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Katiusha




El arma de artillería por excelencia de la victoria en Stalingrado fue el lanzacohetes múltiples Katyusha BM-8, BM-13 y BM-30, que se trasladaba en camiones y tenía la capacidad de lanzar 16 cohetes al mismo tiempo. Por su gran movilidad, fueron las únicas baterías de artillería que permanecieron del lado occidental del Volga, cuando la ciudad estaba tomada casi enteramente por los alemanes. Los soldados del Ejército Rojo le pusieron “Katiusha” en honor a la popular canción rusa homónima de Mikhail Isakovsy, un relato de las penurias de una joven que añora a su esposo, un soldado que se encuentra en el frente defendiendo su patria.

Canción Katiusha.
 
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La casa de Pavlov




En su libro sobre Stalingrado, el cronista de guerra Vasili Grossman describió la escena como “una casa tomada por los rusos, otra por los alemanes”. Uno de los episodios más memorables del combate fue la defensa soviética de “La casa de Pavlov”, un edificio de departamentos de 4 plantas a menos de 300 metros del Volga, capturado por una patrulla soviética. Su comandante, el teniente Afanasev, fue herido durante el primer combate, por lo que el sargento Jakov Pavlov asumió el mando. Al ocupar la casa, cercada por alemanes, descubrieron que un grupo de civiles había permanecido en el sótano durante la toma y se incorporaron a las tácticas de defensa. Destruyeron los muros del sótano para mejorar las comunicaciones, cavaron trincheras que los comunicaban con las posiciones soviéticas en el exterior y abrieron boquetes en las paredes (a manera de aspilleras) para ametralladoras y fusiles antitanques. Cada vez que se acercaban los tanques alemanes, los hombres de Pavlov se dispersaban por el sótano o por el piso superior, desde donde podían disparar de cerca sin ser alcanzados por las armas de los blindados. Con dificultades para conseguir agua y víveres, custodiada al principio por menos de 4 hombres y nunca por más de 30, la casa Pavlov resistió durante  58 días los ataques alemanes, cuando fueron relevados por fuerzas soviéticas del contraataque. 
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Perros bomba

La batalla de Stalingrado fue una de las formas menos convencionales de la guerra. Así lo descubrieron los soldados alemanes, cuando encontraron perros rusos que corrían hacia ellos llevando encima una especie de silla sobre la que se levantaba un palo corto. Al principio, los alemanes pensaron que se trataba de perros de primeros auxilios, aunque pronto descubrieron todo lo contrario. Los canes habían sido entrenados según los principios pavlovianos para correr bajo grandes vehículos donde se les escondía el alimento. El palo que llevaban en su lomo, al ser aplastado por el tanque o el carro en cuestión, servía para detonar la carga que el perro llevaba consigo. 
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La colina Mamayev Kurgan


Denominada colina 102 durante la batalla, debido a que los soldados de ambos bandos las llamaban por su altura en metros, se consideraba clave en el dominio de Stalingrado. Era un objetivo decisivo para la estrategia militar pues su control significaba el dominio de la ciudad. Los soviéticos la defendieron encarnizadamente y enfrentaron la fuerte presión alemana. Tal era su importancia estratégica que el 14 de septiembre llegó a cambiar de manos en cuatro ocasiones durante el día, pero al final de la noche quedó en manos soviéticas. A pesar de su altura y el clima ruso, la colina se mantuvo sin nieve todo el invierno por las explosiones de los proyectiles y las bombas que mantuvieron alta la temperatura. Cuando la batalla terminó, se encontraron entre 500 y 1250 esquirlas de metal por metro cuadrado. Allí se construyó el monumento que conmemora la Batalla de Stalingrado, llamado “¡La Madre Patria llama!”. A sus pies se encuentran enterrados el General que resistió durante Stalingrado, Vasili Chuikov, el único hijo varón de la Pasionaria, Rubén Ruiz Ibárruri, y el francotirador Vasili Záitsevev, de quien ahora conoceremos su historia. 
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Vasili Zaitsev


Una lucha casa por casa, con pequeños grupos de soldados en una ciudad destruida por bombardeos generó un nuevo grupo de estrellas: los francotiradores, cuya actividad comenzó a promoverse como un culto en la Unión Soviética. Durante los festejos del 25º aniversario de la Revolución de Octubre, la propaganda sobre esta actividad instaló una competencia socialista por matar el mayor número de soldados alemanes. Quienes llegaban a los cuarenta muertos recibían la medalla “al valor” y el título de “noble francotirador”. Vasili Zaitsev, de la división de Batiuk, fue el francotirador más famoso de la Unión Soviética, aunque no el que más enemigos mató, ya que ese título quedó para el francotirador “Zikan”, que alcanzó la cifra de 224. Zaitsev, un tirador de las laderas de los Urales, cuyo nombre en ruso significa “liebre”, fue condecorado con la Orden de Lenin por las más de 100 bajas que produjo al Ejército alemán, al que había llegado a desmoralizar con su eficacia. Según algunos testimonios, llegó entonces al frente el mayor alemán Erwin Konig, jefe de la escuela de francotiradores, con la misión de matar a Zaitsev y terminar con el mito. Después de varios días de mutua persecución, Záitzev descubrió el lugar de escondite del experto alemán, en la fábrica Octubre rojo, al pie de la colina Mamaev Kurgan. El mito asegura que Vasili ideó un plan: asomó un casco que se movía con un sistema de cuerdas y cuando el alemán disparó, su compañero simuló haber sido herido. Al asomarse Konig para observar su disparo, Zaitsev aprovechó para devolverle el fuego. Aunque las fuentes históricas sobre este hecho son endebles, la película “Enemigo al acecho” relata la disputa entre estos dos francotiradores.

Película Enemigo al acecho.

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Pequeños saboteadores

Varios meses después de la invasión alemana a la Unión Soviética, hacia noviembre de 1942, Hitler ordenó que un cuerpo de tanques Panzer pasara a reforzar el flanco cubierto por el ejército rumano, aliado a Alemania. Al comienzo de la nevada rusa, el Cuarto Ejército Panzer emprendió su rumbo hacia Serafimovich, llevando consigo unidades de la División Panzer. El Cuerpo quedó conformado por tanques alemanes, carros rumanos y algunos checoslovacos anticuados. Habían estado inactivos desde septiembre, situados detrás del Octavo Ejército italiano y, debido a la escasez de combustible, no habían puesto en marcha los motores durante dos meses. Muchos de ellos habían sido incluso atrincherados, camuflados y protegidos contra la escarcha con paja y juncos. Cuando la orden de Hitler llegó al Cuerpo, alrededor de 65 de los 104 carros quedaron inmóviles.  ¿La razón? La paja había atraído a los ratones, que penetraron en el interior de los carros en busca de comida y, ante la falta de ella, optaron por el aislante de los cables eléctricos. Cuando los carros se pusieron en marcha, los cortocircuitos inmovilizaron algunos carros e incendiaron otros a causa de las chispas. 
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Humor

Hasta en la batalla más sangrienta de la historia de la humanidad hubo lugar para el humor. En una carta encontrada por soldados rusos en cadáveres alemanes, se detallaba una orden escrita en broma por un soldado: “La Navidad no tendrá lugar en este año por las siguientes razones: José ha sido llamado por el Ejército, María se ha incorporado a la Cruz Roja, el niño Jesús ha sido enviado con otros niños al campo (para evitar los bombardeos), los tres Reyes Magos no han podido obtener el visado pues carecían de pruebas de origen ario; no habrá estrella a causa del apagón; los pastores se han convertido en centinelas y los ángeles son Blitzmadeln (operadoras telefónicas). Sólo ha quedado el asno, y no puede haber Navidad con un solo asno”. Otra nota del mismo tenor parodiaba las órdenes militares que daban instrucciones sobre el regreso a casa por salida con permiso: “Debe usted recordar que está entrando en un país nacionalsocialista cuyas condiciones de vida son muy diferentes a las que se ha acostumbrado. Debe ser diplomático con los habitantes, adaptándose a sus costumbres, y evitar los hábitos que tanto le han llegado a gustar. La comida: no destruya el parqué ni suelos de otro tipo, porque las patatas se guardan en un lugar muy diferente. El toque de queda: si usted se olvida la llave, trate de abrir la puerta con un objeto de forma redonda. Sólo en casos de extrema urgencia use una granada. La defensa contra los partisanos: no es necesario pedirles a los civiles la contraseña ni abrir fuego al recibir una respuesta inexacta. La defensa contra los alemanes: los perros alemanes en el peor de los casos muerden, pero no explosionan. Dispararle a cada perro que usted vea, aunque es recomendable en la Unión Soviética, podría crear una mala impresión. Relaciones con la población civil: en Alemania el hecho de que alguien lleve ropa de mujer o significa que ella sea un partisano. Pero pese a esto, son peligrosas para todo el que esté de licencia en el frente. Nota general: cuando esté de licencia en Alemania tenga cuidado de no hablar de la existencia paradisíaca en la Unión Soviética no sea que todo el mundo quiera venir y malograr nuestra idílica comodidad”. 
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Último tango en Stalingrado

Una vez cerrado el cerco sobre el VI Ejército Alemán, los soldados soviéticos comenzaron a aplicar todo tipo de tácticas para desmoralizar a los alemanes. En algunos sectores enviaban una patrulla por la noche con un espantapájaros vestido de Hitler y una invitación a los soldados alemanes a dispararle. El espantapájaro estaba cargado con una trampa explosiva por si alguna patrulla quería retirarlo de su lugar. La policía secretar rusa, la NKVD, instaló un sistema de parlantes para transmitir mensajes a los alemanes. Durante horas, especialmente en la fría noche rusa, los soviéticos hacían sonar a todo volumen música de tango, a la que consideraban con la capacidad de transmitir un sentimiento adecuadamente siniestro, que desmoralizaba aún más a las tropas cercadas del enemigo. A las canciones de nuestra música popular, se le intercalaban mensajes recordándoles su desesperada situación. 
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La Madonna de Stalingrado


Es un cuadro pintado durante la batalla, específicamente en el momento en que el ejército alemán fue cercado por el Ejército Rojo, hacia fines de 1942. La obra fue pintada por un pastor evangélico del ejército alemán, que servía como médico en el frente, Kurt Reuber. Una vez rodeados por el Ejército Rojo, los alemanes que quedaron dentro del cerco construyeron búnkeres donde pasar el frío invierno ruso (o “la llegada del General Invierno”, como decían los soldados). Kurt Reuber, que volvió a la guerra después de un permiso en Alemania tan solo dos días antes del cierre del cerco, pintó esta obra en su propio bunker, con un pedazo de madera quemado sobre el dorso de un mapa ruso. Allí se pueden leer, en alemán, las palabras “Luz, Vida, Amor”, del evangelio de San Juan. Reuber era más que un pintor e incluso su bunker era lo suficientemente grande como para alojar un piano de cola, que tocaba frecuentemente con piezas de Bach, Handel, Mozart y la sonata patética de Beethoven. Incluso, cuentan algunos testimonios, siguió tocando cuando comenzaron los bombardeos en el exterior de su refugio. 
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La rendición

El General alemán Paulus fue el encargado de rendirse ante el Ejército Rojo, a pesar de las órdenes de Hitler que establecían: “Se prohíbe la rendición. El Sexto Ejército mantendrá sus posiciones en tanto le quede un hombre y una bala”. A pesar de ello, la situación en el frente era irreversible: el ejército alemán se encontraba absolutamente rodeado y sin ninguna posibilidad de ser abastecido por el aire. En el anillo que había establecido el Ejército Rojo habían quedado encerrados entre 300.000 y 330.000 soldados alemanes. El 31 de enero de 1943 comenzaron los bombardeos sobre el cuartel general del General Paulus. En “Stalingrado. La batalla decisiva”, se describe la escena de la rendición: “Shumilov esperaba su llegada (la de Paulus) con impaciencia y curiosidad. Al fin se abrió la puerta y por ella entró un hombre alto y canoso, con el uniforme del coronel general. Llevado por la fuerza de la costumbre, levantó el brazo para hacer el saludo nazi; a continuación, tímidamente, bajó el brazo y dijo : ´Buenos Días´, en lugar de Heil Hitler. (…) Durante el interrogatorio oficial que siguió, Paulus recobró su buen estado de ánimo, al darse cuenta que podrían esperar de sus captores un trato humano, y cuando se sirvió la comida, su humor mejoró con respecto a semanas anteriores. Pidió vodka, sirvió a cada uno de los oficiales de su Estado Mayor y propuso un brindis: ´Por los que nos han derrotado, por el Ejército Rojo y por sus líderes”. El General Paulus había sido ascendido poco tiempo antes a Mariscal de campo por el propio Hitler, con la intención de que no se rindiera, debido a que, en la tradición del Ejército alemán, ningún mariscal de campo se había rendido nunca en la historia. Veinticuatro generales cayeron cautivos luego de la rendición y vieron el final de la guerra con vida, a pesar de los deseos de Hitler. El General Paulus fue unel “Comité de Oficiales Libres”, una organización de tendencia antinazi que operaba una revuelta de las fuerzas armadas alemanas contra Hitler a través de acciones de sabotaje y propaganda.