias, obteniendo el triunfo estos últimos.

Bernardo O´Higgins

Bernardo O´Higgins

Ramon Freire

Ramon Freire

Joaquin Prieto

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Mujeres Destacadas de la Historia de Chile


Paula Jaraquemada Alquizar: (Santiago junio de 1768 - † falleció el 7 de septiembre de 1851). Hija de Domingo de Jaraquemada y Cecilia de Alquizar, fue uno de los personajes femeninos más importantes en la lucha por la independencia de Chile. ir a Bio,,,

Francisca Javiera Eudoxia Rudecinda Carmen de los Dolores de la Carrera y Verdugo (Santiago, 1 de marzo de 1781 - † ibídem, 20 de agosto de 1862), más conocida como Javiera Carrera, fue una patriota chilena que destacó por el apoyo a la lucha por la Independencia de Chile y por bordar la primera bandera patria del país, llamada actualmente bandera de la "Patria Vieja". Los Carrera eran descendientes de vascos. ir a Bio...

Catalina de los Ríos y Lisperguer: (*Santiago de Chile, 1604 - † 1665), más conocida como La Quintrala, fue una terrateniente chilena de la época colonial, famosa por su belleza y la crueldad con la que trataba a sus inquilinos. Se convirtió en un ícono del abuso y la opresión colonial. Su figura, fuertemente mitificada, pervive en la cultura popular de Chile como el epítome de la mujer perversa y abusadora. Para tildar a una mujer de abusadora en Chile se le dice "Quintrala". ir a Bio...

Candelaria Pérez: (* Santiago de Chile, 1810 - † 28 de marzo de 1870), también conocida como Sargento Candelaria, fue una militar chilena que participó en la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana. ir a Bio...

Irene Morales Infante (La Chimba, Santiago, 1 de abril de 1865 — † Santiago, 25 de agosto de 1890) Militar chilena, Sargento segundo y Cantinera del Ejército de Chile durante la Guerra del Pacífico. ir a Bio...

Janequeo o Yanequén: Fue una mujer lonco, de origen mapuche-pehuenche. Esposa del Lonco Hueputan, quien murió bajo tormentos por mandato del gobernador Alonso de Sotomayor. Su preparación militar y cualidades de líder, hicieron que se ganara el apoyo de los estrategas militares de su pueblo. ir a Bio...

María Isabel Riquelme y Meza: (* Chillán Viejo, Región del Biobío, Chile 1758 - † Lima, Perú 21 de abril de 1839), fue la madre del Libertador General de Chile, Bernardo O'Higgins. ir a Bio...

Rosa O'Higgins: (* Chillán Viejo, Región del Biobío, Chile 1781 - † Lima, Perú 1850), chilena hija de Isabel Riquelme y Félix Rodríguez Rojas. En los años de la lucha de la independencia chilena adoptó el apellido de su medio hermano Bernardo O'Higgins con quien viviese sus primeros años de su niñez. ir a Bio...

Eloísa Díaz Insunza: (* Santiago de Chile, Chile, 25 de junio de 1866, † Id. 1 de noviembre de 1950), primera mujer estudiante de medicina de la Universidad de Chile y primera médica de Chile y América del Sur. ír a Bio...

Guacolda: La existencia de Guacolda, mujer de Lautaro, así como la de Fresia, mujer de Caupolicán, es materia de discusión puesto que mientras para unos es sólo una leyenda, para otros se trata de una persona real. ir a Bio...

Fresia: La existencia de Fresia, mujer de Caupolicán, así como la de Guacolda, mujer de Lautaro, es materia de discusión, puesto que sólo aparece en el poema épico "La Araucana", escrito por Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533-1594) durante su estadía en Chile y publicado en Madrid en tres partes (1569, 1578 y 1589). ir a Bio...

Inés de Suárez o Inés Suárez: (Plasencia, Extremadura, España, 1507 - Chile, 1580) fue una mujer española reconocida en el período de la conquista de Chile y compañera del conquistador Pedro de Valdivia. ir a Bio...

Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga: Conocida por su seudónimo Gabriela Mistral (Vicuña, 7 de abril de 1889 – Nueva York, 10 de enero de 1957), fue una destacada poetisa, diplomática y pedagoga chilena. ir a Bio...

HITOS:

1865 Mujeres de Clases alta y católicas se expresan en el Periódico “El Eco de las Señoras de Santiago”

1875 Clotilde Garretón se inscribe en los registros electorales, porque cumple con las exigencias de la ley.

1877 Promulgación del Decreto Amunategui, da derecho a las mujeres para que ingresan a la Universidad.

1884 Martina Barros intelectual que comienza a dar discursos sobre el voto femenino.

armón de un cañon de 1810

armón de un cañon de 1810










Eric Hobsbawm: "El SigloXX"

El Choque de las Civilizaciones. Samuel Huntington

El Fin de la Historia. Francis Fukuyama