HISTORIA NO OFICIAL DEL
FPMR, SEGUNDA ENTREGA
La Llegada de Los
Comandantes
Entre julio y septiembre de 1983
ingresaron clandestinamente al país provenientes de Cuba, los primeros cinco
"comandantes" que formarían el Frente Patriótico Manuel Rodriguez. El
primero de ellos fue el oficial de origen mapuche Moisés Marilao, seguido por
Raúl Pellegrin y otros tres que nunca fueron identificados. Su ingreso se gestó
en el marco de una operación de traslado orquestada por la inteligencia cubana
a través de varios países, como forma de borrar su salida de la isla.
Según Galvarino Apablaza, quien
en esos momentos debió permanecer en Cuba, ellos fueron parte de una propuesta
de diez nombres hecha a la dirección del PC para implementar su regreso a
Chile; "Se decidió la incorporación de cinco de ellos, quienes comenzaron
un período de preparación específica para adaptarse rápidamente a la situación
política interna del país. Al frente del grupo iba José Miguel (Pellegrín) y lo
acompañaban Moisés Marilao, Guaiqui, el Pope y el Mago", recuerda el ex
líder frentista.
Atrás había quedado La Habana y
la ceremonia en que Fidel Castro los despidió solemnemente. De ahora en
adelante, la avanzada del "nuevo ejército para Chile" tendría que
poner en práctica toda su formación como soldados profesionales en suelo
chileno.
Los "comandantes"
pasarían ahora a depender de la llamada "comisión militar" del PC.
Presidida por el ex senador Jorge Montes, también la integraban los dirigentes
de nombre político "Sebastián" y "Adrián" -ambos de la
confianza de Gladys Marín-, además de algunos representantes de los
"comandantes". Uno de ellos era Raúl Pellegrín.
Para desarrollar su lucha en
Chile, el FPMR recurrió desde sus inicios a un financiamiento directo de La
Habana. El apoyo era canalizado por el PC, que disponía de un ítem fijo que
"no podía ser alterado por su dirigencia y pasaba directamente a las arcas
del Frente", señala un ex dirigente. Gladys Marín dispuso que la
canalización de este apoyo cubano al FPMR quedara en manos de "Sebastián",
-que no era otro que Guillermo Teillier- designado como encargado militar del
partido.
Sin embargo, los jerarcas del
Partido muy pronto se dieron cuenta que los "comandantes" tenían sus
propios contactos en Cuba. Por ello, no fue extraño que la sección cubana de
Tropas Especiales comenzara a entenderse directamente con los frentistas poco
después que éstos ingresaron a Chile. Más aún, el régimen de Castro los proveía
de fondos que llegaban directamente a sus bolsillos, por lo que tempranamente
el FPMR estuvo en condiciones de operar con apoyo cubano propio, aparte del que
oficialmente recibía del Partido y sin que la colectividad fuera informada.
Su principal nexo en la isla era
el general y jefe máximo de ese organismo, Alejandro Ronda Marrero, oficial de
confianza de Fidel Castro. Ronda era el hombre encargado de satisfacer todas
las necesidades del FPMR en Cuba. Gracias a su paso por Nicaragua -cuando era
coronel- tenía una excelente relación con Raúl Pellegrín, el "Chele"
y otros comandantes del Frente. Así, no fue extraño que el FPMR recibiera en
Chile apoyo económico y militar de manos de este general cubano. Así se explica
que varios "comandantes" se movieran en los sectores altos de
Santiago y dispusieran de generosos ingresos para sus necesidades personales.
Quizás por ésta y otras razones,
desde su irrupción en el país la cúpula del FPMR creció con escaso contacto
político con las bases comunistas, que la percibían como una estructura
cerrada, rodeada de dispositivos de seguridad propios de películas de espías.
Semejaba un apéndice militar endosado a la fuerza al partido. "La
dirigencia asumió al FPMR como un problema técnico que debía estar a cargo de
los técnicos. Gente como Gladys Marín y Jorge Insunza nunca asumieron que el
Frente debía supeditarse al partido", sostiene un ex miembro del comité
central de esos años.
Estos primeros
"comandantes" que llegaron a Chile habían pertenecido en La Habana a
la elite revolucionaria, gozando de un estatus especial y conociendo de cerca
los círculos de poder en torno a Fidel Castro. En Chile, en cambio, fueron
recibidos por un partido clandestino, por lo que tuvieron enormes problemas
para adaptarse a su nueva vida.
"Los ‘comandantes' no tenían
una idea clara de lo que los esperaba en Chile", afirma un ex miembro del
comité central del PC que compartió con ellos en La Habana días antes de que se
embarcaran a Santiago. "Me preguntaban cómo era vivir en la clandestinidad
y qué armas eran las más convenientes. Pensaban que la gente andaba parapetada
detrás de los árboles o en los cerros, como en Nicaragua".
De acuerdo con este testigo, los
ex oficiales no lograban comprender que portar un arma en Chile era más un
riesgo que una protección, debido a los controles callejeros y al toque de
queda; "Más que chilenos se habían convertido en hijos de los cubanos,
cuya visión conspirativa de la política cae en el estereotipo de agentes que
traspasan maletines secretos en hoteles de lujo".
Tampoco captaban que, más allá de
la incipiente lucha contra Pinochet, el país vivía una rutina normal y hasta el
más combativo militante hacía una vida cotidiana, mucho menos heroica de lo que
se imaginaban. Imbuidos de una visión épica, a varios líderes del FPMR esta
incomprensión les costaría la vida.
Según fuentes rodriguistas, los
militantes que en ese momento llegaban del extranjero tenían prioridad para
ocupar puestos de relevancia en la organización, a pesar que algunos no
tuvieran el conocimiento político necesario; "La selección y ubicación de
las comandancias dependió en primer lugar del grado de preparación militar. De
acuerdo a esto, se asumió que quienes recibieron formación en el exterior
contaban con un alto nivel de preparación y experiencia. Por tanto, se decidió
incorporarlos al interior (Chile) asignándoles las principales
responsabilidades, sin tener en cuenta que la mayoría de ellos llevaba largos
años fuera de la patria, tenían una limitada experiencia política y la nueva
realidad a enfrentar requería de una necesaria etapa de adaptación. Al no
existir este proceso, se cayó constantemente en una aplicación demasiado
mecanizada de conocimientos y experiencias, lo que limitó el aporte y, al mismo
tiempo, generó resentimientos y aprensiones en otros cuadros".
A la usanza de los aparatos
operativos de Fidel Castro, algunos "comandantes" del FPMR vestían
ropas deportivas, usaban relojes Rólex y establecieron la costumbre de reunirse
en el Tavelli de Providencia, establecimiento al que irían incluso en los días
posteriores al asesinato de Jaime Guzmán, cuando el cerco sobre ellos se hizo
más estrecho.
"No se asimilaban con el
obrero y poblador comunista promedio", sentencia un ex dirigente del PC,
quien menciona una anécdota de inicios de 1984: una miembro del aparato médico
del FPMR quedó muy impresionada cuando un "comandante" la invitó a
almorzar a un elegante restaurante de calle Lyon. El frentista gastó 20 mil
pesos de la época. Molesta por el derroche, la doctora no probó bocado e hizo
ver su disgusto a las autoridades del PC.
El FPMR nació en Chile provisto
de amplia independencia, presupuesto propio y una manera de pensar distinta a
la de la dirigencia comunista. Antes de que sus aguerridos combatientes
dispararan una sola bala en Chile, todo estaba dispuesto para que el aparato
militar del PC se saliera de sus cauces.
El fallecido ex senador Orlando
Millas, quien conoció a varios de estos "comandantes" en su paso por
Nicaragua, escribió sobre ellos en sus memorias; "Un gusto amargo me hace
sentir que los conducimos a quemarse en Chile en batallas imposibles. Eso no
era responsabilidad de ellos y no podemos culparlos de que, como las flechas
lanzadas por un arco, hayan seguido con firmeza sus trayectorias. En cualquier
desarrollo que hubiesen tenido sus vidas, hubiesen sobresalido. Así como
demostraron tener gran coraje, pasta de héroes, les sobraba igualmente el
talento y la sensibilidad".
Nace El FPMR
Para la dirigencia del PC, la
llegada de este grupo de comandantes significaba el punto de partida de su
anhelada insurrección armada. Era hora de montar un grupo de alta capacidad
combativa que se trasformara en el brazo armado del pueblo.
Aunque los comunistas habían
tenido una experiencia previa con el denominado "Frente Cero", este
intento no había prosperado debido a las febles medidas de seguridad adoptadas
y la poca experiencia con que contaban sus militantes, siendo el grupo
prontamente infiltrado y desbaratado por los militares. A pesar de ello la
experiencia fue evaluada como positiva y muchos de esos militantes terminarían
más tarde integrándose al FPMR.
"El Frente Cero nunca
realizó apagones a nivel nacional, ni acciones armadas de envergadura, pero fue
el embrión del FPMR", sostiene "Víctor", un ex frentista.
Ya en febrero de 1983, y luego de
una serie de atentados explosivos en la quinta región, que incluso interrumpieron
la noche final del Festival de Viña del Mar, una voz telefónica dio a conocer
la existencia de otras bombas en diversos hoteles de la ciudad y mencionó, por
primera vez, como autor de tales actos a un supuesto "Comando Manuel
Rodríguez". Ese nombre había sido ideado por el "Frente Cero".
Otros antecedentes sobre el
origen del nombre de la organización indican que después de la llegada de Raúl
Pellegrín a Chile, en la comisión militar apareció el nombre de Frente
Patriótico Manuel Rodríguez. Se dice que el "comandante José Miguel"
llegó ante sus subordinados con el nombre, uno o dos meses antes de la
fundación oficial.
En lo político, antes de ingresar
al país, "José Miguel" venía con la misión a implementar ya definida
por la comisión militar del PC y contaba con diversas variantes para su
estructuración. Desde entonces estaba clara la separación en el funcionamiento
del FPMR, que aparecería públicamente como independiente y sin relación alguna
con el PC.
Asi el pequeño grupo de
comandantes, más algunos destacados combatientes forjados en el país, fueron
designados a las principales jefaturas de trabajo recién creadas. Según
Guillermo Teillier en su libro "El Año Decisivo" la primera Dirección
Nacional del FPMR quedo sancionada en una reunión realizada en una casa del
paradero 14 de Avenida La Florida, y fue conformada por tres comandantes,
además de Raúl Pellegrin, el indiscutido número uno ante la permanencia de
Galvarino Apablaza en Cuba.
Otros grupos de jóvenes y no tan
jóvenes de las principales ciudades integrarían las primeras unidades o grupos
de combate y principalmente la logística del FPMR. En Santiago comenzaron con
apenas 6 pequeñas unidades de combate divididos en dos zonas, dos o tres grupos
en Valparaíso e igual cantidad en Concepción.
Todos los antecedentes indican
que esta primera estructura del FPMR estuvo en condiciones de operar en Chile a
fines de septiembre de 1983. Su creación aumentó significativamente el poder de
fuego de la incipiente rebelión del PC. De hecho, entre ese mes y octubre del
año siguiente se registró la cifra récord de 1.889 acciones desestabilizadoras,
algunas de una envergadura técnica muy superior a las que hasta entonces había
realizado la militancia comunista.
Meses más tarde ya estaba armada
una estructura de apoyo de armamento y medios materiales. En esos meses se
siguieron realizando acciones combativas menores, aunque casi ninguna tuvo
repercusión, ni se publicó en medio alguno.
Una vez consolidada la primera
Dirección Nacional, el Frente comenzó a trabajar intensamente en una gran
operación que repercutiera en todo el país. Esa operación se realizó el 14 de
diciembre de 1983, con un gran "apagón" en las principales ciudades
del país. Desde entonces los rodriguistas señalan ésta como la fecha de
fundación oficial del FPMR.
Prensa de la época
Uno de los frentistas que
participó en esa acción desestabilizadora entregó años más tarde, para la
publicación "El Rodriguista", una detallada narración de aquel primer
golpe oficial del FPMR en Chile: "Esa tarde pasamos con Bernardo
recogiendo en distintos puntos de Santiago a los miembros de nuestro grupo y
partimos en el viejo Fíat rumbo al norte de la ciudad. Cuando empezaba a
oscurecer, ya estabamos saliendo por la ruta que va a Los Andes. Bernardo
empezó a hablar con una solemnidad que no habíamos asumido hasta ese momento
entre nosotros; «Compañeros, ésta es una operación del Frente Patriótico Manuel
Rodríguez. El Frente se ha organizado para respaldar la lucha de nuestro pueblo
contra una la dictadura y esta será la primera acción en esta fase de la
lucha."
"Nuestra misión consiste en
volar una torre de alta tensión correspondiente al tendido que corre paralelo a
este camino. Es una acción entre varias similares que se efectúan
simultáneamente en varios lugares de la región y del país. La hora operativa
será 22:30. La simultaneidad de las acciones logrará un apagón en todo el
territorio nacional».
"El grupo lo componíamos
tres hombres y una mujer, jóvenes en aparente búsqueda de algún restaurante en
la afuera de la ciudad donde cenar tranquilos. Próximos a nuestro objetivo,
detuve el auto y bajaron los tres compañeros perdiéndose entre los matorrales
cerro arriba, envueltos por la oscuridad que ya había caído. La exploración y
los preparativos los veníamos haciendo desde algunos días, entre Bernardo y yo.
Él había tomado la decisión en cuanto a la selección del objetivo y la idea
operativa. Los materiales fueron proporcionados por una estructura logística
que venía funcionando con bastante eficacia desde hacía un tiempo. Mientras los
tres subían el cerro y se daban maña para cruzar un canal de regadío, continué
la marcha en el auto. Hice la hora en la ruta, metí el vehículo a una bomba de
bencina, revisé el motor, puse gasolina y emprendí el regreso en busca del resto
del grupo. Poco más abajo del sitio en que descendieron los compañeros, un
hombre y una mujer joven caminaban por la carretera, me hicieron dedo. Los hice
subir y poco más abajo del camino, hizo dedo Bernardo. Venían mojados porque
tuvieron que meterse al agua irremediablemente. Por fortuna casi estabamos en
verano".
"Emprendimos el regreso
tranquilamente hacia la ciudad. El mecanismo de explosión para las cargas
instaladas en la torre, había quedado activado para estallar a la 22:30 hrs.
Cuando recorríamos las calles del centro, cruzando hacia el sector sur,
comenzaron a apagarse las luminarias de las calles y se oscurecieron las casas.
Mientras avanzábamos algunas calles volvían a iluminarse. De pronto nuevamente
todo quedó a oscuras. Llegamos a un barrio residencial al momento en que volvía
la luz a las calles y ventanas de las casas. Sabía que lo mismo estaba
ocurriendo en diversos lugares de Chile. Después de ponernos de acuerdo para
nuestros próximos contactos, Bernardo y los demás bajaron del auto. Yo conduje
el fíat buscando un teléfono público. Estacioné, cerré el auto y caminé hasta
la cabina telefónica. De un bolsillo saque un papel donde había anotado el
número telefónico de una radioemisora independiente del control dictatorial y
contestó una voz de hombre. «Escuche con atención -dije en tono perentorio- las
acciones de sabotaje que ocasionaron las caídas de las torres de alta tensión
causando este apagón, corresponden a una operación del Frente Patriótico Manuel
Rodríguez. Hemos comenzado una campaña de acciones combativas para ayudar a
terminar con la dictadura de Pinochet. Este es el comienzo de un nuevo periodo
en la lucha por la libertad de Chile». Colgué sin esperar respuesta. Caminando
hacia el auto, temblaba de emoción y orgullo".
Junto al apagón nacional, el
Frente también realizó ese día acciones de sabotaje a la banca y a las
instituciones financieras y el día 16 fue tomada la radio Carrera, donde se
reivindicaron las acciones y se emitió una proclama que planteaba claramente
los objetivos de la organización; "Aspiramos hoy a terminar de una vez con
Pinochet, su régimen y su secuela de hambre, miseria y represión. La lucha
emprendida por el pueblo continuará hasta la consecución de estos objetivos.
Antes que estos se concreten, no habrá paz ni tregua. El FPMR ha llegado a la
conclusión que a la dictadura sólo será posible derrotarla haciendo uso de
todas las formas de lucha, incluida la armada".
Arriba Los Fusiles
Pese a la limitada autonomía que
le imponía su carácter de "Aparato", muy pronto el FPMR se convirtió
en figura central en la lucha contra la dictadura. Las condiciones objetivas en
que se desarrollaban los acontecimientos en esa época hizo que miles de hombres
y mujeres se sintieran identificados con su accionar. Jóvenes de todas las
edades, con y sin partidos, estaban dispuestos a combatir con las armas en la
mano.
Un escrito frentista de hace
algunos años ratifica que el surgimiento del FPMR se produjo en un momento de
profunda crisis social en el país; "En Chile comenzó a encarnarse la
política de rebelión popular y surgieron las protestas contra los allanamientos
y las humillaciones. Entonces las mujeres, los hombres y los jóvenes salian a
la calle con ánimo combativo, aunque después de la primera y la segunda
protesta, a la que sucedio la represión feroz, el pueblo no estaba dispuesto a
exponerse tan fácilmente. Pero los impulsaba un nuevo ánimo al ver que era
posible dar golpes a la dictadura. Y alli El Frente Patriótico cumplió su
papel. Pero estas luchas populares contra la dictadura jamás se concibieron
como una guerra contra el ejército chileno. No era la guerra de Nicaragua. Sí
pensamos en acciones que pudieran dar confianza a la masa. Conjugar la audacia
con la astucia, salir con una proclama en una radio, lograr prolongados
apagones coordinados con los cacerolazos, y poner en ridículo a las fuerzas de
seguridad y al propio gobierno. Más que propaganda armada, se realizaba
propaganda audaz".
Guiado por los cinco
"comandantes" entrenados en La Habana y robustecido con las siguientes
oleadas de oficiales que llegarían más tarde -así como por los "mandos
medios" entrenados en la isla entre 1980 y 1982- en los años siguientes el
FPMR estrenaría prácticas hasta ese entonces desconocidas en Chile.
Como el más poderoso grupo subversivo
en la historia del país, el FPMR patentó los ataques a cuarteles policiales,
los secuestros selectivos, las tomas de radioemisoras, los rescates armados y
las bombas accionadas a distancia. Esto último, a la usanza de los subversivos
libaneses, vascos e irlandeses.
Así, el 19 de julio de 1984 un
grupo de frentistas atacó un cuartel de la CNI en Providencia, donde fueron
repelidos por los agentes. El 26 del mismo mes otro comando ataco un bus de
carabineros en la comuna de Pudahuel, donde resultó muerto uno de los
uniformados.
El 4 de noviembre de ese año, el
FPMR atacó el cuartel de carabineros de La Cisterna. Distribuidos en cuatro
grupos operativos, los frentistas enfrentaron a los uniformados en un tiroteo
que duro 15 minutos, durante el cual incluso intentaron ingresar al recinto. En
el enfrentamiento murieron dos oficiales de la policía.
Un mes más tarde, nuevamente el
objetivo fue carabineros. El 6 de diciembre la tenencia Santa Adriana, en San
Miguel fue atacada por un grupo de rodriguistas, los que en su escape dejaron
una nueva victima fatal entre los uniformados.
A este tipo de acciones se
sumaban las operaciones espectaculares. Una de ellas fue sin duda, el rescate
de Fernando Larenas Seguel desde una clínica del sector alto de Santiago.
Larenas, un fogueado frentista, estaba involucrado entre otros casos, en el
secuestro del menor Gonzalo Cruzat. En el marco de la investigación de ese caso
fue identificado por la CNI, quienes se abocaron de inmediato a su captura,
siendo interceptado en la vía pública el 20 de octubre de 1984. Larenas intentó
oponerse a su detención, dando lugar a un crudo enfrentamiento en el que el
frentista resultó con un impacto de proyectil en su cabeza.
Según un periodico de la época,
éste disparo "lo dejó de por vida en estado semivegetal, incluso, el
magistrado al someterlo a interrogatorio comprobó que era inútil intentar algo
coordinado o cuerdo con él". Debido a su delicado estado de salud, y a que
en lo inmediato no podría aportar mucho a la investigación, los tribunales
habían autorizado su internación en la clinica particular ‘Las Nieves' ubicada
en el paradero 10 de Gran Avenida.
El 1 de junio de 1985 cinco
individuos vestidos de terno y corbata, simulando ser agentes de la CNI,
ingresaron a la clínica y luego de un breve tiroteo en donde falleció uno de
los gendarmes que custodiaba a Larenas, el frentista fue rescatado del lugar.
Luego de la operación, Larenas fue conducido a una casa de seguridad, desde
donde semanas más tarde fue sacado con rumbo a Europa.
El grupo de rescate estuvo a
cargo de Ignacio Valenzuela Pohorecky, el "comandante Benito", y lo
integraban además Mauricio Hernández Norambuena, "Ramiro", Patricio
Leonel González, "César", y otros dos rodriguistas que nunca fueron
identificados.
Estos y otros hechos hicieron que
entre 1984 y 1985 el FPMR viviera sus años de auge; bombazos, asaltos, y la
lucha callejera de las protestas nacionales expandieron el cuadro a las
denominadas "Milicias Rodriguistas".
También bajo la dirección del
Frente se organizó una fuerza operativa mapuche, que surgió como una nueva
organización: Leftraru. Su base la componían cuadros rodriguistas mapuches y
otros combatientes del FPMR. Si bien es cierto estas fuerzas operaron,
estuvieron lejos de ser la organización que permitiera la incorporación de este
pueblo a la lucha.
Escuelas de instrucción
del FPMR
Las Relaciones con el
PC
A pesar de la auspiciosa
aparición del FPMR bajo el alero del PC en el escenario de la lucha contra la
dictadura , cada vez se hacía más evidente que los "comandantes"
liderados por "José Miguel" tenían una sicología completamente ajena
a la cúpula comunista. Lejos de captar el peligro que esta distancia encerraba,
la dirigencia del partido cometió un error que le costaría caro: como no
comprendía su pensamiento militar, le entregó al Frente una libertad de acción
casi completa.
Todo ello a pesar de que el
Partido era el principal proveedor de combatientes con los que contaba el FPMR.
Un ex frentista confirma sobre el origen de sus militantes; "Los cuadros
del Frente provenían generalmente del PC. Estaban los que se habían formado en
el exterior y aquellos que lo habían hecho en Chile, fundamentalmente en el
trabajo militar de masas del Partido y más tarde en las Milicias Rodriguistas.
El PC fue el elemento de control que garantizaba una calidad ideológica y moral
de quienes ingresaban al FPMR, disminuyendo las posibilidades de infiltración
enemiga".
Sin embargo, el mismo testigo
afirma que a la hora de proveer al FPMR de militantes, los dirigentes del PC no
realizaron una selección adecuada para la política del grupo; "El hecho de
que se diera prioridad a los criterios técnicos repercutió en la formación e
incorporación de estos cuadros al Frente. El Partido comenzó a traspasar al
FPMR a aquellos compañeros que resultaban conflictivos, ya fuera por su
carácter impulsivo o por enfrentar problemas de seguridad, siendo la mayoría de
ellos relativamente nuevos en su militancia. Se convirtió en un asunto de
cantidad y no de calidad. Ellos asumieron al FPMR únicamente como un problema
de fierros. El PC no destinó al Frente a ninguno de sus cuadros dirigentes, ni
los más experimentados en la lucha política para que contribuyeran así a su
desarrollo".
Respecto a la cantidad, según un
ex frentista formado en La Habana, el FPMR en su momento de mayor poder llegó a
contar con 400 hombres. Otro cálculo lo entrega un documento desclasificado de
los archivos del Partido Socialista Unificado Alemán de la ex RDA, el 24 de
enero de 1985: Eric Honecker fue informado que el FPMR "tiene 500 unidades
de combate con una fuerza total de hombres de 1500 hombres, organizados en 46
unidades. El Frente Patriótico tiene una estructura independiente, aunque sus
actividades están directamente subordinadas a la dirección del partido".
Una tercera versión proviene de
un informe desclasificado del Departamento de Estado norteamericano, fechado en
mayo de 1988: "el FPMR tiene entre 1.000 y 1.500 miembros".
En cuanto a planes conjuntos, ya
en 1985 en un pleno del PC, ambos grupos hacían una descripción alucinada de lo
que sería el enfrentamiento decisivo contra el régimen militar en el marco de
su estrategia denominada "Sublevación Nacional".
En este informe, frentistas y
comunistas veían como necesario; "...un levantamiento general del pueblo, en
el curso de una jornada nacional de protesta que inmovilice al país entero...
que involucre a toda la población, a la mayor parte de las fuerzas políticas y
sociales y ojalá también a parte de las Fuerzas Armadas que están contra la
dictadura. "La operación descrita fue denominada el "Asalto a
Santiago" y se produciría con ocasión de una de las protestas populares.
Según el plan del FPMR esta acción "...se convertiría en el acto central
de la Sublevación Nacional. La voladura del puente sobre el Río Maipú aislaría
a la ciudad por el Sur, los puentes sobre el Mapocho serían dinamitados para
bloquear el Norte y una flota de camiones distribuiría armas en poblaciones del
Sur y el Poniente. Los grupos armados debían constituirse en columnas y avanzar
sobre el centro, para tomar La Moneda, aislando con barricadas y explosivos a
las unidades militares de la capital".
Pese a todo, este proyecto de
Sublevación Nacional fue congelado y solo fue retomado a mediados de 1988, en
la denominada Guerra Patriótica Nacional.
Las Redes
Internacionales
Desde sus inicios, el FPMR y la
dirigencia del PC se dedicaron a montar estructuras de apoyo logístico en casi
toda Sudamérica. Se trataba de eslabones básicos para canalizar la ayuda cubana
a la resistencia antipinochetista. Sao Paulo y Buenos Aires llegaron a ser
plazas claves, dado el intenso tráfico aéreo de sus aeropuertos y la numerosa
colonia chilena de exiliados residente.
En Buenos Aires, la embajada
cubana canalizaba el grueso de su ayuda a la resistencia antipinochetista, a
través de su encargado del Departamento América, quien proveía de dinero y
documentación falsa a los subversivos que llegaban procedentes o en ruta hacia
Santiago. Casas de seguridad y una oficina de fachada del PC chileno en pleno
centro de Buenos Aires, completaban la red.
Por años, Claudio Molina Donoso,
"El Rucio", fue el enlace del FPMR en Buenos Aires. Molina estuvo a
cargo del equipo de tierra durante el desembarco de armas de Carrizal Bajo. Al
andamiaje trasandino del FPMR se unieron en la segunda mitad de los '80
barretines y pequeños centros de entrenamiento en localidades del interior.
Gracias a esto, en 1986 el aparato pudo subsanar en parte la debacle de
Carrizal mediante el ingreso de armas a través de pasos en la Cordillera de Los
Andes. Uno de los más grandes ingresos ocurrió a fines de ese año, a la altura
de Bariloche.
Aunque de menor importancia, otra
plaza del FPMR era Montevideo. En la capital uruguaya el apoyo se dirigía a
través de una oficina de fachada comercial, en un tradicional barrio charrúa.
Los frentistas contaban con el apoyo de cuadros tupamaros, famosos por su
preparación.
Otro punto donde los frentistas
también operaron, aunque en menor escala, fue en la zona de la frontera
tripartita de Paraguay, Brasil y Argentina, famosa por su contrabando. Según un
frentista hoy retirado, el paso clandestino por tierra entre Brasil y Argentina
se realizaba por esa área. "En la parte brasileña se podía adquirir
incluso armamento, ya que los cubanos eran reacios a entregarnos fusiles AKM o
Kalashnnikov", rememora.
Esta ultima afirmación es
desmentida por un informe desclasificado del Partido Socialista alemán, fechado
en 1985, el que afirma; "En el último tiempo, el Frente Patriótico ha
logrado por sí mismo asegurar los transportes de armas que llegan vía Brasil,
Argentina y Bolivia. Pero los cubanos siguen prestando una gran ayuda".
Alfredo Malbrich, unos de los
principales encargados del área armamentista del FPMR, reveló bajo fuertes
apremios, luego de ser detenido en 1986 por el caso Carrizal, algunos detalles
de éstas operaciones; "A principios de 1984, viaje a Bolivia y me reuní
con Jorge, que era el encargado de enviar los vehículos embarretinados a Chile.
Recuerdo que llegó un Subaru 4 puertas con patente boliviana en el cual venían
2 subametralladoras, varias pistolas y un fusil. Al día siguiente, traslade el
vehículo hasta V. Mackenna con Departamental. Las armas iban en el
portamaletas. Allí me entrevisté con Jorge y le llevé además información
política y vimos el problema de las comunicaciones para los próximos envíos de
armas. La información política me la daba Pedro (Orlando Bahamonde), quien era
mi jefe. La documentación la embarretinaba en carpetas. Debo aclarar que Pedro
era de la Dirección Nacional del Frente, aunque yo ignoraba el cargo. El me
daba los enlaces para las operaciones siguientes. Durante el resto del año se
realizaron 3 viajes más en fechas que no recuerdo, siempre trayendo diferentes
tipos de armamento y dinero. En uno de mis viajes a Bolivia, realizó un punto
con Jorge y José Luis, que era jefe de Jorge. Este me lo presentó Pedro. Debo
declarar que Jorge enviaba embarretinado dinero; es así como en una oportunidad
vi que venían US$ 30.000 mil dólares. Esta armas y dinero estaba previamente
acordado con Jorge, que era el que tenía los contactos como conseguirse el
armamento con otros países. Le entregué un informe oral y él me da un punto en
Argentina, en la ciudad de Buenos Aires. A las semanas después realizo un punto
en el obelisco de Buenos Aires con José Luis, de 26 a 28 años, alto atlético,
tez blanca, pelo castaño, con barba, aspecto de profesional joven. Planificamos
la utilización de una ruta circular entre Perú y Argentina, para eludir
poscontroles y como medida de seguridad. Fue así como se hicieron otros 2 ó 3
viajes por esta ruta, viajando en cada oportunidad un sólo vehículo. Viajé en
reiteradas ocasiones a reunirme con José Luis en Buenos Aires. Él me entregaba
diferentes documentos políticos, los cuales venían embarretinados y los
entregaba a Pedro en Santiago. También se planteaba entonces la idea de
embarretinar vehículos con armamento que salieran desde Argentina".
Respecto a la participación de la
RDA en la insurrección chilena, un episodio desconocido hasta hoy revela que en
1984 se instaló en Berlín una oficina clandestina de apoyo logístico al FPMR.
Gracias a la participación de técnicos chilenos y al alto nivel de
industrialización de la RDA, en esa oficina comenzaron a recopilarse fondos,
explosivos y armas captadas en terceros países, a fin de solventar las
necesidades del grupo armado, que ya había iniciado sus acciones en Chile.
La oficina logística ubicó sus
instalaciones en la Bornholmer Strasse, una calle del tradicional barrio de
Prenzlauer Berg, en Berlín Oriental, a pocas cuadras del muro. Supervisada
estrechamente por funcionarios alemanes y liderados por el físico comunista
Alan Cabrera, la veintena de técnicos chilenos que allí trabajaba -todos
militantes del PC- no podían informar de sus actividades de apoyo al FPMR a
otros camaradas de partido. Ni siquiera el Comité Chile Antifascista -la
instancia que aglutinaba a los partidos de la UP en el exilio- sabía de la
existencia de esta oficina.
Alentado por los funcionarios
alemanes, este secretismo tenía una razón de peso: el gobierno de Honecker
había instalado por esos días una oficina de negocios en Santiago. No podía
filtrarse que la RDA era, al mismo tiempo que interlocutora comercial de
Pinochet, el más importante proveedor de tecnología del FPMR.
Pronto, la misteriosa oficina en
Prenzlauer Berg se convirtió en una pieza esencial del andamiaje que sostenía
al Frente.Hasta ahí llegaban dineros provenientes de países árabes, arsenales
médicos de Hungría y partidas de explosivo plástico de alto poder T-4,
fabricado en Checoslovaquia y del cual se encontraron 124 kilos en Carrizal
Bajo. Según un militante en este último país llegó a establecerse una oficina
similar, en una villa militar ubicada en las afueras de Praga. "Pero la
logística del FPMR estaba en la RDA, acá en Berlín, donde llegaban todas las
cosas que necesitábamos".
Altos dirigentes rodriguistas,
como los comandantes "José Miguel" y "Ramiro", viajaron en
más de una ocasión hasta la oficina de Prenzlauer Berg para entrevistarse con
sus responsables. "Otro de los que llegó una vez fue un dirigente de
nombre "Sebastián", que venía de Moscú", recuerda
"Miguel". Todos estos sigilosos viajes incluían escalas en Buenos
Aires, Praga y Frankfurt, lugares donde el FPMR tenía pequeñas estructuras para
atender a sus hombres. En Frankfurt, por ejemplo, existía una casa de
seguridad. Varios frentistas se hospedaron en ese inmueble, entre ellos
Fernando Larenas Seguel, el frentista rescatado a sangre y fuego desde la
clínica Las Nieves.
Los Secuestros
Selectivos
Con el objetivo de reforzar su
presencia en los medios de comunicación y como un método para financiar sus
actividades, el FPMR habría de implementar en Chile una nueva modalidad
subversiva; los secuestros selectivos.
El brazo armado del Partido
Comunista impactó fuertemente al país por la audacia de sus operaciones y la
incapacidad de las autoridades por capturar a los secuestradores y liberar a
sus rehenes. Hubo cuatro de ellos cuyos resultados fueron una auténtica burla a
la capacidad de las policías y los organismos de seguridad de la época.
El primero se produjo el 11 de
abril de 1984, e involucro al menor Gonzalo Cruzat, de 11 años, hijo del
empresario Manuel Cruzat. El menor fue raptado cuando esperaba el bus que lo
llevaría hasta su colegio. En ese momento tres individuos, mas tarde
identificados como Claudio Molina Donoso, Fernando Larenas Seguel y Francisco
Peña Riveros, lo tomaron por la fuerza y lo trasladaron a un vehículo en
marcha. Gonzalo fue liberado sano y salvo cuatro días después, previo pago de
20 millones de pesos.
El secuestro se mantuvo bajo un
gran hermetismo, a tal punto que el hecho fue informado a la prensa solo cinco
días después, cuando fue liberado. El manejo de la situación fue llevado por la
propia familia, que negoció con los secuestradores, atemorizados por la amenaza
de éstos de matar al niño. La expectación del caso fue tal, que hasta el propio
Augusto Pinochet definió el hecho como "gravísimo", poniendo al FPMR
en la mira del gobierno.
En las diligencias posteriores
tuvo un importante aporte y colaboración, pese a sus cortos años, el propio
Gonzalo Cruzat, quien con mucha prestancia participó en las ruedas de
reconocimiento de sus captores y pudo individualizarlos.
La noche del 18 de diciembre de
1984, el FPMR decidió secuestrar al subdirector del diario La Nación, Sebastián
Bertolone, cuando este llegaba a su hogar en la comuna de Ñuñoa, junto a su
esposa, Ximena Barrales, y su hija de 5 años. Sin embargo, su esposa y su hija
fueron liberadas momentos después en la población Jaime Eyzaguirre de Macul.
En su prisa por escapar, los
frentistas dejaron en el lugar un bolso que contenía una ametralladora de
origen checoslovaco con 155 tiros, un libro con el registro de las actividades
diarias de sus rehenes, así como dibujos de su casa y las de sus vecinos.
También se encontró un mapa de toda la zona incluyendo los semáforos y su
duración. Por lo mismo, no pocos pensaron en un montaje. Al día siguiente, la
esposa de Bertolone recibió un llamado del Frente para decirle que le harían
llegar un comunicado con sus demandas.
Sebastián Bertolone en
poder del FPMR
El periodista permaneció la mayor
parte del tiempo con los ojos vendados y nunca supo en qué lugar se encontraba.
En un principio temió por su vida, pero se tranquilizó por el trato
"deferente y cordial" que le dieron los secuestradores. El objetivo
de su captura, una vez más, era que distintos medios escritos de la capital
difundieran sus proclamas.
Liberado en la noche del 25 de
diciembre en el barrio matadero, Bertolone rápidamente se dirigió a una parroquia
cercana y les pidió a dos sacerdotes que lo condujeran al domicilio del
entonces Arzobispo de Santiago, monseñor Juan Francisco Fresno, quien había
abogado públicamente por el fin de su cautiverio. Recién en la residencia del
prelado, llamó a su familia para informarle de su liberación.
A partir de 1986 el FPMR se
dedico a secuestrar uniformados. La mañana del 8 de abril de ese año, el cabo
de carabineros Germán Obando Rodríguez salió de su casa sin su revólver, el
cual había olvidado en la escuela de oficiales de la institución. Sin saberlo,
este hecho le salvó la vida.
A las 7 de la mañana, en la
esquina de Santa Zita con Pichidangui, en Las Condes -a pocas cuadras de su
domicilio- una camioneta lo interceptó y tres frentistas armados se bajaron de
ella. El cabo había tenido la sospecha que algo extraño podría sucederle, ya
que en las últimas semanas había visto pasar, siempre a la misma hora, un
vehículo parecido al que ahora lo obligaban a abordar. Por algunos minutos
intentó luchar con sus captores, hasta que el chofer de la camioneta lo golpeó
con un elemento metálico en la cabeza.
En el vehículo, los frentistas le
colocaron una capucha, lo esposaron y le preguntaron por su arma. Obando les
contestó que no la tenía. "Te salvaste por eso", le respondieron: a
poca distancia un integrante del grupo lo apuntaba con una ametralladora y
tenía la orden de abrir fuego si notaba que Obando intentaba sacar su revólver.
El carabinero no sabía a qué
lugar se dirigían. Cuando lo hicieron bajar unas escaleras comprendió que lo
estaban llevando a un subterráneo. Ahí lo mantuvieron durante tres días con la
luz apagada, para que no contara los días, y recostado sobre una colchoneta con
los pies y manos amarradas.
"No vas a salir con vida de
ésta", le repetían los secuestradores durante los interrogatorios. La idea
de los frentistas era enterarse de cómo estaba operando Carabineros para
detener a los movimientos subversivos que actuaban en la capital, pero por su
rango el cabo no manejaba esa información y así se los hizo saber. Luego de
tres días, convencidos de que no obtendrían la información, decidieron
liberarlo, no sin antes cumplir una misión: leer una carta con consignas del
FPMR en Radio Chilena. Lo subieron en la camioneta y lo dejaron entre la Villa
Portales y la Escuela de Aeronáutica. Al soltarlo, le advirtieron que no se
sacara la capucha ni intentara desamarrarse las manos antes de media hora.
Obando esperó cerca de 45 minutos, pues temía que lo estuvieran vigilando.
Vestido con un buzo y descalzo, tomó un taxi y se dirigió a la radio, pero se
atrevió a desobedecer y dejó la carta con la secretaria, dirigiéndose en cambio
a la Escuela de Carabineros.
El 18 de agosto de 1986 mientras
sacaba el auto para ir a dejar a su hijo al colegio, el entonces jefe de Protocolo
de la Guarnición de Santiago, coronel Mario Haberle Rivadeneira, se convirtió
en el primer militar plagiado por el FPMR. Encañonado por seis frentistas que
actuaron a rostro descubierto, su impresión fue tal, que al darse vuelta para
mirar al niño sólo atinó a gritarle que volviera a la casa. Con gran rapidez,
fue sacado del vehículo, amordazado y ocultado en el portamaletas de un Opala
que se alejó velozmente de lugar.
Encerrado en una carpa al
interior de una pieza, recibió duros tratos por parte de sus plagiadores,
quienes incluso le dispararon con un arma vacía. Durante 72 horas vivió
momentos muy duros e incluso llegó a pedirles a sus secuestradores que lo
dejaran en libertad o lo mataran. Desconcertada, la familia recibía información
muy difusa, debido a la descoordinación entre las policías. Tanto, que la
autoría del FPMR sólo se pudo determinar por una fotografía que éstos dejaron
en un basurero donde aparecían junto al uniformado, y no por las pesquisas
realizadas en ese momento. De hecho, la familia señala que jamás se les entregó
una respuesta satisfactoria sobre las diligencias y hasta hoy no conocen las
negociaciones que se hicieron para liberar a su padre, dando cuenta del fuerte
hermetismo de las autoridades de la época. El ex oficial era un blanco fácil de
secuestro, ya que carecía de guardia y no portaba arma. Sin embargo, los
frentistas lo liberaron -amarrado y envuelto en una bandera del Frente- a los
tres días sin ninguna exigencia monetaria de por medio, buscando sólo provocar
un impacto mediático.
Además de tener un fuerte impacto
sicológico en las autoridades de la época y en la población, estas acciones
marcarían el modus operandi de la agrupación en sus próximos golpes. A través
de estos secuestros selectivos el FPMR consiguió demostrar al país su poderío
y, a la vez, obtener recursos para financiar sus operaciones.
Los Grupos de Apoyo
A pesar de toda esta frenética
actividad, el FPMR también se había preocupado de organizar labores que
sirvieran de apoyo a las acciones militares que emprendía.
Ya desde sus comienzos los
frentistas había iniciado un minucioso proyecto de contrainteligencia que
implicaba el infiltramiento, tanto de organismos militares, como de la propia
CNI. Al respecto, algunos informes del Sistema de Inteligencia Alemán, SED, dan
cuenta cabal de los logros que hasta ese entonces se habían obtenido por parte
de los frentistas; "En 1983 se logró por primera vez establecer contacto
con 34 generales y oficiales de las fuerzas armadas chilenas. Estas relaciones tienen
que ser ampliadas prolijamente. Positivo ha sido, sobre todo, el trabajo con
militares en retiro, los que, a su vez, pueden ejercer influencia en las filas.
Se han logrado repartir cientos de panfletos en los cuarteles. Actualmente 30
suboficiales de las fuerzas armadas colaboran llevando material propagandístico
al interior de los cuarteles militares".
En el aspecto político, la
Dirección Nacional del FPMR había creado equipos de trabajo especificos, entre
los que se contaban los de "Apoyo Político" y los de "Agitación
y Propaganda".
Ambos grupos eran integrados por
no más de seis u ocho personas y estaban a cargo de Martín Pascual, conocido al
interior del frente como el "comandante Daniel Huerta", quien
integraba en ese momento la cúpula de la organizacion. En esta tarea era
secundadado por Alex Vojkovic Tries, alias "Jorge Salas" o
"Raúl".
Alex Vojkovic, ex
vocero del Frente
La principal misión del grupo de
Apoyo Politico era brindarle al FPMR el análisis de la coyuntura nacional,
debiendo discutir y sistematizar la labor de la Dirección Nacional. Es decir,
parte de su trabajo consistía en evaluar las acciones emprendidas por el grupo
operativo que, en definitiva, era el que llevaba a cabo las acciones de
carácter militar.
Además debían servir de puente con
otros estamentos de la oposición a Pinochet, como algunos obispos católicos con
los que comenzaron a tomar contacto.
También solían reunirse con
algunos de los más altos jefes militares de la organización, pues cada cierto
tiempo uno de los comandantes se unía para debatir con el grupo. De acuerdo al
testimonio de uno de sus integrantes, los equipos se reunían periódicamente en
"casas de seguridad" donde se llevaban a cabo los encuentros. Varias
de estas citas se realizaron en las comunas de Macul y La Florida, donde el
FPMR mantenía parte importante de su red de apoyo.
Entre las labores específicas del
segundo grupo, de Agitación y Propaganda, estaba la edición de "El
Rodriguista", una publicación que difundía y explicaba las acciones del
Frente. El propio Vojkovic era el encargado de recopilar los documentos que
escribían los dirigentes y que, por motivos de seguridad, eran dejados en
distintos puntos de la ciudad, como buzones, casas particulares o locales
comerciales.
Como gran parte de la información
era compartimentada, muchas de las acciones emprendidas por los cuadros de
acción del FPMR no estaban en conocimiento de este grupo, pero asimismo les
correspondía a ellos explicar a la opinión pública -en la medida de lo posible-
los alcances de dichas acciones.
En el caso particular de
Vojkovic, su labor lo llevo incluso a oficiar de vocero oficial de las
actividades militares de la organización entre 1983 y 1987. Desde ese rol
estrechó sus contactos con la prensa opositora, donde era conocido con el nombre
de "Jorge Salas".
Para periodistas como Juan Pablo
Cárdenas y Fernando Paulsen -que dirigían la revista Análisis- "Jorge
Salas" era un contacto habitual. "Nos encontrábamos en El Parrón, nos
entregaba datos y en más de una ocasión nos agendó entrevistas con la jefatura
del Frente", afirma Cárdenas.
Este agrega que en esa época
Vojkovic usaba una barba frondosa, vestía bien y tenía buena pinta. "Tenía
disposición para colaborar, y siempre destinaba tiempo para escuchar nuestra
opinión", remata.
Paulsen recuerda su modus
operandi: "Rompía el molde del cuadro clásico, era extremadamente
simpático y relajado. Nos llamaba y dejaba el número de un teléfono público y
una hora para contactarlo".
Con el correr del tiempo,
Vojkovic debió informar a la prensa los pormenores de los dos mayores fracasos
del FPMR. El primero, el decomiso de armamentos en Carrizal Bajo, y el segundo,
el fallido atentado al general Pinochet en el Cajón del Maipo. En ambos casos
-según cercanos a Vojkovic- éste se enteró de los hechos a través de los
noticiarios y, horas más tarde, al sostener reuniones con el comandante
"Daniel Huerta", este lo instruyó sobre los hechos.
El Caso Vicaria
A las 8 de la mañana del 28 de
abril de 1986, un comando del FPMR efectuó un violento asalto a la panadería
"Lautaro", en la comuna de Pudahuel.
En el escape los frentistas se
vieron rodeados por efectivos policiales, dando lugar a un intenso tiroteo en
el que resultaron muertos el cabo de carabineros Miguel Vázquez Tobar y el
rodriguista Lenin Miranda Clavijo, conocido como "Alex" o "el
Jefe". Además resultó herido en un glúteo su compañero Hugo Gómez Peña,
"Pedro", quien debido a ello debió acudir a la Vicaria de La
Solidaridad para efectuarse curaciones. Su lesión requería cirugía mayor por lo
que fue trasladado en forma clandestina a la Clínica Chiloé, donde fue operado
y debió permanecer dos días antes de ser obligado a retirarse. Para su
recuperación integra fue acogido en diferentes casas de seguridad, en especial
en Ñuñoa donde vivían parejas de ancianos, muchos de ellos antiguos y
disciplinados militantes del Partido Comunista.
El mismo día del atraco fueron
detenidos los frentistas Germán Alfaro Rojas, "Pancho", Jorge Marín
Correa, "Marco Antonio", y Belinda Zubicueta, "Roxanna",
quienes también habían participado de la acción.
La policía logró además
identificar a Julio Muñoz Otárola, otro integrante del comando frentista, quien
finalmente no pudo ser capturado.
Tanto en la cobertura del asalto,
como en el traslado del herido tuvo activa participación una mujer que meses
después sería la única fusilera en el atentado al general Pinochet. Su nombre
era Adriana Mendoza Candia, o "Fabiola".
Este hecho y sus secuelas daban
claros indicios de la red de protección con que contaba el FPMR, en un caso que
fue conocido más tarde como el "Caso Vicaria".
El encargado de iniciar la
investigación judicial del atraco fue un coronel de justicia que poco o nada
sabia del FPMR, pero con el tiempo se transformaría en conocedor y cazador
implacable de los miembros de la organización.
Fernando Torres Silva, convertido
en Fiscal Militar, comenzó a interiorizarse del Frente tras la caída de Hugo
Gómez Peña, cuando este continuaba con su tratamiento en la Asistencia Publica
el 14 de mayo de ese mismo año. En sus declaraciones, Gómez Peña aportó datos
suficientes para conformar una visión general del movimiento.
Según organizaciones de derechos
humanos, a raíz de los hechos y azuzados por el Fiscal Militar "el régimen
desencadena una tenaz persecución, somete a brutales torturas a los detenidos y
ataca directamente a los organismos de Derechos Humanos, muy especialmente a la
Vicaría de la Solidaridad, encarcelando a varios de sus profesionales y
sometiendo a interminables interrogatorios a su personal".
Según el Fiscal Torres Silva, el
caso no hizo más que esclarecer una red de apoyo que era intuida por muchos.
"El seguimiento que como
fiscal me tocó hacer en ese caso -explica Torres Silva- me demostró una cosa
para mí sorprendente: cómo este hombre fue ocultado por una red de protección
en ocho casas distintas".
Y agrega; "El Frente Manuel
Rodríguez tenía una organización excelente y con un sistema de apoyo muy
amplio, que lo pude observar en ese caso en especial. Este hombre que fue
herido fue llevado a la Vicaria de La Solidaridad y luego paso por ocho casas
de seguridad distintas, las que fueron todas, desde luego, debidamente
investigadas y procesados aquellos que le dieron protección, porque se sabía
que era un hombre que estaba herido en un atentado en que había muerto un carabinero.
Y, en definitiva, es entregado al Ministerio del Interior en una conversación
que un señor obispo tiene con el titular de la época, Ricardo García. Hay
elementos de la Vicaría, gente de izquierda, infiltrada en un esquema de
Iglesia, que sí apoyaron al Frente Manuel Rodríguez. De eso no cabe la menor
duda. Eso está demostrado y ahí está el proceso. De todos los movimientos
subversivos de los últimos 50 años, el Manuel Rodríguez es lejos el que más
apoyo popular tuvo, y eso queda patente en este caso".
EL ATENTADO A PINOCHET (PRIMERA
PARTE)
El General En La Mira
A comienzos de 1986 los altos
mandos del FPMR comenzaron a sostener una serie de reuniones con la cúpula del
PC, con la idea de hacer realidad uno de sus proyectos más ambiciosos desde el
inicio de su carrera armada. Desde hacia un par de años que el Frente
conjeturaba sobre la idea de atentar contra el mismísimo general Augusto
Pinochet.
Según los análisis políticos del
grupo, el año 1986 debía ser "El año decisivo" dentro de la lucha
contra la dictadura y la eliminación física de Pinochet era uno de los puntos
concluyentes para este objetivo. Según el ex dirigente comunista Ernesto
Contreras, la idea de atentar contra el general ya había rondado a la comisión
política del partido desde 1980, "como una conjetura vaga que nunca fue
más que eso". Un ex oficial frentista avecindado hoy en Europa afirma, en
cambio, que la idea surgió a fines de 1984: "Se pensaba que en 1986 el
desgaste de Pinochet y el desarrollo del FPMR iban ser tales, que estaríamos en
condiciones de ajusticiarlo".
La decisión final para llevar a
cabo el atentado fue tomada por la Dirección Nacional del FPMR en el verano de
1986, en consenso con la comisión militar del PC, dirigida en ese momento por
Guillermo Tellier y Gladys Marín. El objetivo era reimpulsar mediante un golpe
de mano la movilización social, apurar el término del régimen militar y
negociar un acuerdo con la DC. "O lo hacemos ahora o esto se escapa por la
vía de un plebiscito", sostuvo en esa ocasión un alto dirigente. Solo una
condición le impuso la colectividad al FPMR: únicamente debían tomar parte
combatientes experimentados, y en ningún caso militantes del PC, cuya
participación pudiera exponer al partido.
José Valenzuela Levi, conocido
como el "comandante Ernesto", quedó a cargo de la operación. Uno de
los jefes máximos del FPMR, por su amplia preparación militar, era el hombre
indicado.
José Valenzuela Levi,
jefe del atentado
Como su mano derecha,
"Ernesto" escogió a Cecilia Magni Camino, la "comandante Tamara",
quien era la única mujer que en ese momento ocupaba un alto cargo en la cúpula
del FPMR. Ella sería la encargada del montaje logístico.
La idea, conocida y acepada por
el Frente, era hacer explotar el vehículo de Pinochet -al estilo del atentado
de ETA a Luis Porto Carrera en 1973 en España- cuando volviese a Santiago desde
su residencia de fin de semana en El Melocotón.
Para ello, secretamente el
"comandante Ernesto" decidió encargarle a Rodrigo Rodríguez Otero, un
joven frentista de 23 años conocido como "Jorge", la delicada tarea
de investigar la rutina de Pinochet. Recibida la orden, "Jorge" se
abocó de lleno a conseguir información de inteligencia sobre la vida, las
relaciones personales y los traslados de Pinochet. Instalado en la Biblioteca
Nacional, en las primeras semanas dedicó días completos a revisar artículos de
prensa que aludieran al dictador. Además se inscribió en un gimnasio del barrio
alto frecuentado por oficiales del Ejército y cadetes de la Escuela Militar.
Gracias a su personalidad canchera, rápidamente se ganó la confianza de los
uniformados e incluso compartió departamento con uno de ellos. También se
afilió a un club de paracaidismo ligado al mundo castrense. Sin saberlo, en
informales conversaciones los militares le entregaban al "enemigo"
información importantísima sobre el general, la que luego era chequeada por los
grupos de "exploración".
Meses antes, "Jorge" le
había hablado del atentado a su primo Alejandro, incorporándolo a las tareas de
"exploración" en el Cajón del Maipo. Fue el propio Alejandro Otero
quien arrendó la panadería en el sector de Las Vizcachas desde la cual se cavó
el túnel que haría explosión bajo la ruta al Cajón del Maipo.
No obstante los preparativos, el
plan fue repentinamente abortado el 7 de agosto, el día siguiente del
descubrimiento de la internación de armas en Carrizal Bajo, debido a la falta
de certeza que el auto de Pinochet cayera en la explosión. Uno de los
frentistas que estuvo ese día en la panadería recuerda su conversación con
Cecilia Magni, la "comandante Tamara"; "Ella me dijo "tengo
dos noticias, la primera es una buena", y me regaló un tremendo reloj;
pero luego agregó "también tengo una mala, esto se cierra". Entonces,
Jorge dijo "Bueno, entonces hagámosle una emboscada".
Cecilia Magni Camino,
la "comandante Tamara"
En la segunda semana de agosto,
el "comandante Ernesto" dio luz verde a la variante que modificaría
radicalmente la vida de casi una veintena de combatientes que en varios casos
no superaban los 20 años. Era el tiempo de la emboscada y de la urgencia por
preparar al contingente. Para entonces la misión ya tenia nombre:
"Operación Siglo XX".
Pero la preparación del atentado
no seria obra exclusiva del FPMR. Informado desde la génesis sobre el proyecto
de matar a Pinochet, Fidel Castro le tendería una mano al "comandante
Ernesto" en su preparación. Dada la envergadura del objetivo, La Habana
nuevamente ofreció sus instalaciones de entrenamiento para alistar a algunos de
los participantes. Uno de los oficiales cubanos de Tropas Especiales que le
tocó entrenarse con varios frentistas que participaron en la acción fue Lázaro
Betancourt. Hoy, desde su exilio en Miami, recuerda: "Lo más probable es
que los tenientes coroneles de apellidos Lara y Espinoza, estuvieron entre los
instructores que entrenaron a los chilenos para el atentado, ya que eran los
más capaces en este tipo de operaciones. En general los chilenos eran buenos
soldados".
La Operación Siglo XX
-Cómo estai pa' morirte?, le
preguntó "Ramiro" a "Alonso" una tarde mientras iban en el
metro.
-Como siempre, hasta la ultima si
se precisa - respondió casi sin pensarlo.
Era el 28 de agosto de 1986. A
pesar de su corta edad Víctor Díaz Caro, o "Alonso" para sus
compañeros del Frente, al igual que otros integrantes de la unidad dirigida por
"Ramiro", ya poseía una amplia experiencia operativa.
"Ramiro", mas serio, continuó; "Lo concreto y oficial: hay una
misión con un 95% de no salir con vida, tú decides". "Alonso"
solo asintió con la cabeza y se aprestaron a bajar del vagón. "Ramiro"
no le dijo nada pero tomó nota mentalmente de la respuesta de
"Alonso".
Se dirigieron por Irarrázaval
hacia el poniente. En la esquina de Manuel Montt los esperaba José Valenzuela
Levi, el "comandante Ernesto". "Ramiro" comenzó a caminar
tras ellos. "Ernesto" le explicó lo que significaba eso del 95 %,
pero sin hablar de la misión especifica. Hasta allí, "Alonso"
ignoraba muchas cosas.
Lo que ocurría ese día era el
resultado de más de un año de arduo y sacrificado trabajo, el que comenzaba a
concretarse con el acuartelamiento de una veintena de jóvenes combatientes del
FPMR para una operación de "gran envergadura". Antes de
"Alonso" esta misma escena y diálogo se había repetido bastante esos
últimos días de agosto. El era el último.
Durante casi todo el invierno y
en sesiones de 3 horas diarias varios grupos se habían preparado
entusiastamente en el Parque O' Higgins, dirigidos por "Ramiro"
-Mauricio Hernández Norambuena, profesor de Educación Física-, en carreras de
resistencia, rapidez y salto con obstáculos.
"Ramiro", encargado de la preparación de los
combatientes
Héctor Maturana Urzúa, uno de los
fusileros escogidos por el FPMR, señala; "Nos preparamos en el Parque
Ohiggins, donde éramos parte solo de un grupo de hombres que hacían footing.
Incluso allí se preparaba la Parada Militar de ese año. Y nosotros rodeábamos a
los militares en vueltas, durante una hora de trote. Hacíamos turnos en la
mañana y en la tarde, y ese era también la oportunidad de tener un porcentaje
un poco mayor de salir con vida".
Adriana Mendoza Candia,
"Fabiola", fue la única mujer escogida dentro del selecto grupo de
fusileros. A diferencia de sus compañeros, fue la única en enterarse del
objetivo con anticipación; "En el mes de mayo Tamara me dijo que debería
participar en una misión fuera de Santiago y que otro compañero me daría mas
antecedentes. Días después me reuní con ese compañero, al que conocía del
exterior, en una panadería del sector de Las Viscachas. Me sirvió un café y le
pedí que me contara de una vez de qué se trataba la misión. Participarás en una
operación, cuyo objetivo es ajusticiar a Pinochet, me dijo mirándome fijamente
a los ojos. Quedé muda por largos minutos. ‘Las posibilidades de salir con vida
son mínimas', agregó sin mayor dramatismo. Así me incorporé a la Operación
Siglo XX".
El miércoles 27 y jueves 28 de
agosto la mayoría de los fusileros fueron recogidos en distintos puntos de la
capital y trasladados a una casa de seguridad del sector alto.
En 1988 "Alonso"
escribió un detallado relato que fue publicado por "El Rodriguista".
En él recordaba; "A las 18 horas me recogerían para ir a la casa de
acuartelamiento. Tenía toda la tarde por delante y, a modo de despedida, Ramiro
me había dicho: "Aprovecha de despedirte de tus seres queridos".
Luego, caminando solo, mi dilema era cómo despedirme de mi mujer y de mi hijo.
Llevaba más de dos años clandestino y no podía ir a la casa. Sólo sabía que mi
hijo iba a un jardín infantil y que su madre continuaba estudiando. En fin,
pensé en tantas cosas, quise hacer tantas otras. Atiné solamente a recorrer y
pasar lo más cerca de cada lugar donde yo pensaba que ellos estaban. No puedo
negar que soñé con abrazar a mi hijo, aunque no me reconociera, así como
deseaba tan intensamente entrar a un gran casino de estudiantes, pararme en la
puerta y buscar y buscar con la mirada hasta encontrar los ojos más bellos del
mundo, luego correr hacia ella, en cámara lenta como en las películas,
abrazarnos, luego almorzar juntos, mas tarde amarnos y partir. Soñando; fue así
como se me pasó la tarde y ya estaba puntual para ser recogido dejando mis
sueños allí, en una esquina de Santiago".
Víctor Díaz Caro, "Alonso"
Cerca de la medianoche del día 28
llegó Cecilia Magni Camino, la "comandante Tamara", encargada de
conseguir los vehículos y las casas para la operación. Sólo algunos pocos de
los que estaban allí conocían el cargo que ella ostentaba: integrante de la
Dirección Nacional del FPMR. La joven se presentó junto a César Bunster, hijo
de Álvaro Bunster, ex embajador de Allende en Inglaterra. Este fue quien
arrendó los vehículos que se utilizaron en la emboscada, así como la casa en La
Obra que se usó como cuartel general.
"Tamara" les indicó a
los combatientes que deberían salir de la casa para efectuar un pequeño
recorrido. Al salir los hizo enjuagarse la boca con pisco; "Hay que
aparentar que andamos de fiesta", dijo. Apretujados en un jeep Toyota Land
Cruiser azul manejado por Bunster tomaron la ruta de San Juan de Pirque,
rodeando el río Maipo pasando en dirección a la cuesta Achupallas y El Mirador.
-Pónganle ojo porque estamos en zona operativa- habló seria la comandante.
Durante esa noche practicaron
posiciones de tiro nocturno, pero sin armas. -Con un palo de escoba al que se
le puso una mirilla por la cual apuntábamos a un fósforo prendido y
calibrábamos el órgano de puntería- explica un fusilero.
Por la mañana del viernes 29,
cerca del mediodía, llego nuevamente "Tamara", esta vez acompañada de
"Ramiro". Luego de compartir con el grupo un rato, le ordenaron a
"Alonso" que los acompañara.
"Alonso"; "Subimos
a una camioneta Toyota azul. Era grande, corredora. Íbamos por el camino La
Florida. Ramiro preguntó cómo había pasado la noche, hicimos recuerdos y el
reía con Tamara, porque se sabían poseedores del gran secreto. Hice variadas conjeturas
y reían. Finalmente me explicaron la nueva misión que asumiría. Iba rumbo a
otra casa en donde otro hermano me daría más detalles. Por lo pronto tendría
que poner a punto los "medios" que se usarían en la misión. Tamara
luego me pidió la opinión sobre la camioneta y si yo creía poder manejarla. En
realidad la Toyota era un monstruo con tracción de cuatro ruedas y su
velocímetro indicaba más de 200 kilómetros por hora".
Al llegar a Las Vizcachas, y tras
la fachada de un pequeño local de venta de empanadas, se encontraba uno de los
enclaves que el FPMR había acondicionado para la operación. En la trastienda y
en perfecto orden se encontraban cuatro fusiles M-l6 dispuestos con sus
cargadores y, al lado de ellos, un túnel. "Bajé, y me cambié de ropa, -continúa
"Alonso"- ya que era bastante espacioso, allí habían alineados otros
veinte M-l6. Luego bajó un compañero, me saludó y me dijo: "Soy Milton,
debemos poner a punto todo este armamento, limpiarlo, engrasarlo, y además
debemos hacer granadas caseras. Tenemos ocho horas". Nos pusimos a
trabajar y limpiamos uno por uno los fusiles, revisamos y los cargadores.
Buscamos muestras de óxido o cualquier otra cosa anormal. Todo fue controlado,
menos el dolor de cabeza que cada vez era más insoportable, debido a los gases
que emanaba la gasolina. El aire se hacia irrespirable, más aún cuando abrimos
una bolsa de amongelatina y empezamos a confeccionar las granadas caseras. Aún
seguíamos sin saber para que nos preparábamos. A las 10, lo único que queríamos
era que nos cortaran la cabeza. Teníamos ganas de vomitar, mareos, en fin, era
un suplicio moverse, y dar un paso. Pero ya la tarea estaba cumplida: todo
revisado, limpio y seco. Luego, se nos ordenó sacar los bolsos en que habíamos
embalado el armamento".
Cerca de las 23 horas y cuando ya
había una espesa niebla, llegó el "comandante Ernesto" en un
vehículo. Ahí se cargaron los fusiles. Al cabo de media hora y con un trayecto
que se vio dificultado por la espesa niebla, llegaron a la casa de La Obra
0235.
Esta era una verdadera mansión:
con piscina, canchas de tenis, amplios jardines, inmensos ventanales, y
terraza. En su estacionamiento había una Toyota azul doble cabina, otra Toyota
azul grande, la Land Cruisser, un Peugeot Station verde con una casa rodante y
finalmente un Datsun Bluebird. Rápidamente bajaron las armas y en cinco minutos
estaban todas desplegadas en el piso de una de las habitaciones. Rato después,
fueron llegando los combatientes que debían pasar por la pieza a retirar sus
medios.
A las tres de la madrugada y
teniendo la confirmación de que todo estaba en regla, se entregaron los turnos
de las guardias. "Alonso" y "Milton" (Arnaldo Arenas Bejas)
fueron relevados de esa función ya que no podían estar en pie.
Arnaldo Arenas Bejas, "Milton"
"Alonso";
"Despertamos cerca del mediodía del sábado 30. Cuando abrí los ojos tuve
una agradable sensación: el dolor de cabeza y todos los malestares habían
desaparecido. A mi lado, Milton también despertaba. Sonrió y me dijo: "la
media voladita que nos pegamos". El resto de los hermanos nos miraron y
sonrieron. Fue lindo ese despertar. Cada uno con su "M" en silencio,
esperábamos. Nos duchamos y nos llevaron un contundente almuerzo, pero nadie
quería comer. Tamara cariñosamente nos dijo: "Niños, coman. Hay que estar
fuertes. Además Lili se los preparó con mucho amor". Dicho esto, vimos
aparecer a una compañera que muy sonriente nos dijo: "Yo soy la encargada
de que ustedes coman bien, y si no lo hacen, la Señora aquí presente me va a
regañar".
Lili era quien cumplía la misión
de ser la empleada de la casa, y que la "Señora" (Tamara) había
llevado de su propia casa para que la atendiera. Cumplía también el papel de
verse cortejada por don Marcelino, algo así como un mayordomo que tenía la
vivienda. Esa era la fachada que allí funcionaba a la perfección. A medida que
transcurrían las horas, todo el silencio se convertía en tensión. Los fusileros
comenzaban a elucubrar y la mayoría deseaba saber cuál era el motivo para que
cada uno tuviera un fusil M-l6 en sus manos y suficiente munición como para ir
a una guerra.
De pronto, cerca de las 16 horas
llegaron los jefes de grupo, "Jorge", "Ernesto”,
"Tamara" ,"Ramiro" y "Joaquín". Inmediatamente
todos se pusieron de pie y formaron una escuadra.
Mauricio Arenas Bejas, "Joaquín",uno de los jefes
de grupo
"Jorge" se presentó al
primer contingente y les dijo: "Soy Jorge y estoy a cargo de este
grupo". Los ordenó en la formación: "Milton",
"Javier", "David", "Alonso" y "Víctor".
Y prosiguió: "Ahora el comandante Ernesto nos planteará la misión".
En ese momento
"Ernesto" tomó la palabra: "Hermanos, ustedes forman parte de un
grupo especial de combate del FPMR con una misión encomendada por la Dirección
Nacional, que recoge el justo sentir de nuestro pueblo de hacer pagar con la vida
al tirano Pinochet estos largos 13 años de miseria, tortura y desaparecidos.
Será la Operación Siglo XX. Le haremos una emboscada de aniquilamiento".
"Alonso" recuerda;
"Desde ese momento fue como si ya no lo escuchara. Sólo sentí un nudo en
el estómago y los ojos se me llenaron de lágrimas. Y si yo hubiese mirado hacia
el resto de la formación, estoy seguro que a mis hermanos les ocurría lo mismo.
Cuando Ernesto terminó, ya sabíamos cuál era nuestra honrosa misión".
Ese día Pinochet ya había subido
y descansaba en El Melocotón. En tanto, los jefes se retiraron para entregarle
la misión a los otros grupos en sus respectivas habitaciones.
"Jorge" se quedó:
"Bien, hermanos, nuestra misión específica es ser el grupo de choque, es
decir, parar la comitiva del Tirano bloqueando el camino con una casa rodante,
posterior al paso de los motoristas. En esa casa rodante estará Milton
acompañado de Javier, debidamente enmascarado y disfrazado de Javiera. Ellos
serán una pareja que observa el paisaje. A la orden de Jorge, Milton cruzará la
casa rodante, luego de lo cual Jorge, en medio de la ruta y con su LAW
desplegado, abrirá fuego sobre el primer auto de la comitiva e inmediatamente,
ante cualquier resistencia, el resto de los compás: Milton, David y Javier,
dispararan contra el primer auto. Abren fuego inmediatamente que vean a Jorge
con el LAW para cubrirlo. Darío estará en una pequeña altura al frente del
Mirador en la ladera del cerro con su LAW también desplegado y su ‘M' listo.
Apuntará también sobre el primer auto, si aún no es destruido. Alonso conducirá
la Toyota Land Cruisser y después de dejar a los combatientes en el Mirador,
regresará unos ochenta metros y en un terraplén que allí hay, se estacionará.
Su misión, además, es interceptar al primer motorista. Debe abrir fuego siempre
y cuando haya comenzado el combate principal. Si actúa a destiempo, el
motorista puede alcanzar a avisar. Si es preciso que el motorista se pase, lo
deja. Eso puede traernos complicaciones, pero si cumplimos el objetivo, ya nada
importará. Víctor estará estacionado en el terraplén. Da cuenta del segundo
motorista. La distancia entre esos dos es de treinta a cuarenta metros.
Resumen: los encargados de los vehículos de retirada garantizan la retaguardia
del resto del grupo de choque".
"Jorge" hablaba
tranquilo, transmitiéndoles a todos una inmensa seguridad. Ya cada grupo había
recibido sus misiones específicas. Todas las dudas fueron expuestas y recibidas
las debidas respuestas. Luego los jefes salieron a esperar la señal de que Pinochet
bajaba. Cada uno de los combatientes, en silencio, recién comenzaba a tomar
real conciencia de la importancia de la misión que se les encomendaba.
Héctor Maturana Urzúa era el más
joven del grupo, con tan solo 17 años. El era "Javier"; "Cuando
nos avisaron que era el ajusticiamiento al tirano me relajé y pensé en mi
familia y en las personas que yo quería y con las cuales ya tantas veces
habíamos hablado sobre el tema. Cuando se habló de una emboscada pensé que era
algo que estaba más a nuestro alcance".
Héctor Maturana Urzúa era "Javier"
En la primera habitación,
"Milton" se tendió sobre la cama, "Javier" se tendió en el
piso alfombrado, "David" se sentó en una silla en una esquina de la
pieza, "Víctor" apoyó su espalda en la pared y "Alonso" se
sentó en el piso apoyando la espalda en la cama. Los minutos se hacían
interminables. Dieron las 18.30, las 18.45 y no había señal. Hasta que tuvieron
la certeza de que Pinochet no bajaría.
"Alonso"; "Recién
ahí bajó un poco la presión y pudimos reírnos al ver a Javier como Javiera. La
música volvió a la casa y pronto hizo hambre. Cada grupo seguía en sus
habitaciones y hasta ahí llegó Lili con una rica comida y con bebidas. Mientras
comíamos, nos lanzábamos algunas tallas, digamos, un tanto macabras para cualquier
mortal. Salió la de la última cena con el "¿Seré yo, Señor?", otras
como "¿A quién le piace un allegretto?", o la de Javier; "Si
quedo tirado, favor de sacarme el rimel". Se rieron de mi corbata negra y
delgadita de los años cincuenta (recuerdo de mi padre). También recuerdo que
nos molestaban las yemas de los dedos porque nos habíamos puesto la
"Gotita" que servía para no dejar ninguna huella".
Después de la comida se dieron
las indicaciones sobre las guardias. "Alonso" fue designado de dos a
tres de la madrugada, así es que se acomodó para dormir; "A decir verdad,
traté de dormir, pero se agolpaban en mi mente millones de cosas hechas y por
hacer. Comenzaron los recuerdos, los inicios en el Frente, los hermanos caídos,
mi padre desaparecido, el sufrimiento de mi madre y hermanas, mi hijo, inocente
testigo de tantos sacrificios como los hijos de mis hermanos que trataban de
conciliar el sueño junto a mí. A las dos fui despertado. Tomé el fusil y
acomodé en una sobaquera un 38 especial que me entregó el compañero saliente de
guardia. La casa estaba silenciosa. Cerca de las tres de la mañana vi una luz
roja que pasó en silencio por fuera de la casa. Rápidamente otra y otra. Conté
cuatro o cinco. Pensé: "La comitiva". Y me contesté que no podía ser,
pero mis temores se ratificaron a media mañana".
La levantada fue temprano. Ahí se
entregó como única novedad lo que "Alonso" había visto cerca de las
3.00 AM. Al mediodía ya estaba claro lo que había ocurrido. Esa madrugada había
muerto el ex presidente Jorge Alessandri y Pinochet debió bajar a una hora
desacostumbrada para asistir a los funerales. La operación debería postergarse
para el siguiente fin de semana.
El problema que ahora se
presentaba era la forma de mantener un grupo tan numeroso de personas sin levantar
sospechas en los vecinos de la casa. Una ingeniosa estrategia no tardó en
aparecer; "Nos anunciaron que al otro día saldríamos temprano, y que
lleváramos cruces y biblias porque íbamos a convertirnos en Schoenstatianos.
Los jefes nos citaron a las 7 de la tarde a las puertas del Pueblito del Parque
O'Higgins", dice "Alonso" pensando en la escena.
Efectivamente, ante el riesgo de
mantener al contingente acuartelado en la Casa de Piedra, el "comandante
Ernesto", ante la propuesta de "Alejandro", quien había sido
seminarista de la congregación de Schoenstatt, decidió que a contar del lunes
por la noche los fusileros serían un grupo de fervorosos aspirantes a
religiosos ubicados en la Hostería Carrió, cercana a San Alfonso.
Las instrucciones fueron impartidas;
deberían evacuar la casa por grupos, agachados en los vehículos, temprano en la
mañana del día lunes 1 de septiembre. Volverían a Santiago por ropa deportiva
acorde a un retiro espiritual y deberían traer una Biblia, crucifijos y póster
religiosos. Se reencontrarían a las 19 horas en el paradero de los buses al
Cajón del Maipo, en una de las entradas del Parque O'Higgins.
Puntualmente todos los
combatientes volvieron a reunirse durante la tarde, cada uno con su Biblia y un
bolso, en ese paradero. "Ramiro" y "Joaquín" los esperaban.
Cuando llegaron a la Hostería los
esperaba el compañero-hermano "Jorge" con las reservaciones hechas.
Se acomodaron de a dos por habitación y bajaron a comer. Ya en una larga mesa
dispuesta para los jóvenes seminaristas y cuando algunos ya tenían el servicio
en las manos, un fuerte carraspeo de "Alejandro", que se encontraba
de pie, llamó la atención de todos. Comenzó a hablar con voz solemne y pausada:
"Hermanos, pongámonos de pie y demos gracias al Señor". Todos se
miraron, y se insinuaron algunas risas, pero al ver el recogimiento de
"Alejandro" y al dueño de la Hostería que observaba atentamente ese
cuadro, la habitación se lleno de una gran seriedad. Pese a ello constantemente
los jefes debían llamar a los "seminaristas" al orden, sobre todo por
el vocabulario que empleaban.
"Alonso" reconoce;
"Muchos podrán pensar en la falta de respeto que cometíamos, pero a decir
verdad nos compenetrábamos en nuestro papel, ya que de eso dependía la
secretividad de la misión y lo hacíamos con un profundo respeto. Compartí
habitación con Milton y nos pusimos a colgar los pósters que llevábamos cada
uno en la cabecera. Esa noche fría en los faldeos cordilleranos nos hizo
retroceder hasta la época de la Independencia. Era de nuevo Manuel Rodríguez,
disfrazado de Franciscano, durmiendo cerca de la casa del tirano Marcó del
Pont. Soñamos con los Húsares de la Muerte, tropa fiel de Manuel
Rodríguez".
La mañana del martes 2, a pesar
de ser fría, trajo consigo un sol maravilloso. Luego del aseo personal el grupo
bajo a desayunar. Nuevamente, "Alejandro" hizo dar gracias por el pan
de cada día. La ceremonia fue mucho más expedita y más real que el día
anterior. Ya todos habían asumido su papel. O al menos eso pensaban, ya que
hubo un momento en que, a media mañana, los fusileros descubrieron que en el
subsuelo de la Hostería había una mesa de pool. En un abrir y cerrar de ojos
todos estaban en parejas jugando, y el lugar se llenó con humo de cigarrillos y
fuertes risas. Por supuesto el lenguaje era acorde a una salón de pool.
Transcurridas algunas mesas, dos de ellos subieron a buscar refrescos y cuando
regresaron informaron que desde el primer piso se escuchaba todo y lo que menos
se podía pensar era que allí hubiese seminaristas en retiro espiritual. Ahí se
acabó el juego. "De allí en adelante salíamos al patio a tomar el sol y
leer la Biblia, concientes de que cualquier pequeño error nos podía hacer
fracasar en nuestra misión, ya que sabíamos que constantemente la CNI chequeaba
los alrededores", explica "Alonso". Y no se equivocaba.
"El día miércoles al
mediodía -continúa "Alonso"- llegó una pareja a hospedarse.
Almorzaron en una mesa contigua a la nuestra. Observaron nuestro ritual del
almuerzo y posteriormente intentaron sonreír con nuestro juego de adivinar
películas que realizamos en el patio de la Hostería. Cerca de la hora de once
subí al baño del segundo piso y al salir me encontré a boca de jarro con el
tipo que nos había estado observando. Muy amablemente me metió conversa. En la
práctica me interrogaba. De qué grupo religioso éramos. Cuál era nuestra fe. Si
nos había salido muy caro el hospedaje. Con toda la tranquilidad y seguridad
que pude sacar respondí, también amablemente, a sus preguntas. Ahí me di cuenta
de que manejaba bien la leyenda, para finalmente dejarlo invitado a nuestro
Santuario del paradero 14 de Vicuña Mackenna, hacia la cordillera. El tipo
entró al baño y bajé. Discretamente le informé a Ramiro".
Por las dudas y como precaución
la orden fue evacuar antes de lo previsto la Hostería. El jueves 4 por la
mañana, "Ramiro" bajó a la casa de La Obra para preparar el regreso.
Volvió a la hora de almuerzo. Deberían estar en Las Vertientes -unos kilómetros
antes de la casa- a las 19 horas. Allí los esperarían dos vehículos. Debido a
las protestas que se desarrollaban desde el día anterior José González, hijo
del dueño de la Hostería, se ofreció a llevar al grupo hasta Las Vertientes.
Allí fueron recogidos por César Bunster y llevados a la casa de La Obra.
"Alonso"; "Ya
estábamos de nuevo al lado de nuestros fusiles, más convencidos aún, más
grandes aún. La espera no había sido en vano. Sabíamos que lo que haríamos
podía cambiar la historia de nuestro país y estábamos dispuestos a afrontar la
responsabilidad. Escuchábamos las noticias del Paro. En algunas poblaciones se
combatía fieramente y eso nos daba mayor coraje".
Amaneció, vino el desayuno y
alguno que otro juego para relajar los nervios. Se organizaron torneos de ping
pong, "gallitos" ínter-grupos, y olimpíadas de ajedrez, mientras otros
preparaban empanadas de horno. Sin dejar de estar alertas, la casa bullía de
alegría silenciosa, mientras don Marcelino arreglaba los inmensos jardines,
refunfuñando por la forma en que la "Señora" se lo había ordenado.
"Tamara", muy enérgica, lo controlaba cada cierto rato, con un gran
dejo de pena interior, por lo que algunos le escuchaban decir: "Pobrecito,
Marcelino".
Esta no sería su única pena
interna, pues la Dirección del FPMR había decidido que "Tamara" ya no
combatiría físicamente con el resto, pues se le había encomendado
responsabilizarse de todos los aseguramientos post "Operación Siglo
XX"; comunicaciones, casas de seguridad, clínica en caso de heridos,
documentación, etc. Disciplinadamente, pero muy a su pesar, le había entregado
el mando del Grupo de Asalto Nº 2 a Julio Guerra Olivares, "Guido".
Julio Guerra Olivares, "Guido"
Pero las anécdotas no paraban de
sucederse. Uno de los combatientes recuerda; "El día sábado 6, don
Marcelino tendría permiso dos días. Se alegró muchísimo y antes de irse hizo un
amarre con nuestra Lili para ir al cine el domingo a la Vermouth. Más contento
aún se fue. Eso para nosotros significaba un problema menos. De pronto, el
teléfono. Tamara contesta, vuelve y nos dice que viene en camino Lorenzo, el
dueño de la casa. Nos da las instrucciones, en caso de que él descubra algo nos
veremos obligados a reducirlo y maniatarlo. Todo queda claro y nos concentramos
en dos habitaciones. El resto estará todo abierto. La visita transcurre normal.
En el living comparten un aperitivo, luego salen la "Señora"
(Tamara), su marido (César) y Lorenzo. Se sientan al borde de la piscina a
conversar. Tamara explica el por qué de la piscina seca. Señala la intención de
pintarla, mientras nosotros debíamos luchar por aguantar la risa. El papel de
joven matrimonio, el trato entre ellos, tan amorociento, no dejaba de causarnos
risa, a pesar de que estábamos tensamente alertas. A medida de que transcurría
el diálogo, la tensión bajaba, ya que todo dejaba ver que se iría pronto. Se le
invita a almorzar - no lo queríamos creer - ya que vendrían más invitados.
"No gracias. Los dejo solos para que atiendan a sus amigos". ¡Uf'!
¡Que alivio, ya se fue!".
Una nueva situación de tensión se
vivió durante el almuerzo, cuando repentinamente el grupo de jefes irrumpió al
unísono en cada habitación con un: "¡Ya viene!". Solo tardaron dos
minutos en tener todo listo y estar en perfecta formación esperando la orden de
salida. Entró "Ernesto" y aclaró que todo había sido un simulacro y
que podían continuar en calma. Pero el almuerzo ya no sabía lo mismo. La tarde
continuó lenta y a las 19.00 se tuvo la certeza de que el domingo sería el día.
Ese domingo 7 de septiembre
amaneció despejado, augurando la llegada de la primavera. Los combatientes
apenas habían almorzado, pues el alto nivel de adrenalina les había inhibido el
apetito. Desde ese momento solo restaba esperar. En unas pocas horas las vidas
de todos ellos cambiarían para siempre. Ya nadie estaba para bromas. Todo era
concentración. Todo estaba previsto. Cada combatiente conocía incluso el lugar
físico en donde se ubicaría -había sido revisado la noche anterior en un
pequeño paseo a la cuesta misma-, ya "Javier" había vuelto a ser
"Javiera", esta vez con mayor dedicación que la semana anterior.
Todos los detalles se habían pulido casi hasta la perfección.
"Alonso" recuerda;
"Jorge nos hizo salir y formarnos en el largo pasillo de la casa. Cada uno
de los Jefes hizo lo mismo con sus grupos. Formamos una larga línea en posición
firmes, y cada uno con su fusil en sus manos quedamos de frente a Ernesto y
Tamara. El silencio se hizo y Tamara echó a andar una grabadora;
"Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su futuro. Superarán otros
hombres este momento gris y amargo". Allende nos hablaba; ya no era el
nudo en el estómago ni las lágrimas nublando nuestros ojos. ¡Mierda, Pinochet,
hijo de puta! Cuánto dolor y sentí cómo nos corrían las lágrimas por nuestras
mejillas. Apostamos firme nuestros fusiles contra nuestros pechos. Quisimos
gritar ¡Milicos traidores!. Gritábamos en nuestros corazones y Ernesto, con
emoción contenida: "Hermanos: somos esos otros hombres de los cuales habló
Allende. Ya no es sólo el metal tranquilo de su voz sino también el metal de
las nuestras. Si es preciso morir por terminar con el tirano, ¡Adelante! La
historia cambiará y será ella la que sitúe la gesta de Allende y nuestra acción
de Patria Nueva en el sitial de honor que corresponde".
El sonido del teléfono cerca de
las 18:15 cortó el aire de tensa espera en la Casa de Piedra. La ciudadana
suiza Isabel Mayoraz alertaba al "comandante Ernesto" que la comitiva
del general Pinochet pasaba por San José de Maipo en dirección a Santiago.
Desde la ventana del segundo piso de la Hostería "Inesita" tuvo la
vista perfecta para cerciorarse de que estaba en lo correcto. -¡Vamos!- gritó
el comandante.
"Marcos al igual que otros
agarró el bolso repleto con los fusiles, otro una bolsa de supermercado
conteniendo granadas", señala "Alonso". "Tamara estaba en
la puerta deseándonos suerte".
"Mientras abordábamos los
vehículos, pude ver a la Lily llevándose las ollas donde cocinó para nosotros
durante esas semanas", cuenta Fabiola. La vio alejarse junto a
"Tamara". "Las dos lloraban a moco tendido", recuerda.
Hubo un tiempo preciso para tomar
ubicaciones. "Ernesto" recalcó: "Dos motos, cinco autos, ya
salió el grupo de Joaquín". "Ramiro", de mayor experiencia que
"Alonso" le ofreció chicle y le preguntó cómo estaba. -Bien- atinó a
decir.
El primer vehículo en salir de la
parcela fue la camioneta Toyota Hilux del Grupo de Retaguardia, conducida por
"Joaquín", seguida por el jeep Land Cruiser conducido por
"Alonso", en que iba el grupo de asalto N° l y el "comandante
Ernesto". Luego el Nissan Bluebird beige, conducido por
"Víctor", del grupo de asalto N° 2 y finalmente el Peugeot Station
con la casa rodante conducido por "Milton", que haciendo un mal
cálculo golpeó una hoja del portón, hasta que maniobrando pudo salir
correctamente.
Por la mente de
"Alonso" desfilaban las ideas; "Yo pensaba como todos:
"Aquí vamos". Me imaginaba cómo serían los famosos comandos, y
recordaba al Tirano, su cara, y me concentraba aún más. Recordé los compromisos
que habíamos hecho; si estas gravemente herido y puedes mantenerte, yo te saco,
nadie de nosotros quedará ahí tirado con vida, no permitiremos que se ensañen
con nuestros heridos. No olviden los pitazos de retirada. Del lugar mismo
estábamos a menos de un minuto".
"Fabiola", la única
mujer del grupo, viajaba en silencio; "Cuando uno espera algo que desea
mucho, pero que de alguna manera no quiere que ocurra, porque sabe que en ello
se le va la vida, se produce una contradicción compleja. Sólo el compromiso
político-ideológico y la confianza en nosotros mismos, nos permitió superar esa
contradicción. La tarde de aquel domingo, sabíamos que cuando llegáramos a ese
lugar ya no habría vuelta atrás".
"Alonso";
"Llegamos a la zona del Mirador y todos comenzaron a subir el cerro, cada
uno con sus bolsos deportivos, a su posición establecida. Vire en U y vi venir
a Milton junto a Javier-Javiera. Me saludaron. En la casa rodante iba Jorge con
David. Mientras di la vuelta, vi que ambos se bajaron, Milton continuó y el
resto de mis compañeros se perdieron en la ladera del cerro. Salí de la ruta,
me bajé y subí al terraplén de una antigua línea férrea. Cerca había una
iglesia evangélica en la que se podía oír que estaban en asamblea. Ya en
nuestras posiciones Marcos fue dejando los fusiles de cada uno en fila y detrás
de él otro compañero iba poniendo en el piso las granadas de mano que traía en
la bolsa".
La "Operación Siglo
XX", tendría su punto culmine aquella tarde de septiembre de 1986, en la
cuesta Las Achupallas, en el Cajón del Maipo. Cuatro grupos de frentistas
perfectamente distribuidos en las laderas de los cerros circundantes a la
carretera se aprestaban a disparar sobre la comitiva de Augusto Pinochet.
El primer grupo denominado de
"Contención y Choque", tenia como misión bloquear el avance de la
comitiva y estaba a cargo de Rodrigo Rodríguez Otero, "Jorge",
acompañado de Arnaldo Arenas Bejas, "Milton", Héctor Maturana Urzúa,
"Javier", y Cristian Acevedo Mardones, "David".
El segundo grupo era el
"Grupo de Asalto Nº 1", y su misión era disparar sobre la comitiva.
Era comandado por Julio Guerra Olivares, "Guido", secundado por
Adriana Mendoza Candia, "Fabiola", Lenin Peralta Véliz,
"Oscar", y otros dos frentistas; "Juan" y
"Rodrigo".
El tercer grupo también era de
"Asalto"; estaba a cargo de Mauricio Hernández Norambuena,
"Ramiro", y lo conformaban además Jorge Angulo González,
"Pedro", Alexis Soto Pastrián, "Marcos", y otro militante
identificado solo como "Fabián".
El último contingente se denominó
"Grupo de Retaguardia" y estaba a cargo de Mauricio Arenas Bejas,
"Joaquín", secundado por Juan Ordenes Narváez, "Daniel", Juan
Moreno Ávila, "Sacha", y un frentista de nombre político
"Alejandro".
El "comandante Ernesto"
se ubicó unos metros sobre los dos grupos de asalto, portando un fusil M16, y
un lanzacohetes Low, en tanto, los conductores de los vehículos; Víctor Díaz
Caro, "Alonso", y Héctor Figueroa Gómez, "Víctor",
actuarían en las inmediaciones del lugar.
"Fabiola"; "Cada
combatiente tenía un fusil M-16 con varios cargadores, granadas caseras de
amongelatina con abundantes esquirlas, además de lanzacohetes Low. Nos vestimos
con ropa de calle y buzos encima para no ensuciarnos en el lugar. La idea -en
el remoto caso que alguien sobreviviera- era romper el cerco y lograr la
normalidad en las calles de Santiago. Partíamos de la base que la escolta de
Pinochet, compuesta por fuerzas de élite ofrecería una resistencia férrea. Para
sorpresa nuestra, todo fue muy diferente".
"Javier", quien se
encontraba vestido de mujer, recuerda; "En mi disfraz improvisado guardaba
mis cargadores de treinta tiros y mi fusil listo para comenzar. Mi misión era
atacar la comitiva por la derecha, al lado del mirador, ya no había nervios,
sólo quedaba enfrentar y asumir".
A las 18.30 hrs. de esa tarde el
grupo de "Contención", "Retaguardia", más los dos de asalto
ya estaban en sus posiciones. "Alonso" se parapetó al igual que los
demás miembros de los dos grupos de asalto; "De pronto abajo, a lo lejos
se ven unas balizas, y pensé ¡Cresta la primera moto!. Tomamos posiciones.
Víctor corre con su fusil SIG. Yo tengo mi M-16, apuntamos a la primera moto.
Jorge se para en medio de la calle. Detrás de él Milton cruza la Peugeot con la
casa rodante. Jorge apunta su LAW al primer vehículo escolta y su memoria
auditiva registra un instante que la da la orden de apretar el disparador. Más
de veinticinco M-16, manipulados a una sola orden. ¡¡¡Tac!!!, y Jorge solo
frente al mundo con un lanzacohetes que no funciona, vuelve a apretar el
disparador. Ya no hay tiempo. Milton y Javier lo cubren disparando sus fusiles.
Yo tengo en la mira al primer motorista, pero no escuchaba los disparos. Ya
casi frente a mi, ya yéndose, empiezo los tiros, apunto más adelante, yo
disparo, él acelera, lo veo que zigzaguea, Víctor me grita que se le trabó el
fusil. Corro un poco, apunto, disparo, son cuarenta o cincuenta metros y veo que
el segundo motorista se sale de la ruta, entrando con moto y todo en un pequeño
restaurante ubicado a un costado de la calle. Atrás todo es tiros y explosiones
y nadie del enemigo combate".
Infografía del atentado
El primer automóvil de la
comitiva, un Chevrolet Opala conducido por el sargento Luis Córdova se detuvo
con el chofer muerto en su interior. El Mercedes Benz donde viajaba Pinochet y
que seguía al Opala inició el retroceso.
"Rodrigo", integrante
del segundo grupo de asalto, apuntó su fusil al vehículo que escapaba;
"Cuando lo rafagueo, el tipo por la puerta lateral respondió, vacié el
primer cargador y volvió a responder, obligándome a correrme un poco. De reojo
podía ver algo como se desarrollaba el combate. Una de las cosas que más me extrañó
fue ver a Ernesto y Ramiro disparando de pié, lo que me dio confianza para
arrodillarme", señala.
Uno de los cohetes, lanzado por
"Ramiro" golpeó en el techo de otro vehículo y lo partió como un
abrelatas. En tanto, el jefe de la escolta presidencial, Roberto Mc Lean, se
arrojó hacia el precipicio, mientras las balas y las granadas caseras seguian
cayendo como lluvia.
"Alonso" escribiría dos
años más tarde; "Todos se desahogan. Se insulta a los "mejores"
como nunca los habían insultado. Mientras toma su M-16, Milton ya se cansó de
putearles la madre. Jorge los putea más aún y los conmina a rendirse. Desde
arriba, un compañero nuestro cree que los escoltas nos hablan de rendición y
grita "Nunca, maricón". Se derrumban los Cobras, los Manchados, los
cintas negras, los boinas de todos colores. Allí estábamos de igual a igual,
nosotros, combatientes del pueblo, armados no sólo con fusiles sino con
conciencia revolucionaria, y ellos, los profesionales de la guerra, los
acostumbrados a torturar a chilenos desarmados, los buenos para apretar el
gatillo siempre y cuando del otro lado no les apuntaran, cagados de miedo, y
apendejados hasta lo último".
"Javier" confirma;
"De pronto mi jefe me grita "Javier!!, se están tirando por el
barranco!!, corre a cubrir el flanco derecho!!!. Salté la baranda del mirador,
caí en las zarzamoras, trepé por ellas tratando de hacer puntería en los
soldados que se rajaban del combate. No vendrían de vuelta, eso era seguro
pensé, así que volví a la carretera".
Cuando esto ocurría, el grupo de
Retaguardia abrió fuego contra un vehículo de carabineros que controlaba el
flujo vehicular y que, al oír los primeros disparos, se dirigió hacia los
hechos. Los dos carabineros quedaron heridos. "Joaquín", líder del
grupo de retaguardia, vio maniobrar al último vehículo de la comitiva y disparó
su LAW. El cohete dio en el techo, a un costado del vehículo, sólo hundiendo el
blindaje del Mercedes. El segundo cohete no salió.
Inmediatamente ordenó al resto
del grupo bajar a la carretera y descargan sus fusiles sobre el vehículo. Le
metieron algunas granadas que estallaron remeciéndolo apenas. Una de las
detonaciones levantó a "Joaquín" haciéndolo caer sobre el Mercedes en
el que viajaba Pinochet. Este golpeó a la camioneta del "Grupo de Retaguardia"
que le cerraba el paso y girando en U logró escapar raudamente.
El automóvil de Pinochet enfiló
desesperadamente de vuelta al Melocotón. El combate había terminado. A las
18.41 hrs. de esa tarde, el "comandante Ernesto" haciendo sonar un
silbato, dio la señal que indicaba la retirada del grupo.
Fabiola; "Recuerdo el
momento previo a la retirada cuando el comandante Ernesto nos ordenó no rematar
a los escoltas heridos. Era un soldado con un profundo sentido del honor
militar, incapaz de asesinar a alguien indefenso".
La "Operación Siglo XX"
costaría la vida de cuatro escoltas presidenciales, pero no conseguiría su
objetivo principal: acabar con la vida de Pinochet, quien milagrosamente
escaparía ileso.
"Alonso"; "Hasta
ese momento solo el grupo de Joaquín sabía que un vehículo se había ido. Todos
los demás creíamos haber cumplido con éxito la misión. Subimos todos a los
vehículos y salimos en caravana".
El escape, según la
reconstitución de los hechos
Los frentistas, simulando ser
agentes de la CNI que evacuaban heridos y ayudados por la ineficiencia de los
controles policiales, lograron escapar rumbo a Santiago sin ninguna baja en sus
filas.
Sobre la huida,
"Alonso" describe; "Pusimos balizas sobre el techo, una sirena
policial y los fusiles con sus cañones afuera. Los minutos eran eternos. Tres,
cuatro, cinco o seis, no recuerdo. Íbamos a ciento cuarenta, o ciento cincuenta
kilómetros por hora. Nos aproximamos al Retén de Las Vizcachas, a sabiendas de
que el primer motorista ya los había alertado. Cada uno de nosotros, conciente
del nuevo combate que se nos venía, como podía recargaba sus armas. Los pacos
tenían la barrera metálica atravesada en el camino y vestidos con casco de
acero, chalecos antibalas, y con sacos de arena formando trincheras. Pude ver
al motorista que se pasó. De repente un paco corrió y levantaron la barrera,
nos saludaron, y pasamos a toda velocidad. No lo queríamos creer. El engaño
funcionó. En el camino nos cruzamos con los radiopatrullas, los autos de la
CNI, del GOPE, y algunos se detenían, obligados, a la vera del camino para
abrirnos paso. Nosotros seguíamos contando kilómetros y vehículos con sirena,
eran más de treinta. Había que salir de ese camino y sólo se podía por una
calle de tierra que daba al 24 o 25 de Vicuña Mackenna. Entré a toda velocidad
a una bencinera ubicada allí, buscando la salida a la calle lateral, por donde
habían doblado mis compañeros. Al cabo de unos minutos ya estacionaba la
camioneta en el 25 de Vicuña. Todos se bajaron. Ramiro se quedó conmigo, al
último. Cerramos y saqué la Biblia con un póster de Jesucristo que me había
acompañado durante la semana. De ahí nos fuimos rumbo a nuestras casas. Demás
está decir lo que sentimos esa noche, al ver al tirano por televisión".
Pinochet minutos después del ataque
Una Nueva Falla
La emisión normal de TVN fue
interrumpida. Por breves segundos salió al aire un insólito mensaje que no fue
entendido por la mayoría de los chilenos, que al anochecer seguían impactados
los pormenores de lo ocurrido aquel domingo 7 de septiembre de 1986.
-Cítase al club deportivo
Papillón a su sede- repitió una voz en off en dos ocasiones consecutivas.
El llamado fue comprendido por
los temidos comandos "Cobra" del ejército, quienes rompieron sus
rutinas y se trasladaron de cualquier forma hasta la residencia presidencial
del Melocotón. Eran aproximadamente las 19 hrs. y Augusto Pinochet estaba
inquieto tratando de explicarse lo que había pasado 20 minutos antes.
En España, el folclorista chileno
Patricio Manns daba a conocer lo sucedido a las agencias internacionales de
noticias. Actuando como vocero del FPMR informó que ese movimiento había
atentado contra el entonces Comandante en Jefe del Ejército con el fin de darle
muerte.
Entretanto los autores de la
emboscada descendían velozmente hacia Santiago. Viajaban a bordo de vehículos
semejantes a los que usaban las fuerzas de seguridad, con balizas en
movimiento, y las armas en ristre. Por ello habían logrado hábilmente burlar
las barreras de seguridad y escapar. Llegando a La Florida, cambiaron las ropas,
ocultaron los fusiles y uno a uno fueron descendiendo de los vehículos en fuga
para dirigirse a casas de seguridad previamente establecidas. La
"Operación Siglo XX", cuidadosamente urdida por la cúpula del FPMR,
había fracasado.
Esa tarde, casi la totalidad de
la Dirección Nacional del FPMR se encontraba acuartelada en una casa cercana a
avenida Cristóbal Colón con Manquehue, en plena comuna de Las Condes. La
mayoría de los dirigentes reunidos allí nada sabían de la operación del Cajón
del Maipo. Sabían que algo importante estaba en marcha, por algo estaban ahí,
pero pocos conocían la razón exacta. "José Miguel", su líder máximo,
había optado por restringir el secreto para evitar filtraciones.
El misterio comenzó a develarse
cerca de las ocho de la noche, cuando un extra de Televisión Nacional
interrumpió la transmisión habitual para dar la noticia. Pinochet y su comitiva
habían sido víctimas de un "ataque terrorista".
Luego de conocido el desenlace,
en esa casa de acuartelamiento el ambiente era lo más parecido a un funeral,
como relataría un testigo. José Miguel apenas hablaba, Daniel Huerta, Arturo,
Aurelio, Benito y otros comandantes comentaban entre ellos lo sucedido. Solo
Aureliano, conocido por todos como "Bigote" se atrevió a maldecir en
voz alta. Estaba furioso, sobre todo al momento en que Pinochet apareció en
televisión desmintiendo su muerte.
- Conchadesumadre, yo debí haber
estado ahí, a mi el viejo no se me escapa, gritó Bigote frente a la imagen de
Pinochet .
En Harare, Zimbabwe, Fidel Castro
finalizaba su participación en la XIII Cumbre de Países No Alineados. De
regreso a Cuba, hizo una corta escala en Belgrado, Yugoslavia. El escritor
cubano Norberto Fuentes, quien viajaba con el comandante en jefe, recuerda que
el día 8 la comitiva se hospedaba en una elegante residencia oficial;
"Fidel estaba en el segundo piso, conversando con el viceministro Pascual
Martínez. Se abrió la puerta y entró el ministro José Abrantes, quien se acercó
y le dijo: ‘Comandante, falló la emboscada a Pinochet'. Fidel lo escuchó en
silencio y rápidamente se levantó, para ir con Abrantes a un despacho
vecino".
Por entonces miembro del entorno
más cercano de Castro, Norberto Fuentes afirma que en los días previos a esa
escena Castro "estaba obsesionado con matar a Pinochet. Lo repetía y
repetía sin parar. Era un tema que se conversaba mucho en los círculos de
inteligencia cubanos".
Ahora, durante esa estancia en
Belgrado, el hombre más poderoso de Cuba acababa de enterarse que el FPMR no
había logrado acabar con Pinochet, pese a que La Habana había apoyado el plan
con armas y entrenamiento, además de llevar un fino registro de la preparación
de la emboscada.
Rápidamente, la indignación
cundió en el gobierno de la isla y en sus organismos de seguridad, donde todas
las críticas apuntaron a la "incompetencia" con que se hizo la
emboscada de aniquilamiento contra "el tirano chileno". Una
apreciación que varios frentistas tuvieron que aceptar.
A juicio de Lázaro Betancourt, el
mejor ejemplo de la molestia por el fracaso del atentado es que, luego de
ocurrido, no volvió a ver chilenos en los centros guerrilleros cubanos. "A
contar de 1987 desaparecieron", cuenta. Y agrega; "Inexplicablemente,
a ultimo momento usaron cohetes Low norteamericanos, pese a que disponían de
lanzacohetes rusos RPG7, con los cuales habían realizado todo el entrenamiento,
los que habrían destrozado el auto de Pinochet. Lo peor es que los RPG7 fueron
encontrados intactos por la represión chilena escondidos en cuevas. El otro
error de los chilenos fue empezar el atentado con fusilería y rematarlo con
explosivos, cuando debió haber sido al revés".
La CIA coincide en la apreciación
de Betancourt. En un informe desclasificado de abril de 1988 se consigna:
"El intento de asesinato a Pinochet fracasó porque muchos de los miembros
del FPMR que participaron en el ataque usaban por primera vez los fusiles M-16.
Otra razón del fracaso es que se utilizaron fusiles como primera fuerza de
ataque, en vez de explosivos y lanzacohetes".
Los cubanos no olvidarían la
derrota del FPMR. En 1996, durante un curso de explosivos en la base Punto Cero
los instructores cubanos mostraron un video sobre el atentado a Pinochet, como
parte del curso. Entre los asistentes estaba Lázaro Betancourt. "Lo
mostraban como el mejor ejemplo de un atentado mal hecho", relata el ex
oficial cubano. La cinta incluía una edición de los especiales de prensa
realizados en Chile sobre el tema.
La fallida emboscada también
produciría profundas molestias dentro de los altos mandos del PC chileno. Luis
Corvalán escribió años más tarde; "La posibilidad de que no explotaran dos
de los cuatro cohetes es cosa que debía haber entrado en los cálculos. No se
tuvo en cuenta que eso pudiera acontecer. Más aún, no se previó la vuelta en
180 grados que hizo el chofer del vehículo de Pinochet y, por lo mismo, no se
cubrió la retirada, no se apostó gente para salirle al paso cuando regresaba a
El Melocotón. Esto quiere decir que la jefatura militar no estuvo plenamente a
la altura de la empresa que acometía. Con todo, la responsabilidad principal
está en la dirección política. En primer y último término, en dicha dirección
todo debió preverse. Ello exigía de su parte conocimientos militares de los
cuales carecía".
José Valenzuela Levi, el hombre a
cargo de la emboscada en el Cajón del Maipo, era uno de los más preparados
combatientes del FPMR entrenados en Cuba. Por eso, hasta hoy algunos ex
compañeros de armas se preguntan cómo pudieron cometerse tantos errores durante
la operación, como desobedecer la orden expresa del PC de que militantes sin
formación militar no participaran. "Se invitó a gente que no debía haber
estado", señala un ex dirigente comunista.
Un ex frentista que se formó con
Valenzuela Levi en la Escuela Militar de Bulgaria afirma que la negligencia fue
de un equipo de apoyo que no entregó los RPG-7 en estado operativo para la
emboscada. El LAW era más moderno, pero requería una más prolija mantención que
el RPG-7. Unido al mal cálculo de las ojivas necesarias para batir con
seguridad un objetivo, el mal estado de los LAW hizo que un impacto directo al
coche de Pinochet no explotara.
Hubo también una deficiente
planificación para bloquear la huida del vehículo presidencial, lo que incluso
sorprendió a Pinochet: en su retirada, el general se persignó antes de cruzar
cada uno de los tres puentes que lo separaban de El Melocotón. "No podía
creer que un atentado de esa magnitud no hubiese estado preparado con todo, es
decir, con la posibilidad de que retrocediera y, por tanto, que hubiese gente
esperándolo para rematarlo, o que hiciera detonar una bomba", contó en
1992 un amigo del ex gobernante a la revista Qué Pasa.
Según un ex fusilero frentista,
Valenzuela Levi había planificado minar con explosivo plástico T4 -de origen
checo- uno de los puentes, que sería accionado a distancia en caso de que
Pinochet huyera. "Pero las cargas no se pusieron por falta de
tiempo". De haber sido así, el auto presidencial literalmente habría
volado por los aires.
Según el Fiscal Fernando Torres
Silva, quien investigó el caso, hubieron muchos aspectos difíciles de creer:
"Él (Pinochet) pensó que ahí moría y como tal su intento fue bajarse del
vehículo, lo que habría sido fatal. Con lo que no contaron, quienes intentaron
matarlo, primero fue con la resistencia de los vehículos. Porque quienes
participaron en el atentado y a los cuales interrogué por cientos de horas, me
decían ya en un tono de confianza: "Si hasta nos reíamos. Era como en las
películas. Uno le disparaba y parecía que las balas no salían". Les
disparaban a los neumáticos, y salían las balas para todos lados. Se
preguntaban ¿Qué pasa con estos vehículos o qué pasa con las balas?. Ese cohete
LAW que le da en el auto a mi general y que no explota, es increíble. Se triza
el vidrio y lo milagroso es que no explotó. Ahora, los técnicos dicen: esto no
es milagro, sino que se disparó muy de cerca y no alcanzó a armarse el
mecanismo interno".
El propio Pinochet también
recordó, años más tarde, detalles del atentado; "Yo lo vi cuando me
disparó a un metro veinte... un metro y medio... salió un señor de una
camioneta con un fusil M-16 y me apuntó. Le vi la cara. Un tipo sudoroso, de
pelo corto". Dijo que una vez que el fusilero le apuntó "me disparó
con mala suerte para él y buena para mí... porque luego del primer tiro se le
viró el fusil, porque en esos fusiles hay que poner la mano encima para que no
se levante mucho".
Pinochet dijo tener grabados en
su memoria los sucesos ocurridos el 86, y añadió que el frentista disparó un
tiro y la ráfaga se fue hacia arriba, solamente perforó un vidrio. Luego
recordó que su vehículo dio marcha atrás y logró escapar del fuego cruzado que
tres grupos de frentistas disparaban sobre él.
Para Pedro Arrieta, edecán de
Pinochet; "El rol del chofer del vehículo fue vital. El era un muchacho
joven, era primera vez que manejaba para el general Pinochet y actuó con una
sangre fría extraordinaria". El conductor aludido era el cabo segundo
Oscar Carvajal Núñez quien marcha atrás y en un espacio reducido, flanqueado
por fuego cruzado, logró zafarse del ataque de los frentistas. El ex edecán no
dudo en decir que "el general Pinochet está vivo gracias al chofer, a todo
el aparataje de escoltas que dieron sus vidas y que permitieron el retroceso
del vehículo".
Reaparece El Fiscal
Inmediatamente después del
atentado, en Santiago se decretó estado de sitio y toque de queda. Decenas de
personas fueron detenidas por la CNI, entre ellos numerosos dirigentes
políticos y sociales. La investigación comenzó de inmediato y estuvo a cargo
nuevamente del fiscal militar Fernando Torres Silva, quien luego de investigar
el asalto a la Panadería Lautaro y la internación de armas de Carrizal Bajo se
había convertido en un experto analista del FPMR.
Fiscal Fernando Torres Silva
Las distintas ramas de la policía
también se volcaron inmediatamente a la búsqueda de los autores de la
emboscada. Los detectives del grupo "Jaguar" ya tenían, por lo menos
desde un año antes, algunos datos de importantes miembros del FPMR, labor a la
cual se sumó en 1986 el aporte de la Brigada Investigadora de Asaltos (BIA).
Uno de los principales logros de
los hombres de "Jaguar" había sido identificar y captar en imágenes a
Cecilia Magni Camino, la "comandante Tamara", implicada hasta ese
momento en atentados explosivos a torres de alta tensión. También la casa
cuartel del FPMR en La Obra no tardó en ser detectada y se procedió
inmediatamente a la toma de huellas dactilares y recolección de evidencias.
Luego de un par de días de
ocurridos los hechos, la investigación derivó en la identificación de la
persona que había arrendado el inmueble de La Obra, pues este había realizado
los trámites con su verdadera identidad. Su nombre era César Bunster Ariztía.
Lamentablemente para la policía, en ese momento Bunster ya se encontraba fuera
del país.
A pesar de ello, la confirmación
oficial de la participación de Bunster en la operación vino de Italia, solo
diez días después del atentado, y dio la vuelta al mundo en los teletipos de
las agencias internacionales. Se trataba de la primera entrevista concedida a
un medio de prensa por uno de los frentistas que reconocía su participación en
los hechos.
Publicada el 17 de septiembre por
el Corriere Della Sera, el entrevistado no dio su nombre, pero sí sus señas:
era hijo -dijo- de un destacado político del gobierno de la Unidad Popular que
había sido criado en el exilio. Eso y los contratos que firmó en Chile bastaron
para que los servicios de inteligencia confirmaran que el entrevistado no era
otro que el propio Bunster.
César Bunster Ariztía
Paralelamente en Santiago, la luz
que permitió acelerar las diligencias sólo se produjo a casi dos meses de
ocurridos los hechos. Hasta mediados de octubre, los agentes del laboratorio de
criminalística de investigaciones ya habían revisado más de un millón de
impresiones dactilares sin resultados positivos. Solo faltaba revisar los
archivos de la CNI. Luego de arduas negociaciones los detectives obtuvieron la
autorización, sin dar mayores datos a los agentes de ese servicio de seguridad.
Dentro de estos archivos los
detectives encontraron finalmente una huella que coincidía con las encontradas
en una botella de Coca Cola en la casa de La Obra. Fue así como a 43 días de
ocurrido el atentado los agentes se encontraron en poder de la identidad de uno
de los participantes directos del ataque; Juan Moreno Ávila, "Sacha".
En la noche del 21 de octubre de
1986, "Sacha" fue detenido en una casa que arrendaba en la comuna de
Maipú. Al ser interrogado y duramente tratado en dependencias de la BIA no
tardó en reconocer su participación en la "Operación Siglo XX". Sus
confesiones llevaron a primeras horas del día siguiente a la detención de sus
compañeros Lenin Peralta Véliz, Jorge Angulo González, Arnaldo Arenas Bejas y
Víctor Díaz Caro, cuando estos se aprontaban a realizar trabajos de acondicionamiento
físico en los alrededores del Parque O'Higgins. Sus extensas declaraciones
extrajudiciales ante el fiscal Torres Silva confirmaron lo que la policía
buscaba; habían participado en el atentado como combatientes del FPMR.
-"Sabe porque fue
detenido?", -"Por el atentado al tirano", -"Quién es el
tirano?", -"Pinochet es el tirano", declaró escuetamente
"Sacha" ante el tribunal.
Juan Moreno Ávila, "Sacha", el primer detenido en
el caso
Víctor Díaz Caro durante la reconstitución del atentado
En noviembre de ese año también
fueron aprendidos Marcial Moraga Contreras, quien trabajaba en el grupo
encargado de mantener el armamento y más tarde su jefe directo, el dibujante
técnico Vasily Carrillo Nova, "Matías". En el caso de este último la
detención se produjo en medio de un violento forcejeo, ya que Carrillo al verse
cercado ofreció tenaz resistencia, debiendo ser esposado de pies y manos por
los agentes.
Vasily Carrillo, jefe de armamento del FPMR
A finales de 1986 también fue
detenida casi la totalidad de la unidad médica que había montado una clínica
clandestina para atender a los rodriguistas que pudieran resultar heridos en la
operación. La unidad estaba a cargo del médico Manuel Ubilla Espinoza, conocido
como el "comandante Marcelo", el frentista de mayor rango detenido
hasta esa fecha.
Aunque muchos de los combatientes
que habían participado de la "Operación Siglo XX" ya habían
abandonado el país, pasados cinco meses y medio caería un sexto participante
directo, esta vez por obra de la CNI.
Fue en la noche del 19 de febrero
de 1987, en la comuna de La Florida, cuando Mauricio Arenas Bejas,
"Joaquín", advirtió que lo estaban siguiendo. Viajaba como pasajero
de un taxi, cuando el vehículo se vio interceptado por los agentes, quienes
cruzando sus vehículos lo conminaron a bajar. Este lo hizo disparando la
pistola Colt que portaba, en una acción abiertamente suicida.
Las ráfagas de los agentes le
fracturaron ambas piernas, y una de ellas se alojó incluso en su cabeza, siendo
reducido luego de un tiroteo que se extendió durante casi una hora.
"Joaquín" sobrevivió milagrosamente.
No hubo novedades en el proceso
hasta dos años y medio después de ser iniciado. Héctor Maturana Urzúa,
"Javier", y Juan Andrés Ordenes, "Daniel", habían regresado
solo hace un par de meses a Chile para reintegrarse al Frente. Estaban en Talca
esa mañana del 11 de abril de 1989, cuando decidieron divertirse un momento en
un local de juegos electrónicos. Por azarosa coincidencia, en el local los
frentistas fueron controlados por tres carabineros de civil, produciéndose un
enfrentamiento que terminó con la muerte del subteniente Juan Carlos Amar.
Luego del escape, "Javier" fue reducido cuando abordaba un taxi en el
centro de la ciudad, en tanto "Daniel", luego de una hora de desesperada
huida, fue alcanzado por carabineros en un camino rural de la localidad de
Itahue. Ambos habían enfrentado temerariamente a las fuerzas de seguridad,
resultando con lesiones de de diversa consideración.
Enfrentados al fiscal Torres
Silva, ambos reconocieron su participación en el "intento de
tiranicidio", como ellos lo denominaron.
Juan Ordenes Narváez o "Daniel"
Muchos de estos frentistas -que
llegaron a enfrentar incluso la pena de muerte- escaparon de prisión el 29 de
enero de 1990, en la denominada "Operación Éxito", dejando inconcluso
el proceso judicial que el fiscal Torres Silva, en vista de la falta de nuevas
evidencias, debió cerrar a fines de ese mismo año.
Frentistas detenidos participan en la reconstitución
Los Fusileros
Tras el fallido atentado a
Pinochet, la CNI y los organismos policiales iniciaron una infructuosa cacería
para encontrar a los 21 fusileros del FPMR que participaron en la llamada
"Operación Siglo XX". Sólo el 22 de octubre, Investigaciones detuvo a
Juan Moreno Ávila, "Sacha", fusilero del grupo de contención. Pero la
captura de "Sacha" les habría parecido insignificante de haber sabido
que el sábado 20 de septiembre, 11 de los 21 chilenos más buscados del país se
reunieron en la parrillada "Don Lalo", ubicada en Irarrázaval con
Campos de Deportes. Hasta el restaurante ñuñoíno los fusileros habían sido
convocados por "Tamara", y el "comandante Ernesto". Los
asistentes a la cita escuchaban atentamente las palabras de la joven rubia:
"La orden es salir de Chile".
El anuncio de "Tamara"
no sorprendió a los presentes entre los que se encontraban "Rodrigo",
"Juan" y "Fabián". Otros, como Juan Moreno Ávila,
manifestaron su deseo de quedarse. "Puedo dar más acá", explicó
"Sacha", sin saber que los peritos policiales ya habían identificado
una de sus huellas dactilares en la casa de La Obra. Un mes más tarde fue
apresado y bajo fuertes apremios debió confesar la rutina de algunos de sus
compañeros del atentado.
Muchos de los que oían a
"Tamara" en la parrillada no superaban los 21 años, entonces la mayoría
de edad legal. Compungido, uno de ellos le dijo a Mauricio Hernández
Norambuena, "Ramiro", su jefe en la Unidad 503 en la emboscada:
"Soy menor de edad y mis viejos ni cagando me darán permiso".
"Rodrigo" recién tenía 18 años y estudiaba Historia en el Pedagógico.
"Eso lo solucionamos", lo tranquilizó "Ramiro" riendo. Su
familia no volvería a saber de él hasta mediados de 1989.
Tras concertar futuros encuentros
con cada fusilero y darles instrucciones para obtener documentación falsa,
"Tamara" dio por finalizada la asamblea con una breve frase, asegura
Héctor Maturana o "Javier", uno de los fusileros: "Aunque
quieran desarmarnos, no lo lograrán".
"Entonces no comprendimos el
alcance de sus palabras. Pero cuando los problemas con el Partido se agudizaron
volvimos a recordarlas", dice Maturana, residente en Bélgica desde 1994,
cuando le fue conmutada la pena de presidio perpetuo por extrañamiento.
Los jóvenes desconocían que tras
la fallida emboscada, la dirección del PC evaluó con preocupación la
"autonomía" con que operaba el Frente y decidieron intervenir la
organización armada porque sentían que se les escapaba de las manos. En los
días siguientes, los ocho fusileros que debían salir del país fueron llevados a
una casa del FPMR en La Reina Alta, donde les proveyeron de documentación falsa
y se encontraron con "Tamara", quien les dio dinero y las rutas de
salida. La mayoría partió a Argentina en parejas por el paso Puyehue en Osorno.
El resto cruzó la cordillera por el paso Los Libertadores.
A "Rodrigo" -quien
actuó en el atentado con esa chapa y jamás fue identificado en la investigación
del fiscal Torres- y Héctor Maturana les tocó hacerse pasar por estudiantes que
iban a conocer Bariloche. Vestidos a la moda, con zapatillas Ocean Pacific,
jeans Wrangler y camisas amasadas, compraron una cámara fotográfica para
acentuar el "look" universitario.
En la frontera con Argentina
bajaron del bus junto a los demás pasajeros. Mientras esperaban que el resto
pasara por Aduana, observaron a un carabinero del retén fronterizo y se les
ocurrió una idea: - Oye, ¿te querís sacar una foto con ese paco? -dijo
"Rodrigo" entusiasmado. - ¡Ya! -respondió Maturana observando a un
efectivo policial. - Capitán, ¡sáquese una fotito con mi compadre! De lo
contrario, ningún amigo nos va a creer que fuimos a Argentina. El carabinero
aceptó la propuesta arreglándose el uniforme. Nunca se enteró cuán cerca estuvo
de los hombres que emboscaron a Pinochet.
La audaz foto de Maturana Urzúa
El 30 de septiembre, la totalidad
de los fusileros ya estaba en Buenos Aires, alojados en los hoteles Alfa y
Callao, en el centro de la ciudad.
Allí se reunieron con una
militante del Frente, quien les entregó pasaportes chilenos con identidades
falsas y les dijo que partirían a Moscú. Además, les dio distintas sumas de
dinero para el encargado financiero de la dirección del PC chileno en la Unión
Soviética. "Fabián" recuerda que la mujer le dijo: "Cuando estén
en Moscú lo más probable es que hablen con gente del Comité Central. Les pido
encarecidamente que digan que son de la Jota y no del Frente". Era otra
señal de que los problemas entre el PC y los comandantes del FPMR aumentaban.
A fines de octubre, los fusileros
viajaron rumbo a Moscú por separado vía Madrid, Roma y Frankfurt. En las
escalas que debieron efectuar en Europa se enteraron por los diarios de la
detención de sus compañeros en Chile.
Finalmente llegaron a Moscú y se
hospedaron en el Hotel Oktober, que pertenecía al Estado y estaba destinado a
las "visitas no oficiales", miembros de movimientos guerrilleros de
África, Centroamérica y Latinoamérica que debían mantener su estadía en la URSS
en el anonimato. Los encargados de atenderlos interrogaron a algunos de los
frentistas sobre la Operación Siglo XX. "Se mostraban especialmente
interesados en saber por qué habían fallado los cohetes Low", asegura
"Juan", miembro de la Unidad 502. En sus breves estadías en el
Oktober, los fusileros se reunieron con Hugo Fazio, hombre de confianza de la
dirección exterior del PC en Moscú, ligado a su estructura financiera. Según
cuatro fusileros, Fazio recibió de sus manos el dinero traído desde Argentina.
"Rodrigo" fue el último
en pisar suelo moscovita, a mediados de noviembre. Tras salir de Argentina
viajó a La Habana, donde se alojó en un departamento de protocolo en calle
Ayistarán, cerca del Estadio Latinoamericano, junto a César Bunster. Durante su
permanencia en La Habana, el joven se reunió con dos comandantes del FPMR:
"Juan Carlos" y "Roberto Torres" (Enrique Villanueva
Molina) en el Hotel Tritón. Lo interrogaron por un día completo sobre el
atentado y registraron la conversación en una grabadora.
Una vez en Moscú fue recibido por
Volodia Teitelboim, al igual que otro fusilero y un ex militante comunista,
aseguran. Algo que Teitelboim ha desmentido hasta el día de hoy. Recién a la
mañana siguiente, "Rodrigo" llegó al Hotel Oktober. Allí se enteró
que sus compañeros habían sido enviados a Vietnam. Él también debía partir.
Si en el atentado al general
Pinochet los ocho fusileros recibieron su bautismo de fuego, en Vietnam se
graduaron como expertos en técnicas que desconocían. Bajo la atenta mirada del
mayor Luong, un veterano de la guerra con Francia y Estados Unidos, los
fusileros, junto a 12 militantes del PC, recibieron una férrea instrucción
militar durante ocho meses en una mansión de Hanoi. La casa, ubicada en el
centro de la ciudad, estaba acondicionada como Escuela de Tropas Especiales,
las fuerzas de elite del Ejército Popular vietnamita. En ese lugar, los 20
cadetes cumplieron un duro régimen que partía cada mañana con clases teóricas y
seguían después de almuerzo en un polígono en las afueras de la ciudad con
prácticas de tiro y defensa personal, entre otras cosas. Aunque no se les
otorgaban grados, por ser una escuela clandestina, los jóvenes se graduaban con
casi la misma preparación de un subteniente o jefe de pelotón, aseguran varios
de ellos.
Desde el principio hubo roces
entre los fusileros y los miembros del PC y la Jota. Para los primeros, que
venían de atentar contra Pinochet, y se encontraban en un punto de no retorno,
recuerda "Fabián", muchas de las formalidades de los comunistas, como
tener reuniones de células para discutir la situación política del país, no
tenían sentido, estando lejos con un régimen tan estricto. Mientras estuvieron en
Vietnam, los cadetes fueron visitados en dos ocasiones por Jorge Montes. Al ex
miembro del Comité Central del PC, fallecido hace cuatro años, le tocó escuchar
las quejas de ambos bandos y mediar entre ellos. En su segunda inspección les
informó para qué se estaban preparando. El grupo de fusileros debía partir a
Nicaragua vía La Habana, y el resto a Chile.
En La Habana, "Fabián",
"Javier", "Alejandro" y "Daniel" fueron
destinados a un curso para francotiradores en Punto Cero. En tanto,
"Juan", "Rodrigo", "Marcos", "David" y
un quinto frentista fueron enviados a Managua como asesores militares de los
Batallones de Lucha Irregular (BLI) del Ejército sandinista. El objetivo era
que los fusileros ganaran experiencia combativa para cuando les tocara regresar
al país. Eran parte de una generación de chilenos internacionalistas del
Frente, el PC y el PS que combatieron a la Contra. En esa tarea murieron 20
chilenos.
Llevaban varios meses en
Nicaragua cuando recibieron la visita de "Manuel", encargado del FPMR
en Nicaragua. Les habló del quiebre entre el Frente y el PC y les aseguró que
había un grupo de "cabezas de pistola" que estaban tratando de
separarse del partido. "La noticia nos impactó. Justo ahora que los
niveles de lucha supuestamente habían ascendido, nos íbamos a dividir",
cuenta "Rodrigo".
Tres meses después fueron
evacuados a Managua y de ahí a La Habana. Antes de irse, "Rodrigo"
recibió una llamada de "Rafael", superior suyo del Frente en
Nicaragua: "Los están engrupiendo", le dijo, y agregó que era la
mayoría de la dirección del FPMR la que encabezaba la separación del PC.
"Después de la llamada de
‘Rafael' se sucedió otra. Era César Quiroz, quien me citó a una reunión".
Quiroz llegó al encuentro acompañado de Hugo Fazio y del "comandante
Daniel Huerta", miembro de la dirección del FPMR. "Huerta" era
en verdad, según aseguran seis ex frentistas consultados, Martín Pascual,
actual investigador del Instituto Cenda.
La reunión versó sobre la
división y alcanzó momentos de alta tensión. Sobre todo cuando uno de los
fusileros preguntó cuándo volverían a Chile. "Fazio contestó que nuestro
tema era complejo y que él calculaba que en unos cinco años más", dice
"Rodrigo". "Discutimos fuertemente. Nos dijeron que ‘Salvador',
‘José Miguel' y otros comandantes siempre tuvieron actitudes divisionistas.
Nosotros preguntábamos cómo podía ser, si ellos se habían jugado el pellejo por
el partido". "Fabián" evoca la conversación con Quiroz:
"Nos tiró el speach de que si nos íbamos con las armas sólo nos
quedaríamos en eso".
El tirante encuentro finalizó con
la decisión de los fusileros de quedarse en el Frente Autónomo. En adelante
serían tratados como disidentes y recibirían la visita de César Bunster, quien
intentó convencerlos de regresar al seno del PC. Pese a que en un primer
momento de la pugna interna, Bunster había optado por el Frente Autónomo, dice
Maturana: "Estando todavía en Punto Cero nos fue a ver para decirnos que
nos quedáramos en el Frente y no con los viejos".
Tras la división, los fusileros
regresaron a La Habana. Alojaron en una residencia del Frente, donde se
reunieron con Juan Gutiérrez Fischmann, "El Chele", y otros
comandantes que preparaban el regreso a Chile. Sólo uno de los fusileros,
Cristian Acevedo Mardones, "David", decidió permanecer en el PC.
A fines del año '87, Fidel ya
había reconocido al Frente Autónomo como organización. A mediados de diciembre
llegó "Ramiro", después de participar en el secuestro del coronel
Carlos Carreño, liberado en Brasil. Traía noticias frescas de cómo se había vivido
la división en Chile y fotos de Carreño prisionero. A contar de los últimos
días de ese año, los fusileros iniciaron el retorno a Chile en oleadas,
entrando clandestinamente al país por Argentina.
Ya en Chile, en el marco de la
política de Guerra Patriótica Nacional (GPN), instaurada por el FPMR Autónomo
en 1988, algunos de los fusileros participarían en operaciones de envergadura,
como el asalto al retén Los Queñes en octubre de 1988. Otros fueron detenidos y
condenados al exilio luego de la asunción a la presidencia de Patricio Aylwin.
Los fusileros en la cárcel pública
Uno de ellos, Héctor Maturana,
reconoció hace un tiempo desde su exilio en Bélgica; "De los que
participamos en el atentado creo que los que estamos "legalmente" en
Europa somos 4 ó 5 y los no legales serán 2 ó 3, pero no son públicos, porque
nunca fueron detectados".
Lo Que Sabía La CIA
Los documentos desclasificados
recientemente por Estados Unidos entregan nuevos y sorprendentes detalles sobre
el atentado a Augusto Pinochet. Según estos informes, el FPMR habría obtenido
información de oficiales militares activos para llevar a cabo la emboscada.
Un documento de la CIA fechado el
18 de noviembre de 1986 dice: "El FPMR utilizó información entregada por
oficiales militares activos cercanos a Pinochet para planificar y coordinar el
ataque. Existían varios escenarios para asesinar a Pinochet, incluyendo uno al
estilo 'Sadat', que se llevaría a cabo durante la tradicional parada militar el
18 de septiembre. Este habría sido desechado por la gran cantidad de gente,
incluyendo a miembros del FPMR, que podrían haber muertos".
El 15 de agosto de 1987 la
oficina de la CIA en Chile envió un informe secreto al cuartel general de ese
organismo, en EE.UU. El documento daba cuenta de las informaciones entregadas
por uno de sus agentes sobre las verdaderas causas del crimen del sargento
Leopoldo Toloza Sepúlveda.
Según la versión oficial, éste
fue asesinado por un miembro del FPMR detenido poco después del hecho. Sin
embargo, según la CIA, los verdaderos responsables de su muerte fueron agentes
de seguridad del régimen militar. Esto porque la CNI y la inteligencia militar
descubrieron que Toloza, de acuerdo con el agente, era informante del FPMR y
habría colaborado en el atentado frustrado contra Pinochet.
Las primeras sospechas sobre su
vinculación al grupo extremista surgieron luego de que se determinara que el
mismo día del atentado Toloza descendió de uno de los vehículos de la comitiva
de Pinochet para investigar un puente y, según el mismo informante, se habrían
reencontrado con el grupo sólo después del ataque extremista.
Pese a que los informes de la CIA
develan que el organismo de inteligencia habría logrado infiltrar al FPMR y
recabar gran cantidad de información sobre el atentado con posterioridad a la
emboscada, no se anticipa el hecho. Llama la atención que durante agosto de
1986, la CIA no desclasificó ningún documento. Sin embargo, inmediatamente
después de la acción extremista el organismo de inteligencia revela un acabado
conocimiento de los pasos seguidos por el FPMR en ese período.
Otro documento del 19 de
noviembre revela las razones del FPMR para realizar el atentado: "El FPMR
decidió llevar a cabo el ataque sólo después de concluir que Pinochet planeaba
permanecer en el poder más allá de 1989. Ellos creían que existían planes del
gobierno de EE.UU. de cambiar a Pinochet por otro gobierno de derecha",
señala el informe de la CIA, citando a un informante cuyo nombre está tachado.
El atentado del 7 de septiembre
de 1986 no fue el único intento del FPMR para asesinar a Pinochet, según consta
en los archivos desclasificados de la CIA. Los informes de ese organismo
indican que el FPMR inició la planificación de un segundo intento de asesinato
contra el general en noviembre de 1986 y tres años después el mismo grupo
subversivo fraguó otro plan para acabar con la vida del entonces comandante en
jefe del Ejército. Ninguno de estos intentos fueron conocidos por la opinión
pública.
Un documento secreto de la CIA
del 28 de noviembre de 1986 asegura que la cúpula del Partido Comunista (PC)
había autorizado ese mismo mes al FPMR para iniciar la preparación de un
segundo atentado contra el general. Aunque -según el informante del organismo
de inteligencia-, los líderes del PC le habrían advertido al FPMR que darían
luz verde sólo una vez que las condiciones políticas fueran consideradas
apropiadas. Este intento del FPMR para asesinar nuevamente a Pinochet fue
incluso planteado en un informe secreto de la embajada de EE.UU. al
Departamento de Estado, despachado en enero de 1987.
"El FPMR planea un nuevo
atentado contra Pinochet, quien ahora es menos vulnerable que antes debido a
las medidas de seguridad adoptadas", señala el documento, donde además se
sugiere que el más probable sucesor en el gobierno sería el almirante José
Toribio Merino, por ser jefe de la Junta militar.
Otro informe elaborado por la
embajada en esa misma época titulado "¿Qué ocurriría si Pinochet es
asesinado?" analiza los posibles escenarios en el caso de que se concrete
el plan del FPMR. El documento asegura que el presidente interino intentaría
llevar a cabo una transición de acuerdo a los términos de los militares, aunque
sugiere que uno de los escenarios probables es que se cree un ambiente
políticamente más abierto. Esto siempre "que la oposición acepte que no
está en condiciones de presionar a los militares para que dejen el poder
incondicionalmente", precisa el informe.
En el documento, sin embargo, no
se descarta que una muerte violenta de Pinochet genere fuertes tensiones al
interior del Ejército, lo que llevaría a los militares a no entregar el poder a
los civiles, extendiendo el régimen autoritario. Los documentos desclasificados
no especifican las razones de porqué este segundo plan nunca se llevó a cabo,
aunque dan cuenta de un tercer intento del FPMR, que debía concretarse en
septiembre de 1989, casi un año después del plebiscito.
"Hemos recibido información
adicional de [tachado] sobre los planes para asesinar al Presidente Pinochet,
que debería llevarse a cabo entre el 5 y el 11 de septiembre", señala el
documento, sin entregar más antecedentes.
El caudal de información que
despachó la oficina de la CIA en Chile sobre los grupos terroristas en los '80
es voluminoso y revela abiertamente que sus fuentes, cuyos nombres han sido tachados,
son altos miembros de los comandos. En octubre de 1986, el Departamento de
Inteligencia de Defensa envió un informe basado en "un dirigente del
FPMR" respecto a las acciones del grupo a corto plazo. Así se informa del
objetivo de mejorar el entrenamiento, realizar actos menores de sabotaje y
entregar armas a algunos líderes de las milicias.
La CIA fue capaz, además, de
detectar los nexos del FPMR para su entrenamiento en el exterior. Un informe de
1986 reporta que el principal centro de entrenamiento del grupo guerrillero
está en Bulgaria, en una localidad que aparece tachada, y sus gastos son
financiados por los soviéticos. También informa que el alto mando del FPMR
tiene su principal centro de operaciones en La Habana, recibiendo respaldo
logístico de Cuba. El informe agrega que Fidel Castro le habría prometido en
noviembre de 1986 a una delegación que "reemplazaría las armas capturadas
en Agosto (en Carrizal bajo)" para "el levantamiento en Chile".
En esa misma época la
inteligencia norteamericana fue capaz de detectar que la propia embajada de
EE.UU. se había convertido en uno de los principales blancos del FPMR. Según
consta en los documentos, la participación de la embajada en los posibles
acuerdos entre el régimen de Pinochet y la oposición, la habían convertido en
un enemigo del grupo extremista.
El 23 de octubre de 1986, el
departamento de Inteligencia de Defensa vaticinaba que "el FPMR aumentará
los intentos de asesinato y secuestro a los oficiales militares chilenos y
continuará en su intento de asesinar a Pinochet".
LA OPERACIÓN ALBANIA
LA GÉNESIS DE UNA MATANZA
Entre el 15 y la madrugada del 16
de junio de 1987, doce miembros del FPMR murieron acribillados a manos de
agentes de la CNI, en lo que pasó a ser uno de los operativos antisubversivos
más oscuros del régimen militar, conocido como la "Operación
Albania".
El germen de la "Operación
Albania" radicó en la preocupación que anidaba en las filas de los
aparatos de seguridad tras el atentado a Pinochet y en el cada vez más
consistente trabajo de seguimiento que tenía ubicada a buena parte de la plana
mayor del FPMR en Santiago, hacia comienzos del año 87.
A comienzos de junio de ese año,
Álvaro Corbalán, jefe del estamento operativo de la CNI, recibió una
información que fue clave para lo que siguió. El oficial a cargo de la Brigada
Verde encargada de neutralizar al Frente Patriótico, Krantz Bauer dio cuenta de
que había una concentración inusitada de frentistas en Santiago.
En esos días, la Dirección
Nacional del FPMR había fijado una importante reunión de sus máximos líderes.
Tal era la oportunidad que habría estado esperando la CNI para atrapar a la
mayor cantidad de líderes del Frente de una sola vez. La idea era darle un
golpe mortal al FPMR, de tal naturaleza que ya no pudiera volver a levantarse.
De acuerdo con antecedentes del
proceso, el operativo partió en la oficina de Bauer, que se percató de la
extraña efervescencia que se vivía entonces en las filas del grupo, situación
que informó a sus superiores. En su calidad de analista de inteligencia, Bauer
creía poseer un completo panorama de la organización izquierdista. De hecho,
sus hombres habían logrado identificar al menos a dos de los seis miembros de
la Dirección Nacional del Frente.
"Llegué a tener una
información de aproximadamente quinientos componentes profesionales del Frente
Manuel Rodríguez en Santiago, lo que estimé que era mucha gente y que ese
movimiento nos podía indicar la preparación para una actividad que podría ser
de graves consecuencias para el país", declaró Bauer en el proceso.
Gran parte de los datos de la CNI
llegaban gracias a la información obtenida tras los fracasos de la internación
de armas en Carrizal Bajo y el atentado a Pinochet en el Cajón del Maipo,
ocurridas meses antes, operaciones en las que decenas de frentistas y
militantes del PC cayeron detenidos. Además, de acuerdo con una versión
extendida posteriormente entre los familiares de las víctimas de la Operación
Albania, uno de los apresados, mas algunos infiltrados, habrían pasado a
colaborar con la CNI.
La cúpula del Frente había
comenzado entonces un trabajo de contrainteligencia para detectar a los
infiltrados. En enero de 1987, ya figuraba en la tabla de una de las reuniones
de la Dirección Nacional el punto que ellos mismos calificaron como "infiltración".
En marzo de 1987, tres altos
dirigentes frentistas se reunieron en una casa de seguridad en Santiago, con el
fin de analizar detalladamente los videos grabados de los actos y reuniones
realizados por el FPMR en esos meses. Con lápiz y papel en mano fueron
observando las imágenes e identificando a los asistentes a los actos,
chequeando sus nombres, su tiempo de pertenencia a la organización y su grado
de confiabilidad.
En mayo de ese año, es decir
apenas un mes antes de las muertes masivas en la "Operación Albania",
la cúpula del FPMR ya tenía serias sospechas de militantes específicos de sus
filas. Incluso, pensaban que la infiltración podría haber llegado a un alto
nivel dentro de la organización. Sin embargo, la Operación Albania puso fin a
ese trabajo de contrainteligencia. Según un ex frentista, los dardos indicaban
a un combatiente que se había formado militarmente en Bulgaria, de quien más
tarde se supo que era familiar de una funcionaria de la CNI y que luego
colaboró con "La Oficina", el organismo de inteligencia creado por la
administración Aylwin en 1991.
Gracias a este informante y a su
propio trabajo de inteligencia, los hombres de la CNI tuvieron claridad
respecto de las personas que debían ser detenidas y, eventualmente abatidas,
iniciando a principios de 1987 una exhaustiva ronda de seguimientos y puntos
fijos sobre importantes miembros del FPMR. Según un consultado allegado al
proceso, para algunos efectivos de la CNI esto implicaba "levantarse y
acostarse durante semanas" siguiendo al hombre a su cargo.
Uno de los logros más importantes
de esta labor fue la identificación de José Valenzuela Levi, quien con el
nombre de "Ernesto" comandó el fallido atentado a Augusto Pinochet.
En los ficheros de la CNI, Valenzuela era llamado "Rapa Nui", debido
a que fue visto por primera vez saliendo de una vivienda en una calle con ese
nombre. Por su parte otro líder frentista, Ignacio Recaredo Valenzuela, era
"Chaqueta de cuero", por la vestimenta que usaba al momento de su
primera detección.
Desconociendo que el FPMR estaba
a punto de separarse del Partido Comunista, Bauer habría interpretado la alta
concentración de frentistas en la capital como un signo de que el grupo
preparaba un nuevo golpe. Con esta certeza, Bauer hizo patente sus inquietudes
a su superior, el mayor Álvaro Corbalán. La decisión fue desarticular este
creciente movimiento en las huestes del Frente con un operativo de gran
envergadura.
Corbalán obtuvo del entonces
director de la CNI, el general Hugo Salas Wenzel, la orden para que efectivos
de todas las brigadas a su cargo procedieran, apoyados por la Unidad
Antiterrorista del Ejército y por funcionarios de Investigaciones. De acuerdo
con la confesión posterior de Corbalán, la orden de Salas Wenzel implicaba
acabar con la vida de todos los frentistas que fueran detenidos. Es decir,
"reventar" definitivamente al FPMR, según la jerga de esos días.
Álvaro Corbalan (arriba) y Hugo Salas Wenzel, jerarcas de la
Operación Albania
Según consta en el primer
documento de los 30 tomos del expediente, el mismo 15 de junio el fiscal
militar Luis Acevedo había autorizado todas las detenciones y allanamientos.
Como un aviso de lo que vendría, en la mañana del 15 de junio, varios
frentistas alcanzaron a huir durante un allanamiento a un inmueble en calle
Héroes de la Concepción, en Recoleta.
LA MUERTE DE "BENITO"
Ignacio Recaredo Valenzuela
Pohorecky era seguido desde marzo de 1987. La CNI sabía que era importantísimo
dentro del FPMR. Valenzuela era un destacado ingeniero y académico, en la vida
pública. En la privada, el "comandante Benito" era uno de los seis
más altos oficiales del Frente, para esa época. Reconocido por su arrojo, la
CNI sabía que había participado en el asalto a una armería y se había
enfrentado a funcionarios de seguridad en varias ocasiones.
Ignacio Recaredo Valenzuela, el "comandante Benito"
Aquella mañana del 15 de junio de
1987 sería una de las más heladas del último siglo. La CNI ya esperaba afuera
de la casa de Valenzuela, en la remodelación San Borja, desde cerca de las 6 de
la mañana.
La madre de Ignacio Valenzuela,
Adriana Pohorecky, recuerda: "Ignacio me llamó como a las diez de la
mañana y me dijo que como en media hora o en una hora estaría acá y pasaba el
tiempo y no llegaba..."Valenzuela fue muerto al mediodía en la calle
Alhué, de Las Condes, por disparos de agentes de la CNI efectuados a unos 25
metros de distancia, desde un furgón, cuando caminaba por la citada calle.
Recibió tres impactos, uno de ellos en el tórax, que le resultó mortal; otro en
el glúteo y el tercero en el pie. Además, un árbol tras el que se refugió
registró cuatro impactos de bala y la casa por donde él iba pasando también
evidenció balazos.
Valenzuela estaba a escasos 30
metros de la casa de su madre, cuando fue interceptado, según el relato judicial
de René Valdovinos, uno de los agentes de la CNI que actuó en ese operativo.
Este mismo agente declaró en el proceso; "Lo teníamos rodeado y estábamos
armados. Honestamente pensé que se iba a rendir frente a esa desventaja en que
se encontraba, lo que no hizo y al contrario, tomó la pistola con la intención
de repeler la detención y por lo tanto todos disparamos en su contra y varios
disparos a la vez, cayendo éste al suelo".
Eran las 12:10 del 15 de junio y
la existencia de Ignacio Valenzuela se extinguió casi instantáneamente.
Adriana Pohorecky: "Me asomé
a ver qué pasaba y vi la calle llena de vehículos, llena de gente y un hombre
en el suelo, su ropa me resultó familiar, pero no quise creer que podía ser él,
trate de acercarme para cerciorarme pero no me dejaron, andaba gente de la CNI,
había mucha policía, y no me dejaron seguir por lo que decidí volverme a la
casa".
El cuerpo sin vida de Ignacio Valenzuela
Los primeros días luego del
incidente, el entonces abogado de la Vicaría de la Solidaridad, Sergio Hevia,
comenzó a encontrar cosas extrañas en la muerte de Valenzuela; "En
realidad nunca pude encontrar alguien que dijera que estuviese armado. Aunque
tampoco lo descarto, por la opción política que el tenía".
Adriana Pohorecky: "Es más,
él intentó ocultarse detrás de un árbol cuando lo atacaron, entiendo que fue
fuego cruzado, o sea, no había nada que el pudiera hacer".
La operación de encubrimiento de
la policía comenzó ya al día siguiente, cuando en un medio de prensa escrito
apareció una mujer asegurando que su hijo vio como Valenzuela sacaba un arma
para enfrentarse a los agentes.
El abogado Nelson Caucoto,
cuenta; "Se dejó lanzada la tesis de que allí Valenzuela habría repelido
el fuego. Bueno, se hizo la investigación, la señora citada por el diario nunca
existió, no tenia existencia legal, y el domicilio donde se dice que ella vivía
nunca fue ratificado porque lo negó la propia dueña del inmueble citado. Y eso
no es todo, pues en un periódico de la época, llamado "A Fondo"
apareció un titular señalando: "Habla testigo clave, que vio
enfrentamiento". La persona existía, pero después fue personalmente a
reclamar a la fiscalía militar, como consta en el expediente, indicando que él
nunca declaró ni vio nada. Hasta ahí todo parece un lío entre la prensa y algún
afectado, pero el tema tiene un matiz distinto, investigando quiénes están
detrás de la revista A Fondo, apareció Álvaro Corbalán como el dueño de la
revista".
El 9 de noviembre de 2000, el ex
agente de la CNI, Manuel Morales Acevedo, agregó un nuevo antecedente que fue
crucial para entender el montaje que se estaba llevando adelante; "Si bien
la misión era detener a este sujeto, el intentó sacar un arma, la tomó y hubo
que disparar en su contra y el arma efectivamente la portaba el sujeto, sin
perjuicio que para darle mayor efectividad se le cargó, colocándole entre sus
ropas una granada".
La CNI informó en su momento que
Valenzuela portaba una pistola y la citada granada. Pero los testigos afirmaron
que no iba armado y que sólo atinó a darse vuelta, por lo cual le dispararon en
un glúteo y en un pie. Los testigos señalaron que minutos antes de los hechos
fueron advertidos de que iban a producirse disparos y que debían alejarse del
lugar.
LA MUERTE DE PATRICIO ACOSTA
Ese mismo 15 de junio, seis horas
más tarde, otro numeroso grupo de agentes tenía copado el lado poniente de la
calle Varas Mena. Los agentes acechaban a "Jirafales", como le decían
por su altura a Patricio Acosta Castro, un importante oficial del FPMR.
Patricio Acosta Castro
Según los numerosos testimonios
disponibles en el expediente, ese día la mencionada calle estaba siendo
vigilada por sujetos que se desplazaban en automóviles, algo que los vecinos
habían notado que sucedía desde hacía una semana. Debido a ello, habían llamado
a Carabineros, los que conminaron a los sujetos a identificarse. Cuando estos
lo hicieron se supo que pertenecían a la CNI.
La vecina Carmen Barrera, pudo
ver claramente desde su casa que había gente extraña en su cuadra; "Sí,
había un movimiento inusual, porque habían vehículos parados aquí en la esquina
que uno no los conocía y como que había una tensión, algo raro".
Patricio Acosta llevaba una vida
pública normal e incluso se había hecho cargo de su hijo Sebastián, tras
separarse de otra integrante del Frente, Patricia Quiroz.
Esa tarde salió de su casa cerca
de las 18 horas con su hijo. Ya era férreamente seguido. Los vecinos declararon
que solían verlo solo y que lo único que sabían de él era que tenía un hijo y
que era profesor.
Los amigos como Elizabeth Muñoz
le decían Pacho. Ella recuerda ese día: "Él pasó al negocio a comprar
cuchuflís, inclusive le pidió a mi hermana que lo acompañara, mi hermana le
dijo que no podía, porque mi mamá no estaba y no había nadie más que se pudiese
quedar en el negocio. Y el niño que era Sebastián no quiso acompañarlo y se
quiso quedar aquí en el negocio".
De lo que vino después todos los
agentes, casi sin excepción, inculpan al agente de la CNI, Francisco Zúñiga.
El agente Juan Jorquera declaró
en el proceso; "Alrededor de las 18:00 a 19:00 horas salio de esa casa un
individuo alto, de bigotes y que por las características físicas correspondía
el sujeto a quien se buscaba, por lo que lo seguí hasta Santa Rosa, desde donde
éste se devolvió hacia la casa y lo seguí a pie, quedando mi equipo estacionado
allí en Santa Rosa. Se me ordeno detenerlo, pero yo no podía hacer esa
detención solo, por la gran contextura física del sujeto. Es del caso que,
mientras lo seguía, a cierta distancia observe que en sentido contrario venía el
Capitán Zúñiga con otros agentes, por lo que pensé que ellos iban a proceder a
la detención. Sin embargo, en un momento dado y cuando el sujeto se encontraba
más o menos a unos cinco metros de distancia de mi, sin advertencia alguna y
con riesgo de mi integridad física porque yo me acerque al sujeto para apoyar
la detención, el Capitán Zúñiga le disparó de improviso a unos siete metros de
distancia y éste cayo al suelo. Luego sentí dos disparos y me di cuenta que
allí se había cometido una embarrada"
Según testimonios de testigos, la
víctima cayó arrodillada. Entonces lo rodearon alrededor de ocho sujetos, entre
ellos Zúñiga. Ya reducido, en vez de ser llevado a un centro asistencial,
Acosta fue acribillado. El propio Zúñiga le disparó en la cabeza, mientras otro
lo remató con una ráfaga de metralleta. Una vez muerto, un agente de la CNI le
puso en sus manos un revólver y un gorro pasamontañas. En esa posición lo
filmaron y le sacaron varias fotografías.
Esta versión, de que Zúñiga le
disparó cuando ya estaba muerto, fue confirmada por al menos tres agentes de la
CNI, entre ellos quién era su subalterno, Jorge Vargas Bories.
Carmen Barrera: "Ya estaba
tirado y después lo siguieron acribillando y el cuerpo saltaba. Fue muy
impactante. Después ya llegó el Ejército, Carabineros, Investigaciones,
cerraron las calles y después vinieron las fotos y lo desnudaron, pero antes de
todo a él le pusieron un arma en la mano".
Increíblemente, el oficial a
cargo de los operativos asume hoy que es posible que se haya
"cargado" a Acosta con armas, tras ser asesinado. En su declaración
judicial, el acusado, ex oficial de la CNI, Krantz Bauer, relata que:
"Tratándose de personas del Frente, a pesar de que en nuestras actuaciones
de enfrentamiento no se preparaba el sitio de suceso, y nunca se llevaban armas
para "cargar" a una persona, puede ser que en este caso a lo mejor,
conociendo como fue Zúñiga, haya cargado al muerto".
Francisco Zúñiga, agente de la CNI
Lamentablemente, Francisco Zúñiga
no pudo ni en éste ni en los casos que vinieron, defenderse. El cadáver de este
ex agente fue hallado en 1991 en el radiotaxi que manejaba. Aparentemente se
había suicidado.
Según testimonios judiciales de
uno de lo propios agentes que llegaron posteriormente al lugar de los hechos
habían detalles que no coincidían con un "enfrentamiento" como se le
catalogo. Uno de ellos declaró en el proceso: "La verdad, lo que me
impresionó fue que ese sujeto estaba armado con un revólver calibre 22. Uno
pensaba hasta qué punto podía andar armado con un revólver de esa naturaleza y
enfrentar a fuerzas de seguridad, salvo que lo hayan pillado".
Así, Patricio Acosta dejó
huérfano a su único hijo Sebastián, con el que vivía desde que se había
separado. A los 5 años, el pequeño perdería pocas horas después a su madre.
Mientras, Carmen Barrera, la
testigo que vio como Acosta fue rematado y cargado con armas, declaró desde el
primer momento y terminó siendo por algunas horas, la primera detenida del
caso, junto a otra mujer. El abogado querellante Nelson Caucoto lo ratifica:
"Los únicos detenidos en la Operación Albania, mientras estuvo en poder de
la Justicia Militar fueron estos testigos".
ENFRENTAMIENTO EN VARAS MENA
Esa misma noche, agentes de la
policía civil llegaron hasta el inmueble de calle Varas Mena 417, uno de los
varios que a las 23 horas de esa noche la CNI decidió allanar. Allí se produjo
el primer y único enfrentamiento reconocido por todos.
En el interior de la vivienda,
que era utilizada como casa de seguridad y centro de instrucción, había cerca
de una docena de combatientes del FPMR. Santiago Montenegro era uno de ellos.
Había llegado como todos, con sus ojos cerrados, para no saber dónde estaba,
por medidas de seguridad. Llevaba apenas un día en la casa, que públicamente
aparentaba ser un inmueble arrendado por un joven matrimonio con un pequeño
hijo.
"Allí vivían compañeros que
eran buscados por los aparatos de seguridad de la dictadura; ellos como habían
pocas casas, utilizaban la de Varas Mena, que estaba destinada a la
instrucción. Habían además compañeros que hacían las veces de dueño de casa y
al fondo estábamos los que andábamos con problemas", cuenta Montenegro.
Quien hacía las veces de dueña de
casa era otra militante rodriguista, Cecilia Valdés, que estaba acompañada de
su hijo, de dos años. La supuesta pareja de Cecilia era el oficial del Frente
Juan Waldemar Henríquez, un ingeniero de 28 años, con instrucción militar en
Alemania y Cuba.
La fachada de los frentistas
había resultado para la vecina del costado poniente del inmueble, Eugenia Torres;
"Yo siempre vi un joven que llegaba en un furgón que lo descargaba siempre
adentro, una niña joven con un niño de como unos 2 años 9 meses. Nunca vi más
gente, ni tampoco ruido, nada. Era todo normal, como cuando uno se cambia, que
hace arreglos, martillazos y cosas así pero nunca vi que hubiera tanta gente
como dijeron que había".
Estrictas medidas de seguridad
obligaban a los rodriguistas a permanecer en silencio buen parte del día,
recluido al fondo del inmueble y repartido en literas. Cecilia tenía prohibido
el acceso a esa parte y ni siquiera conocía a quienes permanecían escondidos.
Ella, junto a Juan Waldemar Henríquez, eran los únicos visibles para los
vecinos.
Esa noche dentro de la casa ya se
sabía de la muerte de Ignacio Valenzuela y, más aún, de Patricio Acosta a pocas
cuadras. Juan Waldemar Henríquez llegó cerca de las 10 de la noche con noticias
inquietantes a Varas Mena 417.
Juan Waldemar Henríquez, el "comandante Arturo"
Cecilia Valdés: "El comentó
que había mucha gente extraña afuera, que había mucho auto y que algo raro
estaba pasando".
Santiago Montenegro: "En un
principio, cuando mataron a Patricio Acosta, nosotros no nos enteramos, y lo
asesinaron solo a unas pocas cuadras de donde nosotros estábamos. Los
compañeros que estaban a cargo de la seguridad no nos lo quisieron decir,
obviamente para no causar alarma. Cuando ellos supieron que habían matado a
Patricio, no lo relacionaron necesariamente con que nuestra casa estuviera
ubicada. Es más, por la cantidad de agentes que se paseaban, se podía pensar
que era por el compañero que había muerto. Nosotros nos enteramos a eso de las
11 de la noche que la casa estaba rodeada por agentes de la CNI; en ese
momento, los encargados de seguridad de la casa nos informaron que se podía
producir un enfrentamiento. Era complicado porque no sabíamos que tanto sabía
la CNI de nosotros, ya que cabía la posibilidad de que ellos no supieran de
nuestro paradero. En ese momento salir era más suicida que quedarse, pensar que
iban a atacar la casa era sólo una posibilidad entre muchas otras. Ahí empezó
una discusión de si nos retirábamos esa misma noche o permanecíamos hasta el
día siguiente. Nosotros decidimos esperar".
"Cuando llegaron, vimos la
posibilidad de sacar a nuestros compañeros en auto, pero no teníamos ningún
vehículo, por lo cual decidimos esperar hasta el otro día. La decisión fue
común, la consultamos y todos opinamos que durmiésemos ahí y al otro día nos
fuéramos de a poco y por lo tanto nos acostamos. Ahora bien, si pasaba algo
teníamos preparada una vía de escape", agrega Montenegro.
Según la versión de los vecinos
de los costados, temprano esa noche sus casas se empezaron a llenar de agentes.
Laura Valenzuela era la vecina del costado oriente de Varas Mena 417 recuerda;
"Entraron primero dos individuos altos de negro que eran como una especie
de francotiradores con armas largas, después ya entró el choclón, gente de
jeans, mal vestida con brazaletes y ellos venían con metralletas y qué se yo.
Fácil tienen que haber sido más de 10 personas".
Cada paso y quién debía darlo
estaba programado cuidadosamente por los frentistas, en caso que la CNI ubicara
la casa de seguridad. Juan Waldemar Henríquez debía ser secundado a la hora de
repeler a funcionarios de seguridad, por uno de los combatientes. Eso se
decidía por turno. Ese día le tocó a Wilson Henríquez.
Cecilia Valdés: "como las
12:00 de la noche yo estaba viendo las noticias en el living de esta casa que
está al final. Sentimos primero un aviso por el timbre y yo me levanté del
sillón, porque era la única que estaba despierta a esa hora, en esta parte de
la casa. No sé, yo tuve en ese momento un presentimiento, golpearon la puerta
súper fuerte; yo corrí a avisarle a mis compañeros, se sintió un estruendo en
el portón y dimos el aviso de escape, lo que permitió que se salvaran todos los
compañeros, excepto los jefes que estaban a cargo, que fueron los que se
quedaron a cubrir la retirada."
Santiago Montenegro: "Sí,
sentimos un golpe tremendo, casi echaron abajo el portón, se escucharon gritos
y de repente sentí un timbre. Recuerdo que si se accionaba ese timbre había que
efectuar la retirada, era nuestra alarma. Y empezó a sonar el timbre".
No hay acuerdo sobre quién
disparó primero. Según los CNI y los funcionarios de Investigaciones que les
tocó acompañarlos, los disparos partieron desde dentro. Según Krantz Bauer, ex
oficial de la CNI: "La policía se presenta al domicilio, golpea, le
preguntan de qué se trata, ellos se identifican como policías y en un momento
dado son atacados por disparos desde el interior". En las casas
colindantes los vecinos eran testigos de una feroz balacera.
Eugenia Torres: "De repente
un tipo entró y dijo tírense al suelo y quédense ahí, no se muevan, y empezaron
a disparar, y disparaban de adentro de mi casa hacia fuera, hacia la casa del
lado por una ventana, por el patio hacia atrás y del techo hacia arriba".
Cecilia Valdés: "Tome a mi
hijo, le avisé a Héctor Figueroa y él tocó el timbre acordado. Luego nos
reunimos con Juan y otro compañero, y acordamos evacuar por el peligro
inminente que representaba la entrada de los allanadores. En el momento que nos
dirigíamos por el pasillo para abandonar el inmueble se produjo una especie de
silencio, cesando la balacera, y allí nos percatamos de la existencia de
compañeros heridos. Subimos por la escalera con Juan, luego un alumno -que
después supo era Santiago Montenegro-, yo y mi hijo, y atrás Héctor Figueroa.
Al asomarse al techo Santiago recibió un balazo en la cabeza y yo caí al piso
con él, y todos los que venían detrás, con excepción de Juan que estaba en el
techo, con las rodillas flectadas y tenía en sus manos un arma corta, pero que
no disparaba."
Santiago Montenegro: "Y de
repente empezó la respuesta desde acá adentro y ahí aprovechamos de correr, ahí
me toca subirme a la mesa, junto a un compañero rompimos esa calamina plástica
y justamente era plástica para en la oscuridad ver el espacio, la luz que
llegaba desde afuera. La rompimos y cuando yo salgo ahí fui herido, el disparo
me entró en la región occipital, todavía tengo ahí alojado parte del proyectil.
Con el golpe me caigo para dentro nuevamente. La tensión del momento, la
adrenalina todo eso me impidió sentir dolor, sufrí un rasguño en la caída en la
oscuridad, me caí arriba de la mesa y la mesa cayó al suelo y cuando estaba en
el suelo me recuerdo que me pase la mano por la cabeza y sentí lo tibio de la
sangre, y lo espeso, pero también me di cuenta que no era grave, porque estaba
bien".
Prácticamente una decena de
rodriguistas escapaba en medio de la balacera. Entre los que escaparon por los
techos de las casas vecinas, para luego ser capturados, se encontraban Cecilia
Valdés, Santiago Montenegro y Héctor Figueroa Gómez. Este último posteriormente
enfrentó la pena de muerte por su anterior participación en el atentado al
general Augusto Pinochet. Después fue condenado a presidio perpetuo y,
finalmente exiliado a Bélgica en 1994.
Héctor Figueroa Gómez, luego de ser detenido en la
"Operación Albania"
Entretanto, desde los mismos
techos, Juan Waldemar Henríquez y Wilson Henríquez, respondían el ataque
policial con sus armas.
Eugenia Torres: "Dentro de
la balacera yo sentí un cuerpo caer, algo cayó del techo, yo no supe qué
era".
El que había caído era Juan
Waldemar Henríquez, quien ya estaba herido. Este se encontraba cubriendo la
retirada de sus compañeros disparando desde el techo de la casa vecina signada
con el N° 415. En un momento dado la techumbre cedió y Henríquez cayó herido al
interior de la vivienda, en medio del comedor, donde fue encontrado mas tarde
por la dueña de casa. Henríquez le solicitó ayuda, pero ésta se negó por temor
a la acción policial. En el baño quedaron rastros de sus heridas, donde intentó
evitar un desangramiento.
Luego ingresaron los policías al
inmueble encontrando a Henríquez tendido en el piso, y a esas alturas sin
ofrecer resistencia. Sin embargo, fue rematado por ráfagas de disparos en el
mismo lugar. Una de las balas le atravesó el tórax y le comprometió el corazón.
La bala entró justo por debajo de la axila.
Luego lo sacaron a la calle donde
le dispararon nuevamente. El cadáver de Juan Waldemar Henríquez quedó tendido
toda la noche en la calle, junto a un árbol.
La mujer, quien se refugió en su
dormitorio lo relataría así: "Desde la pieza sentimos como arrastraban un
bulto, luego oímos mas balazos". Algunos testigos señalaron que Henríquez
se había rendido y que estaba con los brazos en alto cuando fue ultimado.
Cecilia Valdés recuerda sobre los
compañeros que cubrieron la retirada; "Bueno a mí me tocó trabajar con
ellos más directamente. Yo tuve la posibilidad de hablar con Juan, ya que como
una de las encargadas de seguridad tenía que quedarme en la casa, pero, en
conversaciones con Juan se acordó que yo debía abandonar la casa junto con mi
hijo, fue la última vez que hable con él, no nos dijimos ni chao ni adiós, sino
sólo conservo su mirada que queda para siempre."
Con la muerte de Juan Waldemar
Henríquez, no se acabaron las escaramuzas. En el caso de Wilson Henríquez,
quien se encontraba herido a bala, fue rodeado por agentes de la CNI en el
patio de otra casa, la numero 419, donde se había refugiado. Ahí fue visto por
la familia de la casa quienes le indicaron que debía entregarse, a lo que él se
negó.
Laura Valenzuela y su madre
hallaron a Wilson Henríquez en el patio de su casa antes de que fuera capturado
por los agentes. Laura recuerda:"Mi mamá le preguntó si estaba armado y él
dijo que no. Era muy joven, o sea yo en ese tiempo lo veía como un joven bien
débil, indefenso, y se notaba que estaba herido. Mi mamá le dijo "pero
entréguese, porque o si no aquí es obvio que lo van a matar, vamos yo lo
acompaño para que se entregue, para que no le hagan nada". Él no quiso,
dijo no déjenme aquí no más, porque o si no los van a matar a todos".
Wilson Henríquez Gallegos
Laura y su madre decidieron dejar
el patio y volvieron a entrar a su casa. Testimonios indican que al rato
ingreso un grupo de agentes e hizo a la familia introducirse en el dormitorio.
Apresaron a Wilson Henríquez y comenzaron una suerte de juego con él, lo
golpearon, lo sacaron a la calle arrastrándolo, dijeron que lo iban a volver a
entrar para que no se resfriara y luego lo mataron, registrando su cuerpo según
el protocolo de autopsia 21 orificios de bala.
Laura Valenzuela; "Volvió a
entrar ese grupo de gente con gritos y nos volvieron a encerrar en la pieza, o
sea dijeron aquí está y qué se yo y lo tomaron a él ahí. Nosotros estábamos en
la pieza, que tenia una ventana que daba al patio. Desde ahí se veía solamente
sombra y escuchamos todos los golpes que le dieron. Le pegaron con armas,
patadas, lo del dolor se sintió".
El ex agente Manuel Morales
relató varios años después en el proceso, lo que vio en ese patio; "Y lo
vi que tenía lesiones en la pierna, en la parte del tórax o del estómago y en
el cuello, heridas que se tapaba con la mano".
Laura Valenzuela: "Después
de pegarle bastante, se escucharon balazos. De pronto se acabó la bulla, y se
sentía que arrastraban algo. Nosotros queríamos salir de la pieza, pero no nos
dejaron. Pusieron un gorila en la puerta que nos garabateaba todo el rato para
que no saliéramos de la pieza".
El ex agente Morales no hace
mención a la golpiza, pero recuerda lo que vino después. "Le alcancé a
colocar la esposa en la mano derecha y lo tiré al suelo. En ese momento
apareció el capitán Velasco, que es Belarmino Quiroz, se metió entremedio y con
una subametralladora HK, americana, con silenciador, le disparó de tres a
cuatro balazos, diciendo mátalo, mátalo". El 20 de octubre del 2000, en su
declaración judicial, el ex oficial Quiroz negó haber ultimado a Wilson
Henríquez.
Flavio Oyarzún era un detective
de Investigaciones en esa época y declaró en el expediente que patrullaba el
sector y al escuchar los tiroteos entró a la casa donde acababan de balear a
Wilson Henríquez; "En la cama de abajo había un individuo que se quejaba,
dándome la impresión que estaba herido, entonces se dio la orden de tomarlo de
las manos y de los pies y yo, siempre pensando en ayudar, lo tomé de uno de los
pies y lo trasladamos al fondo del pasillo, donde hay un patio con piso de
tierra y lo dejamos en el suelo tendido. En ese momento apareció el que daba
las órdenes por señales, que andaba con una metralleta o fusil, pero era un
arma larga y se acerca al individuo y sin decir nada le dispara
matándolo".
El relato de Laura Valenzuela
continúa "Y después se siente que lo van sacando, lo arrastran y lo
llevaban en andas. Alguien dice este huevón quedó vivo y lo vuelven a entrar y
en eso lo tiran seguramente en el patio nuevamente; y hacen ruidos y empiezan a
golpear las ventanas para apaciguar un poco la bulla que metían".
Detrás de Varas Mena 417, Cecilia
Valdés había logrado llegar a la calle por los techos, junto a Héctor Figueroa
y su hijo, pero fue interceptada por una patrulla de la CNI.
Cecilia Valdés; "Yo salí por
los techos con mi hijo y con otro compañero y cuando llegamos a una calle, nos
encontramos con un vehículo de la CNI. En ese momento mi hijo tenía dos años y
medio. Cuando nos detuvieron, nosotros dijimos que íbamos al hospital, pero no
nos creyeron. A mi hijo lo pusieron en la camioneta y a mi me llevaron hacia
una esquina para asesinarme."
Cecilia Valdés continúa; "Me
empiezan a golpear en la calle, me empiezan a pegar cachetadas, golpes en la
cabeza, a tironear y me empiezan a preguntar de dónde había salido, pero como
yo no les respondía, ellos me dijeron que me iban a fusilar y me hacen caminar
de ahí hasta una esquina. La cosa es que pasó bala el tipo, que tenía una cara
desorbitada, súper alterado y después hay una discusión entre ellos, y justo en
ese momento pasó un vehículo lleno de hombres, tal vez pensaron que eran
compañeros que venían a rescatarnos, se asustaron y nos devolvieron nuevamente
a la casa, lo que a la postre salvó mi vida."
Uno de los frentistas que logró
escapar de Varas Mena declaró para "El Rodriguista"; "Sonó la
alarma y al mismo tiempo los disparos; se implementa el plan de evacuación. Hay
que improvisar y salir con lo que teníamos puesto, salvar en lo posible el
armamento. Para subir al techo hubo que repeler el ataque enemigo. Tengo viva
la imagen de Arturo, parapetado en la parte delantera de la casa efectuando la
contención que nos permitió evacuar por los tejados. Nos arrastramos por los
techos, cruzamos patios, hasta que finalmente llegamos a la calle, todo ello en
medio de disparos, gritos, sirenas... En la calle correr, saltar un muro cuando
las fuerzas y el nerviosismo no se soportan. Llegamos a una bodega abandonada,
llena de fierros, palos y no se cuantas cosas... se mantienen los ruidos,
disparos, sirenas, gritos y pasos. ¡Ahí vienen!, entran a la bodega, el M16
preparado, la luz de su linterna nos ciega. ¡No nos vieron!... se alejan los
pasos... se van".
Herido en su cabeza, Santiago
Montenegro fue el último en huir por los techos desde la casa de Varas Mena;
"Cuando ya salí de la casa, en la calle no quedaba nadie de nosotros y de
pronto me disparan, no sé si de un pasaje vecino o del fondo. Nos dispararon
por todos los flancos; luego aparece una camioneta, me enfoca y me dispara
nuevamente. Yo quedé herido, recibí un balazo en el hombro y aún tengo una bala
incrustada en el cráneo. A pesar de eso logré salir del cerco".
Santiago llegó apenas al final
del pasaje Gengis Khan, ya sin fuerzas para saltar la muralla. Le pidió ayuda
al vecino de la penúltima casa, pero éste aterrorizado, se la negó. A través de
un pasadizo, Santiago logró escabullirse igual en la casa del vecino que le
había negado ayuda. Santiago se desangraba en el patio trasero de la casa,
cuando fue descubierto por otra vecina que llamó a Carabineros, que habían
reemplazado a la CNI en los alrededores.
Santiago Montenegro;"El
carabinero viene y le dice al teniente: "Mi teniente, la CNI está buscando
al detenido", y él le dice: "No, no lo vamos a entregar".
Montenegro es rápidamente retirado del lugar por Carabineros y llevado a una
comisaría.
Santiago Montenegro: "La
verdad es que los que participaron en estos hechos estaban con órdenes de matar
a toda la gente del Frente que encontraran; el error para ellos fue que
carabineros me llevó a la comisaría y me anotó en el libro de guardia.
Entonces, cuando la CNI me fue a buscar para matarme yo escuchaba la
conversación, ellos decían: mira huevón, lo echamos arriba de la camioneta y lo
matamos; pero el teniente que estaba a cargo decidió llevarme a la Posta."
Al igual que Cecilia Valdés,
Santiago Montenegro pasó casi tres años preso. Sólo salió casi agónico, debido
a una tuberculosis, no tratada. Fue esa enfermedad la que le impidió fugarse el
año 90, junto a otros 49 presos políticos desde la Cárcel Pública.
LA MUERTE DE JULIO GUERRA
Casi simultáneamente a los
sucesos de Varas Mena, otro centenar de agentes y policías, rodeó el dúplex
213, del block 33 de la Villa Olímpica, en Ñuñoa. Allí Julio Guerra Olivares
arrendaba una pieza a Sonia Hinojosa. Estaba clandestino desde su participación
como fusilero en el atentado a Pinochet, nueve meses atrás.
Julio Guerra Olivares, "Guido"
Eran alrededor de las 12 de la
noche y el ex agente de la CNI Iván Cifuentes recuerda así lo que sucedió, tras
forzar la puerta del departamento; "Ahí entro primero yo y estaba oscuro,
pero sin embargo desde el segundo piso de este duplex vi dos fogonazos que
correspondían a dos disparos que se hicieron desde arriba. En ese momento sale
una mujer despavorida gritando por las escaleras que la iban a matar". Era
la dueña de casa, Sonia Hinojosa.
El abogado de la Vicaría de la
Solidaridad, Sergio Hevia: "Ella bajó para tratar de saber qué pasaba, la
tomaron, la sacaron afuera y empezaron a gritarle a Guerra, para que saliera.
Eso es todo lo que ella recuerda.".
El oficial de la CNI decidió
lanzar al interior del dúplex una bomba lacrimógena militar. Mientras esperaban
que Guerra saliera, llegó otro equipo de seguridad. Uno de ellos, el ex agente
Fernando Burgos, valiéndose de una máscara anti gas, debido a que en el
interior estaba irrespirable, llegó hasta el baño del segundo piso.
Fernando Burgos; "Y de un
puntapié abro la puerta, observando que agazapado cerca del WC, se encontraba
un sujeto con un arma en la mano y, por lo tanto, sin pensarlo le disparo
inmediatamente alrededor de cuatro disparos, con mi arma de servicio, que era
una pistola CZ e inmediatamente lo tomo y lo saco de ese lugar, dejándolo cerca
de una baranda".
Detrás de Burgos iba su jefe, el
oficial Arturo Sanhueza, que reaccionó como él mismo explica en su declaración;
"En esas condiciones yo subo al segundo piso y observo que el sujeto
estaba como medio muerto y en un estado de mucha presión y confusión, yo le
disparo también un tiro hacia el pecho". Luego, el cadáver de Julio Guerra
apareció con los ojos baleados.
Continúa Sanhueza: "Y si
esta persona posteriormente apareció en el descanso de la escalera con otros
disparos en el rostro, debo señalar enfáticamente que alguien lo puso en esa
posición y disparado más balazos".
Al primero que le tocó investigar
este caso fue al abogado Guillermo Hevia. "La primera sensación es que no
hubo enfrentamiento. Los disparos, no soy experto en balística, pero algo sé,
estaban direccionados en un sólo lugar, hacia abajo, o sea Guerra fue rematado
en el suelo".
La autopsia de Julio Guerra
demostró que tenía disparos a corta distancia, siempre de arriba hacia abajo y
de atrás hacia adelante. Dos de ellos en los ojos. Además se comprobó que el
frentista no estaba armado.
Como anécdota, el revólver que
apareció colocado junto al cuerpo de Julio Guerra, en Villa Olímpica, tenía una
inscripción que decía "Carabineros de Chile".
LA MASACRE DE CALLE PEDRO DONOSO
El último capítulo de la
Operación Albania se escribió en un abandonado inmueble de la calle Pedro
Donoso, en Conchalí. Esa noche aún faltaba decidir el destino de siete
frentistas que aguardaban detenidos en el cuartel de calle Borgoño.
Álvaro Corbalán, recuerda en el
expediente que le pidió instrucciones al director de la CNI, general Hugo Salas
Wenzel, de qué hacer con los detenidos; "Y se me comunica por parte del
general Salas Wenzel que no cabían posibilidades con respecto de aquellos que
resultaron ser importantes dentro del Frente y por lo tanto había que
eliminarlos".
En los calabozos de Borgoño
estaban quiénes eran considerados importantes como José Valenzuela Levi, el
"comandante Ernesto" y Esther Cabrera Hinojosa. Pero también se
encontraban Ricardo Rivera Silva, Ricardo Silva Soto, Manuel Valencia Calderón,
Elizabeth Escobar Mondaca y Patricia Quiroz Nilo, dirigentes que no tenían gran
relevancia para los agentes. Todos habían sido detenidos en las horas previas.
José Valenzuela Levi, el "comandante Ernesto"
Valenzuela Levi, Ricardo Rivera y
Ricardo Silva habían sido capturados esa tarde cuando salían de una reunión en
una casa del paradero 21 de Vicuña Mackenna, Esther Cabrera había sido abordada
luego de salir de la casa de un amigo, y Manuel Valencia había sido aprendido
en la calle cuando se dirigía a realizarse unos exámenes médicos.
En el 2004 el coronel Iván
Quiroz, quien participó de la operación, declaró ante el tribunal:
"Alrededor de las 3 de la mañana Corbalán llamó al general Salas Wenzel
para preguntarle si el asunto de los siete frentistas que todavía quedaban
vivos detenidos en el cuartel Borgoño se mantenía en pie, el general Salas le
respondió a Corbalán que sí". "El asunto" se refería, según
Quiroz, a la eliminación inmediata de los siete detenidos.
"Yo estaba en la oficina de
Corbalán en ese momento, y escuché cuando él preguntó al general Salas si la
orden se podía postergar para seguir investigando a los detenidos", dijo
Quiroz. Y agregó que luego escuchó de Corbalán un cortante "a su orden mi
general, será cumplido de inmediato". Acto seguido, dijo que Corbalán le
ordenó que eligiera a cinco oficiales para que se hicieran responsables de
juntar a su gente para llevar a cabo la eliminación de los siete detenidos, que
fueron trasladados a la calle Pedro Donoso.
La madrugada del 16 de junio de
1987, los detenidos fueron trasladados en caravana a la casa deshabitada de
Pedro Donoso 582, que la CNI ya tenía identificada. El mayor Álvaro Corbalán
había encargado al capitán Francisco Zúñiga elegir el lugar donde los
frentistas serían acribillados. Luego de meditarlo, el oficial optó por el
inmueble deshabitado del cual la CNI sospechaba que en ocasiones funcionaba
como una casa de seguridad frentista.
La casa de calle Pedro Donoso.
El abogado Nelson Caucoto:
"Los agentes de la CNI hicieron un verdadero show frente a esa casa, una
casa en que ya cerca de las 10:00 de la noche comenzó a circular mucha gente
con zapatillas, vestidas de sport, llegaban Carabineros, se retiraban, llegaban
vehículos no identificados, se bajaban sujetos. Hasta que de repente aparecen
unos equipos de televisión, entonces la gente pensaba que irá a pasar acá y era
precisamente los preparativos para un enfrentamiento entre comillas, en que uno
de los bandos contendientes llega con aparatos de televisión para filmar los
hechos".
Una de las primeras en ser trasladada
hasta Pedro Donoso fue Esther Cabrera, la "Chichi". La condujo el
comando de élite del Ejército Erich Silva Reichart. "No la vi nerviosa, la
vi tranquila, no estaba esposada ni vendada, y le dije que bajara la vista y
que estuviese tranquila. Esta persona no habló nada, ni hizo ningún comentario
y se fue sentada en el asiento trasero". El trayecto hasta Pedro Donoso no
duraba a esa hora de la madrugada más de 10 minutos.
Esther Cabrera Hinojosa, la "Chichi"
El matrimonio Berríos-Vergara vio
movimientos extraños casi toda la noche, frente a su casa. Edith Vergara:
"Como a las 4 y media empezaron a llegar más vehículos, se iban, volvían,
después fue cuando bajaron las cajas, dos cajas grandes muy pesadas que la
tomaron una de cada lado. Luego llegaron los furgones que se estacionaron por
el lado de nosotros, donde traían la gente. Las personas que iban detenidas,
estaban descalzas con los brazos atados atrás a la espalda, amarrados y la
vista vendada".
El sargento Arturo Quiroz y el
capitán Francisco Zúñiga fueron encomendados para designar a parejas de
oficiales que ejecutarían a cada uno de los siete frentistas detenidos.
El abogado Nelson Caucoto:
"Los colocan a cada uno de ellos en sus respectivas habitaciones, al
interior de la casa y en algún minuto se supone que ingresan sólo los
ejecutores, o sea 14 hombres de la CNI para matar a 7 personas".
Mientras eso ocurría dentro de la
casa abandonada, afuera los vecinos comenzaron a ser testigos de la primera
parte, de lo que sería un gran montaje de encubrimiento.
Edith Vergara: "Después
gritaron, por alto parlante, que estaban todos rodeados, que se
rindieran".
La misma CNI calcula que esa
noche había cerca de un centenar de agentes, carabineros y detectives dentro y
fuera de la casa. La orden para que los efectivos asignados a cada víctima
percutara sus armas, se dio lanzando un ladrillo en el techo, mientras el resto
de los agentes disparó al aire y gritó para dar a los vecinos la idea de un
enfrentamiento. Alrededor de las 05.30 AM, los siete frentistas fueron
acribillados.
El oficial Iván Cifuentes, que
tenía a cargo a Valenzuela Levi, fue el primero en disparar. "En ese
momento procedimos a dispararle, lo que motivó que empezaran a hacer fuego los
que estaban afuera, en el exterior de esa casa y el resto de los otros agentes
para eliminar a los otros detenidos".
Todos fueron asesinados
simultáneamente. De los 14 ejecutores, él único que ha negado haber disparado
es el detective Hugo Guzmán Rojas, quien tenía a su cargo a Patricia Quiroz.
"Una vez que el agente Pérez dispara el primer tiro, la mujer, a mi
juicio, fallece en forma instantánea y cuando termina su accionar, Pérez dirige
su arma hacia mí con un claro propósito intimidatorio y con un gesto me ordena
dispararle a la mujer, cosa que no hice".
Después, entró en acción
Francisco Zúñiga, según varios agentes. Manuel Morales Acevedo, ex agente de la
CNI: "Y Zúñiga con mi pistola y con otra que él llevaba en la otra mano,
remató a las víctimas que estaban en la pieza mía, recordando que a Valenzuela
Levi debió haberle disparado unos seis tiros a la cabeza y luego siguió en la
misma misión con el resto de las personas que estaban al interior de la casa,
porque siguieron los disparos".
Manuel Morales Acevedo, confesó
expresamente que se premeditó el montaje. "También recuerdo que se
hicieron mucho más disparos en el interior de la casa y había también personas
encargadas de disparar desde afuera de la casa para aparentar un
enfrentamiento".
En el primer dormitorio quedaron
los cuerpos de Ricardo Rivera Silva, con cinco impactos recibidos a mediana
distancia, y de José Valenzuela Levi, el "comandante Ernesto" con 16,
efectuados a corta distancia.
Ricardo Rivera Silva
En el primer pasillo fue muerto
Manuel Valencia Calderón, con 14 disparos hechos desde unos tres metros, en
ráfaga. Del informe balístico y de la autopsia se concluye que fue colocado al
final de este pasillo, donde había una puerta abierta, y fusilado.
El cuerpo de Ester Cabrera
Hinojosa, con cinco impactos de bala, fue encontrado en el interior de la
cocina. En ese lugar no hay huellas de disparos. Del análisis de los peritajes
se concluye que la víctima fue fusilada en un pasillo lateral y que,
posteriormente, su cuerpo fue dejado en la cocina.
El cuerpo de Ricardo Silva Soto,
presentaba 10 impactos de bala. De acuerdo con los informes periciales, fue
baleado dentro del segundo dormitorio y rematado en el suelo, según revelan
varios impactos en el piso de la pieza. Un detalle significativo de que no hubo
enfrentamientos es el hecho de que Ricardo Silva presentaba heridas de bala en
las palmas de sus dos manos, en un intento instintivo de protegerse, desde el
suelo, de las balas con que finalmente lo mataron.
Ricardo Silva Soto
Muy cerca del cuerpo de Ricardo
Silva fue encontrado el de Elizabeth Escobar Mondaca, con 13 impactos de bala,
10 de los cuales fueron efectuados a muy corta distancia, según la autopsia. La
joven, igual que Ricardo Silva, fue baleada primero dentro del segundo
dormitorio y, posteriormente, rematada a menos de un metro de distancia, con
varias ráfagas, contra un muro de una habitación deshabitada. El cuerpo de
Patricia Quiroz Nilo apareció al fondo del extenso pasillo interior de la casa
de Pedro Donoso y presentaba 11 impactos de bala.
Uno de los peritajes balísticos revela,
en primer lugar, que de los casi 200 balazos dentro de la casa, no hay ninguna
bala disparada desde el interior hacia el exterior, no obstante que la CNI dijo
que en Pedro Donoso las víctimas contaban con dos fusiles M-16, una
subametralladora, tres revólveres, tres pistolas, cuatro granadas, dos
cartuchos de amongelatina y un kilo de amonio para fabricar explosivos. Pese a
tan alto poder de fuego, todas las trayectorias de las balas incrustadas en la
casa son de adentro hacia afuera. Tampoco hay ningún rastro de enfrentamiento
dentro de la casa.
Otro peritaje determinó que las
armas de los frentistas nunca fueron percutadas. En segundo lugar, resulta
curioso observar que el mayor poder de fuego que supuestamente tenían los
frentistas -una subametralladora- lo habría portado Patricia Quiroz (cuyo
cuerpo apareció al fondo de la casa), en circunstancias que con esa arma
debería haber estado en la ventana disparando contra sus agresores y no Ricardo
Rivera, quien lo hacía presumiblemente con una pistola.
Un policía que estuvo en todos
los lugares donde murieron las personas en la "Operación Albania",
declaró en el proceso que todos los sitios del suceso estaban profundamente
alterados y que al llegar a ellos los impactos de bala en los muros habían sido
removidos. También le llamó la atención que "todas las armas de las
víctimas estaban colocadas en la mano izquierda".
Según el agente Iván Quiroz tanto
el como Alvaro Corbalán llegaron al lugar después de ocurridos los hechos;
"Llegamos y recuerdo que había mucha gente. Carabineros había acordonado
el lugar, había cámaras de televisión. Una vez que entramos se observaban
algunos cadáveres destrozados, muy destrozados. Esas fotos están en el
proceso".
EL RECUERDO DE LA VÍCTIMAS
A todas las familias de las victimas,
cuál más cual menos, se les quebró la vida y siempre habrá un antes y un
después.
Ruth Cabrera, hermana de Esther:
"Se llevaron todo lo que sabían que era de ella, no dejaron nada. Nosotros
no tenemos ni siquiera fotos, hay una que circula que la tenía un amigo, era un
negativo de tamaño carnet. Dejaron como limpio, rastro de ella no quedo nada,
sus cuadernos, sus cosas, se llevaron todo. Es como si hubiera
desaparecido".
Un documental sueco sobre una de
sus mejores amigas, "Chela", registró unos pocos segundos de su
existencia, dos años antes de su asesinato.
Para Ruth, que hoy recorre la
casa que alguna vez habitó la "Chichi", su hermana fue otro ejemplo
de fuerza y decisión, sólo siente no haber estado con ella en esa fría
madrugada de junio; "La pena a lo mejor es porque no está con uno, porque
quizás le faltó la hermana, la tía, todas esas cosas que uno se imagina. El si
yo hubiese estado, pero bueno así es la vida no más".
Diecisiete años después de la
muerte de Manuel Valencia, su madre Eliana Calderón, aún necesita apoyo
psicológico. Completamente entregados a su vida en la Iglesia, sólo se
enteraron que su hijo era del Frente al día después de su muerte. Hastiado,
dicen de la violencia en la poblaciones, Manolo ingresó a las juventudes
comunistas.
Eliana: "Cuando habían
muerto a este compañero en la Victoria, el lloraba conmigo, me decía "mamá
hasta cuando, hasta cuando vamos a soportar esto mamá, esto no se puede seguir
soportando, tenemos que luchar para que esto termine si no van a haber más y
más muertos". Y lloraba conmigo, me tomó de las manos me acuerdo y lloraba
conmigo, con una impotencia, con una rabia muy grande".
Para los padres de Manuel
Valencia, asesinado en Pedro Donoso, sólo quedaron sus fotos y un cassette que
Manolo grabó a los 14 años para su padre.
Manuel Valencia Calderón
Eliana: "Hay una parte de
nosotros que murió, y en mi especialmente mi calidad de mujer murió, se fue con
mi niño, mi calidad de madre es una cosa que me llevaron, la mitad de mi ser.
Ya no lloro, no tengo lagrimas, puede estar pasando lo más terrible, puede
estar todo el mundo llorando, en esos momentos se me aprieta la garganta, pero
no puedo llorar".
Hasta hoy sus padres no entienden
la violencia desatada contra el joven de 20 años, que ni siquiera estaba en los
antecedentes de la CNI y recibió 14 balazos.
Eliana: "Se le había corrido
la venda y ahí yo casi me espanté porque era un hoyo profundo el que tenia,
porque la salida de bala era como una rosa para afuera, y su cara... le habían
volado la mitad de su carita".
Ricardo Silva, era el segundo
hombre del Frente en Concepción, y sabía que su vida corría peligro. Su hermana
recuerda que su principal preocupación era su hijo.
Patricia Silva: "Ricardo me
decía, "mira yo lo único que pido es que si me van a matar me den un
minuto para pensar en Cristián", así era el. Cuando hubo que reconocerlo,
él estaba con una expresión de rabia muy marcada en su rostro, con los ojos
abiertos como mirando a sus asesinos. Sabemos que el estaba en el suelo y que
le dispararon en esa posición, entonces creo que si llego a tener el tiempo que
el quería para pensar en su hijo".
Aun hoy, Vicky Ormeño no logra
superar el dolor y la rabia de perder a su esposo, Juan Waldemar Henríquez,
muerto en Varas Mena 417. A ella y a su hijo de nada les ha servido que sea
considerado un héroe.
La familia de otra de las
victimas, Wilson Henríquez, es una de las que más férreamente ha luchado para
que se haga justicia, a pesar del miedo que sintieron incluso en sus funerales.
Raquel Arias: "Así que ahí
estuvimos, dignamente creo, como hermanos al lado de él, para que supiera que
(se emociona) los sueños no mueren, ni aunque lo hayan dejado de esa manera y
que si nos faltaron cosas por decir, cosas que contarnos, éramos hermanos y nos
íbamos a saber entender"
Adriana Pohorecky, madre de
Ignacio Valenzuela, asesinado en la calle Alhué, ha hecho de su vida un duelo y
su único objetivo es hacerle justicia a su hijo. Por eso, en su antejardín,
conserva el tronco del árbol que nunca protegió a Ignacio y por eso sigue
viviendo a ínfimos metros del lugar de su muerte. "Realmente cuando
mataron a mi hijo, me mataron a mí también, no me mataron físicamente, pero en
espíritu me mataron".
Hoy, las familias no tienen un
sentimiento común para con los acusados.
Ruth Cabrera: "Yo te lo
estoy hablando en forma muy personal, a esta altura que sean reconocidos los
asesinos y que digan estos fueron los que los mataron, ya eso es castigo
suficiente, porque yo creo que ellos también tienen familia, tienen otro drama.
Por último para uno el drama es una pérdida, pero no es una vergüenza, y yo
pienso en la familia de todos esos que están ahora confesos, que deben tener
hijos, señora, madre"
En su trabajo como médico en la
Posta Central, a Avelina Cisternas, pareja de José Valenzuela Levi, le tocó
atender, sin saberlo en un principio, a uno de los acusados en la Operación
Albania; "Dios me puso en la situación más difícil que me podía poner
alguien, me lo puso en la situación de paciente, y en la situación de paciente
reaccioné como médico, no hice nada, me quedé callada, al día siguiente lo fui
a ver. Hoy día siento pena por ellos y que bueno que así sea, me dan pena, me
dan lástima. Pobre gente, que en realidad no se dieron cuenta que estaban
cometiendo un asesinato".
Hasta hoy, una cincuentena de ex
agentes de la CNI han declarado en el caso. Pese a ello ha resultado muy
difícil para la justicia, por una u otra razones, poner a los responsables de
este gran montaje tras las rejas.
Con el tiempo, y con el
convencimiento de que la masacre fue un hecho fríamente premeditado por los
organismos de seguridad del gobierno militar, la opinión publica rebautizaría
la acción de los agentes denominándola "La Matanza de Corpus Christi"
EL QUIEBRE
EL FRENTE EN LA ENCRUCIJADA
El descubrimiento de las armas de
Carrizal Bajo, el fracaso de la emboscada contra Pinochet y la Operación
Albania significaron descalabros de los que el FPMR no volvería a recuperarse.
Entre agosto y septiembre de 1986 algunos de sus mejores combatientes fueron
detenidos. A ellos les siguieron decenas de cuadros comunistas, implicados en
ambas operaciones. La colectividad llegó a perder un militante cada ocho horas,
ya sea porque era arrestado o porque debía salir del país tras ser identificado
por los organismos del régimen.
Para la dirigencia comunista,
enfrentada a la peor debacle de los últimos diez años, no sólo habían quedado
al descubierto las febles medidas de seguridad de los frentistas. También se
hizo evidente que sus mandos habían empleado a militantes sin experiencia,
desoyendo la instrucción del partido de sólo recurrir a sus combatientes más
fogueados.
De un golpe, la colectividad
había perdido la confianza en la cúpula del FPMR. A juicio de líderes como Luis
Corvalán y Gladys Marín, era urgente dar un golpe de autoridad que asegurara al
partido el control de su aparato armado. La Unión Soviética, según informes de
inteligencia norteamericana, presionaba por lo mismo.
Para historiadores cercanos al PC
como Ivan Ljubetic, las causas previas de la crisis estaban posiblemente en el
fracaso de las operaciones de Carrizal y la emboscada a Pinochet. Pero la causa
de fondo del desentendimiento era a juicio de los jerarcas del partido el bajo
nivel político-ideológico de la mayor parte de los comandantes y de gran cantidad
de miembros del Frente. "En la formación de los primeros, la mayoría
instruidos en Cuba, se privilegió su formación militar por encima de una sólida
educación política-ideológica", indica Ljubetic.
Para los frentistas, en cambio,
la razón de la crisis era clara. El PC había determinado súbitamente renunciar
a la vía armada, aquella que tanto habían apoyado en el pasado y que ahora
desconocían.
Hasta junio de 1987, el alto
mando del FPMR estaba integrado por seis comandantes: "José Miguel"
(Raúl Pellegrín), "Ernesto" (José Valenzuela Levi),
"Aurelio" (Roberto Nordenflycht), "Benito" (Ignacio
Valenzuela), "Daniel Huerta" (Martín Pascual) y "Aureliano"
(Luis Arriagada Toro). Cuando en los primeros meses de 1987 el PC informó que
tres de los seis mandos serían reemplazados por hombres de la absoluta
confianza del partido, se iniciaron los problemas.
El objetivo del PC era acabar con
el predominio de Raúl Pellegrín, cuyos cercanos copaban el alto mando del
aparato. Integrado por los primeros oficiales formados en Cuba -y que luego
pelearon contra Somoza en Nicaragua- el núcleo del líder máximo frentista
planteaba que la única forma de reponer la movilización de masas era mantener
el eje de las acciones armadas. En cambio, el partido y los frentistas menos sometidos
al influjo cubano estimaban que lo que había que producir eran "hechos
políticos que reactivaran la movilización".
Enterado de que el FPMR iba a ser
"intervenido", un indignado Pellegrín dirigió una carta de
circulación restringida a la directiva, denunciando que el partido estaba a
punto de "hacer abandono" de su política militar.
"Existen responsabilidades
personales que la historia del movimiento revolucionario en Chile no podrá
olvidar. Si se ponen jefes militares que la base no respeta, los militantes del
Frente no se subordinan a ellos", advertía el líder máximo del FPMR.
El momento por el que atravesaba
el Frente, fue expuesto crudamente por el propio Pellegrin en una larga
intervención que realizó ante la comisión militar del Partido Comunista,
durante el primer semestre de 1987, y cuyo resumen fue transcrito por el
periodista Manuel Salazar; "El 85 íbamos por el camino de la Sublevación
Nacional; el 86 caminábamos más cerca que nunca de la Sublevación Nacional.
¿Quién y con qué derecho nos ha apartado de ese camino? ¿Por qué se ha impuesto
en el Partido una tendencia que no es mayoritaria?".
-"Desde hace meses hemos
señalado que en el Frente Patriótico, en el Frente Militar y en el Partido,
existen serias dudas sobre los pasos dados por el propio Partido en estos ocho
meses, respecto a la implementación de la Sublevación Nacional, período
caracterizado por la indecisión, por el cambio inexplicable de opinión, de
falta de claridad, por lo contradictorio de los informes, que se asemeja mucho
a la falta de dirección. Sin duda el Frente se ha transformado en algo molesto
para una nueva política que no se tiene la valentía de expresar".
-"En el partido circulan
opiniones lapidarias sobre nosotros. Se habla de un grupo fríamente calculador,
que aplica mecánicamente el proyecto nicaragüense y cubano, que pretende
cambiar a la Dirección del Partido. Además se nos tilda de ser compañeros de
"bajo nivel político"; ésta no puede ser la respuesta a nuestras
inquietudes".
-"Más de alguien estará
feliz de que el Frente se vaya del Partido. O más bien, que el Partido se vaya
del Frente. Varios compañeros y varias jefaturas consideramos que este es el
momento de dar paso al accionar a la lucha decidida y resuelta en perspectiva
de la Sublevación Nacional, que seguimos considerando como la única estrategia
válida para resolver los problemas de nuestro país".
También el "comandante
Ramiro" relató años mas tarde la visión que había en ese momento en las
filas del Frente respecto de los líderes del Partido; "En general, nuestra
apreciación de ellos en los tiempos de la ruptura fue de mucha decepción, por
la renuncia que hicieron de una política que ellos mismos habían impulsado y
que para el Frente seguía válida en sus formas y moralmente".
A cargo de las tensas conversaciones
con los rebeldes, la postura del dirigente comunista Jorge Insunza era
inflexible: "No hay alternativa. El año decisivo falló y el FPMR debe
desmontarse". En uno de los encuentros, Pellegrín lo encañonó con su
pistola. Otro jefe frentista, "Daniel Huerta", desenfundó un revólver
en defensa del dirigente comunista. Aunque el tenso momento se diluyó cuando
"José Miguel" bajó su arma, era claro que la convivencia estaba
definitivamente rota.
Al respecto, un informe de la CIA
sostiene que en julio de 1987 jóvenes de la facción rebelde del FPMR
"fueron instruidos por altos oficiales frentistas para ejecutar a un
militante del PC cuyo único crimen había sido estar en desacuerdo con la línea
militar". El documento no especifica el nombre de la eventual víctima y
cita una fuente al interior del partido, pero su veracidad nunca pudo ser
confirmada.
Otras situaciones de tensión se
vivieron en Cuba y Nicaragua, donde el FPMR contaba con casas de seguridad y
otros medios. En La Habana, los cubanos se vieron obligados a disponer de
residencias separadas para cada bando. Un dirigente socialista entonces
asentado en la isla, recuerda que en el elegante barrio de Miramar los
frentistas protagonizaron un altercado con armas desenfundadas y una
persecución en automóvil. "No hubo heridos porque todos terminaron
detenidos por la Seguridad del Estado cubana", afirma este consultado.
La facción rebelde comenzó a
autodenominarse FPMR-Autónomo e inició una rápida ofensiva por tomar el control
del armamento y la infraestructura en disputa.
"Nos decían que ellos eran
el pueblo y que los fierros tenían que pertenecer al pueblo", sostiene un
ex frentista hoy establecido en Europa y a quien un alto comandante
"autónomo" llegó a ponerle un arma en la sien. "O entregai las
armas o te mato...", lo amenazó. "El desorden era mayúsculo. Hasta
hoy hay barretines perdidos", sostiene.
Al producirse la división, el
sector rebelde también se anotó un triunfo estratégico; además del armamento,
en pocos días el FPMR Autónomo quedó en poder de casi la totalidad de la
estructura de apoyo que tenía el aparato en Argentina, Uruguay y Brasil.
"Se llevaron absolutamente
todo. Quedaron con una plataforma que se había trabajado durante años y que le
serviría para sus acciones futuras. Lo que había en aquellos países eran bases
de apoyo logístico, pero orientadas en función de un trabajo al interior de
Chile", afirma otro ex combatiente, vinculado por entonces a la red
internacional del aparato.
A esas alturas el conflicto ya
había traspasado las fronteras. Un informe de inteligencia de la Stassi alemana
fechado el 10 de septiembre de 1987 daba cuenta de estos tensos momentos. En el
se detalla una reunión entre Rodrigo Rojas, jefe de la oficina del PC en la
RDA, y Hermann Axen, miembro del buró político del SED: "El compañero
Rojas informó que existen serios problemas con el Frente Patriótico Manuel
Rodríguez. Ellos acusan al PC de haber abandonado la doctrina Corvalán
(rebelión popular). La mayoría de los dirigentes del Frente han abandonado el
PC y se niegan a obedecerle. Hoy día, existen de facto dos Frentes. La
dirigencia considera la actual situación como una de las más difíciles en toda
la historia del PC".
La Postura Cubana
Para el Partido Comunista, la
gran incógnita ante el quiebre era saber a qué sector entregarían su apoyo los
cubanos. Por ello, en julio de 1987 una alarmada Gladys Marín instruyó a una
pequeña comitiva para que informara personalmente a Fidel Castro en La Habana.
Los enviados llevaban una carta
de Luis Corvalán en que el dirigente hablaba del "enorme dolor" que
el quiebre les provocaba, tildaba a los rebeldes de "revolucionarios
equivocados" y manifestaba que aún era posible "recuperarlos",
para lo cual esperaba la ayuda cubana.
Pese al alto nivel de secreto con
que habían realizado el viaje, muy pronto los emisarios comprobaron que los
autónomos conocían perfectamente sus pasos, al igual que todas las desesperadas
maniobras del PC para aislarlos. Gracias a sus contactos en La Habana, uno de
los emisarios supo que Raúl Pellegrín había llegado varios días antes y que ya
se había entrevistado con Castro. En la reunión el "comandante José
Miguel" explicó a los jerarcas de la isla los verdaderos motivos de la
división y solicitó que se mantuviera el apoyo político y económico para la entidad
que nacía.
Lo mismo había hecho
"Salvador", Galvarino Apablaza, líder natural de los oficiales
formados en La Habana y partidario de los Autónomos, quien por entonces estaba
establecido en la isla.
El 28 de julio de 1987, Fidel y
Manuel Piñeiro recibieron por fin a los hombres del PC en el Palacio de la
Revolución. Dando por sentado que estaba en conocimiento de las amenazas entre
cada bando, Castro comentó que había estado muy preocupado por la seguridad del
grupo durante el viaje, por lo que dijo alegrarse de verlos.
Días antes, Castro había recibido
a María Maluenda, la madre de José Manuel Parada, uno de los tres comunistas
brutalmente asesinados por agentes del régimen chileno en marzo de 1985. La
mujer había viajado a La Habana para solicitar al líder cubano que ayudara a
detener la aventura armada del FPMR.
Aunque es imposible saber si lo
hizo tomando en cuenta esta petición, Castro señaló a los enviados del PC que
la postura de La Habana sobre Chile había sufrido un vuelco radical: tomando en
cuenta los fracasos de Carrizal Bajo y el atentado les reconoció que la acción
del FPMR ya no tenía sentido.
"Atentaría contra las más
básicas leyes de la sicología pedirle una salida revolucionaria al pueblo
chileno", recalcó Castro, siendo respaldado por el intrépido
"Barbarroja" Piñeiro, su más cercano colaborador, también presente.
En referencia a los autónomos,
dictaminó: "Ellos son muy jóvenes y tienen un deseo demasiado vehemente
por hacer la revolución. Para nosotros son como nuestros hijos. Esta pugna es
lo más doloroso que nos ha pasado".
Pero lo cierto es que el gobierno
cubano estaba lejos de tener una postura única al respecto. Apenas se produjo
el quiebre del FPMR, sus organismos habían tomado partido en favor de uno y
otro grupo. "La Cancillería y el Ministerio de Defensa apoyaban al
FPMR-PC, pero Tropas Especiales y el Departamento América se jugaron a fondo
por el FPMR-Autónomo", reconoce un diplomático socialista que vivió por
años en La Habana. En una conversación posterior con uno de los enviados por
Gladys Marín, el propio "Barbarroja" tuvo una frase decidora:
"Tal cual como el Frente, nosotros también estamos divididos"
El apoyo que estaban prestando
sectores del gobierno cubano a los frentistas escindidos preocupaba sobremanera
al PC, cuya dirigencia veía como última carta la intervención del propio Castro
para poner fin a ese peligro. De hecho, una de las principales tareas
encomendadas por Gladys Marín al grupo era denunciar a Castro la cooperación de
altos oficiales de su Ministerio del Interior al FPMR-Autónomo.
Los enviados tenían antecedentes
concretos al respecto. "Comandante -le explicó uno de los chilenos-, la
gente de Tropas Especiales y su jefe, el general Alejandro Ronda, los apoya,
les da dinero y financia sus bases en Argentina".
Castro sonrió y los acompañó a la
puerta. Antes de despedirse, zanjó el conflictivo punto aseverando al dirigente
comunista de nombre político "Ernesto Contreras": "En esta isla
no se hace nada sin que yo lo sepa".
Otro asistente a aquella reunión
avala que esas fueron las últimas palabras de Castro. Sin embargo, también
recuerda que el líder cubano recalcó que su discrepancia con el camino elegido
por el FPMR Autónomo no significaba que los abandonaría a su suerte. "No
vamos a dejar solos a esos muchachos", dijo alzando la voz en un momento
de la cita.
Un informe de inteligencia de la
Stassi alemana fechado en agosto de 1987 confirmaba estas discrepancias;
"El PC tiene la impresión que Cuba apoya al Frente disidente, no obstante
que digan lo contrario. Así, por ejemplo, le permitieron al comandante
"Salvador" tomar contacto con hombres del PC que siguen instrucción
militar en Cuba".
Consultado en su momento el
propio "comandante Salvador" aclaro las razones del quiebre: "En
1987 el PC entra en una crisis interna, del conflicto entre su política del
pasado y la rebelión popular. A juicio de muchos, la política de rebelión
popular los aleja de la vía democrática. Nosotros éramos elementos que
representábamos esa política y había que diseminarnos, no diré destruirnos,
pero en el fondo era lo mismo. El PC se obstina en decir que el Frente
Patriótico Manuel Rodríguez no es parte suya. Se produce una confusión que deja
a los nuestros en el aire y en la indefensión. Antes del quiebre, comienzan los
relevos y los reemplazos por gente "políticamente más confiable" para
la dirección del PC. Por eso, se produce la separación."
En definitiva, parte de los
integrantes del Frente decidieron replegarse, regresando a su actividad
político partidista, específicamente al Partido Comunista, autodenominándose
Frente-Partido, dirigidos por el "comandante Daniel Huerta", lo que
posteriormente daría lugar al llamado "Movimiento Manuel Rodríguez".
El ala continuista de la política
militar derivo al FPMR Autónomo y estaba encabezada por Raúl Pellegrin
Friedmann, el "comandante José Miguel" y la estrategia a implementar
se denominó "Guerra Patriótica Nacional". Este sector se llevó la
mayor parte de las armas y la elite de los cuadros militares.
El Gran Rescate
Los cuatro fugados junto
"Emilio" y "El Chele" (encapuchados)
La calurosa tarde del 30 de
diciembre de 1996, el inconfundible sonido de un helicóptero volando a baja
altura sacó de sus rutinas al numeroso grupo de presos y gendarmes que poblaban
la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago.
A las 15.45 horas de ese día, un
helicóptero Bell Long Ranger de la empresa Lassa sobrevoló la cárcel abriendo
fuego de fusilería contra las casetas de vigilancia, para luego dejar caer una
cuerda de 15 metros con un canastillo al que rápidamente treparon cuatro
integrantes del FPMR que permanecían tras las rejas.
Dos de ellos eran los únicos
autores del asesinato de Jaime Guzmán que estaban en cautiverio: Mauricio
Hernández Norambuena, el "comandante Ramiro" y Ricardo Palma
Salamanca. Los otros dos fugados eran Pablo Muñoz Hoffmann y Patricio Ortiz
Montenegro.
"Ramiro", uno de los
comandantes evadidos
Ante la mirada atónita de los
gendarmes y la algarabía del resto de los presos, el canasto con los cuatro
frentistas a bordo se elevó alejándose raudamente del recinto penal.
La operación "Vuelo de
Justicia", cuidadosamente planificada por la jefatura del FPMR se
concretó esa tarde con un éxito rotundo, burlando un recinto que los organismos
de gobierno creían, hasta ese momento, infranqueable.
Un año antes y para poner en
marcha el plan, la plana mayor del FPMR, encabezada por Galvarino Apablaza, el
"comandante Salvador" y Juan Gutiérrez Fischmann, "el
Chele", le habían encargado a Raúl Escobar Poblete, conocido como "Emilio",
la formación de un equipo selecto de personas.
Raúl Escobar Poblete o
"Emilio, el jefe de rescate
Con "Emilio" al mando
de la operación, el equipo seleccionado se dividió en dos grupos. El primero
-bautizado como Comando MAB en honor al fallecido líder frentista Mauricio Arenas
Bejas- fue encabezado por el propio "Emilio", quien en mayo de 1996
había ingresado al país con una identidad falsa, burlando dos órdenes de
aprehensión en su contra por el homicidio de Luis Fontaine en 1990, y de Jaime
Guzmán, al año siguiente. Este grupo además lo componían el frentista que
oficiaría de piloto y otro rodriguista conocido solo como "Rodrigo",
quien actuaría como fusilero.
El segundo grupo fue encargado de
armar la fachada de distracción, siendo integrado por extranjeros vinculados a
diversas organizaciones políticas. Este contingente estaba a cargo de Luis
Carlos Distéfano, un argentino del que aún se desconoce su verdadera identidad.
Hace un tiempo, ubicado por un canal de televisión chileno en Buenos Aires
declaró; "Se comunicaron conmigo compañeros de la época del exilio y
del internacionalismo y me plantearon que había compañeros chilenos que
necesitaban hacer una operación, pero sin especificarme que. No me lo pensé
mucho y acepte".
El 23 de noviembre de 1996
ingresó a Chile, en un vuelo de Lan, la ciudadana irlandesa Christine Shannon.
Dos días después su hermana Frances entró al país en otro vuelo de la misma
aerolínea. Ambas eran integrantes del Seinn Fein, el brazo político del IRA. El
grupo se completó en los primeros días de diciembre con el ingreso de dos
argentinas; Marcela Acevedo y Vanessa Weinsber.
La colaboración de los
extranjeros era vital en esta etapa del plan pues ellos ayudaron a Distefano a
montar la fachada de "empresario turístico". Todos eran voluntarios
que ayudaban al Frente gracias a sus históricos contactos con otros grupos
políticos alrededor del mundo.
A mediados de diciembre los dos
grupos se instalaron en el que sería a partir de allí su centro de operaciones,
una amplia casa arrendada por Distefano a orillas del lago Rapel. Nadie
sospechó que tras esa fachada de simples turistas se planificaba la más
espectacular fuga en la historia del país.
El día 14 el grupo celebró el 13ª
aniversario del Frente, y en medio de esta reunión "Emilio" les
dirigió algunas palabras; "Todos estamos contentos y confiados. El
hecho de ir a juntarnos con nuestros hermanos, que nos van a estar esperando
deja todo en familia. Cualquiera sea el desenlace, vamos a quedar entre
hermanos".
A mediados de 1996 el FPMR ya
había decidido la alternativa aérea como única vía de rescate. El fallido
intento de fuga de ocho rodriguistas desde la Ex Penitenciaria en 1992,
descartó todo intento de escape terrestre por una toma o un asalto.
Patricio Ortiz, uno de los
evadidos, recuerda desde su asilo en Suiza; "Además se descartaron los
túneles, porque, aunque no lo comprobamos, se supone que habían sensores de
movimiento en el perímetro de la prisión que podrían haber detectado los ruidos
de una excavación".
Patricio Ortiz Montenegro
Los sobrevuelos realizados con
anterioridad, junto con antecedentes de otros traslados en helicóptero demostró
a los frentistas la vulnerabilidad de los sistemas de control aéreo, por lo que
la acción de salir por el aire resultó ser la más segura. Esta variante tenía
una limitante de peso (el cupo máximo era de cuatro personas), pero presentaba
a su favor la posibilidad de desarrollar una acción limpia. Para ello debía
realizarse en un tiempo máximo de tres minutos.
Como primera medida
"Emilio" ordenó al grupo concentrado en Rapel confeccionar una
maqueta a escala para replicar el patio numero tres de la Cárcel de Alta
Seguridad, donde se realizaría el rescate.
"Rodrigo" participó
activamente en la construcción de la maqueta; "Primero hicimos un plano
y después la maqueta en base a toda la información que teníamos y también por
lo que nos decían los compañeros que estaban adentro. Fue un trabajo de muchas
horas".
La maqueta jugó un rol vital en
la preparación, ya que ayudó a los frentistas a familiarizarse con la vista
aérea de la cárcel, los sectores de fuego de cada tirador y los blancos que
debían neutralizar.
En una de las visitas al interior
de la cárcel, el "comandante Ramiro" fue informado del diseño
definitivo del plan y la cantidad de personas que serian rescatadas, recibiendo
instrucciones para que el grupo comenzara a prepararse. Esto implicaba bajar de
peso, fortalecer los brazos y conocer a cabalidad el rol de cada uno en la
operación.
Inicialmente el plan contemplaba
a cinco personas para el escape. El quinto era Rafael Escorza, otro frentista
que cumplía cadena perpetua junto a su esposa, Cristina San Juan, por el
secuestro de Cristian Edwards. Pero Escorza se negó.
Rafael Escorza: "Ahí
Mauricio vino para preguntarme si estaba o no estaba en esa. Y yo le dije que
no, porque mi compañera estaba enferma, se había agravado y mi deseo era
acompañarla en lo que pudiera. Luego, en otra de esas conversaciones el me dijo
"es tu ultima oportunidad viejo, si no vas a estar aquí mínimo hasta el
2012", y yo le dije "bien, es la decisión que tomo". Al final
ellos me entendieron".
Rafael Escorza al ser detenido
en 1992
Dentro del recinto, los cuatro
rodriguistas compartían la misma galería, lo que les permitió coordinarse en su
plan de escape. Claudio Martínez, ex director de Gendarmería; "El
criterio de tenerlos juntos era para facilitar la vigilancia, porque al estar
concentrados los lideres se evitaba la contaminación ideológica al resto del
penal".
Para no despertar sospechas los
cuatro reclusos comenzaron a usar un lenguaje secreto durante sus
conversaciones; "pintura" se refería al vuelo, "pintor" al
piloto y "cuadro" al helicóptero.
En tanto el grupo de rescate
continuó con la planificación. Uno de los problemas a solucionar era la
imposibilidad que el helicóptero se posara en el patio al que diariamente
accedían los rodriguistas encarcelados. Surgió primero la idea de dejar caer
unas cuerdas anudadas, luego arneses y finalmente se optó por un canasto, que
colgaría de una cuerda de 15 metros al cual debían subir los frentistas. Para
proteger a los rescatados, la cesta hecha con dos aros de aluminio y tejida con
una malla de cordeles, fue revestida con Keblar, un material altamente
resistente, incluso a prueba de balas. Esta fue probada antes de la operación
con dos disparos a corta distancia que certificaron la calidad del blindaje.
Para neutralizar la posible reacción de gendarmería y del personal aledaño
(FAMAE), el plan contempló aproximarse al penal abriendo fuego en forma de
abanico y con ráfagas cortas.
Luego de algunas postergaciones,
mayoritariamente fruto de la imposibilidad de obtener la aeronave deseada, a
las seis de la mañana del 30 de diciembre, el comando frentista concentrado en
Rapel dio inicio a la etapa final del plan.
"Rodrigo"; "Había
que preparar a toda la gente en el enmascaramiento y todo eso, a unos
encrespándoles el pelo, a otros planchándoselos, maquillándolos ...además había
que cargar la camioneta con el canasto, todo el armamento largo y las granadas
...".
A las 9 de esa mañana Distéfano
llamó a la empresa Lassa para confirmar que el helicóptero Bell Long Ranger,
que habían arrendado y probado con anterioridad, estuviera disponible para ese
día. Minutos más tarde se comunicó con el conductor de turismo Isaac Friedmann,
para que pasara a buscar a un grupo de "turistas" al Lomitón de
Providencia. Distéfano: "Ahí un grupo partió al Lomitón y otro se quedó
en la casa preparando la tarea de equipar el helicóptero".
Esa misma mañana, al interior de
la cárcel, los cuatro rodriguistas que escaparían se preparaban con cierta
incertidumbre. Patricio Ortiz; "Ese día, entre cierto nerviosismo e
incredulidad tratamos de hacer lo de todos los días, yo estaba con Pablo, con
quien compartía la celda. El estaba tranquilo escuchando su música, Led
Zeppelín y todo eso que le gustaba. El Negro (Ricardo Palma) con Mauricio
estaban mas relajados, incluso hacían chistes con la situación".
Ricardo Palma Salamanca,
"El Negro"
El grupo que permanecía en Rapel
preparó todos los elementos para equipar el helicóptero. Además limpiaron
minuciosamente la casa para no dejar ningún rastro.
En tanto el grupo que esperaba en
el Lomitón, conformado por "Emilio", Distefano, el piloto frentista,
las hermanas Shannon, y Marcela Acevedo, fue puntualmente recogido por Isaac
Friedmann, quien los trasladó hasta el aeródromo de Tobalaba donde llegaron al
mediodía como estaba presupuestado. Luego de la conversación con el encargado
de la empresa de vuelos, "Emilio" y Distefano sintieron que un
escalofrío les recorría el cuerpo. Habría un pequeño cambio de planes; Emilio
Griffin, dueño de la empresa Lassa, y piloto asignado para ese día, no podría
acompañarlos.
Distefano: "Ahí nos dice
Griffin que el no puede ir, pero que va a ir el otro piloto, y me dice que es
una persona muy capaz, muy idónea y que incluso es piloto de
carabineros...".
El capitán de carabineros
Francisco Sagredo, quien en sus ratos libres ejercía como piloto alternativo de
la empresa Lassa, se incorporó así, sin quererlo, al mayor plan de rescate
nunca antes visto en Chile.
Zanjado el inconveniente y con el
grupo de "turistas" a bordo, el capitán Sagredo despegó desde
Tobalaba a las 12.51 de esa calurosa tarde, y tres minutos después se comunicó
con el Control Aéreo para informar que cruzaría la capital de este a oeste para
tomar rumbo a Chillán. Fue su único contacto radial.
Luego de quince minutos de vuelo,
una de las pasajeras comenzó a presentar fuertes dolores estomacales. Esta era
la artimaña preparada por el grupo para hacer descender al piloto y poder tomar
el control de la nave. El capitán Sagredo, forzado por el percance, debió
descender en un sector cercano a Melipilla. Al bajar fue inmediatamente
encañonado con un arma e introducido a la parte trasera del aparato, donde fue
esposado y vendado.
Francisco Sagredo; "Una
vez que estuve amarrado yo dije "bueno, y quien va a pilotear" y unos
de ellos me dijo "no te preocupes, yo lo voy a volar". Por supuesto
que no le creí. Finalmente despegamos y debo reconocer que el tipo lo hacia
bien, así que le devolví la confianza, pese a que yo en ese momento no veía
nada".
El nuevo piloto, con doce meses
de intensiva instrucción de vuelo en el extranjero, comenzó a sobrevolar el
lago Rapel, descendiendo en un sector aledaño, donde los esperaba
"Rodrigo" en un automóvil Lada Station. Ese vehículo fue abordado por
Distefano y las extranjeras, quienes trasladaron al capitán Sagredo hasta la
casa del lago, donde fue encerrado en una de las habitaciones.
Luego de unos minutos en tierra,
los otros tres rodriguistas, esta vez todos chilenos, abordaron el helicóptero
y lo trasladaron hasta otro punto del lago. En ese lugar rápidamente
acondicionaron la aeronave.
"Rodrigo": "Ahí
tratamos de poner las placas antibalas que eran para protección del piloto. Era
un sistema tipo rieles, muy pesado y que no nos cuadraba adentro. Fue una
barbaridad. Al final, luego de varios intentos, tuvimos que sacar las puertas a
la fuerza".
A la dos de la tarde el Bell Long
Ranger estaba listo para la acción. A esa hora "Emilio",
"Rodrigo" y el piloto emprendieron el vuelo definitivo hacia la
Cárcel de Alta Seguridad.
En ella los cuatro rodriguistas
esperaban alertas. A la una y media habían bajado al comedor del primer piso
del recinto y simulaban tener una reunión. Desde esa sala tenían acceso al
patio tres, el punto fijado para el arribo del helicóptero.
Rafael Escorza; "Yo
estaba en esa sala conversando con otros compañeros, cuando veo a Mauricio y lo
noto un poco nervioso. Entonces le digo "Mauro, quieres hablar
conmigo" y el me contesto "no", así, secamente y se
marchó".
Faltando una hora para llegar a
la cárcel, el helicóptero volaba a tiempo según lo planeado. Sin embargo,
sorpresivamente divisaron la costa. Habían tomado la dirección equivocada.
"Rodrigo": "De
repente el piloto dice "hey, creo que estamos perdidos", y yo le digo
"pero como?", y me dice "si, mira el agua". Ahí yo le grité
"entonces date la vuelta".
De vuelta en la ruta correcta y
para no desviarse nuevamente, decidieron tomar como guía la actual Autopista
del Sol. Esquivando el radar de Cerrillos y a una aeronave de Carabineros que
se dirigía a Rodelillo, el Bell Ranger sobrevoló el Parque Brasil, para
comprobar la ubicación del automóvil en que debían evacuar luego del descenso.
Momentos después, y a la hora establecida el equipo operativo del FPMR avistó
desde el aire la Cárcel de Alta Seguridad. Eran las 15.45.
Cuando comenzaron a sobrevolar el
sector sur del penal, "Emilio" y "Rodrigo" iniciaron los
disparos sobre las torres y pasarelas de vigilancia de la CAS previendo una
eventual respuesta por parte de Gendarmería. No hubo ninguna.
Al escuchar la balacera primero,
y el motor del helicóptero después, los cuatro frentistas que esperaban ser
rescatados salieron a su encuentro en el patio donde estaba debidamente
dispuesta la señal visual acordada: un balde amarillo.
Patricio Ortiz; "Empezamos
a sentir los tiros de los fusiles que se empezaban a acercar y dijimos ya, esta
es la nuestra, aquí vienen nuestros compañeros a rescatarnos. Y salimos hacia
el patio como estaba planificado".
En la sala de comunicaciones de
los gendarmes se movió una cortina que inmediatamente recibió un rafagazo. Los
celadores sólo atinaron a arrojarse al suelo buscando alguna protección, al
tiempo que gritaban pidiendo sus chalecos antibalas.
Rafael Escorza: "Yo estaba
tendido en la cama y sentí el ruido del helicóptero. Me asomé y me llamo la
atención porque paso muy bajo. Y luego los disparos. Yo no entendía nada y en
eso miro hacia abajo y veo a los muchachos corriendo. Fue todo muy rápido. Fue
impresionante ver al hermano que iba en la pata del helicóptero con su fusil,
que hay que ser bueno para eso, porque con la cadencia de tiro que lleva el
arma, manejarla con una mano, no lo hace cualquiera".
"Rodrigo"; "Estar
arriba fue de película, pero lo conocíamos todo gracias a la maqueta. Ver a los
muchachos abajo también fue impresionante. Al primero que ví fue al Negro
moviendo sus brazos y esperando el canasto. Yo debía esperar que nuestro piloto
bajara hasta quedar a exactos quince metros del suelo para poder lanzar el
canasto. En esto no podíamos fallar. El tirarlo antes habría significado la
desestabilización de la máquina".
Un testigo que a esa hora se
encontraba frente al recinto relata; "Fue todo súper rápido. Arriba del
helicóptero había un tipo que disparaba con una ametralladora, y con el pie
afuera y todo, era como un comando, una cuestión de película".
Patricio Ortiz: "El
canasto cayó al revés y Mauricio y el Negro lo restituyeron a su forma
original. Recuerdo que Pablo se subió como a un vuelo charter, así tan simple,
y el Negro también. Y el canasto comenzó a elevarse, y Mauricio y yo quedamos
un momento allí congelados, y ya cuando estaba a la altura de nuestras cabezas,
reaccionamos. Al final saltamos y yo me agarré de una de las cuerdas gruesas
que llevaba el canasto por dentro. Ahí Mauricio también saltó y logró meter
parte de su cabeza y brazos, pero el cuerpo le quedo colgando. La idea era
distribuir el preso de manera uniforme, para ganar estabilidad. Yo debía ir de
espaldas con el Negro, pero no se pudo".
Pablo Muñoz Hofmann, el cuarto
evadido
Luego de un par de segundos sobre
el suelo, el canasto comenzó a elevarse. "Rodrigo"; "Apenas
cayó el canasto, pasaron unos segundos y yo doy la orden "ya, vamos".
Fue así de rápido para ahorrar tiempo, y riesgo también".
Sólo Ricardo Palma y Pablo Muñoz
tuvieron tiempo de introducirse completamente en el canasto, pues Patricio
Ortiz y "Ramiro" quedaron colgando. En el peor momento de la fuga, el
bamboleo hizo que el canasto se estrellara contra unos de los muros de la
prisión.
Patricio Ortiz; "Y cuando
el helicóptero sale en ese ascenso tan fulminante, se bambolea y golpea de una
manera brutal a Mauricio en uno de los muros. Pero el no cedió y se aferró con
todo lo que tenia y empezamos a elevarnos a una velocidad increíble".
Rafael Escorza: "Es más,
yo creo que si hacen esa salida mil veces mas, no les sale igual. Porque la
paredes del patio tenían estos alambres circulares que les llamaban tiburones,
y Mauricio paso a unos centímetros de esa alambrada pudiendo haber quedado
enganchado, y al hacerlo hubiera desestabilizado el helicóptero y hubiera
quedado la escoba".
Sin embargo, caer no era el único
problema. Al ir completamente fuera del canasto, "Ramiro" era un
blanco perfecto para los gendarmes. Desde el helicóptero, los frentistas
aumentaron el fuego sobre las casetas de vigilancia para cubrirlo. Ricardo
Palma, premunido de un arma que iba en la cesta, también alcanzó a dar algunos
disparos contra los custodios.
Cerca de las cuatro de la tarde
de ese 30 de diciembre los cuatro miembros del FPMR colgaban del helicóptero
sobre Santiago, en un vuelo que estaba lejos de ser placentero.
Patricio Ortiz: "Hay un
momento en el ascenso en el que la turbina del helicóptero se empieza a fundir.
Subimos a una altura de 500 metros, a 200 km por hora, y de repente se sintió
una cosa estática, una cosa muy rara, porque el helicóptero se quedo como
detenido y no avanzaba".
"Rodrigo"; "De
repente sentimos como un golpe y yo pregunto que pasa, y era el mismo
helicóptero que se estaba fundiendo, y bueno, tuvimos que seguir así".
Otro punto crítico era el
movimiento que sacudía al canasto. Al principio, el plan de los frentistas
contempló que podría producirse un efecto "péndulo", pero lo que
ocurrió fue algo completamente diferente.
Patricio Ortiz; "Lo que
paso realmente fue un efecto juguera, como nosotros lo denominamos, porque el
canasto empezó a girar en forma circular, lo que contravino todas las leyes de
gravedad".
A pesar del movimiento que
sacudía al canasto, los fugados se aferraron con todas sus fuerzas. La
situación de "Ramiro" era la más crítica, pues sufría de vértigo.
Para él, la opción de fugarse por el aire era lejos la más difícil. Cuando aún
faltaba parte del recorrido, sus fuerzas parecieron llegar al límite. En un
momento de desesperación el comandante frentista gritó a sus compañeros que se
soltaría. Estaban a 500 metros de altura.
Patricio Ortiz; "Ahí
empieza otra situación muy terrible, porque Pablo que iba de frente a Mauricio
empieza a ver que este se estaba cayendo. Se le estaban durmiendo los músculos
de los brazos y le dice a Pablo "yo me voy a caer, me voy a soltar".
Yo veía que Mauricio me agarraba la piernas por debajo con sus piernas, en un
acto de aferrarse a la vida, y en un momento de desesperación le gritó a Pablo
que lo tirara. Ahí Pablo, arriesgando su propia integridad, logró agarrarlo de
un brazo y tirarlo para arriba, con lo que Mauricio logró estabilizarse".
Para los cuatro frentistas que
cuelgan del helicóptero los tres minutos de vuelo al Parque Brasil parecen
interminables.
Patricio Ortiz; "Nosotros
gritábamos de desesperación, insultábamos al piloto, le sacábamos la madre, yo
no se cuantos garabatos dije, pero arriba obviamente no escuchaban nada".
"Rodrigo"; "Yo
no me quiero ni imaginar la presión que recibían. Del aire, del movimiento del
canasto, de la altura, de todo y aparte dos de ellos que iban tan mal ubicados.
Arriba no escuchábamos nada, y yo pensaba "bueno, tienen que
aguantarse", porque a esas alturas que mas podíamos hacer".
Once minutos antes de las cuatro
de la tarde el helicóptero Long Ranger comenzó su descenso sobre el Parque
Brasil.
Patricio Ortiz; "De
repente los edificios y la gente, que los veíamos chiquititos, se empezaron
poco a poco a ampliar y nos dimos cuenta que estábamos bajando. Ahí nos vino un
cierto miedo porque pensamos que si bajábamos a esa velocidad nos íbamos a
sacar la mierda".
El helicóptero, en su afán de
llegar lo más pronto posible a tierra, realizó un aterrizaje prácticamente sin
vuelo estacionario -como originalmente estaba previsto- y antes de posarse en
una de las canchas de fútbol del Parque Brasil, el impacto del golpe fue
dejando en tierra a los cuatro evadidos. Sólo Ricardo Palma llegó a bajarse del
cesto cuando se detuvo la marcha. Los otros cayeron o saltaron a tierra con la
fuerza del descenso.
Patricio Ortiz: "Llegamos
a esas canchas y claro, ojalá hubiera sido una cancha de pasto, pero el pasto
no apareció por ningún lado, estaba lleno de tierra. Pese a todo fue el mejor
porrazo de nuestras vidas".
Todo esto ocurría ante la mirada
atónita de muchos pobladores que paseaban o jugaban fútbol en el lugar,
ignorantes de que eran testigos de uno de los hechos más impactantes del
acontecer nacional de los últimos tiempos.
"Rodrigo"; "Ahí
empezamos a repartirles armas a los muchachos y en eso Ramiro me pregunta
"Bueno, y en que nos vamos ?". En medio del nerviosismo y la
confusión, los frentistas corrieron al Subaru Legacy que los esperaba.
Patricio Ortíz: "Era un
sentimiento de angustia y ansiedad de saber que habíamos logrado algo tan
grande como la libertad y que esa libertad era muy sentida por gente que estaba
dentro y fuera de la cárcel. Teníamos la tensión de saber que se estaba
articulando un operativo de captura. Pero salimos tranquilos y nos dirigimos
hacia nuestros refugios. Al final no pasó nada".
Reportaje de TVN sobre el
rescate
Como era de esperar, el rescate
de los cuatro rodriguistas desde la Cárcel de Alta Seguridad provocó airadas
reacciones en los mandos gubernamentales, aunque para muchos otros no quedaba
más que reconocer la audacia e ingenio de los frentistas.
"Creo que es la operación
más científica y técnica que ha hecho el FPMR", afirmaba Lenin
Guardia, un singular agente de inteligencia que había tratado de desarticular a
la misma organización que ahora motivaba sus nerviosos elogios.
"La definiría como la
operación mejor concebida, madurada, por un grupo de ultra izquierda en América
Latina de esta última década. Por la limpieza con que se hizo, la
sincronización de los tiempos, la articulación de factores. De una u otra forma
se mostraron como los últimos herederos de la revolución cubana, con un
profundo respeto de las personas", se apresuraba a declarar a los
diarios.
El tema generó reconocimiento,
incluso en las altas esferas militares. Para muchos jefes de la aviación
chilena la operación de rescate fue "algo sumamente profesional, aunque
duela decirlo''.
El canasto y el helicóptero
utilizado en el rescate
La Investigación
Inmediatamente después de
ocurridos los hechos, la policía se dio a la tarea de obtener antecedentes y
pistas de los fugados. Con el correr de los días, las indagaciones comenzaron a
dar indicios sobre los involucrados. Entre éstos, algunas fotografías de Luis
Carlos Distéfano, las que fueron obtenidas luego que un comerciante tomara
contacto con Carabineros, manifestando que en su poder tenía algunas fotos en
las que supuestamente aparecía el mismo individuo cuyo pasaporte fue publicado
en la prensa. Personal de la Dipolcar analizó el material, captado en una
compraventa de automóviles, y concluyó que efectivamente se trataba de
Distéfano.
Igualmente fue posible detectar
el lugar donde las hermanas Christine y Frances Shannon permanecieron alojadas
en la capital. Las mujeres estuvieron en el hotel "Los Españoles",
ubicado en avenida Santa María, en Providencia. Según fuentes de inteligencia,
los nexos con el IRA se habían consolidado en 1995, año en que un grupo del FPMR
viajó a Irlanda para conseguir el apoyo logístico necesario para la fuga.
El ministro del caso consiguió
también un video en el que aparecen los cuatro integrantes del FPMR evadidos y
los miembros del comando que protagonizó el rescate. El documento fue grabado
por un aficionado que vive en los alrededores del Parque Brasil, en la comuna
de La Granja. El autor de la filmación, se encontraba grabando imágenes
familiares en el interior de su vivienda cuando escuchó el ruido del
helicóptero que aterrizaba en el parque. Inmediatamente comenzó a grabar por la
ventana y captó al grupo de frentistas en el momento en que descendían de la
aeronave y corrían al automóvil Subarú estacionado a pocos metros.
Fuentes bien informadas señalaron
que en el video se distingue claramente cuando los individuos abordan el
vehículo y huyen del lugar. Se supo que todos los frentistas se ven ilesos y en
una evidente actitud de nerviosismo y felicidad.
Otra evidencia importante es la
cinta magnetofónica que grabó casualmente el interno Gino Alvarado, cuando
dejaba mensajes en una grabadora para su mujer, justo en el momento del
tiroteo. En medio de silencios por el asombro ante la situación, el interno
decía a su cónyuge: "Sabe mi amor, que en este momento anda un
helicóptero aquí al lado de nosotros tirando balazos. Parece que quieren
rescatar a alguien... ¡Se van fugando!, ¡se van fugando, mira! ¡Se van fugando
tres gallos!, tres gallos en el helicóptero. Tienen que ser extremistas".
Después de una pausa y cada vez
más entusiasmado, continuó: "Se van fugando ¡qué lindo, oye!. Pasó un
helicóptero y ¡tá-tá-tá-tá-tá! (imitando el sonido del helicóptero). Mira la
gente como aplaude... Mira, allá va el helicóptero... de aquí lo veo, mi amor.
Mira, va allá con tres gallos en el aire, va a salir en las noticias... en
todas partes, mi amor".
El resultado del peritaje
balístico hecho a la cinta magnetofónica arrojo un resultado de 70 balas M-16
cuyos disparos fueron atribuidos en forma exclusiva a "Emilio" y
"Rodrigo" que volaban en el helicóptero.
Prensa de la época
Tambien la argentina Marcela
Alejandra Acevedo, no tardó en ser identificada. La policía chilena viajó a la
nación trasandina en búsqueda de antecedentes y obtuvo su fotografía. Según las
posteriores indagaciones, ella fue la mujer que fingió el mareo a bordo del
helicóptero, para que el piloto aterrizara en el lago Rapel. Si bien se pensaba
que la "afectada" de nauseas era una de las irlandesas, ésto fue
descartado luego de que el propio capitán de Carabineros secuestrado no reconociera
a las hermanas Shannon. Fuentes ligadas al proceso dijeron que Marcela Acevedo
utilizó en Chile su identidad real. Por testigos fue descrita como de unos 30
años aproximadamente, contextura delgada, tez blanca y cabello castaño oscuro.
La argentina regresó a su país el
31 de diciembre de 1996, por el paso Los Libertadores, y aparentemente no ha
vuelto a salir de esa nación. Incluso, la policía logró detectarla en Buenos
Aires, pero nunca se formalizado su detención.
Viajando Por Sudamérica
No se volvieron a tener noticias de los fugados hasta dos meses después de
ocurridos los hechos, cuando Mauricio Hernández Norambuena, envió un correo a
la página de los presos políticos en Internet. "No podía ser de otra
forma, hacer realidad la posibilidad de volar, justamente volando" eran
las primeras palabras que el "comandante Ramiro" envió a Elías
Letelier, el chileno que mantenía la pagina. "Ramiro" reaparecía en
forma desafiante, diciendo que "nuestra ausencia del 'barrio chino'
(módulo de la CAS donde permanecían recluidos) será un signo permanente de que
no existen 'muros tecnológicos' capaces de doblegar cuando existe vergüenza y
dignidad".
"Ramiro" no dio pistas
sobre su paradero y sólo envío un saludo "desde algún lugar de este
lado de la vida". El comandante frentista señaló que en su pensamiento
seguían intactas las imágenes de los rostros de sus compañeros, con los que
compartió durante años una diversidad de experiencias, cuyo centro era la
voluntad de seguir luchando.
"No dudo que por sobre la
adversidad de hoy, ellos se sentirán revitalizados con nuestra voluntad",
aventuró.
En la parte final de la carta,
Ramiro manifestaba que su "reencuentro con la tierra, aunque fuese a
través de un dichoso 'porrazo', fue como un renacer, ya que los dos minutos de
vuelo significan el parto con su cuota de angustia y felicidad".
Aunque la audaz huida en
helicóptero desde el penal de máxima seguridad les resultó relativamente
simple, la salida del país no fue igualmente fácil para los cuatro fugados.
Expertos en inteligencia y las policías afirman que tras el aterrizaje del
aparato en el Parque Brasil, cuatro células del FPMR se encargaron de ocultar a
los fugitivos en distintas casas de seguridad de Santiago, acondicionadas
especialmente para la ocasión.
Sin embargo, la
"operación" estaba lejos de concluir ahí. De acuerdo con los
investigadores, los frentistas abandonaron Chile separadamente días más tarde,
usando a lo menos tres rutas de escape por pasos fronterizos no habilitados
El paso de Icalma, en las cercanías
del volcán Lonquimay, en la novena región, y Puntas Negras, en Antofagasta,
habrían sido los lugares escogidos para salir rumbo a Argentina, mientras que
el norte de Arica fue la vía para llegar a Perú.
En el caso de Icalma, ubicado en
la novena región, existieron algunas versiones que indicaban que los frentistas
habrían abandonado Chile con rumbo a Argentina en un automóvil marca Peugeot,
de color blanco, por un paso no habilitado oficialmente y sin control policial,
el 3 de enero, o sea, cuatro días después de la fuga en helicóptero.
El automóvil habría sido
acondicionado con vidrios blindados, adquiridos en un negocio de la comuna
Padre Las Casas. Aparentemente, retratos hablados del comando del rescate
fueron reconocidos por los lugareños.
Un equipo especial de
inteligencia, vinculado a la investigación del caso de la fuga, se trasladó en
enero a la novena región. Existía la posibilidad de que los extranjeros que
integraron el comando del rescate fueran los mismos que habían estado meses
antes en Icalma y el lago Hishué. Se efectuaron empadronamientos en algunos
sectores de la zona y además fueron exhibidos a los lugareños los retratos
hablados que se confeccionaron de los subversivos.
Otras fuentes manifestaron que
las indagaciones arrojaron resultados positivos, ya que los ayudistas de la
fuga fueron reconocidos. Sin embargo, era demasiado tarde.
Aunque la policía chilena nunca
los pudo recapturar, agentes de inteligencia aseguran que siempre estuvieron
siguiéndoles el rastro. Y pese a los magros resultados obtenidos en los años
siguientes, los buscaron por España, Irlanda y Sudamérica con la hipótesis de
que mantenían una conexión logística internacional con terroristas de la ETA,
el IRA y las FARC, respectivamente. De hecho, a principios de 1997 dos equipos
de expertos de la Policía de Investigaciones viajaron a Irlanda y Argentina,
donde coordinados con agentes de ambos países rastrearon pistas sobre el paso
de los frentistas. Así, indicios recabados por los policías al norte de Buenos
Aires les permitieron determinar que los fugitivos viajaban por tierra en
dirección al norte de ese país y que los cuatro huyeron de Chile por vías
distintas.
A casi tres meses de su fuga, y
luego de que recorrieran más de tres mil kilómetros por separado, sus itinerarios
convergieron en tierras brasileñas, a las que llegaron tras un breve paso por
Colombia.
Cuando la información de que
Brasil era un punto de tránsito en su travesía llegó a manos de los servicios
de inteligencia chilenos, éstos alertaron a sus similares de ese país y a la
Interpol. No obstante, ambos organismos no aportaron datos significativos sobre
el paradero de los perseguidos.
Con pasaportes falsos -y siempre
por separado- los rodriguistas salieron del país cafetero por vía aérea en
dirección a Ciudad de México. Aparentemente, fue la última vez que los cuatro
se reunieron, porque cercanos al Frente señalan que mientras Patricio Ortiz
partió a Suiza en compañía de una mujer que lo esperaba en tierras aztecas,
Hernández, Palma y Muñoz se trasladaron a Cuba.
Los fugados, en algún lugar de
Sudamérica
El frentista con menos prontuario
de los cuatro fugados era Patricio Ortíz Montenegro, quien había protagonizado
algunos actos subversivos, robos y hechos de sangre junto a su hermano Pedro
Alberto.
Sobre los días inmediatamente
siguientes al escape, Ortiz narró mas tarde, desde su asilo en Suiza, que a las
pocas cuadras del aterrizaje los cuatro se separaron y cada uno abandonó Chile
en distintos momentos. Recordó también que pasó por cinco países hasta llegar a
un país grande de Latinoamérica, donde tenía que tomar contacto con la gente
del frente. Sin embargo, el azar jugó en contra y la cita no se concretó.
"Intenté retomar
comunicación, pero no pude", sostiene. Y pese a que recurrió a todas
las señales de emergencia acordadas por su organización, quedo a la deriva. Una
idea se le fijó en la mente. El silencio de su organización podía significar
que estaba siendo seguido. "Pensé que estaba con un problema de
cola", recuerda.
Evaluó sus posibilidades. Sabía
que cualquier paso en falso le costaría caro a él y sus compañeros. Pero estaba
en un país donde no conocía a nadie y carecía de recursos. Decidió entonces
contactar a sus hermanos que vivían en Suiza desde 1973.
"No tenía otra opción. Y
pensé que pese a las condiciones precarias, mi decisión de arribar a Suiza no
ponía en peligro al resto de los fugados", argumenta Ortiz.
Sigilosamente, se conectó con uno
de sus hermanos y en julio de 1997 llegó a Suiza buscando el estatus de
refugiado político. Permaneció casi un mes en libertad hasta que fue detenido,
debido a que Chile había exigido su deportación. Diversas campañas de
solidaridad y la presión de organizaciones humanitarias lograron que un año mas
tarde la justicia suiza le diera libertad. A partir de ese momento quedó
condicional y con estatus transitorio. Por largo tiempo, un control policial se
mantuvo muy cerca del chileno.
"Durante el año de
incomunicación me fue imposible tener algún vínculo con mis compañeros.
Después, no quise insistir", explica.
Su insólita aparición en Suiza,
sin embargo, levantó una serie de especulaciones sobre una fuerte ruptura entre
los fugados. En Chile, los medios sostuvieron que Ortiz se había
"descolgado", optando por un camino propio. El frentista admitió que
existieron distintas opiniones políticas, pero que nunca se materializaron en
un quiebre; "Nunca me descolgué de nada, eso es otra de las invenciones
sobre nosotros".
Los Rastros En Cuba
Las idílicas playas de Matanzas se constituyeron en la scenografía con la que
el gobierno de Fidel Castro recibió a Mauricio Hernández, Ricardo Palma y Pablo
Muñoz, tres de los cuatro frentistas fugados, una vez que éstos lograron
arribar a la isla. En esta ciudad, ubicada a 100 kilómetros de La Habana, los
integrantes del FPMR residieron durante casi un año en casas especiales
proporcionadas por el régimen cubano, período en el cual debieron cumplir con
una de las condiciones clave impuesta por sus anfitriones: no dirigir una
rearticulación del Frente desde el interior de la isla.
Según el escritor chileno Roberto
Ampuero, quien vivió largas temporadas en Cuba, es imposible que los prófugos
hubieran arribado a la isla sin la previa autorización del mismísimo Fidel
Castro; "Cualquiera que haya vivido en la isla sabe cuan difícil es conseguir
residencia allí y puede imaginar que el arribo del grupo de fugitivos no pudo
haber sido aprobado por un simple funcionario de inmigración, ni un oficial de
rango medio, ni un general. Todos los que vivimos allá pasamos primero por un
detallado interrogatorio sobre nuestras vidas, que después era chequeado con
informantes, pues podíamos ser agentes de Pinochet o la CIA. El prontuario de
Hernández Norambuena era demasiado notorio como para que el espionaje cubano lo
ignorara. No nos engañemos: la decisión de permitir el ingreso a la isla a un
discípulo extranjero con la biografía del "comandante Ramiro" sólo
pudo haberla tomado Castro. Castro no está interesado en esclarecer esto, pues
esa historia lo compromete profundamente."
Al llegar a la isla los
frentistas permanecieron unos días en La Habana, pero luego se radicaron en
Matanzas. Un familiar de uno de ellos relató que durante su permanencia en esta
localidad los fugados llevaron una vida normal. No estuvieron incomunicados y
mantenían contactos normales con los habitantes del litoral, pero -según la
misma fuente- el gobierno de Castro tomó algunas medidas de seguridad para
protegerlos. La más importante fue la presencia permanente de un grupo de
agentes encargados de vigilarlos y de velar por su integridad.
Tanto Hernández Norambuena como
Muñoz Hofmann y Palma Salamanca vivieron en casas fiscales que les proporcionó
la administración castrista. Asimismo, les facilitaron automóviles oficiales y
desempeñaron algunas actividades laborales en el mismo balneario. Este sistema
de vida duró varios meses. Incluso, Palma disfrutó de la tranquilidad necesaria
frente a la costa de arenas blancas para escribir su primer libro, "El
Gran Rescate", que describe la operación que los liberó y que fue
publicado en 1997.
Pero la agradable rutina se
derrumbó. Cercanos a los rodriguistas señalan que todo se complicó luego de los
polémicos llamados telefónicos que los fugitivos hicieron a sus familiares a
fines de 1997 y que fueron interceptados por la policía chilena. En el caso de
"Ramiro" una conversación telefónica sostenida con su hermana fue
clave para que la policía chilena descubriera su paradero.
El 31 de marzo de 1997, el
comandante frentista quizá sintió nostalgia de los suyos. La vida en la
clandestinidad no es sencilla y quizá fue esa la razón que le llevó a marcar el
teléfono de su hermana Cecilia. El llamado -grabado por Investigaciones en
virtud de una orden judicial- fue hecho desde Cuba a Valparaíso, donde residen
los familiares de "Ramiro". El código del llamado confirmó que había
sido efectuado desde La Habana.
No fue una comunicación corta.
Duró 19 minutos y 57 segundos y llegó a Chile a través de la firma Chilesat. El
dato interesante que aparecía era que el contacto se había producido desde
Cuba, aunque el gerente de operaciones de la empresa en un documento reservado
no podía dar fe si el inicio de la comunicación era o no el país caribeño. En
su conversación familiar, Hernández Norambuena le indicó a su hermana que podía
contactarle a través de "Joel", que no era otro de Arnaldo Arenas
Bejas, el mismo que actuó como fusilero en el atentado a Pinochet, y quien
supuestamente fue el conductor del solitario vehículo con el que los prófugos
abandonaron el Parque Brasil, donde aterrizó la aeronave que los sacó de
prisión. Para eso le daba un teléfono de Cuba, el 669488, usando el código 7
que es la localidad de Alamar, según versa el informe firmado por el entonces
jefe de inteligencia policial, prefecto Luis González Cuevas.
En la grabación, cuyo contenido
fue informado en su oportunidad al ministro en visita Lamberto Cisternas, el
"comandante Ramiro" manifestó a su hermana que se encontraba bien,
junto al resto de sus compañeros, Ricardo Palma Salamanca y Pablo Muñoz
Hoffmann. Según un personero que conoce el proceso sustanciado por el
magistrado, la conversación fue "telegráfica y hablaban medio en clave.
Además se estaban moviendo por distintas partes". Asimismo, ambos
planificaron un encuentro para septiembre en otro lugar del continente
americano. La policía chilena, a través de Interpol, esperaba que allí se
produjera la detención del frentista fugado, lo que posteriormente se diluyo.
En el mismo documento la policía
concluía que los fugados estaban o habían estado en Cuba, pero también en
Brasil. Esto porque "Ramiro" le comentaba a su hermana sobre su
estadía en las playas de Ipanema, Copacabana y Leblon, donde se habrían tomado
las fotografías que fueron publicadas tras la fuga.
A mediados de 1997, la policía de
Investigaciones nuevamente interceptó una veintena de llamados telefónicos
realizados desde Cuba, ahora de los tres frentistas fugados. Los contactos con
parientes y amigos, que permitieron incluso detectar los números telefónicos,
fueron una prueba irrefutable de que los prófugos se encontraban en la isla.
En una de las conversaciones
telefónicas interceptadas, uno de los frentistas mencionó el nombre de Muñoz
Hofmann y nuevamente el de Arnaldo Arenas Béjas, Fue entonces cuando Lamberto
Cisternas disipó sus dudas. "Para él estaban en Cuba", afirma
un testigo del episodio.
Junto con confirmar el paradero
de los frentistas, las grabaciones telefónicas detectaron una conexión aún más
comprometedora. Una de las llamadas registró la voz de José Luis Ojalvo,
experimentado hombre de la inteligencia cubana que incluso cooperó con el Che
Guevara en su fatídica aventura armada en Bolivia, en 1966. Bajo cobertura
diplomática, Ojalvo operaba en la embajada cubana en Santiago como
representante del Departamento América, la mítica agencia de Fidel Castro encargada
de mantener los vínculos con la subversión en el continente. El error le costó
caro: cuando la misión cubana se enteró de que sus conversaciones con uno de
los frentistas habían sido interceptados, decidió regresarlo a La Habana. Allí,
según un socialista chileno con muy buenos contactos en la isla, al poco tiempo
murió.
De igual modo, agentes de
inteligencia policial detectaron que la madre de Ricardo Palma, Mirna
Salamanca, la primera semana de julio de 1997 abandono el país en un vuelo
directo con destino a La Habana. La visita fue de casi 10 días y, según los
mismos agentes, marcó el primer reencuentro entre la madre y el hijo.
Además hay versiones que hablan
de otras licencias en que incurrieron los frentistas; "Luego de escapar
de la cárcel, los fugados se escribían correos electrónicos felicitándose
mutuamente por el éxito de la operación, cuando cualquiera que conoce algo de
comunicación electrónica sabe que puede ser detectado desde cualquier lugar y
que se puede determinar el origen de la comunicación, al grado de poder
localizar el computador mismo desde donde sale la información", afirma
un importante rodriguista.
Tantas congratulaciones y
contactos no agradaron al gobierno cubano. Menos cuando los frentistas
continuaron haciendo ruido ya instalados en la localidad de Matanzas. El
espionaje del gobierno chileno logró infiltrar el cerco que rodeaba a los
fugados y de esta manera constatar físicamente la presencia de ellos en Cuba.
Tal acción fue lograda por un joven funcionario de la Embajada chilena, que los
penetró y permitió a Chile tener la certeza de que los escapados se encontraban
en ese país.
Estas "negligencias" de
los fugados fue un motivo de fuerte reprimenda de parte de funcionarios del
régimen cubano. La mayor molestia fue con Mauricio Hernández Norambuena, porque
los servicios secretos cubanos consideraron inadmisible que un
"comandante" incurriera en omisiones de esta envergadura. Para colmo,
Hernández Norambuena nunca se adaptó al bajo perfil y al trabajo rutinario
exigido por los anfitriones a sus huéspedes como condición para permanecer bajo
el alero cubano. En cambio, seguía rondando en su cabeza la necesidad de
rearticular el FPMR.
Ese episodio marcó el fin de la
estadía del "comandante Ramiro" en Cuba. No está clara la fecha de su
partida, pero sí se sabe con precisión que Muñoz Hofmann permaneció un par de
meses más bajo el alero cubano.
"Fidel se vio obligado a
invitarlos a salir, que es casi lo mismo que expulsarlos, pero dándoles una
asistencia para que pudieran hacerlo. Alrededor de 15 (frentistas) fueron los
que abandonaron el país y transportados a naciones de su elección, como
Ecuador, Perú, Colombia y Chiapas", asegura el mismo ex subversivo.
Con todo, según fuentes
judiciales, las intercepciones telefónicas hechas a los tres frentistas
arrojaron una inesperada línea de investigación en el proceso. En estos
intercambios se descubrió que el grupo se había dividido por problemas de
convivencia y es aquí donde el nombre de Ricardo Palma Salamanca comienza a
separarse del periplo en el que se embarcarían sus ex compañeros de fuga. Ya
entonces las indagaciones de la investigación llevada a cabo por Cisternas
comenzaban a delinear los escenarios de los movimientos de los frentistas por
América Latina, específicamente por Nicaragua, El Salvador, Brasil y Argentina.
De acuerdo con declaraciones
hechas por el ex ministro Figueroa, a principios de 1998 las autoridades
chilenas estuvieron a punto de detener a Hernández Norambuena en Buenos Aires.
El "comandante Ramiro" viajó a la capital argentina para encontrarse
con la ex vocera del FPMR y su entonces pareja sentimental, Lorena Astorga.
"Una desinteligencia entre las policías provincial y federal trasandina
-explica Figueroa- impidió la captura del jefe operativo del
Frente".
Los frecuentes viajes a Argentina
y Brasil de los fugados de la CAS -donde el rodriguismo mantiene una base
logística y financiera, quedarían ratificados posteriormente con la sorpresiva
detención de "Ramiro" en Sao Paulo, en su condición de uno de los
líderes del secuestro del publicista brasileño Washington Olivetto. Cercanos a
la investigación del magistrado afirman, no obstante, que Cisternas esperaba
por esas fechas un golpe del FPMR en Colombia o Brasil.
Mientras tanto, en la Habana, el
25 de febrero del 2002 había aterrizado Joaquín Lavín, como parte de una visita
que tenia el fin de estrechar vínculos con el gobierno cubano y así crear un
perfil de apertura política en base a las próximas elecciones que se
realizarían en Chile. Lavin jamás imaginó -e incluso hoy le costaría creerlo-
que apenas cuatro días antes de su aterrizaje en La Habana, y sólo a 33
kilómetros de la capital cubana, un grupo de frentistas, entre ellos Ricardo
Palma Salamanca, relataba sus "hazañas" subversivas a un grupo de jóvenes
de varios países del mundo.
De acuerdo a una investigación
realizada en Cuba, la tercera semana de febrero la Escuela Internacional de
Deportes y Educación Física, ubicada a 33 kilómetros de la capital cubana,
celebraba su segundo aniversario. Con una matrícula que ya alcanza a más de 800
alumnos provenientes de 91 países -60 de ellos chilenos-, el complejo invitó
ese mes a un grupo de miembros del FPMR, quienes llegaron en automóviles
facilitados por el gobierno, para compartir durante varios días sus experiencias
con los alumnos.
Ante una audiencia compuesta por
varios cientos de estudiantes, los subversivos chilenos relataron operaciones
como el frustrado atentado en contra del general Augusto Pinochet en el Cajón
del Maipo, en 1986; la masiva fuga ocurrida en 1990 desde la Cárcel Pública a
través de un túnel, y el escape desde la Cárcel de Alta Seguridad (CAS), en
1996. Temas como el financiamiento que reciben de la ETA y el IRA, sus negocios
de fachada en Chile y el aprendizaje que reciben en Cuba, también formaron
parte de las animadas tertulias.
Los oradores compartieron con los
cautivados jóvenes detalles de cómo se confeccionó el canasto en el que huyeron
los subversivos de la CAS y de las temerarias maniobras que realizó el piloto
del helicóptero que los trasladó.
El "expositor estrella"
del cónclave fue sin duda Ricardo Palma Salamanca, quien incluso aceptó gustoso
fotografiarse con algunos de los presentes.
Su presencia en el evento no
constituye un hecho sorprendente para diversas fuentes cubanas y de la inteligencia
chilena. Esto, porque existe la convicción de que él fue el único de los
fugados de la CAS que permaneció en tierra cubana luego de la abrupta partida
de sus compañeros fugados.
En los propios círculos del FPMR
reconocen que Ricardo Palma, alias "el Negro", comenzó a sufrir
problemas sicológicos luego de fugarse de la CAS en 1996. Dueño de un carácter
temperamental y con tendencia a la depresión, una vez que llegó a Cuba comenzó
a ser atendido en un hospital de alta seguridad para combatientes que sufren
problemas mentales producto de la guerra, ubicado cerca del sector de El
Vedado. De acuerdo a un importante miembro del FPMR que conoce el tema, más que
estar loco o esquizofrénico, Palma fue víctima de una crisis de nervios causada
por un trauma depresivo como consecuencia de los largos años de encierro y
tortura: "Normalmente este es un cuadro que se produce después que el
individuo es sometido a un proceso de libertad. De pronto pareciera que uno se
enfrenta a un abismo (...) que puede llevar al quiebre del individuo con la
realidad y a serios trastornos".
Con todo, su tratamiento y el
hecho de estar sumergido en la redacción de su libro "El Gran
Rescate", lo mantuvieron en la isla caribeña. En otras palabras, el
régimen habría tenido a la vista consideraciones de orden humanitario para no
expulsarlo. Algo muy distinto de lo que ocurrió con el resto de sus compañeros,
especialmente con "Ramiro".
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