martes, 14 de julio de 2015

Noticia biográfica

El librito que hoy ofrezco vertido fielmente del inglés, fue impreso en 1816 en el pueblo de Erie del Estado de Pennsylvania en Estados Unidos, y aunque su existencia era conocida por la descripción que de él dio Joseph Sabin en 1877, tanta es su rareza, probablemente por haber salido a luz allí y en tirada muy reducida, que nunca, hasta hace pocos días, había logrado verle. Un ejemplar estaba, sin embargo, desde tiempo atrás en Chile, traído que fue por don Francisco Solano Astaburuaga, de quien lo heredó su hijo don Luis, en la venta de cuya biblioteca fue adquirido en un alto precio --en competencia con un caballero norteamericano muy conocedor de la bibliografía de su país, que estaba como pocos en situación de apreciar su valor-- por don Carlos R. Edwards, y a su amabilidad soy deudor de que me permitiera traducirlo.
Fue su autor Samuel Burr Johnston, cuya biografía esbocé en el prólogo de mi Imprenta en Santiago, que hoy, merced a los datos que de su persona nos da en sus Cartas sobre Chile, es posible adelantar y esclarecer en más de algún punto que permanecían en la penumbra, y que podrá completarse, en cuanto al lugar de su origen y a la fecha de su nacimiento una vez que se conozca la declaración que prestó en el proceso que se le siguió en el Callao, de que a su tiempo he de hablar, y que se hace forzoso por ahora dejar para ocasión posterior, cuando Dios mediante, publique las Adiciones que preparo para aquella mi obra.
Johnston había salido de Nueva York el 22 de julio de 1811, embarcado en la fragata mercante Galloway, en compañía de Guillermo Burbidge y de Simón Garrison, tipógrafos los tres, que debían tomar a su cargo en Santiago la imprenta que don Mateo Arnaldo Hoevel había encargado a Estados Unidos con el propósito de ofrecerla al Gobierno insurgente de Chile, sin duda después de insinuaciones que de éste recibiera. La ilustración de que dio pruebas Johnston y el hecho de que su nombre aparezca enunciado siempre el primero en los colofones de los papeles salidos de esa imprenta inducen a creer que era él quien la dirigía, que fue su regente, para hablar en términos del oficio. Todos ellos venían, al parecer, a la gruesa ventura y sin contrato alguno previo para el ejercicio de su arte en Chile.
Después de una navegación de ciento veintidós días sin incidentes dignos de nota, la Galloway echaba sus anclas en Valparaíso el 21 de noviembre de ese año 1811. Sabedor el Congreso reunido entonces en la capital del arribo de la nave, de las mercaderías que conducía y de que en ella habían llegado también algunos "artistas", seis días más tarde dirigió a Hoevel una nota en la que le pedía que le "diese razón de la profesión y designios de dichos artistas, de los objetos conducidos relativos a la utilidad pública, especialmente de la imprenta (cuya conducción se tratará de acelerar) y de proponerle los medios que haya más asequibles, atendidas nuestras actuales circunstancias, para proteger y aliviar en cuanto sea posible a los individuos cuyas profesiones sean útiles al reino”.
El Gobierno, por su parte, compró a Hoevel la imprenta, que era de propiedad de otro americano llamado Livingston, pero que venía a él consignada, y le pidió que se hiciese cargo de conducirla a Santiago. Johnston, después de una permanencia de diez días en Valparaíso, emprendió su marcha a la capital el primero de diciembre y llegaba aquí en la noche del dos, habiendo hecho el trayecto a caballo en veinticuatro horas.
Se instaló el taller tipográfico en un departamento del edificio de la Universidad de San Felipe (a los pies del actual Teatro Municipal) y el primero de febrero del año inmediato siguiente, la Junta Gubernativa, compuesta de don José Miguel Carrera, de Cerda y Portales, dictaba un decreto señalando a los tres tipógrafos norteamericanos un sueldo de mil pesos anuales, que debía comenzar a contárseles desde el veintiuno de diciembre anterior, esto es, según es de presumirlo, desde el día en que la imprenta quedó instalada. El contrato no fue por más de doce meses. Hoevel se obligaría a satisfacerles otros doscientos pesos más a cada uno, de las utilidades que produjese la imprenta, sin perjuicio de añadir el Estado, por su parte, una gratificación, que se sacaría de las mismas utilidades, caso de haberlas: "y estando ellos, se añadía en ese decreto, recién venidos de países extranjeros, sin conocimientos ni rentas para su sustento, la Junta ha tenido a bien adelantarles el sueldo de un tercio de año", previa la fianza de Hoevel.
Bajo estas condiciones iniciaron, pues, sus tareas tipográficas, cuya primera muestra fue el prospecto de la Aurora, que comenzó a circular con extraordinarias manifestaciones de júbilo de todo el pueblo de Santiago el día doce de febrero de ese año[1] . Continuaron sin interrupción en ellas los tipógrafos norteamericanos, hasta que el cuatro de julio de ese año, con motivo de la fiesta que se celebró en el consulado de su nación para conmemorar el aniversario de la Independencia de los Estados Unidos, después de las libaciones del día, en el baile que allí tuvo lugar en la noche, comenzaron a molestar a la concurrencia y se descomidieron con las señoras que a él asistían, y hubieron de ser sacados de la sala por orden del cónsul Mr. Poinsett para ser conducidos por una escolta a cargo de un sargento a la casa en que posaban, que probablemente sería el mismo local de la imprenta. Profundamente irritados de tal desaire, en el camino insultaron a la guardia, la que hizo fuego sobre ellos y los que los acompañaban, entre quienes se contaban algunos oficiales chilenos, de lo que resultó quedar ocho personas gravemente heridas, incluso Burbidge, que falleció cuatro días más tarde. Johnston y Garrison fueron presos y estuvieron arrestados hasta poco antes del veintitrés, día en que la Aurora volvió a registrar al pie de sus columnas los nombres de ambos. Por tal causa, es muy digno de recordarse que los números del periódico del nueve, dieciséis y extraordinario del dieciocho de aquel mes fueron compuestos y tirados por don José Manuel Gandarillas, joven chileno empleado entonces en el Cabildo, que sin omitir sacrificios y dando pruebas de singular pericia, logró salir avante en la publicación de aquella hoja a efecto de que en ningún caso se interrumpiese. La evidente conveniencia que había en que se siguiese publicando fue sin duda también lo que motivó la pronta libertad de los americanos. Johnston, apenas si en sus Cartas trae una mención ya se comprenderá por qué de aquel memorable cuatro de julio celebrado por primera vez en Santiago y en el que se estrenó igualmente por los insurgentes el uso de la escarapela tricolor, símbolo de una nueva patria.
     Ocupado tranquilamente, Johnston, después de eso, en sus tareas de impresor, fruto de ellas fueron, además de la Aurora, todos los papeles que vieron la luz pública en Santiago en aquel tiempo, cuya nómina es fácil consultar, no necesito decir dónde, el Reglamento Constitucional, primer ensayo de nuestro régimen político independiente, al cual Johnston atribuía, con razón, tanta importancia, que lo tradujo al inglés y lo insertó íntegro en sus Cartas; el Prontuario del Ejercicio y Evoluciones de la Caballería, base de la instrucción militar de las noveles tropas independientes; y la Carta de un Español al Americano, que es, propiamente, el primer libro impreso en Chile: todos del año de 1812.
A cargo de la impresión de la Aurora estuvo hasta que el periódico cesó de aparecer con su número del 1° de abril de 1813. Del "Estado de los gastos y entradas de la Imprenta desde el primero de diciembre hasta la conclusión de la Aurora," cuyo tiempo se estimó como de año y medio, resulta que Johnston había percibido por sus sueldos la suma de mil quinientos pesos. Nada se dice en ese documento respecto a si Hoevel le acudiera o no con la suma que la Junta le señaló, y es seguro que no percibió un centavo a título de partícipe de las ganancias del taller, puesto que no las hubo.
Sin que se le hubiese renovado expresamente su contrato, cuando cesó de aparecer la Aurora, fecha en que le fue liquidado su sueldo, según acaba de verse, Johnston pasó a imprimir El Monitor Araucano, cuyo primer número circuló el seis de abril, que reemplazó a aquel periódico, y estuvo a su cargo hasta el trece de ese mes, pues ya en el del quince desaparece su nombre del colofón, que firman sólo Garrison y Benítez, inglés este último, a pesar de lo que pudiera creerse en vista de su apellido, pero perfectamente conocedor del castellano. ¿Qué había ocurrido a Johnston?
Contestando a esta pregunta, emití, hace años (1891), la hipótesis de que se hubiese visto en el caso de ausentarse de Chile por causa de haber sido arrendada la Imprenta por don José Camilo Gallardo y carecer así de ocupación. Fundado en documentos descubiertos posteriormente, don Julio Vicuña Cifuentes sostuvo en el prólogo que puso a la reimpresión de la Aurora que el arrendamiento hecho por Gallardo procedió de haberse ausentado Johnston de Santiago para acompañar, probablemente, a don José Miguel Carrera, cuando partió de Santiago en dirección al sur el primero de abril de dicho año 1813; hipótesis que, al menos en cuanto a la fecha, es de todo punto insostenible, puesto que, como el mismo señor Vicuña lo advierte, y ya queda expresado, el nombre de Johnston aparece al pie de los primeros números de El Monitor Araucano, hasta el del trece de dicho mes, y ciertamente que es inadmisible, en vista de eso, que tal cosa pudiera ocurrir estando ya él en Concepción[2] . Si, pues, tal viaje no debió de verificarse sino después de aquel día, ¿tuvo lugar en realidad, y con qué fecha?
Hay, en efecto, en los documentos algún asidero para sostener, aparentemente, la efectividad de aquel viaje de Johnston. En el expediente a que aludía se encuentra un memorial de Gallardo, fechado el 19 de abril, en cuyo encabezamiento expresa que hacía su propuesta de arrendamiento de la Imprenta "con motivo de la ida de su impresor don Samuel Burr Johnston para la expedición de Concepción"; y luego, en el que como administrador del taller presentó al Gobierno, proveído que fue el veintidós del mismo mes, "que con motivo de haber salido para la expedición de Concepción el impresor don Samuel Burr, el intendente de ella me comisionó para que me hiciese cargo de ella hasta tanto que V. E. se sirva determinar sobre el particular..."
Pues, a pesar de tan categóricas afirmaciones, Gallardo estaba en un error y Johnston permanecía aún en Santiago el veinte de ese mes, fecha en que databa aquí su carta quinta, y sólo uno o dos días después se marchaba, no al sur, sino apresuradamente a Valparaíso, habiendo hecho esa jornada en trece horas a caballo[3] .
Dejaba así, de la noche a la mañana, sus tranquilas labores de la imprenta para convertirse, según sus palabras, en un hijo de Neptuno y "buscar renombre por el tronar de los cañones”. Para tan extraña determinación habían influido seguramente varias circunstancias; veíase ya desligado de sus compromisos de impresor; el provecho pecuniario que después de tan largo viaje como el que había hecho a un país extranjero harto remoto y apartado de su patria y de diversa lengua que la suya, y de un trabajo constante de quince meses, le había resultado tan escaso, que sus economías apenas pasaban de un centenar de pesos[4] . El Gobierno insurgente organizaba por esos días en Valparaíso una escuadrilla con la que se proponía cortar al enemigo vencido en tierra su retirada al Perú, campaña para la cual se ofrecía a los que se enrolasen en ella ventajas considerables, como eran, entre otras, la de que serían suyas las presas que hicieran, asegurándose al respecto en Santiago que las tripulaciones que se aprestaban para las naves que debían hacerse al mar, por lo menos la del Potrillo, estaban todas compuestas de ingleses y norteamericanos, lo que era ya una expectativa fundada de éxito y buena compañía para él: obtuvo entonces su nombramiento de teniente de fragata, y con él en su cartera se presentó en Valparaíso. A su llegada allí se encontró, con no poco descontento suyo, con que esa última información era errada; pero no era ya tiempo de arrepentirse y se embarcó en el Potrillo, de cuya dotación pasó a ser único oficial con título después del capitán Mr. Edward Barnewall, hasta hallarse ya listos para partir el veintiséis de ese mes de abril.
El lector encontrará en el relato de Johnston en lo que paró aquella que podríamos llamar una calaverada. Traicionados por virtud de un complot fraguado en tierra y que hubo de estallar a vista misma de las autoridades de Valparaíso, el tres de mayo, Johnston fue apresado, logrando escapar milagrosamente de que lo matase un negro, para ser llevado junto con sus compañeros fieles al Gobierno, al Callao, adonde llegaron el dieciocho de aquel mes. Encerrados inmediatamente en los calabozos del fuerte de aquella plaza, se les siguió un proceso, en el que prestó Johnston su declaración el veinticuatro, que se creyó había de terminar por ahorcarlos a todos como auxiliares de rebeldes del Rey de España o de piratas; hasta que, después de cinco meses y trece días de cárcel, en cuyo tiempo estuvo varias veces enfermo en el hospital, el trece de octubre recibió orden de embarcarse en el Hope buque que debía dirigirse en derechura a Estados Unidos, según se aseguraba, y que se hizo a la vela al siguiente día. Pero, como era de esperarlo de la mucha gente que iba a bordo y de las pocas provisiones que cargaba, ese buque tuvo que recalar en Valparaíso, donde fondeaba el seis de noviembre inmediato. En esa misma noche, Barnewall y Johnston se dirigieron a tierra, deseosos de informar sin pérdida de tiempo al Gobierno de las personas que habían sido allí los instigadores del motín, antes de que lograran escapar; Barnewall continuó en esa misma noche su viaje a Santiago, y Johnston, aunque se propuso en un principio hacerlo tres días después, no lo pudo verificar sino un mes más tarde; habiendo llegado por segunda vez a Santiago el ocho de diciembre.
Barnewall, a la vez que dar cuenta de las causas del fracaso de la comisión que se le confió y de imponer al Gobierno de las noticias que tenía del estado de los negocios públicos del Perú, inició sus gestiones cerca de la Junta para que a él y a sus subordinados se les diese alguna gratificación por sus servicios, considerando, sobre todo, las pérdidas y penalidades que habían sufrido, que hubo de repetir nuevamente, en vista de que sólo había obtenido en respuesta buenas palabras, con las cuales, como observaba Johnston, estaban amenazados de pasar muchas noches sin cenar, cual les había acontecido en sus calabozos del Callao, lo que sin duda les hubiera ocurrido a no acudir en su socorro el capitán Mascena Monson, dueño que fue del Colt (el Potrillo) que poco tiempo hacía lo había vendido al Gobierno en dieciocho mil pesos[5], quien les dio, no sólo lo necesario para sufragar a sus gastos más indispensables, sino también para que lo pasasen con toda holgura. Johnston se quejaba con razón de semejante conducta del Gobierno y carga la mano sobre todo a Lastra, que dejó partir de Valparaíso a tres o cuatro de los marineros norteamericanos, sin abonarles siquiera sus sueldos de seis meses, a pretexto de que no estaba autorizado para ello por la Junta.
Johnston, por su parte, sin hacer caudal de cobro de sus sueldos como marino, el veintiuno de febrero (1814) presentaba en Santiago al Gobierno un memorial en que aparecen consignados el estado en que se veía y los proyectos que por esos días abrigaba, muy digno de ser conocido, por entero. Decía así:
Excelentísimo señor:
Don Samuel B. Johnston, con mi mayor respeto, ante V. S. digo: que hallándome en el reino de Chile (donde he sido llamado por el Excelentísimo Superior Gobierno) y en tiempo presente sin destino ninguno, estoy para emprender un viaje a la Europa con el objeto de comprar las máquinas y otros utensilios para establecer una imprenta y un molino de papel, y sólo necesito el permiso de V. S. para verificar mis deseos.
Por tanto, pide y suplica a V. S. que me dará la licencia necesaria para que a mi propia costa pueda poner dicha imprenta y molino de papel, y trabajar con ellos obras que no sean prohibidas, en la capital de Santiago de Chile, sin embarazo alguno, y que entrarán dichas máquinas sin pagar derechos de la aduana.
También pide y suplica que V. S. me honrará con carta de ciudadanía de Chile, para poder pasarme mejor en países enemigos de los Estados Unidos, de los cuales soy ahora ciudadano.
Parece que el bien público que puede resultar del establecimiento de este plan, tanto a la ilustración pública como a la mejora del comercio y el adelantamiento de las artes y ciencias de Chile es tan bien conocido por V. S., que para mí no es menester nombrarlo...
Es gracia, etc.
Cuando el secretario Doctor Lazo hubo de despachar el informe que se le pidió acerca de la solicitud del impresor bostonense (patria que se atribuyó a él y a sus compañeros de taller), que bien se deja comprender que era de redacción suya, lo hizo en términos que merecen también conocerse.
Santiago de Chile, 24 de febrero de 1814.
El mérito distinguido que ha contraído el suplicante durante el tiempo que ha residido en esta capital, sus recomendables servicios a beneficio de la república, en cuya libertad ha manifestado el mayor interés, y padecido en su obsequio notables daños y perjuicios, lo hacen acreedor a que ese Superior Gobierno le conceda la licencia que solicita de establecer una imprenta y un molino de papel, tan breve regrese de Europa con los útiles necesarios; al intento se le expedirá el correspondiente pasaporte para poder verificarlo. Y habiéndolo adoptado por hijo muy apreciable, lo declara por ciudadano chileno, y que, como tal, entre al goce de los privilegios y fueros que le corresponden, librándosele al efecto la particular carta de ciudadanía a que se ha hecho acreedor.
Por esos mismos días, una hoja contemporánea registraba la noticia siguiente:
De oficio se ha extendido una carta particular de ciudadanía a don Samuel Burr Johnston, con especificación de su relevante mérito, servicio y celo por la libertad.
Sin ocupación, deseando poner en ejecución aquellos proyectos, que podrían labrar su fortuna en un porvenir más o menos cercano, y deseoso ya de volver a su casa, Johnston quiso lograr la ocasión que por esos días se le ofrecía para ello y que tan raras tenían que ser en aquellos tiempos, embarcándose en la fragata de guerra Essex de su país, que estaba al ancla en Valparaíso, y a ese propósito ofreció sus servicios al capitán David Porter, que la mandaba. Bien sabía que su ingreso en la tripulación de aquella nave no parecía exenta de peligros y aun de uno muy inmediato, pues no sólo su patria estaba entonces en guerra con la Gran Bretaña, sino que en aquel puerto se hallaban fondeadas tres naves de esa nación, que obedecían al comodoro James Hillyar, y que asechaban el momento de combatir al buque americano, creyendo poderlo vencer fácilmente; y más todavía, que por ciertas comunicaciones del marino inglés al Gobierno de Chile, de que por alguna rara circunstancia había podido imponerse, recelaba que se trataba de vencer sus escrúpulos para que se desentendiese de defender su neutralidad. Pero Johnston no trepidó, e interponiendo las influencias del cónsul Poinsett y del capitán Monson, obtuvo que Porter le admitiese a bordo con el grado de teniente de infantería de marina, y en ese carácter se embarcó en la Essex pocos días antes del veintiocho de marzo, célebre en los anales marítimos de aquella época por el sangriento combate que a la vista de todo el pueblo de Valparaíso y de los campesinos de los alrededores que acudieron a presenciarlo desde los cerros que dominan la bahía, tuvo lugar entre la Phoebe y la Essex, que concluyó, después de dos horas de lucha, por la rendición de ésta, cuando ya casi toda su tripulación estaba muerta o herida y la nave desmantelada y ardiendo. ¡Sarcasmos del destino! Aquel hombre de carácter dulce, que más de una vez había derramado lágrimas en su encierro del Callao, que había venido a Chile para ser elemento de luz y vida, figuraba ahora como actor en un episodio de destrucción, horror y muerte. Por fortuna para él, logró escapar ileso del combate y sin más pérdida --que otra cosa no tenía que perder-- que una parte de su diario, que le impidió más tarde señalar con precisión, y tuvo por eso que suplir de memoria, algunas de las fechas apuntadas en su última carta escrita antes de partir definitivamente de Chile.
Johnston hubo de permanecer todavía en Valparaíso un mes entero. De acuerdo con lo resuelto por Hillyar, los prisioneros sobrevivientes de laEssex, después de prestar su palabra de honor de no volver a tomar armas contra Inglaterra, fueron despachados a Estados Unidos a bordo de la Essex Junior, que se hizo al mar desde Valparaíso el veintisiete de abril. Sus gestiones y las de sus compañeros que habían sido del Potrillono lograron que el Gobierno de Chile les abonara un solo centavo por sus servicios.
No es del resorte de estos apuntes biográficos contar las peripecias del viaje de aquella nave, bastando con decir que cuando estaba ya para terminarse, el comandante de un buque inglés negóse en un principio a reconocer el salvoconducto que Johnston y demás tripulantes llevaban de Hillyar.
Volvía Johnston al seno de los suyos después de una ausencia de tres años: allí en Erie leyó probablemente sus apuntes de viaje a Mr. R. I. Curtis, dueño de la imprenta que había en el pueblo, quien, juzgándolos de interés, se ofreció a editarlos, si bien es de creer que para ello hubo necesidad, a fin de no hacer muy dispendiosa la impresión, de compendiar la redacción primitiva, dándole el autor, por efecto de un artificio literario, la forma de cartas a un supuesto amigo[6]. Y hubo de mediar también otra supresión, hecha después de impreso el libro, pues tal como apareció resulta que le falta el prólogo o advertencia que debió de preceder a las Cartas[7], en el cual el autor daría cuenta seguramente de los motivos de su viaje a Chile y del desempeño de sus tareas de impresor. Difícil será acertar con los motivos de semejante supresión, que ha dejado el libro del regente de la imprenta de la Aurora destroncado y a los bibliógrafos ayunos de incidentes que habrían resultado interesantísimos para el conocimiento de las pañales del arte tipográfico en Chile. Así fue como en el orden personal, diré, falta todo lo que a él toca, si se exceptúa la relación de su permanencia en los calabozos de las Casamatas del Callao, que resulta por extremo minuciosa.
Pero, en cambio, de lo que falta de datos personales en el libro de Johnston, es rico en detalles de otro orden. Era, a todas luces, hombre de alguna ilustración, que deja traslucir en las reminiscencias que hace de poetas de su habla materna; estaba dotado de un espíritu sereno y observador y casi siempre se manifiesta imparcial en sus juicios, imparcialidad que sólo le abandona al tratar de lo que llamaba manejos de Hillyar, y ya se ve por qué, de deprimir a Lastra o de ensalzar a don José Miguel Carrera, a quien debió estar reconocido por haber sido él quien le firmó su contrato para servir al Gobierno; sin que deje de ser verdadero al pintarnos al general y estadista chileno con su carácter impulsivo y resuelto y valiente más que todos para empujar sin perdonar medios un nuevo orden de cosas, pasando sobre añejas tradiciones sociales y dogmas políticos arraigados por una dominación de tres siglos, que en esto estuvo su mérito y se basa su gloria; como hijo de otra raza y de muy diversa educación social a la que reinaba en el país, ha podido llamar la atención sobre lo que a él le chocaba, y de que un español o hispanoamericano no se habría dado cuenta, consignando, por tal causa, costumbres y anécdotas que resultan hoy por extremo interesantes y sobre las cuales no tengo para qué insistir, a no ser aquella, que vale por muchas, del percance ocurrido al convidado norteamericano que fue despedido por el dueño de casa por haber sostenido en una conversación durante la comida, que la Independencia no podría alcanzarse por entero sin proclamar a la vez la libertad de conciencia, y que aun tuvo que ausentarse por algún tiempo de la ciudad hasta que se acallase el escándalo causado por sus palabras.
En el orden netamente histórico, sería también ocioso poner de manifiesto el valor de las informaciones que da sobre los incidentes del fracaso de la empresa acometida por nuestra primera escuadra nacional, si así puede llamarse, tan desconocidos hasta ahora, que bastará recordar que en el escueto relato que de ellos hace el erudito analista de nuestra revolución de la Independencia asegura haberlos tenido de meras informaciones verbales, posteriores casi en medio siglo a los días en que se verificaron.
La seriedad con que procedía Johnston y el criterio que lo guiaba en sus informaciones se acredita con la inserción que hizo de varios documentos íntegros, que estimó de interés, y que he conservado en mi traducción copiándolos de los originales que a él le sirvieron para vertirlos al inglés, con la sola excepción de la carta de Carrera al pueblo y oficialidad del batallón de Valdivia, datada en Talca el 5 de mayo de 1812, por ser demasiada extensa para reproducirla aquí por entero y he preferido por eso traducir el extracto de ella que da Johnston, que el lector curioso podrá cotejar con el original y apreciar así el acierto con que lo hizo.
Existen, sin duda, errores en algunas, partes del relato de Johnston, procedentes de informaciones ajenas y que tocan a sucesos anteriores al tiempo en que vivió entre nosotros, que son fáciles de salvar para el medianamente instruido y, por lo demás, de tan escasa monta, que en nada disminuyen el valor de sus restantes dictados, hijos que fueron, justo es reconocerlo, de un espíritu bien intencionado hacia la que había elegido por su segunda patria. Creo hacer obra meritoria al ofrecerlo hoy a los chilenos en nuestra propia lengua.

José Toribio Medina.
Santiago de Chile, 18 de julio de 1917
__________
[1]
Adviértase que ese prospecto carece de fecha; pero, pues, el número primero del periódico lleva la del 13 de febrero, es de creer que apareciera el día anterior, con lo cual tendremos que en el 12 de febrero debe conmemorarse en Chile el cuádruple aniversario de la aparición del primer periódico de la imprenta, podría decirse de la fundación de Santiago, de la batalla de Chacabuco y de la declaración de la Independencia.Volver .
[2]
He aquí las palabras del señor Vicuña. "Según todas las probabilidades Jonhston debió salir de Santiago el primero de abril de 1813 con don José Miguel Carrera, a quien acompañaba el Cónsul de los Estados Unidos, Poinsett, y una reducida escolta de húsares: acaso Johnston iba llevado por Poinsett, depuestos ya los enconos que debieron separarlos después de la trágica noche del 4 de julio del año anterior. Nada sabemos del papel que desempeñó el antiguo tipógrafo en la expedición, ni del carácter con que iba en ella, pues su nombre no vuelve a aparecer en ningún documento de la época, hasta el 21 de febrero del año siguiente...".  Volver .
[3]
Dice él (página 180 del texto inglés), hablando de la resistencia del caballo chileno: “I have travelled one hundred miles on the same horse in thirteen hours”, viaje que, por la distancia recorrida, creemos que se refiere al que indicamos. Ya vimos que él cuenta también que a su venida lo efectuó en veinticuatro horas.  Volver .
[4]
Tal fue la suma de que los amotinados le despojaron, que constituía toda la que poseía: "taking from me one hundred and seven dollars, which was all I had". Página 111 de la edición inglesa.  Volver
[5]
Poseo copia del contrato. El precio fue el que apunto y no el de dieciséis mil pesos, como se ha dicho hasta ahora.  Volver .
[6]
Tal es lo que me parece se desprende de las siguientes palabras de Johnston, hablando de su diario: "This I intended to transcribe for your perusal, but as it has swollen to so large a size that I dare not tax your patience with the whole of it, I shall content myself with giving you a few extracts”.  Volver .
[7]
Esta mutilación ocurre a la vista de la simple inspección de los folios del libro, pues desde la página que debía ser la cinco, se salta a la trece, es decir, faltan ocho; y no es que el ejemplar de que dispongo esté incompleto, pues la descripción de Sabin hace notar la misma omisión.  Volver .
Primera Carta.
Viaje hasta Valparaíso y desde ahí a Santiago.

Santiago de Chile, 9 de febrero de 1812.
Querido amigo:
Después de un molesto y desagradable viaje, de ciento veintidós días, llegamos el veintiuno de noviembre a Valparaíso, el principal puerto de este reino.
Me propuse, cuando partí de Nueva York, llevar un diario ordenado de nuestra travesía, imaginándome que una tan larga jornada habría de ofrecer abundante materia que contar. Así sucede de ordinario, en el modo acostumbrado en las narraciones de viajes, basadas frecuentemente, en exageraciones y bambollas; si bien las de viajes marítimos resultan generalmente más espumosas que las aguas del mar, aunque, de seguro, no tan profundas. Pero de hecho nuestro viaje estuvo tan destituido de variedad, tan poco de maravilloso ocurrió durante él, que un diario continuado, hablando con entera verdad, resultaría poco instructivo y aun de menos entretenimiento. Comencé, en efecto, uno, pero hube de interrumpirlo. Sin embargo, he ido apuntando, a medida que ocurrían, cualquier incidente que me imaginé pudiera interesar a usted. Tal fue lo que me propuse consignar para disfrute de usted, pero alcanzó tales proporciones, que no atreviéndome a poner a prueba la paciencia de usted transmitiéndoselo por entero, debo contentarme con darle algunos pocos extractos.
Desde el momento en que pasamos el faro de Sandy Hook hasta que cruzamos la línea ecuatorial, el tiempo se mantuvo casi continuamente en calma; apenas si experimentamos una brisa más intensa que la que en términos de marina se llama viento favorable, o que, en lenguaje poético, se nombra céfiro. Algo sufrimos del calor en la zona tórrida, aunque, en verdad, no lo notamos tan extremado, aun despedido "de los ardientes rayos de un sol a plomo"; como lo sentimos en Nueva York durante las dos primeras semanas del pasado mes de julio. El veintiuno de septiembre cruzamos el trópico de Capricornio, después de haber sudado treinta y cuatro días en la zona tórrida. El tiempo continuó siendo notablemente bonancible, hasta que alcanzamos el grado veintiocho de latitud sur. Aquí, por primera vez, experimentamos lo que se llama una racha de viento, sin que antes de esto ocurriese más cosa de importancia que un chubasco. El viento saltó al nornoreste y comenzó a soplar bastante fresco; el mar se agitó con violencia casi al punto mismo, las ondas se encresparon, saltaban las espumas de las olas y la nave cabeceaba, etc. Diéronse al instante órdenes para disminuir de velas y rizar la de trinquete. Durante largo tiempo había estado en espera de un temporal, preguntando con frecuencia siempre que nos asaltaba una racha, si aquello no era un temporal; al hacer hoy mi consabida pregunta, se me dijo que habíamos tenido una verdadera tormenta; pero no duró mucho: en unas seis horas navegábamos de nuevo a velas desplegadas.
Habiendo penetrado en los dominios australes del dios de los hielos, esperábamos pronto un cambio considerable de tiempo, y en ello no anduvimos descaminados, porque bien pronto sentimos que el frío aumentaba, de tal modo, que cuando alcanzamos los cincuenta y ocho grados de latitud sur, llegó a hacerse intenso. Fue tarea penosa la de doblar el Cabo de Hornos. Nos vimos forzados durante quince días a soportar un mar de proa y vientos contrarios, en un paraje por extremo frío, y sin lograr fuego alguno para endulzar los efectos desagradables de la temperatura. Llegamos entonces a estimar el lujo que importa el calor de una estufa, así como nadie sabe apreciar cuanto vale la salud sino cuando está enfermo.
Como el camarote que ocupábamos a bordo era grande, resolví apersonarme al cocinero, quien, después de algunas indirectas, me invitó a sus dominios, pero luego hube de verme en la precisión de tomar un partido, ante la disyuntiva de sofocarme por el humo o de helarme, y resolví como preferible esto último.
Hallándonos el veintitrés de noviembre[1], según las observaciones hechas, en la longitud de ochenta grados al oeste del meridiano de Londres y a los cincuenta y cinco de latitud sur, después de haber sido asaltados por muchas furiosas rachas de viento, granizo y fríos aguaceros, hallamos que habíamos doblado con fortuna esa horrible punta (cabo de Hornos), para pasar el cual, el célebre navegante inglés Almirante Anson aseguraba haber perdido tres veces su velamen entero, lo que logramos sin daño de un solo cable.
Pronto notamos que, si bien habíamos doblado el Cabo de Hornos, permanecíamos aún dentro de la zona de las tormentas. El día veintinueve comenzó a desencadenarse un vendaval más fuerte de cuantos hasta entonces hubiéramos experimentado, acompañado de nieve y de granizo. A las ocho de la mañana, saltó el viento al N.N.O. (enteramente de proa) y se convirtió en temporal tan violento, que antes de las diez, el barco navegaba con sólo las velas indispensables. Nuestras provisiones (que por esos días se hallaban ya muy mermadas y habían, por lo mismo, pasado a ser de incalculable valor) las pusimos en el entrepuente, temerosos de que un golpe de agua cargase con ellas, y se hizo cuanto las circunstancias aconsejaban para capear el temporal lo mejor que se pudiera.
Aquí sería el caso de decir que si poseyese el talento descriptivo de algunos viajeros, que han deleitado al mundo con relatos de escenas como la que presenciaba, lo haría estremecer a usted: os diría que para pintar el horrible aspecto del océano agitado por tan tremendo vendaval, sería imposible; porque, en verdad, el vocabulario inglés se halla falto de expresiones para pintar como se debiera un tema tan sublimemente terrible y por tanto extremo horrorífico; decir que las olas eran tan altas que parecían montañas, sería simplemente una vulgaridad, y apenas daría una pobre pintura del espectáculo. Grandes cordilleras de agua corrían sin cesar a nuestro alrededor, tan enormes, tan gigantescas, que comparadas con ellas los Andes o los montes Allegheny, podrían estimarse como simples hormigueros o topineras. A veces nuestro barco parecía levantarse hasta las nubes, como si hubiese emprendido el vuelo para llegar a los cielos, y en otras parecía como si se fuera a hundir en lo más profundo de la tierra. Por momentos nos sumergíamos, ya en las garras de la muerte, y luego subíamos, como nos parecía, desde el sepulcro. Decir que el viento resonaba como el trueno, sería una pálida pintura de su horroroso estruendo. Silbaba cual si el aire estuviese poblado con los aullidos de toda especie de animales salvajes y de los reptiles que habitan las soledades del Africa o las florestas sin límites de la América del Sur; y entre ellos habrían podido distinguirse los rugidos de los leones, los gruñidos de los leopardos, panteras y tigres; los aullidos de los lobos y de las hienas; los silbidos de las serpientes y fieros dragones, los chillidos de las lechuzas y el aborrecible waw-woo-waw de los gatos silvestres; reunidos todos en desigual concierto, para producir los sonidos más repelentes y tristemente discordantes que jamás llegaron a oídos humanos. Y así, para acabar de pintar tal escena, pondré punto final a mi descripción, dándole tinte más culto, con los siguientes versos:
La tierra se queja, el aire se agita y resuena lo profundo.
Las rocas, estremeciéndose, estallan, y las montañas parecen bailar
La desesperación se apoderó de nuestra razón.
Y dislocados por el horror, cada uno de nuestros miembros, temblaban.
Si me propusiera pintar a usted escenas tristes, contaría a usted uno por uno los detalles del viaje en este mismo exagerado diapasón, si bien, modestamente declaro, que así y todo, queda bastante lejos de lo que fue en realidad, y si lo he logrado, habrá sido lo que los marinos llaman un embuste gordo.
Cierto es que el viento era harto fuerte y que, en consecuencia, el mar se hallaba muy agitado; lo es también que nos sentíamos recelosos de surcar un mar que pudo habernos proporcionado algún serio percance, y que, así, nos considerábamos menos seguros que lo que lo que pudiéramos navegando con brisas moderadas; pero que las olas sobrepasaban en altura al Pico de Tenerife, o eran más dilatadas que las Blue Mountains, no es exacto. Por lo que a mí respecta, nunca vi olas que mereciesen el calificativo de cordilleras o del Bunker Hill, y aunque el viento soplaba con violencia y silvaba en el velamen, honradamente confieso que ruidos más fuertes he oído causados por el trueno.
Nuestra nave, durante la tormenta, corría como un pato, se mantuvo perfectamente enhiesta y no embarcó una gota de agua. Nuestro principal temor se fundaba en que, trabajada por mar tan gruesa, comenzase a hacer agua, en cuyo caso nuestra situación se habría tornado peligrosa, a causa de que las dos bombas con que contábamos se hallaban completamente obstruidas por la brea que se había derramado de varios barriles que reventaron en las bodegas. Este era un motivo de sobresalto, que nos duró durante todo el curso de la navegación, pues, caso de haber ocurrido semejante percance, más que probable es que hubiéramos pasado a ser pasto de los peces.
Después de esta tormenta, nada digno de nota ocurrió hasta nuestro arribo al puerto de Valparaíso.
Esta ciudad está situada en una hermosa bahía, al pie de una hilera de cerros altos; tiene una calle principal, en la que se ven algunos hermosos edificios, habitados por la gente acomodada; las cabañas del pueblo se levantan en las faldas de los cerros, dando al conjunto un pintoresco aspecto; como a un cuarto de milla de la ciudad se halla la aldea del Almendral, que, unida a aquélla, contendrán quizás cinco o seis mil habitantes. Las casas son generalmente de un solo piso, construidas con grandes adobes fabricados con barro y paja, y con el suelo enladrillado.
La bahía forma casi un semicírculo, y se halla al abrigo de los vientos, con excepción del norte y de los remolinos que de ordinario descienden de los cerros a la hora de puesta de sol; por la mañana reina de ordinario una neblina, sin viento; en la playa se alza una gran cruz, erigida para conmemorar el naufragio de un buque de guerra español ocurrido algunos años atrás, cuya tripulación (unos trescientos hombres) pereció en su totalidad; fue aquella una tormenta tan grande, que las olas dañaron al pueblo entero y los habitantes tuvieron que subirse a los cerros, desde donde presenciaron tan fatal catástrofe, aunque sin poder prestar auxilio alguno a las víctimas.
El Gobernador reside en el Castillo Viejo, construcción sólida que domina la bahía y el fondeadero, que al presente está armado con doce largos cañones de bronce de treinta y dos libras. Se alza en la ladera de un cerro y sus defensas exteriores consisten en un fuerte muro de piedra, asentada en cal, que tiene como una milla de circuito. Existen otras obras de defensa interiores, rebellines, socavones, subterráneos, etc., además de arsenales, almacén de provisiones y cuarteles capaces para alojar hasta quince mil hombres, con los suficientes pertrechos de guerra. El sitio es naturalmente muy fuerte; y el único lugar por donde pudiera ser asaltado, es en el que están montados los grandes cañones, que forma parte de la calle y se halla por lo menos a veinticinco pies sobre su nivel; los otros puntos son absolutamente inaccesibles, a no ser por avances regulares, y por lo que a mí toca, opino que pudieran ubicarse en los muros, sin inconvenientes, hasta ciento cincuenta piezas de artillería.
Atribúyese a Valdivia, el conquistador de Chile, la delineación y plan de este fuerte, edificado como lugar de refugio contra los ataques de los indios. Ha recibido algunas mejoras y todas sus defensas se hallan al presente en buen estado. El edificio ocupado por el Gobernador es cómodo, pero falto de elegancia; los alojamientos para los oficiales y los cuarteles para la tropa son amplios y adecuados a su objeto, y el edificio todo está provisto de una aseada capilla en la que se dice misa los domingos, con acompañamiento de músicas militares. Existen también dos baterías en forma de media luna a lo largo de la playa; una a la derecha del pueblo (Castillo del Barón) y otra hacia la izquierda (Castillo de San Lorenzo), armadas de diez o doce cañones cada una, ascendiendo la guarnición total a unos mil quinientos hombres.
A la mañana siguiente a nuestro arribo nos hizo una visita el Gobernador y su séquito, acompañados de la Gobernadora y de varias señoras de distinción. Fui invitado a comer con su excelencia: los invitados fueron muchos, y nos entretuvimos bastante: un sargento de la guardia, que entendía algo de inglés, fue llamado para que sirviese de intérprete, y con su ayuda logré medio entender lo que hablaban; y aunque no podría decir si me entendieron, se manifestaron todos tan educados, hasta dar muestra de comprender cuanto decía. Después de la comida, mi honorable huésped insistió en que debíamos dormir la siesta, lo que el instruido sargento me significó que quería decir recostarme por una o dos horas. Deseé declinar el ofrecimiento, pero se me advirtió que tal era la costumbre del país, y que sería mal visto en un caballero que anduviese a tal hora por las calles: hube, por supuesto, de aceptar. Hacia la hora de puesta del sol, nos hallábamos todos en movimiento, habiendo propuesto su Excelencia que diésemos un paseo con las señoras. Consentí en ello, aunque me parecía imposible contar para el caso con el avisado sargento, temiendo por su falta colocarme en una situación embarazosa. La hermosura angelical confiada a mis cuidados parecía olvidarse de que yo no entendía su lengua y me hablaba con la mayor animación imaginable. Por mi parte, tenía que limitarme a mirarla con alegres ojos y hablar desenfadadamente en inglés, tal como mi encantadora compañera lo hacía en castellano; si bien luego comprendí que la mejor manera de hacerme entender tenía que ser con el lenguaje de los ojos, "esos fieles intérpretes del corazón";, en el cual descubrí luego que mi compañera no era una novicia. La noche se gastó en un baile, que fue favorecido con la presencia de varias señoras de exquisita belleza.
Después de una permanencia de diez días en Valparaíso, durante los cuales recibí variadas muestras de delicada amistad, de personas de ambos sexos, lo que hizo que el tiempo se deslizara muy agradablemente, mis negocios me obligaron a decir adiós a Valparaíso, para dirigirme a Santiago, la capital del país.
Alquilé caballos para mí y mi guía y me puse en camino a la hora de entrarse el sol: dióseme a entender que no faltaba motivo para temer algún asalto de bandoleros, y así, hube de proveerme de un par de buenas pistolas; asegurándoseme que eso bastaría, pues los ladrones en este país eran lo bastante pobres para poder cargar armas de fuego, sin que jamás anduviesen armados más que del lazo, y del cuchillo. El lazo es una tira de cuero de vaca de unos cincuenta pies de largo, con una lazada en un extremo y asegurada en el otro en la cincha de la montura. Se emplea en varios usos y los campesinos lo manejan con gran destreza. Son capaces de arrojarlo a cuarenta o cincuenta pies de distancia a un caballo suelto o a un toro bravo, enlazándolos de los cuernos o de las patas. Se adiestran los caballos para este ejercicio, y en el momento oportuno, se paran de golpe y se están como un barco que capea un temporal. Al animal así enlazado se le asegura con poca dificultad. Los bandoleros tiran el lazo sobre el cuerpo del jinete asaltado y le arrojan inmediatamente caballo abajo. Es arma formidable, y la única manera de contrarrestar sus efectos es poder correr más que el asaltante, y siguiéndole de cerca, mantener el lazo estirado, hasta que se presente la oportunidad de dispararle o de cortar aquél.
Como a medianoche llegamos a una pequeña aldea llamada Casablanca, a diez leguas de Valparaíso, donde cenamos de lo que cargábamos, y después de descansar una hora, seguimos adelante. Cuando comenzaba a aclarar el día, nos hallamos en Curacaví, pequeño villorrio situado ocho leguas más distantes, notable por una bien aseada capilla, situada bastante lejos en la falda de un cerro, y por su romántica perspectiva, estando ubicada en un valle formado por majestuosos cerros, cuyas cumbres "beben las nubes";, desde donde se logra por entero la vista de una alta montaña, llamada la Cuesta de Prado, su elevación se estima en unos mil trescientos pies, y cuya cumbre alcanzamos justamente cuando el sol salía a esa hora, y desde tan encumbrado sitio, la vista de que se gozaba era encantadora: a la vez que nos sentíamos humedecer por las nubes, podíamos ver otras enteramente bajo nosotros, deshaciéndose a los rayos del sol, que iluminaban alegremente los valles inferiores, mientras parecíamos nosotros envueltos en la oscuridad aparente de la noche. Hacia la hora de mediodía llegamos a Colovel(sic), once leguas más adelante, y a unas cuatro del término de nuestro viaje. Tanto nosotros como los caballos nos hallábamos fatigados, y por eso resolví pasar aquí el calor del día, y para ello me detuve ante la casa de mejor aspecto, o mejor dicho, cabaña. Los chilenos son siempre hospitalarios, y aún más con los extranjeros, y mi incorrecto español me proporcionó luego un mate[2], el mejor presente que pudiera ofrecer la dueña de casa. Al momento se comenzó a cuidar de los caballos y se me trajo un pollo asado. El amo de la casa sacó luego un cuchillo del cinturón de sus pantalones y me lo ofreció para que cortara con él.
He observado que todos los hombres del pueblo de Chile siempre cargan cuchillo: responde a todas las necesidades domésticas y es, generalmente hablando, su sola arma de ataque o de defensa. Dile a entender que debía limpiarlo, y en el acto se dirigió a un rincón de la habitación, donde estaba un cordero muerto, sin desollar, para refregarlo en él; y como viese que me parecía mal semejante método, enderezó a su caballo, que estaba sudado, junto a la puerta, y muy de propósito lo pasó dos o tres veces sobre las ancas. Cogílo entonces de sus manos y lo puse sobre la mesa, valiéndome de un cortaplumas que saqué de mi bolsillo. Siendo esta tarea un tanto embarazosa, la dueña de casa, que notó mis vacilaciones, se ofreció a despresarlo por mí. Con mi consentimiento, comenzando por colocar su mano izquierda sobre la pechuga y tomando sucesivamente una pierna o un ala entre los dedos de su mano derecha, lo despresó en un momento, haciéndome notar que unos buenos dedos superaban a todos los cuchillos y tenedores del reino, y que ella no usaba jamás de otros instrumentos. Considerando imposible lograr algo limpio, y hostigado por un apetito feroz, hube de rendirme a mi suerte y almorcé regaladamente. Pregunté entonces si había alguna cama, y señalóseme al punto otro cuarto del rancho, donde se veían dos catres, fabricados en el modo siguiente: en lugar de patas, tenían horcones enterrados en el suelo, con varillas verdes entretejidas. Recostéme y bien pronto hube de olvidar aquel miserable lecho (pues no tenía colchón, sábanas ni frazadas) por causa del profundo sueño en que casi al instante me sumergí. Despertéme más fatigado que descansado de tal siesta, y luego continuamos nuestra jornada, no sin que mis huesos todos protestasen enérgicamente contra los lechos de plumas de los chilenos. Arribamos a la ciudad en la noche, habiendo hecho un viaje de treinta y tres leguas, en el mismo caballo, en veinticuatro horas.
El camino entre Santiago y Valparaíso, teniendo en cuenta las altas montañas que atraviesa, es tan bueno si no mejor que las sendas vecinales de Estados Unidos; fue construido por un irlandés (O'Higgins), Presidente de Chile y después virrey del Perú; puede cruzarse en cuatro días por carretas bien cargadas; por cuya falta, en otro tiempo, cuanta mercadería llegaba al puerto de Valparaíso era conducida a lomo de mulas a la capital, modo de transporte sumamente costoso y molesto. Es una manifestación estupenda de su genio emprendedor y de su habilidad, y una gran fuente de riqueza para el país. Se me dijo que había gastado diez años en la empresa, y que la llevó a término contra la voluntad del pueblo cuyo mando le estaba confiado, y el que aseguraba que habría sido también capaz de emprender la construcción de una nueva torre de Babel.
La ciudad se halla pintorescamente situada en un extenso valle, noventa millas al poniente de la Cordillera, que divide esta provincia de la de Buenos Aires. Las calles corren norte sur y este oeste. Las casas son generalmente de un piso y fabricadas de adobes (construidas de esta manera para resistir a los temblores de tierra, que algunas veces se hacen sentir aquí), con un amplio primer patio, que les da un hermoso aspecto, y un delicioso jardincillo en otro interior, en el cual además de las flores más fragantes, crecen generalmente naranjos y limoneros y parras de uva moscatel de las mejores, etc. Merced ala dulzura del clima, sobre todo, y a la escasez y subido precio de los vidrios en el más cercano mercado, las ventanas carecen, de ordinario, de tan elegante adorno, que es reemplazado por rejas de hierro, lo que da a los edificios, por lo demás hermosos, un aspecto triste, que me hacía recordar a las cárceles de Estados Unidos. La ciudad se provee de agua del río Mapocho, que nace en las cordilleras y corre en toda estación del año por causa del derretimiento de las nieves de aquellas montañas; cruzan las calles acequias de unas dieciocho pulgadas de ancho, que sirven para los usos domésticos, para regar los jardines y mantener las calles frescas y limpias. La vista de la Cordillera desde Santiago "cubierta con nieves perpetuas" es por extremo majestuosa y concurre a inspirar a uno la noción de la sabiduría infinita del Creador, quien al colocar a alguna de sus hechuras en un clima quemado por el sol y donde no llueve por espacio de ocho o nueve meses en el año, las provee de estos altos cerros para conservar la nieve, y de un sol bastante fuerte para convertirla en agua, a medida de sus necesidades.
La recoba de Santiago merece mencionarse, tanto por su abundancia, como por su baratura. En ella diariamente se presenta la más excelente vianda y caza, y los días viernes, el pescado. Un cordero entero puede comprarse por unos treinta y siete y medio centavos; la carne de vaca, por dos centavos la libra; un par de patos gordos o pollos, por doce y medio centavos; y las verduras y frutas, en la misma proporción: la fruta es siempre más crecida que en nuestro país, y el melón moscatel, sobre todo, es exquisito.
El mercado ocupa un amplio espacio descubierto, como de unas quinientas yardas por costado. Hacia el norte está situado el Palacio, edificio realmente soberbio, de tres pisos con dos torrecillas; en el ala izquierda está la cárcel, y en la de la derecha el antiguo palacio, edificio bajo y de pobre aspecto, levantado en 1714, por Guzmán, el presidente que entonces gobernaba, y está ahora convertido en oficinas para los escribientes subalternos de la administración, departamentos para sirvientes, etc. En el lado del poniente, se halla la nueva catedral, toda de piedra, y ha de tener, una vez concluida, cerca de doscientos altares. Hace cincuenta años a que se empezó, y sospecho que se necesitarán de otros cincuenta para que esté acabada del todo, pues los sacerdotes están siempre pidiendo limosnas para terminarla, y no dudo que ya habrán colectado la suma suficiente para costearla cuatro veces. A la derecha del templo está el palacio obispal, edificio elegante y cómodo, con hermosas arcadas en su frente. Del lado del sur se halla el edificio municipal, hermosa construcción, con pilares que sostienen un balcón que se extiende por todo el largo de la plaza; en el piso bajo se encuentran los almacenes de géneros, y el interior del edificio lo ocupa la fonda: sitio inferior, en cuanto a limpieza y buena distribución, a nuestras posadas del campo; y del lado del oriente, se hallan las carnicerías. Esta amplia plaza la llenan los vendedores de verduras y comerciantes de toda especie, que llevan allí a vender sus efectos, y en su conjunto reviste un aspecto grotesco, no desemejante a una feria en Inglaterra: en el centro hay una maciza pila de bronce, pero sin arquitectura; y la plaza entera, despejada al intento, forma un campo de maniobras elegante, en el cual pudieran ser revistados diez mil hombres.
El templo de Santo Domingo es un hermoso edificio, de piedra de cantería, con dos torres. La Aduana, palacio del Cabildo y la Casa de Moneda, son también construcciones elegantes, y harían honor, cualquiera de ellas, a Filadelfia o Nueva York.
De usted, etc.
__________
[1]
La errata es manifiesta, y adviértase que vuelve a repetirse unas cuantas líneas más adelante, pues ya dijo el autor que había llegado a Valparaíso el veintiuno de ese mes. En ambos pasajes debe, pues, leerse octubre en vez de noviembre. (N. del T).   Volver
[2]
El mate es producto de una hierba aromática, peculiar, según entiendo, de la provincia del Paraguay, y se prepara de una manera análoga a nuestro té; se bebe muy caliente, o mejor dicho, se chupa con un tubo de unas cinco pulgadas de largo, del grosor de un cañón de pluma, y un solo tubo sirve para una familia entera, tomando alternativamente una chupada y pasando así de mano en mano. Es una bebida de un gusto superior al del mejor té imperial (N. del A).Volver


Segunda Carta.
Disturbios en la provincia de Concepción.
Motín del primero de abril de 1811.

Santiago de Chile, primero de mayo de 1812
Querido Amigo:
El gobierno de Chile se halla al presente desempeñado por una Junta de tres individuos, y es legislativa y ejecutiva.
Antes de mi arribo, el mando estaba todo entero a cargo de don José Miguel Carrera, con el título de presidente. A tal puesto ascendió por obra de la fuerza. El gobierno anterior a él lo desempeñaba un Congreso, compuesto por diputados de todas las provincias del reino, que cada catorce días elegía un presidente de entre sus propios miembros, que desempeñaba el poder ejecutivo durante su turno. Don José Miguel Carrera y don Juan José Carrera eran comandantes de sendos regimientos cuando tenía a su cargo el gobierno ese Congreso, e idearon el atrevido proyecto de ponerse a la cabeza del país por medio de una contrarrevolución. Ambos poseían el don de congraciarse con sus soldados, y en la noche del 31 de marzo de 1811, con el concurso de unos pocos de sus partidarios, se apoderaron de cuantas armas había en la ciudad (que eran casi todas las que existían en el país), y a la cabeza de sus tropas, a la mañana siguiente declararon disuelto el Congreso y a don José Miguel Carrera jefe supremo del Estado, con el título de presidente.
Todo se verificó con pérdida de una sola vida, la de un sargento, que se sospecha había sido sobornado para matar a Juan José Carrera, lo que ocurrió del modo siguiente la guardia de palacio fue relevada en los momentos en que se daba lectura a la proclama en la que se declaraba elegido presidente a José Miguel Carrera, y al pasar el sargento hizo detener el pelotón. Notó Juan José Carrera que estaba cargando muy de propósito el fusil, y se dirigió inmediatamente hacia él, a tiempo que le apuntaban con el arma. Con Un revés de su espada, Carrera le hizo arrojar el fusil, y antes de que el sargento pudiese recogerlo, le disparó un pistoletazo que le atravesó el corazón.
Así se realizó la revolución, que ha sido fuente de benéficos resultados para el país.
Los Carrera, aunque usurpadores, no eran unos déspotas. El poder que habían obtenido por la fuerza, procuraron retenerlo conquistándose el afecto del pueblo, y con tal objetivo en mira, el dieciocho de setiembre organizaron la actual Junta, formada por tres individuos, uno de ellos José Miguel como presidente, que llamó a participar con él la honra y el poder, a don Nicolás de la Cerda y a don Santiago Portales, para que cada uno, a su turno, asumiese la presidencia durante cuatro meses. El primero, patriota convencido y de carácter bondadoso, hombre de ilimitadas riquezas, amado por gran número de sus arrendatarios y empleados, modesto, sencillo y por extremo hospitalario, poseía todas las virtudes de un hombre tranquilo, pero su genio se avenía mal con el bélico son del clarín revolucionario. Su alma honrada hubo de retraerse ante la pesada responsabilidad de regir los destinos de su país y con gran contentamiento suyo resignó el poder que se le había conferido, y que exigía una suma considerable de acción y de pensamiento superior a la que su alma o sus fuerzas habían estado acostumbradas a soportar.
El otro, don Santiago Portales, hombre de fortuna y de influencia, que durante muchos años había sido director de la Casa de Moneda en tiempo de la dominación española, y consagrándose con decisión a su empleo, ahora, cuando contaba setenta de edad, abrazaba unos principios que antes había cordialmente despreciado, y con ese prurito de sobresalir, tan propio de los viejos, retuvo su cargo a expensas de sus principios. Pero su designación para formar parte de la Junta fue un golpe maestro de la política de los Carrera; atrajo a su partido numerosos indecisos, que antes, de miedo, habían dejado de ser realistas, aunque sin convertirse en patriotas, y sus escrúpulos de conciencia, acallados entonces por el ejemplo de hombre tan caracterizado, se trocaron inmediatamente en calurosos sostenedores de los derechos de su patria. Portales mismo, hombre ya añoso, amante en extremo de la lisonja, en lugar de gobernar, se convirtió en esclavo de los demás, y cayó en el ridículo por la abyecta sumisión que tributaba a sus superiores de la Junta y su aire y continente despreciativo para todos los que rodaban en una esfera inferior a la suya. ¡Anciano infatuado! Al paso que mero instrumento de los otros, su ánimo estrecho se forjaba ideas de grandeza superiores a las de un monarca, a tal punto, que el emperador Napoleón no es tan grande hombre en su concepto como él se considera a sí mismo.
Con ocasión de la renuncia de Cerda, fue nombrado en su lugar, don Pedro José de Prado, otro viejo, absolutamente inadecuado por su edad y por su falta de inteligencia para un empleo cualquiera; y aunque nunca pudiera descubrirse que hubiera alguna vez prestado cualquier servicio que le constituyera digno de la actual distinción, podría aseverarse, en cambio, que jamás había hecho mal a nadie.
Fácilmente podrá usted persuadirse, después de la pintura que he hecho de los caracteres de Portales y Prado, que Carrera ejercía sólo el mando supremo, lo que de hecho acontece, pues cualquiera cosa que proponga, no encuentra oposición alguna de parte de sus colegas.
El primer acto del nuevo Gobierno fue formar un cuerpo de guardias nacionales, cuyo mando recayó en José Miguel, a la vez que Juan José Carrera fue ascendido a general, recibiendo el mando de la infantería, y su hermano don Luis nombrado para mandar la artillería.
Con la totalidad de las fuerzas del reino bajo su dirección, Carrera se abstuvo de violencias contra los derechos del pueblo y con toda conciencia se empeñó en dictar leyes y medidas que tendiesen a consultar los intereses permanentes del país. Se había educado para la carrera militar. Recibió en la Península una educación liberal, y al servicio de España había alcanzado el grado de mayor en los comienzos de la invasión de Bonaparte; pero manifestando ideas demasiado avanzadas en concepto de algunos de sus jefes, se le consideró como hombre peligroso y fue vigilado con aquel celo tan propio del carácter español. Pronto abandonó el servicio y regresó al país de su nacimiento, donde se ofrecía un campo más amplio a sus ambiciosas miras.
Aunque a Juan José le cupo la parte más conspicua en la revolución que elevó a su familia a su actual grandeza, se excusó de tomar para sí el puesto principal, en virtud del convencimiento que abrigaba, y que le honra, de que su hermano era más capaz que él para desempeñar el mando supremo; pero, procediendo con juicio, retuvo para sí el comando del batallón de granaderos, por ese entonces el mejor del ejército chileno y cuya completa adhesión hacia él conocía.
Su hermano menor, don Luis, tuvo el mando de la artillería, y con todas estas fuerzas bajo sus órdenes y con soldados profundamente afectos a sus jefes, como ya lo observé, no atentaron en modo alguno contra los derechos del pueblo, excepto aquellos actos, que luego referiré, que en tal sentido pueden achacárseles; mas, como no me guía sentimiento alguno en favor o en contra de uno u otro partido, me limitaré a enumerar ciertos actos del gobierno supremo que he podido notar personalmente, añadiendo sólo aquellas consideraciones que sirvan para hacer comprensibles las causas de semejante proceder.
Nuestro cónsul general, el coronel J. R. Poinsett, fue recibido el veinticuatro de febrero último de la manera más pública y solemne. Habiéndose reunido la Junta en la sala de sus sesiones, acompañada del Cabildo de la capital y gran número de militares y ciudadanos distinguidos, fue el cónsul introducido a su presencia, en cuyo acto el Presidente se dirigió a él en los siguientes términos:
Chile, señor cónsul, por su Gobierno y sus Corporaciones, reconoce en V. S. el Cónsul General de los Estados Unidos de Norteamérica. Esta potencia se lleva todas nuestras atenciones y nuestra adhesión. Puede V. S. protestarla seguramente de nuestros sinceros sentimientos. Su comercio será atendido, y no saldrán de nosotros sin efecto las representaciones de V. S. que se dirijan a su prosperidad. Este es el sentimiento universal de este pueblo, por quien he hablado a V. S.
A lo que el Cónsul contestó lo que sigue
El Gobierno de los Estados Unidos me encargó esta comisión cerca del Excelentísimo Gobierno de Chile, para dar una prueba nada equívoca de su amistad y deseos de establecer con este Reino unas relaciones comerciales recíprocamente ventajosas.Los Americanos del Norte miran generalmente con sumo interés los sucesos de estos países y desean con ardor la prosperidad y felicidad de sus hermanos del Sur. Haré presente al Gobierno de los Estados Unidos los sentimientos amigables de V. E. Y me felicito de haber sido el primero que tuvo el encargo honorífico de establecer relaciones entre dos naciones generosas, que deben mirarse como amigas y aliadas naturales.
En el curso del mes de febrero se recibieron varios informes acerca de la defección del pueblo de la provincia de Concepción, que se negaba a admitir el nuevo orden de cosas, mientras uno de sus caudillos, don Juan de la Roxa (Martínez de Rozas) no fuese investido con la presidencia. Se les hizo propuestas de carácter conciliatorio, como fueron, un asiento en la Junta para su caudillo, empleos, honores y ventajas para sus hombres más conspicuos, etc. Pero habían adquirido ya considerable influencia, con motivo de haberse plegado a su causa toda la oficialidad del batallón de infantería de guarnición allí, y un considerable destacamento de indios, con los cuales amenazaban marchar a Santiago y colocar a su jefe, de cualquier modo, a la cabeza de los negocios públicos.
La Junta se hallaba por entonces sumamente atareada; todas las tropas de línea estaba armadas y vestidas de la mejor manera que se pudo; se acopiaron pertrechos de guerra se hizo cuanto preparativo se creyó conveniente para entrar en campaña.
El cuatro de marzo el Gobierno expidió el siguiente Manifiesto
Después que el Gobierno, íntimamente convencido de los funestos resultados de la guerra civil, ha empeñado la prudencia misma para cortar las infundadas diferencias que ha querido sostener con una arrogancia insultante la Provincia de Concepción; cuando las comunicaciones oficiales de aquel Gobierno se cubren de un aspecto de composición y que, transigidos los respectivos intereses, produzca la unión todo su efecto, lo ha sorprendido el más arrojado papel del comandante y oficiales del batallón de aquella plaza, con que se atreven a la Primera Autoridad del reino, hasta desparramarlos sediciosamente en los partidos de Santiago; no puede haberse dado sin anuencia de aquel Gobierno, ni autorizar este tan temerario arrojo, sin decidir sus miras hostiles. Este convencimiento nos ha arrancado la determinación de cubrir de un modo respetable la raya, a cuyo solo efecto marchan las legiones de la patria. Es desgraciado el ensayo, por ser con nuestros hermanos, pero es necesario para evitar una anarquía desoladora. Entienda aquella Provincia, que no es Contra los principios liberales sostener a todo trance la unidad, que han quebrado de su parte los genios desnaturalizados, que no podrán salvarla en el apuro, y conozca el Reino entero, que sostenido de un Gobierno enérgico, no será en adelante el juguete de los caprichos extravagantes, de las miras ambiciosas y del disfrazado egoísmo.
José Miguel Carrera.
José Santiago Portales.
Agustín Vial, Secretario
[1]
A efecto de facilitar la movilización de las tropas, se tomaron varias medidas, que sólo podía justificar el estado en que se hallaban las cosas. Carretas, caballos, bueyes y mulas fueron requisados a su entrada al mercado (cargados con artículos de comercio) y conducidos a los diversos cuarteles para el uso del ejército, sin que se diese siquiera recibo a los dueños. Se encargó de esta faena a individuos que no tenían carácter público, habiendo cometido con frecuencia las más graves extorsiones, pues, además de los animales, se apropiaron de las frutas y legumbres que cargaban.
Estas medidas afectaron especialmente a las clases más indigentes del pueblo, pero tal había sido el rigor con que siempre se les había tratado, que llevaron las cosas con buen ánimo, como algo que era corriente.
Otra medida del Gobierno, en mi opinión mucho más justificable, causó un general disgusto en el ánimo del pueblo.
El Convento de San Miguel y el de Santo Domingo, que cada uno contaba con veinticinco o treinta frailes, y sus claustros eran lo bastante espaciosos para alojar mil hombres cada uno, fueron tomados para uso del Gobierno, mientras se edificaban los cuarteles necesarios. Ambas comunidades poseían, además, sendas hermosas heredades, a donde pudieran retirarse para continuar en ellas sus prácticas devotas y su holgazanería, como pudieran en la ciudad.
Este acto fue estimado como el crimen más aborrecible, y los sacerdotes y realistas no trepidaron en afirmar que algún castigo del cielo habría de sobrevenir sobre los perpetradores de tan gran sacrilegio, y aun se admiraban de como no había ocurrido ya algún terremoto que sepultara el Palacio y la Junta con todos sus secuaces.
A eso de las cuatro de la tarde del nueve de marzo, un cuerpo de novecientos soldados de línea (granaderos), doscientos jinetes y trescientos o cuatrocientos milicianos salieron de la capital en dirección a Concepción, bajo el mando del brigadier don Juan José Carrera.
Se reunió para presenciar la partida, una muchedumbre inmensa, a la cual dirigió el General una proclama muy elocuente, para explicar la causa de la guerra, etc. No me hallé lo bastante cerca para oírla entera, pero concluía, más o menos, en los términos siguientes:
Mientras yo vuelvo a presentaros el laurel de la victoria, velad vosotros sobre la infame multitud de maquiavelistas que os rodean. No consiga el efecto de sus planes horrendos la maquinación catilinaria que queda dentro de vuestras mismas paredes. Los riesgos crecen cuando es indispensable que el Batallón de Granaderos avance en la centinela de vuestra seguridad...Me voy, amados compatriotas... Y si queréis un preciso buen resultado, no olvidéis en vuestras preces las legiones de vuestra defensa... que habéis encargado a vuestro soldado.
Juan José Carrera[2].
El Gobierno está actualmente empeñado en abolir leyes añejas y perjudiciales y en elaborar otras nuevas. Ha abolido el sistema antiguo de la policía, que autorizaba a sus funcionarios para apresar las gentes e incautarse de documentos conforme a su propio criterio, sin ser responsables por cualesquiera yerros que cometiesen, reemplazándolo por un nuevo reglamento, que consta de diecisiete artículos, que faculta al inspector general para oír las quejas de sus subalternos, y exigir el testimonio jurado de una o más personas respetables antes de que un ciudadano pueda ser arrestado. Releva también a los extranjeros de muchos trámites vejatorios, como, por ejemplo, la obligación de presentarse en ciertos tiempos a los oficiales de policía y la de sacar pasaportes para trasladarse de un pueblo a otro, para lo cual tenían que pagar derechos muy fuertes. Contiene también una disposición relativa al barrido, aseo y riego de las calles en ciertos días determinados, bajo multas muy severas, y los contraventores a estas disposiciones, que son multados, si se descuidan en el pago o se niegan a enterar la multa, son condenados a servir en el ejército por tiempo de uno a cinco años. Esta es una disposición muy sabia y harto más beneficiosa al estado que permitir que los infractores se pudran en las cárceles donde jamás podrán ser de utilidad alguna para ellos ni la sociedad.
La condición de los indios ha sido también materia de la preocupación del Gobierno, habiendo quedado considerablemente mejorada.
Bajo la dominación del Rey, los indios domesticados, que vivían en las tierras de los blancos, se hallaban en un absoluto estado de vasallaje. Es verdad que no podían ser vendidos, pero se les impedía abandonar sus viviendas sin el consentimiento del propietario y estaban obligados a servirle en cualquier tiempo que para ello fuesen requeridos, recibiendo el salario que se le antojaba pagarles.
Están actualmente declarados por hombres libres, poseen los mismos derechos y se hallan autorizados para ser propietarios de las tierras y poder disfrutar de todos los derechos y prerrogativas de los ciudadanos.
Hay en esta ciudad un batallón de milicias disciplinadas, formado por los descendientes de los indios y blancos (mestizos), que gozan del privilegio de elegir a sus oficiales de entre ellos mismos: su devoción al Gobierno es, en consecuencia, sumamente sólida.
Comunicaciones del cuartel militar anuncian que se hallan acampados en la ciudad de Talca, equidistante de esta de Santiago y de Concepción, y se cree que las diferencias suscitadas podrán allanarse sin efusión de sangre.
Con todo, el reclutamiento y el equipo continúan con la posible actividad, y José Miguel Carrera, habiendo expirado su turno presidencial, se ha dirigido a Talca como delegado de la Junta para arreglar amistosamente las cosas.
Se hacen preparativos para la adopción de una constitución política, que será, muy probablemente, bastante semejante a la de los Estados Unidos, en vista de que el Gobierno ha ordenado sea traducida, así como también la de cada Estado en particular.
De usted, etc.

Tercera Carta
Término de los Disturbios de Concepción.
Traducción de algunos documentos referentes a ellos.
Actual estado de la provincia de Valdivia, según comunicaciones oficiales.
Grandiosa celebración del aniversario del establecimiento de la junta.

Santiago de Chile, 3 de octubre de 1812
Querido amigo:
Hacia los comienzos del mes de mayo último, estuvimos aquí en mucha ansiedad, con motivo de algunas desavenencias ocurridas entre los militares y la Junta, y hasta entre los miembros de ella misma.
Carrera era de opinión de zanjar todas las diferencias con Concepción de la manera más amigable, y los dos restantes miembros de la Junta, de valerse de la espada, en vez de negociaciones. Estos se negaron a enviar provisiones al ejército, a menos que se iniciasen las operaciones y anunciaron a Carrera que no tenían confianza en las tropas; pero antes que esto llegase a su noticia, había celebrado un armisticio, y ambos ejércitos se retiraron a sus cuarteles de invierno.
Los realistas, que son respetables por su número, se valieron de todo género de intrigas para fomentar la discordia y envenenaron el ánimo del pueblo, bien intencionado aunque ignorante; y en su descontento, los patriotas, que se veían burlados en sus aspiraciones, deseaban anular las medidas del Gobierno, de modo que sus miembros se desprestigiasen en concepto del pueblo, en la expectativa de lograr sus ambiciones personales.
Traduciré a usted algunas de las comunicaciones oficiales sobre esta materia.
Oficio del señor don José Miguel Carrera, Coronel de los R.R. ejércitos, Vocal de la Junta Provisional de Gobierno, y su plenipotenciario en el cantón del Maule.
Excelentísimo señor:
Por mis cartas del estado de nuestras negociaciones en la reconciliación de nuestros pretendidos enemigos de Concepción, se cerciorará V.E. que se acerca el momento de poner punto a la discordia y de decidirnos. Si sucede con las intenciones de V.E., que imito, pondremos en la historia del mundo el día mayor de la felicidad chilena. La aurora de nuestros bienes es más clara y de mejor presagio que los dieciocho de setiembre y primero de abril. Los pueblos sólo son felices cuando tienen unión y uniformidad social. Nunca como ahora habíamos disentido los hermanos hijos de Chile, y nunca habían salido las tropas del reino a una campaña horrorosa, en que la victoria nos derrota, y en que nuestra incolumidad y defensa nos anega en nuestra misma sangre. Si nos armamos, y la espada corta nuestras diferencias, el mal queda en nuestra casa, en nuestra familia y en nuestras personas, cual sea el resultado de la contienda: terrible condición de la guerra intestina y disensiones domésticas. ¿Cuántos serían mis recelos y cuidados por cumplir exactamente en mi comisión con la naturaleza, con la humanidad, con la patria y con V.E., a quienes venero y soy responsable de los medios y del suceso? Por más que nuestros enemigos comunes deseen ensangrentarnos y perpetuar la discordia, todo ha mejorado de aspecto y promete un fin favorable.En el instante que piso las riberas del Maule, escribo al otro lado con la expresión halagüeña de mis ideas pacíficas; se me contesta; y conozco que el río, lejos de rayar la inmediación de dos enemigos, sólo sirve de impedir que nos oigamos mutuamente para acordarnos. En los primeros pasos de nuestra empresa se retiran las dos tropas a sus cuarteles, haciendo salva a la unión, que esperamos fundadamente, y queda el campo libre a la razón, para que discuta de la justicia de la causa y haga sola la conclusión de nuestros movimientos. No pueden haber hechos que convenzan más el deseo que tienen las provincias de deferirse sin armas; y cuando por este principio debían los enemigos de la unión y partidarios de la tiranía y de la muerte sofocar sus intenciones y cesar en sus invectivas, siguen meditando y no paran de sembrar cizaña. Como era imposible conseguir una desconfianza en el ejército de este cantón, que sólo se movió y obra por las órdenes de V.E., sé toman las tropas de la capital por blanco de la intriga, y se intenta hacer creer que en la marcha más precisa han protestado no pasar de la Angostura, más que parezcan sus hermanos, y más que suceda la ruina del reino; siendo todo tan al contrario, que ellas se disponen a penetrar la plaza más fuerte, si allí existen los enemigos de la causa común y del Gobierno. Acabo de ver sus votos en el papel que acompaño a V.E. en copia, dejando en mí el original para prueba de mi reconocimiento y para hacer constar en la distancia la certeza de un hecho, que ahí califican los mismos subscribientes con su inmediación a V.E.[1]. Es conocido el fin de esta terrible invención y las miras de su autor: hasta aquí se difundió la noticia, y aunque no la creí, ni puede creerla V.E., estando todos bien persuadidos de la resolución y subordinación de nuestros militares, envío los documentos efectivos de un desengaño, para que publicándose en la gaceta con este oficio, si V.E. lo decide, los brazos defensores de la patria tengan la satisfacción de haber puesto su opinión a cubierto de presunciones, que por más injustas suelen influir en los ánimos sin crítica. O se intentó hacer dudar a V.E. del buen resultado de mi comisión, o desconfiar a mí de poderme sostener en un procedimiento caracterizado y conforme al decoro que se merece la gran causa de mi cargo. V.E. está sobre las trabas con que se engañan y sorprenden las armas pequeñas, y yo aseguro por mi honor y por mi espada, que primero consentiré me falte la última gota de sangre, que retroceder un punto del plan de mi obra, de la voluntad general y de las instrucciones de V.E. No habría admitido la comisión que me honra, si no tuviese resolución bastante y consistencia para preferirla a mi vida, aun en el caso imposible de hallarme solo, sin auxilio y sin la menor esperanza de buen éxito. Repose V. E. y haga descansar los pueblos de su atención en la justa confianza de la respetable fuerza que los sostiene. La bayoneta no se cala sino por su seguridad y por su orden; y la vaina, que se rasgará a la menor insinuación de necesidad, sola embota la espada, mientras la razón y la justicia desmonten los cañones.
Dios guarde a V. E. muchos años.
Talca, 11 de mayo de 1812.A la Excelentísima Junta Gubernativa del Reino[2].Excelentísimo señor José Miguel de CarreraManuel Javier Rodríguez, Secretario.
Por hallarse el tesoro nacional casi exhausto, dispuso el Gobierno levantar por suscripción un empréstito en la capital y en las provincias para sufragar los gastos de la guerra. Más de un millón de pesos se han recibido en las arcas públicas en menos de una semana, de los habitantes de la capital solamente, y algunos se han suscrito para vestir y pagar cierto número de soldados mientras sea necesario mantener un ejército en armas. Hay, sobre todas, una donación que merece recordarse. Don José Santos Fernández se presentó con trece de sus sirvientes, bien armados y se ofreció con ellos sin estipendio alguno por todo el tiempo que el Gobierno lo creyese conveniente, y pagar y vestir a sus expensas este pequeño destacamento; además, ofrendó doce carneros gordos y veinticinco pesos en dinero. El Gobierno aceptó el ganado y el dinero, y prometió hacer otro tanto con lo restante en una época próxima, si las circunstancias lo aconsejaran como absolutamente necesario.
El primero de junio las tropas regresaron de Talca. Su entrada a la ciudad constituyó un espectáculo grandioso para el pueblo, que la celebró con locas manifestaciones de alegría. Las tropas que había en la ciudad salieron a recibirlas como a una milla afuera, formando calle para que pasasen, lo que verificaron entre salvas de cañón. Se mostraban llenas de entusiasmo, aunque habían tenido que sufrir bastante por la falta de tiendas de campaña y demás menesteres. Se encendieron luminarias en la ciudad durante dos noches consecutivas, a la vez que hubo música y fuegos artificiales en la plaza del mercado.
Daré a usted ahora algunos detalles relativos a la revuelta que hubo en Valdivia.

Consejo de Guerra del Batallón de Valdivia.
Reunidos en el Cuarto de Banderas de la guardia general de prevención de esta plaza de Valdivia, a dieciséis de marzo de mil ochocientos doce, el Coronel graduado de infantería don Ventura Carvallo y doce oficiales del cuerpo[3], formaron consejo de guerra, conforme a las Reales Ordenanzas, en el que acordaron unánimemente, siendo presidido por el referido señor Coronel don Ventura Carvallo:Por cuanto el primer objeto de este consejo de guerra es extinguir y acabar la Junta que se instaló en esta plaza en primero de noviembre último, en consideración a que no hubo orden de la capital de Santiago para crearla; que la formación fue el resultado de los gritos de treinta o cuarenta muchachos, advertidos por la felonía y engaño para que la aclamaran, y también a los sujetos que la habían de componer; que el reconocimiento en esta plaza se hizo llamando uno por uno a los oficiales e individuos de respeto, diciéndoles que reconociesen la Junta formada por todos los demás señores, a cuyo fin se valieron de ir llamando los primeros a sus adictos, con cuyo motivo, cada uno que entraba creía que la Junta era en unánime consentimiento de todos los presentes, del pueblo y batallón, entre cuya tropa habían hecho creer que el ex Gobernador don Alejandro Eagar tenía ya embarcado para llevarse el fondo de masita, en el que a cada soldado le correspondían diez pesos, y a cuarenta soldados artilleros, que inmediatamente les devolverían los descuentos de gran masa, lo que en efecto ordenó dicha Junta; que ésta, sabiendo que la Provincia de Concepción, de cuya Junta era individua, y en cuya ciudad existía el Doctor don Juan Martínez de Rozas, estaba en insurrección contra la capital de Santiago, publicó aquí un bando dirigido a declarar por Presidente del Reino al mencionado Doctor, de lo que resultaba hallarse esta plaza unida a la de Concepción, y separada de la capital, por más que para apaciguar los clamores del pueblo y oficialidad, dijeren que éste no era el objeto, el cual está comprobado con no haber remitido en el correo de enero los documentos del batallón y demás ramos de la plaza, ni haber dado parte alguno de la situación de ésta por el último barco que salió de aquí para el puerto de Valparaíso, comprometiendo de esta suerte el honor y existencia de esta ciudad, que, la Junta de ella, conociendo el descontento casi general de la oficialidad, que no podía sufrir el dolor de ver que la citada Junta, tan sumamente incaracterizada, tuviese a su arbitrio el mando de esta plaza de armas, hasta llegar a querer disponer de ella, para lo que mantenía siempre dispersos a los oficiales, y armadas las milicias, sin conocimiento, ni del Sargento Mayor de la Plaza, ni del Comandante de Artillería; de forma que no les dejaba arbitrio, ni margen para poder reunirse, ni obrar como en el presente caso; que no se sujetaba a las órdenes y demás providencias de la Capital, valiéndose de los casos de justicia para aumentar adictos a sus ideas; que el Capitán don Julián Pinuer presentó una carta original, en que ofrecía a Concepción las bombas y mortero de este puerto[4]...; que ostentaban una autoridad tan desmedida, que oprimía los ánimos de todos; que en la provisión de empleos y comisiones que ha dado dicha Junta, no ha obrado en justicia; y que, por último, en consideración a los graves cargos que en general se le hacen, este Consejo de Guerra decreta por ahora y hasta la superior determinación, lo siguiente:
Primero: Hace por extinguida y acabada desde este momento la referida Junta creada en primero de noviembre último.Segundo: Se declara por Gobierno interino de esta plaza y su jurisdicción, con todo el lleno de sus funciones, al citado señor Coronel graduado don Ventura Carvallo, presidente que era de la extinguida Junta.Tercero: Por cuanto es probado ser el presbítero don Pedro José Eleyzegui (a quien se escribió la carta copiada), uno de los principales agentes para perturbar el buen orden y paz interior de esta plaza, y que ínter exista en ella, no podrá conciliarse la tranquilidad pública, causando siempre pleitos y fulminando disturbios entre los mismos vecinos y parientes, buscando comunicaciones aun entre los labradores del campo para extender el tema de su seducción y oprimir con este auxilio, a más silencio, a los vecinos del pueblo, a quienes representaba armado y patrullando de noche, para hacerse terrible, y aunque conseguía este efecto, siempre escandalizaba, destruyendo el respeto a sus órdenes, en lo que conocen lo opuesto de estas operaciones a su carácter; salga de esta plaza en el término de seis horas para la ciudad de Concepción (con) la escolta correspondiente, hasta dejarlo fuera de la jurisdicción, noticiando esta providencia al ilustrísimo señor Obispo, suplicándole se sirva sostenerla y aprobarla.Cuarto: Por cuanto, habiendo la extinguida Junta removido de empleos honoríficos y rentados a varias personas que los habían desempeñado con honor y provecho de los intereses del país y nombrado otras en su reemplazo, sin otro mérito que el de ser adictas a sus ideas, decretamos también que todas aquellas que han sido separadas de sus cargos desde el primero de noviembre último; sean inmediatamente repuestas en ellos.Quinto: Por cuanto es conveniente imponer por menor de todo lo ocurrido y practicado para la extinción de la Junta al Excelentísimo Señor Presidente del Reino, hágase una relación individual y acompáñese a este documento.
Ventura Carvallo (Siguen las demás firmas).
Manifiesto individual de la forma con que el Consejo de Guerra del Batallón de Valdivia extinguió la Junta que con título de Gubernativa fue creada en primero de noviembre último.
Teniendo la referida Junta dispersa la oficialidad y la tropa, armadas las milicias de su adhesión, y aun algunos de los oficiales, cadetes, sargentos y soldados del batallón por sus aliados, que cada uno de ellos era un argos que observaba el menor movimiento de los opuestos a dicha Junta, tenían tomada la acción a los oficiales y demás vecinos, de forma que no podían combinar sus disposiciones para verificar la extinción que tanto se deseaba, hasta que el capitán don Julián Pinuer, valido de la convalecencia de una enfermedad, pudo existir en la plaza, y unido con el sargento mayor interino, ayudante mayor don Lucas de Molina, se resolvieron a echarse sobre las guardias, cuarteles, parque de artillería y pólvora; combinándose con el ministro interino de Real Hacienda de esta plaza don Juan Gallardo Navarro, y los subtenientes don Antonio Adriasola y don Juan de Dios González; y estando todo dispuesto, el referido don Julián Pinuer y don Lucas de Molina, que fueron los autores, trataron con el comandante de artillería capitán don José Berganza, comandante del puerto, donde existe, que la seña de dos o tres cañonazos al aclarar el día, sería aviso de haber dado el asalto esa noche, ofreciendo el referido capitán de artillería que, en el momento que oyese los tiros, se pondría en marcha a la plaza.Unidos, pues, y armados los cinco oficiales referidos, y estando de comandante de la guardia el citado subteniente González, que les ayudó y franqueó, se hicieron dueños de la plaza y sus principales puntos, a las dos de la mañana de la noche del dieciséis del corriente, en cuya hora dieron aviso a los demás oficiales que abajo firman, que, sin perder un instante, ocurrieron al cuarto de banderas, en donde ya tenían tomado el mando el referido capitán Pinuer y sargento mayor interino don Lucas de Molina; y formando el Consejo de guerra, que presidió el capitán don José Ulloa como más antiguo, determinaron que en el momento se les pusiese guardia a los vocales de la Junta para privarles de salir de su casa, siendo la más doble al presbítero don Pedro José Eleyzegui, como cabeza de sus partidarios, quien, dentro de seis horas, marchó para Concepción. Del mismo modo se le impuso arresto en su casa al capitán de la segunda compañía, don Gregorio Enríquez, que, como principal autor y agente de la instalación de dicha Junta, se desvelaba en proteger su existencia, declarándose enemigo de los oficiales opuestos a su desleal idea. Bajo el mismo orden, se tuvo a conveniente impedir desde aquella hora que el alcalde ordinario don José Lopetegui y el alguacil mayor don Santiago Vera, como adictos y protectores de dicha Junta e íntimos del citado presbítero Eleyzegui, no pudieron salir de sus casas hasta segunda orden. Asimismo se privó que pudiera salir de su casa, hasta otra providencia, el presbítero don Laureano Díaz, como eficaz partidario de los juntistas procediéndose a todo lo anexo a la mayor seguridad.Llegada que fue la luz del día, se formó la tropa en la plaza y se mandó tocar generala, e inmediatamente se hizo la seña convenida de los cañonazos, sacándoselas Reales banderas, todo con arreglo a las Reales Ordenanzas; en cuya respetable posición no se atrevieron los partidarios de la Junta a respirar. A poco rato, concurrió mucha parte del pueblo, y a su presencia se ratificó el batallón en el juramento a las Reales Banderas, a que acompañó el pueblo, lleno de alegría, a gritar: ¡Viva el rey Fernando Séptimo; Viva la Suprema Regencia Española Viva el excelentísimo señor Presidente de la Capital, don José Miguel Carrera; y mueran los desleales! En el mismo acto se publicó al batallón y al pueblo la extinción de la Junta; declarando por gobernador interino de esta plaza y su jurisdicción al señor coronel graduado de infantería don Ventura Carvallo, a quien, por su mayor graduación y antigüedad, le corresponde, según lo mandado por S. M. y última orden de la Capital.A las ocho de la mañana compareció al cuarto de banderas el referido coronel, a quien se le había dado noticia de todo a las cuatro de la mañana; y volviendo a juntarse el Consejo de Guerra, que ya presidió él mismo, se reiteró todo lo referido; decretándose sobre los demás artículos anexos al proceder de la extinguida Junta.Los oficiales tuvieron a bien mantenerse en el cuarto de banderas, hasta ver cumplido todo lo mandado.Inmediatamente se dio providencia a recoger las armas dadas por la Junta a las milicias. En esta hora se presentó don José Berganza, que emprendió su viaje en la misma que oyó los tiros de cañón, acompañado del capitán de infantería don Dionisio Martínez y el subteniente don Manuel Lorca, y reforzando nuestra tropa, se unieron al Consejo de Guerra, el que ha tenido motivos para no disolverse hasta hoy veinte, y según varias novedades, aunque leves, no se disolverá hasta no dejar al pueblo en su debida tranquilidad, a cuyo efecto se publicó el correspondiente bando.
(Firmado por Ventura Carvallo y otros doce oficiales[5]).
Del Consejo de Guerra del Batallón Valdivia a don José Miguel Carrera, presidente de Chile.
Excelentísimo señor:
Por el acta del Consejo de Guerra y relación que acompañamos, se impondrá V.E. de lo sucedido en esta plaza y de los motivos que nos estimularon. Ha sido un hecho que hemos creído absolutamente necesario para vindicar nuestro honor. Resta, pues, Excelentísimo señor, se sirva V.E. aprobarlo, seguro de que en esta confianza hemos obrado.Luego que la provincia de Concepción tuvo la osadía de armarse contra esa Capital, recelamos no nos llegarían las órdenes de V.E., o por lo menos aquellas que pudieran imponernos de su voluntad. Que el Gobierno de Concepción querría hacer creer que esta plaza era de su desleal partido; y aunque en esta tesorería no alcanzan a siete mil pesos lo que tenemos nos hemos resuelto a entregarnos a los mayores trabajos y escaseces, antes de ser de otros que de nuestra capital de Santiago, donde tenemos la fortuna mande V.E.Esté, pues, V.E. persuadido que esta plaza y todos los que componemos este Consejo de Guerra esperamos con ansias sus órdenes. Sería esto excusado, si no tuviéramos fundados motivos para inferir que el Gobierno de Concepción ha de interpretar a otros principios nuestro hecho.Baste lo dicho que V.E. conozca nuestro objeto. Nos conceptuamos aislados y con la comunicación cortada con el resto de nuestro ejército que está a las órdenes de V.E. En esta situación esperamos que V.E. dará las órdenes convenientes a fin de que a toda costa se nos remita el situado, porque de lo contrario, sin duda pereceremos. Pereceremos, Excelentísimo señor, pero será por no separarnos de nuestra capital, ni de V.E., lo que hemos hecho punto de honor; por lo mismo, nada tenemos que decir a V.E., pues lo esperamos todo de sus conocimientos militares...
Dios guarde a V.E. muchos años.(Firmado por Ventura Carvallo y otros doce oficiales)Valdivia, 22 de marzo de 1812[6]
Copia de carta escrita por don José Miguel Carrera a los oficiales del batallón y pueblo de Valdivia, en respuesta a la precedente.
El comunicado oficial en que se contienen vuestras luchas y convulsiones políticas se ha recibido en este campamento. A la resolución y bravura de los oficiales y de algunos ciudadanos, con tanta energía manifestadas en la noche del 16 de marzo último, se debe la caída de la tiranía y el restablecimiento de la tranquilidad pública, unión y paz. Hállome ahora aquí en esta plaza con un cuerpo del ejército, con plenos poderes del Gobierno para solucionar las dificultades con Concepción. No estaré un solo momento inactivo hasta que la tranquilidad y paz públicas y la seguridad de todo el reino de Chile no sean restablecidas por completo; hasta que oigamos de todos los rincones del reino la voz de la razón, y veamos el poderoso brazo de la justicia levantando contra la insurrección y las tramas e intrigas de aquellos que, para destruir, quisieran envolvernos en millares de desastres, que sucediéndose, forzosamente, unos a otros con rapidez, nos habrían de dejar sin un instante de tranquilidad, hasta que sea derramada la última gota de nuestra sangre como sacrificio en el altar de su iniquidad.La Junta que gobierna el reino (a la que he trasmitido vuestras comunicaciones) tomará especialmente bajo su protección a la ciudad de Valdivia y a sus meritorios defensores, y hasta donde sus recursos lo permitan, pueden ustedes estar ciertos de recibir toda clase de auxilios; en todo caso, no sufriréis.Es asunto de gran importancia el que ustedes no hayan tenido noticia del cambio que se ha verificado en nuestro sistema de gobierno, y que se espera ha de resultar conforme a vuestras ideas de justicia y a vuestros propios derechos.El antiguo gobierno del reino ha sido modificado, y al Presidente ha reemplazado una Junta Provisional, compuesta de tres miembros, hasta que el pueblo, unido en un congreso general y representado por individuos libremente elegidos por él mismo, dicte una Constitución o resuelva otra cosa. El antiguo Congreso ha sido disuelto, a causa de que sus miembros no representaban ni la mitad de las diferentes provincias del reino, habiendo sido elegidos en su mayor parte por la capital, y a causa de que en épocas de peligro, se habría necesitado de más actividad y energía de las que estaban dotados, para llevar a buen término los negocios de la nación.La actual Junta, que es la suprema autoridad de la nación, está compuesta por don José Santiago Portales, presidente, don Pedro Prado y yo, como miembros, que han de asumir por turnos de cuatro meses la presidencia. Tal es el sistema que se ha establecido, el cual, no dudamos, ha de ser abrazado por nuestros meritorios hermanos de Valdivia. Nos hallamos convencidos de vuestra firme adhesión a la capital y de vuestra decisión por la buena causa. Vuestra firme y constante oposición a las insinuaciones y amenazas de Concepción en sus intentos de ligar vuestra suerte a su causa perdida, son rasgos de vuestro carácter que no deben olvidarse jamás.Habría sido ridículo de vuestra parte que hubiesen consentido en reconocer ciegamente las infundadas pretensiones de don Juan Rosas a la presidencia, cargo que, mientras nuestros conciudadanos se hallan en posesión de los derechos y privilegios de que al presente disfrutan, nadie puede aspirar a obtenerlo sin poseer la confianza del pueblo manifestada sin tumulto y en forma legal. Un millón de hombres libres lo han jurado así, que preferirán que las fértiles llanuras de su país se vean cubiertas de sus huesos y sus moradas lleguen a ser guaridas de los animales feroces, antes que volver a ser de nuevo los esclavos de un poder despótico. Sus sepulcros serán hollados por los satélites del despotismo, pero sus almas habrán escapado de sus garras.Estoy seguro de que la Junta aprobará vuestra conducta, y si ustedes se mantienen firmes en su adhesión a su sistema, podéis esperar gozar de todos los beneficios que puedan resultar de reunir en un haz porciones de hermanos dispersos.Réstame sólo encargaros que vigiléis a los que no se manifiestan partidarios de la causa de la libertad, y de aseguraros del vivo interés que siento por el bienestar de los autores de la reforma del dieciséis de marzo.Guarde Dios a V. E. muchos años.
José Miguel CarreraTalca, 5 de mayo de 1812.
Contestación del Gobierno a los mismos pliegos de Valdivia.
En medio de nuestras mejores esperanzas por la felicidad de la patria y cuando al leer los papeles oficiales de la revolución última de esa plaza creíamos que se disponía el momento de la unión de todos los chilenos para establecer el sistema de la justicia, de la razón y de los buenos americanos; no hemos podido menos que resentirnos y cubrirnos del mayor dolor y vergüenza al llegar a la proclamación de la regencia de España y de un Presidente en el Reino. Otra es la opinión de la patria, otro es su orden y otras sus intenciones. Una oficialidad tan resuelta y decidida, que en una sola noche supo echar por tierra la tiranía de su régimen interior, a pesar de riesgos, de oposiciones y de peligros, no entablará su opinión, ni concluirá la obra, si entrega en otras manos el poder del despotismo. No se derriba la tiranía, si un tirano sucede a otro en el cetro de fierro, y acaso en la elección se empeoran las manos agentes de la crueldad y de la dureza.En Chile no hay Presidente, ni el reino se somete a la Regencia de España. Su institución, su orden y su poder están revestidos de las nulidades y vicios que proclama Valdivia contra su Junta, y por qué la destrozó y acabó. Si los principios de su instalación en primero de noviembre son justamente reclamados por ese noble vecindario y su brava tropa, en virtud de no haberse obrado por unánime voluntad de todos, y si la irregularidad de sus procedimientos justifica la violenta medida del dieciséis de marzo; la Regencia se estableció también sin tener parte el Reino, ni pueblo alguno de América; y sus hechos e intenciones no exceden la esfera de proveer nuestros empleos en hombres desconocidos y sin mérito, y de perpetuar nuestra infancia y nuestros grillos. ¿Cuál ha sido la ventaja que hemos adquirido en nuestro estado desde la prisión de Fernando y desde la revolución de España, mientras los pueblos europeos se han conducido a su arbitrio y concentrado en sí mismos el poder de su dominación? No hemos tenido bien que no nos hayamos formado nosotros mismos, a costa de mil riesgos y oposiciones; y aun se alarman contra nosotros los caducos mandatarios del despotismo porque hemos despertado y porque nos aplicamos a nuestra felicidad. En estas circunstancias, ¿no sería un traidor y un delincuente contra la patria, contra la libertad y contra los sagrados derechos de los hombres proclamados uniformemente en Chile, el que intente alterarlos, destruirlos y enredarnos de nuevo en la esclavitud anterior, en la ceguedad y en la inacción? ¿Y en solo ser otra la voluntad de todos, no consistía un convencimiento bastante para que cada uno mude de idea y se una a la opinión general, si quieren permanecer porción de nuestra gran familia?El Reino, y en su nombre la Junta de Gobierno, jamás ha olvidado ni dista de sus deberes y obligaciones hacia Valdivia, como uno de los países que componen su estado y como el suelo que contiene cuatro mil hombres, cuatro mil chilenos y cuatro mil hermanos, hijos de una misma familia. Está pronta a extenderle los brazos de su protección, estrecharla en su intimidad y seguirle prestando toda clase de auxilios, en cuanto alcance sus medios; está pronta, y está pronta sin acusar un delito por las protestaciones oficiales que se han alzado al primer Tribunal a favor de la Regencia de España y a favor de un Presidente; con tal que en adelante se modere la opinión y quede enmendada por los principios del manifiesto del cuatro de diciembre, que repetimos en esta fecha.Bien conocemos el espacioso campo y razones que proporciona a ese vecindario la mejor evasión de cualquier cargo con la interceptación que se anuncia de nuestra correspondencia desde que disconvenimos en Concepción: interceptación que dice ha impedido le lleguen nuestros pliegos y los principios del sistema de la Patria, que comprenderá y ratificará hoy que puede beberlos a toda luz resacados de la fuente de la razón. Incluimos aquel manifiesto, y esperamos en la unión su efecto de justicia. Por él y en su forma se ha establecido la autoridad que reconoce el reino, de cuya felicidad y bienes deseamos sea partícipe ese pueblo.Bajo estas advertencias, que conviene más expresivas y con mayor dilación el Manifiesto acompañado, que hará V. notorio a todo el pueblo y oficialidad, para que nos contesten su reconocimiento, el Gobierno aprueba la interinidad de Ud. en el de esa provincia, y no puede menos que confesar su adhesión, su agrado y la emoción de su voluntad hacia la resolución, carácter y decisión con que se rompieron las cadenas de la opresión en la noche del dieciséis de marzo por los dignos oficiales y gente que les acompañó, de que quedamos advertidos por sus cartas y cuyo mérito no olvidaremos. En todo lo demás reproducimos el oficio del señor vocal don José Miguel Carrera, fecha cinco de este mes, cuya copia tenemos a la vista.Dios guarde a Ud. muchos años.
José Santiago PortalesPedro José Prado Xara quemadaJosé Miguel de CarreraManuel Javier Rodríguez, Secretario.
Santiago de Chile, 25 de mayo de 1812
[7]
El cuatro de julio se celebró aquí de manera muy digna. Algún tiempo antes, había decretado el Gobierno que el distintivo de los patriotas sería una escarapela tricolor, y éste fue el día señalado para comenzar a usarla.
A la salida del sol, las estrellas y listas de la bandera de nuestra nación fueron izadas en muchos sitios públicos (cosa que se hacía por primera vez en esta ciudad) entrelazadas con la bandera tricolor de Chile. En la tarde, nuestros compatriotas, en compañía de algunos caballeros chilenos de distinción, celebramos una fiesta en la cual la libertad e independencia de ambas naciones fueron mutuamente recordadas en alegres brindis. En la noche, se dio un magnífico baile por nuestro Cónsul General, al cual asistieron la Junta y cerca de trescientos personas de ambos sexos de la mejor sociedad. Empero, debo prescindir de continuar con este agradable tema, para llevar a usted de nuevo a los intrincados sucesos de una guerra civil, a fin de que tenga una idea cabal del modo en que se resolvieron al fin las diferencias suscitadas con Concepción[8]
En una comunicación oficial de los militares y pueblo de Concepción a la Junta, datada el 9 de julio de 1812, se afirma que habían estado disgustados desde tiempo atrás con los procedimientos de la Junta que presidía don Juan Rosas, y en espera de la primera oportunidad para verificar un pronunciamiento que les permitiera formar una alianza con la capital.
Que en la noche del día ocho, estando todas las cosas arregladas a ese intento, y los oficiales y soldados jurados de obedecer a sus jefes, los dragones, la artillería e infantería se dirigieron a la plaza, donde se había reunido gran número de ciudadanos respetables, habiéndose declarado allí que la Junta, de que era presidente el brigadier don Juan Rosas, quedaba disuelta y los individuos que la componían arrestados en nombre de la nación.
Que se formó en el acto un nuevo gobierno, hasta que se pudiera saber la voluntad de la Suprema Junta; que deseaban, de la manera más sincera, hallarse nuevamente unidos a la capital, en espera de que sus hermanos de las demás provincias del reino los recibirían de nuevo como miembros de la gran familia nacional.
Que reconocían el derecho de la Junta de la Capital para gobernar el país entero y muy gustosos obedecerían las órdenes que recibieran, en cuyo cumplimiento estaban dispuestos a sacrificar su fortuna y su vida.
Terminaba ese documento con recomendar a la indulgencia del Gobierno a don Juan [Martínez de] Rosas y a sus principales secuaces, en espera de que no sufriesen castigo alguno, lo que sería de gran efecto para restablecer la buena armonía y confraternidad entre los habitantes de aquella ciudad.
La respuesta de la Junta a la nota precedente fue de naturaleza por extremo conciliatoria; se aprobó todo lo obrado, y a Rosas se ordenó que se trasladase a la capital bajo su palabra de honor, acompañado de una escolta conforme a su rango. A los demás miembros de la Junta debía enviárseles a cargo de una guardia.
Chile se halla ahora, por todo lo que se deja ver, en estado de profunda paz, pero su verdadera situación no es tal.
Existen más partidos y disensiones internas de las que buenamente podría enumerar. En primer lugar, el país se encuentra dividido en dos grandes partidos: el que se intitula de los patriotas y el de los realistas. El primero de éstos es, sin duda alguna, el más numeroso, pero se halla subdividido en muchas parcialidades. Entre los partidarios de los Carrera y los de la familia Larraín existe un antagonismo tan arraigado como entre cualquiera de ellos y los realistas, y sería difícil de resolver cuáles son los más fuertes. A su turno, Concepción tiene su facción, como existe también una en Coquimbo. Ahora bien, los realistas sólo tienen un solo punto de mira: la restauración del antiguo régimen: la autoridad del Rey.
He dado cuenta a usted antes de la manera en que la familia de los Carrera se levantó a la altura en que hoy se halla. Aunque la conducta de don José Miguel, el jefe de la familia, ha sido generalmente aprobada, la manera en que obtuvo su cargo es condenada por muchos buenos patriotas.
Completamente al tanto de las disposiciones de todos y cada uno hacia él, ha puesto en práctica cuanto ha estado a su alcance para aumentar el número de sus partidarios, y la más consumada prudencia ha marcado todas sus acciones. Aunque su pasión capital es la ambición, todavía, no puedo menos de admirar sus talentos de hombre de estado y de militar, hallándome persuadido de que es el único ciudadano de este país que en las actuales circunstancias está llamado con justos títulos a gobernarlo.
Los beneficios que han resultado de la implantación del nuevo régimen son ya manifiestos en Chile. Un comercio libre ha llenado el país de las manufacturas europeas, y aquellos artículos que de antes se hallaban monopolizados por unos pocos comerciantes, son ya materia de una abierta competencia entre todos. El resultado es que aquellos objetos necesarios o de lujo que en otro tiempo sólo estaban al alcance de unos pocos, son hoy accesibles para todo el mundo.
La revolución, que en un principio fue considerada por muchos como un ensayo peligroso, recibe ahora su más calurosa aprobación, y si no fuera por las disensiones internas de familia, los patriotas podrían considerar hoy la independencia como un hecho inamovible y desafiar las maquinaciones de los realistas.
El primero de julio último fue descubierta en Buenos Aires una conspiración de las más tenebrosas. Los españoles europeos residentes allí estuvieron durante cinco meses formando y madurando un proyecto de operaciones militares en unión con los realistas de Montevideo, cuyo ejército llegó a vistas de la ciudad. Lo siguiente fue lo que al fin se acordó. El ejército sitiador debía hacer un amago en cierto punto, en orden a llamar hacia él la atención de las tropas, mientras quinientos hombres debían ser introducidos en la ciudad por otro sitio y apoderarse del fuerte, cuyo jefe había sido sobornado. Tan luego como se hallasen dueños de la ciudad, se proclamaría por virrey a Alzaga; se castigaría con la última pena a todo europeo que no se presentase armado y a cualquier americano que se hallase por las calles. Las cartas aseguran que su plan era exterminar a todos los americanos mayores de siete años de edad, y que así lo confesaron los culpables antes de ser ejecutados. Se añade que se debió a una mujer el descubrimiento del complot y la consiguiente salvación del país. Cuatro individuos fueron en el acto ejecutados, tres de ellos comerciantes acaudalados. Alzaga fue descubierto el día cinco escondido en la casa de un clérigo y llevado a la cárcel entre un numeroso concurso del pueblo, que iba entonando canciones patrióticas. En el lapso de quince horas fue juzgado, condenado y fusilado y su cuerpo expuesto en la horca. Se ha desterrado a treinta y se preparan calabozos para encerrar a muchos más. Es cosa digna de notarse que ni uno solo de los nacidos en el país se hallase complicado en este diabólico complot.
El día treinta último se celebró en esta capital el aniversario de la instalación de la Junta, que debió haberse verificado el dieciocho, pero que hubo de postergarse por no hallarse aún terminados los convenientes preparativos. Este acontecimiento se celebró en espléndida forma y el magnífico convite dado por el Gobierno excedió a todo lo que antes se había visto en Chile en este orden.
Al salir el sol, se izó la bandera nacional en todos los sitios públicos y se hizo una salva; antes de mediodía tuvo lugar una revista de las tropas; la tarde se dedicó (como de costumbre) a descansar, y la noche al regocijo y alegría.
Se eligió la Casa de Moneda como sitio de la fiesta; en cada extremo de la calle se erigió un arco triunfal, de sesenta pies de alto, en que se veían muchas alegorías, muy bien pintadas, alusivas a los sucesos de la revolución de América, e inscripciones en verso encaminadas a levantar el ánimo del pueblo e inspirarle los sentimientos de su propia dignidad y derechos. Al frente del edificio se levantaba el templo de la libertad, con una Fama que glorificaba a Chile y una leyenda que presentaba la revolución de los Estados Unidos como ejemplo digno de ser imitado por este país.
El edificio, que tiene cuatrocientos cincuenta pies por lado, y es de cuatro pisos, estaba alumbrado con medio millón de luces, y como su altura contrasta con la de los demás edificios, que son de un solo piso, presentaba un espectáculo magnífico.
El salón de baile se vio favorecido por la presencia de cerca de doscientas señoras, la mayor parte literalmente cargadas con oro y perlas. Comenzó la fiesta con minuets y se bailó hasta cerca de las diez. Enseguida, una banda de músicos tocó algunos trozos nuevos patrióticos, y cinco o seis canciones, escritas para la fiesta, que se cantaron de manera espléndida por toda la concurrencia en un gran coro. Se sirvió después un refresco y se dio principio a los bailes nacionales, que duraron hasta las tres de la mañana, a cuya hora se sirvió una cena suntuosa. Después de esto, siguió el baile hasta las siete de la mañana.
Todo se llevó a cabo con la mayor regularidad, sin que ocurriera accidente alguno. Jamás he presenciado un espectáculo que produjera tan universal alegría; todo es mundo parecía lleno de animación y puedo asegurar que no vi un solo rostro en que no se dibujase una sonrisa durante todo el curso de la noche.
De usted, etc.
__________
[1]
Este documento era una simple declaración, de parte de los oficiales de línea y milicianos, de que se hallaban ligados, tanto por sus principios como por sus deberes, al Gobierno, y que obedecerían gustosos las órdenes de su jefe. (N. del T). Volver
[2]
Aurora [de Chile, tomo I], número 15, 21 de mayo de 1812 (N. del A). Volver
[3]
En el número veinte de la Aurora de Chile, del 25 de junio de 1812, se registra íntegra el acta correspondiente de que tomo estos párrafos. En ella se hallan expresados los nombres de esos oficiales e inserta también una carta escrita a don Julián Pinuer, uno de ellos, que no aparece en el extracto de la versión inglesa, a cuyo texto me ajusto (N del T). Volver
[4]
En la versión de este documento, copiado en la Aurora de Chile del 25 de junio de 1812, se inserta la carta en cuestión, cuyo tenor es el siguiente: ““Concepción y Noviembre veinte y ocho de mil ochocientos once. Amado Hermano: hoy por la mañana llegó el extraordinario de ésa, y también otro de Santiago; este último conduce de oficio  los sucesos del día quince de que ya incluí a V. una razón por el correo. También nos anuncian como positivo la independencia del reino mexicano declarada el día seis de Julio; que Santa Fe ha auxiliado a Quito con seis mil hombres armados para que concluya la rendición de Cuenca, y también la de Guayaquil; que en el Alto Perú se han sublevado unos cuantos pueblos de indios, capitaneados por los curas con otras personas de rango, para dar contra las tropas de Goyeneche, a quien le han cortado la correspondencia con Lima. Esta noticia es más autorizada que las anteriores pero todo necesita de confirmación. De Lima se ha escrito una carta a Santiago bajo de mucha reserva anunciando lo siguiente: que en El Callao se estaban preparando varios buques sigilosamente para conducir tropas; el designio se decía ser para auxiliar las que están en el Desaguadero, desembarcando en los puertos intermedios; pero el que escribe la citada carta, opina que el principal objeto de esta expedición es para la costa de Chile, a fin de apoderarse de alguno de sus puntos de poca resistencia para animar a los mal contentos de todo el reino, y dar energía a los sarracenos, revolucionarios; esto no debe dar mucho cuidado, ni tampoco despreciarse, porque acaso el bendito Eagar pudo haber tomado con anticipación una perfidia de esta clase. Buenos Aires, a fin de hacer salir de aquellas costas a los malvados portugueses, entró en capitulaciones con Elío, quedando este de Virrey de Montevideo hasta cierto punto con lo que se ha franqueado comercio y por aquella parte han cesado los cuidados. Sobre los doscientos hombres que V. me dice, son necesarios para la fortificación de esa plaza; es necesario, así mismo, que ustedes lo representen al Congreso, por cuanto si se aumenta la fuerza es de consiguiente se aumenten los gastos y nosotros, aunque tenemos gente estamos escasísimos de arbitrio para franquearlo, pues la capital hace mucho tiempo no nos auxilia con el situado acostumbrado, ni tampoco tratamos de exigir por él, y sí de discurrir otros medios con que hacer más gloriosa nuestra defensa y existencia. Quedamos advertidos de las bombas y mortero que existen en esa plaza, y si se necesitasen pensaremos en auxiliarnos de ellas. Mackenna se ha manifestado con una adhesión grande a la patria; en los sucesos del día quince, lo han separado de los cargos que le habían dado, el motivo no se dice. Usted y los cuatro individuos más que firmaron la protesta contra éste, se expusieron así por las críticas circunstancias del gobierno que seguía, como por el corto número de subscriptores; y yo temía se tomase algún partido violento sobre este particular, y luego que V. me lo anunció, escribí reservadamente al Presidente del Gobierno ejecutivo que a la sazón lo era Marín, mi paisano y amigo, para que inmediatamente me diese aviso del resultado del expresado procedimiento de ustedes, con el ánimo de hacer inmediatamente llegase a V. la noticia para su seguridad. Acá no tenemos novedad; pasarlo bien y mandar a su afecto hermano Q.B.S.M.- Vergara.- Remítame V. a la mayor brevedad una o dos cañas superiores para bastón, cuesten lo que costaren.- Aquí  hay una rúbrica”. (N. del E). Volver
[5]
Aurora de Chile, número 21, de 2 de julio de 1812Volver
[6]
Aurora de Chile, número 21, de 2 de julio de 1812.Volver
[7]
Aurora de Chile, número 21, de 2 de julio de 1812. Volver
[8]  
No es el propósito del autor dar una relación prolija de las disensiones y revueltas intestinas que agitaron a Chile en este tiempo, sino en lo necesario para darse cuenta del espíritu que reinaba entonces y que servirá para explicar lo que ocurrió posteriormente. - N. del A. Volver


Cuarta Carta
La nueva constitución de Chile.
Amenazas del virrey del Perú.

Santiago de Chile, 30 de diciembre de 1812
Querido amigo:
Creo haber tenido el placer de informar a usted antes de ahora que Chile se había declarado independiente, aunque no ha habido tal. Se ha dictado una Constitución provisoria, que encierra todos los principios liberales, pero en la que se reconoce la soberanía del Rey. Se dice que esta medida es necesaria por el momento, hasta que puedan conseguir de fuera las armas de que carecen, y que enseguida se declararán exentos de toda sujeción a la corona de España. Como considero que ese documento reviste importancia, voy a traducirlo para que usted lo conozca.

Artículo 1.La religión católica apostólica es y será siempre la de Chile.
Artículo 2.El Pueblo hará su Constitución por medio de sus representantes.
Artículo 3.Su rey es Fernando VII, que aceptará nuestra Constitución en el modo mismo que la de la Península. A su nombre gobernará la Junta Superior Gubernativa establecida en la capital, estando a su cargo el régimen interior y las relaciones exteriores. Tendrá, en cuerpo, el tratamiento de Excelencia, y sus miembros el de los demás ciudadanos. Serán tres, que sólo durarán tres años, removiéndose uno al fin de cada año, empezando por el menos antiguo. La Presidencia turnará por cuatrimestres, en orden inverso. No podrán ser reelegidos hasta los tres años. Todos serán responsables de sus providencias.
Artículo 4.Reconociendo el Pueblo de Chile el patriotismo y virtudes de los actuales gobernantes, reconoce y sanciona su elección mas, en el caso de muerte o renuncia, se procederá a la elección por medio de una subscripción en la capital, la que se remitirá a las provincias y partidos para que la firmen y sancionen. Las ausencias y enfermedades de los vocales se suplirán por el Presidente, y Decano del Senado.
Artículo 5.Ningún decreto, providencia u orden que emane de cualquiera autoridad o Tribunales de fuera del territorio de Chile tendrá efecto alguno; y los que intentaren darles valor serán castigados como reos de estado.
Artículo 6.Si los Gobernantes (lo que es de esperar) diesen un paso contra la voluntad general declarada en Constitución, volverá al instante el poder a las manos del pueblo, que condenará tal acto como un crimen de lesa patria, y dichos gobernantes serán responsables de todo acto que directa o indirectamente exponga al pueblo.
Artículo 7.Habrá un Senado compuesto de siete individuos, de los cuales el uno será presidente, turnándose por cuatrimestres, y otro secretario. Se renovará cada tres años, en la misma forma que los vocales de la Junta. Sin su dictamen no podrá el Gobierno resolver en los grandes negocios que interesen la seguridad de la Patria; y siempre que lo intente, ningún ciudadano armado, o de cualquiera clase, deberán auxiliarlo, ni obedecerle; y el que contraviniere, será tratado como reo de estado. Serán reelegibles.
Artículo 8.Por negocios graves se entiende: imponer contribuciones; declarar la guerra; hacer la paz; acuñar moneda; establecer alianzas y tratados de comercio; nombrar enviados; trasladar tropas, levantarlas de nuevo; decidir las desavenencias de las Provincias entre sí, o con las que están fuera del territorio; proveer los empleos de los gobernadores y jefes de todas clases; dar patentes de corso; emprender obras; crear nuevas autoridades; entablar relaciones exteriores y alterar este reglamento; y las facultades que no le están expresamente declaradas en esta Constitución, quedan reservadas al pueblo Soberano.
Artículo 9.El Senado se juntará por lo menos dos veces en la semana, o diariamente, si las circunstancias lo exigieren. Estará exento de la autoridad del Gobierno en el ejercicio de sus funciones.
Artículo 10.A la erección del Senado se procederá en el día por suscripción, como para la elección de los vocales del Gobierno. El Senado será representativo, correspondiendo dos a cada una de las Provincias de Concepción y Coquimbo, y tres a la de Santiago. Por ahora, los electos son suplentes.
Artículo 11.El Senado residenciará a los Vocales de la Junta, y los juzgará en unión del Tribunal de Apelaciones. Cualquiera del pueblo podrá acusarlo por traición, cohecho y otros altos crímenes, de los que, siendo convencidos, los removerá el mismo Senado y los entregará a la justicia ordinaria para que los castigue según las leyes. Proveerá la reunión del Congreso. Tres senadores reunidos formarán el Senado. Llevará diarios de los negocios que se traten y de sus resoluciones, en inteligencia que han de ser responsables de su conducta.
Artículo 12.Los Cabildos serán electivos, y sus individuos se nombrarán anualmente por subscripción.
Artículo 13.Todas las Corporaciones, Jefes, Magistrados, Cuerpos Militares, Eclesiásticos y Seculares, empleados y vecinos harán con la posible brevedad ante el Excelentísimo Gobierno juramento solemne de observar este Reglamento Constitucional, hasta la formación de otro nuevo en el Congreso Nacional de Chile, de obedecer al Gobierno y autoridades constituidas, y concurrir eficazmente a la seguridad y defensa del Pueblo, bajo la pena de extrañamiento; y en el caso de contravención después de prestado el juramento, se impondrán a los transgresores las penas de reos de alta traición. Los Vocales del Gobierno prestarán igual juramento, en la parte que les toca, en manos del Senado. En las capitales de las provincias y partidos se prestará el juramento ante los jueces territoriales, verificándolo éstos primero en los cabildos.
Artículo 14.Para el despacho de los negocios habrán dos secretarios, el uno para los negocios del reino, y el otro para las correspondencias de fuera.
Artículo 15.El Gobierno podrá arrestar por crímenes contra el Estado; pero el reo podrá hacer su ocurso al Senado, si dentro de tres días no se le hiciere saber la causa de su prisión, para que éste vea si la hay suficiente para continuarla.
Artículo 16.Se respetará el derecho que los ciudadanos tienen a la seguridad de sus personas, casas, efectos y papeles; y no sedarán órdenes sin causas probables, sostenidas por un juramento judicial, y sin designar con claridad los lugares o cosas que se han de examinar o aprehender.
Artículo 17.La facultad judiciaria residirá en los tribunales y jueces ordinarios. Velará el Gobierno sobre el cumplimiento de las leyes y de los deberes de los magistrados, sin perturbar sus funciones. Queda prohibido de todo lo contencioso.
Artículo 18.Ninguno será penado sin proceso y sentencia conforme a la ley.
Artículo 19.Nadie será arrestado sin indicios vehementes de delito o a lo menos sin una semiplena prueba. La causa se hará constar antes de tres días perentorios: dentro de ellos se hará saber al interesado.
Artículo 20.No podrá estar alguno incomunicado después de su confesión, y se tomará precisamente dentro de diez días.
Artículo 21.Las prisiones serán lugares cómodos, y seguros para la detención de personas contra quienes existan fundados motivos de recelo, y mientras duren éstos; y de ningún nodo servirán para mortificar delincuentes.
Artículo 22.La infamia afecta a las penas, no será trascendental a los inocentes.
Artículo 23.La imprenta gozará de una libertad legal; y para que ésta no degenere en licencia nociva a la religión, costumbres y honor de los ciudadanos y del país, se prescribirán reglas por el Gobierno y Senado.
Artículo 24.Todo habitante libre de Chile es igual de derecho; sólo el mérito y virtud constituyen acreedor a la honra de funcionario de la Patria. El español es nuestro hermano. El extranjero deja de serlo, si es útil; y todo desgraciado que busque asilo en nuestro suelo, será objeto de nuestra hospitalidad y socorros, siendo honrado. A nadie se impedirá venir al país, ni retirarse cuando guste con sus propiedades.
Artículo 25.Cada seis meses se imprimirá una razón de las entradas y gastos públicos, y previa anuencia del Senado.
Artículo 26.Sólo se suspenderán todas estas reglas invariables en el caso de importar a la salud de la Patria amenazada; pero jamás la responsabilidad del que las altere sin grave motivo.
Artículo 27.Este Reglamento Constitucional se remitirá a las provincias para que lo sancionen, y se observará hasta que los pueblos hayan manifestado sus ulteriores resoluciones de un modo más solemne, como se procurará a la mayor brevedad. Se dará noticia de esta Constitución a los Gobiernos vecinos de América, y a los de España.[1]

Desde el 27 al 29 de octubre último se verificaron las elecciones, de acuerdo con la nueva constitución, para miembros de la Junta, senadores, etc. Los miembros de la antigua Junta fueron reelegidos.
El 3 de noviembre juraron sus cargos los nuevos funcionarios del Gobierno y entraron en posesión de sus cargos con gran pompa y solemnidad.
Cuando el Senado dio comienzo a sus sesiones, su presidente don Pedro de Vivar pronunció el siguiente discurso inaugural, que considero como una hermosa muestra de la elocuencia chilena, a cuyo título voy a traducirlo aquí para que usted lo conozca
Amigos y conciudadanos senadores:
Llegó finalmente, el día en que empiecen nuestras sesiones. La complacencia que podía inspirar el lugar distinguido que ocupo y la alta confianza que me dispensa el sufragio de mis compatriotas, cede el sentimiento ínfimo de mi insuficiencia, principalmente cuando están tan agobiadas mis fuerzas bajo el peso de los años. Yo elevo al cielo mis ojos, de donde espero el acierto. El honor que nos confiere la patria está unido a grandes deberes, reposando en nosotros las esperanzas de un pueblo libre y virtuoso, debiendo entender en sus asuntos más graves y arduos. Colocados entre el Gobierno y el pueblo, el primero debe hallar en nosotros el consejo de la prudencia, los pareceres de la experiencia, de la reflexión y la sabiduría; y el segundo debe encontrar en nosotros protección, celo y vigilancia por sus intereses bien entendido. Dichoso si, como somos los primeros en este cargo, componiendo aquí el primer Senado, nombre gratísimo a los pueblos, pudiese nuestra conducta y utilidad corresponder a la expectación pública, ser el ejemplo de nuestros sucesores, y mereciésemos que nos citase por modelo la posteridad. Dichoso yo, si al descender al sepulcro, llevase la consolación de haber trabajado por el futuro engrandecimiento de mi patria, dejándola próspera, fuerte y opulenta, y viviendo bajo la dulce influencia de las instituciones republicanas, siendo el asilo de las virtudes y los talentos, gozando de los bienes de unas leyes sabias y de una administración paternal, de las artes y las ciencias, que son la columna de la libertad de los pueblos.[2]
Hará un mes, el Gobierno recibió un extenso oficio del Virrey del Perú, requiriéndolo para que se sometiese a su autoridad, como representante de su Majestad Católica Fernando VII, y contribuyera con hombres y dineros para ayudarle en su campaña contra Buenos Aires, y para que cerraran sus puertos al comercio extranjero. Ni sus tan modestas pretensiones se limitaban a eso. Muy cortésmente, ofrecía enviarles alguna persona que quisiese hacerse cargo de gobernarles, hasta que un presidente llegase de España; y, en caso de negativa, que apenas creía posible, les amenazaba con una guerra de exterminio.
De cuantos papeles de estado hasta ahora he visto, ninguno podría equipararse a éste por su imprudencia y tontería. Incapaz de proseguir la campaña contra Buenos Aires con ventaja, se empeña por formar una alianza con amenazas violentas que, caso de ponerlas en ejecución, debían serle sumamente embarazosas.
Lima depende en absoluto de Chile, para un artículo tan indispensable como el trigo. Hay veinte buques empleados en el tráfico entre el Callao (el puerto más cercano a Lima) y Valparaíso, que lo componen el trigo, carne salada, frutas secas, mantequilla, queso, sebo y vino, en cambio de azúcar, arroz, cacao, tabaco, sal, hierro y manufacturas europeas.
Fue materia de admiración para mí el ver que los chilenos permitiesen que se llevase trigo a Lima, cuando el Virrey hacía la guerra a Buenos Aires (y, en consecuencia, a los principios que habían abrazado) estando estrechamente aliados con esa provincia.
Al paso que el ejército patriota de Buenos Aires está sitiando a los realistas en Montevideo, el hacendado patriota de Chile labra sus campos para proveer con el pan a los enemigos de su país. El trigo embarcado en Valparaíso para el Callao, a menudo dobla el Cabo de Hornos y va a descargarse a Montevideo.
Pero volvamos a lo que iba diciendo. La Junta se reunió inmediatamente y convocando al Senado, a las corporaciones y a los comandantes de cuerpos, entró a deliberar sobre el caso.
Que la insolente carta del Virrey era suficiente provocación y causa para que se cerrasen para él los puertos, fue cosa admitida por todos; pero, considerando que el pueblo del Perú era hermano y que no podía ser castigado por los crímenes o culpa del Virrey, se retrajeron de adoptar esa medida.
En respuesta a su carta, se negaron perentoriamente a acceder a ninguna de sus proposiciones, y le contestaron que se hallaban preparados para resistir a cualquiera medida que su tontería o locura le indujesen a adoptar.
Sin embargo, el modo cortés con que la Junta contestó la nota peruana manifiesta que se hallaban un tanto desconcertados, como que tenían buenos datos para creer que el Virrey había recibido ofertas de servicios de los realistas, tanto de la capital como de Valparaíso, y se hallaban temerosos de que se fraguase alguna conspiración.
De acuerdo con esto, los realistas eran vigilados de cerca, y algunos jóvenes patriotas formaron cierta especie de sociedad, que se llamó "club de visitas," cuyo objeto era frecuentar las casas de aquellas personas que se creían enemigas del sistema, y procurar hacerles discurrir sobre el aspecto de los negocios públicos, fingiendo haber- abrazado la causa realista; pero ello no resultó, pues el artificio era bastante inocente.
Se despacharon inmediatamente órdenes a Valparaíso, Concepción y Coquimbo a fin de que los cañones de los fuertes estuviesen listos para el servicio en todo momento; se doblaron las guardias, llamando a las milicias, procurando evitar una sorpresa y vigilando de cerca a todos los que se sabía o se estimaba ser enemigos de la causa nacional.
Se publicó un decreto para que quienquiera que tuviese armas en su poder de cualquiera especie las entregase al Gobierno en el término de un mes, bajo apercibimiento de serles confiscadas, y bajo una multa del doble de su importe, y de ser considerados como indignos de la confianza de las autoridades; aquellos que las entregasen voluntariamente, recibirían por entero su valor. También se publicó otro decreto para que si alguno emprendiese la fábrica de armas, el Gobierno le adelantaría el capital suficiente para dar principio al negocio y le abonaría veinte pesos por cada fusil y dieciocho por cada par de pistolas.
De usted, etc.
__________
[1] 
Tomamos esta copia de la edición príncipe de esta rarísima pieza, advirtiendo sí que Johnston no incorporó en su obra el Preámbulo de que se halla precedida. Volver .
[2]
Sesiones de los Cuerpos Legislativos de la República de Chile, tomo 1, página 265. Volver.

Quinta Carta.Invasión de Concepción por las tropas del Virrey del Perú.
Medidas de defensa.
Santiago de Chile, 20 de abril de 1813
Querido amigo:
La provincia de Concepción ha sido invadida de orden del Virrey del Perú por un cuerpo de mil doscientos hombres al mando del general Pareja. Esta expedición se hizo a la vela desde el Callao con rumbo a la isla de Chiloé, donde refrescaron y se les juntó la totalidad de las fuerzas de aquella plaza. Valdivia se rindió sin oposición, y habiéndose apoderado de cuanto objeto de valor encontraron, se embarcaron para Talcahuano (el puerto de Concepción) adonde llegaron el día veinte último, y la ciudad les fue entregada por la traición de su gobernador Jiménez Navia.
Don Rafael de la Sota, a la cabeza de ciento cincuenta hombres, les resistió la entrada durante tres horas, pero viendo que resultaba inútil luchar contra fuerzas tan superiores, se retiró en orden después de clavar el cañón con que contaba.
Cuando el traidor Navia ordenó a la tropa que se entregase, el capellán de dragones, Pedro José Eleyzegui, con toda audacia expresó que jamás pasaría por semejante humillación y que si alguno estaba dispuesto a servir a su patria, le siguiese. Un sargento, siete soldados y un tambor de dragones se plegaron a él, y con este pequeño grupo tuvo la buena suerte de salvar los caudales públicos y escaparse.
La noticia de estos sucesos llegó a la capital el veintinueve de marzo y en el día dos del presente la guardia nacional y los milicianos partieron de la ciudad en dirección a Concepción, bajo el mando del presidente don José Miguel Carrera.
Los puertos de Chile se hallan cerrados para Lima, por supuesto, y se ha tomado posesión de siete buques limeños, cuyas velas han sido recogidas y sus mercaderías descargadas. El gobernador de Valparaíso ha recibido órdenes de poner en práctica todas aquellas medidas de defensa de la plaza que creyese conveniente; y las guardias de los pasos de la cordillera están encargadas de impedir a todo español europeo la entrada en el país.
Al abandonar Carrera la Junta para tomar el mando del ejército, el Senado eligió en su lugar a su hermano Juan José. Considerándose por el mismo cuerpo que Portales y Prado eran ancianos y valetudinarios para poder responder a lo que exigía el crítico actual estado de los negocios, fueron suspendidos de sus cargos por tiempo ilimitado y designados en su reemplazo Francisco Antonio Pérez y José Miguel Infante.
El día diez del presente el Gobierno decretó que aquellos soldados que habían ayudado a transportar desde Concepción los caudales públicos recibirían doble sueldo durante los cuatro años, y si alguno fuese capaz, sería promovido a oficial. Los oficiales que resistieron el desembarco del invasor han sido ascendidos al grado inmediatamente superior y se les ha concedido una medalla conmemorativa de sus servicios.
Se ha recibido el parte oficial de una refriega que se verificó el ocho. El enemigo tuvo dos hombres muertos y veintiún prisioneros. Esto se realizó con fuerzas inferiores y sin pérdida de un solo hombre.
Me es imposible dar a usted idea del entusiasmo que se ha apoderado del pueblo. El palacio se ve cercado desde la mañana a la noche por gentes que ofrecen, no sólo sus servicios personales al Gobierno, sino que traen también lo que poseen.
Siete personas hay empleadas en el erario nacional para recibir las erogaciones voluntarias del pueblo, y ésas no dan abasto para contar el dinero y dar recibo inmediato de su entrega. Muchos han erogado quinientos pesos, y don José Antonio Rojas ha dado mil y obligádose a mantener de su cuenta diez soldados por todo el tiempo que dure la guerra. El entusiasmo bélico es, asimismo, indescriptible. Se organizan compañías de voluntarios, sin que el Gobierno tenga siquiera noticia de que se hallen en formación hasta que no las ve armadas y uniformadas, a sus propias expensas, ofreciendo sus servicios, y listos para ponerse en marcha a la primera señal. Los comerciantes han abandonado sus tiendas, los artesanos sus talleres, y los campesinos sus labores para reunirse a las legiones de su patria, y todos se manifiestan resueltos a exterminar al enemigo que ha tenido la osadía de invadir su suelo.
¿Querrá usted creerlo? Hasta yo mismo me he metamorfoseado en hijo de Neptuno, yendo a “buscar renombre por el tronar de los cañones”.
De usted, etc.


Cartas escritas durante una residencia de tres años en Chile, en las que se cuentan los hechos más culminantes de las luchas de la revolución en aquel país. 
 
Referencia :
Johnston, Samuel B. Cartas escritas durante una residencia de tres años en Chile, en las que se cuentan los hechos más culminantes de las luchas de la revolución en aquel país, con un interesante relato de la pérdida de una nave y de un bergantín de guerra chilenos a consecuencia de un motín y del arresto y penalidades que sufrieron durante seis meses en las casas Matas del Callao varios ciudadanos de ls Estados Unidos. Samuel B. Johnston; traducidas del inglés por J.T. Medina. Santiago, Imprenta y Litografía Barcelona, 1917. 
 

Sexta carta.Pérdida del buque chileno La Perla y del bergantín de guerra potrillo por un motín.
Captura y sufrimientos de los oficiales e individuos de la tripulación que permanecieron fieles.

Callao, agosto de 1813
Prisión de casamatas
Querido amigo:
Muchos y rigurosos han sido los contratiempos y desgracias que me han cabido en suerte desde última que dirigí a usted. Las que se me aguardan, lo ignoro; pero no desespero, y aunque el horizonte se presenta obscuro, aun la fantasía se complace en mostrarme en lontananza días más felices, y a esta ilusión me aferro, aunque, quizás, resulte vana.
A la fecha de mi última, el Gobierno de Chile, halagado por los éxitos alcanzados por sus armas, quiso obtener un triunfo completo cortando al enemigo la retirada por mar.
Para lograr este intento, se apoderó de un gran buque mercante limeño, La Perla, y compró el bergantín americano Colt (el Potrillo). Se armó inmediatamente La Perla con veintidós cañones largos de a doce y con dos de a veinticuatro libras, y se confió su mando a don José Vicente Barba, chileno. El Potrillo montaba ocho cañones largos de a doce, diez cortos, de hierro, de nueve libras, y dos de a seis y dos pedreros, y estaba tripulado por noventa hombres, de ellos veintitrés americanos e ingleses. El mando de este buque se dio a Mr. Edward Barnewall, que había sido antes su segundo jefe, poniendo también a sus órdenes La Perla. Esta estaba tripulada por ciento veinte hombres.
Cuando partí de Santiago para Valparaíso, se creía que se habría podido enterar la dotación completa del bergantín con ingleses y americanos. A mi llegada, pude persuadirme del error, si bien resolví embarcarme de todos modos. Había recibido mi nombramiento de teniente de fragata, y era abordo del bergantín, fuera del capitán Barnewall, el único oficial con nombramiento en forma.
Nos hallamos listos para hacernos al mar hacia el veintiséis de abril, si bien nos vimos obligados a esperar a La Perla.
El lunes tres de mayo se señaló al fin como día de nuestra salida, pero el dos, el Warren (corsario limeño que por algún tiempo había estado cruzando en las afueras del puerto), se detuvo y disparó un cañonazo en son de desafío. Era la hora de la comida, a la que asistían los americanos que residían entonces en Valparaíso, los oficiales de La Perla y algunos amigos chilenos, que habían sido invitados por el capitán Barnewall en la inteligencia de que nuestra salida tendría lugar el siguiente día. En el acto se propuso que se enviase al Gobierno una petición firmada por todos los oficiales, pidiendo autorización para salir a presentar combate a la Warren, plenamente convencidos, en vista de la superioridad de nuestras fuerzas, que podríamos apoderarnos esa noche del buque enemigo. Se consiguió el permiso. La Perla cortó sus amarras y salió. Levantamos el ancla a fuerza de brazos, y como diez minutos más tarde quedamos también en franquía. Pusimos proa en derechura al corsario, pero nos sobresaltamos grandemente al ver que La Perla se alejaba de nosotros con todas sus velas desplegadas. Incapaces de explicarnos tan extraña maniobra, que en un principio se atribuyó al deseo del capitán de adiestrar a sus hombres para los puestos que debían ocupar y, a la vez, distraer al enemigo; largamos todas las velas con el propósito de ponernos al habla con él y conocer sus designios, en vista de que no respondía a nuestras señales para que virase y empeñase la acción. Cuando enfrentamos al corsario, comenzó a dispararnos con sus cañones de proa y lo continuó por más de una hora, hasta enterar ochenta y siete disparos, sin matar ni herir un solo hombre, con muy pocos daños en las velas o el aparejo. Enderezamos hacia La Perla a toda fuerza de velas, pero continuó alejándose de nosotros, y tan luego como la alcanzamos comenzó a dispararnos sus cañones de caza de popa, cuyos tiros caían tan lejos de nuestro buque, que todavía abrigábamos la esperanza de que hacía esa maniobra para atraer al enemigo; hasta que, habiendo llegado a tiro de fusil, nos pudimos cerciorar de que iban dirigidos contra nosotros. Luego nos hallamos al habla, y al inquirir la causa de semejante actitud, recibimos por respuesta tres descargas de mosquetería, acompañadas de grandes hurras a Fernando VII, rey de España, y al Virrey de Lima, que fueron en el acto contestadas por los españoles y portugueses de nuestra tripulación con las mismas voces. Estupefacto de horror ante tan villana conducta de parte de La Perla, y encontrándonos en un pequeño bergantín con dos grandes buques a sus costados y con nuestra propia tripulación amotinada, determinamos hacer fuerza de velas y procurar ganar otra vez el puerto de Valparaíso. Notamos entonces que las drizas de la vela mayor estaban cortadas, y que la tripulación se negaba a volver a Valparaíso, gritando a una "¡A Lima, a Lima!" El amotinamiento se había hecho general. Los soldados apuntaban sus fusiles cargados a mi pecho, gritándome que me rindiera si quería escapar con vida. Al pedir ayuda a mis paisanos, no tuve respuestas, como que ya habían sido supeditados por el número y encerrados en el castillo de proa. Noté entonces que los dos cañones de proa estaban apuntados a popa y pues no me quedaba esperanza alguna, me rendí a los amotinados, que me condujeron a la cámara, en la que hallé preso a nuestro contador don Pedro Garmendia.
Al dirigirme a la cámara, un negro me arrojó una pica de abordaje, con la cual, por fortuna, erró el tiro y fue a clavarse en la borda. Pocos minutos después, el capitán Barnewall fue asimismo encerrado en la cámara. Se colocaron tres centinelas bajo la cubierta con espadas desenvainadas, dos más en la escala con fusiles, y uno en la escotilla con un par de pistolas.
A todos los marineros americanos e ingleses (excepto dos, Dawmas, americano, y Gordon, inglés, que se habían unido a los amotinados), se les pusieron grillos.
Así fue como caí prisionero por efecto de la conspiración más villana que cabe, la que, según supe después, fue ideada y favorecida por muchas personas de Valparaíso, algunas de las cuales realizaron tan infame complot bajo la especiosa apariencia de patriotismo. Sería para mí imposible pintar la sensación que experimenté al verme prisionero de mis propios subordinados, que se habían amotinado sin causa alguna; y en cuanto al tratamiento que se me esperaba, no dudaba ni por un momento que había de ser el peor imaginable, siendo los españoles harto conocidos por su ignorancia y carácter sanguinario. Teníamos también otra causa seria de inquietud, cual era, que habiendo partido tan inopinadamente, carecíamos de los documentos que acreditasen la calidad de nuestro buque, sin tener nada que pudiera justificar que no éramos piratas, excepto nuestros nombramientos, sin que supiéramos qué crédito pudiera prestarles el Virrey del Perú. Además, teníamos motivos para temer que los amotinados concluyeran por asesinarnos, como se decía que algunos lo pensaban, aunque otros de sus camaradas lo resistían.
La tripulación del bergantín se componía de una masa heterogénea y según creo, casi todas las naciones de la cristiandad tenían en ella algún representante. Todos hablaban español o inglés, y la mayoría de los americanos e ingleses el español. El capitán Barnewall se veía obligado a impartir sus órdenes en inglés, y para salvar lo mejor posible tal embarazo, había situado al pie de cada cañón un individuo que entendiese este idioma. Desgraciadamente para nosotros, tal cosa facilitó mucho las operaciones de los amotinados, que se hallaban en la proporción de tres a uno en cada cañón.
3 de mayo, lunes
El nuevo comandante nos hizo una visita asegurándonos que lo pasaríamos bien, es decir, que se nos daría de comer de cuanto el buque cargaba, por lo cual le dimos las gracias. Ambos buques se hallan aún a la vista uno de otro. La Perla nos hizo fuego durante la noche. Los amotinados mantienen sus prisioneros continuamente borrachos, lo que, quizás, suaviza su encierro. A la noche, el capitán Barnewall, el contador y yo estábamos tranquilamente sentados alrededor de la mesa, cuando repentinamente hubimos de alarmarnos por el ruido que forma la apertura del cubichete y al ver incontinenti seis fusiles con bayonetas apuntados a nuestras cabezas. Después de desvanecidas las primeras emociones, no me sentía ya desconcertado y aun llegué a desear que me dirigieran la descarga entera. El comandante y sus oficiales corrieron escala abajo y nos dijeron que no nos alarmáramos, ya que venían solamente en busca de armas de fuego, pues un inglés que se había unido a ellos decía que teníamos algunas ocultas. Después de una busca sin resultado, se marcharon, al parecer, bien poco satisfechos.
Habíamos resuelto caer a medianoche sobre los centinelas y tratar de recuperar el bergantín. Nuestro plan se frustró por intervención de uno de los amotinados (Gordon), merced a haber oído cierta conversación de los nuestros que se hallaban encerrados en el castillo de proa. Por fortuna, no se penetró por entero de nuestros planes, pero a la mañana siguiente montaron un pedrero en el molinete, con orden de no permitir que subiesen sobre cubierta más de dos hombres a la vez.
12 de mayo
Hemos descubierto el complot. Muchos de los amotinados llevan cartas de los señores Rodríguez, Villaurrutia y Soffia, todos comerciantes respetables de Valparaíso, para sus amigos de Lima, especialmente un contramaestre, que ha sido antiguo empleado de Rodríguez, quien me dijo que el complot tenía por objeto entregar ambos buques a la Warren, si bien habrían ideado uno nuevo para llevar el bergantín a Lima, sin ayuda de la Warren, creyendo con esto adquirir más gloria, según sus, palabras, y recibir, a la vez, una gratificación mayor. Gordon, asegura que tenía conocimiento del complot desde mucho antes que partieran de Valparaíso; que el teniente primero de la Warren había estado muchas veces en tierra, disfrazado, y que en una ocasión había cenado con él en casa de Rodríguez. Añade que todos se juramentaron en casa de un portugués, que proporcionó a todos una escarapela realista y una daga. El comandante bajó y me pidió mi reloj para el servicio del bergantín, y se lo entregué. Hoy día, Dawmas fue aherrojado, ante la sospecha de mantener correspondencia secreta con nosotros; eso, sin embargo, es una falsedad, pero no hemos de desengañarlos.
13 de mayo
Me levanté temprano y por la primera vez se me permitió subir sobre cubierta. La mañana estaba muy agradable; el tiempo casi tranquilo. Después de haber permanecido tanto tiempo bajo de cubierta, el aire fresco y la vista del mar contribuyeron a levantar mucho mi ánimo. Pero, ¡ay! bien pronto decayó. Vi a dos de nuestros desgraciados compatriotas subir sobre cubierta encadenados juntos. Los infelices me dirigieron una mirada de súplica, que me traspasó el alma. En ese momento habría dado el universo en cambio de poder libertarlos.
Mr. Heacock (contramaestre) me contó que Gordon había sido nombrado primer oficial del buque y que nos trataría como se le antojase. ¡Qué canalla!
En la tarde se produjo un violento altercado sobre cubierta respecto al mando del buque, que se entregó por fin al ayudante del contramaestre. En la noche se promovió de nuevo otro altercado y el mando se dio entonces al contramaestre. Si siguen estas disputas, tenemos esperanzas de que se presente la oportunidad de volver a apoderarnos del bergantín. Mantienen a nuestra gente continuamente embriagada, lo que me tiene en un estado de ánimo mucho peor de lo que debiera.
14 de mayo
Estamos ahora, como antes, tranquilos. Ha cesado el bullicio y los amotinados se hallan en pacífica posesión del bergantín. Mi amigo Barnewall tiene una fiebre muy alta, originada, sin duda, de pesar. Tal cosa no puede extrañarse cuando se considera nuestra situación.
Anoche tuvimos una racha de viento mucho más fuerte de las que suelen ocurrir en estos parajes. El bergantín balanceaba mucho, a causa de su pesado armamento. El capitán Barnewall y yo nos hallábamos deseosos de que el viento tronchase los mástiles, lo que habría puesto en gran confusión a los amotinados y nos ofrecería la ocasión de recuperar el mando. Pero el viento amainó en unas cuatro horas y todas nuestras esperanzas se desvanecieron.
A tiempo que acabábamos de desayunarnos, fuimos sorprendidos con la repentina entrada de siete de los revoltosos, todos armados, que nos ordenaron subir sobre cubierta. Al capitán Barnewall se le hizo bajar y volvió a subir en unos cuantos minutos, para enviarme enseguida a llamar a fin de pedirme las llaves de mis baúles y escritorio. Registraron cosa por cosa, quitándome ciento siete pesos, que era mi único caudal. Luego escudriñaron todos los rincones del camarote, diciendo que sabían que había dinero escondido. Después de la comida, comenzaron de nuevo; se registro el almacén y se abrieron a cuchillo sacos de harina en busca de una gruesa suma de dinero, que se imaginaron que había sido enviada a bordo por el Gobierno; pero chasqueados en esto, nos robaron nuestros trajes, y tanta fue su rapacidad, que no pudimos lograr que nos dejasen una muda de ropa. A las cuatro de la tarde pasaron revista y se repartió el dinero (cuatrocientos treinta y un pesos) entre sesenta, sin que cupiera parte alguna a los enfermos. Nuestra situación es casi insoportable. Nos hallamos sujetos al capricho de una banda de desalmados, que no observan entre sí orden ni disciplina alguna, guiados por la opinión de los más, y no puede quedar duda de que si se empeñaran en asesinarnos, su comandante no lo habría de impedir.
16 de mayo, domingo
Ayer y hoy nuestro bergantín ofrece el más horrendo espectáculo que jamás haya yo presenciado. A proa y a popa yacen esparcidos odres de aguardiante y vino, cuyo acceso es permitido a todo el mundo, y tan luego como se vacía uno, se le llena otra vez. Se juega a todo con el dinero que nos han robado, y las pendencias, la borrachera y toda especie de vicios reinan a sus anchas.
17 de mayo
Por la mañana temprano nos alarmamos por el bullicio inusitado que se sentía sobre cubierta, que pronto supimos era motivado por la vista de un velero que se dirigía hacia nosotros, que los amotinados (como resultado de la sugestión que les causaba su dañado proceder) se imaginaron ser la fragata norteamericana Essex, y que era llegado para ellos el momento de pagar sus maldades. Comenzaron inmediatamente la faena de desarmarlo, imaginándose que podrían hacerlo pasar por buque mercante. Habían logrado ocultar bajo cubierta los objetos sueltos, como los atacadores, las lanadas, etc., y hasta uno de los cañones, cuando el tan temido velero se dejó ver en todo su tamaño, resultando ser sólo un pequeño bergantín, llamado el Carbonero, empleado en el acarreo de abonos, consignado a Pisco, a nueve días de Chancay. Diónos la noticia de que Chile había sido invadido en virtud de una orden reservada del Virrey, y muy en oposición a las opiniones de todas las clases sociales y de los comerciantes especialmente.
18 de mayo, martes
Arribamos al Callao. Al entrar al puerto tuvieron la audacia de enarbolar la bandera española sobre los colores del pabellón americano. Se hizo una salva al pasar el fuerte. Uno de los cañones que por olvido había quedado cargado, mató con su disparo a un indio en la playa. Luego que anclamos, fuimos abordados por el bote de la Aduana. El capitán del puerto, al saber la manera como habíamos sido apresados, parecía a la vez sorprendido y agradado, y con términos altisonantes, harto característicos de los peninsulares, no sé cansaba de ponderar cómo pudimos tener la temeridad de combatir a sus corsarios. Preguntó enseguida quién era el comandante, honra que fue disputada por no menos de tres, y después de no poca discusión, se pronunció en favor del que lo había sido primero, el ayudante del contramaestre. El capitán Barnewall y yo fuimos enseguida registrados para quitarnos los papeles que tuviéramos, como en efecto nos los tomaron. Se nos mandó entonces que bajáramos de cubierta, y allí se continuó el prolijo registro de nuestras personas para certificarse de que no habíamos ocultado algunos. Concluido esto y habiendo llegado de tierra un piquete, se nos ordenó desembarcar.
Antes de tomar el bote, el capitán Barnewall y yo denunciamos el robo de nuestras espadas y de mi reloj, hecho por el comandante, que teníamos información segura de que había escondido bajo llave en su arca. Pedimos al capitán del puerto que aceptara nuestras espadas, cosa que creyó no era propio rehusar, disponiendo que se me devolviese mi reloj. El capitán Barnewall refirióle entonces que se nos había robado también nuestro dinero y objetos de nuestro uso, y que deseaba llevase consigo los instrumentos náuticos de su propiedad, los que fueron declarados legítima presa.
En este punto, nuestro contador, un chile no, que había permanecido recluido junto con nosotros durante toda la travesía, se colocó la escarapela realista y suscribió su nombre en la nómina de los amotinados, o, como ellos la llamaban, el rol de honor.
Al poner pie en tierra, la multitud que cubría la playa, desplegó la más salvaje ferocidad, tirándonos piedras durante todo el trayecto que hubimos de recorrer hasta llegar al domicilio del gobernador, que estaba en el interior de la fortaleza; y a no haber sido por la guardia, creo que nos habrían hecho pedazos. En vez de los tristes presagios con que es de suponer entra alguien a una prisión, yo lo hice alegremente, considerándola por el momento lugar seguro. Fuimos llevados luego a presencia del gobernador, quien nos hizo una especie de interrogatorio tocante al objetivo de nuestra expedición, con muchas otras preguntas relativas al ejército de tierra que había en Chile. Concluido esto, su Excelencia nos dijo al capitán Barnewall y a mí, de manera muy atenta: “caballeros, deben ahora ustedes someterse a la necesidad de retirarse a los departamentos dispuestos para su alojamiento del momento”, y, alejándose, nos confió al cuidado de un oficial, que nos rogó le siguiésemos. Me imaginé, en vista de la atenta manera como nos había tratado el gobernador, que en lugar de un sombrío calabozo, los “departamentos dispuestos para nuestro alojamiento del momento”, significaría algunas piezas decentes dentro del fuerte y que se proponía tratarnos como prisioneros de guerra. Tal idea se robusteció ante la conducta de nuestro guía, que nos condujo al frente del departamento de los oficiales, esperando a cada momento que se detuviese, pero hubimos de seguir hasta que llegamos al cuarto de guardia. Aquí se nos separó al capitán Barnewall y a mí.
Se me encerró en un pequeño cuarto ubicado en el centro de una gran sala, en la que se hallaban alojados unos cien soldados. Parece que el cuarto había sido fabricado para que los soldados pudiesen arrimar sus armas del lado de afuera. Hallándome ya solo, comencé a considerar mi situación, pero bien pronto fui interrumpido por la curiosidad de los soldados, quienes, ansiosos de ver qué clase de animal era yo, abrieron un agujero al través de las tablas para observarme. Uno de ellos exclamó entonces, “Es un individuo de buen aspecto”; “Sí, repuso otro, para la horca”. “¡A la horca, hurra, hurra!” repitieron los demás. Era ya de noche, y sintiéndome extenuado de fatiga y de hambre (pues no había probado cosa alguna desde el día antes), me recosté sobre una banca, el único mueble que había en mi habitación. En lugar de conciliar el sueño, la imaginación me pintaba cuál era mi situación con los más tristes colores, sintiéndome tan débil, que no pude menos de derramar lágrimas. El cabo de guardia entró en esos momentos con tres velas; encendió una y dejó las restantes. Y al notar que había llorado, me expresó con toda frialdad que esperaba me hallase convencido de la enormidad del crimen que había cometido al pelear contra la religión y el Rey; añadióme que si tenía dinero, despacharía a alguno para traerme algo de cenar, lo que le rogué hiciera. Al entrar el cocinero, traté con él de que me fiase la cena, prometiéndole que le pagaría una vez que vendiese mi reloj. Consistió mi cena en dos pequeños peces, una rebanada de pan y una copa de vino, por lo que se me cobró veinticinco centavos. No pude conciliar el sueño durante toda la noche, pues cada vez que se relevaba la guardia, se corría el cerrojo de la puerta para certificarse de que me hallaba allí. Uno de los centinelas me preguntó si me incomodaban las pulgas, y ante mi respuesta afirmativa, añadióme que había muchas chinches y otros bichos, lo que era perfectamente exacto.
19 de mayo
A eso de las seis entró a mi pieza un individuo trayéndome veinticinco centavos, que me dijo era mi prest para la comida; y como a las diez llegó el Jefe de la Armada Real, y habiéndose informado de quién era yo, dispuso que se me colocara en el mismo calabozo con el capitán Barnewall y que a cada uno se nos entregara un peso diario. Sentíme regocijado ante la idea de estar en compañía de mi amigo, siendo no menos satisfactoria la expectativa de poder alimentarme bien.
20 de mayo
El peso prometido no llegó, y en vez de él recibimos cada uno veinticinco centavos. Vendí mi reloj por veintiocho pesos y me compré un colchón y una frazada. La Perla fondeó hoy: sus oficiales, en número de nueve, fueron encerrados en las casamatas. En la tarde fuimos trasladados a otro calabozo. Deseosos de informarnos de los detalles del apresamiento de esa nave y de conversar con nuestros compañeros de desgracia, ofrecimos tres pesos de propina al oficial de guardia para que nos permitiera ver a uno de ellos al anochecer; lo que no se nos admitió. Nos llegó una tarjeta de Mr. Samuel Curson, americano que residía en Lima, con la promesa de que haría cuanto estuviese a su alcance para favorecernos.
Este día se empezó a ver la causa de nuestra gente. Es costumbre de los españole1 en semejantes casos llamar primeramente los marineros, a fin de así intimidarlos y lograr que declaren algo respecto a sus superiores, que más tarde pudiera invocarse como testimonio contra ellos.
21 de mayo
Nuestro actual calabozo es más cómodo que el anterior; veinte pies cuadrados y una ventana grande. El cabo de cañón, que había prestado su declaración, merced a una propina de veinticinco centavos que dio al sargento, obtuvo que se le permitiera dormir esa noche en el mismo calabozo que nosotros, y de él tuvimos algunas informaciones. Debíamos declarar que no habíamos entrado voluntariamente al servicio de Chile, etc. Nos advirtió que el intérprete nos sería favorable y nos significaría cómo debíamos responder. Nos resultaba dificultoso aún conseguir agua, sin dar propina. ¡Ay!, nuestros recursos están casi agotados, y no sé lo que después será de nosotros.
24 de mayo
Fui llamado a prestar mi declaración. Una guardia vino a buscarme para conducirme a una pequeña casa situada a orillas del mar, en la que se reunía el tribunal. Estaba formado por un oficial de la armada, un intérprete (italiano), un abogado mulato y un escribiente de raza blanca.
Comenzó la audiencia por exigirme juramento de que diría la verdad de lo que se me preguntase; cierta especie de acusación se formuló en mi contra, basada en haber sido sorprendido en actos piráticos cometidos en alta mar, siendo yo un ciudadano de los Estados Unidos, con cuya nación se halla en paz el rey de España, esgrimiendo armas contra él, en ayuda de una provincia sublevada. No había prueba alguna para sostener semejante acusación, a no ser la dada por mí mismo.
Preguntáronme primeramente mi nombre, edad, lugar de mi nacimiento, etc., a todo lo que contesté con verdad. Vino enseguida la pregunta acerca de cuánto tiempo había residido en Chile y el motivo que me impulsó a abandonar mi patria para trasladarme a esa provincia. A esta interrogación objeté que no tocaba a mi causa, pero se me dijo terminantemente que no podía excusarme de responder a cuanto pregunta se me hiciera. Repliqué que esperaba que no se me obligase a inculparme a mí mismo. El tribunal se desentendió de mi observación y formuló de nuevo la pregunta. En este punto, el intérprete me habló en inglés, indicándome que debía contestar en términos que correspondiesen a lo dicho por los marineros. Accedí a ello gustoso, y el interrogatorio continuó adelante, y duró hasta las dos de la tarde. Concluido éste, se me mandó conducir a un calabozo allí vecino hasta que terminase el interrogatorio del capitán Barnewall. Se trajo mi cama, de lo que deduje que estaba condenado a pasar allí la noche. Después de colocada en un poyo, me quedó el suficiente espacio para dar cuatro pasos a lo largo; el ancho de la pieza era como de unos Cuatro pies, y estaba alumbrada por la luz que entraba por un agujero que había en el techo. Era el sitio más asqueroso que jamás hubiese visto en mi vida. No queriendo pasar ahí la noche, traté de gratificar al cabo de guardia para que me condujese a mi ordinario alojamiento, que parecía un palacio comparado con este mísero agujero. Contestóme que lo vería, y a eso de las diez me llevó al sitio en que había tenido lugar mi interrogatorio. Solicité permiso para volver a mi antiguo calabozo, lo que se me concedió, y gratifiqué al cabo con cincuenta centavos, aunque en un principio me había pedido cinco pesos. De nuevo en compañía del capitán Barnewall, comentamos con delicia los desinteresados servicios del señor Gambini, el intérprete, y más tranquilos nuestros ánimos con las esperanzas que nos había inspirado, nos metimos a la cama y dormimos profundamente.
28 de mayo
No hemos recibido carta ni socorro alguno de nuestros amigos de Lima. Comenzamos a dudar de la sinceridad de sus ofrecimientos y parece que hemos sido abandonados a nuestra suerte. Estamos mucho más vigilados que al principio. Se ha prohibido al cocinero que nos traiga la comida al cuarto, como antes, y la recibimos ahora por una ventanilla. No he visto rostro humano durante varios días.
2 de junio
Recibí saludos de los oficiales de La Perla, anunciando que todos seguían bien. En la tarde fuimos trasladados a otro calabozo, mucho más pequeño y, por tanto, más incómodo. A las oraciones, estuve conversando al través del agujero de la llave de la cerradura con un irlandés, quien me dijo que había sido enviado por un amigo nuestro, cuyo nombre no podía dar, para informarnos de que tan pronto como pasase el alboroto que había causado la noticia de nuestro arribo, algo se haría para tratar de aliviar nuestra situación. El capitán Barnewall y yo estamos enfermos de tercianas, que fueron tan agudas esta noche, que perdí el conocimiento.
El día cinco o el seis, todos los norteamericanos de la dotación del bergantín (excepción hecha solamente del capitán Barnewall y yo), fueron aherrojados y condenados a trabajos en las obras públicas. Fueron aherrojados en la misma forma que los malhechores, lo que resulta por extremo cruel. Esto se hace poniendo una argolla en el tobillo, cuyo cerrojo corre por entre un eslabón de la cadena, que en el otro extremo tiene un anillo de otras tantas pulgadas de ancho; durante la noche, se les asegura en el suelo por medio de una cadena larga, que corre por entre las dichas argollas, y se amarra a un poste colocado fuera del calabozo; y durante el día se les obliga a acarrear pesadas cargas de basuras a la espalda, más todo el peso de sus grillos, que es de unas cuarenta libras en una pierna. Comienzan a trabajar a las seis de la mañana, y lo continúan hasta la puesta del sol, con interrupción de media hora para el desayuno y de una hora para la comida. A los súbditos ingleses apresados en el bergantín se les deja tranquilamente en una prisión ventilada y cómoda, sin estar aherrojados. El motivo francamente confesado de semejante diferencia de tratamiento es la destrucción de un corsario limeño verificada por la fragata norteamericana Essex. ¡Qué represalia más cobarde y antojadiza!
La siguiente es la lista de estos infelices norteamericanos:
William Barnet, piloto.
Samuel Dusembury, piloto.
Samuel Dusenbury, guardiamarina.
Timothy Chase, contramaestre de La Perla.Henry Heacock, contramaestre.
John S. Waters, carpintero.
Peter N. Hanson, artillero.
John Heck, intérprete.
Henry Smith, marinero.
William M'Koy, marinero.
Severno Denton, marinero.
James Dawmas, marinero.
Moses Pierce, marinero.
Le Roy Laws, marinero.
Willis Forbes, marinero.
Jeremiah Green, marinero.
Frederick Rasmonsen, marinero.
El día nueve, el capitán Barnewall y yo, ambos enfermos de terciana, fuimos llevados al hospital de Bellavista. Ahí hallamos a todos nuestros hombres, excepto uno, y todos muy enfermos.
El veintitrés pudo el capitán Barnewall salir del hospital ya mejorado. Yo no me hallé capaz de acompañarle.
Durante este tiempo supimos que las tropas chilenas habían obtenido una victoria sobre las de Lima, y recibimos dos cartas de nuestro amigo Curson, quien nos decía que se había abstenido de escribirnos antes, estimando que nuestra situación era desesperada. Afirmábamos ahora que nuestras vidas estaban seguras, y que no dudaba que lograría obtener el que se nos dejase salir bajo nuestra palabra de honor.
También el capitán Barba y dos de sus oficiales se hallan aquí. De él supimos que tan pronto como se izó el trinquete en La Perla, logró dominar el motín. Todos los oficiales, incluso el contramaestre, permanecieron fieles. Nos dijo también que su piloto mister King, americano, al notar que el buque se hallaba en poder de los revoltosos, se arrojó al mar y que se creía difícil que hubiera logrado salir a tierra. Nuestra actual situación es de las más deplorables; y aunque en extremo debilitados por la fiebre, tanto, que ni siquiera podemos dar un paso, se nos mantiene encadenados a la cama como medida de seguridad. Pocos días ha, uno de los presos, cuyo solo crimen consistía en habérsele visto pelear por la causa de Buenos Aires, murió con grillos, los que le fueron quitados como una hora después de muerto. El hospital es custodiado por un sargento y diez soldados, y la pieza en que estamos se halla con centinelas situados al lado adentro de la puerta, que resultaban sumamente pesados para nosotros, porque durante la noche los muy bribones se empeñaban en hacer todo el ruido posible, golpeando el suelo con la culata de sus fusiles, o un barril con las bayonetas, etc. Después de puesto el sol, el mozo reza o canta el rosario, seguido por todos los que se hallan en estado de hacerlo, y los que no, tienen que aguantar el ruido que forman. Esta operación dura, ordinariamente, media hora.
El aparato y ceremonia con que el doctor practica sus visitas es realmente para la risa. Se verifican a las ocho de la mañana y a las tres de la tarde, y se anuncia por un toque de campana. Lo primero que se presenta es un viejo de aspecto enfermizo, que avanza balanceándose y gruñendo bajo el peso de sus propias carnes, apoyado en un enorme bastón; su aspecto mísero me hacía recordar a aquel sabio médico, de quien se dice en unos versos: Detúvose y olió su bastón./ Se volvió a detener, y lo volvió a oler.
Venía, en seguida, el cirujano (porque el ejercicio de la medicina y cirugía son aquí profesiones tan diversas como las del zapatero y sastre, y ni por asomos tan bien conocidas); luego, un grupo de ayudantes, compuesto de cuatro o cinco, para tomar notas de los enfermos y de lo que el doctor les recetaba ; y tras de éstos, cuatro o cinco mulatillos, aprendices de barberos o sangradores, enviados aquí para aprender la ciencia de la cirugía, mecánicamente, sin tomarse el trabajo de estudiar, y simplemente para operar en los infelices que caían bajo su férula, muchos de los cuales morían por falta de la debida asistencia. El cirujano, un jefe que ha recibido su pequeña dosis de conocimientos mediante el estudio, y es caballero, consideraría muy por bajo de su propia dignidad emporcar sus dedos curando una herida; y todavía se presenta otro individuo para poner lavativas, y otro que trae las medicinas a los enfermos; y, finalmente, los sirvientes, aguadores, cocineros, pinches de cocina, armero, etc., por todos como unos veinte.
El veintiocho abandoné el hospital y regresé al castillo, donde encontré al capitán Barnewall, quien me dio la noticia de que pocos días antes elHope, capitán Obed Chase, de Nueva York, en viaje de descubrimiento, había sido enviado para ser juzgado, en contravención a las leyes del derecho internacional, por el gobernador de la isla de Chiloé, adonde había recalado en busca de refrescos, y su tripulación encerrada en el mismo calabozo que los ingleses, que habían formado la nuestra.
29 de junio
En este día, merced a la tolerancia del oficial de guardia, se nos permitió pasearnos por el patio. En la tarde nos visitaron dos caballeros chilenos, que vinieron de Lima, y a quienes no conocíamos, que con toda generosidad nos obsequiaron al capitán Barnewall y a mí cinco pesos a cada uno. Este es el primer socorro que hemos recibido desde que estamos presos, que hubimos de aceptar sólo en fuerza de la necesidad.
5 de julio
Nos visitó un caballero chileno, llamado don Manuel García, empleado en la Real Contaduría, quien nos contó que estaba de partida para Concepción, en un buque mercante, y nos dijo que si queríamos escribir a nuestros amigos de Chile, él hallaría medios de hacerles llegar nuestras cartas. El capitán Barnewall contestó que lo haría.
10 de julio
El señor García vino a buscar nuestras cartas. Por su intermedio escribimos al Gobierno de Chile y a nuestro Cónsul allí, dándoles cuenta de los hechos que ya he referido. Nos aseguró que pronto seríamos puestos en libertad. En verdad, tan varias han sido las informaciones que han llegado hasta nosotros, que nuestros ánimos se han mantenido en un permanente estado de ansiedad ya abrigando las esperanzas más aventuradas; ya los más infundados temores. Hemos concluido por no hacer caso de lo que oigamos y mantenernos, en cuanto nos sea posible, tranquilos, en espera del momento en que se resuelva abrirnos las puertas y dejarnos salir. Es de reírse al notar el empeño con que alguno que se interesa por nuestro bienestar llega a decirnos que bien pronto saldremos en libertad; otro añade que muy luego seremos enviados a Lima, dándonos la ciudad por cárcel bajo nuestra palabra de honor; otro, que antes de veinte días ha de estallar una revolución; otro, que el general Belgrano ha entrado en Arequipa y se dirige a marchas forzadas hacia esa plaza y que el Virrey se estremece al sentarse en su sillón de mando; otros, que las panaderías de Lima se han cerrado por falta de trigo, y que, en vista de eso, van a enviar emisarios a Chile a pedir la paz; otro cuenta que el Potrillo está alistándose, y que el Virrey ha de huir en él antes de que los negocios se empeoren, y con tono solemne nos anuncian que se prepara una expedición para marchar contra Valparaíso, etc.
17 de julio
Ha llegado el Britania trayendo la feliz nueva de la recuperación de Concepción y puerto de Talcahuano por el ejército patriota, al mando del general Carrera, y la muerte del general limeño Pareja. Este buque logró escapar a duras penas, dejando en tierra la mayor parte de su tripulación, habiendo logrado salir del puerto entre los disparos de los cañones de los fuertes. A su regreso, tocó en Arica en busca de refrescos, y embarcó allí ciento veinte hombres, las reliquias del ejército de Goyeneche, que en su mayor parte fue hecho prisionero por las armas porteñas. después de la rendición de la ciudad de Salta, y de acuerdo con lo capitulado, habiendo jurado no volver a tomar las armas, fue dado por libre. Han hecho a pie un camino de más de mil millas, y muestran un aspecto tal, que involuntariamente me hacía recordar a los tertulios de Falstaff.
21 de julio
A las tres de la mañana de hoy sentí un fuerte remezón de tierra, que por poco no me arroja fuera de mi cama. Es difícil que alguien pueda darse cuenta del efecto de tan terrible fenómeno sobre el ánimo de una persona encerrada en una pieza sin salida, sin medio de escapar en caso de que el edificio se derrumbase con la sacudida. En tal evento, doscientos infelices seres encadenados y encerrados en un sala vecina a nuestro cuarto, como nosotros mismos, tendrían que perecer sin remedio. Al menor sacudón, los presos todos comienzan a entonar plegarias en tono lúgubre, muy a propósito para despertar los más tristes sentimientos.
22 de julio
Se dice que la tripulación de la Nueva Limeña, un gran barco de comercio de la matrícula de este puerto, se amotinó contra sus oficiales, los echó en tierra en Pisco e izó vela para Valparaíso. Esta es una gran noticia para nosotros, pues el Gobierno de Chile tendrá por este conducto conocimiento de nuestra situación lisonjeándose con que se verificará algún canje de prisioneros.
23 de julio
Hemos sido trasladados a esta prisión (Casamatas). Aquí hallamos al cirujano, al capellán y al contramaestre de La Perla. Aunque nuestro calabozo es más obscuro y húmedo que el que teníamos, con todo, nuestra situación es más soportable. Disponemos aquí de un cuarto para pasearnos, lo que es gran alivio para nosotros, y como la prisión es tan segura, no se nos vigila tan de cerca.
20 de agosto
Nada de particular ha ocurrido durante algún tiempo. He estado enfermo en el hospital cerca de veinte días. Hoy vino a vernos Mr. Macy, contramaestre del Hope, quien nos refirió que ese buque estaba ya despachado y debía hacerse al mar en unos cuantos días más. Cortésmente se ofreció a entregar a usted mis cartas por su propia mano. Véome obligado a detenerme en este punto. Mi situación es realmente mísera: encerrado en un calabozo a cuatro pies debajo de tierra, donde la única luz que disfrutamos nos llega por respiraderos; las paredes de cal y piedra tienen un espesor de siete pies, y las puertas tan sólidamente aseguradas, que desafían todo intento de escapar. He sido acusado como malhechor e ignoro si estoy o no condenado, sin que hasta ahora se me haya notificado sentencia alguna, a pesar de que van transcurridos más de tres meses desde que fui juzgado. Cuál sea la suerte que me aguarda, es imposible conjeturarlo, y probablemente se decidirá por lo que ocurra en Chile. Si este país triunfa, saldremos en libertad a banderas desplegadas; pero, en caso que los enemigos de la libertad prevalezcan, debemos esperar, ya la muerte en el cadalso, ya el puñal de un asesino en nuestra prisión, quizás durmiendo. En el entretanto, ojalá que usted, mi amigo, goce de salud, felicidad y libertad, de la cual me veo ahora privado. Si llega a ofrecerse otra oportunidad, cuente usted con que volverá a tener noticias de este su infeliz amigo.

Séptima Carta.
Libertad de los ciudadanos americanos apresados en el Potrillo y La Perla.

Callao, primero de setiembre de 1813 Cárcel de las Casamatas
Querido amigo:
Escribí a usted precedente en el supuesto de que el Hope se haría a la vela unos cuantos días después de aquella fecha. La orden para su despacho se revocó; pero como el capitán Chase confía en que el cabo ha de ser puesto en libertad, proseguiré mi diario hasta que se haga a la vela.
2 de septiembre
Hacia la oración oímos frente a nuestro calabozo un desusado sonar de cadenas, y al asomarnos a la ventana vimos un gran grupo del pueblo que se dirigía hacia nosotros y soldados que conducían considerable número de presos con pesadas cadenas. ¡Oh, Dios mío! ¿Cuáles fueron nuestras sensaciones al saber que éstos eran los oficiales y tripulantes de la Nueva Limeña apresados por el Potrillo en el momento de entrar al puerto de Coquimbo? Las expectativas que habíamos tan intensamente acariciado de que llegaría en salvo a Chile, de que contaría al Gobierno de aquel país la historia de nuestras desgracias, y de que pronto recibiríamos algún socorro que mitigase nuestros sufrimientos, se desvanecieron en un instante. No podíamos distinguir las vociferaciones del populacho, hasta que al aproximarse los presos a donde nos hallábamos fueron reconocidos por nuestros compañeros de La Perla. Esos presos fueron encerrados en el calabozo vecino al nuestro, habiendo sabido que habían sido capturados por causa de propia incuria, pues durante tres días estuvieron de tal modo ebrios, que no hubo hombre que pudiera manejar el timón.
5 de septiembre
Hemos sabido que los oficiales de La Perla que estaban en el hospital, de Bellavista, ya convalecientes, han obtenido permiso del Virrey para recorrer el pueblo bajo la custodia de un centinela.
10 de septiembre
Hemos redactado un memorial para ser presentado al Virrey por uno de nuestros hombres aherrojados en solicitud de que se les alivie su situación; pues hemos tenido noticias que vendrá mañana al Callao en gran pompa para asistir a un soberbio espectáculo, cual es, el de botar al agua un buque fabricado para el uso de la aduana... Supimos que tiene por costumbre visitar una o dos veces en el año las cárceles y que generalmente con tal motivo concede libertad a algunos presos.
11 de septiembre
El pueblo del Callao estuvo en pie esta mañana antes de que el sol saliese y todo el mundo den la cárcel anda atareada en los preparativos para la recepción del Virrey. La plaza situada al frente de nuestra prisión estaba atestada de gente a la salida del sol, y antes de las diez ya se hallaban todos por extremo impacientes. A eso de las once, la multitud abrió calle y pudimos disfrutar de la vista de cuerpo entero de su excelencia don Fernando de Abascal y Sousa, Virrey del Perú, marqués de la Concordia, etc., acompañado de numerosos oficiales y servidores, y de dos bellísimas jóvenes, una de las cuales se nos dijo que era su hija y la otra una protegida suya. Representaba unos setenta años, de unos seis pies de alto, de contextura fuerte y, al parecer, en perfecto estado de salud. Vestía una casaca de diario, y dos grandes charreteras, con entorchados que le caían casi hasta el codo. Deseoso, como cualquier mortal, de ser visto y admirado, su Excelencia graciosamente se sirvió pasar por dos veces muy cerca de nuestra cárcel, a intento de recibir las súplicas y homenajes de los presos. Pero en esto se equivocó, según presumo, pues ni uno solo de los de nuestro calabozo lanzó palabra alguna para desearle salud y prosperidad; nuestro confesor el capellán de La Perla murmuró por lo bajo, “Hijo de una grandísima p...”.
12 de setiembre
Nuestra tripulación presentó al Virrey una solicitud manifestándole el desigual castigo que sufrían los que se daban como culpables de un mismo delito; expresando que no sólo los marineros, pero aun oficiales que ocupaban situación expectable en sociedad, ciudadanos de los Estados Unidos, habían sido condenados a trabajos forzados en las obras públicas, con desprecio de su reputación y daño de su salud; al paso que simples marineros, súbditos de su Majestad Británica, andaban sueltos, sin exigírseles trabajo alguno, ni tampoco al contramaestre de La Perla,aunque de rango inferior a algunos de los peticionarios, solicitando la intervención de su Excelencia para que se les hiciese justicia.
En respuesta, dispuso el Virrey que un oficial de ingenieros se acercase a los peticionarios, autorizándole para concederles el alivio que estimase conveniente. Ese caballero vino al siguiente día a la cárcel, y ordenó que se quitase los grillos a nuestra gente y se la colocase en el mismo calabozo con los ingleses. En este punto, el ayudante, que es nuestro más inveterado enemigo, intervino para decir que si se les quitaban los grillos, no habría en el Callao cárcel suficientemente fuerte para tenerlos en seguridad, y que, en tal caso, no se hacía responsable de su custodia. Fue inútil que hiciesen presente la miserable situación en que se veían, en país extraño, sin amigos ni recursos, y que, así, aunque se les ofreciera ocasión, no podrían disponer de medios para escaparse, etc. El oficial hubo de revocar su orden, pero expresó que daría cuenta al Virrey y que en seis u ocho días volvería.
13 de septiembre
Esperamos que nuestros sinsabores han de terminar pronto. Hoy día recibimos una carta de nuestro amigo Mr. Curson, en la que incluía el siguiente decreto
Después de oído el parecer de nuestra Real Audiencia de este virreinato por lo relativo al expediente de los prisioneros tomados en el buque La Perla y en el bergantín Potrillo, cuyas naves salieron de Valparaíso con el propósito de atacar el corsario Real llamado el Warren, y teniendo presente que el actual estado de las cosas no permite se siga un juicio en forma conforme a lo dispuesto por las leyes, en vista de no constar hasta dónde llegan los delitos que han cometido, y considerando que con la remisión de los oficiales y tripulaciones de los dichos buques La Perla y el Potrillo al puerto de donde se hicieron a la vela, este virreinato se excusará de los gastos y molestias que su más dilatada permanencia aquí ha de ocasionar; hemos resuelto y en consecuencia decretamos, que deben ser remitidos al lugar de donde partieron, en los buques que al presente se alistan para dirigirse a la costa de Chile, y desembarcados en ese país a efecto de que sean devueltos a sus hogares; previo juramento que cada uno de ellos prestará de no tomar otra vez armas, ni enrolarse en expedición, ni ejecutar hostilidad alguna en contra de este virreinato. El corregidor de la ciudad se encargará de que se embarquen en corto número en cada nave, y hasta entonces permanecerán en su prisión.

Concordia.
Hemos sabido que este decreto se dictó a consecuencia de la pérdida del buque Thomas, que salió de este puerto con cerca de treinta oficiales y algunos soldados y llevando una fuerte suma de dinero, con dirección a Concepción, antes que la noticia de la rendición de aquella plaza a los patriotas llegase aquí. Sin saber el cambio que se había verificado, y engañado por haber visto flamear en el puerto la bandera española, echó anclas, y cayó así por entero en poder de los patriotas. Se rindió sin hacer resistencia alguna.
El primero se dejaron ver varias naves del lado afuera del puerto Callao, que se creyó serían de alguna expedición chilena. Se trató de armar cuatro o cinco buques mercantes, para que saliesen a atacarlas en unión con la corbeta de guerra el Mercurio; pero tan luego como la gente que había sido reclutada para el objeto llegó a bordo, se desertó, y esto a la luz del día, en los botes de los mismos buques.
21 de septiembre
He vuelto a estar enfermo atacado de calenturas intermitentes durante algún tiempo. Solicité varias veces permiso para que se me permitiera trasladarme al hospital, lo que sólo se me concedió hoy.
23 de septiembre
La escuadrilla bloqueadora ha desaparecido. Mientras permaneció a la vista, fuimos tratados con mucho vigor, y se nos registró para descubrir los papeles que guardásemos por si resultase que estábamos en comunicación con ella. Yo tenía mi diario, y el capitán Barnewall la carta que había escrito al Gobierno de Chile, escondidos dentro de un cántaro, que así logramos escapar afortunadamente. Los buques en los que esperábamos embarcarnos para Chile han salido. Nuestra esperanza todas se han desvanecido. Me siento ahora muy deprimido, y como nuevo motivo de pesar he encontrado aquí a nuestro amigo García, quien me contó que durante la travesía habían hallado un buque, que les dio la noticia de la toma de Concepción, y que al punto destruyó las cartas de que era portador, temiendo que pudiera pasar por sospechoso, y que al desembarcar le metieron a la cárcel. Agrega que cuenta en Lima con tan influyentes amigos, que espera que en un día o dos más será puesto en libertad.
6 de octubre
Nuestro amigo García ha sido puesto en libertad, mejorado ya de su enfermedad. Hoy estuvo en el Callao para ver al capitán Barnewall, de quien me trajo una carta, en la que me informaba que le había ido a visitar Mr. Curson, llevándole una orden del Virrey autorizándonos para poder pasearnos por el patio del castillo desde la salida hasta la puesta del sol. Este permiso fue otorgado en vista de una petición hecha por Mr. Curson en nuestro favor. Y como este documento dará a usted una idea de las benévolas y desinteresadas gestiones de este caballero, lo copio aquí, pues nuestra gratitud pide que se haga público.
A su Excelencia don Fernando de Abascal, Virrey del Perú, etc.Mr. Samuel Curson, con el más profundo respeto ruega se le permita dirigirse a Vuestra Excelencia, y dice:Que ayer ha visitado en la cárcel llamada de Casamatas, ante sus reiteradas instancias, a Mr. E. Barnewall, ciudadano de los Estados Unidos, que me ha dicho hallarse allí preso y gravemente enfermo, como también a Mr. S. B. Johnston, de la misma nacionalidad, a intento de prestarles alguna asistencia médica, y cooperar, a medida de mis fuerzas, a los benignos propósitos de V. E. para procurar el restablecimiento de la salud de ambos.Encontré en las Casamatas únicamente al primero, quien me pidió hiciese saber en su nombre a Vuestra Excelencia la deplorable situación en que se veían, tanto él como muchos compatriotas suyos presos en aquella fortaleza; que al presente se sentía muy enfermo, después de haber sufrido varios ataques de fiebre, como también su compañero Johnston, que se hallaba por entonces en el hospital de Bellavista, y que, a no permitírsele un cambio de aires y de clima, perderían por completo su salud y probablemente sus vidas. Por tanto, ruega a V. E. que a ambos se les permita ser trasladados a la ciudad de Lima para cambiar de temperamento, con condición de quedar sujetos a la vigilancia del corregidor y de no presentarse en público, ni mantener comunicación política o correspondencia con persona alguna, bajo apercibimiento de ser otra vez devueltos a la prisión en que se hallan.Pidióme, asimismo, que pusiese en conocimiento de V. E. que todos sus compatriotas apresados junto con él, fueron aherrojados el nueve de junio último y condenados a trabajar en las obras públicas en compañía de reos penados, sin que se les hubiese notificado orden o decreto alguno de V. E., para ello rogando a V. E. que tenga a bien relevarlos de semejante degradante castigo, considerando, además, que lo sufren desde hace ya ciento dieciocho días y la pena que ha de causar a sus familias y amigos, algunos de los cuales son personas de las más respetables de los Estados Unidos.Por mi parte, puedo asegurar a V. E. que esta exposición es perfectamente exacta; que ambos, Barnewall y Johnston, se hallan gravemente enfermos, y que sus compatriotas están con grillos, como se asegura; y es igualmente cierto que el comandante del fuerte, a quien interrogué sobre el particular, me declaró que no había recibido orden alguna de V. E. a este efecto.Por tanto, en nombre del dicho Barnewall, suplico con todo rendimiento a V. E. que se sirva ordenar su traslado y el de su compañero y disponer que se alivien los sufrimientos de sus demás compatriotas, ofreciendo responder con su persona y bienes respecto al aislamiento y conducta que deben observar los dichos Barnewall y Johnston mientras permanezcan en el país y hacer cuanto estuviere de mi parte para procurarles a ellos y al resto de sus demás compatriotas pasajes para Estados Unidos. Espero confiadamente una decisión favorable a esta súplica de la bien conocida justicia y generosidad de Vuestra Excelencia.
Samuel Curson
13 de octubre
Vino un oficial al hospital a decirme que me preparara para embarcarme inmediatamente para los Estados Unidos.
¿Cómo podré hallar palabras con que pintar el placer que experimenté al oír que volvía de nuevo a la libertad y a la vida? Mi corazón, que comenzaba a enfermarse con calamidades que se iban aumentando día por día, recobró de nuevo su energía y sensibilidad perdidas ya de tiempo atrás, y me erguí como si hubiese salido del sepulcro. La idea de volver a ver a mi patria y de abrazar a mis parientes y amigos, cosa de que a menudo había desesperado durante mi prisión, fue como la irrupción de un torrente en mi ánimo y me hizo derramar lágrimas de alegría. Al principio dudé de la realidad de lo que oía, atribuyéndolo a espejismo de la fantasía, que de antes tan a menudo me otorgaba la libertad en sueños, y creía que al despertar iba a hallarme otra vez prisionero; para oír el estridente chillido y terrorífico sonar de las cadenas; para ver los pálidos destellos de un mísero candil, que parecía apagarse con el aire viciado y fétido del calabozo tan débilmente alumbrado, y oír de nuevo la voz del “ceñudo centinela”, que tantas veces turbó el sueño que apenas podía conciliar. Pero no ¡eso era verdad!
Nos pusimos en marcha inmediatamente para el Callao hasta llegar al puesto de la guardia, donde hallé al capitán Barnewall con mis demás compatriotas, y una vez todos reunidos, se nos tomó juramento de que no volveríamos a empuñar armas contra el Virrey del Perú, y enseguida continuamos nuestro camino para el muelle. En diez minutos, el Hope estaba en marcha, dando por nuestra parte repetidos adioses a nuestros calabozos y cadenas. Tal fue como, después de un encierro de cinco meses y trece días, fuimos libertados de manera tan inesperada y extraordinaria. Cierto es que se nos despachaba para los Estados Unidos, pero tenían de sobra motivos para creer que debíamos tocar en Valparaíso (pues el Hope partió del Callao con más de cincuenta personas a bordo y con provisiones que no alcanzarían ni para dos meses), en cuya eventualidad, sus enemigos habrían de obtener, sin duda alguna, abundantes informaciones acerca del estado de los negocios públicos en Lima.
Estamos por extremo obligados a Mr. Samuel Curson, comerciante establecido en Lima, por los muchos servicios que nos prestó durante nuestra prisión, y por haber sido el autor de nuestra libertad. No tenía amistad con ninguno de nosotros antes de nuestra llegada; supo entonces que algunos norteamericanos estaban en apuros y, al punto, su alma generosa se apresuró a tendernos una mano compasiva; se valió de letrados para abogar por nosotros y abrió su bolsa para socorrer nuestras necesidades, sin cuyo auxilio habríamos visto aumentarse nuestro sufrimiento con el hambre, y esto, en circunstancias que se estimaba que sólo con nuestras vidas podríamos pagar lo aborrecible de nuestros delitos ; pero supo que estábamos en peligro, que sufríamos por una buena causa, y esto bastó.
A Mr. Gambini, que actuó como intérprete en nuestro proceso, somos deudores de servicios que la prudencia me obliga a silenciar, salvo que algún imprevisto accidente los lleve a conocimientos del Virrey para su daño. Empero, deben siempre ser recordados con gratitud.
A don Manuel García y a otros chilenos somos también deudores de los servicios ya indicados, y a algunos señores militares de los que solían montar la guardia del castillo les quedamos reconocidos por los pequeñas concesiones que solían otorgarnos, que por no haber sido solicitadas, deben estimarse en más.
14 de octubre
Levantéme temprano; el tiempo casi en calma, el cielo sereno y los suaves céfiros jugueteando a nuestro alrededor, todo se juntaba a mi silenciosa gratitud al Todopoderoso, que dispone de las cosas, para hacerme comparar esta consoladora escena con aquellos de miseria y degradación de las que acababa de salir; la comparación era por extremo grata, mas, ¿quién ha disfrutado jamás una felicidad tan entera para no sentir algún desagrado? Acordábame de mis compañeros que dejaba atrás, sintiendo en el alma que no se hallaran con nosotros; que, de haber sido así, mi felicidad habría sido completa.
De usted, etc.

Octava Carta.Llegada a Valparaíso.Ojeada sobre el Callao y aspecto de los negocios públicos.

Valparaíso, 8 de noviembre de 1813.
Querido amigo:
Llegamos aquí el 8 del presente, después de una favorable navegación de veintitrés días, y al cabo de una ausencia de más de seis meses.
Durante mi permanencia en el Callao, la dominación española parecía hallarse vacilante. El ejército de Buenos Aires, mandado por el General Belgrano, avanzaba rápidamente en dirección a la misma capital del Perú; el ejército realista estaba casi totalmente destruido, y dondequiera que trataba de detener a Belgrano podía contar seguramente con un fracaso, a tal punto, que el Virrey se vio derrotado en todas partes y con sus recursos agotados por completo, a cuya causa le era imposible incrementar sus fuerzas en el Alto Perú o en Chile. Añadíase a esto, que un marcado espíritu de oposición se hacía sentir en la capital, producido por las muchas privaciones que se experimentaban a causa de la guerra con Chile, una de las cuales era la escasez de artículos alimenticios, y el descontento que asomaba sin rebozo entre sus míseras tropas, a las que se veía en la imposibilidad de vestir y de pagar. Bajo tales desventajosas circunstancias, no era difícil suponer que había de tratar de llegar a un avenimiento por lo menos con Chile. Pero desplegando una firmeza digna de mejor causa, parecía resuelto a subyugar a las alteradas provincias de Buenos Aires y Chile, o que caería del mando, sepultado entre sus ruinas.
El hecho siguiente deja ver con claridad el estado de agotamiento a que había llegado el antes opulento reino del Perú.
En el mes de septiembre último, cierto militar presentó un memorial al Virrey, ofreciendo apoderarse del puerto de Valparaíso, si su Excelencia le confiaba el buque Warren con quinientos soldados y doscientos marineros, fuerza que consideraba suficiente para realizar la empresa. Se estudió la propuesta en consejo, en el que, sin duda alguna, se estimó realizable y, sin embargo, hubo de abandonársela por ser imposible reunir los fondos necesarios.
La ciudad del Callao ofrece un pobre aspecto, habitada como se halla especialmente por pescadores y gente de mar, y puede que cuente con tres mil almas. El fuerte, o castillo, como se le llama, es el único sitio que pretendo describir. El castillo Real de San Felipe es un macizo fuerte semicircular, y ocupa cerca de veinte acres de terreno. En el centro tiene una amplia plaza de cerca de cuatro acres, que constituye un hermoso campo de maniobras. A la derecha se hallan los cuarteles, lo suficientemente extensos para alojar cinco mil hombres; y a la izquierda (que a no ser así, habría constituido un punto débil) están situadas las Casamatas, edificios fuertes, defendidos en la parte alta por cañones y morteros y por dos ciudadelas al frente. Esta construcción encierra tres salas principales o cárceles, cada una de noventa pies de largo y treinta de ancho, y de quince a dieciséis de alto, con un pasillo estrecho por el frente de las tres. La cárcel del centro no tiene puerta frontera, sino una ventana con barrotes muy fuertes, que nacen desde el suelo y llegan hasta el techo; el piso se halla a cuatro o cinco pies debajo de tierra, pavimentado con enormes losas de piedra. La cárcel de la derecha y la de la izquierda están provistas de una puerta de rejas, pero carecen de ventanas. Para llegar a la prisión del centro, que era en la que yo estaba encerrado, es preciso pasar por la de la derecha y enseguida entrar a ella por una puertecilla. El muro interior está hermosamente estucado y descansa sobre cuatro arcadas de aspecto imponente. Esta ha sido desde muchos años atrás cárcel de contrabandistas, y sus murallas se ven cubiertas con nombres de americanos e ingleses que han sido en ella encerrados. Cuando entré por primera vez a este sitio, me pareció tan obscuro, que no pude leerlos, pero al cabo de cuatro días ya los distinguí perfectamente.
A la izquierda de las Casamatas se halla la residencia del Gobernador, y a la derecha el departamento de oficiales, ambos de un solo piso. Están montadas en las murallas, según se me dijo, como unas ochenta piezas de artillería. Encierra dos torres circulares de piedra, como de unos sesenta pies de altura, que sirven de almacenes, y en lo más elevado se hallan los masteleros de señales. Los subterráneos de estos edificios han sido usados como celdas solitarias, pero sólo en casos de alta traición o de grandes crímenes perpetrados por individuos empleados en el Real servicio. Una de ellas se llama la torre del Rey y la otra de la Reina. La entrada de la fortaleza está defendida por un puente levadizo, y toda ella circundada por un foso de dieciséis pies de ancho.
Durante nuestra permanencia en el Callao, el capitán Barnewall y yo sufrimos mucho por causa de la insalubridad del clima. En un principio se nos envió al hospital para ser curados allí. Está situado en una pequeña y deleitosa aldea, a cerca de una milla del Callao, llamada con verdad Bellavista, y si no hubiese sido por la crueldad de amarrar con cadenas a los enfermos en sus lechos, diría que era un establecimiento bien dirigido. Cuando ya mejorado, hube de abandonar ese sitio para volver de nuevo a mi antigua prisión, la humedad y su triste aspecto me producían pronto tan considerable abatimiento, que tenía que ser llevado de nuevo al hospital. Mi regreso a las Casamatas era seguido pronto de otra recaída, habiéndoseme negado durante largo tiempo el privilegio de retirarme a Bellavista, y vístome así obligado a soportar el doble sufrimiento de la enfermedad y de la desesperación, en un calabozo calculado para quebrantar la constitución del hombre más fuerte y robusto. En esos días, los prisioneros tomados en La Limeña fueron encerrados en el departamento vecino al nuestro, encadenados de a dos en dos, de tal modo que cuando hacían el menor movimiento, el sonido repercutía (a causa de la peculiar construcción del edificio) y producía un ruido tremendo. Considere, amigo mío, cuáles serían mis impresiones, trabajado por el delirio de la fiebre y un terrible dolor de cabeza, a la triste hora de la medianoche, cuando hasta la voz de un amigo resultaría molesta, cómo tendría que soportar el estruendo de las cadenas y el oír las palabras más soeces y obscenas salidas de boca de aquellos míseros e infelices tripulantes de La Limeña, que sabían hallarse allí a un paso de la eternidad.
A nuestra llegada a Valparaíso, el capitán Barnewall indujo al capitán Chase a que se dirigiera a tierra en un bote antes de que el buque fondeara, para que llevara una carta al Gobernador en la que se apuntaban los nombres de todos los que habían tomado parte principal en el complot, antes de que tuvieran noticias de nuestro arribo y lograran escaparse. En la tarde, el capitán Barnewall y yo fuimos a ver al Gobernador, que nos recibió de la manera más cordial. Nos contó que Rodríguez había sido preso y que el portugués en cuya casa se fraguó la conspiración, había sido ya desterrado a Mendoza, ciudad del lado oriental de las cordilleras, por virtud de los denuncios que hizo Mr. King, el maestre de La Perla,quien, como se dijo, se arrojó al mar al ver estallar el motín. Su Excelencia nos contó también que ese señor llegó a la orilla tan extenuado, que no pudo articular palabra antes de pasadas varias horas; que, a no haber sido por eso, en su concepto, el bote de la aduana nos habría alcanzado y dádonos la noticia en tiempo oportuno para evitar la pérdida del bergantín. Contónos, asimismo, que el Gobierno de la nación había trasladado su sede a Talca y encargado el mando de Santiago a don Joaquín de Echevarría, de quien él dependía, significándonos el deseo de que uno de nosotros se dirigiera a la capital tan pronto como fuera posible. El capitán Barnewall, deseando con ansias denunciar a la indignación pública a los autores de aquella vil conspiración y, a la vez, suministrar al Gobierno cuanta información tenía relativa a los sucesos políticos del Perú, partió de Valparaíso para Santiago en la misma noche, y yo le seguiré mañana.
Ha habido varias revueltas civiles desde la fecha de mi última, de todas las cuales he de dar a usted información detallada en la primera oportunidad que se ofrezca

Novena Carta.
Curso de la revolución.

Santiago de Chile, 31 de diciembre de 1813.
Querido amigo:
Llegué a esta ciudad el día ocho último y encontré al país en un estado lamentable. Los Carrera, después de haberse apoderado de Concepción, permitieron que el enemigo se retirara al interior y se fortificara de tal modo en la ciudad de Chillán que bien pudiera resistir a las fuerzas de todo el país. Los Carrera y la Junta riñeron de manera bastante acre; aquéllos habían permanecido inactivos en Concepción, y la otra se traslado a Talca, resolviendo levantar un nuevo ejército para impedir al enemigo que llegase a la capital, y así, dividiendo sus fuerzas, habían conquistado ellos mismos casi por entero el país. Los antiguos miembros de la Junta habían sido separados, o, disgustados, presentaron sus renuncias, y en su lugar fueron nombrados ardorosos partidarios de los Larraín. La Junta ha aumentado su ejército a tal punto, que puede contrarrestar al de los Carrera, y en estos últimos días se les ha exigido que se retiren. El general Mackenna se ha recibido del mando del ejército de Concepción, que le fue entregado sin oposición por Carrera, y se espera hoy en día confiadamente que serán capaces de arrojar al enemigo del territorio nacional.
Ignorantes a nuestra llegada de las disensiones intestinas que reinaban en Talca, el capitán Barnewall, después de haber dado cuenta de la pérdida de La Perla y del Potrillo, presentó un memorial a la Junta en solicitud de que se concediese a él y a la tripulación alguna indemnización por las pérdidas que habían sufrido en esta expedición. Esta petición se puso en manos de nuestro Cónsul, que interpuso sus influencias en nuestro favor, sin que aun por este medio, obtuviésemos algo. La expedición había sido ideada por los Carrera, y se nos consideraba, así, como sus partidarios, a cuya causa no se nos estimaba dignos de la menor consideración. En respuesta a su comunicación oficial, el capitán Barnewall tuvo, sin embargo, la satisfacción de que le llegase el siguiente de la Junta:
Hemos recibido el oficio de usted relativo a la pérdida del buque La Perla y del bergantín Potrillo. Estamos plenamente convencidos de que ese hecho se produjo a causa de una pérfida traición, y quedamos también informados de las penalidades que usted ha experimentado durante su cautiverio. La nación se halla satisfecha del mérito de usted, y sus representantes deliberan actualmente la manera de premiar y distinguir a los que se han conducido como fieles en este incidente.Dios guarde a usted muchos años.
José Miguel Infante.Agustín de Eyzaguirre.José Ignacio Cienfuegos.Talca, 3 de diciembre de 1813.A Mr. Edward Barnewall, Santiago.
Este documento, aunque por extremo grato para nosotros, no nos era de provecho para atender a las necesidades de la vida. La tripulación se hallaba pereciendo de hambre, y ni el capitán Barnewall ni yo podíamos prestarles el menor socorro. Quizás, hubiéramos tenido que soportar en Chile el pasar muchas noches sin cenar, como nos había acontecido en Lima, hallándonos al servicio de este país, a no haber encontrado un amigo generoso en el capitán M. Monson, el antiguo propietario del Potrillo, quien, no sólo suplió nuestras necesidades, sino que hasta nos trató con esplendidez.
Luego de recibir el capitán Barnewall la carta dicha, dirigió a la Junta otra representación, pintando la verdadera situación en que se hallaban él y todos los que habían estado a sus órdenes, solicitando que, por lo menos, se les mandase pagar sus sueldos devengados, con lo que podríamos contratar pasaje para regresar a Estados Unidos. Hasta ahora, a pesar de haber transcurrido más que sobrado tiempo, no hemos recibido contestación. Presumo que la Junta estará deliberando acerca del modo con que “ha de premiar y distinguir” a los que han trabajado con fidelidad para servir la causa del país.
Antes de cerrar esta carta, no puedo menos de recordar una anécdota que pinta la generosidad americana y la tacañería chilena. Cuando el capitán Chase reclamó del Gobernador de Valparaíso alguna indemnización por habernos traído desde el Callao, su Excelencia contestó que no podía tomar sobre sí la responsabilidad de esta medida y expresó al capitán Chase que esperase hasta que llegase contestación de la Junta, la cual no dudaba había de gratificarle de la manera más liberal. La Junta autorizó a dicha Excelencia don Francisco de la Lastra, gobernador de Valparaíso, para que otorgase al capitán Chase la razonable remuneración que estimase le era debida en justicia.
Este sabio Gobernador, después de madurar la cosa durante tres o cuatro días, señaló la suma enorme de doscientos pesos, con la cual le aseguró el capitán Chase que escasamente había podido sufragar los gastos de nuestra manutención y que esperaba se le diesen por lo menos mil. No pudo su Excelencia ser reducido a que cambiase de parecer, y el capitán Chase hubo de abandonar Valparaíso sin recibir otra compensación. Tal resolución implicaba una manifiesta violación de los principios más elementales de vulgar justicia y honradez. El capitán Chase tenía prestados servicios de primera importancia al país, en cuyo desempeño había arriesgado su libertad personal y su fortuna. Libró de la cárcel y de los grillos a varios individuos apresados en su servicio, a quienes estaban obligados bajo todo concepto a proteger y considerar como a sus propios connacionales, tanto más, cuanto que habían sido portadores de valiosas informaciones referentes al estado presente de las fuerzas enemigas : servicios que en algunas naciones le habrían hecho merecer a él una fortuna de príncipe y ser acreedor a la gratitud y estima de la nación entera. Al desembarcarnos en Valparaíso, el capitán Chase se expuso a ser capturado y a una condena segura en caso de hacer caído en poder de algún corsario limeño.
Varios marineros de la dotación del Potrillo se embarcaron en el Hope, encontrando para ellos imposible poder mantenerse hasta que se recibiese contestación de la Junta; y su Excelencia el Gobernador no quiso tomar sobre sí la pesada responsabilidad de pagar a tres o cuatro marineros sus sueldos de seis meses, y con falta de generosidad y justicia consintió en dejarlos partir sin abonarles un solo centavo.
Adiós.

Décima Carta.
Intervención de los ingleses.Disolución de la Junta y nombramiento de un Director Supremo.
Partida hacia Estados Unidos.

Valparaíso, 27 de abril de 1814
Querido amigo:
Allá por el cinco de febrero último arribó a Valparaíso la fragata de S.M.B. Phoebe, al mando del comodoro James Hillyar, en conserva con las embarcaciones de guerra Cherub y Racoon, desde el Callao. En estas naves vinieron como pasajeros los oficiales de La Perla.
El comodoro Hillyar informó al gobernador de Valparaíso, don Francisco de la Lastra, que venía autorizado por el Virrey del Perú para ofrecer ciertas condiciones de paz; y se corrió que Hillyar emplearía sus fuerzas en favor del Virrey en caso que se desechasen sus proposiciones.
Dedújose esto último en vista de la sumisión absoluta que el Gobernador manifestó a las insinuaciones del emisario inglés, de tal modo que pudo decirse que empezó a gobernar el país desde el punto mismo en que echó el ancla en Valparaíso.
Al llegar a Valparaíso, el comodoro Hillyar encontró fondeada en el puerto a la fragata Essex, de los Estados Unidos, comandante Porter, y un buque apresado, que había sido armado en guerra, nombrado Essex Junior. Inmediatamente procuró ganarse la voluntad del Gobernador para apoderarse de los dos buques allí fondeados, pero aquél lo remitió a la Junta, entre la cual e Hillyar es indudable que medió alguna correspondencia sobre el particular.
Yo vi una carta del comodoro Hillyar a la Junta, rotulada como “privada y confidencial”, quejándose de no haber recibido oportunamente respuesta a una anterior comunicación suya, y en demanda de una contestación a otra referente a los buques americanos “que están aún en el puerto de Valparaíso”.
Según lo que se desprende de esta carta, es seguro que, o había solicitado permiso para apoderarse de ellos en la bahía, o exigido que se les hiciese salir; y no es menos indudable que el pusilánime Gobierno de Chile prestó oídos a estas proposiciones y se manifestó dudoso respecto a la línea de conducta que seguiría.
Las condiciones ofrecidas a Chile por el Virrey por intermedio de Hillyar fueron:
Primera: Que Chile debería reconocer la soberanía de Fernando y disolver la actual Junta, restableciendo el antiguo gobierno en la forma que antes tenía.
Segunda: Que las tropas de Lima evacuarían el territorio de Chile, llevándose consigo sus armas y elementos de toda especie.
Tercera: Que se autorizaría a Chile para abrir sus puertos al comercio de Inglaterra.
Todo lo cual significaba, con poca diferencia, la absoluta sumisión al Virrey del Perú y, en cambio, los chilenos podrían disfrutar de la ventaja de comerciar con los ingleses.
Ante una proposición tan humillante, cualquier pueblo que hubiese poseído la menor noción de patriotismo, no habría podido dudar ni un instante. Por esos días, el ejército enemigo se hallaba encerrado en una ciudad del interior, reducido a un mero esqueleto comparado con el de la nación, y si bien se les había dejado atrincherarse fuertemente, podían al cabo ser compelidos por hambre a aceptar la capitulación que se les ofreciese. A pesar de estas ventajas que obraban en su favor, la Junta se sintió poseída de pánico y hubo de dar una respuesta evasiva a estas proposiciones.
Ambos ejércitos permanecieron inactivos hasta el primero de marzo, más o menos; no se efectuó movimiento alguno por ninguno de los bandos y uno y otro manifestaban procurar colocarse en situación de obrar a la defensiva más que a la ofensiva. El ejército de Concepción, después que Carrera quedó separado de su mando, fue disminuyéndose por la deserción, hasta verse reducido a un mero esqueleto, y muchos de sus desertores se fueron a reunir a los realistas en Chillán.
El enemigo ha recibido ahora refuerzos y audazmente tomó el camino de la capital. La Junta, en vez de permanecer en Talca para defender la plaza, se hizo acompañar de una fuerte escolta y se dirigió a la capital, dejando en Talca un puñado de hombres, que fueron sacrificados al enemigo.
Cuando estas noticias llegaron a la capital el seis u ocho de marzo, el terror, el abatimiento y la confusión se apoderaron de todas las clases sociales.
Se acusa abiertamente a la Junta de haber procedido con el más palpable descuido y hubo fuertes sospechas de que había vendido al país. Al día siguiente de su arribo, ciudadanos, empleados públicos y magistrados celebraron una reunión a fin de acordar las medidas más convenientes que pudieran adoptarse por el momento para organizar la defensa. En esta reunión, el jefe que mandaba la artillería, el cuerpo más fuerte que había en la capital, pronunció un largo discurso, en el que reconoció que allí estaba bien representada la voluntad del pueblo, y que, tanto él como las tropas que mandaba, acatarían cuanto se resolviese.
Acordóse entonces por la Asamblea que una Junta de tres individuos no podía ejercer el mando con aquel vigor y decisión que la presente crítica situación del país exigía. Se designó inmediatamente una comisión de tres personas para que informase de las medidas que pudieran tomarse a fin de atender a la seguridad de la capital, y se envió una guardia al Palacio para evitar que la Junta se dispersara antes do que la asamblea hubiese tomado resolución acerca de ella.
La comisión informó que era de todo punto necesario nombrar una persona que tuviese a su cargo el mando con poderes ilimitados, hasta que los negocios de la nación se asentasen, dejando la elección a la voluntad del pueblo reunido.
Don Francisco de la Lastra, gobernador de Valparaíso, y don Antonio José de Irrisarri fueron los únicos dos propuestos. Se tomó votación y en virtud de ella Lastra fue nombrado supremo director de Chile e Irisarri designado para reemplazarle hasta que aquél llegase de Valparaíso.
Estos acuerdos fueron seguidos de las medidas más enérgicas. Se obligó a la Junta a firmar un decreto autorizando las resoluciones de esa asamblea y declarándose ella misma disuelta. Se mandó enrolarse al pueblo de la capital sin excepción alguna, y todos los realistas fueron tomados y enviados presos a bordo de los buques surtos en Valparaíso.
Estas medidas fueron dictadas por Irisarri y sancionadas por el pueblo; pero, a la llegada de Lastra, se tomó otro camino, que manifestaba claramente el deseo de llevar las cosas a término con la menos efusión de sangre que fuese posible.
Lastra, que es actualmente supremo director, o en buen inglés, el rey de Chile, había llegado a Valparaíso hacía unos dieciocho años, como guardiamarina de un buque de guerra español. Aquí abandonó el servicio, y habiéndose casado con una dama acaudalada, se estuvo disfrutando de completa ociosidad, que tanto agrada al temperamento del alma española. Permaneció alejado de los negocios públicos hasta la subida de Carrera a la presidencia, cuando, a causa de ciertas relaciones de parentesco que les ligaban, fue nombrado mayor de ejército y muy poco después designado para gobernador de Valparaíso.
Cuando el poder de los Carrera estuvo camino de desvanecerse, bien pronto olvidó que formaba parte de esa familia y que a ella le debía la situación de que gozaba, y ante la esperanza de retener su cargo, se convirtió en ardiente partidario de la de Larraín.
José Miguel Carrera se había manifestado siempre por extremo afecto a las ideas norteamericanas y tratado a los ciudadanos de Estados Unidos que residían en el país con toda clase de consideraciones, al paso que hacía poco caso de las excelentes cualidades de muchos súbditos feudatarios de su Majestad Británica, conjeturando que a pesar de la profesión de patriotismo que hacían, debían todavía conservar su apego a esos preciosos principios de la realeza, ciega sumisión a los reyes, y a la infalibilidad de éstos, que habían aprendido desde niños y, por tal causa, se abstenía de depositar en ellos una confianza ilimitada.
Cuando el partido de los Larraín subió al poder, comenzaron los ingleses a gozar del favor del Gobierno y a ser considerados como oráculos de sabiduría; dieron a conocer al buen pueblo de Chile el sorprendente grado de libertad de que gozaba el de Inglaterra, recomendando su forma de gobierno como la más adecuada para el modo de ser de los chilenos. Aún más, tanta era la ilimitada generosidad del Príncipe Regente, que llegaron a insinuar que no les sería imposible, por su intercesión a favor de Chile, que les tomase bajo la dulce protección de la vieja Inglaterra, que muchos filósofos chilenos sabiamente estimaban que los pondría a cubierto de ser conquistados por cualquiera otra nación.
Deseoso de conseguir mi pasaje de vuelta a mi patria, ofrecí mis servicios al capitán Porter, y merced a las influencias de nuestro cónsul general Mr. Poinsett y del capitán Monson, fui nombrado teniente de infantería de marina, embarcándome en la fragata Essex pocos días antes de que fuera apresada.
Usted ha de ver el parte oficial de esta brillante acción y es así innecesario que intente describirla. Debo solamente hacer notar que esta carnicería de héroes americanos, llevada a cabo bajo el alcance de los cañones de una batería que debió sostener su neutralidad castigando a los que violaban, se verificó a causa de la imbecilidad de Lastra, y por obra del que servía el gobierno de Valparaíso en esos días, cierto capitán Formas, que había caído en desgracia de Carrera por cobarde. Si un atentado de esta naturaleza se hubiese intentado cuando los Carrera estaban en el mando, no trepido en afirmar que la neutralidad del puerto habría sido mantenida inviolablemente.
Poco después de la captura de la Essex, el comodoro Hillyar se dirigió desde Valparaíso a Santiago, a intento de arreglar los negocios públicos de Chile. Desde Santiago se encaminó a Chillán para celebrar allí una entrevista con el general limeño. Nada ha trascendido aún acerca de esto.
Mucha gente sensata, hasta de la familia de los Larraín, comienza a darse cuenta de los resultados de la mala política al no haber prestado protección a la Essex. Han abierto ahora los ojos y comienzan a comprender que una fuerza inglesa poderosa se ha de volver en su contra en tiempo cercano; al paso que si hubieran prestado a la causa americana la protección que, tanto la justicia como su menguada situación aconsejaban, el comodoro Hillyar habría tenido bastante que hacer con ocuparse de sus naves, y hubieran podido proseguir en la guerra, en la forma que lo hubiesen estimado conveniente, sin ser molestados por la intervención inglesa.
Según escriben de Santiago, resulta que se ha recibido allí noticia que las Cortes de España han sido disueltas y confiádose el mando en jefe del ejército de aquel país a Lord Wellington. Tales nuevas han incrementado grandemente la influencia que ya tenían los ingleses sobre el débil Gobierno de Chile y no me queda ya duda de que cualquier plan que proponga Hillyar será implícitamente aceptado.
Vése así a uno de los países más hermosos del globo, cuya lejanía del viejo mundo le garantiza el que no sea conquistado, invadido y hasta exento de la funesta influencia de los Poderes de Europa, y cuya situación, con la cadena de montañas, llamadas cordilleras, al oriente, y por el poniente el Océano Pacífico, el infranqueable desierto de Atacama por el norte, y las heladas regiones de la Patagonia por sus límites australes, que habrían podido constituirle en el terror de las provincias americanas sus limítrofes, se ve sujeta, por sus propias disensiones internas y por una insignificante fuerza británica, al capricho del Virrey del Perú.
Hubiera Chile permanecido unido y constante en el mantenimiento de su Gobierno -tal es su situación geográfica- habría podido desafiar todo el poder de la madre patria conjurado contra él. Pero apenas si se ha modificado su antiguo régimen y seguídose una política más liberal, cuando se ve surgir de entre ellos la monstruosa figura de la hidra, apartarlos de sus resoluciones y paralizar todo impulso. Cuando los Carrera subieron al poder, encontraron el país dividido en tantos partidos cuantas eran las familias de nota, estimando cada una que su jefe era el llamado a desempeñar la primera magistratura. La usurpación de este cargo por don José Miguel Carrera zanjó la cuestión durante cierto tiempo, el país avanzaba rápidamente en la senda del progreso y en la ciencia del gobierno, y lo continuó durante las sucesivas administraciones de Portales y Prado. Poseía Carrera un sentido cabal de los derechos del pueblo, manifestando tales talentos en el ejercicio de su cargo, que se impuso el respeto de todos los partidos.
En esa época, tal alianza de la virtud y del talento era necesaria en el supremo mandatario de este país, cual en tan contadas ocasiones suele presentarse para felicidad de la humanidad. El pueblo acababa de surgir de un estado de la más abyecta esclavitud, que él y sus antepasados habían sufrido durante siglos. La férrea mano del despotismo había pesado sobre este país por espacio de más de tres centurias, y la ignorancia, la superstición y el más ciego fanatismo reinaban sin contrapeso. Para empuñar las riendas del gobierno de un pueblo que acababa de salir de tal estado de sujeción y elevádose de la noche a la mañana al rango de los hombres libres, antes que el despertar de su criterio político hubiese aprendido a discernir la libertad y la licencia, era una empresa por extremo difícil y exigía talentos no comunes para desempeñarla. Un Washington habría encontrado amplio campo a sus talentos de estadista y de soldado, y tan ardua empresa no se habría podido estimar como un objeto indigno de preocupar a tan grande hombre.
Usted ha podido observar el incremento del espíritu de partido desde el principio de la revolución hasta el momento actual, que había concluido a la postre por elevar a semejante cargo al débil y perverso Lastra.
Las intrigas de este hombre con los ingleses han reducido al país hasta colocarlo bajo su entera dependencia y por completo a merced del magnánimo soberano de “las apartadas y bien cimentadas islas”, cuyo emisario (Hillyar) está en situación de resolver sobre si colocarlos bajo los paternales brazos de la madre patria, o tomar posesión del país en nombre de su Majestad Británica, lo que, en vista del confuso estado de las cosas y de lo agotado que está Chile, considera tarea que no es imposible de realizar por las fuerzas británicas que hay al presente aquí.
Cartas recibidas hoy de la capital, anuncian que José Miguel y Luis Carrera han caído en manos de los realistas, a causa de habérseles obligado a salir de Concepción sin la escolta indispensable para protegerlos hasta hallarse fuera del alcance del enemigo. Dícese que ambos son tratados con el mayor rigor, y que están presos con grillos, y que serán despachados a Lima o a España para ser juzgados allí corno reos de alta traición.
Don Juan José Carrera, que logró escaparse a la capital, ha sido desterrado del país, como premio a sus meritorios servicios de estadista y militar, y cuyos brillantes talentos temía su amado deudo Lastra pudieran eclipsar los suyos propios. En todo caso el Supremo Director ha llegado a la conclusión de que el país ha de sentirse recargado de talentos y virtudes, mientras vivan en su suelo dos hombres tan grandes como los Carrera y él.
Se ha largado ya la vela de trinquete de la Essex Junior y un bote se halla esperando a fin de llevar esta carta a tierra. Ni el capitán Bairnewall, ni yo, ni persona alguna de la dotación del Potrillo han recibido un solo centavo del Gobierno en pago de nuestros servicios y sufrimientos prestados y padecidos por su causa.
Adiós.
El autor no se hace responsable de la exactitud de las fechas apuntadas en esta carta, a causa de haber perdido parte de su Diario al tiempo de apresamiento de la fragata Essex, y, por tal causa, se ha visto obligado a suplirlas de memoria.

Undécima Carta
Población de Chile.
Clima.
Producciones.
Usos y costumbres del país.
Comercio y manufacturas.
Chile
Querido amigo:
La población total de Chile alcanza, según se cree, a un millón de almas, excepción hecha de los indios no domesticados. La mitad de esta cifra la componen los indios civilizados, que hablan castellano y se hallan completamente sometidos. Forman una muchedumbre sencilla e inofensiva, y han sido reducidos a la última escala de los seres humanos por su pasiva obediencia a la voluntad de los blancos, a quienes se les ha enseñado a estimar como sus naturales superiores. Esos forman el cuerpo de los trabajadores de la última clase. Ninguno de ellos sabe leer o escribir, y muy pocos son los que se ha considerado dignos de que se les instruya en los trabajos mecánicos más toscos. Un cuarto de la población se compone de los nacidos en España o de sus descendientes puros, y lo restante es producto de una mezcla. El número de negros es muy escaso, habiendo cesado de tiempo atrás el comercio de esclavos africanos. De la clase mezclada salen los artesanos, y los blancos son los nobles, los hidalgos, comerciantes y tenderos.
Las diversas clases sociales se mantienen religiosamente en su ser, a fuerza de antiguos prejuicios, venerados todavía y profundamente acariciados.
Los nobles españoles, que de ellos se cuentan unos pocos en Chile, se consideran obligados en fuerza de su abolengo a mantener el brillo de su posición social. Se les ve raras veces tratarse con los comerciantes aun los más acaudalados, a quienes estiman que se hallan colocados un grado más abajo. Juzgan que sólo ellos y sus descendientes son los llamados a gobernar y ejercer los cargos militares de importancia. Se creen sobre las leyes humanas y divinas, y aun algunos sostienen la máxima de que es cosa impropia de la dignidad de un noble español aprender a leer o escribir, puesto que siempre sus criados podrán hacer sus veces en esto.
El comerciante trata al tendero, al abogado o al médico casi con el mismo desprecio en que él a su vez lo es por el noble ; tal como los de la tercera clase miran con el más profundo desprecio al artesano; quienes, a su turno, estiman por muy bajo de su dignidad asociarse con sus primitivos progenitores los indios; y hasta tan increíble exageración se lleva estos prejuicios, que un sastre o zapatero con un cuarto de sangre blanca sentiría sus mejillas amarillentas llenarse de rubor, como si le ocurriese una verdadera desgracia, si se le sorprendiese en un téte a tétecon una muchacha cocinera de color cobrizo: que tales son las ideas de dignidad y natural distinción imbuidas en el ánimo de las gentes de todas clases sociales, y que en gran manera han contribuido a robustecer el sistema de opresión con que han sido gobernados e influido mucho para retardar el avance de la revolución, como que este nuevo orden de cosas privará probablemente a muchos de ellos de su situación privilegiada. Podrá usted formarse una idea de hasta dónde se extienden estos prejuicios y de la ignorancia del pueblo, del hecho siguiente: una de las objeciones que se hacían para que Carrera no pudiera desempeñar la suprema magistratura, y que era sostenida abiertamente por muchos que se apellidaban a sí mismos republicanos, se fundaba en que su madre era hija de un juez, a cuya causa no podía ser considerado como de la primera clase y, por supuesto, inadecuado para el mando.
El clima de Chile es, tal vez, el más agradable del mundo, si se exceptúa al de Italia, al cual se le parece mucho. Puede decirse que aquí se goza de perpetua primavera. Jamás nieva en los valles, y en la estación más fría del año, el agua expuesta al aire libre no se hiela más del espesor de un peso fuerte. Sólo se cuentan dos estaciones, que se denominan generalmente la de las aguas y la seca. El tiempo lluvioso empieza en los últimos de mayo o principios de junio, y a contar desde esos días llueve a intervalos durante tres o cuatro meses. En el resto del año se goza de un tiempo sereno y parejo. Durante la época de más calor, el mercurio raras veces sube de los noventa grados del termómetro de Fahrenheit, y muy frecuentemente, bajo de los ochenta y cinco. La salud y la longevidad son, así, el patrimonio de los que habitan esta deliciosa tierra. Durante la estación lluviosa, la nieve cae en abundancia en las cordilleras, y al ser derretida por el sol, corre hacia los valles por innumerables arroyos, que proveen a los habitantes de tan indispensable elemento, y sin el cual, muchos lugares del país serían enteramente inhabitables por la falta de agua.
De Chile puede decirse con verdad que es un país que "mana leche y miel". Aquí la naturaleza esparce sus tesoros con mano más que pródiga, y el que cultiva la tierra puede estar cierto de que alcanzará con creces el fruto de su trabajo. El trigo, que es el principal artículo de comercio, se produce en gran abundancia; en los terrenos más pobres, nunca rinde menos de cincuenta por uno, y en las vecindades de los ríos, donde los terrenos se pueden regar bien, se sabe que ha producido hasta ciento por uno, y esto con bien poco cuidado de parte del labrador. Y pues los que se dedican al cultivo de la tierra no son los propietarios del suelo, es de suponer sin esfuerzo que no son por extremo cumplidores de sus obligaciones; y tal es la infancia en que se halla en este país el estado de las artes, que ni siquiera conocen ese inapreciable instrumento del labrador que se llama el arado, en cuyo reemplazo usan una rama grande de árbol de muchos ganchos aguzados, que arrastran por el terreno en que se proponen sembrar el trigo.
El país produce casi todos los frutos tropicales y vegetales, como asimismo los de climas más fríos, y se dan sin excepción más grandes y de mejor sabor que en Estados Unidos. El cultivo de la viña ha alcanzado gran perfeccionamiento y rinde de la manera más prolífera. La provincia de Copiapó es afamada por sus vinos, pero tal ramo de comercio se halla pospuesto al laboreo de las minas. Concepción le sigue en producir el mejor vino, y obtiene buenas ganancias con este artículo.
Los caballos chilenos proceden de la famosa raza andaluza, a los que se asegura que sobrepujan en hermosura y rapidez. Son generalmente de baja alzada, con miembros bien contorneados y yo he viajado cien millas en un mismo caballo, en trece horas. Sólo se usan para la montura. Los carruajes de paseo son tirados por parejas de mulas. Las yeguas se usan poco para la montura, a no ser por la gente más pobre, destinándoselas para cría y para trillar el trigo. Un caballo de paso, cuya cola arrastra por el suelo, se considera hermoso, estimándose siempre como ordinario al ver a un caballero montado en una yegua o en un caballo de trote. En la ciudad, uno puede estar cierto de que le harán notar esta falta de decoro los muchachos que le vean pasar, que creen de su deber hacer saber a uno, con voces que se pueden oír a considerable distancia, "que es una vergüenza para un caballero cabalgar en una yegua". Aquí se puede comprar un caballo de los corrientes por seis u ocho pesos, y uno de primera calidad, por veinte. Los caballos abundan tanto, que con mucha frecuencia se les mata para aprovecharse de sus pieles y sebo.
El ganado vacuno abunda también en el país y en manadas numerosas se les ve pastar alzados por las montañas. Algunos señores que poseen grandes haciendas de engorda, matan unas mil cabezas anualmente; se sala la carne, se seca al sol y en esta forma se exporta. Un buey rendirá diez pesos, después de sufragar los gastos de la matanza, y de salar y secar la carne, etc.
Las ovejas y las cabras abundan lo bastante y estimo que podrían la lana y cordobanes ser materia de un comercio activo, hasta con los Estados Unidos.
El cáñamo se da aquí de calidad excelente y ya los ingleses han iniciado el tráfico de este artículo.
Chile abunda en minas de oro, plata, hierro, cobre, plomo y estaño. Las minas de hierro y las de estaño no se trabajan por la falta de operarios competentes en estos ramos. Las minas de cobre se hallan principalmente en la provincia de Coquimbo, y el término medio del valor del quintal es de ocho pesos.
Los chilenos, esto es, los que descienden de los españoles, son un pueblo vigoroso y alegre, del todo exento de la tiesura y formalismo que caracteriza a los peninsulares. Son por extremo hospitalarios, especialmente con los extranjeros, y un aspecto decente y un comportamiento cortés bastan a asegurar siempre una franca acogida. Posadas no se conocen, a no ser en las ciudades, y cuando se viaja hay que ocurrir a las casas particulares, donde uno puede estar cierto de hallar en sus moradores cuanto está a su alcance que ofrecer, y raras veces será posible conseguir que reciban alguna retribución.
Los hogares de los chilenos de la buena sociedad son templos consagrados a inocentes pasatiempos, y dondequiera que se junten algunos es inevitable que concurran el buen humor y la alegría. Cada familia posee su guitarra, y casi todos los que la forman saben tocar y cantar. Algunas familias, aunque contadas, poseen arpas; los pianos son en extremo escasos y de valor casi incalculable; uno de estos instrumentos se lleva por completo las preferencias del beau monde, y la hermosa que sabe tocarlo, está asegurada de arrastrar tras sí una corte de admiradores, en desmedro de su menos opulenta vecina que no cuenta con más atractivos que la guitarra.
Los chilenos se levantan entre ocho y nueve de la mañana, a cuya hora se sirven un ligero desayuno. La mañana se dedica a los negocios, y después de comer duermen invariablemente la siesta durante dos o tres horas. En esta parte del día las tiendas se cierran y podrá uno pasearse por toda la ciudad y probablemente no verá cinco personas. Es dicho corriente que a esa hora sólo se hallan despiertos los ingleses y los perros, lo que, en verdad, es perfectamente exacto, y pretender hacer negocio alguno con los chilenos durante el tiempo de la siesta, sería lo mismo que si en Estados Unidos alguien tratara de negociar con un presbiteriano en día domingo. Aun en los contratos de alquiler de los criados se establece que se les permitirá dormir su siesta después de comer. Hacia las cinco de la tarde la ciudad se anima de nuevo, se abren las tiendas y la gente desocupada y con ánimo de divertirse comienza a pasear por las calles. Al ponerse el sol, toman un mate, y la noche la dedican a visitar, bailar y cantar, hasta las once o doce, en que cenan y se retiran a descansar.
Las mujeres chilenas poseen, por regla general, grandes atractivos personales. Su aspecto es elegante, de ojos negros y cabellos largos, del mismo color, facciones regulares, y de un cutis hermosísimo y transparente. La belleza externa es la suprema aspiración de la mujer chilena, pero el entendimiento se descuida por completo. Algunas, es cierto, se toman el trabajo de aprender a leer y escribir, pero tales prendas se consideran secundarias, y su tiempo lo dedican generalmente al adorno de sus personas. No contentas con los encantos que la naturaleza les ha otorgado, se esfuerzan por embellecerse mediante el empleo de una enorme dosis de rouge y bermellón y con polvos extraídos de una hierba que se dice posee la virtud de blanquear el cutis. Tan universal es esta costumbre de pintarse, que en una reunión muy concurrida rara vez podrá verse una señora que se presente sin estar del todo desfigurada.
En Chile el domingo (como en los más de los países católico romanos) es día de regocijo y de diversión, estando permitido por la Iglesia que después de oír misa se dedique al placer. Las principales diversiones del domingo consisten en carreras de caballos, peleas de gallos y juego del billar. El paseo público está atestado ese día con gentes de todas clases sociales, algunos en carruajes, otros a caballo y otros a pie. El río Mapocho corre por la parte norte de la ciudad y por el lado del sur se extiende una muralla de piedra, de seis pies de espesor y ocho pies de alto, para impedir que el desborde de las aguas inunde la ciudad. Este muro se prolonga por unas dos millas y está en su parte superior pavimentado de ladrillos, y forma un paseo hermoso y fresco, sombreado por árboles. Hacia la parte media de esta muralla existe una fuente, a cuyos costados, en las tardes de los domingos, se ve a las señoras en sus carruajes, formados en líneas, frente a frente, dejando un espacio suficiente para que los elegantes pasen y vuelvan a pasar a caballo. La hora de reunión en este sitio es desde las cinco de la tarde hasta la puesta del sol, mirándose unos a otros y saludando con inclinaciones de cabeza a sus amistades al pasar.
Los carruajes de paseo se llaman en Chile calesas y son, en realidad, vehículos de pobre aspecto. Su fábrica es como la de un birlocho, pero las ruedas se hallan detrás de la caja, que es cerrada. Son tirados por una mula, en la cual va montado el cochero, vestido, de ordinario, con librea chillona; calzones rojos, casaca verde, sombrero de picos con forro amarillo y frecuentemente con un haz de plumas. Sólo las señoras suben en estos carruajes. Sería considerado indecoroso por extremo ver juntos en uno de ellos a un caballero y una señora, aunque fuesen marido y mujer.
Al marido chileno se le ve muy pocas veces en público en compañía de su mujer. Tienen sus diversiones aparte mientras la señora y sus hijas pasean o visitan, el marido generalmente está jugando a los naipes o al billar, y probablemente dando lecciones a sus hijos en estas materias, que se consideran complemento indispensable de la educación de un caballero.
Jamás se permite a las jóvenes pasear con sus pretendientes sin ir acompañadas con una mujer de respeto, y aun así, no se autoriza al galán que ofrezca el brazo a su dama. La señora de edad abre la marcha, siguen las hijas, en fila de a una, los jóvenes ocupan la retaguardia, y debe tenerse por feliz el que puede lograr una mirada furtiva, y algún signo de aprobación con el abanico de parte de su enamorada, sin ser notados por la mamá. En esta forma se dirigen al Tajamar, como se llama el paseo a que me he referido, y después de revistar y ser revistados por toda la concurrencia, emprenden el regreso en la misma forma.
La noche del domingo se gasta, comúnmente, en el teatro, que está siempre rebosante de gente en tal día, para ver la representación de algún drama religioso. Del arte escénico se entiende muy poco en este país, y los actores son casi siempre mulatos o de casta mezclada. Representan al aire libre, de ordinario en el patio de una posada, y mientras más truhanesco sea lo que representan, tanto más agrada la pieza. Un saltimbanqui o un titiritero siempre gusta más que un buen actor.
Las carreras de caballos es una de las diversiones principales de los chilenos, y a ellas concurren hombres y mujeres de todas edades y condiciones, clases y colores. Las grandes carreras se verifican generalmente en un llano que dista como cinco millas de la ciudad y a ellas asisten con frecuencia hasta diez mil almas. Las señoras van en grandes carretas entoldadas, tiradas por bueyes, y parten por la mañana temprano llevando consigo provisiones para todo el día. Llegadas al lugar de las carreras, forman una especie de calle con las carretas, muchas de las cuales están pintadas por afuera a semejanza de casas, y en el interior adornadas con cortinas, etc. A la hora de la comida, cada familia saca sus provisiones y todas se sientan en el pasto y comen juntas. Bien poco interés se presta a las carreras, a las que se va, más que por otra cosa, por cultivar el trato social.
Las corridas de toros son aquí una diversión permanente y frecuentadas por gente de más posición de la que concurre al teatro. La plaza edificada para ese objeto es muy cómoda y puede contener cerca de tres mil espectadores. En las corridas de las tardes, los toros son lidiados por hombres de a caballo, armados de lanzas largas; a menudo mueren los caballos en estas lidias, pero es tal la destreza de sus jinetes, que rara vez reciben algún daño. Cuando un toro ha sido herido, entra un hombre a pie al redondel, armado de una espada corta, y al desplegar una banderola o un pañuelo encarnado, el animal arremete hacia él inmediatamente con gran furia; le deja que se aproxime bastante y saltando ágilmente a un lado, logra la oportunidad de matarlo metiéndole la espada por el cuello. En una misma tarde se matan de este modo tres o cuatro. Al anochecer se traen a la plaza toros de refresco, a los que se aplica banderillas de fuego y se les suelta para que bramen y se retuerzan del dolor para diversión del público.
El carnaval se celebra aquí sólo por tres días, durante los cuales se dejan ver los disfraces más extravagantes, y en el hecho es una mascarada continua. Todo el mundo anda disfrazado, siendo casi imposible para hombres y mujeres distinguir a sus propios hermanos o hermanas. Se reúnen en grupos de veinte o treinta, van visitando casa por casa, tratando a todo el mundo sin ceremonia alguna y quedándose o marchándose al tiempo que se les ocurre. Tienen por costumbre arrojar agua desde las ventanas a los que pasan, cosa que hay que tomarla a bien o, en caso contrario, prepararse a recibir una nueva descarga adicional. Agua de olor o flores tiradas sobre alguien, tienen grato significado para el enamorado, que al momento comprende que debe estar a la mira de la actitud de la hermosa que de tal modo le ha distinguido para seguirla; es entendido, asimismo, que no puede quedar sin ser retribuido favor de tal naturaleza. La dama que de este modo arroja el guante, está obligada, según la costumbre, a recogerlo, bajo pena de que se le quite la máscara, cosa que puede resultar muy desagradable si apareciera ser una solterona o una mujer casada.
Después del carnaval se siguen los cuarenta días de cuaresma, que se guardan con la mayor estrictez. No se permite diversión alguna durante este tiempo y se asegura que jóvenes y viejos hacen penitencia. En este mismo tiempo se predican sermones; en el resto del año se dice misa solamente.
La semana de Pasión se consagra a prácticas devotas, que se verifican con la mayor pompa y magnificencia. Se organizan procesiones, que recorren la ciudad en las noches, y todos los acompañantes van con su vela encendida. Se conmemora con ellas alguno de los sucesos más culminantes de la vida de nuestro Salvador, y también se representa su muerte. En estas procesiones se sacan andas, en las que se representan pasos de la Cena de Nuestro Señor, con los apóstoles sentados alrededor de la mesa, en figuras de madera de tamaño del natural; Simón cargando la cruz; nuestro Salvador llevado al tribunal, azotado por los esbirros y, por fin, un simulacro de la crucifixión.
En acompañamiento de la imagen que representa al Señor azotado, marcha cierto número de devotos, que, a su vez se van azotando de la manera más recia con disciplinas de varios ramales, en cuyas puntas hay unos a manera de clavos de plata, que a cada golpe les hace brotar la sangre de sus cuerpos. Cuando vi por vez primera a estos infelices, me imaginé que cumplían penitencias que les hubiesen sido dadas por sus confesores como castigo de culpas graves; pero supe después que se imponían ellos mismos de su voluntad semejante azotaína, con lo que dejaban puesto muy en alto su devoción, juzgándose de su santidad por la decisión y energía con que se aplicaban semejante tortura. Cada uno de estos penitentes va acompañado por un sacerdote, que le exhorta a continuar la disciplina, poniéndole por delante como ejemplo a nuestro Salvador, que soportó con mansedumbre los azotes que le dieron los soldados.
Lo absurdo de la propia flagelación llega a tanto extremo, que se ha fundado una casa con ese objeto, llamada de Ejercicios, donde la gente se encierra por tiempo de diez días, consagrados al ayuno, a la oración y a darse de azotes. Durante esos días no se permite a nadie salir de la casa, que atienden algunos sacerdotes y se encargan de proporcionar a sus huéspedes el alimento indispensable. Hay épocas señaladas para los ejercicios por separado de hombres y mujeres, y también para las diferentes clases sociales.
Los sermones que aquí se predican son de lo más impresionante que haya oído. Asistí a uno en la noche, en la plaza del mercado, que escuchaba una inmensa muchedumbre. El orador se había subido a una plataforma que estaba más alta que las cabezas de sus oyentes y en la que se hallaba colocada una imagen de Cristo en la cruz. El sermón versaba sobre la Crucifixión, y el predicador hablaba con tanta unción, que casi no había nadie de los circunstantes que no llorase. Cuando llegó a la parte de su tema en que nuestro Salvador es descendido de la cruz, quitó los clavos a la imagen y fue bajada por medio de una maquinaria dispuesta al efecto. La hora, que era la de medianoche, el elocuente lenguaje del predicador y la manifiesta devoción de los oyentes, estaban calculados para inspirar las más puras sensaciones y los sentimientos más devotos. En medio de aquella multitud, que no bajaría de cinco mil almas, no se oía ni un murmullo; reinaba un silencio general, excepto en aquellos pasajes del sermón en que el pueblo, mientras rezaba, se golpeaba el pecho, lo que producía un ruido semejante al lejano galopar de los caballos. Enseguida, se cubrió la imagen con un manto y se la condujo a la iglesia, en donde estaba colocada.
Muchas otras ceremonias religiosas se celebran, que sólo tienen interés para los católicos; baste decir, que todos parecen observantes de sus prácticas y prestan reverencia ilimitada a las enseñanzas de los sacerdotes.
La influencia que poseen los eclesiásticos sobre el ánimo del pueblo ha contribuido por mucho a retardar la marcha de la revolución.
Esta clase social es muy afecta a la causa realista, por efecto del poderoso lazo que se llama el interés. Bajo el antiguo régimen, el poder de la Iglesia y el del Estado se hallaban tan estrechamente unidos, que el uno apenas si podía mantenerse sin el concurso del otro. Los sacerdotes veían en el progreso de la revolución y en la consecuente ilustración del pueblo un golpe mortal asestado a su futura grandeza, perfectamente sabedores que la libertad de discusión en materias políticas, debía forzosamente conducir a ciertas dudas en las creencias religiosas. En un principio, como era de esperarlo, le pusieron la proa y trabajaron sin descanso para segarla en flor. Viendo que sus esfuerzos no producían el efecto deseado, se hicieron más audaces y sin rebozo comenzaron a amenazar con las penas del infierno a los partidarios de la causa de la libertad, negándose a absolverlos si no abjuraban de sus principios políticos. Hubieron de detenerse en este camino por la muerte del Obispo, pero el que le sucedió abrazó abiertamente la causa patriota, conminando a los confesores con una suspensión de diez años, caso de que inculcasen o fomentasen en el ánimo del pueblo ideas contrarias a los intereses del país. Escribió pastoral tras pastoral, dirigidas al pueblo en general, para persuadirle de que justamente podía abrazar el nuevo orden de cosas; pero sus esfuerzos dieron poco resultado. La silla del confesionario es tan sagrada, que no pudo saberse nunca lo que en ella ocurría, y sería hacer muy poco honor a la inteligencia de esos buenos padre el suponer que dejasen perder tan favorable oportunidad, cuando con toda seguridad podían robustecer los principios realistas o contrarrestar los de opuesta naturaleza en el ánimo de sus poco instruidos feligreses. Muchos que manifestaban semblante de patriotas, eran realistas de corazón y no dejaban nunca de defender la causa del Rey, siempre que podían hacerlo sin peligro.
No deseo incluir en esta censura a todos los eclesiásticos. Existen algunos cuyo firme apego a la causa de la humanidad oprimida, en oposición a sus intereses particulares, puede sólo compararse a su piedad, a su amor a la religión, a su mansedumbre y a sus virtudes cristianas. Tales hombres, puedo afirmarlo, se hallan hasta entre los sacerdotes católico-romanos.
El estado de las letras en Chile es muy mísero, estando casi todo el saber relegado en el país a los eclesiásticos. Es un hecho, sin embargo, por más extraño que a usted le parezca, que en una ciudad fundada hace tres siglos y capital de una provincia rica y floreciente, no se ha establecido jamás una escuela para mujeres sino después de la revolución.
Hacia los fines del año 1812, el gobierno decretó la fundación de escuelas para niños pobres a costa del erario nacional. Resulta de un documento auténtico, que en esa época el número total de escuelas que había en la ciudad de Santiago (que contiene, según los cálculos más bajos, más de cincuenta mil habitantes) alcanzaba a ocho, en las cuales recibían su aprendizaje como unos seiscientos cincuenta niños. Es evidente, por tanto, que no más de uno por cada cincuenta de los de la generación que crecía lograba la ventaja de adquirir educación, siempre que se le proporcionaban los medios.
Bajo el antiguo régimen estaba prohibida la introducción en el país de toda clase de libros que no fuesen religiosos, y sólo se podía importar cierta cantidad de papel. Eran desconocidos los instrumentos de física y matemáticas, a no ser en las casas de algunos españoles europeos, que, dándose perfectamente cuenta de las miras del Gobierno, tenían buen cuidado de instruir en el uso de ellos a los chilenos.
Vive actualmente en Santiago un caballero llamado don Antonio Rojas, oriundo de esta ciudad, que recibió su educación en Francia y España y que tuvo estrechas relaciones de amistad con el doctor Franklin mientras residió en París. De este gran filósofo bebió el amor a la libertad y a las ciencias, y al regresar a su país nativo se trajo una copiosa librería y muchísimos aparatos de física. Estando alguna gente reunida en su casa cierto día, después de la comida se propuso entretenerles mostrándoles el poder de la electricidad. Algunos de sus huéspedes, incapaces de formarse una idea de cómo se producía la chispa eléctrica, atribuyeron la cosa a intervención sobrenatural, yendo en el acto a denunciarlo a los ministros de la Santa Inquisición,[1] que tuvieron inmediato conocimiento de este atroz pecado, como le llamaron, y su venerable perpetrador, merced a la ignorancia, fue enviado a Lima para ser enjuiciado y castigado. Por fortuna para él, los inquisidores no estaban tan destituidos de saber como sus delegados, y después de haber permanecido encerrado durante varios meses, fue dado por libre. Al regresar a su casa, se halló con que los ministros de la Inquisición habían hecho pedazos sus aparatos y entregado a las llamas la mayor parte de sus libros, reservando sólo aquellos que su capacidad les permitía entender.
El antiguo Gobierno podía esperar continuar en el poder mientras el pueblo se mantuviese sumido en la más profunda ignorancia.
El nuevo comprendió que su mayor fuerza estaba en procurar la ilustración general. Adoptóse en el acto un camino diametralmente opuesto, fomentando la educación y declarando libres de derechos la importación de libros y de instrumentos científicos. Se estableció una imprenta, y un periódico, hasta entonces desconocido en Chile, se publicó con licencia del Gobierno. Se hizo una tentativa digna de aplauso para fundar una universidad en la que pudieran enseñarse las ciencias y los idiomas extranjeros, que no surgió por falta de profesores.
Los benéficos resultados de estas medidas fueron casi inconcebibles. Los que de antes no habían dedicado un solo momento a las tareas literarias, llegaron a enamorarse del saber y consagraron mucho tiempo y empeño al estudio. La prensa les daba ocasión para comunicar el fruto de sus trabajos a la masa del pueblo, y en breve la opinión pública estuvo tan bien dirigida, que aun los menos instruidos llegaron a alcanzar un mediocre conocimiento de las diversas formas de gobierno, y de ésas, cuál era la más adecuada para conservar incólumes los derechos del pueblo.
Se establecieron escuelas en todos los barrios de la ciudad, donde los hijos de los más pobres eran enseñados gratis, y a las cuales estaban sus padres obligados a enviarlos. En ellas se les enseñaba, además de las nociones elementales, un catecismo de religión y también uno político. Medida de gobierno era ésta bien calculada para propagar la forma republicana de gobierno, y que demostraba en su autor un profundo conocimiento de la naturaleza humana. El catecismo político comenzaba de este modo: "¿De qué nación es usted?"; "Soy americano". "¿Cuáles son sus deberes como tal?"; "Amar a Dios y a mi patria, consagrar mi vida a su servicio, obedecer las órdenes del Gobierno y combatir por la defensa y sostén de los principios republicanos". "¿Cuáles son las máximas republicanas?"; "Ciertos sabios dogmas encaminados a hacer la felicidad de los hombres, que establecen que todos hemos nacido iguales y que por ley natural poseemos ciertos derechos, de los cuales no podemos ser legítimamente privados". Se consigna enseguida una larga enumeración de privilegios de que se goza bajo el imperio de la forma republicana de gobierno, en contraste con lo que el pueblo padecía bajo el antiguo régimen colonial de España. Una vez por semana se celebra un certamen escolar público, en el que se ejercita a los niños en el referido catecismo y se otorgan premios a los que se manifiestan saberlo mejor. Se señalan también dos de los muchachos más despiertos para que declamen discursos redactados en forma de diálogo entre un español europeo y un americano, en los cuales aquél sostiene el derecho de conquista como suficiente título del rey a su poder absoluto. El que lleva la representación de América, va armado de fuertes argumentos para sostener su causa, basados en los derechos del hombre, y concluye por derrotar a su contradictor, que acaba por convertirse al nuevo régimen. Toda esta argumentación aparece redactada en términos claros y sencillos, calculados para que los entiendan aún los de pocos alcances, estando enderezada sólo para instrucción de los que no saben leer o no tienen medios para adquirir libros.
A pesar del general progreso ya alcanzado en la instrucción, todavía tiene grandísima influencia la superstición sobre la mente de los chilenos y difícilmente podrá esperarse algún cambio en sus ideas religiosas mientras viva la presente generación. Los de opiniones más avanzadas en otras materias, guardan el más profundo silencio tocante a éstas, y la manifestación de una duda cualquiera sobre el origen divino de la más insignificante ceremonia religiosa, expondría al punto a quien lo sostuviera a la abominación de sus más íntimos amigos y aun de sus parientes. Puede un hombre ser culpable de robo o asesinato y encontrar indulgencia, pero aquel que se muestra vacilante en su credo religioso, se le considera culpable de un pecado imperdonable.
Un caballero americano, inadvertidamente manifestó una vez en cierto banquete a que asistía, que Chile jamás gozaría de completa libertad política mientras no existiese la de la conciencia. Consideró el anfitrión tal aserto como un gran insulto, significándole en el acto que podía excusar su presencia allí. De hecho, bastó esto sólo para levantar tan gran escándalo, que consideró conveniente ausentarse de la ciudad por algún tiempo hasta que el incidente se olvidase.
Por el estado de trastorno en que Chile se hallaba a la fecha de mi última carta, es imposible adelantar una hipótesis acerca de cuál haya de ser el resultado de las contiendas de la revolución; es posible que sea sofocada por los astutos manejos de Hillyar, por algún tratado que someta al país al poder del Virrey del Perú; pero es igualmente factible que la gran masa del pueblo derribe al necio de Lastra del encumbrado puesto en que se halla y libre de su cautiverio a los dos Carreras o, por lo menos, entregue las riendas del gobierno a un patriota convencido, dotado de los talentos necesarios para poner en juego todos los recursos del país y merced a un gran esfuerzo arrojar a sus invasores.
Es razonable suponer que aunque la tiranía predomine por algún tiempo todavía, el espíritu de libertad que ha empezado a brotar, arraigue lo bastante para que no pueda ser del todo apagado con un soplido. Gobernantes débiles e intrigantes podrán envolver al país en desastres y en la deshonra, pero el espíritu de un pueblo que ha gozado de los derechos a que le hacen acreedor "las leyes de la naturaleza y del Dios de la naturaleza", no podrá resignarse jamás a soportar el degradante yugo de un poder extraño. En una calamidad nacional, el espíritu de partido debe desaparecer ante las exigencias de los sufrimientos de todos, y la unión logrará lo que la disensión ha mantenido hasta entonces relegado a segundo término. Han de escarmentar por sus reveses del momento, porque les enseñarán el valor de aquella gran máxima, que ";en la unión está la fuerza"; y los miembros todos de la gran familia nacional sabrán estimar los servicios de un hermano. Entonces, sólo el mérito pasará a ser la única recomendación para aquel que aspire a sobresalir, y vanas e imaginarias preocupaciones habrán de desvanecerse delante de este templo, que la razón natural, despertada y puesta en acción por la necesidad, habrá erigido en el alma de todo ciudadano.
Cualquiera que sea lo que ocurra, la generación que se levanta, que comienza ahora a iniciarse en los misterios del gobierno y ha aprendido desde la cuna a entonar los himnos de libertad, no se resignará jamás a ser gobernada con el grado de rigor que hasta ahora ha sido la máxima favorita de España. Llegarán a los días de la madurez con sentimientos e impresiones diversos y bajo auspicios más favorables que los que tuvieron sus padres, y en vez de seres a quienes los despiadados manejos de la tiranía ha tenido privados de los atributos todos de criaturas racionales, excepción hecha de la apariencia exterior, saldrán en la majestad de la naturaleza, hombres sin mancha, dotados de razón y de las virtudes que le son anexas, y los opresores del padre, quizás, se verán forzados a inclinarse reverentes ante su progenie regenerada.
Chile, bajo un gobierno independiente, aventaja en mucho a las otras colonias españolas, y está llamado a que se le considere con preferencia por el comerciante emprendedor o manufacturero de los Estados Unidos.
Un cargamento de géneros de lana o lino, armas, utensilios de agricultura, artículos de menaje, libros o papel, rendirá seguramente una utilidad de ciento cincuenta a doscientos por ciento, y el comerciante recibirá en cambio metales preciosos, o barras de cobre, cueros y sebo, que, a su vez, dejarán considerable ganancia en Estados Unidos ; o bien fletar un cargamento de cobre y vender el sobrante en China, para regresar a Chile con sederías o artículos de fantasía de manufactura de aquel país, que, en tal caso, sus ganancias serían inmensas.
Los chilenos dependen del comercio extranjero casi de todo artículo manufacturado. Los únicos que produce el país son ciertos géneros de los más ordinarios y mantas y frazadas. Se hallan deseosos de introducir las manufacturas, y fabricantes y artesanos de cualquiera especie pueden estar seguros de hallar allí todo género de utilidades.
Son numerosas las ventajas que se ofrecen en Chile a los fabricantes u operarios que a él emigren. El trabajo manual es muy barato y la materia prima abundantísima. Puede contratarse a un hombre para el trabajo más duro, por veinticinco centavos al día, y si por meses o al año, mucho más barato todavía; mercado siempre abierto en todo tiempo y para toda clase de mercaderías, y casi al precio que se les señala. Además, el trabajador chileno, aunque carece de inventiva, es buen imitador, y operarios en casi todos los ramos de la mecánica es seguro que se han de formar en muy breve tiempo. Añádase a esto el agrado de vivir en uno de los países más hermosos, "que el sol en su diaria visita se digna de mirar", habitado por un pueblo cortés y generoso, y donde cuanto es necesario para la vida, y aun las cosas de mero regalo, son tan baratas, que se hallan al alcance de las personas más modestas.
De usted, etc.
__________
[1]
No hay un tribunal de Inquisición en Chile, ni jamás lo ha habido. Existe uno establecido en Lima, que nombra sus delegados en Chile, para que vigilen sobre la conducta de todo el mundo, y si se perpetra algún delito, que en su' concepto merezca la atención de sus superiores, son inmediatamente enviados a Lima los reos, de quienes muy pocas veces se ha sabido después. (N. del A).Volver.

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Fiestas y celebraciones tipicas de Chile

Fiestas y Celebraciones
de la Republica de Chile

Fiestas Patrias:

Se celebran durante todo el mes de septiembre, pero especialmente los días 18 y 19, con ramadas, juegos populares y desfiles; entre éstos el más importante es la Parada Militar que se realiza en Santiago, en la elipse del Parque O’Higgins el día 19 de septiembre, Día del Ejército.
En algunas localidades se celebra el llamado “18 chico” el fin de semana siguiente a las Fiestas Patrias; en estas fechas es también tradicional la fiesta de la Pampilla en Coquimbo.

Fiesta de la Vendimia:

Al final de la temporada de cosecha de uvas se reúnen hombres y mujeres vendimiadores en una gran fiesta. En ella se mencionan España y Francia, tanto en los brindis como en las canciones que los acompañan; ello se entiende al relacionarlo con la llegada de las primeras cepas de origen español y los primeros técnicos franceses.

Putre:

Carnaval de Putre: Esta celebración se realiza en los últimos días de febrero, antes de cuaresma. Acuden a ella habitantes aimaras de los poblados altiplánicos. Además de música y comida, hay bailes, máscaras y disfraces que representan la cosmovisión andina.

Codpa:

Fiesta de la vendimia de Codpa: Entre marzo y abril se realiza, en la localidad de Codpa, la fiesta de la vendimia de las uvas con las cuales se elabora el vino pintatani, grueso y frutoso.

Caspana:

Enfloramiento del ganado: Entre enero y marzo, se realiza en todos los corrales familiares del poblado andino de Caspana una particular ceremonia que incluye bailes, cantos y rogativas, en la cual se coloca lana a los animales.

Chiu Chiu:

Via crucis en Chiu Chiu: Entre marzo y abril, para Viernes Santo, se realiza en el pueblo altiplánico de Chiu Chiu un tradicional via crucis español que incorpora elementos criollos haciendo de la celebración un interesante espectáculo.

La Tirana:

Fiesta de la Tirana: Esta fiesta religiosa se lleva a cabo cada 16 de julio en la localidad nortina de La Tirana. La celebración se realiza en honor a la Virgen del Carmen y es una de las más importantes y conocidas del país. Destaca por los bailes, los cantos, la gran cantidad de fieles venidos de todo el país y en especial por las máscaras y disfraces de múltiples colores.

Pica:

Fiesta de Reyes: Se realiza en la localidad de Pica, a 117 km. al sureste de Iquique a 1.300 m. sobre el nivel del mar. Su celebración se extiende a grandes ciudades como Arica e Iquique, en las cuales los adornos navideños de casas y locales comerciales se mantienen hasta dicha fecha.

Aiquina:

Virgen de Guadalupe de Aiquina, 8 de septiembre. Se celebra en el poblado de Aiquina, ubicado a 75 km. al noreste de Calama y a 2.980 m. de altura. La fiesta tiene una duración de cinco días y se inicia tres días antes de la fecha indicada.

San Pedro de Atacama:

Carnaval atacameño: Durante la segunda semana de febrero, tanto en San Pedro de Atacama, como en Chiu Chiu, Caspana y los demás pueblos atacameños de la zona, se celebra un carnaval con disfraces, bailes típicos y degustación de gastronomía y bebidas típicas de la región.

Vallenar:

Fiesta del Roto Chileno: El fin de semana más cercano al 20 de enero se celebra en la quebrada de Pinte, hacia el interior de Vallenar, un festival costumbrista organizado por la junta de vecinos en el que se realizan competencias típicas chilenas.

El Tránsito:

Fiesta huasa de El Tránsito: Durante la segunda semana de febrero el club de huasos de la localidad de El Tránsito realiza una fiesta que consiste en competencias campesinas y espectáculos folclóricos.

San Félix:

Fiesta de la vendimia de San Félix: Durante todo febrero en el pueblo de San Félix, a doscientos kilómetros de Copiapó, en el valle del río El Carmen, se realiza la principal fiesta de la zona, que es organizada por la junta de vecinos. A los bailes en la plaza los fines de semana acuden habitantes de todo el valle y culmina con un festival gastronómico y un concurso de artesanías locales.

San Fernando/Copiapó:

La Candelaria, primer domingo de febrero. Su celebración se efectúa en la localidad de San Fernando, a 4 km. al este de Copiapó. También es venerada en otros puntos del país. La Virgen de la Candelaria se representa con una vela en las manos como símbolo de la purificación de la mujer. Es una de las fiestas más antiguas del norte y reúne a fieles de todo el país y de naciones limítrofes.

Tierra Amarilla:

Fiesta del Toro Pullay: En la localidad de Tierra Amarilla se celebra, a finales de febrero, esta antigua fiesta costumbrista con comparsas por las calles que acompañan a personajes disfrazados que representan el bien y el mal.

Los Choros:

San José Obrero: El santo carpintero es celebrado el 19 de marzo en Los Choros con una fiesta religiosa que cuenta con bailes chinos de la zona y de otras localidades y regiones.

La Serena:

Virgen del Rosario: Con cantos antiguos y tradicionales se manifiesta el 8 de enero en la localidad de Diaguitas, en La Serena, la devoción a la Virgen del Rosario. Una fiesta y una procesión cierran esta celebración.

Salamanca:

Señor de la Tierra: El segundo domingo del mes de enero se celebra en la localidad precordillerana de Cunlagua, cercana a Salamanca, la Fiesta del Señor de la Tierra, la más importante de la comuna y en la cual se pueden apreciar las faenas agrícolas y ganaderas.

Monte Patria:

Festival de Tulahuén: A 45 minutos hacia la cordillera desde Monte Patria se realiza, durante la segunda semana de febrero, una exposición de vinos, quesos y tejidos.

Vicuña:

Fiesta de la vendimia en el Valle del Elqui: Durante todo febrero en Vicuña se celebra la vendimia con bailes, música y actividades campestres. En Paihuano se realizan fiestas típicas, como la pampilla de verano, la noche de estrellas y el Festival de la Voz de la Uva.

Sotaquí:

Fiesta del Niño Dios, 6 de enero. Se celebra en el pueblo de Sotaquí, ubicado a 8 km. de Ovalle. En ella toman parte creyentes chilenos y argentinos. Destacan las hermandades de danzantes ataviados con vistosos trajes de vivos colores y muy adornados.

Combarbalá:

Encuentro artístico de Combarbalá: Durante semana santa en la localidad de Combarbalá, pueblo dedicado a la explotación de la piedra combarbalita, en la Región de Coquimbo, se realiza un encuentro de pintores y escultores nacionales y regionales.

La Ligua:

Tejidos de La Ligua: Cada mes de enero, durante una semana se realiza una feria de los tradicionales tejidos de La Ligua, organizada por la Municipalidad en la Plaza de Armas.

Calle Larga:

Fiesta en Calle Larga: En el mes de enero, en la localidad de Calle Larga se realiza una fiesta en torno a la cosecha del trigo. La actividad se inicia acumulando las gavillas y seleccionando las yeguas. Durante la trilla hay bailes campesinos, competencias, actuación de conjuntos folclóricos y gastronomía típica.

Olmué:

Festival del Huaso de Olmué: A fines de enero se realiza en Olmué este tradicional festival de la canción folclórica, uno de los más importantes del país, organizado por la Municipalidad.

San Bernardo:

Festival de San Bernardo: La última semana de enero tiene lugar el Festival Nacional de Folclor de San Bernardo, la competencia musical más importante en este género. Durante cinco días se presentan grupos nacionales y extranjeros en el anfiteatro de San Bernardo.

Culiprán:

Festival del choclo cabello rubio: Esta festividad que se realiza durante febrero en la localidad de Culiprán, famosa por su producción de choclos, reúne a las familias de los campesinos para la compra de productos agrícolas. Este es uno de los eventos más importantes de la zona para los agricultores de la comuna de Melipilla.

Los Andes:

Fiesta huasa y trilla a yeguas: En la primera semana de febrero, en San Esteban, Los Andes, se realiza un festival folclórico que se festeja con trilla de yeguas, carreras a la chilena y otras competencias campesinas, además de comidas típicas. Gran cantidad de público se reune en el Parque Municipal La Hermita.

Limache:

Virgen de las Cuarenta Horas: En el último domingo de febrero, gran cantidad de fieles se dirige a la parroquia Santa Cruz de Limache, donde, durante cuarenta horas, se celebra esta fiesta religiosa en honor a la virgen.

Casablanca:

Encuentro Nacional de Payadores: A mediados de marzo, durante dos días, se celebra en Casablanca, un encuentro nacional de payadores, al cual acuden cultores y estudiosos de esta expresión folclórica de todo el país.

Virgen de Lo Vásquez:

Virgen de Lo Vásquez, 8 de diciembre. Esta festividad se realiza en el Santuario de Lo Vásquez, a 32 km. de Valparaíso. Es la más significativa de las fiestas de V Región. Gran cantidad de peregrinos llegan a ella a pagar sus mandas.

San Felipe:

Fiesta de la vendimia en San Felipe: Con motivo de la vendimia, durante marzo se desarrolla en San Felipe una fiesta tradicional con actividades culturales y folclore, en la que participa un numeroso público.

Zona Central:

Fiesta de Cuasimodo: La fiesta de Cuasimodo, que se celebra entre marzo y abril, adquiere gran colorido y masividad en las localidades de Lo Abarca, Cuncumén, Lo Barnechea, Llay Llay, Casablanca, Maipú, Talagante, Conchalí e Isla de Maipo. En esta celebración religiosa callejera, que se realiza el domingo siguiente a la Pascua de Resurrección, el sacerdote lleva la comunión a los enfermos, acompañado por huasos en carros, caballos y bicicletas, adornados con flores, papeles, banderas chilenas y otras estampas.

San Clemente:

Encuentro chileno-argentino: Durante la primera quincena de enero se realiza el Encuentro chileno-argentino en el límite fronterizo Paso Pehuenche, en San Clemente. Se trata de un evento organizado por las municipalidades de ambos lados de la cordillera (San Clemente en Chile y Malargue en Argentina). Incluye música folclórica, bailes y competencias deportivas.

Cauquenes:

Fiesta de San Sebastián: Entre el 15 y el 21 de enero se celebra en Colbún la Fiesta de San Sebastián, en la que fieles y devotos peregrinan durante una semana para pagar favores y mandas al santo en la localidad de Panimávida. El 20 de enero se celebra al mismo santo en una peregrinación hasta Pelluhue, en Cauquenes.

Cachivo:

San Sebastián de Cachivo: El 20 de enero y el 20 de marzo, en Cachivo, camino a Las Lomas, se celebra a San Sebastián con una fiesta de gran colorido en la que intervienen gran cantidad de tradiciones locales. Miles de personas llegan a pagar sus mandas hasta el santuario, ya sea caminando, en carretelas o a caballo.

Pelluhue:

Festival de la Trilla: La última semana de enero, en el gimnasio municipal de Pelluhue, se celebra un festival de la canción con la participación de destacados folcloristas nacionales. Se trata de un certamen competitivo de gran nivel y trayectoria.

Quiñipeumo:

Festival de la Sandía: La última semana de enero se realiza en el pueblo de Quiñipeumo, Maule, este festival que reúne a agricultores y campesinos en torno al folclor. Juegos criollos, competencias deportivas y musicales, además de la elección de reina, forman parte de la celebración.

Pelluhue:

Trillas a yegua suelta en Pelluhue: A fines de enero y principios de febrero en la localidad de Pelluhue se realiza la trilla a yegua suelta con encuentros campesinos costumbristas, amenizados por grupos folclóricos y cantores populares. El dueño de casa, con apoyo de la municipalidad, ofrece comida y tragos típicos.

Amerillo:

Carnaval del agua: A fines de enero e inicios de febrero, en la localidad de Amerillo, por la ruta internacional El Pehuenche, se realiza una fiesta tradicional que incluye elección de reina, juegos criollos y un espectáculo artístico bailable.

Licantén:

Rodeo oficial de Licantén: El rodeo de Licantén, que se celebra la primera semana de febrero es el más importante del sector. De él salen representantes para la competencia nacional y regional. Hay demostraciones de riendas y amansaduras.

Linares:

Feria internacional de artesanía de Linares: Durante la segunda quincena de febrero se realiza en Linares una feria de artesanía que reúne exponentes seleccionados de la artesanía tradicional de diferentes países.

Coihueco:

Coihueco y sus raíces criollas: Durante la primera quincena de enero se realiza en Coihueco, Chillán, una fiesta de tres días para mostrar la música, el baile, la gastronomía y las actividades campesinas tradicionales de la zona. El evento se realiza en un escenario flotante en el embalse de Coihueco.

Yumbel:

San Sebastián de Yumbel: El 20 de enero y el 20 de marzo se celebra a San Sebastián en Yumbel. Miles de peregrinos, que recorren largas distancias caminando, e incluso de rodillas, llegan de todo el país a rezar y a pagar sus mandas a la iglesia parroquial, donde se encuentra la imagen del santo, en una muestra impresionante de devoción religiosa popular.

Santa Cruz:

Fiesta de la vendimia en Santa Cruz: Con motivo de la vendimia, durante marzo se desarrolla en Santa Cruz una fiesta tradicional con actividades culturales y folclore, en la que participa un numeroso público.

San Ignacio:

Rodeo oficial de San Ignacio: El primer fin de semana de febrero, en la medialuna de San Ignacio, se realiza un rodeo de alto nivel, que cuenta con la participación de destacadas colleras a nivel regional y nacional. Es organizado por el Club de Huasos Rodeo Chileno.

Yungay:

Fiesta de la Candelaria en Yungay: En la capilla de Yungay, a 69 kilómetros de Chillán, se celebra el 2 de febrero una misa en honor a la Virgen de la Candelaria, en la que se bendice la imagen de la divinidad. En la cercana localidad de Pangal del Bajo se realiza una fiesta criolla con ramadas, vinos y comidas típicas.

Tirúa:

Feria costumbrista de Tirúa: En la comuna de Tirúa se realiza, durante la primera quincena de febrero, una feria costumbrista con actividades culturales, muestra de artesanías, productos agrícolas y degustación de comidas típicas.

Puerto Saavedra:

Fiesta de San Sebastián en Puerto Saavedra: El 20 de enero se celebra en la localidad de Puerto Saavedra una fiesta religiosa en honor a San Sebastián con abundante comercio.

Carahue:

Semana de Trovolhue: La cuarta semana de enero se celebra la semana de Trovolhue, en la localidad cercana a Carahue. La celebración incluye gastronomía, folclor y recreación.

Villarrica:

Muestra mapuche de Villarrica: Durante el verano se realiza una exposición en la feria mapuche de Villarrica. Allí se pueden encontrar trabajos de importantes artesanos, además de la reproducción a escala real de una ruca construida en totora y junquillo.

Futrono:

Nguillatún en Futrono: En la localidad de Futrono, a orillas del Lago Ranco, en la Región de los Lagos, desde el 12 hasta el 14 de febrero se realiza un nguillatún mapuche. Se trata de un ritual colectivo de acción de gracias y petición por las cosechas y el bienestar de la comunidad.

Niebla:

Encuentro costumbrista de la Costa: A 20 minutos de Valdivia, en Niebla, se realiza durante la segunda y la tercera semana de febrero un encuentro cultural, costumbrista y gastronómico en el cual se venden comidas típicas y artesanía.

Frutillar:

Exposición de artesanía local de Frutillar: Entre el 15 de enero y el 15 de febrero se realiza en el Colegio Bernardo Phillippi de Frutillar una muestra de artesanía local organizada por la Municipalidad.

Frutillar:

Fiesta criolla de los colonos en Frutillar: El primer domingo de febrero tiene lugar en la Colonia La Radio, en Frutillar, una festividad que incluye carreras a la chilena, juegos criollos, cabalgatas, paseos en carretón y espectáculos folclóricos. Hay un gran despliegue de comidas típicas: asados al palo de cerdo, de cordero y de vacuno, anticuchos, cazuelas, curanto, empanadas, sopaipillas, pastel de choclo, tortillas, kuchen, tortas, mote con huesillos, entre otras cosas.

Carelmapu:

Fiesta de la Candelaria en Carelmapu: El 2 de febrero se realiza, en honor a la Virgen de la Candelaria, una peregrinación de feligreses en la localidad de Carelmapu. Llegan allí gran cantidad de embarcaciones engalanadas, provenientes de la Isla de Chiloé. La celebración dura un día entero.

Caulín:

Festival santuario de las aves Caulín: Durante todos los fines de semana del verano, en la localidad de Caulín, a 9 kilómetros del Canal de Chacao, se lleva a cabo una fiesta costumbrista incorporada dentro de las actividades turísticas de Ancud que incluye artesanía, folclor y gastronomía.

Castro:

Fiesta tradicional de Nercón: Gastronomía, folclor y faenas tradicionales forman parte de la fiesta campesina que el 5 de febrero tiene lugar en Nercón, a pocos minutos de Castro. Al otro dia la celebración se repite en La Estancia, a 5 kilómetros de Castro.

Llau Llau:

Maja chilota: El 13 de febrero en la localidad chilota de Llau Llau, se realizan faenas tradicionales y una fiesta campesina para la elaboración y degustación de la chicha de manzana.

Quemchi:

Festivales costumbristas chilotes: A mediados de febrero, durante el fin de semana, en la localidad de Quemchi, a 60 kilómetros de Ancud, se organiza un festival musical que incluye gastronomía y artesania. En tanto, el tercer fin de semana del mes se realiza en el Parque Municipal de Castro el Festival Costumbrista Chilote, que incluye muestra cultural, folclor, faenas típicas, artesanía, gastronomía, y exposición de las distintas variedades de papas nativas. En Puerto Natales todos los años, en febrero, el Centro Hijos de Chiloé, que agrupa a inmigrantes de la isla, organiza un encuentro musical que busca preservar las costumbres chilotas.

Punta Arenas:

Ganado de Punta Arenas: La primera semana de febrero, durante tres días se realiza la Feria Ganadera Expogama en Punta Arenas, organizada por la Asociación de Ganaderos de Magallanes. Incluye exposición de ganado y gastronomía local.

banderas y escudos de Chile

banderas y escudos de Chile

cuatro siglos de uniformes en chile

Batallas y combates en la Historia de Chile

1485:
Batalla del río Maule: Los mapuches detienen el avance de los incas que lleguen en su dominación hasta las márgenes del río Maule. Tal acción hace que los habitantes del sur del Maule sean conocidos por los incas como "poromaucas, palabra que se españolizó como promaucaes. Existe una duda razonable sobre la fecha, que bien podría ser hacia 1520.

Septiembre 1536:

Batalla de Reinohuelén: Combate librado en 1536 entre conquistadores españoles al mando de Gómez de Alvarado y guerreros mapuches, en la confluencia de los ríos Ñuble e Itata, en Chile.
Enero 1541:
Combate del Mapocho: Don Pedro de Valdivia se puso en contacto con el cacique Vitacura, principal representante de los incas en estas tierras, manifestándole la intención de levantar una ciudad en la isla del cerro Huelen. El consentimiento de Vitacura provocó la indignación del cacique Michimalonco.

Enero 1541:

Escaramuzas en Aconcagua: Diversos enfrentamientos contra las fuerzas de Michimalonco, quien tendió variadas emboscadas a los expedicionarios y lo mismo hicieron Catiputo, Tanjalongo y otros caciques subalternos.
Mayo 1541:
Conquista de la fortaleza de Paidahuén: Pedro de Valdivia se dirige contra Michimalonco, Como rescate para recuperar la libertad, este ofrece los lavaderos de oro de Marga-Marga.
Agosto 1541:
Desastre de Con Con: Los caciques Trangolonco y Chigalmanga, queman un bergantín en construcción en la desembocadura del Estero Marga-Marga, matan a los españoles, negros e indios peruanos, escapando sólo Gonzalo de los Ríos con un esclavo negro.. Se desata un levantamiento general que comprende los valles de Aconcagua y Cachapoal.

11 de Septiembre 1541:

Destrucción de Santiago: Michimalonco, como caudillo (toqui) general de los indios de la comarca, encabezó contra la recién fundada ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, un asalto el 11 de septiembre de 1541 que terminó en fracaso, merced a la sostenida resistencia de los españoles que guarnecían la plaza. En la defensa de la ciudad, se señaló particularmente doña Inés de Suárez que no dudó en dar muerte a Quilicanta y a siete caciques picunches entre los que se contaba el Cacique Apoquindo, prisioneros de los españoles que el ejército indígena pugnaba por libertar. De lo desigual del combate da fe la desproporción en el número de los combatientes, que fue de unos 10.000, por parte de los picunches, y de 55 soldados, más 5.000 yanaconas auxiliares, por los españoles.
Febrero 1544:
Combates en el Cachapoal y en el Maipo: Hasta esta fecha, Valdivia no había podido reconocer su gobernación más allá del Cachapoal, y su dominio efectivo sólo abarcaba los alrededores de Santiago, y con menor seguridad, el valle de Quillota. Con los refuerzos que le trajo Monroy, resolvió extenderlo hasta el sur sin trazarse límites y hacia el norte, hasta La Serena.

Agosto 1544:

Combate en el Limari: Pero Gómez se había encaminado al valle de Aconcagua con el propósito de someter a los indios radicados en él. Michimalongo lo obligó a retroceder hasta Santiago y el gobernador tuvo que dirigirse personalmente contra el célebre cacique.

20 de Febrero 1546:

Combate de Quilacura: Fue una batalla en la guerra de Arauco, combate nocturno, a cuatro leguas del Río Biobío, entre la expedición española de Pedro de Valdivia y una fuerza de guerreros mapuches, liderada por el toqui Malloquete. En este enfrentamiento fue capturado un mozalbete llamado Lautaro.

11 de Enero 1549:

Destrucción de La Serena: Cuando recién comenzaba a cimentar su historia, una sublevación de los indígenas provoca la muerte a casi todos los españoles (escapando, al parecer sólo un sobreviviente llamado Juan Cisternas), destruyendo e incendiando el poblado como represalia del mal trato recibido por los diaguitas de parte de los conquistadores españoles.

24 de Enero 1550:

Expedición a Arauco: Iba a empezar la guerra de Arauco. Cuarenta mil guerreros mapuches van a luchar durante tres siglos por el predominio y la supervivencia contra el invasor español y sus descendientes y contra los antiguos señores del suelo los representantes del pueblo chincha-chileno ahora aliado del nuevo invasor.

22 de Febrero 1550:

Combate de Andalién: Pedro de Valdivia, en su avance al sur, desea fundar una ciudad en la zona de Penco. En su intento es detenido por los mapuches y después de duro combate, los derrota. El ataque ocurrió en la noche y sólo se alcanzó la victoria una vez dejar los caballos y pelear aquí en lucha cuerpo a cuerpo.
12 de Marzo 1550:
Batalla de Penco: Fue una batalla entre 60.000 Mapuches bajo comando de su toqui Ainavillo con sus aliados de Arauco y de Tucapel y contra 200 españoles de Pedro de Valdivia con una gran cantidad de Yanaconas incluyendo 300 auxiliares de Mapochoes bsjo ordenes de su líder Michimalonco que defendía la fortaleza recosntruida en Penco.

14 Diciembre 1553:

Combate de Purén: Los indios se dieron cuenta del debilitamiento de los españoles y que, a pesar de su disimulo, no sabían ocultar su contento ante la proximidad de la venganza. La forma como se desarrolló la rebelión, manifiesta que venía preparándose desde hacía tiempo, pero los detalles nos son desconocidos.

25 de Diciembre 1553:

Batalla de Tucapel: Pedro de Valdivia muere a los 51 años, el conquistador español y sus soldados son derrotados y todos muertos por las huestes araucanas de Lautaro.
26 de Diciembre 1553:.
Los 14 de la Fama: Se conoce con este nombre al grupo de trece soldados españoles más su capitán, Juan Gómez de Almagro, que sostuvieron una dura resistencia en la cordillera de Nahuelbuta al ataque del fuerte San Diego de Tucapel en Cañete, provincia de Arauco por el toqui Lautaro y sus huestes.

26 de Febrero 1554:

Batalla de Marihueñu: Victoria mapuche bajo el mando de Lautaro. El sur de Chile queda en manos de los mapuches. Los españoles abandonan la ciudad de Concepción.
27 de Febrero 1554:
Destrucción de Concepción: Luego de la derrota de Marihueno, el espanto y la desazón se apoderaron de los habitantes de Concepción que sólo atinaron a huir. Los caminos que conducían a Santiago, comenzaron a llenarse de la gente que escapaba en medio de una confusión indescriptible.
02 de Noviembre 1555:
Expedición de Villagra y Defensa de La Imperial: Pedro de Villagra, que había quedado en La Imperial con 150 hombres empezó por fortificar y pertrechar la ciudad. La rodeó de fosos y de parapetos, y distribuyó la, gente en cuadrillas, cada una Con su caudillo y con la orden precisa de lo que debía hacer en caso de asalto. Pero los indios, distraídos con el triunfo de Marigüeñu o no sintiéndose capaces de atacar a los españoles dentro de la ciudad, no la asaltaron ni establecieron un sitio en regla.
12 de Diciembre 1555:
Segundo ataque a Concepción: A pesar de la mortandad, Lautaro pudo reunir un ejército que, po¬siblemente, fluctuaba alrededor de unos 4.000 mapuches, y atacó a Los Confines (Angol). Los españoles huyeron a La Imperial sin intentar si¬quiera la resistencia. Inmediatamente, el generalísimo mapuche dirigió su ejército sobre Concepción.
14 de Noviembre 1556:
Acción de Mataquito: Lautaro, habiendo cruzado el Maule, acampa en Mataquito. Diego Cano, enviado por el cabildo de Santiago sostiene contra él y es derrotado.

01 de Abril 1557:

Muere el cacique Lautaro en el combate de Peteroa. El y sus hombres fueron atacados por sorpresa en el pucará de Petorca.
09 de Agosto 1557:
Ataque al Fuerte San Luis: Tras la victoria de Peteroa, los españoles procedieron a levantar un fuerte que llamaron San Luis el que estuvo mandado por don Garcia Hurtado de Mendoza en las cercanías de la destruida Concepción, es decir donde hoy se levanta el puerto de Talcahuano. Ahí fueron atacados por tres escuadrones araucanos que estaban al mando de los toqui Grecolano, Petegolen y Tucapel.

08 de Noviembre 1557:

Batalla de Lagunillas: Fue la primera batalla en que las tropas del virrey Andrés Hurtado de Mendoza libraron contra los araucanos del cacique Caupolicán..En este enfrentamiento fue tomado prisionero el caudillo Galvarino, que, como castigo, sufrió la amputación de ambas manos.

30 de Noviembre 1557:

Batalla de Millarapue. El caudillo mapuche Caupolicán es derrotado por los españoles. Galvarino cae nuevamente prisionero y es ahorcado. Las fuerzas realistas acamparon en Millarapue, al interior de la Araucanía el 29 de noviembre. Los mapuches al mando de Caupolicán intentaron un ataque en la alborada del 30 de noviembre, por sorpresa al campamento enemigo. El número de atacantes era de 3.000 a 10.000 al frente de ellos venía Galvarino, que se mostraba con sus dos brazos cortados azuzando las pasiones de sus camaradas.
20 de Enero 1558:
Batalla de Cayucupil: Aquella mañana del 20 de enero lentamente ingresaban al desfiladero de Cayucupil o Quebrada de Puren llevando grandes cantidades de pertrechos. Cuando se hallaban a mitad de la Quebrada de Puren fueron atacados por cientos de mapuches que desde una altura superior arrojaban descumunales piedras y cuanto objeto ofensivo encontraban, causando numerosas bajas.

05 de Febrero 1558:

Sitio y Batalla del Fuerte de Cañete: Cañete fue rodeado y sitiado por más de 15.000 mapuches que establecieron un sitio al fuerte. La idea de Caupolicán era dejar morir de hambre a los sitiados. Andresillo abrió las puertas del fuerte y se introdujó una masa de mapuches en forma silenciosa, cuando ya casi estaban todos al interior del fuerte fueron recibidos por descargas de fusilería en forma alternada que dejaron una gran mortandad entre los atacantes que fugaron en desbandada.

13 de Diciembre 1558:

Batalla de Quiapo: Unos mil quinientos mapuches al mando del cacique Petegolen se dieron a la tarea de levantar un fuerte en los llanos de Quiapo ubicado en las cercanías de la Ensenada del Carnero, al norte de Lebu y muy próximo de donde los españoles tenían levantado un formidable recinto militar desde el cual como punta de lanza clavado en el pecho de los mapuche apoyaban las incursiones que en forma continua realizaban a las tribus para desalentarlos.

30 de Diciembre 1558:

Batalla del Fuerte de Arauco: La brillante victoria conseguida en Lincoya gracias a las especiales condiciones de estratega que tenía el toqui Petegolen, digno émulo de Lautaro, lo entusiasmaron para seguir en la lucha levantando un fuerte frente al de los españoles. Mas estos con la trágica experiencia de Lincoya, no hicieron movimiento bélico alguno y aceptaron con resignación la provocación de los indios. Hasta que un dia cansados de ser insultados desafiaron a los aborígenes a una batalla de caballería a muerte. En una planicie situada entre ambas fuerzas se libraría la primera batalla de caballería entre peninsulares y araucanos.

16 de Enero 1563:

Batalla Del Fuerte Lincoya: Un grupo de batidores exploró el terreno y comprobó que la fortificación mapuche adolecía de un grave defecto que facilitaba un ataque de caballería. Además que al ser de madera sería fácil incendiarla. Participó la artillería que con su cañoneo causo un incendio y bajas entre los indios. Tras el ablandamiento que fue brutal entró en acción la caballería al mando de don Pedro de Villagra.

Enero 1563:

Derrota de Catiray o Mareguano: Don Pedro de Villagra al llegar a Catiray fueron interceptados por una numerosa guerrilla araucana, trabándose en un sangrienta lucha donde los españoles perdieron 42 hombres debiendo emprender la retirada en franca derrota hacia el fuerte de Arauco llevando varios heridos.
24 de Enero 1563:
Asalto de Angol: Ese día llegó la primera a la vista de Angol. Avendaño, que mandaba en la Ciudad, dejó en ella a los soldados más heridos para que la defendieran de la más pequeña de las dos columnas que la amagaban.
03 de Febrero 1563:
Asalto a la Plaza de Arauco: Los mapuches se presentaron frente a Arauco. Pedro de Villagrá intentó repetir la defensa de La Imperial en 1554, dando golpes contundentes a los asaltantes. El y sus capitanes los derrotaron repetidas veces, pero al día siguiente amanecían más cerca de las murallas y más numerosos.
15 de Abril 1563:
Segundo Sitio de Arauco: Terminada la recolección de las cosechas, los mapuches se presentaron delante de Arauco en abril de 1563. Esta vez venían preparados para poner en la plaza un sitio en regla.

22 de Enero 1564:

Combate del pucará de Lebotacal: Los mapuches construyeron un pucará en Lebotacala a algunos kilómetros de Concepción. Luego de un breve combate logró desbaratarlo, pero fue informado de una concentración de 3.000 indios comarcanos al mando de un cacique de nombre Loble que estaba casi a las puertas de Concepción.

24 de Enero 1564:

Combate de Angol: Los mapuches, entusiasmados con la alianza de los indios de la zona comprendida entre Itata y el Maule, resolvieron destruir a Angol antes de iniciar el sitio de Concepción.
Febrero 1564:
Cerco de Concepción: Los caciques Millalelmu y Loble establecieron el cerco al fuerte de Concepción, encerrando a Villagra y toda la población en las empalizadas. El sitio duró alrededor de dos meses de continuas escaramuzas.
17 de Febrero 1565:
Segunda Combate de Reinohuelen: En el mismo lugar donde 29 años antes las fuerzas promaucaes (indios que Vivian al norte del Biobio) pero igualmente buenos guerreros que rechazaron la avanzada enviada por don Diego de Almagro al mando de Gómez de Alvarado en 1536 impidiéndole seguir al sur. Tres décadas después a mediados de febrero de 1565 una columna compuesta por 152 hombres de caballería y 700 indios amigos al mando de don Pedro de Villagra y de don Pedro Fernández de Córdova atacaron un fuerte que tenían los indios promaucaes.
19 de Febrero 1565:
Combate de Tolmillan: Dos días después de la batalla de Reinohuelen llegaba a marcha forzada el cacique Loble que venía a socorrer a sus compañeros que combatían en Reinohuelen, ignorando que estos habían sido derrotados y que los españoles le tenían tendida una emboscada en las cercanías del actual pueblo de Tormillan.
Marzo 1567:
Ataque al pucara de Cañete: Los indios habían construido un pucará en los cerros vecinos a Cañete, y el general comprendía que una rebelión se aproximaba. Sin consultar a la Audiencia, resolvió destruirlo antes que la concentración de los indígenas hiciera el asalto más difícil.
07 de Enero 1569:
2da Batalla de Catiray o Mareguano: En esta segunda contienda librada en este punto de la cordillera oriental de Nahuelbuta entre 220 soldados españoles y 600 yanaconas al mando del gobernador Melchor Bravo de Saravia, contra dos mil indios al mando de los caciques Lonconaval y Millalemo que unieron sus fuerzas para enfrentar al invasor.
Septiembre 1570:
Derrota de Purén: A toda prisa se dirigian 200 soldados españoles al mando de don Miguel Avendaño de Velasco a socorrer a los castellanos amenazados por los mapuches de ser arrollados en cualquier momento en Angol. No se habían alejado mucho del río Puren cuando fueron atacados por un batallón al mando del cacique Pailacar, que entró violentamente en batalla, poniendo en serios aprietos a los conquistadores.
08 de Marzo 1577:
Primera Campaña de Quiroga: El plan de pacificación que se iba a poner en práctica era obra del virrey del Perú, y Quiroga lo había aceptado con entusiasmo. Consistía en una enérgica campaña a través de Arauco, llevando el ejército concentrado. Se tomaría prisioneros a los indios más belicosos; se ejecutaría a uno que otro cabecilla, y los demás serían "trasladados a la provincia de Coquimbo, desgobernándolos.
27 de Noviembre 1578:
Segunda Campaña de Quiroga: A pesar de la extraordinaria crudeza del invierno de 1578, las hostilidades de los indígenas no cesaron. Amagaban el campamento en canoas y caían sobre los caballos durante el pastoreo y sobre los grupos que iban al campo a recoger comida.
20 de Diciembre 1584:
Campaña de Sotomayor: Estas fuerzas hicieron algunas campeadas sin importancia, que ni siquiera merecerían mencionarse, a no mediar la trampa en que estuvo a punto de perecer Bernal de! Mercado.
10 de Enero 1597:
Campaña de Oñez de Loyola: El nuevo mandatario se encontró imposibilitado para reabrir la campaña de Arauco. Logró, sin embargo, enviar al sur unos doscientos arcabuceros, al mando de su hermano Luis y dé Lorenzo Bernal del Mercado.

23 de Diciembre 1598:

Batalla de Curalaba: Esta batalla se convirtió en el inicio efectivo de la Rebelión Mapuche de 1598 que terminó finalmente con todas las ciudades al sur del río Biobío, excepto Concepción.
22 de Enero 1599:
Rebelión General del pueblo Mapuche: La sublevación se propagó con la rapidez del fuego que ha hecho por largo tiempo su camino subterráneo. El espíritu de rebeldía asomó casi instantáneamente desde el Maule hasta Osorno. Los españoles se encontraron pronto encerrados en las ciudades y fuertes, sin poder auxiliarse unos a otros.
06 de Abril 1599:
Batalla de Quilacoya: En Quilacoya junto al río Biobio pelentaro fue interceptado por las fuerzas españolas del recién designado gobernador don Pedro de Vizcarra, quien cayó por sorpresa sobre los mapuches, propinándole una contundente derrota.
09 de Octubre 1599:
Ataque a Chillán: Chillán fue atacada resultando muertos 4 españoles y llevándose los indios 30 mujeres y niños. La cifra total de muertos ascendía ya a 200 españoles, siete ciudades arrasadas, sitiadas o despobladas.
26 de Noviembre 1599:
Asalto de Valdivia: La derrota sufrida en Quilacoya no amilanó al cacique Pelantaro y decidió rehabilitarse y vengarse de esa derrota. Para ello cambio su estrategia en noventa grados, decidiendo no atacar Concepción y dirigir su accionar hacia Valdivia que por mucho tiempo vivía en paz. Pelantaro planificó el ataque a esta última ciudad con toda calma, sin dejar pasar un solo detalle, al igual como lo hubiera hecho el mas sagaz estratega moderno.
Noviembre 1601:
Muerte del coronel Francisco del Campo: El coronel resolvió trasladarse a Castro con todos los pobladores. Se dirigió personalmente con 60 soldados a la isla, a disponer los auxilios y las comidas "para llevar tantas mujeres, niños y trastes de casas y haciendas como tenían, y llegando a la primera bahía se alojó y repartió la gente a buscar algunas piraguas en que pasar aquel brazo de mar", quedando él con muy pocos soldados.
07 de Febrero 1602:
Destrucción de la ciudad de Villarrica: Los defensores de Villarrica al mando del capitán Rodrigo de Bastidas decidieron vender cara su existencia, cuando supieron que los indios lanzarían el ataque final antes que llegaran los refuerzos españoles. Los heroicos defensores resistieron los primeros ataques indígenas y lo harían hasta la muerte.
Enero 1603:
Campaña de 1603: En la campaña del verano de 1602: se construyó diversos fuertes en las márgenes del Biobío, en lugares bien escogidos y dispuestos en forma de poderlos socorrer. En la misma temporada procuró afianzar el dominio español, al norte de ese río, con numerosas expediciones; de suerte que al llegar el gobernador a Santiago, en junio de 1602, ya se consideraba definitivamente salvada esta parte del territorio.
Febrero 1603:
Asalto del Fuerte Santa Fe: Cuando llegó el momento de destruir el odiado fuerte de Santa Fe una noche silenciosamente lo indios se aproximaron al fuerte, pero fueron descubierto por un centinela que dio la alarma. Desde ese instante la batalla fue general, los mapuches fueron rechazados, pero volvieron con mas furia emprendiendo un sangriento asalto que resultó estéril. Mas toda la noche pujaron por ingresar y fueron rechazados. Comprendieron entonces que había que someter al fuerte a un durísimo sitio. Así se hizo y una hambruna que tuvo a muy mal traer a los sitiados.
Diciembre 1603:
Batalla Ciénagas De Lumaco: Después de sembrar el terror en las tribus retornó Alonso de Ribera al norte, siendo interceptado en un lugar cenagoso en Lumaco, donde los indios le presentaron un plan estratégico enseñado por Lautaro con excelentes resultados. Este consistía en internarse en el pantano donde la caballería no podía llegar porque se hundía en el barro. Pero olvidaron que el Gobernador Ribera era experto en el arte de la guerra, ordenando entonces que los yanaconas cubrieran con totora el camino y mandó la infantería, que con sus arcabuces dejó la mortandad.

Enero 1604:

Campaña de 1604 y 1605: En su penúltima campaña, la de la primavera de 1603 y verano de 1604, Ribera fundó un nuevo fuerte en el vado de Chepe, a la desembocadura del Biobío, que bautizó con el nombre de San Pedro de la Paz; y el 24 de diciembre fundó otro que denominó Nacimiento.
Diciembre 1605:
Campaña de 1606: García Ramón abrió su primera campaña en la primavera de 1605. Habla partido de Santiago el 6 de diciembre al frente de mil doscientos hombres, enterados con el contingente de España y los militares de los términos de la capital. En el sur le aguardaba otro ejército vecino a mil hombres, distribuidos en los fuertes. En Concepción recibió el socorro remitido por el virrey del Perú, con el cual pagó sus cuentas y atendió a los primeros gastos de la campaña.
Marzo 1606:
Desastre de Angol: Núñez de Pineda tenía orden de sacar de los fuertes hasta trescientos soldados, si los refuerzos de México no llegaban; pero temió debilitar mucho las guarniciones y se limitó a retirar ciento cuarenta y tres, para enterar doscientos.
Septiembre 1606:
Batalla de Boroa o de Palo Seco: La batalla se produjo cuando una guarnición española al mando del capitán Juan Rodulfo Lísperguer fue emboscada al salir del fuerte por entre 3.000 a 6.000 guerreros mapuches ocultos en los bosques ceranos muriendo todos los hispanos.
Febrero 1608:
Campaña de 1608: En las correrías del verano de 1608, García Ramón había contado con el recurso de unas mil lanzas amigas y había devastado los campos de los enemigos hasta reducirlos por la miseria a venir de paz y a establecerse en las inmediaciones de los fuertes, sin traspasar el radio de acción de estos establecimientos.
Diciembre 1610:
La Guerra defensiva de Luis de Valdivia: El padre Valdivia llegó al Callao a mediados de 1611, trayendo los despachos del gobernador para Alonso de Ribera y la real cédula de 8 de diciembre de 1610, que dejaba al criterio del virrey del Perú ensayar por tres a cuatro años la guerra defenslva.
1621:
Campaña Militar de Osores de Ulloa: Osores de Ulloa empezó por restablecer la disciplina en el ejército condenando a muerte a los desertores que logró capturar, y expurgando la oficialidad. Cuando creyó estar preparado, pasando por sobre las órdenes del rey dispuso una expedición, cuyo mando confió al maestre de campo Núñez de Pineda, a las ciénagas de Purén.
24 de Enero 1626:
Cesación de la guerra defensiva: En efecto, el 24 de enero de 1626, recibía Fernández de Córdoba una real cédula expedida en Madrid el 13 de abril de 1625, por la cual Felipe IV ordenaba reanudar la guerra con los mapuches y someter a esclavitud a los prisioneros.
1627:
Contraofensiva mapuche dirigida por Lientur: Como era de esperarlo, la contraofensiva araucana no tardó en de­sencadenarse. La dirigió un indio llamado Lientur, que hasta ese momento habla peleado como amigo en el campo español.
15 de Mayo 1629:
Desastre de Las Cangrejeras: Lientur jefe militar mapuche que luchó en la Guerra de Arauco. Su mayor victoria fue la Batalla de las Cangrejeras. Su actividad bélica concluyó cuando llevó a que los españoles firmaran paces temporales con la nación mapuche en el Parlamento de Quillín.
14 de Mayo 1630:
Sorpresa de Los Robles: Lazo de la Vega logró reclutar unos 150 españoles voluntarios en Santiago que pensaba sumarlos a los ya 1.600 soldados acantonados en el sur. Su idea era internarse en el mismo corazón de Arauco y dar una batalla armagedónica a los mapuches para terminar de una vez por todas con la guerra. El pánico general cundió cuando la población supo de las osadas intenciones del gobernador y el Cabildo le rogó que desisitiese de hacer ese tipo de guerra, pero fue inútil, Lazo de la Vega quería esa batalla decisiva.
13 de Enero 1631:
Batalla de La Albarrada: Lazo de la Vega salió del fuerte y eligiendo cuidadosamente el terreno fue a tender su línea de batalla en Petaco. La acción se inició con una carga de un escuadrón de indígenas que fueron contenidos con fusileros alternados protegidos por lanceros. Una vigorosa carga de caballería fue contenida por los escuadrones mapuches y el combate por unos instantes se tornó indeciso.
1632:
Campañas militares de 1631-1632-1633-1634: A la salida del invierno de 1631 las armas españolas habían tenido algunos éxitos locales de cierta importancia. Los indios auxiliares dieron muerte en el valle de Elicura a Quempuante.
06 de Enero 1641:
Parlamento de Quillin: El gobernador de Chile, Francisco López de Zúñiga, se reúnen en el llano de Quilín con los mapuches para firmar los acuerdos que reconocían la independencia de los indios, la devolución de cautivos españoles, el permiso para evangelizar el territorio indígena y sellar una alianza contra los enemigos del exterior. En favor de los mapuches se pactan la despoblación de Angol y la vuelta de la frontera a la línea del Biobío.
Enero 1651:
Las paces de Boroa: Acuña Y Cabrera, como la mayoría de sus predecesores, no tenia siquiera idea de los problemas que le aguardaban en su gobierno, y, a diferencia de ellos, tampoco era capaz de formársela.
14 de Febrero 1654:
Batalla de Río Bueno: Casi medio siglo de relativa calma vivieron los conquistadores, cuando en 1654 el ambicioso gobernador Antonio de Acuña y Cabrera envió a su cuñado, el maestre de campo don Juan Salazar con una fuerza de 900 españoles y 3.000 yanaconas atacaron al sur del río Bueno donde fueron rechazados por los huilliches, que los obligaron a repasar el citado río donde hicieron un puente de balsas para cruzarlo hacia el norte.
14 de Enero 1656:
Campaña mapuche del mestizo Alejo: Un soldado mestizo, que servía en el ejército español, generalmente conocido con el nombre de "el mestizo Alejo", había manifestado mucha viveza intelectual, valor, iniciativa y deseos de surgir. Solicitó que se le ascendiera a oficial, y como se le contestara con una repulsa, abandonó las filas y se pasó a los indios.
20 de Enero 1656:
Victoria de Conuco: Al sur del Biobío resistían las guarniciones de Valdivia y de Boroa. Los defensores de Valdivia recibieron provisiones por mar, y no sólo lograron rechazar los ataques de los roncos, sino que pudieron alejarlos de los alrededores de la ciudad.
Abril 1664:
Campaña militar de 1664: Tomás Calderón, que sucedió a Carrera como cuartel maestre, hizo una correría por Ilicura y Cayucupil, al llegar la primavera, y regresó con 300 cautivos, que se vendieron como esclavos, sin haber librado verdadero combate.
13 de Diciembre 1680:
Bartolomé Sharp incendia La Serena: En la mañana Sharp desembarcaba con 35 hombres en el puerto de Coquimbo para hacer agua y leña. Hecha la provisión, se encaminó a La Serena al frente de su pelotón.
1692:
Rebelión de Millapán: González de Poveda tenía prohibición real de hacer la guerra militar contra los mapuches a causa de la influencia de los mismos jesuitas ante la corte. Sin embargo, se alzó un cacique de la región de Maquegua, llamado Millapán quien realizó varios asesinatos a españoles. Poveda viendo que la insurrección iba creciendo se dio cuenta que si no actuaba pronto, la situación se desbordaría, así que después de negociar con autoridades eclesiásticas y con el apoyo de la población, sacó hacia el sur, una fuerza expedicionaria de 1.600 hombres, más 2.000 auxiliares. Viendo la determinación española, y la fuerza que se sustentaba, los indios corrieron a dar la paz en el Parlamento de Choque-Choque.
09 de Marzo 1723:
Abandono de los Fuertes al sur del río Bio-Bio: La rebelión se inició el 9 de marzo de 1723 con el asesinato del capitán de amigos Pascual Delgado en Quechereguas. Delgado era considerado uno de los máximos exponentes del sistema monopólico, odiado por su soberbia y los castigos "crueles y arbitrarios" que aplicaba.
Tras este suceso se generalizó el alzamiento, multiplicándose por toda la frontera del Biobío las incursiones de saqueo, el abijeato y el incendio de haciendas. Los fuertes españoles se hallaron de pronto incomunicados unos con otros. La rebelión terminó con el Parlamento de Negrete de 1726, en el que ambas partes firmaron la paces y establecieron un sistema de ferias regladas.
1766:
Levantamiento mapuche de 1766: Se produce una gran rebelión de los mapuche por oposición a la idea de reducirlos como pueblos.
1769:
Batalla de Laja:
1770:
Batalla de Negrete:
Marzo 1793:
Parlamento de Negrete, entre el Gobernador Ambrosio O´Higgins y 161 Toquis Araucanos.
01 de Abril 1811:
Motín de Figueroa: Ese día, las tropas del cuartel de San Pablo se insubordinaron y desconocieron el mando de Juan de Dios Vial y Juan Miguel Benavente. A los gritos de ¡Viva el Rey!, ¡Muera la Junta!, los soldados declararon que solamente obedecerían las órdenes de Figueroa.
01 de Abril 1813:
Toma de Concepción: A las 9 de la mañana del 2 de abril, supo en el camino que Antonio Pareja había desembarcado, y se había apoderado de Concepción. Carrera continuó su marcha. Por donde quiera que pasaba, organizaba tropas, buscaba pertrechos y víveres; y por medio de confinaciones, limpiaba la tierra de sarracenos, como entonces se denominaba a los partidarios de España. A las 8 de la noche del 5, estaba en Talca, y establecía allí su cuartel general.
24 de Abril 1813:
Combate de Linares: Las fuerzas de Pareja son rechazadas por las de Carrera. Elorreaga, cuya inteligente iniciativa se exteriorizó desde sus primeros actos en el servicio, intentó un reconocimiento, trabándose en un combate a distancia con las avanzadas patriotas, a las cuales hizo dos bajas. Atacado por fuerzas muy superiores, se retiró al sur.
26 de Abril 1813:
Batalla o Desastre de Yerbas Buenas: También se le denomina Sorpresa de Yerbas Buenas. En la batalla se enfrentaron las fuerzas chilenas al mando del coronel Juan de Dios Puga y las fuerzas españolas al mando del brigadier Antonio Pareja.
15 de Mayo 1813:
Combate de San Carlos: Tuvo como lugar San Carlos, en las cercanías de Chillán. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de José Miguel Carrera contra las realistas al mando de Juan Francisco Sánchez. La batalla finalizo con la victoria realista.
28 de Mayo 1813:
Combate de Talcahuano: José Miguel Carrera, general del ejercito patriota, derrota a los realistas.
08 de Junio 1813:
Captura de la fragata española "Thomas": Poco más tarde, el 7 de junio, apareció en la bahía la fragata "Thomas", que venía del Callao, conduciendo algunos jefes y oficiales, pertrechos y dinero para Pareja. Ignorando la caída de la plaza en poder de los patriotas, fondeó en el puerto de Tomé. Al amanecer del día 8, los oficiales Nicolás García y Ramón Freire, con dos lanchas cañoneras y algunos botes, se apoderaron de ella, sin que opusieran la menor resistencia.
Julio - Agosto 1813:
Sitio de Chillán: Los patriotas chilenos iniciaron el sitio de Chillán procurando expulsar a los realistas. No lo consiguieron.
Agosto 1813:
Combate de Huilquilemu: El comandante Elorreaga, al frente de 350 fusileros montados, se apoderó de Los Angeles, de Nacimiento y de toda la Isla del Laja, y desbarató a O'Higgins, quien le salió al encuentro con unos 300 hombres, cerca de Huilquilemu. El propio O'Higgins fue derribado del caballo con su mon­tura. El capitán Agustín López Alcázar, más tarde comandante del batallón número 3 en Maipo, logró rescatarlo, y, montando el caballo que le cedió el soldado Gabino Guardia, prosiguió la fuga.
Agosto 1813:
Combate de Quilacoya: Días más tarde O'Higgins, convenientemente reforzado, derrotó en Quilacoya a las mismas fuerzas de Elorreaga y Quintanilla. Tuvo que replegarse otra vez a Concepción, pero en octubre, el frente de más de 500 hombres, obligó a Elorreaga a evacuar las fronteras y volverse a Chillán.
17 de Agosto 1813:
Combate de Quirihue: Tuvo lugar la villa de Villa de Quirihue, actual Región del Biobío. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de José Joaquín Prieto contra las realistas al mando de Juan Antonio Olate. El combate finalizo con la victoria patriota.
23 de Agosto 1813:
Combate de Cauquenes: Fue un enfrentamiento llevado a cabo entre las fuerzas realistas del chileno Juan Antonio Olate y las fuerzas patriotas chilenas al mando del coronel Juan de Dios Vial. El combate finalizo con la victoria patriota.
24 de Agosto 1813:
Sublevación de Arauco: Los habitantes de Arauco estaban desesperados con las prorratas y exacciones. Sánchez, desde Chillán, y el franciscano fray Juan Ramón, misionero de la plaza, explotaron el descontento.
17 de Octubre 1813:
Batalla de El Roble. Luego del sitio de Chillán, las tropas patriotas al mando del General en Jefe, José Miguel Carrera y del, por entonces, Coronel Bernardo O'Higgins, se guarecieron en el paso de El Roble, en el río Itata en la tarde del 17 de octubre. En total, eran 800 soldados de las tres armas. Pasaron al reposo en la ribera sur, con la intención de cruzar el obstáculo en la mañana del día siguiente y se extremaron las medidas de seguridad contra una posible sorpresa de los guerrilleros realistas.
29 de Octubre 1813:
Combate de Santa Rosa de Trancoyan: Un pequeño desastre, ocurrido días más tarde, acabó con las ilusiones de los pocos entusiasmados con la victoria del Roble.
23 de Febrero 1814:
Resistencia en Cucha Cucha: El oficial chileno Santiago Bueras, contiene al enemigo con si intrepidez y coraje, hasta que unos 100 efectivos del cuerpo auxiliar de Buenos Aires, al mando de Juan Gregorio Las Heras, cargaron en un ejemplar orden y empuje que despertaron la emulación de las tropas chilenas.
Marzo 1814:
Desastre de Urizar: En un intento por sorprender a un destacamento realista, en un ataque nocturno sorpresa, el coronel Fernando Urizar tuvo una derrota inesperada perdiendo tropa y 2 cañones.
03 de Marzo 1814:
Derrota del Gomero: Fue efectuada por las tropas realistas de Gabino Gaínza al mando de Ildefonso Elorreaga, en contra de los patriotas que sólo en número de 300 deberían defender la ciudad al mando de Carlos Spano.
04 de Marzo 1814:
Toma de Talca: El comandante realista Ildefonso Elorregada se apodera de Talca, la cual estaba bajo el mando del español pasado a las tropas patriotas, Carlos Spano, quien murió en el centro de la plaza abrazado a la bandera chilena diciendo: "Muero por la patria, por la patria que me adoptó entre sus hijos".
19 de Marzo 1814:
Combate de El Quilo: Tuvo como lugar Ránquil, Región del Biobío, cerca de Ñipas, en la ribera sur del río Itata. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Bernardo O’Higgins contra las realistas al mando de Manuel Barañao. La batalla finalizo con la victoria patriota.
20 de Marzo 1814:
Combate de Membrillar. Fue librado en la ribera norte del río Itata. En ella se enfrentaron la división del ejército patriota chileno comandada por el coronel de ingenieros jefe de Estado Mayor, Juan Mackenna, y el ejército realista al mando de Gabino Gaínza.
29 de Marzo 1814:
Los realistas triunfan en Cancha Rayada. Durante la guerras de la independencia, Talca fue tres veces ocupada por los ejércitos enfrentados y en sus inmediaciones se libraron importantes batallas. Un destacamento patriota comando por Manuel Blanco Encalada atacó por error al grueso del ejército realista en Yerbas Buenas, arrastrando, en su huida a la capital, al resto de las fuerzas chilenas. Ello fuerza la firma de una tregua en Lircay y permite la retirada de los realistas a Concepción, donde podrán recuperar su poderío.
03 de Abril 1814:
Bernardo O'Higgins efectúa frente a las fuerzas patriotas el llamado "Paso del Maule". y Combate de Tres Montes del 7 de Abril, pequeña victoria patriota dirigida por Enrique Campino.
08 de Abril 1814:
Toma de Quechereguas: Tuvo como lugar el fundo Quechereguas. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Bernardo O’Higgins contra las tropas realistas de Gabino Gaínza. La batalla finalizo con la victoria patriota.
26 de Agosto 1814:
Combate de las Tres Acequias. Se enfrentaron los ejércitos de Bernardo O'Higgins Riquelme con los de José Miguel Carrera Verdugo, obteniendo este último el triunfo. O'Higgins derrotado se retiró a buscar más soldados, pero al saber de la llegada el país del realista Mariano Osorio, reconoció a Carrera como general en jefe del ejército.
1 y 2 de Octubre de 1814:
Batalla de Rancagua. Enfrentó a las fuerzas independentistas chilenas, al mando del general Bernardo O`Higgins, y a las tropas realistas españolas, a cargo de Mariano Osorio, a la cabeza de 5 mil soldados, se dirigía a Santiago. Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera lograron reunir más de tres mil hombres, pero no soldados. Con la mitad de ellos O'Higgins se encerró en la plaza de Rancagua.
10 de Octubre de 1814:
Combate de Los Papeles: Enfrentó la retaguardia patriota, que resguardaba en esos momentos a los últimos grupos de civiles que emprendieron el cruce de la cordillera con destino a Mendoza, de la persecución y seguro apresamiento por parte de la caballería realista enviada en su persecución.
Enero 1817:
Manuel Rodríguez sorprende a los españoles que resguardan Melipilla y se apodera de la ciudad, confiscando para la causa patriota, los fondos acumulados por los recaudadores de Marcó del Pont y llevándose las armas de la guarnición.
12 de Enero 1817:
Salas y Silva se apoderan de San Fernando: ciento cincuenta de sus hombres al mando de Francisco Salas asaltan de noche a San Fernando. La guarnición realista resiste el ataque; entonces Inmediatamente los montoneros pusieron en movimiento unas rastras de cueros con piedras que producían un ruido idéntico al rodado de cañones. Los realistas, creyéndose atacados por una gran fuerza militar, huyeron. Así, Salas se apoderó de San Fernando.

22 de Enero 1817:

Primer enfrentamiento de una avanzada patriota con un destacamento de los Talaveras.

25 de Enero 1817:

Un destacamento de Las Heras, se enfrenta a una unidad realista.
04 de Febrero 1817:
Combate de Achupallas: El mayor Arcos, desprendiéndose de la división de So­ler, al frente de otros 200 hombres, dispersaba a la guarnición de Las Achupallas y le hacía 3 prisioneros.
04 de Febrero 1817:
Combate de Guardia Vieja: Al ponerse el sol, el mayor Enrique Martínez atacó el puesto español de Guardia Vieja con 150 fusileros y 30 jinetes. El combate duró una hora y media a sable y bayoneta, los españoles en número de 94, tuvieron 25 muertos y 43 prisioneros.

04 de Febrero 1817:

Combate de Cumpeo: Freire ataca a un destacamento realista de 100 soldados, dirigidos por el coronel Morgado, causándole la baja de 18 hombres y la captura de otros 20.
07 de Febrero 1817:
Combate de Las Coimas: Enfrentamiento entre el realista Atero y un destacamento de Necochea.
12 de Febrero 1817:
Batalla de Chacabuco: Se llevo a cabo en la hacienda Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, donde combatieron el Ejército de los Andes y el Ejército Realista. Finalizo con la victoria patriota y que trajo como consecuencia la recuperación de Chile a manos patriotas, de ese modo finalizo la reconquista y comenzó la Patria Nueva. El capitán San Bruno, odiado jefe de los talaveras, es capturado y fusilado menos de 24 horas después.
12 de Febrero 1817:
Liberación del Norte: Las tropas del comandante Juan Manuel Cabot, toman Copiapo, La Serena y Coquimbo.
26 de Febrero 1817:
Captura del bergantín español "Aguila": Primer barco de nuestra Escuadra. Los patriotas apresaron en Valparaíso al bergantín de comercio español "Aguila", mediante el ardid de mantener izada la bandera española en tierra; fue armado y puesto al mando del oficial irlandés de Artillería, don Raimundo Morris.
04 de Abril 1817:
Combate de Curapalihue: En este combate se enfrentaron las tropas de Juan Gregorio Las Heras por el lado de los patriotas y las tropas de Juan José Campillo por lado de los realistas. El combate finalizo con la victoria patriota.
11 de Mayo 1817:
Asalto y Toma de Nacimiento: Mientras se practicaban los reconocimientos de las fortificaciones de Talcahuano y se acumulaban los elementos para el asalto, O'Higgins dispuso la ocupación del territorio español que quedaba al sur del Biobío y de la plaza de Arauco, a fin de privar de recursos a Ordóñez. El capitán José Cienfuegos, partiendo de la villa de Los Angeles, se dirigió a la plaza de Nacimiento, que era la fortaleza más inexpugnable. El asalto empezó el 12 de mayo, y la plaza tuvo 20 bajas entre muertos y heridos. La guarnición de Nacimiento se retiró a Arauco. San Pedro se rindió sin disparar un tiro.
27 de Mayo 1817:
Toma de la plaza fortificada de Arauco: Los patriotas comandados por Ramón Freire se toman la plaza fortificada de Arauco, en Talcahuano, la cual era el centro de abastecimiento de los realistas ubicados en la zona.
01 de Junio 1817:
Combate del Cerro Gavilán: Se desarrollo en las cercanías de concepción. Por lado de los patriotas liberaban los generales Bernardo O’Higgins y Juan Gregorio Las Heras y por lado de los realistas el comandante José Ordóñez. La batalla finalizo con la victoria patriota.
23 de Julio 1817:
Asalto a Talcahuano: El coronel José M. Ordoñez rechaza el intento del general Juan Gregorio Las Heras.
10 de Septiembre 1817:
Combate de Cerro Manzano: En el cerro Manzano (al Sudeste de Talcahuano), en dos acciones sorpresivas el cuarto escuadrón de granaderos a caballo, aniquiló a una fracción enemiga de 30 hombres, de los cuales se salvó sólo uno, y a otra de 25 hombres le causó 4 muertos y le tomó 3 prisioneros.
06 de Diciembre 1817:
Sitio y Asalto de Talcahuano: Tuvo como lugar Talcahuano. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Bernardo O’Higgins contra las realistas alo mando de José Ordóñez. La batalla finalizo con la victoria realista.
15 de Marzo 1818:
Combate de Quechereguas: Tuvo como lugar Quechereguas, cerca de Molina. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Ramón Freire contra las realistas al mando de Joaquín Primo de Rivera. El combate termino con la victoria Realista.
19 de Marzo 1818:
Sorpresa de Cancha Rayada: Batalla que pone en peligro la Independencia de Chile. La fuerzas patriotas acampaban en el llano de Cancha Rayada, al norte de Talca, cuando en la noche cayeron sobre ellas los realistas y derrotaron a las fuerzas del general San Martín.
05 de Abril 1818:
Batalla de Maipú. Diecisiete días después de Cancha Rayada, en los llanos del río Maipo, el ejército dirigido por San Martín venció completamente a los realistas. Desde ese momento, la Independencia de Chile quedó definitivamente consolidada. O’Higgins había salido de la capital esa misma mañana y se dirigía hacia Maipú con unos mil milicianos alcanzando a participar en el desenlace final de la batalla. Al llegar al campo de batalla O'Higgins se abraza con San Martín dialogando lo siguiente. "O'Higgins: ¡Gloria al salvador de Chile! - San Martín: General, Chile no olvidará jamás al ilustre inválido que se presenta herido al campo de batalla".
27 de Abril 1818:
Combate Naval de Valparaíso: Entre la fragata chilena "Lautaro" y la fragata española "Esmeralda". En esta acción, por una desinteligencia, muere el comandante contratado por el gobierno de Chile, Jorge O'Brien.
28 de Octubre 1818:
Captura de la fragata "María Isabel": En este combate se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Manuel Blanco Encalada contra las realistas, en Talcahuano. La batalla finalizo con la victoria patriota.
14 de Noviembre 1818:
Captura de cinco transportes: El comandante Blanco Encalada captura cinco transportes españoles en Talcahuano.
21 de Febrero 1819:
Inicio de la Guerra a Muerte, Combate de Santa Juana: El montonero realista Vicente Benavides derrota al teniente José A. Rivero. Se inicia la "Guerra a Muerte".
28 de Febrero 1819:
La fragata O´Higgins ataca El Callao: La escuadra chilena al mando de Cochrane, ataca el puerto de El Callao, en Perú.
01 de Marzo 1819:
Asalto de Los Angeles: Intentado por las fuerzas realistas quienes tenían una fuerza auxiliar de 3.000 indios que tomaron parte en este sitio. En la ciudad sólo había el batallón patriota "Coquimbo" sin armamentos suficientes para su defensa. Los sitiadores habían tomado el fuerte, si no hubiese sido por la oportuna intervención del mariscal Andrés Alcázar y Zapata, quien llegó con su caballería. Entró en Los Angeles el 10 de marzo, después de batir a los sitiadores, salvando la situación que ya era desesperada.
11 de Abril 1819:
Sublevación de los Prieto: Entre las turbulencias que logró provocar la propaganda carrerina, la más importante es, sin disputa, la de los hermanos Prieto, en las cordilleras de Talca.
01 de Mayo 1819:
Combate de Curalí: Fue una batalla ocurrida en el marco de la llamada Guerra a Muerte, entre tropas realistas españolas dirigidas por Vicente Benavides y patriotas del gobierno provisorio chileno liderados por el coronel Ramón Freire, desarrollado en los campos de Curalí, cerca de la ribera norte del río Biobío. Fue una sorpresa y derrota total de Benavides, quien terminó escapando hacia La Araucanía.
Marzo a Septiembre 1819:
Diversas acciones de la Guerra a Muerte: Armadas todas aquellas partidas, que rara vez pasaban de un centenar de hombres por cada parte, comenzaron a salir las urnas contra las otras y con tal brío y rapidez que durante los seis primeros meses de la guerra (de marzo a septiembre de 1819) todo el sur de Chile no parecía sino un vasto palenque de matanzas.
19 de Septiembre 1819:
Combate de Quilmo: Al saber Victoriano en Tucapel la inesperada pérdida de Chillan, sin vacilar un instante, corrió al encuentro del enemigo, no tomando acuerdo de su número y seguido del puñado de hombres que tenía a sus órdenes.
01 de Noviembre 1819:
Combate de Tritalco: Irritado Benavides por el descalabro de Quilmo, inexplicable después de las ventajas conseguidas, y por el número de muertos de los suyos, resolvió vengar la derrota de Elizondo enviando a Bocardo con sus indios para atacar a Victoriano en Chillan y quitarle de nuevo a que el pueblo y su comarca.
20 de Noviembre 1819:
Combate de Hualqui: Tuvo como lugar Hualqui, cerca de Concepción. Por lado de los patriotas estaban las tropas de José Tomás Huerta y por lado de los realistas Vicente Benavides. La batalla finalizo con la victoria patriota.
06 de Diciembre 1819:
Combate de Pileo: Fue una batalla ocurrida en el marco de la llamada Guerra a Muerte, entre realistas españoles y patriotas chilenos desarrollado en la subdelegación de Pileo.
09 de Diciembre 1819:
Asalto de Yumbel: Realizado contra la ciudad de Yumbel al atacar las tropas realistas la plaza defendida por los patriotas al mando de Quintana, quién disponía de 100 hombres y los realistas de 658. Hay noticias de que en realidad las fuerzas realistas eran de 300 fusileros y 700 indios. El ataque duró 5 horas y terminó al aparecer una partida de 200 hombres en el cerro de la Parra. En este encuentro estaba Manuel Bulnes, de 19 años de edad, que entonces tenía el grado de subteniente de Cazadores.
10 de Diciembre 1819:
Combate de El Avellano: Fue una batalla ocurrida en el marco de la llamada Guerra a Muerte, entre montoneras realistas españolas y patriotas chilenos comandadas por Pedro Andrés Alcázar en las cercanías de Los Ángeles.
29 de Diciembre 1819:
Combate de San Pedro: Tuvo como lugar el fuerte de San Pedro en las cercanías de Concepción. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Pedro Agustín Elizondo contra las realistas al mando de Vicente Benavides. La batalla finalizo con la victoria patriota.
05 de Enero 1820:
Ataque a San Carlos: Los Pincheira ignorantes de que hubiesen llegado tropas de Santiago, descendieron en la noche del 4 enero de su malal del Roble huacho, y atacaron de sorpresa la indefensa villa de San Carlos.
30 de Enero 1820:
Acciones de Palpal y Coihueco: La matanza de Monte Blanco no escarmentó a los salteadores de la montaña. Era preciso que el infatigable Victoriano, seguido como siempre de la muerte, penetrase de nuevo en sus guaridas y les persiguiese hasta en sus últimos asilos.
02 de Febrero 1820:
Toma de los fuertes de la Aguada, San Carlos y el Castillo: Lord Cochrane aparece en Corral con tres buques y se toma los fuertes de la Aguada, San Carlos y el Castillo y, después, toma a Valdivia.
03 de Febrero 1820:
Asalto y Toma de Valdivia: En este combate se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Thomas Cochrane contra las realistas al mando de Manuelo Montoya. La batalla finalizo con la victoria patriota lo que conllevo a la recuperación de Valdivia.
18 de Febrero 1820:
Combate de Agüi: El combate de Agüi fue un enfrentamiento bélico, el cual se desarrollo entre fuerzas realistas y patriotas en la isla de Chiloé. En el los patriotas dispusieron sus fuerzas para derrotar a los Españoles que dominaban la isla de Chiloé, ya que su permanencia en la isla fue considerada por los patriotas una amenaza para la independencia de Chile.
06 de Marzo 1820:
Combate de El Toro: Tuvo como lugar la hacienda El Toro, en el se enfrentaron las tropas patriotas contra las tropas realistas al mando de Gaspar Fernández de Bobadilla. La batalla finalizo con la victoria patriota.
22 de Junio 1820:
2do Combate de Quilmo: El 22 junio se presentó en la colina de Quilmo, en el mismo sitio en que Victoriano había escarmentado a Elizondo un año atrás, el jefe de partidas Gervasio Alarcón.
20 de Agosto 1820:
Expedición Libertadora del Perú. Zarpa de Valparaíso la escuadra con 17 transportes, 9 buques de guerra y 11 lanchas cañoneras, comandados por el vicealmirante británico Lord Thomas Cochrane. Una salva de 21 cañonazos anunció la partida de la Escuadra y el director supremo Bernardo O’Higgins Riquelme, la despidió con estas palabras: “De estas cuatro tablas dependen los destinos de América”.
23 de Septiembre 1820:
Combate de El Pangal: Desarrollado en el lugar llamado Pangal, en la rivera norte del Laja, los contendientes eran las tropas de Benavides comandadas por su lugarteniente Juan Manuel Picó con un total aproximado de 1.700 hombres, y las fuerzas patriotas en número de 500 soldados al mando de Benjamín Viel Gomets y Carlos María O´Carroll.
25 de Septiembre 1820:
Combate de Tarpellanca: Tuvo lugar en Tarpellanca, en el río Laja. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Pedro Andrés Alcánzar contra las tropas realistas al mando de Vicente Benavides. La batalla finalizo con la victoria realista.
05 de Noviembre 1820:
Captura de la corbeta española "Esmeralda": Recién pasada la medianoche, Lord Cochrane se apoderó de la corbeta española "Esmeralda", en la rada de El Callao. El buque tenía 44 cañones y su conquista fue una hazaña de valor y astucia.
25 de Noviembre 1820:
Combate de Las Vegas de Talcahuano: Tuvo como lugar en las cercanías de Talcahuano. En el se enfrentaron las tropas patriotas al mando de Ramón Freire contra las tropas realistas al mando de Vicente Benavides. Finalizo con la victoria patriota.
27 de Noviembre 1820:
Combate de la Alameda de Concepción: El combate de la Alameda de Concepción fue una batalla entre patriotas y realistas. Ramón Freire se dirigió a la ciudad de concepción donde Benavides presentó batalla en el lugar. La batalla finalizo con la victoria Patriota.
27 de Noviembre 1820:
Combate de Cocharcas: La vanguardia de la Segunda División derrota a las fuerzas del guerrillero José María Zapata.
12 de Enero 1821:
Combate de Lumaco: Los indios de Venancio Coihuepán y las tropas del capitán Salazar derrotan a las montoneras realistas de Carrero y Catrileo.
10 de Octubre 1821:
Combate Vegas de Saldías: Las fuerzas revolucionarias del realista Vicente Benavides Llanos, se enfrentaron al Ejército de Chile al mando de José Joaquín Prieto Vial y comandado por Manuel Bulnes Prieto en la Batalla de Vegas de Saldías en el contexto de la Guerra a Muerte, batalla que finalizó al día siguiente con el triunfo patriota. Sin embargo, esta guerra continuó por dos años más, dirigida por Juan Manuel Picó.

15 de Noviembre 1821:

Motín de Osorno: Unos cuantos sargentos las sublevaron. El mayor Letelíer. los capitanes Baldovinos y Cartes y los tenientes Anguita. Vial, Cavallo y Alfonso que intentaron sofocar el motin, fueron muertos por los soldados.

26 de Noviembre 1821:

Combate de Hualehuaico: Las tropas de Manuel Bulnes vencen a un cuerpo realista apoyado por indigenas.

27 de Noviembre 1821:

Combate de Niblinto: Las tropas de Manuel Bulnes vencen a montoneras realistas apoyadas por indigenas.
12 de Diciembre 1821:
José Joaquín Prieto recupera Chillan: Con la formación de un nuevo regimiento y la dirección de Prieto se logra controlar el sur de Chile.
26 de Diciembre 1821:
Combate de La Imperial: No han quedado demasiados detalles de aquel terrible hecho de armas, lo que demuestra con evidencias que fue un desastre para los patriotas, dirigidos por el capitán Bulnes.
Diciembre 1821:

Nueva fisonomía de la lucha en Arauco: Campañas de Prieto, de Ruines y de Lantaño

09 de Abril 1822:
Combate de Pile: Las tropas de Clemente Lantaño y de Manuel Bulnes vencen a grupos indigenas.
Mayo 1822:

La expedición de Beauchef a Boroa: La guerra del sur hacia 1822 y 1823.

08 de Octubre 1822:
Asedio de Arauco: A las cuatro de la tarde del 8 octubre el recinto de Arauco estaba completamente rodeado por tres divisiones de indios que mandaba Ferrebú en persona.
23 de Octubre 1822:
Acción de Pitrufquén: El teniente coronel Beauchef derrota al guerrillero Palacios.
14 de Diciembre 1822:
Acción de Río Diguillín: El teniente coronel Torres derrota a las montoneras de Bocardo y Zapata.
26 de Marzo 1823:
Acción de Linares: Los Pincheira dan muerte al gobernador Sotomayor en dicha población.
21 de Febrero 1824:
Acción de Tucapel: Las bandas del cacique Venancio Coihuipán dispersan a las fuerzas que en los campos de Tucapel había reunido el cura Ferrebú.
24 de Marzo 1824:
Fracaso del canal de Chacao: La expedición del General Ramón Freire Serrano entra al canal de Chacao en su intento para la liberación de Chiloé. La expedición fracasa.
10 de Abril 1824:
Batalla de Mocopulli: En esta batalla se enfrentaron las tropas patriotas al mando del comandante Jorge Beauchef contra las tropas realistas al mando de José Rodríguez Ballesteros. La batalla finalizo con la victoria realista.
11 de Abril 1824:
Combate de Albarrada: El sargento mayor Gaspar derrota al cura Ferrebú.
20 de Abril 1824:
Acción de Colcura: Una partida proveniente del fuerte de Colcura cae sobre el campamento de una columna realista enviada por el cura Ferrebú y la dispersa.
30 de Agosto 1824:
Acción de Laraquete: Una partida proveniente del fuerte de Colcura, mandada por el comandante Gaspar, cae sobre el rancho donde dormía el cura Ferrebú y lo captura.
28 de Octubre 1824:
Acción de Coronado: Una columna patriota mandada por Lorenzo Coronado y Angel Salazar, cae sobre el rancho donde dormía el comandante Pico.
02 de Septiembre 1824:
Fusilamiento de Ferrebú y muerte de Pico: En la guerra de la frontera del Maule.
30 de Septiembre 1825:
Acción en el río Bureo: Un destacamento enviado desde Yumbel por el coronel Barnechea ataca a la montonera del comandante Senosiaín, causandole numerosas bajas.
27 de Noviembre 1825:
Sorpresa de Parral: Los Pincheira y Senosiaín caen con su montonera unida sobre el pueblo de Parral, donde había un destacamento de soldados bajo el mando del capitán Agustín Casanueva. Dicho destacamento pudo rechazar ese ataque.
27 de Noviembre 1825:
Acción de Longaví: Un destacamento patriota de dragonesal mando del comandante Manuel Jordán, trata de cerrar el paso a la montonera realista que se retiraba de Parral; perecieron el comandante jordano y 51 de sus hombres.
11 de Enero 1826:
Manuel Blanco Encalada en Ancud: Durante la Expedición de Liberación de Chiloé, aún en posesión de la corona española, el Vicealmirante Manuel Blanco Encalada entra al puerto de San Carlos de Ancud, bajo los fuegos de las baterías del Coronel español Antonio de Quintanilla.
13 de Enero 1826:
Batalla de Pudeto: Tuvo logar en Chiloé. En el se enfrentaron las tropas patriotas contra las realistas. El fin de este combate era la expulsión de los Españoles de Chiloé. La batalla finalizo con la victoria patriota.
14 de Enero 1826:
Combate de Poquillihue: Las fuerzas chilenas de Freire obligan a las realistas de Quintanilla a abandonar el fuerte de Poquillihue.
14 de Enero 1826:
Batalla de Bellavista: El Combate tuvo como lugar Chiloé. Se llevo a cabo entre el general Ramón Freire y los españoles. Su propósito fue el de incorporar la provincia de Chiloé al territorio Chileno. La batalla finalizo con la victoria patriota.
19 de Enero 1826:
Liberación de Chiloé: Con el propósito de incorporar la provincia de Chiloé al territorio de la República de Chile. Triunfan los chilenos sobre los españoles, logrando además, abrir el paso para la toma de la ciudad de San Carlos de Ancud. Las tropas chilenas encuentran dura oposición de los lugareños que son, en su mayoría absoluta, partidarios de la monarquía.
25 de Febrero 1826:
Acción de Neuqén: un destacamento mandado por el coronel Barnecheacae sobre el campamento de montoneros e indígenas de Senosiaín y de uno de los hermanos Pincheira, dispersando los y rescatando a numerosas mujeres cautivas.
31 de Agosto 1826:
Acción de Antuco: una montonera realista caer sobre el villorrio de Antuco y ejecuta al oficial Herquíñigo y a su guarnición de siete hombres.
Enero 1827:
Operaciones militares contra los Pincheira y las bandas de Senosiaín.
25 de Enero 1827:
Levantamiento de Enrique Campino: El coronel Enrique Campino ingresó a caballo al Congreso Nacional con intenciones de dar un Golpe Militar.
21 de Julio 1827:
Motín de Talca: Un escuadrón de Cazadores se sublevo, comandado por algunos cabos y sargentos.
31 de Diciembre 1827:
Acciones en San Fernando: El gobernador Silva apresó a algunos individuos afectos a la asamblea. El comandante Francisco Porras se colocó al frente de los partidarios del bando vejado, organizó algunas compañías de milicianos y aventureros y se dirigió a San Fernando.
Enero 1828:
Campaña contra Los Pincheira de 1828: El ministro de la Guerra repitió en el verano de 1828 la expedición que había realizado el año anterior contra los Pincheira, con menos fuerzas. Las pequeñas columnas comandadas por Viel y Bulnes no lograron dar alcance a los bandidos.
18 de Julio 1828:
Sublevación de Colchagua: Revolución federalista-o'higginista de Urriola. Los estanqueros y los pelucones salvan el gobierno.
25 de Agosto 1828:
Motín del Maule: Manuel Bulnes al frente de la guarnición de Parral, somete a los insurgentes al mando de Gregorio Murillo.
06 de Junio 1829:
Motín Militar: Un estrafalario motín, que debe considerarse más como incidente del proceso electoral que como pronunciamiento militar, acabó de exacerbar las pasiones, ya muy enconadas.
06 de Diciembre 1829:
Toma de Valparaíso: Portales y Rodríguez Aldea descubrieron e! plan de Novoa, y a fin de desbaratarlo, resolvieron impedir la salida de! "Aquiles", apoderándose de Valparaíso.
14 de Diciembre 1829:
Batalla de Ochagavía. La Acción de Ochagavía fue el primer choque armado producido entre tropas gubernamentales del bando pipiolo o liberal, y las del bando pelucón o conservador, acaecida durante la Guerra Civil de 1829-1830.
15 de Diciembre 1829:
La Revolución de Coquimbo: Pedro Uriarte y algunos hacendados se alzan contra el gobierno.
03 de Enero 1830:
Contrarrevolución de Sur: El coronel Cruz recupera Concepción.
02 de Marzo 1830:
Toma de Concepción: Viel se apodera de Concepción y pone sitio a Chillan y exige la rendición de Cruz.
17 de Abril 1830:
Batalla de Lircay. Este combate tuvo lugar a orillas del río Lircay, en el marco de la Guerra Civil chilena comenzada un año antes con la denominada revolución de 1829. Dicha revolución corresponde al enfrentamiento definitivo entre los estanqueros, o’higginistas y pelucones ("fuerzas conservadoras"), contra los pipiolos (liberales). Esta etapa, y con ello la denominada "anarquía chilena" (1823-1830), finalizó con la batalla de Lircay.
14 de Enero 1832:
Combate de Coyahuelo-Lagunas de Pulán: Las tropas de Manuel Bulnes caen sobre la montonera de los hermanos Pincheira, derrotando las completamente.
21 de Agosto 1836:
Captura de Buques de la Confederación: El ministro Portales envía a Victorino Garrido a tomar por asalto durante la noche el puerto de el Callao, logrando capturar tres de los seis barcos peruanos. Los botes del bergatín "Aquiles" capturaron la barca "Santa Cruz", el bergatín "Arequipeño" y la goleta "Peruviana" en el puerto peruano de El Callao, movimientos previos a la guerra contra la Confederación peruanaboliviana..Garrido se entrevista con Santa Cruz, acordando la devolución de las naves peruanas después de firmado un tratado de paz.
29 de Agosto 1836:
Sublevación de Freire: Las fuerzas chilenas lograron controlar a las sublevadas en el sur del territorio nacional, comandadas por el general Ramón Freire Serrano, quien tenía intenciones de derrocar el gobierno del presidente José Joaquín Prieto Vial y reconstruir el virreinato del Perú.
03 de Junio 1837:
Motín de Quillota: Es apresado por el Regimiento Maipo, el ministro Diego Portales, mientras pasaba revista a las tropas acantonadas en Quillota. Este hecho es conocido por la historia como el "Motín de Quillota".
06 de Junio 1837:
Combate de Cerro Barón y asesinato del Ministro Diego Portales: El Ministro se dirigió a Quillota, para revistar un cuerpo de ejército acantonado allí. De un instante a otro la oficialidad lo apresó y se amotinó contra el estadista. El coronel José Antonio Vidaurre dirigió el movimiento. Los amotinados se trasladaron a Valparaíso y se llevaron a Portales en un pequeño carruaje. En la madrugada del 6 de junio tras un combate en el cerro Barón, se escucharon los primeros disparos. El oficial Santiago Florín, que custodiaba al Ministro, le ordenó a un subordinado: ¡Baje el Ministro!. Este se arrodilló y de inmediato disparó sobre él.

11 de Septiembre 1837:

Inicio de la primera expedición; Durante la guerra contra la Confederación peruana-boliviana, zarpó la Escuadra Nacional comandada por el almirante Manuel Blanco Encalada.

29 de Septiembre 1837:

Desembarco en Quilca: Se inicia la marcha hacia Arequipa.
07 de Agosto 1838:
Segunda expedición chilena: Al mando del general Manuel Bulnes Prieto, las fuerzas chilenas se apoderaron del puerto de El Callao, durante la guerra contra la Confederación peruana - boliviana. Bulnes impuso a Perú una indemnización de 20 millones de pesos de la época, pero como los peruanos no accedieron a la petición, el general se apoderó de Lima, luego de una sangrienta batalla.
17 de Agosto 1838:
Captura de la corbeta "Socabaya": En el puerto peruano de El Callao, por las naves de la escuadra del capitán de navío Carlos García del Postigo Bulnes, durante la guerra contra la Confederación peruanaboliviana.
21 de Agosto 1838:
Combate de Portada de Guías. Luego de desembarcar la escuadra chilena, a cargo del Almirante Simpson, se llevó a cabo el combate de Portadas de Guía, adueñándose el ejército chileno de la ciudad de Lima el 21 de agosto de 1838. El General Bulnes cita un cabildo abierto, el que proclama un gobierno provisional en Perú a cargo de Agustín de Gamarra.
18 de Septiembre 1838:
Combate de Matucana. Las tropas chilenas avanzan hacia el interior del Perú, enfrentando y venciendo a las tropas de Santa Cruz.
17 de Diciembre 1838:
Combate del puente de Llac Lla: El ejercito confederado ocupó el pueblo de Recuay y a la vez el “chilenoperuano” estaba en Huaraz de donde salió mas al interior llevando centenares de enfermos, en busca de climas benignos. Al llegar al puente LlacLla fueron alcanzados por las tropas Confederadas y mientras Torraco apresuraba el paso de los enfermos, el soldado Lorenzo Colipí con 10 compañeros del batallón Carampangue, lucharon sin descanso permitiendo la evacuación desde Chiquian.
06 de Enero 1839:
Combate de Buin: En la Guerra entre la Confederación Perú-Boliviana y el Ejército Restaurador Chile-Perú. Hacia el norte de la ciudad de Lima, las tropas de la confederación se baten en un combate con el ejército chileno, desarrollándose la batalla de Huaras.
12 de Enero 1839:
Combate Naval de Casma: Ambas armadas se enfrentaron en el Combate Naval de Casma, convirtiéndose en el último con buques a velas. El triunfo chileno nos permitió el dominio del mar.
20 de Enero 1839:
Batalla de Yungay. A orillas del río Santa ocurre la decisiva en la Guerra contra la Guerra entre la Confederación Perú-Boliviana y el Ejército Restaurador Chile-Perú. El presidente Santa Cruz había fortificado el fuerte de Yungay y el cerro Pan de Azúcar, el cual fue asaltado por la infantería chilena, desatándose la Batalla de Yungay. Este día, el 20 de enero de 1839, las tropas chilenas vencen a las de la Confederación, declarándose disuelta. Las tropas del General Bulnes llegaron el 18 de febrero a Lima, dando fin a la guerra.
20 de Abril 1851:
Motín de Urriola: Un motín cívico militar estalla en las calles de Santiago de Chile, por oposición al gobierno de Bulnes y a la candidatura presidencial de Manuel Montt. Urriola y cinco mil revolucionarios se tomaron las principales calles de Santiago, mientras que el gobierno preparó una contraofensiva desde la Alameda y el Cerro Santa Lucía. El combate duró cerca de 5 horas, tras las cuales fue abatido Urriola y hubo más de 200 muertos.
25 de Septiembre 1851:
Operaciones sobre Huasco, Vallenar e Illapel: Con erogaciones forzosas de los vecinos y prorratas de caballos y elementos de transporte, logró Vicuña Mackenna reunir una partida o montonera, que llegó a contar con 150 fusileros y 172 jinetes, que, en su inconsciencia militar, creía capaces de arrollar las fuerzas que el gobierno le opusiera.
28 de Septiembre 1851:
Revolución de La Serena y Captura del "Fire Flay": La necesidad de procurarse armas y municiones, para organizar un ejército eficiente de unas dos mil plazas, se imponía al más elemental sentido común. Carrera concibió el proyecto, de dudoso éxito inmediato, de adquirirlas en Lima. Con este objeto, se apoderó a viva fuerza del pequeño vapor "Fire Flay", de propiedad de Carlos Lambert, que navegaba con bandera inglesa, sin prever las complicaciones que el acto iba a ocasionar.
14 de Octubre 1851:
Batalla de Petorca: Mientras el ejército de Vicuña Mackenna operaba en Illapel. Carrera y Arteaga, informados de que Santiago estaba desguarnecido, después del envío de las tropas al sur, resolvieron operar sobre Aconcagua, reforzarse con los cívicos de San Felipe y proseguir a la capital.
14 de Octubre 1851:
Combate de Peñuelas: En el norte, la revolución seguía prendida. No obstante, la derrota de los liberales en Petorca los hace mantenerse en la provincia de Coquimbo, al tiempo que algunos empresarios mineros proclives al gobierno deciden crear un ejército contrarrevolucionario al mando de Ignacio José Prieto, quien logra derrotarlos en Peñuelas el 14 de octubre.
28 de Octubre 1851:
Sublevaciones de Aconcagua y Valparaíso: Los caudillos de La Serena exigían a los revolucionarios de Aconcagua, Santiago y Valparaiso, que aliviaran la presión de las fuerzas que los amagaban, intentando sublevaciones en el centro mismo de los recursos del gobierno.
07 de Noviembre 1851:
Sitio de La Serena: En el momento de iniciarse el sitio, La Serena contaba con unos 600 soldados: 300 cívicos, 200 mineros, que se organizaron-en un batallón intitulado "Defensores de La Serena", y una brigada de artillería.
19 de Noviembre 1851:
Combate de Monte de Urra: El 13 de septiembre, cinco días antes de la asunción de Montt, se declaró una asonada al mando del ex candidato Cruz, quien no aceptando la derrota electoral, y temiendo que las familias conservadoras de Concepción perdieran protagonismo en la dirección del país, consiguió armar un grupo de cinco mil hombres, entre partidarios y mapuches del cacique Colipí.
24 de Noviembre 1851:
Motín de Cambiaso: Durante la noche estalló en la ciudad de Punta Arenas, XII Región, el "Motín de Cambiaso", como consecuencia de la Guerra Civil de ese año. Luego de una gran masacre, su líder el teniente Miguel José Cambiaso Tapia, organizó su huida, pero fue detenido, condenado a muerte y ajusticiado el 4 de abril de 1852.
08 de Diciembre 1851:
Sublevación de Copiapó: La provincia de Atacama había sido objeto de un largo y activo trabajo de zapa contra el orden y las autoridades, realizado por una verdadera legión de agentes enviados desde el vigoroso foco pipiolo de La Serena.
08 de Diciembre 1851:
Batalla de Loncomilla: La batalla se desarrolló en el llano cercano al río del mismo nombre, cerca de donde después se fundaría San Javier, en la provincia de Linares. El bando leal al gobierno fue dirigido por Manuel Bulnes, mientras que el bando opositor estuvo a cargo de José María de la Cruz.
08 de Enero 1852:
Acción de Linderos de Ramadilla: El teniente coronel Victorino Garrido derrota a los revolucionarios mandados por Bernardo Barahona y ocupa Copiapó el 9 de enero, poniendo fin a las acciones armadas de la revolución.
06 de Enero 1859:
Toma de Copiapó: El militar retirado Pedro Pablo Zapata se presentó, seguido de 20 hombres, a las puertas del cuartel de policía. Urrutia, quien estaba a cargo de él, lo entregó, después de un simulacro de defensa.
19 de Enero 1859:
Toma de Talca: A las doce del día, el teniente retirado Samuel Vargas y el ex sargento Valenzuela, encargados de capturar al comandante de cívicos, sargento mayor José Antonio Bustamante, se acercaron a él, en los momentos en que se dirigía al cuartel.
02 de Febrero 1859:
Asonada de Concepción: El teniente coronel Basilio Urrutia derrota a los montoneros al mando de don Juan José Alemparte.
28 de Febrero 1859:
Sitio y Toma de San Felipe: Las tropas gobiernistas, al mando del teniente coronel Tristán Valdés asaltan y derrotan a los revolucionarios que mantenían en su poder la ciudad de este el 12 de febrero.
28 de Febrero 1859:
Asonada de Valparaíso: El general Juan Vidaurre-Leal somete a los insurrectos que intentaron asaltar la intendencia y los almacenes de la aduana.
14 de Marzo 1859:
Batalla de Los Loros: En el contexto de la Guerra Civil del '59. En este episodio, las fuerzas revolucionarias de Pedro León Gallo vencen a las del gobierno.
12 de Abril 1859:
Combate de Maipón: Nicolás Tirapegui logró sublevar la guarnición de la plaza de Arauco; y con las armas que se procuró en ella, organizo una nueva montonera de 400 hombres, y se reunió con Videla en Santa Juana.
20 de Abril 1859:
Combate de Pichidegua: Las montoneras de Colchagua, Talca y Maule cesaron de constituir un peligro para las ciudades bien guarnecidas, desde que el ministro Rafael Sotomayor organizó fuertes divisiones de milicias cívicas
29 de Abril 1859:
Batalla de Cerro Grande: A 5 Kilómetros al sur de la Serena, entre las fuerzas del Gobierno y las revolucionarías de Gallo, siendo éstas derrotadas.
12 de Mayo 1859:
Recuperación de Copiapó: el teniente coronel José Antonio Villagrán derrota en las últimas fuerzas revolucionarias que mantenían la ciudad en su poder desde el 4 de enero.
04 de Enero 1862:
Captura del "Rey de la Araucanía": El Comandante Cornelio Saavedra capturó a Antoine de Tounens, el "Rey de la Araucanía". A fines de 1861, Orelie Antoine de Tounens, de nacionalidad francesa, se asentó en la Araucanía y se autoproclamó rey de la zona y de la Patagonia. Aprovechando la escasa presencia de chilenos en la zona, que abarcaba entre los ríos Biobío y Toltén, el aventurero logró convencer a algunos caciques que aún resistían la autoridad chilena, y organizó una especie de reino en la zona.

26 de Noviembre 1865:

Combate Naval de Papudo. Durante este episodio de la "guerra con España", el almirante Juan Williams Rebolledo, al mando de la Esmeralda, se apodera de la corbeta española Covadonga, frente a la rada de Valparaíso. Juan Williams Rebolledo, logró capturar a la goleta española Covadonga. Ante esta derrota, el almirante español José Manuel Pareja, líder de las fuerzas hispanas, se suicidó. Fue reemplazado por Casto Méndez Núñez.

07 de Febrero 1866:

Combate Naval de Abtao. Sostenido entre la Escuadra aliada chileno-peruana y la Escuadra Española en el canal de Chayahué, provincia de Chiloé.
02 de Marzo 1866:
Combate Naval de Huito: Los jefes peruanos temían que las fragatas lograran forzar la boca de la ensenada de Huito, y en este evento bastaban los cañones de la "Numancia" para destruir impunemente toda la escuadra aliada.

31 de Marzo 1866:

Bombardeo a Valparaíso. Fue un episodio de la Guerra Hispano-Sudamericana, durante el cual el puerto de Valparaiso fue bombardeado y parcialmente destruido por ordenes del almirante español Casto Méndez Núñez.

11 de Noviembre 1877:

Motín y Destrucción de Punta Arenas: Se ha atribuido a esta rivalidad influencia casi decisiva en el motín de los artilleros. Dublé Almeida murió en el convencimiento de que el padre Matulski fue su principal o uno de sus principales instigadores. Los cronistas, por su lado, dando de mano a esta imputación desmentida por el desarrollo y las finalidades del motín, creen que el fanatismo antirreligioso envolvió al gobernador "en vahos de infierno y olores a Lucifer".

14 de Febrero 1879:

Se inició la Guerra del Pacífico con la toma de Antofagasta -que en ese tiempo era una ciudad boliviana-, por el ejército chileno, se inició la Guerra del Pacífico (1879-1883). Este conflicto bélico, que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia, se debió a problemas territoriales y al interés por controlar la producción del salitre -nitrato usado como fertilizante y para la fabricación de pólvora-, que era u muy buen negocio en esa época. Como Bolivia procurara apropiarse de las salitreras de Antofagasta, el Gobierno chileno ordena ocupar esa plaza. Las tropas chilenas ocupan Antofagasta: Desembarcan dos Compañías, 1 de Artillería y 1 de Artillería de marina (198 hombres) las que bajo el mando del Coronel Emilio Sotomayor y ocupan la ciudad. A partir de ese momento Antofagasta queda en poder de Chile.
16 de Febrero 1879:
La Corbeta O'Higgins ocupa Mejillones: Los buques Blanco Encalada y O'Higgins marcharon el primero a Tocopilla y Cobija en protección de los chilenos, y el segundo a Mejillones.
16 de Febrero 1879:
Ocupación de Caracoles. Un destacamento de 70 hombres de la Artillería de Marina, al mando del Capitán Francisco Carvallo, ocupa Caracoles.

20 de Marzo 1879:

Ocupación de Cobija: Las tropas chilenas toman Cobija, al mando de William Rebolledo. Los buques Blanco Encalada y O'Higgins marcharon el primero a Tocopilla y Cobija en protección de los chilenos.

21 de Marzo 1879:

Ocupación de Tocopilla: Las tropas chilenas toman control de Tocopilla. Ese día desembarca en Tocopilla la tripulación del Cochrane al mando de Enrique Simpson.

23 de Marzo 1879:

Combate de Calama Fue el primer hecho de armas de la Guerra del Pacífico. Tropas chilenas al mando del Comandante Eleuterio Ramírez se enfrentaron contra las fuerzas bolivianas comandadas por el Coronel Ladislao Cabrera, obteniendo el triunfo el Ejército chileno...Por lo anterior, se fijó este día como: "El Día de Calama". Las tropas chilenas sufren 12 bajas, 7 muertos y 5 heridos, los Bolivianos 52, 20 muertos y 32 prisioneros (entre estos últimos se encuentra un ciudadano chileno de apellido Alfaro).
25 de Marzo 1879:
Un destacamento chileno llega a Chiu Chiu.
05 de Abril 1879:
Bloqueo de Iquique: El Bloqueo al Puerto de Iquique marca la primera acción ofensiva de Chile sobre territorio peruano.

12 de Abril 1879:

Combate Naval de Chipana: Fue el primer enfrentamiento naval, entre la cañonera chilena "Magallanes" y la corbeta peruana "Unión" y la cañonera "Pilcomayo". Las naves peruanas a raíz del bloqueo y por presión popular, Prado les ordena salir como estén a practicar operaciones "inteligentes y de consecuencia" entre Antofagasta e Iquique.
18 de Abril 1879:
Bombardeo de Pisagua: Este acto más que servir para un objetivo táctico o importante, fue más que nada en represalia por el ataque a sus embarcaciones menores.
01 de Mayo 1879:
Combate de Mejillones: El Cochrane y la O’Higgins combaten con los defensores de tierra, 10 hombres bajo el mando del Teniente Coronel Graduado Luis Reina dos marinos chilenos resultan heridos por un accidente.

21 de Mayo 1879:

Combate Naval en la rada de Iquique. Mueren heroicamente el comandante de la Esmeralda, Arturo Prat, y gran parte de la tripulación. Luego de un épico combate el Huáscar hunde a la Esmeralda, mueren 146 marinos chilenos y otros 57 caen prisioneros, por el lado peruano muere un oficial y salen heridos 7 tripulantes.

21 de Mayo 1879:

Combate Naval de Punta Gruesa. En Punta Gruesa en tanto la habilidad del Comandante Condell y una buena cuota de suerte terminan con la Independencia encallada y perdida totalmente, mueren 3 chilenos y resultan heridos 6, por el lado peruano, mueren 5 y salen heridos 23 tripulantes.
26 de Mayo 1879:
Combate Naval de Antofagasta: Fue el primer bombardeo naval nocturno de la guerra. Este combate se dio durante la primera correría del blindado peruano Huáscar.
28 de Mayo 1879:
El Huáscar recaptura a la goleta "Coqueta": La nave había sido recientemente capturada por los chilenos, la embarcación marchaba rumbo a Antofagasta, son capturados tres marinos chilenos, la goleta es enviada a Arica, con tripulación de presa.
06 de Julio 1879:
La Unión en Tocopilla hunde a la barca "Matilde": Después es perseguida por el Blanco Encalada.
09 de Julio 1879:
Segundo Combate Naval frente a Iquique: No pudiendo encontrar al Abtao (que ya había solucionado sus problemas de maquinaria y cambiado su fondeadero por seguridad) intenta hundir al Matías Cousiño, pero los disparos dirigidos contra este transporte atrajeron a la cañonera "Magallanes", la que se midió valientemente contra el Huáscar a pesar de su inferioridad, la llegada del Blanco determinó que Grau emprendiera la huida. Resultan heridos 3 marinos chilenos.
18 de Julio 1879:
Incursiones del Huáscar: El Huáscar inicia una serie de incursiones contra puertos y caletas chilenos del norte (Chañaral, Carrizal, Pan de Azúcar y Huasco).
23 de Julio 1879:
El Huáscar y la Unión capturan al transporte Rimac: En el buque estaba el Regimiento Carabineros de Yungay que estaba embarcado en la nave chilena, constaba de 250 jinetes, armados y municionados; todos ellos pertenecientes a las mejores familias de Santiago.
28 de Agosto 1879:
Segundo Combate de Antofagasta: El Huáscar se acerco al puerto de Antofagasta con la intención de cortar el cable submarino para evitar la comunicación del centro de operaciones enemigas con el resto de Chile sin darse cuenta que el Abtao se encontraba entre los buques neutrales.
10 de Septiembre 1879:
Combate de Río Grande: Un destacamento del Regimiento de Caballería Chilenos "Cazadores" destroza una montonera boliviana en las cercanías de San Pedro de Atacama, muere una docena de bolivianos, y salen heridos 5 chilenos.

08 de Octubre 1879:

Combate Naval de Punta Angamos. Se enfrentaron el blindado chileno "Almirante Cochrane" al mando de Juan José Latorre Benavente, y el monitor peruano "Huáscar", comandado por el contraalmirante Miguel Grau Serrano. Fue capturado el "Huáscar", la embarcación enemiga más poderosa. Sin embargo, falleció Grau, llamado el "caballero de los mares". Perú sufre 33 muertos y 26 heridos en un épico combate.
10 de Octubre 1879:
Combate de Quillagua.
02 de Noviembre 1879:
Tropas chilenas asaltaron y se apoderaron de Pisagua. Nuestros soldados se dividieron en dos grupos, uno por la playa y otro por los cerros, así tomaron entre dos fuegos a las tropas peruanas y bolivianas. Luego de un sangriento combate, los chilenos se apoderaron de la ciudad. El Estado Mayor evalúa en un centenar los muertos aliados y 56 prisioneros.
06 de Noviembre 1879:
Combate de Agua Santa o Pampa Germanía. Después de un corto tiroteo los chilenos quedaron dueños del campo y de la línea del ferrocarril de Pisagua a Agua Santa. Los "Cazadores" despedazan el destacamento de retaguardia aliado en Pampa Germanía, los aliados pierden unos 60 hombres muertos, entre ellos el Teniente Coronel Sepúlveda, los chilenos 3 muertos y 6 heridos.
18 de Noviembre 1879:
El "Blanco Encalada" captura al barco peruano "Pilcomayo"
19 de Noviembre 1879:
Batalla de Dolores o San Francisco. Luego de diversos vaivenes el Coronel Emilio Sotomayor concentra y atrinchera sus 6.500 soldados en el Cerro San Francisco, donde es atacado por Buendia con 11 mil peruanos, venciendo los chilenos en la Batalla de Dolores o San Francisco, las tropas peruanas se retiran hacía Tarapacá.
22 de Noviembre 1879:
Las tropas chilenas ocuparon Iquique, mientras que las autoridades peruanas abandonaban la plaza, sin quemar ningún cartucho.
27 de Noviembre 1879:
Batalla de Tarapacá. La Campaña de Tarapacá, fue una de las fases de la Guerra del Pacífico, finalizó con la Batalla de Tarapacá, la que se desarrolló en la quebrada del mismo nombre. Esta campaña tenía como objetivo la posesión de la Provincia de Tarapacá. La hazaña de los soldados chilenos, permitió una victoria impensada. Chile se adueñó de la región, y la gesta tuvo un hondo efecto en la población. La valentía demostrada por Eleuterio Ramírez en el combate, lo llevó a ser elevado a héroe nacional. En el centro de San Lorenzo de Tarapacá, un monumento conmemora la contienda del 27 de noviembre de 1879; en una cripta están enterrados los soldados chilenos y un busto recuerda a Eleuterio Ramírez.
06 de Diciembre 1879:
Combate de Tambillo (San Pedro de Atacama): Un destacamento de 25 Granaderos es atacado, mueren 8 y otros 11 son tomados prisioneros, los bolivianos del "Francotiradores" sufren 2 muertos y 1 herido.
01 de Enero 1880:
Combate de Camarones: Muere un granadero y es capturado otro.
27 de Febrero 1880:
Combate Naval de Arica: Lo cierto es que más que un combate, se trata de tres acciones que ocurrieron el mismo día. En el muere el comandante del Huáscar Manuel Thompson.
09 de Marzo 1880:
El Blanco Encalada y el Loa en las islas Lobos: Hunden seis lanchas y capturan 29 animales, llevándose además prisioneros al Capitán de Corbeta Rosas y al Coronel Alaiza.
14 de Marzo 1880:
Fuerte escaramuza entre Chilenos y Peruanos en el frente de Moquegua, resultan heridos 2 soldados del regimiento "Buin" 1º de Línea y muerto 1 Gendarme de Moquegua.
21 de Marzo 1880:
Durante la noche un destacamento de 20 soldados de la Compañía de Cazadores del batallón peruano Grau incursiona sobre el campamento del regimiento de caballería chileno "Cazadores" dando muerte a 3 soldados, mientras tanto las tropas chilenas ya se han puesto en marcha para asaltar la excelente posición peruana.
22 de Marzo 1880:
Batalla de Los Angeles: Las tropas chilenas atacan y se apoderan del cerro de Los Angeles, considerado como inexpugnable. Las fuerzas peruanas estaban bajo las órdenes de Coronel Agustín Gamarra. Antes del medio día, gracias especialmente a una espectacular ascensión por senderos inaccesibles del batallón "Atacama" Nº1 las tropas chilenas derrotan completamente a las peruanas, las que sufren no menos de 28 muertos y 64 prisioneros.
01 de Abril 1880:
Ocupación de Locumba: La Patrulla de Duble Almeida ocupa el pueblo de Locumba, donde son atacados por las tropas del Coronel Albarracin, quienes matan a 3 chilenos y capturan 10, a cambio muere 1 soldado peruano y otro resulta herido.
18 de Abril 1880:
Combate de Buena Vista: Un fuerte destacamento de Caballería Chileno, bajo el mando de José Francisco Vergara destruye un grupo de milicianos peruanos y obliga al Coronel Albarracín a retirarse con los restos de su Escuadrón "Gendarmes de Tacna".
23 de Abril 1880:
Combate Naval de Torpederas en el Callao: Resulta herido el Teniente Manuel Señoret.
10 de Mayo 1880:
Segundo bombardeo del Callao: Los buques chilenos intentan sin éxito un segundo bombardeo del Callao, el monitor Huáscar resulta averiado, en tierra mueren 2 cantineras y 1 soldado, a la vez que salen heridos 24 personas. durante la Guerra del Pacífico.
25 de Mayo 1880:
Combate de torpederas en el puerto de El Callao: Hundimiento de la torpedera peruana "Independencia" y de la chilena "Janequeo", además mueren 2 marinos chilenos y 3 peruanos, salen heridos dos marinos chilenos y son capturados 7 marineros peruanos.
26 de Mayo 1880:
Batalla de Tacna o del Alto de la Alianza: El 1º Ejército del Sur Peruano y el ejército Boliviano (unos 10.000 hombres agrupados en 9 divisiones) son derrotados por el ejército chileno (14.147 hombres agrupados en 4 divisiones) los bolivianos no volverán a participar en una gran batalla contra Chile, mueren más de 500 chilenos y entre 1.000 y 1.200 aliados.
06 de Junio 1880:
Bombardeo de Arica: Se inicia el bombardeo chileno desde las baterías de tierra así como por el mar por los buques Loa, Covadonga, Magallanes y Cochrane. Las defensas peruanas utilizan la Batería Norte, Batería del Morro, Batería del Este y los cañones del monitor BAP Manco Cápac. El Cochrane recibió un impacto de un cañón Voruz de las baterías del morro, que lo hizo explotar provoncado 27 heridos, de los cuales murieron 7 después.
07 de Junio 1880:
Asalto y Toma del Morro de Arica: Las tropas chilenas toman por asalto el Morro de Arica. Ultimo reducto de los peruanos, desde entonces esta ciudad pertenece al territorio nacional. Luego de un cruento combate de alrededor de una hora y media, las tropas chilenas derrotan a la guarnición de esta plaza fuerte, mueren más del 30% de los defensores de la plaza, cumpliendo lo señalado por el Coronel Bolognesi de "luchar hasta quemar el último cartucho"
16 de Julio 1880:
Combate de Palca: Después de la Batalla de Arica, las fuerzas chilenas organizan expediciones a la sierra de Tacna, en donde se encuentra organizada las guerrillas de Pacheco Céspedes, Leoncio Prado y Gregorio Albarracin. Así se realiza el combate entre la guerrilla de Pacheco Céspedes contra el Regimiento Lautaro.
19 de Julio 1880:
Expedición de Salvo a Moquegua: Baquedano despachó contra ellos una expedición a Tarata, al mando de Barbosa, y otra a Moquegua, a las órdenes del sargento mayor Wenceslao Bulnes.
22 de Julio 1880:
Combate de Tarata: Las tropas chilenas del Coronel Barboza despedazan a los guerrilleros peruanos del Coronel Leoncio Prado, quienes sufren 26 muertos, 3 heridos y 21 Prisioneros, los chilenos por su parte sufren 1 muerto.
04 de Septiembre 1880:
La expedición Lynch: Lynch debía desembarcar en los puertos peruanos, empezando en el norte por Paita, para terminar en Quilca; internarse en los valles feraces; imponer contribuciones en dinero o en especies a la propiedad particular; inutilizar los ferrocarriles, y destruir las propiedades, cuyos dueños rehusaran pagar los cupos, teniendo cuidado de no perjudicar a los neutrales.
13 de Septiembre 1880:
Hundimiento de la "Covadonga": Alrededor de las 15:15 estalló el artefacto explosivo, que un marinero sobreviviente comparaba al estallido de cuarenta cañonazos a un tiempo, hundiéndose la Covadonga en dos minutos.
16 de Septiembre 1880:
Nuevo combate de Torpederas en el Callao: Resulta 1 herido en la chilena "Guacolda" y 1 muerto en la peruana "Urcos".
22 de Septiembre 1880:
El Cochrane bombardea Chorrillos: Buques de la escuadra chilena bombardearon los puertos peruanos de Ancón y Chancay, en represalia de la celada que hizo volar la "Covadonga", en el contexto de la Guerra del Pacífico.
23 de Septiembre 1880:
El Blanco Encalada bombardea Ancón.
23 de Septiembre 1880:
La Pilcomayo bombardea Chancay.
05 de Diciembre 1880:
Combate de lanchas en El Callao: Donde murió el aspirante a marina Juan Antonio Morel Zegers.
11 de Diciembre 1880:
Bombardeo del puerto de El Callao: Por el transporte "Angamos". Falleció el teniente Tomás Pérez al explotar un cañón.
24 de Diciembre 1880:
Combate de Pachacamac: A las 2 de la mañana un destacamento compuesto por dos compañías del “Buin”, 2 del “Esmeralda” y 200 “Cazadores” salen hacía Machay a marchas forzadas, a las 4 de la mañana llegan a Pachacamac, poco después sostienen un intenso combate con tropas peruanas emboscadas, sufriendo un muerto, un herido y con el Sargento Mayor Silva Contuso la tropa se repliega llevándose 3 soldados peruanos prisioneros.
27 de Diciembre 1880:
Combate de El Manzano o Pueblo Viejo: Entre tropas chilenas y peruanas, donde murieron los comandantes de ambos ejércitos, en el contexto de la Guerra del Pacífico. El Regimiento Curicó sorprende y prácticamente destruye a la I Brigada de Caballería “Rimac”, en el Manzano por la parte chilena muere el 2º Comandante del Curicó Teniente Coronel José Olano y son heridos 4 soldados, por la parte peruana mueren 16 soldados y son capturados 112 soldados peruanos, entre ellos el Comandante de la Brigada, Coronel Sevilla. Para celebrar el acontecimiento, por orden del día se ordena que todas las bandas de las unidades chilenas toquen el Himno Nacional inmediatamente frente a sus campamentos.
02 de Enero 1881:
Combate de Humay: Las Tropas del Comandante Echevarria atacan y causan serios daños a una montonera peruana en Humay, los chilenos pierden 5 hombres, 2 muertos y 3 heridos, entre los primeros 1 capitán.
09 de Enero 1881:
Combate de Ate: Un destacamento chileno de la II/2ª División bajo el mando del Coronel Barboza, asalta el sector escasamente defendido por los peruanos, luego de un corto combate desalojan a los defensores y quedan dueños del campo, los chilenos se retiran poco después, han sufrido 1 muerto y unos 20 heridos.
13 de Enero 1881:
Batalla de Chorrillos: Las tropas chilenas asaltan las posiciones peruanas, tras un sangriento encuentro capturan una tras otra las posiciones de Villa Santa Teresa, San Juan, Chorrillos y el Morro Solar, mueren más de 2000 hombres por bando en tal ves la batalla más grande de la historia de Latinoamérica.
15 de Enero 1881:
Batalla de Miraflores: Transcurre esta batalla en las proximidades de Lima, donde las tropas chilenas, al mando del general Baquedano, vencen a las peruanas consiguiendo de esta forma el triunfo de la guerra que se iniciara en 1879.
16 de Enero 1881:
Combate de Lurín: Una partida de caballería peruana ataca en las cercanías de Lurín a un destacamento de “Cazadores”, pero estos últimos les vencen, causandoles varias bajas.
07 de Abril 1881:
Combate de San Jeronimo: Lagos envía al Comandante José Miguel Alcérreca, al mando de una fuerza compuesta por tropas del Carabineros de Yungay y del Buin al interior. Ese mes en San Jerónimo, cerca a Santa Eulalia, se inicia la campaña de la Breña con las fuerzas organizadas por el coronel José Agustín Bedoya que se enfrentan a las fuerzas de Alcérreca, las cuales luego de un tiroteo dispersan a los hombres de Bedoya, para luego incendiar el lugar y retornar a Lima.
27 de Junio 1881:
Combate de Sangra: En la sierra peruana, las fuerzas chilenas comandadas por el capitán José Luis Araneda Carrasco, se enfrentaron al enemigo y luego de 13 horas de lucha, se retiró el ejército peruano. De los 36 "buines" que iniciaron el desigual combate, sólo 10 quedaron con vida, a los que la historia reconoce como: "Los diez de Araneda", "Los diez de Sangra".
08 de Agosto 1881:
Combate del puente Verrugas: Las guerrillas de sargento mayor José Osambela obtienen otra victoria en el puente Verrugas.
15 de Agosto 1881:
Combate del puente Purguay: Se libra el combate del puente Purhuay, saliendo de Chosica donde el nuevo batallón Zepita comandado por el teniente coronel Villegas y las guerrillas del coronel Manuel Tafur triunfan sobre las fuerzas chilenas.
02 de Septiembre 1881:
Combate de Calientes: Se produce en la región de Tacna.
03 de Septiembre 1881:
Combate de Pachía: En la región de Tacna se produce el combate, en donde las tropas chilenas derrotan a las guerrillas peruanas, dominando la región.
10 de Octubre 1881:
Combate de Motupe.
21 de Octubre 1881:
Combate de Cienaguilla.
26 de Octubre 1881:
Combate de Guadalupe.
05 de Febrero 1882:
Primer Combate de Pucará: Cáceres pasa por Tarma y Jauja y ocurre el combate con las fuerzas chilenas al mando de Del Canto. Cáceres continúa su marcha ocupando Izcuchaca, Acostambo, Huancavelica, Acobamba.
22 de Febrero 1882:
Combate de Acuchimay: Cáceres vence a las fuerzas rebeldes del coronel Arnaldo Panizo que contaba con 1.500 hombres, tomando sus tropas. Luego de este suceso Cáceres ingresa a Ayacucho.
06 de Marzo 1882:
Combate de Comas.
29 de Marzo 1882:
Combate de Pazos.
31 de Marzo 1882:
Segundo Combate de Pazos.
Marzo a Mayo 1882:
Suceden diversos enfrentamientos como los combates de: Sierralumi, Huaripampa, Huancaní, Llocllapampa, Sicaya, Chupaca, Pazos, Acostambo, Ñahuimpuquio. Las fuerzas chilenas estaban diezmadas por el tifus y la viruela, así Lynch autoriza a Del Canto a volver a Lima con el 2º de Línea trayendo a los heridos y a los enfermos. Los batallones "Pisagua" 3º de Línea y "Santiago" 5º de Línea son enviados como refuerzos.
03 de Junio 1882:
Combate de Marcavalle: Se enfrentan guerrillas peruanas con el batallón chileno Santiago destacado en Marcavalle.
28 de Junio 1882:
Nuevamente se enfrentan guerrillas peruanas con el batallón chileno Santiago destacado en Marcavalle.
09 de Julio 1882:
Segundo Combate de Pucará: Después de que los chilenos se retiran de Marcavalle, fueron perseguidos por dos compañías del Tarapacá, “Fueron empujadas sobre pucará, donde reforzados (los chilenos) por las restantes compañías de su batallón opusieron nueva resistencia.
09 y 10 de Julio 1882:
Combate de la Concepción. A las dos y media de la tarde de este día comienza el combate, considerado por el pueblo chileno, uno de los hechos más dramáticos de la Guerra del Pacífico. Se desarrolló los días 9 y 10 de julio de 1882 en el pueblo peruano de La Concepción. La guarnición completa del regimiento Chacabuco, compuesta por 77 jóvenes entre 16 y 18 años, resistió durante dos días el ataque de dos mil soldados peruanos, que tuvo como resultado la muerte de todo el contingente chileno. La valentía demostrada por los jóvenes, que mantuvo heroicamente alzada nuestra bandera, hizo que el 9 de julio fuera establecido como el día oficial de nuestro emblema patrio.
10 de Julio 1882:
Segundo Combate de La Oroya. Se enfrentan las fuerzas peruanas de Máximo Tafur y las chilenas del 3º de Línea, al mando del Teniente Francisco Meyer en el puente de La Oroya. La guarnición chilena mantiene el control del lugar.
15 de Julio 1882:
Combate de Tarmatambo. La compañía del batallón Lautaro se enfrenta en el caserío de Tarmatambo a las fuerzas dirigidas por el Coronel Juan Gastó y Máximo Tafur en el Combate de Tarmatambo.
16 de Julio 1882:
Combate de San Juan Cruz: Las fuerzas de Cáceres se enfrentan con una compañía del batallón 2° de Línea. Cáceres decide no atacar el pueblo, sino apostar la segunda división y los guerrilleros de San Jerónimo en las alturas cercanas a Tarma.
Febrero 1883:
Combate de Ungatá: Una compañía del Lautaro se enfrenta en Ungará al sur de Lima a guerrilleros locales, los chilenos son apoyados por un escuadrón de Granaderos y mantienen su posición.
14 de Marzo 1883:
Combate de Puruguay.
03 de Abril 1883:
Cáceres llega a la costa de Chancay, para luego atacar a la guarnición del Aconcagua. El coronel Urriola se retira de Chancay y se embarca en la Corbeta Chacabuco recibiendo luego refuerzos desde Lima del 3º de Línea y del Coquimbo por lo cual Cáceres se retira hacia Canta.
20 de Abril 1883:
Segundo Combate de Purhuay. Antes de ordenar una nueva ofensiva contra el ejército de Cáceres, Lynch ordenó la reparación del puente de Purhuay y la línea telegráfica que los montoneros de Chosica habían destruido lo que impedía el transito de las tropas chilenas hacia las zonas ocupadas por la resistencia peruana. Con tal misión partió de Lima el mayor Julio Quintavalla quien arribó a Chosica el 14 de abril, en los días siguientes la fuerza chilena fue constantemente hostilizada por las montoneras peruanas formadas por el batallón Guerrilleros del Rimac al mando del mayor Wenceslao Inchaústegui. El 20 de abril tuvo lugar el combate de Purhuay, a dos millas y media del puente del mismo nombre, tras el cual Quintavalla tuvo que retirarse sin haber logrado cumplir su misión y habiendo tenido 29 bajas entre muertos y heridos y 17 dispersos.
10 de Julio 1883:
Batalla de Huamachuco: Le correspondió ser el último hecho de armas que puso fin a la Guerra del Pacífico. Al ver a las fuerzas de Cáceres en el cerro Cuyulga, Gorostiaga deja el poblado de Huamachuco y se posiciona en el cerro Sazón al norte del pueblo. Se enfrentan ambos ejércitos, Gorostiaga vence a las tropas de Cáceres, quien pierde la mitad de sus hombres. Cáceres retorna a Ayacucho con el fin de organizar un nuevo ejército.
01 de Agosto 1883:
Combate de Coari: Enfrentamiento en el sur del Perú.
02 de Agosto 1883:
Combate de Mirave: Pacheco Céspedes se enfrenta al destacamento chileno al mando del Mayor Duberli de Oyarzun.
20 de Octubre 1883:
Tratado de Ancón: Tratado que pone fin a la guerra del Pacífico, de Chile contra Perú y Bolivia. Perú cede a Chile las provincias de Tacna, Arica y Tarapacá y Bolivia pierde la provincia de Antofagasta.
06 de Enero 1891:
Sublevación de la Escuadra: La Escuadra se levanta contra el Presidente José Manuel Balmaceda.
08 de Enero 1891:
Operaciones de la Escuadra en el sur: Para reunir contingentes y armas para los batallones, se emprendieron diversas expediciones. La "Esmeralda" ancló en Talcahuano e! día 8 de enero y tomó los elementos que había en el buque•escuela N° 2.
12 de Enero 1891:
Acciones en Coquimbo y La Serena: Primeras acciones de la Armada durante la Guerra Civil de 1891.
19 de Enero 1891:
Acciones en Pisagua, Zapiga, Alto Hospicio y Taltal: Primeras acciones de la Armada en el norte, durante la Guerra Civil de 1891.Conocido como el "Combate de los Abrazos", por la confusión que tuvieron los contrincantes en uno de los primeros enfrentamientos de esa guerra.
06 de Febrero 1891:
Captura de Pisagua. Los congresistas tenían su Cuartel General en la zona norte del país, tratando de avanzar hacia el centro del país. Los balmacedista intentaron frenar en esta zona a los congresistas, razón por la cual desarrollaron una serie de combates y batallas en esta región.
15 de Febrero 1891:
Batalla del Cerro Dolores o San Francisco: Las fuerzas gobiernistas afines al Presidente José Manuel Balmaceda fueron derrotadas por los congresistas, en el Cerro Dolores o San Francisco, cerca de Pisagua, provincia de Tarapacá.
17 de Febrero 1891:
Combate de Huara: Entre las tropas gobiernistas contra las congresistas en la estación de ferrocarril de Huara, que unía Iquique con Pisagua, en la I Región.
19 de Febrero 1891:
Combate de la Aduana de Iquique. Desde Iquique fueron enviadas fuerzas balmacedistas hacia el interior, por lo que esta ciudad quedó desprotegida. Aprovechando esta situación, las naves congresistas avanzaron hacia el puerto, llegando alrededor de las 05:00 hr.. A seis kilómetros de Iquique, se pudo divisar a cuatro embarcaciones congresistas alumbrando con sus proyectores los cerros para disparar sobre la tropa balmacedista que intentara descender al puerto.
07 de Marzo 1891:
Batalla de Pozo Almonte: Los balmacedistas habían perdido la mayoría de sus hombres y municiones, lo que sumado a la alta deserción de sus partidarios, generó el envío de 1.000 hombres desde Santiago.
19 de Marzo 1891:
Ocupación de Antofagasta Tacna y Arica: Apenas la provincia de Tarapacá estuvo libre de fuerzas enemigas, se planteó a los congresistas la necesidad de adueñarse inmediatamente de las provincias de Tacna y Arica, Antofagasta y Atacama.
23 de Abril 1891:
Hundimiento en Caldera del "Blanco Encalada": Los balmacedistas hunden en la rada de Caldera el barco "Blanco Encalada".
07 de Julio 1891:
Combate de Vallenar: El coronel Orrego, jefe de la división de Coquimbo, ignorando que venían en camino tropas constitucionales de infantería, dio orden al teniente coronel Almarza que atacara por sorpresa.
18 de Agosto 1891:
Desembarco en Quintero: Las fuerzas congresistas desembarcan en Quintero. 300 soldados del Pisagua N° 3, conducidos por botes que se desprendieron del "Biobio", se posesionaban sin oposición del pueblecito de Quintero.
21 de Agosto 1891:
Batalla de Concón: Fue la penúltima acción de la Guerra Civil de ese año y el primer enfrentamiento de las fuerzas revolucionarias o congresistas, comandadas por el coronel Estanislao del Canto Arteaga. Las fuerzas congresistas se concentraron en la bahía de Quintero y estaban al mando del General Estanislao del Canto.
28 de Agosto 1891:
Batalla de Placilla. La Guerra Civil de 1891 finalizó el 28 de agosto de 1891 en la Batalla de Placilla, pequeño pueblo situado a la bajada del Alto del Puerto, en el camino de Casablanca, lugar donde se enfrentaron las fuerzas que apoyaban al gobierno del presidente José Manuel Balmaceda Fernández, con las fuerzas de los congresistas o revolucionarias, obteniendo el triunfo estos últimos.

Bernardo O´Higgins

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Ramon Freire

Ramon Freire

Joaquin Prieto

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Mujeres Destacadas de la Historia de Chile


Paula Jaraquemada Alquizar: (Santiago junio de 1768 - † falleció el 7 de septiembre de 1851). Hija de Domingo de Jaraquemada y Cecilia de Alquizar, fue uno de los personajes femeninos más importantes en la lucha por la independencia de Chile. ir a Bio,,,

Francisca Javiera Eudoxia Rudecinda Carmen de los Dolores de la Carrera y Verdugo (Santiago, 1 de marzo de 1781 - † ibídem, 20 de agosto de 1862), más conocida como Javiera Carrera, fue una patriota chilena que destacó por el apoyo a la lucha por la Independencia de Chile y por bordar la primera bandera patria del país, llamada actualmente bandera de la "Patria Vieja". Los Carrera eran descendientes de vascos. ir a Bio...

Catalina de los Ríos y Lisperguer: (*Santiago de Chile, 1604 - † 1665), más conocida como La Quintrala, fue una terrateniente chilena de la época colonial, famosa por su belleza y la crueldad con la que trataba a sus inquilinos. Se convirtió en un ícono del abuso y la opresión colonial. Su figura, fuertemente mitificada, pervive en la cultura popular de Chile como el epítome de la mujer perversa y abusadora. Para tildar a una mujer de abusadora en Chile se le dice "Quintrala". ir a Bio...

Candelaria Pérez: (* Santiago de Chile, 1810 - † 28 de marzo de 1870), también conocida como Sargento Candelaria, fue una militar chilena que participó en la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana. ir a Bio...

Irene Morales Infante (La Chimba, Santiago, 1 de abril de 1865 — † Santiago, 25 de agosto de 1890) Militar chilena, Sargento segundo y Cantinera del Ejército de Chile durante la Guerra del Pacífico. ir a Bio...

Janequeo o Yanequén: Fue una mujer lonco, de origen mapuche-pehuenche. Esposa del Lonco Hueputan, quien murió bajo tormentos por mandato del gobernador Alonso de Sotomayor. Su preparación militar y cualidades de líder, hicieron que se ganara el apoyo de los estrategas militares de su pueblo. ir a Bio...

María Isabel Riquelme y Meza: (* Chillán Viejo, Región del Biobío, Chile 1758 - † Lima, Perú 21 de abril de 1839), fue la madre del Libertador General de Chile, Bernardo O'Higgins. ir a Bio...

Rosa O'Higgins: (* Chillán Viejo, Región del Biobío, Chile 1781 - † Lima, Perú 1850), chilena hija de Isabel Riquelme y Félix Rodríguez Rojas. En los años de la lucha de la independencia chilena adoptó el apellido de su medio hermano Bernardo O'Higgins con quien viviese sus primeros años de su niñez. ir a Bio...

Eloísa Díaz Insunza: (* Santiago de Chile, Chile, 25 de junio de 1866, † Id. 1 de noviembre de 1950), primera mujer estudiante de medicina de la Universidad de Chile y primera médica de Chile y América del Sur. ír a Bio...

Guacolda: La existencia de Guacolda, mujer de Lautaro, así como la de Fresia, mujer de Caupolicán, es materia de discusión puesto que mientras para unos es sólo una leyenda, para otros se trata de una persona real. ir a Bio...

Fresia: La existencia de Fresia, mujer de Caupolicán, así como la de Guacolda, mujer de Lautaro, es materia de discusión, puesto que sólo aparece en el poema épico "La Araucana", escrito por Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533-1594) durante su estadía en Chile y publicado en Madrid en tres partes (1569, 1578 y 1589). ir a Bio...

Inés de Suárez o Inés Suárez: (Plasencia, Extremadura, España, 1507 - Chile, 1580) fue una mujer española reconocida en el período de la conquista de Chile y compañera del conquistador Pedro de Valdivia. ir a Bio...

Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga: Conocida por su seudónimo Gabriela Mistral (Vicuña, 7 de abril de 1889 – Nueva York, 10 de enero de 1957), fue una destacada poetisa, diplomática y pedagoga chilena. ir a Bio...

HITOS:

1865 Mujeres de Clases alta y católicas se expresan en el Periódico “El Eco de las Señoras de Santiago”

1875 Clotilde Garretón se inscribe en los registros electorales, porque cumple con las exigencias de la ley.

1877 Promulgación del Decreto Amunategui, da derecho a las mujeres para que ingresan a la Universidad.

1884 Martina Barros intelectual que comienza a dar discursos sobre el voto femenino.

armón de un cañon de 1810

armón de un cañon de 1810










Eric Hobsbawm: "El SigloXX"

El Choque de las Civilizaciones. Samuel Huntington

El Fin de la Historia. Francis Fukuyama